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Pastos y Forrajes
versión impresa ISSN 0864-0394
Pastos y Forrajes v.32 n.3 Matanzas jul.-sep. 2009
ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN
Del enfoque reduccionista al enfoque de sistema en la agricultura cubana: un necesario cambio de visión
From the reductionist approach to the system approach in Cuban agriculture: a necessary change of vision
Hilda Machado, A. Suset, G. J. Martín y F. R. Funes-Monzote Estación Experimental de Pastos y Forrajes "Indio Hatuey". Central España Republicana, CP 44280, Matanzas, Cuba
E-mail: hilda.machado@indio.atenas.inf.cu
RESUMEN
Las transformaciones de la economía mundial en los últimos años, caracterizadas por la inestabilidad en el precio de los alimentos y los combustibles, repercuten en la economía cubana, afectada por el derrumbe del campo socialista, la inviabilidad del modelo económico implementado, el efecto devastador de los huracanes y el bloqueo de los Estados Unidos; ello ha obligado a realizar un proceso de cambios en la agricultura y en otros sectores de la sociedad, los cuales deben ir acompañados de una intensa preparación de las personas. Se necesita "cambiar a las personas que cambian las cosas, no las cosas para cambiar a las personas" con la inclusión y consideración de una alternativa que valore el mejoramiento de la cotidianidad de las localidades rurales asociadas a la producción agropecuaria. En este sentido existe una urgente necesidad de realizar acciones encaminadas a influir en un cambio de paradigma de agricultores y dirigentes, académicos e investigadores, que permita asimilar nuevos métodos de dirección y gestión del proceso productivo. Para ello se necesita una nueva visión de mundo, un nuevo modelo mental, cambiar valores, conceptos, enfoques y modelos que fundamenten un nuevo paradigma para moldear la forma de pensar y actuar de los actores sociales, económicos, políticos e institucionales relacionados con el proceso de desarrollo de la agricultura y la economía del país. En este artículo los autores pretenden realizar un acercamiento a la problemática que limita la capacidad innovadora de la empresa agropecuaria cubana, desde una perspectiva sistémica.
Palabras clave: Agricultura alternativa, enfoque de sistema
ABSTRACT
The transformations of world economy in recent years, characterized by instability in the price of food and fuels, have repercussion on Cuban economy, affected by the collapse of the socialist countries, the inviability of the implemented economic model, the devastating effect of hurricanes and the blockade by the United States; this has compelled to perform a process of changes in agriculture and other sectors of society, which should be accompanied by an intense preparation of people. It is necessary to "transform the people who change things, not the things to change people"1 with the inclusion and consideration of an alternative that evaluates the improvement of the conditions of the rural communities associated to livestock production. In that sense, there is an urgent need to carry out actions aimed at influencing a change of paradigm in producers and managers, academics and researchers, which would allow to assimilate new direction and management methods of the productive process. For that, a new world vision is needed, in addition to a new mental model, changing values, concepts, approaches and models that support a new paradigm to shape the way of thinking and acting of the social, economic, political and institutional stakeholders related to the process of agriculture and economy development in the country. In this work the authors intend to approach the problems that limit the innovating capacity of the Cuban livestock production enterprise from a systemic perspective.
Key words: Alternative agriculture, system approach
INTRODUCCIÓN
Las transformaciones de la economía mundial en los últimos años, caracterizadas por la inestabilidad en el precio de los alimentos y los combustibles, repercuten en la economía cubana (golpeada por el derrumbe del campo socialista, la inviabilidad del modelo económico implementado, el efecto devastador de los huracanes y el bloqueo de los Estados Unidos) y han obligado a un proceso de cambios en la agricultura y en otros sectores de la sociedad. Estos cambios en la agricultura se iniciaron con ajustes en el régimen de tenencia de la tierra en 1993, que dieron origen a la creación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) y a otros cambios en las estructuras administrativas y políticas que se mantienen en evolución hasta el presente.
Además de las afectaciones que produce la inestabilidad financiera mundial, se presentan situaciones alarmantes con la degradación de los ecosistemas, lo que se refleja en la reducción de los rendimientos de los cultivos y la producción ganadera, y en la disminución perceptible de los bienes y servicios que estos prestan para la población en general y en particular para los pobladores y trabajadores del medio rural, los cuales son los ejecutores de los procesos productivos. Tal escenario sugiere la necesidad de adoptar un nuevo enfoque para la actividad agropecuaria, que priorice la restauración de los recursos naturales y los ecosistemas donde esta se desarrolla, el fomento de la economía empresarial y la gestión familiar como elemento esencial para alcanzar la soberanía alimentaria de la nación.
Sin embargo, ni los cambios de estructuras administrativas, ni los cambios de política en las altas esferas de la administración pública respecto a la agricultura, así como el desarrollo de tecnologías, serán suficientes para revertir la situación actual. La estrategia a seguir debe ir acompañada, en primer lugar, de una intensa preparación de las personas que la van a realizar. Se necesita "cambiar a las personas que cambian las cosas, no las cosas para cambiar a las personas"1 con la inclusión y consideración de una alternativa que valore el mejoramiento de la cotidianidad de las localidades rurales asociadas a la producción agropecuaria.
