INTRODUCCION
La educación superior comprende, como función sustantiva y proceso fundamental, la formación de profesionales. Cada institución aspira a lograrla con la mayor calidad, para que sus egresados sean competitivos en el mundo laboral y capaces de dar respuesta a las necesidades de desarrollo de sus países. En este ámbito, uno de los fenómenos escolares más preocupantes, por la repercusión que tiene en la calidad de la educación superior, lo constituye la problemática de la eficiencia académica, relacionada con el uso eficiente de los recursos y sus impactos sociales, institucionales, familiares y personales.
Las manifestaciones de la eficiencia académica están vinculadas a distintos factores, tanto de los estudiantes como de las instituciones (Hernández, 2006 y Hernández, Almuiñas y Vargas, 2012). Sus afectaciones tienen serias consecuencias: en lo personal implican una condición de fracaso que afecta emocionalmente a los individuos que no logran graduarse; en lo institucional representan una disminución del rendimiento académico de la universidad, con el consecuente impacto en la calidad; en lo social contribuyen a generar inequidad y desequilibrios sociales y desvirtúa el encargo que la sociedad le impone a la educación superior; en lo económico, el costo que implica para los sistemas es enorme.
En este sentido es que cobra mayor importancia la eficiencia del proceso docente-educativo o eficiencia académica, como concepto directamente relacionado con los recursos que se utilizan en el proceso de formación de profesionales, y la manifestación de sus resultados como punto de partida para el complejo análisis de los muchos factores que inciden sobre esta, entre los cuales existen diversas relaciones y se producen múltiples implicaciones, por lo que se requiere perfeccionar el proceso de evaluación que le da lugar.
La evaluación de la eficiencia académica se desarrolla en un contexto donde varían constantemente las demandas para la educación superior y, en particular, para el proceso formativo que en ella se realiza. En el contexto (territorial, nacional e internacional) están presentes un conjunto de variables de impacto o procesos que generan crecientes demandas en los ámbitos económico, científico-tecnológico, social, cultural, educativo, ambiental. Para enfrentar estas demandas, las universidades precisan elaborar un conjunto de proyecciones que incluyen las directrices principales que orientan los retos en el ámbito de su eficiencia.
El objetivo del presente trabajo es profundizar en la importancia de la evaluación de la eficiencia académica como un sistema en el proceso de formación de los profesionales en las universidades cubanas y contribuir al enriquecimiento de la información con otros indicadores que podrían apoyar el análisis para la toma de decisiones.
DESARROLLO
La universidad es una institución social importante por su contribución al desarrollo nacional, territorial y local (Núñez, 2006). Para satisfacer las demandas tecnológicas de la sociedad, se gestionan varios procesos sustantivos, entre los que se destaca, como uno de los más importantes la formación de profesionales.
Para la Real Academia de la Lengua Española (2017), «proceso» proviene del vocablo latino processus, de procedere, que viene de pro (para adelante) y cere (caer, caminar), lo cual significa progreso, avance, marchar, ir adelante, ir hacia un fin determinado. Por ende, «proceso» está definido como la sucesión de actos o acciones realizados con cierto orden, que se dirigen a un punto o finalidad, así como también al conjunto de fenómenos activos y organizados en el tiempo. También es el conjunto de procedimientos que hacen que los productos que se construyen satisfagan un conjunto de metas o estándares.
Dentro de las características del proceso se incluye que utiliza recursos, está sujeto a una serie de restricciones, genera productos intermedios y finales, cada una de sus actividades tiene criterios de entrada y salida, es decir, se conoce cuándo inicia y termina, tiene un conjunto de principios que permiten explicar las metas de cada actividad y las actividades se realizan secuencialmente.
La evaluación de procesos brinda información para contribuir a la mejora de la gestión5 operativa de los programas, de gran utilidad para fortalecer y mejorar la implementación de los programas. La gestión o dirección universitaria es un proceso en el que intervienen un conjunto de factores (recursos, procesos y resultados), que deben contribuir de forma coherente al desenvolvimiento de la docencia, la investigación, la extensión y conducir al desarrollo integral de la universidad como institución (Orellana, 2004).
Cuando el proceso implica la construcción de algún producto, suele considerarse como un ciclo de vida. Para evaluar y definir un modelo de desarrollo en el proceso de formación de profesiones se debe tener en cuenta la sociedad como cliente, el mundo laboral como usuario, el tiempo del ciclo, el presupuesto, los recursos tanto materiales como humanos, el objetivo del proyecto y los requerimientos, etcétera.
