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Revista Cubana de Investigaciones Biomédicas

versión impresa ISSN 0864-0300versión On-line ISSN 1561-3011

Rev Cubana Invest Bioméd v.26 n.1 Ciudad de la Habana ene.-mar. 2007

 

Hospital General Docente “Ciro Redondo García”. Artemisa, La Habana

Envejecimiento y nutrición

Dr. Julián Barrera Sotolongo y Dra. Sarah Osorio León

Resumen

Se realizó una revisión acerca del estudio de la nutrición en los ancianos. El aumento vertiginoso de las personas mayores de 60 años en las últimas décadas ha provocado que esto cobre mayor importancia en los momentos actuales. En cualquier etapa del crecimiento y desarrollo humano, la vida ha estado condicionada por la nutrición y la salud. Al igual que las enfermedades, una nutrición inadecuada acelera el envejecimiento. Es discutido el papel que desempeña la nutrición en el proceso de envejecimiento, así como el efecto de la edad en la alimentación de los individuos. El hecho es que la población anciana mayor de 60 años está en alto riesgo de desarrollar enfermedades nutricionales debido a que el proceso de envejecimiento se acompaña de una variedad de cambios fisiológicos, bioquímicos, biológicos y psicológicos, que alteran no solo la actividad física del individuo sino también sus hábitos, conductas alimentarias y las relaciones sociales.

Palabras clave: Envejecimiento, nutrición, salud, cambios fisiológicos, bioquímicos, biológicos y psicológicos, conductas alimentarias.

 

La esperanza de vida en las sociedades industrializadas ha aumentado en los últimos años, debido a una mejora de las condiciones sanitarias, sociales y económicas. Todo esto ha llevado a un envejecimiento de la población y como consecuencia de esto, la Medicina se tiene que enfrentar a nuevos retos a los que ha de dar una respuesta adecuada.1

El interés por la alimentación, va ligado a la propia decisión por la vida. Hombres y animales emprenden cada día, desde los comienzos de la humanidad, la aventura más insoslayable de buscar el sustento. Trabajosamente, han ido descubriendo y seleccionando los alimentos. Todo el arsenal alimentario, con el que se cuenta hoy, es producto de millones de años de evolución.2

La Ciencia de la Nutrición, tiene apenas 203 años de existencia. El desarrollo de la Química, la Biología, la Genética, y la Epidemiología, han hecho posible el estudio de sus bases científicas.2,3

El envejecimiento demográfico es el símbolo de una de las más antiguas aspiraciones de la humanidad. “Vivir sino para siempre, por lo menos cuanto más” pero hasta el presente, está asociada a un deterioro biológico progresivo y a un aumento de las enfermedades, que afectan a la población con un alto grado de heterogeneidad.4

Varios trabajos han demostrado que la dieta tiene efectos sobre la salud, tanto a corto como a largo plazo, de forma tal que la alimentación es considerada como uno de los factores principales en la prevención de enfermedades crónicas.5 Algunas investigaciones han puesto de manifiesto en los ancianos una asociación entre una capacidad funcional disminuida y déficits energéticos o proteicos, o ambos.6

Se acepta en general que los procesos metabólicos, fisiológicos y bioquímicos cambian en la medida en que avanza la edad del individuo y estos cambios tienden a tener un efecto adverso sobre el estado nutricional del anciano. El descenso en la agudeza del gusto, el olfato, la visión y el oído puede interferir con el acto de la deglución y el disfrute de los alimentos. La pérdida de piezas dentarias y la dentadura protésica mal ajustada interfieren aún más con la deglución. La digestión y absorción de nutrientes se ven afectadas por un descenso en la función gastrointestinal. La masa renal y el número de nefronas funcionantes disminuye con la edad, lo que en muchos individuos produce menor capacidad de eliminar los productos de desecho metabólico. Así mismo, también disminuye el tamaño del hígado con una pérdida de la capacidad funcional hepática.