En este sentido existe una urgente necesidad de realizar acciones encaminadas a influir en un cambio de paradigma de los agricultores y los dirigentes, los académicos e investigadores, que permitan asimilar nuevos métodos de dirección y gestión del proceso productivo. Para ello se necesita una nueva visión de mundo, un nuevo modelo mental, cambiar valores, conceptos, enfoques y modelos que fundamenten un nuevo paradigma para moldear la forma de pensar y actuar de los actores sociales, económicos, políticos e institucionales relacionados con el proceso de desarrollo2 de la agricultura y la economía del país.
En este artículo se pretende realizar un acercamiento a la problemática que limita la capacidad innovadora de la empresa agropecuaria cubana, desde una perspectiva sistémica.
El enfoque reduccionista en las ciencias agrícolas
Junto con el desarrollo de la ciencia moderna en los siglos XVI y XVII, se estableció una visión mecánica de la realidad, en el marco de la cual el mundo pasó a ser percibido mediante la metáfora de una máquina. El marco conceptual de Galileo y Descartes, consideraba una realidad objetiva gobernada por leyes matemáticas exactas, lo cual se complementó con la mecánica de Newton y la teología cristiana, para legitimar el mecanicismo y validar sus implicaciones: reduccionismo, determinismo, linealidad y mono-causalidad. Junto con esta visión de mundo, se consolidó el pensamiento duro, donde los hechos cuantificables, capaces de ser traducidos al lenguaje matemático, pasaron a ser los únicos hechos relevantes. Con la Revolución Industrial, en la segunda mitad del siglo XVIII, esta visión de mundo se consolidó, y hasta hoy ha prevalecido sobre otras (Matos et al., 2001) y ha influido en las más importantes decisiones de la humanidad en ese período.
Es por ello que desde el surgimiento de las ciencias agrícolas en el siglo XIX, sus métodos de estudio estuvieron influenciados por un enfoque atomístico, debido a la adopción del método reduccionista o mecanicista utilizado en las ciencias físicas y biológicas en aquel momento (sus unidades de estudio las constituían el átomo y la célula). Dicho enfoque se caracterizó por dividir un fenómeno en sus partes constitutivas, suponerlas independientes y considerar que la suma de estos estudios podía explicar el fenómeno como un todo; de este modo, los fenómenos se dividieron para su estudio en partes cada vez más pequeñas y cada una se asoció a una disciplina, dando lugar a una especialización extrema (Saravia, 1985; Pérez, 1996; Suárez, 2005).
El enfoque reduccionista dominó las ciencias en general, hasta la década del cuarenta del siglo XX, y contribuyó, de manera significativa, al progreso científico-técnico de la humanidad. Sin embargo, este método enfrentó disímiles dificultades para la explicación de muchos sistemas, incluidos los de producción agropecuaria. Esta situación es aún más crítica cuando se trabaja con sistemas campesinos, donde ha resultado imposible comprender la conducta global sin considerar de manera interrelacionada los componentes constituyentes y sus complejas interacciones (Venegas y Ciau, 1994).
En ese período surge el estudio de los sistemas militares e industriales, dando paso al empleo del enfoque de sistema o expansionista, el cual se interesa en las partes y sus interacciones como componentes de un todo. El pensamiento sistémico aparece formalmente alrededor de 1930, a partir de los planteamientos que desde el campo de la biología hizo Ludwing Von Bertalanffy, quien cuestionó la aplicación del método científico en los problemas de la Biología, debido a que éste se basaba en una visión mecanicista y causal, que lo hacía débil como esquema para la explicación de los grandes problemas que ocurren en los sistemas vivos.
Este cuestionamiento lo llevó a plantear un rediseño global en el paradigma intelectual para entender mejor el mundo que nos rodea, surgiendo formalmente el paradigma de sistemas. El pensamiento sistémico es integrador, tanto en el análisis de las situaciones como en las conclusiones que nacen a partir de ello, proponiendo soluciones en las cuales se tienen que considerar diversos elementos y relaciones que conforman la estructura de lo que se define como "sistema", así como también de todo aquello que conforma su entorno. La base filosófica que sustenta esta posición es el holismo (del griego holos = entero)3, según la cual el mundo es un sistema complejo y dinámico, con múltiples dimensiones y funciones interconectadas (espacial, temporal, ecológica, social, económica, política, institucional, ética, estética), y habitado por diversas entidades vivas interrelacionadas, entre ellas la especie humana organizada en sociedades (Salazar et al., 2001). Sin embargo, sólo en la década del sesenta las ciencias agrícolas iniciaron la adopción del enfoque de sistema (Charlton y Thompson, 1970), cuando Bertalanffy (1968) lo desarrolló como teoría en relación con esas ciencias.
