Introducción
En la historia de la humanidad han cobrado vidas numerosas enfermedades infecciosas. Las generaciones que han vivido los siglos XX y XXI testificaron muchos eventos epidemiológicos, causados por patógenos virales, entre los que destacan el SIDA, el Ébola y, más recientemente, la COVID-19. La pandemia de COVID-19, provocada por el virus SARS-CoV-2, tuvo una alta capacidad infectiva y gran afectación en la población humana, lo que creó desafíos sin precedentes para las comunidades y los trabajadores de la salud que buscaron controlar la propagación de este virus.1,2
Ante la evidencia de una enfermedad nueva y peligrosa, junto a la certeza de que alternativas como la vacunación segura y masiva demorarían en llegar, la información se posicionó como herramienta vital para que las personas adoptaran las medidas de prevención existentes para protegerse y salvar vidas.3) La Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea que, si se facilita información precisa, pronta y frecuente, en un idioma que las personas entiendan y a través de canales confiables, la población podrá tomar decisiones y adoptar comportamientos positivos para protegerse a sí mismas y a sus seres queridos.3) O sea, que en situaciones de contingencia sanitaria, los procesos de comunicación eficientes se convierten, también, en aliados para elevar la percepción del riesgo de poblaciones concretas. Desde que se detectaron los primeros casos importados en Cuba los medios masivos y las redes sociales difundieron diariamente información actualizada sobre la COVID-19.4
Para evitar esta enfermedad el país se enfrascó en intensificar las acciones de educación para la salud con el estímulo para el cumplimento de las medidas de protección personal y de bioseguridad del personal de la salud y la población en general.5 Dentro de los objetivos fundamentales de este accionar estuvo el capacitar de forma escalonada a los profesionales, técnicos, trabajadores del Sistema Nacional de Salud sobre el nuevo coronavirus, con tareas concretas en la vigilancia epidemiológica y la atención médica. En tal sentido, el Ministerio de Salud Pública incrementó las acciones de educación y prevención en los trabajadores de la salud con el propósito de darles herramientas para enfrentar la COVID-19.5
Para hablar de cultura de seguridad es preciso referirse, primero, a la capacitación, pues sin esta nunca se lograría interiorizar la importancia del tema. Los errores humanos y las técnicas incorrectas pueden poner en peligro incluso las mejores medidas destinadas a proteger al personal de laboratorio. Un personal preocupado por la seguridad y bien informado acerca de la manera de reconocer y combatir los peligros que entraña su trabajo en el entorno constituye el elemento clave para prevenir las enfermedades, los incidentes y los accidentes en el laboratorio. La formación de los recursos humanos en los sistemas de salud ha sido un elemento clave para el enfrentamiento a la pandemia.6
Incrementar la percepción del riesgo, mediante la capacitación, la divulgación, el ejemplo personal generalizado y las buenas prácticas higiénicas sanitarias, fue una premisa elemental en tiempos de pandemia. Descubrir, identificar y reaccionar ante una situación de peligro, son acciones que permiten percibir el riesgo, adelantarse a un suceso, que nos pueda pasar,7 detectar las amenazas que afecta la vida humana, tomar conciencia e interpretar el entorno, incluso los riesgos derivados de este.
Teniendo en cuenta lo referido y que el Centro de Investigaciones Científicas de la Defensa Civil (CICDC) se incorporó al diagnóstico de la COVID-19, se realizó una intervención educativa a los trabajadores del CICDC con la finalidad de incrementar la elevación del conocimiento respecto a aspectos importantes sobre la COVID-19.
Métodos
Se realizó una intervención educativa con evaluación antes y después, dirigida a los trabajadores del CICDC en el período de febrero a abril de 2021. El universo estuvo conformado por 85 trabajadores, la muestra (50) se seleccionó teniendo en cuenta la ausencia del personal al centro como criterio de exclusión. Se tuvieron en cuenta las características sociodemográficas de la población en estudio y se utilizó el cálculo del porcentaje de las características evaluadas sobre el total de individuos involucrados en el estudio.
El trabajo se dividió en dos grupos: los involucrados directamente en el diagnóstico e investigación del SARS-CoV-2 (investigadores y técnicos) y el otro grupo conformado por el personal de apoyo (incluyen empleadas de limpieza, personal encargado de la esterilización, técnicos en electromedicina, operador de caldera, etc.). La investigación se desarrolló en tres etapas: diagnóstico, intervención y evaluación.
