INTRODUCCIÓN
El consumo de tabaco es considerado un problema de salud pública, por su magnitud, por las consecuencias sanitarias que conlleva y por los elevados costos económicos y sociales que genera.1 Además, la ciencia ha demostrado de manera irrefutable que la exposición al humo de tabaco es causa de morbilidad, mortalidad y discapacidad.2
Cada año más de 26 600 personas mueren en Colombia por el consumo de tabaco, lo cual se relaciona con el hecho de que más de 218 000 niños y 394 8000 adultos son consumidores habituales del mismo.3 Según el Estudio Nacional de Consumo de sustancias psicoactivas en población escolar, el 24,3 % de los estudiantes encuestados declararon haber consumido tabaco alguna vez en la vida, siendo mayor la cifra en los hombres, con casi 28 %, en relación a las mujeres, con 21 %. El consumo durante el último mes fue declarado por casi un 10 % de los escolares, siendo el consumo entre los hombres de 11,9 % y el de mujeres de 7,9 %.4 Por su parte la Encuesta nacional de salud mental 2015 evidencia que el 5,8 % de los adolescentes había fumado cigarrillo o algún derivado del tabaco alguna vez, siendo el 7,7 hombres y 4 % mujeres y para el caso de la población de 18 a 44 años el 15,9 % había consumido tabaco alguna vez en la vida, siendo el 25 % en hombres y el 9,3 % en mujeres.5
Si bien es cierto que el consumo de cigarrillo puede adquirirse antes del ingreso a la Universidad, esta se convierte en un contexto de refuerzo social donde se promueven comportamientos que inducen a su consumo,6 por factores como el estar de "moda" o porque se desea la aceptación social.1 En el caso de los hombres se hace para mostrar su masculinidad o por imitación en reuniones de familiares o amigos; también porque consideran que les ayuda a escapar del estrés que les genera los estudios universitarios.7 Otros aspectos que favorecen dicho consumo son la publicidad, la disponibilidad y libre accesibilidad.6
El consumo de tabaco presenta diferencias en hombres y mujeres, por lo cual es importante caracterizar al grupo poblacional, para poder generar estrategias de prevención diferenciales según el sexo y de esta manera incrementar la efectividad de las mismas, razón por la cual el objetivo de este trabajo es caracterizar el consumo de tabaco en estudiantes universitarios según el sexo.
MÉTODOS
Estudio descriptivo transversal de corte cuantitativo, realizado con estudiantes de una Universidad privada de Santa Marta - Colombia. La muestra correspondió a 323 estudiantes de Administración de empresas, Comercio, Contaduría, Enfermería, Derecho y Psicología. El muestreo fue aleatorio estratificado, tomando un número porcentual de estudiantes de acuerdo al número de estudiantes por programa académico y por semestre.
Los estudiantes diligenciaron en el aula de clase el cuestionario Prevalencia de consumo de tabaco en estudiantes universitarios,8) el cual contiene 14 preguntas de tipo sociodemográfico y 21 relacionadas con consumo de tabaco.
El análisis de datos se realizó mediante el paquete estadístico SPSS versión 23 y se aplicaron los estadísticos de prueba Odds Ratio y Chi cuadrado bondad de ajuste.
Este proyecto se realizó siguiendo las consideraciones éticas de la Resolución 8430 de 1993 del Ministerio de salud y protección social de Colombia.9
RESULTADOS
La mediana de edad de los participantes fue de 22 años (± 6) y la mayoría de la población correspondió a mujeres (n=198; 61,3 %). El programa académico donde más se reportó consumo de tabaco fue Derecho (46,15 %; n=36), seguido por Psicología (19,23 %; n= 15), Administración de empresas (11,54 %; n=9), Contaduría (10,26 %; n=8), Enfermería (10,26 %; n=8) y Comercio Internacional (2,56 %; n=2).