Reduccionismo y holismo en las ciencias agrícolas en Cuba
En los años sesenta, como es conocido, el pueblo cubano se enfrascaba en una profunda lucha de clases, por un lado, y en la búsqueda de un nuevo modelo de sociedad, por otro, con el apoyo de los países socialistas europeos que desarrollaban un modelo de agricultura basado en el alto uso de insumos externos. Además, en el momento del salto cuantitativo de las ciencias agrícolas en Cuba, protagonizado por la triunfante Revolución, tomaba auge en todo el mundo la Revolución Verde. La relevancia que tomó esta revolución tecnológica de la agricultura mundial, radicó en que mostraba perspectivas muy prometedoras con respecto a la erradicación del hambre y la desnutrición en los países del Sur (López y López, citados por Griffon, 2008).
Los resultados en cuanto al aumento de la productividad fueron, en principio, espectaculares. En México, el rendimiento del trigo (el primer cultivo beneficiado) aumentó desde 0,75 a 8 t/ha (López, 2005). Toda una generación de agrónomos del Sur comenzó a implementar masivamente las técnicas de la Revolución Verde en sus respectivos países (Griffon, 2008), entre ellos los agrónomos y los decisores de la política agrícola en Cuba.
Si a ello se suma la cultura de latifundio, monocultivo y agroexportación prevalecientes en el país_en 1958 la burguesía agraria y su capa élite (la gran burguesía terrateniente) monopolizaban, con el 9,4% de los propietarios, el 73,4% de las tierras del país y un total de 13 corporaciones azucareras norteamericanas y 40 grandes ganaderos dominaban alrededor de 2,2 millones de ha; mientras que alrededor de cien mil campesinos estaban arrinconados en pequeñas parcelas, sin ser sus legítimos propietarios y generalmente insuficientes para garantizar la reproducción de la familia (Figueroa, 2006) así como el atraso de las fuerzas productivas heredadas de la penetración capitalista en la agricultura de la primera mitad del siglo XX, era imposible, en la práctica social de aquel momento, adoptar un modelo de desarrollo agrícola con enfoque sistémico, que aunque estaba surgiendo en la teoría, era refutado por toda la propaganda referente a la Revolución Verde y sus primeros resultados en aquella etapa. Como plantean Salazar et al. (2001), la historia es relevante para la comprensión de los fenómenos.
De esta forma, con una visión mecánica del mundo que dominaba las ciencias, el modelo de desarrollo agrícola aplicado en Cuba con el surgimiento de la Revolución, priorizó los aspectos técnico-productivos (insumos y tecnología) por sobre los aspectos socioeconómicos, a lo cual se sumó el modelo racionalista ("fordista") de gestión, cuya principal premisa es la separación entre el pensamiento y la acción y se rige por los dictámenes de la racionalización: eficiencia, predicción, cuantificación y control (Matos et al., 2001), por lo que se utilizó, además, un sistema vertical y autoritario de dirección. Los aspectos sociales del desarrollo rural emprendido por la Revolución eran atendidos por otros organismos centrales, tales como los Ministerios de Educación y Salud. Se desarrollaron grandes programas agrícolas que incluían el desarrollo de la infraestructura comunitaria y de los servicios básicos, pero se adoptó una organización industrial (ocho horas de jornada laboral), los trabajadores agrícolas no tenían participación en las decisiones del proceso productivo, y todo ello condujo a un alto grado de urbanización del campo y a la descampesinización (Figueroa, 1998).
Asimismo, las organizaciones involucradas con el desarrollo agrícola, tales como el Sistema de Ciencia y Tecnología, el Ministerio de la Agricultura y el Sistema de Educación Agrícola, respondían de forma general al enfoque reduccionista. Era lógico, si se tiene en cuenta que estas instancias fueron creadas acorde con el modelo de desarrollo agrícola adoptado, con la Revolución Verde como paradigma y con el suministro de maquinaria y otros insumos agrícolas importados a precios preferenciales del campo socialista.
A pesar de ello, este modelo de desarrollo agrícola causó un gran impacto social positivo en un corto período de tiempo. La reorganización del proceso productivo, acompañada de programas de educación, salud e infraestructura, modificaron ostensiblemente la vida en el campo en la dimensión socio-cultural, política y económica del desarrollo.
En la dimensión socio-cultural se lograron cambios espectaculares en cuanto a la eliminación de la pobreza extrema y el analfabetismo; el establecimiento de redes eléctricas, viales, centros educacionales y de salud; la urbanización del entorno rural (creación de poblados con condiciones urbanas) y una considerable formación de capacidades que tributaron a la lógica de desarrollo mencionada, las cuales acercaron las condiciones de vida del campo a la ciudad, con la consecuente formación de un sujeto con aspiraciones citadinas.