También cambia con la edad la composición del organismo. La masa corporal magra, el contenido de agua total del organismo y la masa ósea disminuyen, mientras que el tejido adiposo y el volumen plasmático suelen incrementarse. Un menor índice metabólico y un descenso en la tolerancia de los glúcidos hacen al anciano más vulnerable a la obesidad y la diabetes.7,8

Por otro lado, existen factores socioeconómicos y psicológicos que influyen en la nutrición del anciano. El aislamiento social, los recursos financieros limitados, la escasa educación sobre nutrición, la falta de apoyo familiar, la pérdida de seres queridos o de personas encargadas de su cuidado y la menor movilidad debido a limitaciones físicas o aislamiento social pueden, todos ellos, disminuir la disponibilidad de diversos alimentos.9,10

Los ancianos con mayor riesgo dependen, en la mayoría de los casos de otras personas, y esto puede originar determinadas acciones indeseables, consistentes en la no-administración de alimentos o la administración de alimentos de forma inadecuada o inaceptable. La adquisición inadecuada de alimentos puede deberse a la compra de artículos contenidos en grandes envases o a etiquetas difíciles de leer e interpretar. También son los ancianos susceptibles a la publicidad engañosa, con la posibilidad de que consuman de forma innecesaria suplementos nutricionales y sustancias terapéuticas adquiridas sin prescripción, que pueden tener un costo elevado y producir efectos adversos múltiples.11

Entre los factores psicológicos que pueden afectar el estado nutricional se incluyen la depresión, el duelo y la demencia. La disminución del apetito es uno de los síntomas más frecuentes de depresión. Este puede deberse a una menor actividad, mayor aislamiento, a la pérdida del simbolismo de amor y participación propia del acto de comer, y al uso del alimento como arma (negativa a alimentarse como deseo subconsciente de muerte). Se ha documentado en la depresión una alteración de los niveles de algunos neurotransmisores como la noradrenalina, y este fenómeno puede afectar al apetito. Los pacientes con demencia pueden no verse interesados por el alimento, con frecuencia no recuerdan si han comido ya, y pueden no reconocer la necesidad de alimentarse. Para aquellos ingresados en diversas instituciones, el tiempo empleado por el personal en ayudarles durante la alimentación, generalmente, es inferior al dedicado por los miembros de la familia a individuos de características similares que viven en su domicilio.12

La existencia de enfermedades crónicas, como la diabetes, la hipertensión, la neumopatía obstructiva crónica, las cardiopatías o la artritis, junto con el tratamiento farmacológico o dietético asociado, incrementan aún más las posibilidades de nutrición inadecuada en el anciano. También el consumo de alcohol puede ser otro factor coadyuvante en la mala nutrición del anciano, al afectar la absorción de nutrimentos y eliminar alimentos ricos en nutrientes de la dieta. Los ancianos son especialmente susceptibles a los efectos del consumo excesivo de alcohol. Aún se están analizando las consecuencias negativas del consumo de alcohol en forma moderada.13,14

Muchos de los fármacos empleados, con frecuencia pueden interferir con la digestión, absorción, uso o excreción de nutrientes esenciales. Los fármacos pueden también tener ciertos efectos sobre el apetito, el gusto y el olfato.15-18

La elección adecuada de fármacos, el ajuste correcto de la dosis y la educación exhaustiva del paciente y su familia u otro personal encargado de su cuidado pueden mejorar con frecuencia el estado clínico del paciente. Sin embargo, es posible que se hayan pasado por alto posibles interacciones negativas entre estos suplementos y los fármacos recetados.14

 A través de investigaciones se ha reconocido que el apoyo nutricional es un factor importante en el mejoramiento de la longevidad y calidad de vida del adulto mayor, en ciertas condiciones como alcoholismo, problemas mentales, insuficiencia renal, problemas gastrointestinales, polifarmacia e intolerancia de alimentos.