La prevalencia de consumo de tabaco en hombres fue de 38,4 % y de 15,2 % en mujeres (tabla 1). La razón de prevalencia fue de 2,53; IC 95 %: 1,70 - 3,77, lo que significa que el riesgo de presentar tabaquismo entre los hombres fue 2,53 veces mayor que entre las mujeres, siendo el hallazgo estadísticamente significativo. El valor de Odds Ratio OR fue de 3,49; IC 95 % (2,05 - 5,93), lo que implica que el riesgo de tabaquismo entre los hombres fue 3,49 veces mayor que entre las mujeres, teniendo significancia estadística según los intervalos de confianza.
En general, como se observa en la tabla 1, el consumo de tabaco fue de 24,2 % (n=78) y la mediana de edad de inicio de consumo fue de 16,74 años (± 3,44), siendo mayor el consumo en estudiantes masculinos con buena situación económica, solteros, que solamente estudian y viven con los padres. Al analizar las variables sociodemográficas y el consumo de tabaco (tabla 2), se encontró asociación estadísticamente significativa entre las variables sexo y tabaquismo con χ2 = 21,35; p=0,00, pero no se encontró significancia estadística con las demás variables.
Las características del consumo de tabaco, según el sexo son las siguientes: De los estudiantes que han consumido tabaco, el 15,20 % (n=19) de los hombres y el 8,08 % (n=16) de las mujeres ha fumado en el último año, y el 12,80 % (n=16) de los hombres y el 5,56 % (n=11) de las mujeres lo ha hecho durante el último mes (tabla 3).
Respecto a la capacitación sobre prevención de consumo de tabaco, solamente el 36,66 % (n=118) de los estudiantes refiere haber recibido algún tipo de educación sobre el tema, siendo mayor en las mujeres (36,87 % n=73) que en los hombres (36 %; n=45).
El análisis de algunas consideraciones sobre consumo de tabaco en la población de estudio reportó que los estudiantes, en su mayoría, saben que fumar es dañino para la salud y que el cigarrillo es perjudicial para otras personas (fig.).
DISCUSIÓN
El consumo de tabaco en estudiantes universitarios, al igual que en otras poblaciones, es mayor en hombres que en mujeres y, además, ser de sexo masculino representa mayor riesgo para el consumo de tabaco. Resultados similares a los encontrados en Cartagena - Colombia, donde la prevalencia de tabaquismo fue mayor entre las mujeres (33 %) que en los varones (27 %).10 Otros hallazgos similares se encontraron en Perú, donde el 93,7 % de los estudiantes hombres y el 77,6 % de las estudiantes fumaba,11 en Guatemala por su parte la relación hombre mujer fue de 4:1.1
Aunque a nivel mundial aproximadamente el 9 % de las mujeres fuma, en contraste con el 40 % de los hombres, el consumo de tabaco en la población femenina ha ido en aumento,12,13) especialmente en poblaciones vulnerables como las adolescentes y jóvenes, las mujeres mayores de 45 años y las mujeres en desventaja socioeconómica.14 Dicho consumo se ha convertido en un signo de modernidad, libertad e independencia de las mujeres,15) y al ser un mercado potencial para su producto se han convertido en blanco de la industria tabacalera. Además, si se considera que las estudiantes universitarias son mujeres y jóvenes, las convierte en un grupo con mayor vulnerabilidad.1 Las mujeres podrían igualar el consumo de tabaco a los hombres, por lo cual se afirma que la historia de fumar en los hombres está condenada a ser repetida en las mujeres, a menos que los profesionales de salud se impliquen seriamente en este tema.16 Hay que considerar también que las mujeres que fuman tienen mayor sensibilidad y tolerancia a la nicotina, mayores síntomas de abstinencia, y los intentos de abandono del tabaco se relacionan con el ciclo menstrual,17 aspectos importantes a considerar en el diseño de campañas de prevención del consumo tabaco.