En la dimensión política, de acuerdo con las características de la sociedad socialista que se iniciaba, la población rural se incorporó a la vida política del país, se crearon organizaciones de masas de la misma forma que en la ciudad. Un papel fundamental lo desempeñó la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), que ayudó de forma contundente a la incorporación de la mujer campesina a la vida política, social y laboral, y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), que tuvo un importante papel en la organización del campesinado, entre otras. Durante todo este período el Estado mantuvo una alta presencia en las zonas rurales mediante los gobiernos locales y también a través de la creación de unidades productivas empresariales estatales, que fueron predominantes hasta 1993, año en que se realiza una reorganización de la tenencia de la tierra. La política del Estado cubano respecto a las áreas rurales fue la transformación hacia formas de vida dignas, según el programa de la Revolución enunciado en La Historia me Absolverá4.
En lo económico, como consecuencia de las medidas aplicadas por el Gobierno Revolucionario encaminadas al logro del desarrollo rural, hubo un gran auge de la infraestructura física, las carreteras, las obras hidráulicas, la electricidad y las comunicaciones, así como un desarrollo agrícola basado en altos insumos técnicos y materiales, representativos de la Revolución Verde. Con la aplicación de la Reforma Agraria en los años 60, las empresas estatales, que ocupaban grandes extensiones, representaron la principal fuente de bienestar y empleo rural. La modernización agrícola tuvo como objetivos directos el incremento de la producción y de los rendimientos agrícolas y la humanización del trabajo. Sin embargo, este modelo de desarrollo comienza a dar signos de agotamiento a finales de los años setenta pasando a ser irrentable a partir de 1985 (Nova, 2008). Entre los principales problemas que presentaba se pueden citar:
- No se consideraron las variables de tipo sociocultural, la importancia de la participación de los propios productores y campesinos en las decisiones, ni la cultura campesina en relación con la tierra. Además, la clase campesina comienza a decrecer a causa del envejecimiento, la emigración a la ciudad y la proletarización ocasionada por las formas socialistas de producción.
- No se particularizaron las atenciones a las necesidades de cada localidad al no diferenciar sus características, ni las consecuencias que ha ocasionado en los ecosistemas la aplicación de las tecnologías intensivas.
- Se estableció un sistema de organización del trabajo similar al de la industria (ocho horas de trabajo y el mismo horario), contrario a la tradición campesina que adapta su horario a las condiciones climáticas y astrológicas, lo que afectó la productividad por trabajador y acortó cada vez más la jornada de trabajo real.
- Se estableció un sistema centralizado en la distribución de los recursos y la toma de decisiones, que atentó contra la iniciativa y creó una cultura de la espera en el sector y en el medio rural, en detrimento de la eficiencia.
- La subvaloración de las formas de vida y trabajo campesino y la creación de expectativas de vida superiores en otras ramas de la economía, produjo un éxodo hacia la ciudad que redujo la población del campo de 50 a 25% entre 1959 y 1989.
- La modernización agrícola acarreó el uso de tecnologías de altos insumos importados de la Unión Soviética que respondía a la Revolución Verde, las cuales a la larga dañaron los suelos y disminuyeron la biodiversidad en perjuicio del medio ambiente.5
Esta última situación se hace evidente con el derrumbe del campo socialista que dejó al descubierto la verdadera capacidad de producción de los ecosistemas cubanos, tanto en la ganadería como en los cultivos varios y la agricultura cañera. La falta de un enfoque integral en la planificación del desarrollo y el manejo inadecuado de los ecosistemas en el proceso de desarrollo rural, unido a la situación económica actual, se manifiestan de forma negativa en el bienestar de la familia rural y en el estancamiento de la economía rural, con un consiguiente y paulatino proceso de "desagriculturación" del sector agropecuario estatal provocado por la escasez de mano de obra, una notable migración laboral, la existencia de actividades productivas alternativas, las desventajas económicas de los trabajadores y la baja reproducción de la fuerza de trabajo, entre otras (Suset et al., 1999).
Nova (2008) resumió un grupo de indicadores económicos globales, que ayudan a sintetizar cómo el desarrollo de las fuerzas productivas del sector agropecuario se encontraba detenido a finales de los años ochenta y principio de los noventa, donde el modelo agrícola industrial sustentado sobre altos insumos y con una gran dependencia externa mostraba signos de agotamiento y se requerían importantes transformaciones en las relaciones de producción del sector. Así, mientras el rendimiento de los fondos básicos disminuyó a 48%, se incrementó la inversión por peso producido a 143% y disminuye la productividad del trabajo a un 77% en 1989 respecto a 1976. Esto ocurrió en el 80% de las tierras que constituían fondos estatales en 1990, año en el cual solamente el 27% de las empresas eran rentables, según refiere el propio autor. Otros autores han abundado en los resultados de aquel modelo (Figueroa, 1998; Pérez et al., 1999).