La evaluación de procesos en la universidad analiza si el programa lleva a cabo sus procesos operativos de manera eficaz y eficiente y si contribuye al mejoramiento de la gestión. En este sentido, por medio de las evaluaciones de procesos se detectan las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas del marco normativo, estructura y funcionamiento de los programas y se aportan elementos para determinar estrategias que incrementen la efectividad operativa y enriquezcan el diseño de los programas [Consejo Nacional de Evaluación (Coneval), 2017] (Figura 1).
La formación de profesionales se realiza mediante el proceso docente educativo (PDE). En su concepción sistémica de la enseñanza y el aprendizaje, se desarrolla en las instituciones de educación superior y se proyecta hacia la sociedad desde todos sus componentes, junto con las cualidades, niveles de asimilación, profundidad y estructura, y en sus tres dimensiones: educativa, instructiva y desarrolladora. Tiene como encargo educar al hombre para la vida a partir de compromisos sociales, para ser capaz de enfrentarse a nuevas situaciones y problemas y resolverlos de forma innovadora en pos de transformar la sociedad (Álvarez de Zayas, 2017). El PDE es diseñado para que el ser humano aprenda a vivir y a ser y desarrolle sus conocimientos y valores. No obstante, en tanto proceso, tiene sus características y requerimientos.
La evaluación de los procesos de aprendizaje suele identificarse frecuentemente con la denominada evaluación formativa, cuyo propósito se vincula con el mejoramiento de la enseñanza y del aprendizaje (Avolio de Cols y Iacolutti, 2017). Sin embargo, la evaluación del proceso de formación de profesionales debe ir más allá. Se trata de poder satisfacer al cliente, la sociedad, en calidad y tiempo oportuno, a un costo eficiente y que permita un margen de rentabilidad adecuado.
La calidad de las instituciones universitarias cubanas es objeto de atención permanente en la evaluación institucional y la toma de decisiones dentro de la estrategia general de desarrollo del sistema universitario, motivo por el que los modelos de evaluación del proceso de formación de profesionales en Cuba existentes, tanto de forma global como para una carrera o una institución [Sistema de evaluación y acreditación de carreras universitarias (SEA-CU), 2015; Sistema de evaluación y acreditación de Instituciones de Educación Superior (SEA-IES), 2015], comprenden indicadores de calidad y rendimiento.
El mejoramiento continuo de la gestión del proceso de formación, como un proceso que facilita el logro de objetivos predeterminados con eficiencia y eficacia, permite alcanzar formas organizativas superiores que ayuden a las instituciones educativas a responder a las demandas internas y de la sociedad. En la evaluación es esencial identificar las actividades y los componentes que forman parte del proceso a mejorar, si cumple los objetivos y, dentro de ellos, la eficiencia con que se realizan: los gastos del proceso, el tiempo que se emplea y los recursos invertidos.
La eficiencia, si se parte desde una visión economicista, se suele identificar con una relación particular entre costos, tiempos y resultados, que implica conseguir un mayor resultado en menor tiempo y a menor costo. Este término es un criterio de racionalidad de los procesos y del uso de recursos. En la educación, a través de representaciones empíricas, se expresa en los resultados de un proceso de formación y da lugar a la eficiencia académica.
La UNESCO (2007) define la eficiencia académica como el grado en el cual un sistema educativo consigue optimizar la relación inversión-resultado en la educación. Son esas dos las variables que determinan la eficiencia de un sistema educativo: cuánto se gasta en él y qué resultados se obtienen de su funcionamiento. La eficiencia académica, en general, se puede conceptualizar según Hernández (2019), como «el nivel de logro de los objetivos formativos, según el grado de optimización de los recursos que dispone la universidad» (p. 30) y que puede operacionalizarse de distintas formas.
A juicio de los autores del presente artículo, la eficiencia en las universidades debe estar orientada a satisfacer las demandas de la sociedad en un proceso constante y sostenido de desarrollo y transformación, para cumplir con los objetivos proyectados. Este es un tema muy abordado, en el que se manifiesta una gran variedad de conceptos y hasta de metodologías para su evaluación.
En Cuba, en las estadísticas del Ministerio de Educación Superior (MES), y utilizando procedimientos metodológicos, se analizan cada año los resultados docentes obtenidos en cuanto a graduados por años y la evolución del indicador eficiencia académica del proceso de formación (Figura 2). A esta eficiencia se le llama académica y también terminal. Se obtiene mediante la multiplicación de los valores de promoción totales de cada año académico que cursa ese grupo durante la carrera y son aplicados a la matrícula inicial de cinco años atrás. Como se ha analizado en otras ocasiones, estos cálculos no son exactos y reales, ya que no toman en consideración las altas que se producen debido a los rezagos y tampoco estudia la cohorte real. Sin embargo, pueden servir de juicio de cómo avanzan las cohortes.