En la primera etapa de diagnóstico se desarrolló una encuesta conformada por siete preguntas; las uno y dos relacionadas con generalidades sobre la COVID-19 (agente, vías de transmisión, período de incubación, signos y síntomas), la pregunta tres referida a las medidas de prevención, la cuatro involucraba el manejo de los desechos, la cinco vinculada con los desinfectantes más usados en los laboratorios y los pasos podálicos. La pregunta seis estaba relacionada con las emergencias que pueden ocurrir en el laboratorio y cómo actuar ante un derrame y la siete acerca del nivel de seguridad para trabajar con el patógeno (SARS-CoV-2) y el tipo de gabinete de seguridad biológica a emplear en el laboratorio.
Las posibles respuestas se clasificaron como adecuadas e inadecuadas. Dicha encuesta fue aprobada por el comité científico del centro para realizar el mejoramiento continuo y facilitar una mayor comprensión. A cada persona involucrada se les explicó los propósitos de esta investigación y se solicitó el consentimiento informado por escrito.
En la segunda etapa, la de intervención, se realizó el análisis de los resultados de la encuesta y se procedió a trazar la intervención educativa a partir del diseño de un programa educativo que fue aprobado por el Comité Científico. Dicho programa estuvo conformado por cinco charlas educativas y cuatro videos, una frecuencia semanal con una duración de tres horas para el grupo de investigadores y técnicos y, en el caso del segundo, grupo fueron tres charlas y cuatro videos con la misma frecuencia y duración.
En la tercera etapa, la de evaluación, se aplicó la encuesta inicial a la misma muestra. Para el procesamiento de la información se diseñó una base de datos en el programa Microsoft Excel 2013; se confeccionaron tablas de contingencia de 2 x 2. Se realizó una comparación de proporciones de las respuestas entre los grupos antes y después de la evaluación para su análisis. Se midió el porciento de apropiación de los conocimientos con un nivel de significación (p < 0,05). Se aplicó el test t-Student para muestras dependientes con la finalidad de comparar el promedio de respuestas adecuadas antes y después de la intervención. Finalmente, se elaboró un informe con los resultados obtenidos.
Resultados
De los 50 trabajadores encuestados, predominó el sexo femenino con 35 (70 %); el nivel universitario predominó para un total de 33 (66 %) y el 70 % del personal tenía más de cinco años de experiencia en el centro, aspecto este muy importante, ya que existió un mayor conocimiento en aspectos de bioseguridad, debido a la capacitación sistemática en este tema. Se excluyeron del estudio 35 trabajadores que no se encontraban en el centro en el momento de la intervención (licencias de maternidad, certificados médicos y cursos fuera del país).
Se observó un incremento significativo en la apropiación del conocimiento en ambos grupos después de la intervención educativa con una diferencia significativa de p < 0,05, entre ambos momentos de la encuesta. La participación continúa del 100 % de los encuestados en todos los encuentros demostró la aceptación y motivación por los temas presentados durante el curso.
Como se puede observar en la figura 1, el grupo correspondiente a los investigadores y técnicos antes de la evaluación inicial poseía un escaso conocimiento en las preguntas cuatro y seis, las cuales estaban relacionadas con el manejo de los desechos generados en el diagnóstico del SARS-CoV-2 (35 %), las emergencias que pueden ocurrir en el laboratorio y cómo actuar ante un derrame (41 %). En la evaluación final, posterior a la intervención educativa, en todas las preguntas se alcanzó un 100 % de apropiación de los conocimientos para este grupo. Sin embargo, poseían información acerca de las preguntas tres y cinco, relacionadas con las medidas aplicadas para evitar enfermarse con la COVID-19 y los desinfectantes más usados para contrarrestar la enfermedad.
En la figura 2 se muestra el resultado de la encuesta realizada al personal de apoyo, en la que se apreció un déficit total de conocimiento de la pregunta cuatro, relacionada con el manejo de los desechos. Existió escasez de conocimientos antes de la intervención en las preguntas 1, 2, 6 y 7, vinculadas con la información general de la COVID-19, los síntomas clínicos de la enfermedad, las emergencias en el laboratorio y con el uso del gabinete y el nivel de seguridad que clasifica el laboratorio donde se realiza el diagnóstico del SARS-CoV-2.