En la actualidad se hacen ingentes esfuerzos en las inversiones, las estructuras administrativas y la distribución de tierras ociosas, para el mejoramiento de la seguridad alimentaria, pero "las principales razones que han impulsado este cambio en las prácticas agrícolas son de índole económica (la escasez de capital y de insumos externos para continuar desarrollándose siguiendo el paradigma de la revolución verde), es decir, no han sido fomentadas por el deseo consciente de conservar el medio ambiente o desarrollar tecnologías sostenibles basadas en planteamientos científicos" (Funes Monzote et al., 2009); mientras prevalece aún en la tecnoburocracia agrícola el pensamiento racionalista (reduccionista) y no se ha definido una política, que se refleje más allá del discurso, respecto al proceso de innovación en la esfera agropecuaria dirigida al "desarrollo de sistemas agrícolas sostenibles que combinan la factibilidad técnica, la viabilidad económica, la sustentabilidad ecológica y la aceptación social", es decir la aplicación de un nuevo paradigma para el cambio, ya que "no es posible solucionar problemas con los mismos modelos mentales que los generaron" (op cit.), por lo cual es necesario cambiar nuestra visión de mundo. "Una visión de mundo es una ventana conceptual, mediante la cual percibimos e interpretamos el mundo, tanto para comprenderlo como para transformarlo" (Souza Silva et al., 2001).
Las fórmulas y las recetas son apropiadas para la replicación o la reproducción de productos que no dependen de la historia ni del contexto, lo que no es el caso del desarrollo. Por incluir a las personas en su proceso, el desarrollo incluye valores, creencias, intereses, principios, hipótesis, premisas, teorías, aspiraciones, compromisos, contradicciones y, por lo tanto, no ocurre de forma idéntica en contextos diferentes. Al contrario, la complejidad y la diversidad son sus marcas registradas (Salazar et al., 2001). Para profundizar en este aspecto se recomienda la consulta de la serie Innovación para la Sostenibilidad Institucional6.
El concepto de sistema
El concepto de sistema más generalizado en la literatura es el enunciado en 1974 por Becht (citado por Hart, 1985): "Sistema es un aneglo de componentes físicos, un conjunto o colección de cosas, unidas o relacionadas de tal manera que forman y actúan como una unidad"; tiene una estructura que se relaciona con el número de los componentes, el tipo y el arreglo entre ellos, y una función relacionada con la forma en que actúa el sistema; se define en términos de los procesos que ocurren en el sistema al recibir entradas y emitir salidas.
Ecosistema
Según Odum (1966), `ecosistema o sistema ecológico' define una "unidad básica de la naturaleza compuesta por un conjunto de organismos (comunidad biótica) y el ambiente no viviente, cada uno influenciando las propiedades del otro y ambos necesarios para el mantenimiento de la vida tal como la tenemos sobre la tierra."
La ley del "mínimo" de Liebig establece que la proporción de crecimiento es dependiente del nutrimento o de otras condiciones presentes en cantidad mínima, en términos de necesidad y disponibilidad. Cualquier condición que se aproxime o exceda al límite de tolerancia para el organismo o grupo en cuestión, es un factor limitante.
El agroecosistema
Los agroecosistemas son sistemas ecológicos modificados por los seres humanos para producir alimentos, fibras y otros productos y servicios (Conway, 1987). Es un ecosistema donde el hombre toma decisiones para favorecer el crecimiento de unos organismos sobre otros, en función de satisfacer sus necesidades humanas. Las decisiones que se toman pueden favorecer el ecosistema o dañarlo, de manera que, en algún momento, uno u otro de sus componentes ponen un límite al crecimiento, según lo establece la mencionada ley de Liebig. Es importante destacar que un agroecosistema tiene entradas y salidas; estas últimas están en dependencia de su capacidad de producir en función del flujo de energía y materiales que circulan; asimismo los seres humanos son una parte inseparable del ecosistema, por lo que la satisfacción de sus necesidades también depende de su capacidad de producción (fig. 1).
Es importante señalar que como la energía circula sólo en una dirección, cualquier ineficiencia del hombre en su aprovechamiento (pérdidas) va en detrimento de la productividad del sistema. La energía está disponible para los agroecosistemas a través de dos fuentes fundamentales: la energía ecológica y la energía cultural (Gliessman, 2001). La energía ecológica es aquella proveniente directamente del sol y que interviene de manera constante a través de los organismos fotosintéticos en la producción de biomasa. La energía cultural es la proporcionada por los seres humanos para optimizar la producción de biomasa en los agroecosistemas. A su vez se identifican dos fuentes de energía cultural: la biológica y la industrial. La energía biológica puede ser de origen animal o humano, por ejemplo: trabajo animal o humano, estiércol o la energía de la biomasa. La energía industrial es la que proviene de fuentes no biológicas, como por ejemplo: la electricidad, la gasolina, el diesel, el gas natural, los fertilizantes y la maquinaria. El aspecto clave de los agroecosistemas está en cómo utilizar mejor la energía cultural para la conversión más eficiente de la energía ecológica en biomasa.