La valoración del estado nutricional es un hecho importante en el anciano, al tener en cuenta todos los factores que influyen y condicionan que estos pacientes sean vulnerables a la mala nutrición por defecto.19 Para 2000 se estima que la población de 60 años y más será de 1 545 600 habitantes, lo que representará 13,4 % del total, y para 2015 la población de 60 años y más alcanzará 18,4 %, y será mayor en términos absolutos y relativos a la de 0-14 años, que no alcanzará 17 % del total. La esperanza de vida de los adultos mayores es aproximadamente de 20 años para los 2 sexos.15

La importancia de la mala nutrición radica en su valor pronóstico, porque interfiere en la evolución satisfactoria de los pacientes, al producir deterioro inmunológico, prolongación del tiempo de cicatrización de las heridas, anemia, prolongación del tiempo de coagulación, osteoporosis, deterioro de las funciones enzimáticas, y aceleración del proceso de envejecimiento, entre otras.16

Como consecuencia del envejecimiento de la población cubana en este milenio y el interés que ha suscitado, la información precedente de trabajos de investigación en nutrición y envejecimiento en los últimos años, han sido las principales razones de la revisión de este tema.20-26

Nutrición y envejecimiento

Se considera que la nutrición interactúa con el proceso de envejecimiento de varias formas:

1.      A lo largo de la vida adulta las funciones corporales declinan progresivamente.
2.      Incrementa la frecuencia de las enfermedades crónicas degenerativas con la edad.
3.      En la edad avanzada, la mayoría de las personas comen menos y como consecuencia, las ingestas de nutrientes pueden resultar más bajas que las recomendadas.

El desafío de las Ciencias Médicas es fijar las condiciones de dieta que mejor preserven tejidos y funciones y minimicen enfermedades. La pregunta es cómo la nutrición y formas de estilos de vida contribuyen a empeorar o mejorar la pérdida de tejidos y funciones ligadas a la edad. Existe clara evidencia de factores dietéticos implicados en la etiología de estas enfermedades que, a su vez, pueden beneficiarse de una intervención nutricional. Una importante cuestión es si las personas de edad tienen el adecuado suministro de energía y nutrientes para mantener y aun mejorar su salud.

Los principales indicadores de un mal estado nutricional en las personas de edad avanzada son:

1.      Pérdida de peso.
2.      Bajo o alto peso en relación con la talla.
3.      Significativa reducción de la circunferencia del brazo.
4.      Incremento o disminución de los pliegues cutáneos.
5.      Obesidad.
6.      Significativa reducción de los niveles de albúmina sérica.
7.      Significativo cambio en el restado funcional.
8.      Sostenida ingestión inapropiada de alimentos.
9.      Niveles inadecuados de vitaminas, minerales o lípidos en sangre y otras alteraciones relacionadas con la nutrición.

Ingesta dietética

La adecuación nutricional de la dieta de las personas de edad es el resultado de la acción de una serie de factores de índole muy diverso que determina:

1.      La ingesta.
2.      La utilización de energía y nutrientes.
3.      Las necesidades de energía y nutrientes.

Todos estos factores son consecuencia de aspectos biológicos, ambientales, sociales, y psíquicos (tabla) y su repercusión, en una población tan heterogénea como la de las personas de edad, también lo es.

Tabla. Factores que afectan al estado nutritivo de las personas de edad avanzada

Ingesta

Utilización de nutrientes

Necesidades de Nutrientes

 

Fisiológicos

 

Masticación

Salivación disminuida

Menor actividad física

Debilidad física

Acidez gástrica

Uso elevado de fármacos

Incapacidad física

Punción gástrica

Eficacia digestiva y metabólica disminuida

Inmovilidad - parálisis

Función renal

 

Mala visión

Actividad enzimática

 

Falta de coordinación neuromuscular

Menor peristaltismo

 

Molestias por ingestión de algunos alimentos

Enfermedades crónicas

 

Perdida del sentido, del gusto y olfato

   

Anorexia

   

Régimen por enfermedad

   
 

Sociales

 

Aislamiento

Modelos dietéticos de baja bioutilización

Tiamina, más elevadas en alcohólicos

Soledad

   

Pobreza

   

Ignorancia

   

Preferencias por alimentos inadecuados

   

Hábitos alimentarios muy rígidos

   
 

Psíquicos

 

Alcoholismo

   

Demencia

   

Depresión y Ansiedad

   

Creencias, tabúes, manías

   

 

De entre los muchos factores socioeconómicos que pueden modificar la dieta y por tanto, el estado de salud, cabe destacar:

1.      El abandono de la actividad laboral.
2.      El bajo poder adquisitivo y las pensiones recibidas.
3.      La falta de conocimientos mínimos sobre las normas básicas para la alimentación sana.
4.      Hábitos alimentarios muy rígidos.
5.      Incapacidad para adaptarse a nuevos alimentos y estrategias de mercado o simplemente la pobreza.