También se analiza la eficiencia vertical de cada curso, que se obtiene mediante la multiplicación de los valores de promoción que se obtienen para cada año académico dentro del mismo curso escolar aplicado a la matricula inicial de primer año. Su valor es principalmente predictivo: si es mayor que la eficiencia académica del grupo que se gradúa, esa cohorte que comienza promete tener mejores rendimientos al final de la carrera (Vecino, 1986).
En las estadísticas del año 2018 (MES, 2018) y a partir de la propuesta de la autora de este artículo, de conjunto con otros especialistas de la Dirección de Formación de Profesionales del MES y de Estadísticas (Hernández et al., 2015), se introdujo un nuevo indicador en las estadísticas globales anuales: la eficiencia del ciclo. Esta expresa la relación entre la cantidad de estudiantes que se gradúa en el curso que culmina con respecto a la cantidad de estudiantes que fueron matrícula total del primer año cinco cursos atrás (expresado en porciento). Este indicador es un criterio más real de lo ocurrido durante la carrera porque incluye las incorporaciones por rezagos que se producen durante el ciclo de formación y cuyos resultados se aprecian en el Figura 2.
Estos resultados de eficiencia del ciclo son un indicador real del rendimiento en las universidades del MES, porque es un reflejo de la cantidad de profesionales que la universidad entrega cada año a la sociedad, aunque se trata de datos brutos, porque considera los estudiantes que transcurren por el ciclo de formación como un todo, sin depurar las cohortes a las cuales pertenecen.
Este indicador de eficiencia del ciclo tiene una gran importancia no solo como indicador de calidad y progreso del proceso docente educativo, sino también porque en Cuba, donde cada graduado tiene garantizada una plaza laboral profesional al momento de egresar, y la formación de profesionales es planificada estratégicamente a nivel de país en función de las necesidades ocupacionales, contribuye a calcular cuántos estudiantes hay que ingresar cada curso a las universidades para lograr las cifras de graduados que requiere la economía del país cinco años después.
Por otra parte, la eficiencia académica da la medida en que las universidades cumplen con su función formadora de profesionales. Si se obtiene un 74,8 % de eficiencia del ciclo, significa que un 25,2 % de estudiantes no llegan a graduarse, al menos en el periodo de la carrera, y que el sistema solamente por esta causa se encarece como mínimo en un 25 % para formar un profesional, sin considerar los gastos por conceptos de rezagos y de abandono, que transitaron un periodo del ciclo y no llegaron a graduarse.
Estos indicadores que se utilizan permiten ayudar en la toma de decisiones a nivel global del MES. Sin embargo, otros indicadores de eficiencia pudieran aportar mayores precisiones relacionadas con la utilización de los recursos: se desconoce cómo se comportan los tiempos y los costos asociados al proceso de formación de los profesionales. Y se obtiene la respuesta a la pregunta que origina este trabajo: ¿Por qué es tan importante evaluar la eficiencia académica en las universidades?
Debe resultar claro que en el proceso formativo por medio de sus evaluaciones se detectan las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas dentro de su propio marco normativo, estructura y funcionamiento de manera eficaz y eficiente, lo que permite aportar elementos para determinar estrategias que incrementen la eficacia y enriquezcan el diseño y la toma de decisiones.
En el proceso de formación de profesionales, con los pocos indicadores de eficiencia académica que se aplican, se obtiene una visión del fenómeno que ocurre. Sin embargo, es limitada. Estos indicadores solo se relacionan con la transferencia escolar: cuántos estudiantes transfiere el sistema a la sociedad; en este caso, mundo laboral. Faltarían indicadores que permitan analizar el comportamiento del sistema como proceso para que no se desregule.
Si se habla de eficiencia de un proceso, es necesario referirse al uso de los recursos que en él se invierten, porque esta es una parte del encargo que la sociedad atribuye a las universidades y que espera de ellas. Es por ello que toma mayor importancia estudiar otros indicadores que den una imagen más completa de los resultados del proceso y sus características.
Es necesario enriquecer con nuevos indicadores cuantitativos las mediciones que se realizan, tanto de comportamiento, como de tiempo, de transferencia y de gasto. De esta forma se puede profundizar en los análisis para la toma de decisiones y, además, contar con las metodologías científicamente fundamentadas para su análisis.