Como planteó Altieri (1990), la agricultura es esencialmente una actividad ambiental, un proceso de artificialización del ecosistema natural para canalizar la energía en forma de alimentos para las personas, lo cual se realiza modificando el medio ambiente mediante la adición de energía y recursos. Al diseñar los sistemas agropecuarios se artificializa el ecosistema con el objetivo de aprovechar muchos de sus atributos básicos y su funcionamiento, o sea, se redistribuyen las funciones y productos del medio ambiente natural, lo que en muchos casos exige un subsidio energético. La complejidad ambiental de la agricultura consiste en cómo especializar el ecosistema, interviniéndolo de tal forma que genere productos socialmente útiles, al mínimo costo ecológico posible (CEPAL/PNUMA, 1985). Varios centros de investigación en el país y relevantes científicos, han propuesto este tipo de sistema productivo sostenible (Averhoff y Figueroa, 1999; Monzote et al., 1999; Simón, 2005; Funes-Monzote, 2008; Martín et al., 2009); sin embargo, no existe una estrategia nacional en este sentido.
El primer problema de los empresarios y productores agrícolas en general, e incluso de muchos investigadores y decisores, es que no tienen implícito en su cultura que la empresa es un ecosistema, y que su eficiencia y eficacia dependen del proceso de circulación de la energía y de los materiales, así como de su sistema sociotécnico. Si un ecosistema no se maneja de manera que pueda mantener su capacidad de producir a través del tiempo, se plantea que ese tipo de manejo no es sostenible. La tecnología debe ser vista como un medio con fines sociales.
La empresa agrícola vista como un ecosistema
Una empresa es un sistema sociotécnico, compuesto de cierto número de subsistemas que se interrelacionan de diferentes formas y a distintos niveles de complejidad, y donde lo social y lo tecnológico tienen igualmente gran importancia. La empresa es la estructuración de las actividades humanas alrededor de distintas tecnologías, las cuales afectan el tipo de insumo requerido, la naturaleza de los procesos de transformación y los productos obtenidos. El subsistema social determina la efectividad y eficiencia de la utilización de la tecnología y está condicionado por el subsistema cultural; es allí donde se generan las interacciones entre las capacidades y las habilidades del individuo, sus valores, motivaciones y creencias, con las creencias, exigencias y metas de la organización (Gomez, 1995). Por ello Covey (1998) planteó que si se quieren cambios pequeños, se trabaja con la conducta; si se quieren cambios significativos, se debe trabajar en los paradigmas, considerando que una empresa agropecuaria (ej. finca, cooperativa, granja) se asienta en un ecosistema donde los empresarios toman las decisiones que afectan tanto a las personas que trabajan o viven en él, como a sus componentes naturales. Estas decisiones van a beneficiar o a perjudicar el ecosistema en función del nivel de conocimientos y conciencia ambiental, es decir el paradigma que tengan en mente los decisores.
Los ecosistemas de uso agropecuario en Cuba, a finales de los ochenta, estaban soportando niveles de productividad sólo posibles a causa del alto subsidio energético que se les suministraba, a través de recursos externos tales como los combustibles, el alimento animal, las maquinarias, los fertilizantes, etc. Al faltar estos recursos se evidenció la acción de la ley de Liebig, debido a que estos ecosistemas por sí mismos no podían sostener las necesidades de alimentos en cantidad y calidad correspondiente a la carga animal y su calidad racial, ni mantener la producción de biomasa. Los animales sobrantes murieron, las tierras fueron abandonadas por falta de otros recursos, la naturaleza comenzó su labor de restauración de los daños ambientales y grandes áreas se cubrieron de la planta heliófita efímera Dichrostachys cinerea, más conocida como marabú. No obstante, esta situación que mejora la sostenibilidad ambiental, perjudica la sostenibilidad económica de la empresa y, por tanto, la sostenibilidad social.
¿Debemos regresar al viejo modelo de desarrollo agrícola cuando el país finalmente supere la crisis económica?
Regresar al viejo modelo sería un suicidio, tanto económico como ecológico, por lo que es imprescindible adoptar un nuevo modelo para nuestra agricultura que, de hecho, ya ha dado resultados tangibles (Funes-Monzote, 2008). De acuerdo con lo planteado por De Souza Silva (1993), todo modelo de desarrollo necesita de una matriz institucional para implementarlo y cuando un nuevo modelo reemplaza al anterior, una nueva matriz institucional se gesta para implementarlo. Es en este momento cuando las instituciones del modelo anterior desaparecen, son cambiadas desde afuera o se transforman a sí mismas desde adentro, al percibir la necesidad de cambio para ser útiles al nuevo entorno.7 .Pero las instituciones no cambian, lo que cambia son las personas, partiendo de que el cambio social es una sucesión de diferencias en el tiempo en una entidad persistente (Nisbet, 1979); existe un segundo problema limitante para el desarrollo de una nueva empresa agropecuaria: en general los técnicos y cuadros de la agricultura dedican muy poco tiempo a su capacitación, a pesar de que se conoce que en el mundo las empresas de éxito dedican hasta el 25-30 % de su presupuesto a la formación de los recursos humanos.
Esto implica, en primer lugar, la necesidad de un cambio de paradigma en el Ministerio de la Agricultura que abarque todo el sistema, desde la alta dirección hasta la empresa (cooperativa, granja, finca). La empresa agropecuaria debe cambiar sus métodos, prácticas y concepciones, no solo para adaptarse a las nuevas necesidades tecnológicas, sino también al nuevo modelo de desarrollo económico que se implanta en el país. Los estudios disponibles acerca del papel de las ciencias y la tecnología en la sociedad, son relevantes para una mejor comprensión.