El aislamiento y la soledad conducen, entre los que viven solos, al consumo de comidas fáciles o ya preparadas, por falta de motivación en las mujeres o de habilidad culinaria en los hombres y, al mismo tiempo, el número de comidas omitidas va siendo mayor. Parece indudable que gozar de apoyo social y comer en compañía mejora el apetito, la cantidad de alimento ingerido y, por tanto, repercute en el estado nutritivo.

Por otra parte, las personas que viven en instituciones están en régimen de internado y realizan en ellas todas sus comidas y no se suele seguir un criterio dietético especial para este grupo de edad, excepto el que se aplique a una patología dada; la consecuencia puede ser que, conjuntamente, todos los individuos de una institución hagan comidas inadecuadas por su composición, monotomas y, lo que es peor, preparada con gran anticipación antes del momento de ser consumida, con la pérdida de nutrientes, especialmente vitaminas, por mantener las comidas calientes de manera prolongada o su recalentamiento.

La hospitalización es un alto riesgo, en particular en los viejos. Aun en las mejores circunstancias, las comidas del hospital no son las habituales y las dietas terapéuticas no suelen ser atractivas. También aquí el tiempo transcurrido desde que se prepara la comida hasta la llegada a la habitación del paciente, recalentada, repercute negativamente en su valor nutritivo.

Actividad física

La disminución de la actividad física es uno de los factores que más afecta al estado nutricional de las personas. Una menor actividad provoca la disminución del consumo de energía y una baja cantidad de energía no es suficiente, a no ser con dietas formuladas especialmente para ello, para vehiculizar la cantidad necesaria de nutriente. El ejercicio físico realizado con regularidad, puede retrasar la aparición de los síntomas que acompañan a algunas enfermedades degenerativas, manteniendo la capacidad funcional, paliando los cambios en la composición corporal y, de esta manera, contribuyendo a la autonomía del individuo.

Cambios en la composición corporal

EL paso del tiempo da lugar a una progresiva disminución de agua y de la masa celular activa o tejido muscular y a un incremento de la grasa, así como cambios en su distribución. A estos cambios, en parte fisiológicos, no es ajena, como se ha dicho, la progresiva disminución de la actividad física, cuyos efectos negativos aparecen en la figura.

Fig. Interrelación actividad física e ingesta de energía.

El tejido óseo sufre pérdidas sustanciales durante el envejecimiento. La densidad ósea disminuye a partir de los 40 años y se acentúa a partir de esa edad, especialmente en las mujeres y es el resultado de ambos: baja actividad e ingesta, especialmente de calcio. A esta desmineralización se atribuye la pérdida de estatura consecuente con la edad.

Otros factores

Factores físicos, fisiológicos y psíquicos que también afectan al estado nutritivo junto con los anteriores:

1.      La disminución y modificación de los sentidos del gusto y olfato.
2.      Los frecuentes problemas de masticación e insalivación, que disminuyen o modifican el modelo de consumo de alimentos.
3.      La menor eficacia digestiva y metabólica.
4.      Las afecciones musculares y óseas.
5.      Los fallos en la visión y capacidad auditiva.
6.      Enfermedades cardíacas, del aparato urinario, mentales, depresión, ansiedad, y otros.

Estos otros factores pueden dificultar las actividades de la vida cotidiana impidiendo la adaptación al medio y dando lugar a una deficiente nutrición.

Igualmente, el uso crónico de algunos fármacos e incluso el consumo de alcohol y tabaco, disminuye la utilización de nutrientes por malabsorción y cambios en su biodisponibilidad (algunos de ellos).

Masticación

Cuanto más vive la gente, mayor es la posibilidad de perder piezas dentarias y menor la de reemplazarlas con prótesis de forma satisfactoria. Estas pérdidas son debidas, generalmente, a enfermedades periodontales cuya causa, a su vez, puede ser la baja relación calcio/fósforo y la baja ingesta de vitamina D, asociada con osteoporosis. La incapacidad para una masticación adecuada conduce a muchas modificaciones de los modelos dietéticos, pues se tiende a sustituir algunos alimentos.