Sería de mucha importancia analizar dentro de los indicadores de eficiencia de cada curso escolar y cada ciclo de formación criterios como:
Indicadores de tiempo: indican cuál es el tiempo real de formación de un profesional en las universidades. El rezago aumenta los tiempos de tránsito de la cohorte (Almuiñas, García del Portal y Romero, 1994; Almuiñas et al., 2005) y, como consecuencia, hace que el sistema se encarezca: no cuesta lo mismo un graduado cuando toda la cohorte se gradúa a los cinco años del ciclo, que cuando hay un porcentaje que lo hace uno o dos años después.
El tiempo promedio de permanencia de los titulados en el sistema, tiempo de tránsito por las universidades, indica el tiempo promedio (en años( que cada titulado requiere para concluir sus estudios, tomando en cuenta que no todos lo logran en el tiempo de duración normal del ciclo. Este indicador aumenta en la medida que la cantidad de estudiantes que se gradúa fuera del ciclo normal es mayor y, por tanto, el sistema se hace menos eficiente. El tiempo promedio que demora un estudiante en titularse tiene alta correlación con el gasto que implica la formación profesional.
Eficiencia académica total: se mide adicionando los resultados de los graduados que repitieron uno o dos años, o sea, el año n + 1 y el año n + 2. Esta es una información que ya se ha solicitado incluir en las estadísticas de las universidades cubanas de cada curso escolar.
Indicadores de gasto: si se conoce cuánto se gasta en formar un profesional, se podrían adicionar algunos pocos indicadores como: el gasto total por años-alumnos de cada graduación y el incremento que se produce por los rezagos, o sea, gasto en el año n + 1 y n + 2, y que corresponderían al mismo grupo de estudiantes o cohorte que comenzaron juntos la carrera. También hay que tener en cuenta el gasto adicional por los abandonos y los rezagos, lo que da una mayor visión de la utilización de los recursos.
Una consideración importante también sería disponer de una metodología que, sobre bases científicas, permita identificar las zonas críticas del proceso, donde se manifiestan las mayores debilidades para poder tomar a tiempo las acciones para contrarrestarlas y potenciar los resultados.
En este sentido, Hernández y Vargas (2019) proponen una metodología que se sustenta en las relaciones esenciales principales que se manifiestan en el proceso de formación y la evaluación de la eficiencia académica:
Contexto-proceso de evaluación de la eficiencia académica-incremento de los resultados del proceso docente educativo.
Insumos-proceso de evaluación de la eficiencia académica-resultados e impactos.
Proceso de evaluación de la eficiencia académica-procesos sustantivos-procesos de apoyo.
Plan de acciones para el mejoramiento de la eficiencia académica-implementación-control y retroalimentación.
Los argumentos que explican la validez de estas relaciones están dados porque en ellas se pone de manifiesto el estrecho vínculo de la evaluación de la eficiencia académica con el contexto, el rol que desempeña para alcanzar resultados superiores, su consideración como proceso en sí mismo y su vinculación con los otros procesos universitarios.
Contempla los insumos que requiere el proceso, los que dan lugar a determinados resultados que impactan en la necesidad de introducir mejoras en el proceso docente educativo y en los diferentes procesos que ocurren en la universidad que inciden en él, contribuyendo con la formulación de acciones dirigidas a ofrecer solución a los problemas que la afectan, así como a su seguimiento y control para tomar las medidas necesarias ante cualquier afectación.
La evaluación científica y crítica de la eficiencia académica en las universidades permite contribuir al análisis de cómo se utilizan los recursos de que disponen y, en consecuencia, apoyar la toma de decisiones y que la formación de profesionales se convierta realmente en una inversión para el cumplimiento del encargo social de las universidades y el desarrollo científico, social y económico de las instituciones y territorios.
CONCLUSIONES
Con el presente trabajo se arribaron a las siguientes conclusiones:
La formación de profesionales, en tanto proceso, conlleva la evaluación de su efectividad y la eficiencia de utilización de los recursos de que disponen las universidades.
Es necesario incluir nuevos indicadores en el estudio de la eficiencia académica de las universidades: algunos indicadores de tiempos y gastos pueden enriquecer la información para el análisis y, además, disponer de una metodología científicamente fundamentada para su evaluación.
La evaluación de la eficiencia académica es una vía para contribuir a que la formación de profesionales constituya realmente una inversión para el cumplimiento del encargo social de las universidades y el desarrollo científico, social y económico de las instituciones y territorios.