Así, dos premisas se deben destacar en cualquier intervención en función del desarrollo rural: i) la necesidad de cambiar valores, conceptos, enfoques, modelos y paradigmas como principios orientadores para moldear la forma de pensar y actuar de los actores sociales, económicos, políticos e institucionales que aportan al proceso de desarrollo y a la conservación del patrimonio natural; y ii) la necesidad de priorizar el cambio relativo en las personas para que cambien las cosas como preconiza el enfoque contextual del desarrollo, y no el cambio de las cosas para cambiar a las personas, propias de los viejos sistemas de gestión y la ciencia positivista 8.
Los resultados en cuanto a la sostenibilidad económica y social de las empresas agropecuarias dependerán de su capacidad para innovar, considerando este concepto tanto en el sentido de difusión y adopción de nuevas tecnologías más acordes con la situación económica y ambiental del país, como los cambios en los procesos productivos y los métodos de gestión, lo cual requiere la definición de políticas al respecto.
Callejón (1993) realizó una revisión sobre la innovación tecnológica y los sistemas productivos locales, la cual contiene un grupo de conceptos generales que contribuyen a explicar la situación de las empresas agrícolas cubanas respecto a su baja capacidad de innovación:
- La tecnología no es algo que puede asimilarse inmediatamente por cualquier empresa, sino que resulta de los procesos acumulativos de conocimiento, en los que intervienen los conocimientos específicos desarrollados por la empresa a lo largo de su experiencia productiva acumulada y además tienen gran importancia los procesos de aprendizaje.
- El proceso de innovación no es más que el proceso de adopción de técnicas preestablecidas y dominadas completamente; por tanto, la innovación no puede ser un proceso lineal desde la I+D, hasta la empresa, sino que es un proceso interactivo y complejo donde tiene gran influencia la experiencia empresarial. Las empresas buscan tecnologías o procesos cercanos a su acervo de conocimientos, por eso tienen que aprender a innovar.
- Las empresas se encuentran siempre limitadas en sus posibilidades innovadoras por lo que han hecho en el pasado, ya que su mejora y diversificación parte de su propia base de conocimientos.
- La capacidad de innovar está unida a la capacidad de aprender y es el principal resultado de la acumulación de capital humano.
Por otra parte, de acuerdo con lo planteado por Zimmermann (1998) a casi nadie le gusta un cambio si no comprende su finalidad y si no cree que le reditúe una ganancia en forma de reconocimiento, responsabilidad, poder o mejores condiciones de trabajo y de vida. Sin embargo, la resistencia es un fenómeno natural ligado al proceso de cambio. Para este autor "no hay cambio a fondo sin resistencia ya que ésta aparece como una sensación percibida por el propio sujeto; el cambio provoca inseguridad, pérdida de control y causa temor porque el futuro se ve incierto. Es una manifestación de la preocupación de que no se podrá dominar lo nuevo con la experiencia propia y con las estrategias de acción de que se dispone".
Todo ello explica el alto nivel de resistencia a los cambios en la empresa agropecuaria y en el sistema de la agricultura en general, donde estos cambios han sido más en las estructuras administrativas que en la mentalidad de las personas. Para que haya cambios en las empresas agropecuarias tiene que cambiar la mente de los hombres y mujeres que conforman su subsistema social, mediante un fuerte proceso de aprendizaje. Algunos enfoques tradicionales presuponen que los cambios en las organizaciones provocan necesariamente cambios en los individuos; sin embargo, en la práctica no ocurre así, sino todo lo contrario: el cambio relativo en las personas provoca cambios en las organizaciones.
La agricultura cubana necesita, con toda urgencia, un cambio de paradigma que parta de una nueva visión del entorno empresarial y que considere el enfoque de sistema, teniendo en cuenta los aspectos socioeconómicos y ambientales de forma combinada (integral). Para ello será imprescindible enriquecer el acervo de conocimientos de técnicos y directivos, aprovechando, de una forma más eficaz, las oportunidades que brinda el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, así como la amplia red de centros del Sistema de Educación.
Teniendo en cuenta los aspectos antes analizados se considera oportuno realizar algunas propuestas que pueden ayudar al cambio de visión y también a la eficiencia:
- El Sistema de la Agricultura en Cuba debe instrumentar, desde la base y hasta el nivel nacional, la planificación estratégica participativa como instrumento de planificación y gestión del desarrollo de sus organizaciones; así como aplicar métodos sencillos y ágiles en las organizaciones de base (UBPC, CPA, CCS, UEB).
