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Pastos y Forrajes
versión impresa ISSN 0864-0394
Pastos y Forrajes v.33 n.3 Matanzas jul.-sep. 2010
ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN
Producción de agroenergía a partir de biomasa en sistemas agroforestales integrados: una alternativa para lograr la seguridad alimentaria y la protección ambiental
Agroenergy production from biomass in integrated agroforestry systems: an alternative to achieve food security and environmental protection
J. Suárez y G. J. Martín
Estación Experimental de Pastos y Forrajes «Indio Hatuey»Central España Republicana, CP 44280, Matanzas, Cuba
E-mail: jesus.suarez@indio.atenas.inf.cu
RESUMEN
El objetivo del presente artículo es ofrecer consideraciones acerca de la producción de agroenergía a partir de la biomasa en sistemas agroforestales integrados. En la actualidad a nivel global, marcado por un conjunto de peligros que amenazan la existencia de la especie humana, existe un reto principalmente en el contexto rural: ¿cómo hacer coexistir la agroenergía, la seguridad alimentaria y la protección del medio ambiente?, en presencia de cambios climáticos, degradación ambiental, crisis alimentarias y la creciente contradicción biocombustibles vs alimentos, generada por una insensata política para obtener agrocombustibles de primera generación a partir de grandes extensiones de monocultivos alimentarios, lo que es moralmente rechazable. También los biocombustibles son considerados como una alternativa ecológica a los combustibles fósiles, por su capacidad de reducción en la emisión de gases de efecto invernadero y por promover el desarrollo de comunidades rurales en los países del Sur; ello se potencia en los sistemas agroforestales integrados, en los que se pueden producir biocombustibles, tanto de primera como de segunda generación, sobre todo con la aplicación del concepto de biorrefinería que posibilita convertir la biomasa en múltiples productos, cuyo valor agregado total puede ser mayor que el generado por los combustibles fósiles. A este propósito contribuyen los proyectos internacionales, que promueven la producción integrada y sostenible de alimentos y energía en el contexto de sistemas agroforestales integrados, a escala local. Los autores consideran que la ejecución de proyectos y experiencias sobre agroenergía tiene el propósito principal de lograr la sostenibilidad energética y la seguridad alimentaria a escala local, en el medio rural, teniendo en cuenta la protección del ambiente.
Palabras clave: Agroenergía, biomasa, sistemas agroforestales
ABSTRACT
The objective of this paper is to offer considerations about agroenergy production from biomass in integrated agroforestry systems. At present, worldwide, marked by a group of hazards that threaten human existence, there is a challenge mainly in the rural context: how can the coexistence of agroenergy, food security and environmental protection be achieved?, in the presence of climate changes, environmental degradation, food crises and the growing biofuels vs food contradiction, generated by a senseless policy for obtaining first-generation agrofuels from large extensions of food monocrops, which is morally rejectable. Biofuels are also considered an ecological alternative to fossil fuels, because of their reduction capacity in the emission of greenhouse gasses and because they promote the development of rural communities in southern countries; this is enhanced in integrated agroforestry systems, in which biofuels, of first as well as second generation, can be produced, especially with the application of the concept of biorefinery which allows converting biomass into many products, which total added value can be higher than the one generated by fossil fuels. International projects, which promote integrated and sustainable food and energy production in the context of agroforestry integrated systems, at local scale, contribute to this purpose. The authors consider that the execution of projects and experiences about agroenergy has
the main objective of achieving energetic sustainability and food security at local scale, in rural areas, taking into account environmental protection.