La edad de inicio de consumo de tabaco en este estudio fue de 16 años, coincidiendo con el período que ingresaban en la universidad, resultados similares a los de estudios realizados en estudiantes universitarios de Guatemala, donde la edad de inicio fue entre los 16 y 19 años de edad,1) en Honduras fue entre los 15 y 20 años18) y en Cartagena fue de 16 años.19 Son muchos los factores que intervienen en el inicio de consumo de tabaco, por lo cual la Organización Mundial de la Salud recomienda que las estrategias de control del tabaquismo tengan en cuenta que las decisiones de iniciar su consumo difieren en hombres y mujeres y se ven influenciadas por diferentes factores culturales, psicosociales y socioeconómicos.12
En el presente estudio, el 15,20 % de los hombres y el 8,08 % de las mujeres había fumado en el último año, y el 12,80 % de los hombres y el 5,56 % de las mujeres lo había hecho durante el último mes, cifra baja si se compara con un estudio realizado en Bogotá, donde más de la mitad de la comunidad académica reportó haber probado alguna vez el cigarrillo y un 30 % en promedio manifestó que fumaba tabaco de manera frecuente.6 Al contrastar los datos con el Estudio Nacional de sustancias psicoactivas, se evidencia que para el año 2013, la prevalencia de consumo de tabaco en el Departamento del Magdalena fue de 8,58, siendo uno de los Departamentos con menor consumo de tabaco en el país.4
El hecho de que el uso de tabaco esté presente en la familia y en el círculo de amigos que se va creando en la Universidad, hace que los jóvenes se animen a iniciar el consumo de tabaco.7 En este estudio se encontró que en la población consumidora de tabaco, el 44,80 % de los hombres y el 47,47 % de las mujeres refirieron que en su familia también lo consumían, lo cual se reafirma en los hallazgos de un estudio realizado en Perú, donde se concluyó que el hábito de fumar en la familia influye negativamente en el consumo de tabaco de los adolescentes tardíos y que las mujeres en su adolescencia tienen mayor riesgo que los hombres, de iniciarse en el hábito de fumar, cuando algún familiar lo hace.20 Es más, en los alumnos que son fumadores en relación con los que no lo son, existe una mayor asociación con que sus padres sean fumadores,10) además, cuando la familia tiene disfunciones severas, los adolescentes presentan niveles más altos de dependencia hacia el tabaco,21) el riesgo se incrementa casi tres veces cuando existe un familiar fumador (OR= 2,7).22
Respecto del lugar donde fuman, la mayoría de los estudiantes lo hace en lugares públicos, hallazgo que difiere del de una investigación realizada en Lima, donde los estudiantes que han fumado refieren que el lugar donde fuman más frecuentemente lo han hecho es en los eventos sociales (22,8 %) y en el centro de estudios (12,9 %).11
El consumo de tabaco no afecta solamente a quien lo consume sino también a todas las personas que lo rodean, ya que el 85 % del humo que desprende del cigarrillo no es inhalado por el fumador, sino que pasa al medio ambiente y lo inhalan las personas que comparten los espacios cerrados.23 Dicho humo está formado por más de 4000 sustancias químicas que pueden ser tóxicas, irritantes o carcinógenas y que proceden tanto de la composición química del cigarrillo como de los productos de la combustión del mismo.24 Al respecto, el 95,2 % de los estudiantes y el 96,97 % de las estudiantes que consumen tabaco consideran que el humo de cigarrillo es perjudicial para otras personas, no obstante, lo siguen consumiendo; similar a lo encontrado en un estudio realizado en España, donde es mayor el 97 % del total de los estudiantes encuestados considera que inhalar aire contaminado por humo de tabaco es perjudicial para la salud.10