- La misión de las entidades debe tener al ser humano como centro de los objetivos de desarrollo, por lo cual deben atenderse de forma priorizada todos los aspectos que tienen que ver con el sistema productivo y que lo afecten directa o indirectamente. Se hace imprescindible un programa que permita el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo, como una condición indispensable para el rescate de la fuerza necesaria en el medio rural y la vida social en el campo cubano; ello incluye necesariamente la valoración adecuada de los recursos naturales disponibles y su estado de conservación como garantía de la continuidad generacional.
- Lo anterior exige que las unidades productoras de base (UEB, UBPC, CPA, CCS) conciban la diversificación de la producción y la capacitación cultural, técnico-productiva y ambiental en todos los niveles de su accionar, como requisitos indispensables para lograr su desarrollo sostenible.
- El MINAGRI debería evaluar, al menos a escala piloto en cada provincia, la aplicación de la experiencia de la colaboración internacional para los proyectos de inversión y de transferencia de tecnologías que se ejecutan con fondos propios. Ello permitirá que el financiamiento disponible sea entregado a las unidades productivas (UEB, UBPC, CPA, CCS) sobre la base de un proyecto en el que se reflejen claramente los objetivos y los resultados a alcanzar en el orden económico_ incluyendo cálculo de VAN (valor actual neto), TIR (tasa interna de retorno), períodos de recuperación de la inversión y relación beneficio costo", así como los objetivos y los resultados sociales y ambientales, lo cual evitaría, además, el malgasto de los exiguos recursos disponibles.
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Recibido el 15 de mayo de 2009
Aceptado el 10 de junio de 2009
(Footnotes)
1 José de Souza Silva, 2002. Investigación, sociedad y desarrollo. Los nuevos paradigmas del desarrollo científico-tecnológico en el contexto del cambio de época. Red Nuevo Paradigma para la Innovación Institucional en América Latina. Servicio Internacional para la Investigación Agrícola Nacional (ISNAR).
2 José de Souza Silva. Trabajo presentado para la I Conferencia Interamericana de Educación Agrícola Superior y Rural, organizada por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), realizada en Panamá, 16-19 de noviembre de 1999.
3 Alvarado, T.et al. Teoría general de sistemas. Exposiciones Sección 5N3IS. Martes 19 de mayo de 2009. http://teoriageneraldesistemasunefa.blogspot.com/2009/05/exposiciones-seccion-5n4is.html. Consulta: 22-05-09.
4 Castro, F. La Historia me Absolverá. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2001.
5 Los recursos naturales en Cuba han sufrido una intensa agresión, fundamentalmente durante la primera mitad del siglo pasado, por cuanto la deforestación, que se inició con la llegada de los españoles, se aceleró a partir de 1900, reduciendo la cubierta arbórea de 54% a 14% en el período 1900-1959. A partir de 1959, a pesar de todos los esfuerzos realizados, el área boscosa creció solamente en un 11% (González y García, 1998) y debe tenerse en cuenta que se deforestaron en ese tiempo muchas áreas en el llano para dedicarlas al monocultivo de pastizales, a cultivos varios y a la caña de azúcar, donde se aplicaron tecnologías convencionales de alto uso de maquinaria, fertilizantes y agrotóxicos. Todo ello ha causado que la desertificación haya alcanzado el 14% del territorio nacional, la salinidad el 53,8%, la erosión el 23,9%, y ambos factores el 14,5%. El 7,7% de la cubierta vegetal está en proceso de degradación. El 54% de las áreas tienen características potenciales de erosión, mientras que el 40% ya está erosionado en mayor o menor intensidad. El 4,11% de los suelos en Cuba tiene un pH inferior a 4 (Hernándezet al., 1994); 41% es de baja fertilidad y el 64% tiene insuficiente contenido de materia orgánica. A pesar de los esfuerzos realizados por el Estado en la construcción de embalses, la sequía ya es un azote para la agricultura cubana.
6 Publicado por el ISNAR - Proyecto «Nuevo Paradigma», San José, Costa Rica, en colaboración con la Universidad Agrícola de Wageningen (Países Bajos), el Ministerio de Agricultura de Cuba (MINAG) y el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas de Venezuela (INIA), con el apoyo financiero de COSUDE y el MINREX de los Países Bajos.
7"Si las sociedades están redefiniendo varios de los fines que les interesan, se espera que sus organizaciones cambien para viabilizar los nuevos fines. Sin embargo, en este contexto los cambios que las sociedades esperan de sus organizaciones no son cambios comunes, son innovaciones profundas en su forma de pensar y actuar. En conclusión, las organizaciones están frente a un contexto en que para cambiar tendrán que innovar. Si las «reglas del juego" del desarrollo están cambiando, las organizaciones de desarrollo igualmente tendrán que transformar sus «reglas del juego». De otra forma perderán sintonía con su contexto y, por lo tanto, perderán sostenibilidad institucional: no habrá correspondencia entre las reglas del juego del desarrollo del entorno y las reglas del juego de las organizaciones de desarrollo» (Salazar et al., 2001).
8 José de Souza Silva. Trabajo presentado en la "I Conferencia Interamericana de Educación Agrícola Superior y Rural", organizada por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), realizada en Panamá, del 16-19 de noviembre de 1999.