Disminución de los sentidos del gusto y olfato

Con la disminución o modificación del sentido del gusto, o ambas, disminuye el placer de comer y se pierde el interés por los alimentos, dando lugar a menor ingesta o a una elección alterada. Con la edad tiene lugar una progresiva pérdida de papilas gustativas que afecta, sobre todo, a la parte anterior de la lengua en la cual están situadas las que detectan preferentemente los sabores dulces y salados. La hipogeusia parece ser debida a la deficiencia en vitaminas A, B6 y ácido fólico pero, sobre todo, está asociada a la de zinc; niveles séricos bajos comunes al envejecimiento se relacionan con desórdenes en el sentido del gusto y la consecuente disminución del apetito.

Interacciones nutrientes y fármacos

La utilización crónica de medicamentos puede dar lugar a implicaciones nutricionales cuyos mecanismos pueden ser:

1.      Supresión o estímulo del apetito.
2.      Lesión de las células de la mucosa absortiva.
3.      Disminución de la utilización de nutrientes.
4.      Incremento de la excreción urinaria.
5.      Competición directa o antagonismo.
6.      Interferencia o aumento de la biosíntesis de una enzima.
7.      Coenzima o transportador de proteínas.
8.      Alteraciones endocrinas.
9.      Efectos indirectos debido a los componentes de algunos medicamentos, entre otros.

Algunas de las acciones resultantes de estas interacciones son las siguientes:

-        Laxantes: la absorción de nutrientes y electrólitos disminuida.
-        Digoxina: apetito disminuido.
-        Diuréticos: excreción de potasio incrementada.
-        Colestiramina: absorción de ácido fólico disminuida.
-        Tetraciclinas: absorción de calcio disminuida.
-        Cefalosporina, gentamicina, clorafenicol: metabolismo proteico y vitaminas D y K alterados.
-        Salicilatos: valores de ácido fólico más bajos.
-        Anticonvulsivantes: (fenobarbital, fenitoína, metotrexato) Absorción y metabolismo de ácido fólico alterado.

 

Por consiguiente, las personas que están siguiendo tratamientos prolongados pueden necesitar complementos de los nutrientes que resulten afectados.

Por causa de los efectos de los factores antes comentados, en este grupo vulnerable que lo constituyen las personas de edad avanzada, se han fijado grupos de mayor riesgo con respecto a su estado nutricional:

1.      Muy ancianos.
2.      Enfermos.
3.      Los que viven solos.
4.      Los de ingresos bajos.
5.      Con incapacidad física.
6.      Con problemas dentales graves.
7.      Consumidores de dietas bajas de energía.
8.      Los depresivos con problemas mentales.
9.      Fumadores.
10.  Alcohólicos.
11.  Los que tienen bajo nivel de instrucción.
12.  Los vegetarianos.
13.  Los intolerantes a la lactosa.
14.  Los consumidores crónicos de fármacos.

Factores de riesgo de malnutrición en el anciano

  1. Edad avanzada
  2. Pluripatología
  3. Polifarmacia
  4. Aislamiento social
  5. Problemas económicos
  6. Incapacidad física
  7. Problemas de la cavidad oral
  8. Tabaquismo
  9. Alcoholismo
  10. Hospitalización reciente

 

Estas características asociadas a la malnutrición pueden ayudar a su diagnóstico.

Edad avanzada: a mayor edad la persona tiene más riesgo de sufrir problemas nutricionales, entre otras razones por la mayor probabilidad de padecer enfermedades que puedan influir en el estado nutricional.

Pluripatología: la multitud de patologías, tanto crónicas como agudas, pueden influir en el estado nutricional. Cuanto mayor es el número de enfermedades que padece la persona, mayor es la probabilidad de padecer alteraciones nutricionales, tanto por la enfermedad en sí como por los tratamientos requeridos.

Polifarmacia: los ancianos son el grupo de edad que más fármacos consumen, aproximadamente 50 % del total del gasto farmacéutico. Existen multitud de fármacos que pueden influir tanto en la absorción, metabolismo y excreción de nutrientes, como en la sensación de apetito.