Otro aspecto importante sobre el consumo de tabaco es el mito que existe alrededor de que su consumo ayuda a bajar o controlar el peso. Este estudio arrojó que el 30,40 % de los hombres y el 26,77 % de las mujeres consideran que fumar baja de peso; no obstante, según refiere la OMS, esta es una creencia que predomina en las mujeres, quienes lo usan como mecanismo para bajar de peso porque tienen una autoestima más baja que los muchachos.12 En el imaginario femenino, el cigarrillo se percibe como una herramienta para dominar el apetito y reducir o mantener el peso deseado y de hecho manifiestan que no lo suspenden porque eso implicaría subir de peso y si lo abandonan, recaen al observar que han subido de peso como resultado de su abstinencia. Esto ayuda a preservar los modelos de belleza de occidente, donde las mujeres deben ser delgadas y los hombres musculosos, actividad que implica ejercicio y no es compatible con el consumo de tabaco.14 Sin embargo, en un estudio realizado en Chile se evidenció que la insatisfacción corporal se correlaciona con creencias de control de peso asociadas al consumo de cigarrillos tanto en mujeres como en hombres, pero no implica necesariamente que hayan iniciado su consumo solamente por bajar de peso.25
Las estrategias de mercadeo de las empresas tabacaleras atraen a los consumidores utilizando categorías falsas como “light” o “con filtro”, por lo cual las mujeres generalmente fuman cigarrillos light, pensando que van a ser más seguros, pero en realidad no lo son porque las personas que fuman cigarrillos «light» suelen compensar inhalando más profunda y frecuentemente para absorber la cantidad deseada de nicotina;12) no obstante, el fumar este tipo de cigarrillos termina condicionando su percepción del riesgo y sus decisiones y estrategias de cesación.14 En tal sentido, el presente estudio arrojó que la mayoría de los hombres fuma cigarrillos normales y las mujeres cigarrillos light. En relación a las diferentes marcas o los empaquetados del cigarrillo, la OMS con motivo del día Mundial sin tabaco 2016 hace un llamado a todos los países para que se preparen para el empaquetado neutro, lo cual sería una medida que disminuiría el atractivo de los productos de tabaco, limita el empaquetado engañoso y aumenta la eficacia de las advertencias sanitarias.26
El consumo de cigarrillo es un fenómeno socialmente construido y está influido por los roles, estereotipos y mitos de género, el cual puede ser deconstruido y reconstruido en relación a otros criterios que contribuyan al bienestar social e individual y que deben considerar tanto los aspectos sanitarios como los determinantes sociales y de género que sustentan su consumo, en particular, en la población femenina.14
El espacio universitario puede convertirse en un factor de riesgo o un factor protector en el consumo de tabaco. La experiencia en la aplicación de estrategias educativas para la prevención del consumo de sustancias psicoactivas ha demostrado que no es suficiente dar a conocer a la población los peligros del consumo. Es igualmente importante desarrollar en las personas la capacidad para resistir las presiones negativas de los pares y la publicidad, promoviendo su autocontrol, autoestima, auto-eficacia y autocuidado.7
Los resultados de este estudio son aplicables a poblaciones similares, no obstante, se debe precisar que existen marcadas diferencias en cuanto a la prevalencia, según la región, por lo cual no puede generalizarse a todo tipo de Instituciones de educación superior.
En conclusión, el consumo de tabaco difiere entre hombres y mujeres; no solamente existe una correlación estadística entre el consumo de tabaco y ser de sexo masculino, sino que hay factores que difieren en el mismo, tales como la razón por la cual inician el consumo, la edad de inicio, el tipo de cigarrillo que consumían y las consideraciones favorables o desfavorables que se tienen al respecto. Las características en las que coincidieron los hombres y mujeres que consumían tabaco fueron: ser solteros, solamente estudian, iniciaron su consumo hace más de un año, fumaban en lugares públicos y compraban los cigarrillos en supermercados. Respecto de los hombres, estos fuman más que las mujeres, viven con sus padres, y fuman cigarrillo normal; por su parte, las mujeres fuman menos que los hombres, viven por su propia cuenta, tienen familiares que fuman, fuman cigarrillo light y consideran que fumar baja de peso.
Estos hallazgos ponen de manifiesto la necesidad de diseñar campañas orientadas a la prevención del consumo de tabaco, teniendo en cuenta las consideraciones de sexo, de tal forma que se intervengan los factores de riesgo de manera diferencial y así lograr un mayor impacto.