Después de la intervención educativa hubo una apropiación de los conocimientos, de forma general en este grupo, a pesar de las características y atributos diferentes, sus aptitudes y grado de instrucción. En las preguntas cuatro y cinco no se obtuvo el 100 % de conocimiento, lo cual está relacionado con el hecho de que este grupo no trabaja directamente en el laboratorio, por lo que el nivel de información acerca de estos temas es muy bajo. No obstante, se apreció que la capacitación aumentó la motivación para cambiar actitudes, establecer responsabilidades y el sentido de pertenencia por un desempeño laboral eficiente.
El programa educativo elaborado a partir de las deficiencias encontradas en la evaluación inicial permitió eliminar las brechas de conocimientos en el personal involucrado, más evidente en el personal de apoyo que poseía menos preparación al respecto. Fue mayor la cantidad de charlas en el grupo de los investigadores y técnicos, pues son los que trabajaron directamente en el diagnóstico del SARS-CoV-2.
En la tabla 1 se muestra la comparación de respuestas adecuadas antes y después de la intervención en ambos grupos; por lo que se puede afirmar que hubo un incremento significativo en las preguntas adecuadas después de la intervención y fue mayor en el grupo clasificado como personal de apoyo.
Discusión
Estudios realizados por diferentes autores8,9 muestran que las intervenciones educativas contribuyen a la elevación del nivel de conocimiento. En el estudio de Gómez Tejeda y otros,8) inicialmente, el 23,4 % presentó un adecuado nivel de conocimientos en generalidades del nuevo coronavirus y, luego de realizada la intervención, se observó un incremento hasta del 95,4 %. En la investigación de Díaz Rodríguez y otros9) también se constató un aumento marcado del nivel de conocimientos con la intervención educativa. Tales resultados muestran consonancia con los de la presente investigación.
La prevención es la acción de prepararse y disponerse anticipadamente para evitar un riesgo, o sea, las medidas destinadas, no solamente a prevenir la aparición de la enfermedad, tales como la reducción de factores de riesgo, sino también a detener su avance y atenuar sus consecuencias una vez establecida.11) Es por eso que la OMS ha publicado medidas para reducir la infección por otros coronavirus que incluyen: el lavado frecuente de las manos con agua y jabón al toser o estornudar, cubrirse la boca y la nariz con la sangría o fosa cubital (la concavidad que forma la cara interna del brazo al flexionarlo por el codo), entre otras.12,13) Todas estas medidas han sido muy divulgadas por los medios de comunicación en Cuba, lo que trajo consigo que se incrementara el nivel de conocimiento de la población en general.
Los resultados alcanzados en el nivel de conocimiento de los investigadores y técnicos no solo se explican por la calidad de la intervención, sino porque la mayoría de los trabajadores tenían un nivel de escolaridad alto, lo que permitió adquirir los conocimientos con mayor rapidez. Antes de la intervención, tenían un 5,44 de promedio de respuestas adecuadas y, una vez finalizada, ascendió a siete, lo que permitió que estuviesen más preparados para realizar su actividad. Es imprescindible que el personal involucrado en el diagnóstico mantenga un elevado nivel de conocimiento sobre la COVID-19 para, de esta forma, aumentar la percepción del riesgo y garantizar la salud individual, colectiva y medioambiental.
En el caso del grupo clasificado como personal de apoyo, los resultados alcanzados fueron más relevantes, pues antes de la intervención tenían un promedio de 2,56 respuestas adecuadas y una vez finalizada, ascendió a 6,56. Este personal, al no tener un nivel de escolaridad elevado le cuesta más trabajo apropiarse de los conocimientos técnicos y de laboratorios. La capacitación continuada en el grupo de personal de apoyo es imprescindible para el buen funcionamiento de todas las tareas en el laboratorio. Facilita las acciones seguras en cada puesto de trabajo y garantiza un resultado final eficaz de todos los procesos.
En ambos grupos se apreció el incremento de los conocimientos; a pesar de las características y atributos diferentes de los cursistas, sus aptitudes, grado de instrucción y cultura, manejo de la expresión verbal y nivel de conocimientos sobre estos temas, aumentó la motivación para cambiar actitudes, establecer responsabilidades y sentido de pertenencia en función de un desempeño laboral eficiente y eficaz.
Como conclusión se puede afirmar que la intervención educativa incrementó los conocimientos sobre la COVID-19 en los trabajadores del CICDC; permitió la adquisición de habilidades y el mejoramiento continuo de los procesos para desarrollar la percepción del riego necesaria en función proteger la salud individual, colectiva y medioambiental, lo que demuestra la efectividad de este tipo de estudio y su impacto favorable en el nivel de conocimiento.