Aislamiento social: una de las primeras áreas que descuidan los ancianos que viven solos o los que tienen un pobre soporte social, es la nutrición. Puede ser por pérdida de la motivación para comer o por desconocimiento para preparar adecuadamente los alimentos. Un buen ejemplo es el llamado “escorbuto del viudo”, descrito en Inglaterra en los años cuarenta en aquellos ancianos que habían enviudado recién, y por desconocimiento en la preparación de los alimentos consumían solo alimentos enlatados, por lo que tenían una baja ingesta de vitamina C.

Problemas económicos: con frecuencia los ancianos con dificultades económicas que les impide comprar la comida necesaria, lo primero que se evitan son los alimentos caros, que suelen ser los que aportan la mayor cantidad de proteínas, como las carnes y los pescados.

Incapacidad física: esta puede ser a la vez causa y consecuencia de desnutrición en los ancianos.

Problemas en la cavidad bucal: hoy día es indudable que una mala salud de la cavidad bucal es un factor de riesgo de malnutrición, pérdida de peso e incapacidad física en los ancianos. Básicamente, cualquier alteración en la estructura anatómica o en las funciones fisiológicas de la cavidad bucal, que afecte la masticación, deglución, pueden hacer que el anciano no siga una dieta adecuada. Así las enfermedades dentales pueden favorecer la aparición de desnutrición.

Tabaquismo: de los varones mayores de 65 años, 20 % son fumadores activos, mientras que solo 1 % de las ancianas fuman habitualmente, aunque esta proporción está aumentada en los últimos años. El tabaco puede provocar desnutrición, sobre todo, al disminuir el apetito, pero también al aumentar las necesidades de determinados nutrientes, como por ejemplo vitamina C. Así se plantea que los fumadores tienen necesidades de vitamina 60 veces más que los no fumadores. Al abandonar el tabaco los niveles plasmáticos de esta vitamina aumentan rápido.

Alcoholismo: la prevalencia del consumo de alcohol en el anciano se sitúa alrededor de 45 %. Es más común entre aquellos con bajo nivel cultural, bajos ingresos económicos e historia pasada o presente de depresión u otras enfermedades psiquiátricas. Si la ingesta excede 20 % del total de calorías, puede producirse un déficit de vitaminas, minerales, y proteínas.

Hospitalización reciente: para los ancianos el ingreso en un hospital es un factor de riesgo claro para desarrollar desnutrición. A pesar de esto con no mucha frecuencia se diagnostica y se trata adecuadamente. Por el contrario, existen multitud de trabajos que demuestran cómo los ancianos hospitalizados son mantenidos durante varios días con una ingesta baja de nutrientes.

Es necesario disponer de datos confiables sobre las necesidades nutricionales de los ancianos sanos con buena nutrición, que deben ser considerados para la evaluación nutricional del anciano y pueden ser adaptados a las condiciones del medio en el cual se traten. Estos incluyen:

1.      Pérdida de peso significativo en un período determinado.
2.      Cambio del estado funcional.
3.      Baja ingesta energética.
4.      Albúmina sérica.
5.      Mediciones antropométricas.
6.      Obesidad.

 

Aging and nutrition

Summary

A review of the study of nutrition in the elderly was made. The rapid increase of the individuals over 60 in the last decades has given more importance to this topic at present. In any stage of the human growth and development, life has been conditioned by nutrition and health. An inadequate nutrition accelerates aging in the same way the diseases do. The role played by nutrition in the aging process, as well as the effect of age on the individuals’ nutrition, are discussed. The population over 60 is at a high risk for developing nutritional diseases due to the fact that the aging process is accompanied with a variety of physiological, biochemical, biological and psychological changes that alter not only the physical activity of fhe individual, but also his habits, food conducts and social relations.

Key words: Aging, nutrition, health, physiological, biochemical, biological and psychological changes, food conducts.

 

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Recibido: 10 de mayo de 2006. Aprobado: 30 de junio de 2006.
Dr. Julián Barrera Sotolongo. Hospital General Docente “Ciro Redondo García”. Artemisa. Correo electrónico: julian.barrera@infomed.sld.cu

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