Key words: Agroenergy, agroforestry systems, biomass
INTRODUCCIÓN
Cuando se tratan las fuentes renovables de energía en el medio rural es inevitable no abordar la agroenergía o bioenergía, los biocombustibles, la inseguridad alimentaria y el cambio climático, temas de gran importancia y muy controvertidos. Por esta razón, la reunión combinada del Grupo de Expertos sobre Política bioenergética, mercados, comercio y seguridad alimentaria, y Perspectivas mundiales de la seguridad alimentaria y de los combustibles (FAO, 2008a), se centró en la situación actual y en las perspectivas futuras de los biocombustibles, e identificó sectores de acción prioritaria que abordan los efectos del cambio climático y la producción de biocombustibles en la seguridad alimentaria; además se determinaron las posibles oportunidades que presenta dicha producción para el desarrollo agrícola y rural.
Por otra parte, el crecimiento notable de la población mundial a partir de 1950 y las expectativas de un nivel de vida más alto son dos de los principales aspectos que impulsan la demanda creciente de productos agrícolas (FAO, 2009a), lo que impone una presión creciente sobre los recursos naturales, como la tierra, el agua, los bosques naturales y la biodiversidad. Al mismo tiempo, la industrialización, la comercialización y la globalización de la actividad económica han aumentado la presión sobre los recursos naturales, ya que tradicionalmente dichos recursos y los servicios del ecosistema han sido infravalorados o depreciados por el mercado y, en consecuencia, utilizados excesivamente. Asimismo, el cambio climático y la ampliación de la producción de biocombustibles como posible fuente de energía limpia someten las bases de recursos naturales de la Tierra a una presión adicional considerable (FAO, 2009b).
Según la Agencia Internacional de Energía, la dependencia de energía basada en combustibles fósiles no es sostenible, tanto en términos de seguridad del suministro como de efectos ambientales (FAO, 2008b). La agroenergía dispone del potencial para contribuir a satisfacer, al menos en parte, la creciente demanda energética; en las hipótesis tecnológicas previsibles, se reconoce que la cantidad de biomasa necesaria para producir biocombustibles puede suministrar sólo una fracción de lo que actualmente se obtiene de los combustibles fósiles. No obstante, la producción de bioenergía afecta considerablemente los mercados y el comercio de productos básicos, y la evolución de la tecnología puede alterar el alcance y la naturaleza de estos efectos.
En este sentido, ello exige el desarrollo de nuevos conocimientos y políticas que promuevan el acceso de las personas a la energía mediante la agroenergía, pero logrando una seguridad alimentaria sin afectaciones al medio ambiente; por tanto, las iniciativas que se desarrollen pueden ofrecer nuevas oportunidades a las comunidades rurales. Una de ellas es la producción de agroenergía a partir de la biomasa en sistemas agroforestales integrados, que permita compatibilizar la seguridad alimentaria y la protección ambiental; en 2007, la biomasa se utilizó para satisfacer alrededor del 10% de la demanda mundial de energía primaria (FAO, 2008c). De ahí que el objetivo de este artículo es ofrecer consideraciones acerca de la producción de agroenergía a partir de la biomasa en sistemas agroforestales integrados.
La situación global actual: ¿cómo hacer coexistir la agroenergía, la seguridad alimentaria y la protección del medio ambiente?
La situación global actual está marcada por un conjunto de peligros que amenazan la existencia de la especie humana, tales como los siguientes:
Declive de los recursos no renovables: combustibles fósiles, aguas subterráneas, suelos, minerales y biodiversidad.
Deterioro ambiental, debido a la contaminación y al recalentamiento global. Los países más desarrollados aportan el 46,2% de las emisiones globales de CO2.1
Incrementos de la población mundial y de la demanda de productos agrícolas y pecuarios.
Los subsidios a los productores (pero de los países más ricos).
Nuevas crisis energética, alimentaria y financiera.
El 85% de la energía mundial se produce a partir de combustibles fósiles; tal es así que el actual consumo mundial es de 85 millones de barriles diarios, lo que resulta insostenible.
Estados Unidos consume el 26% del petróleo que se extrae en el planeta; mientras que el consumo de energía de la Unión Europea se basa también en combustibles fósiles (79%).
En la actualidad 1,6 billones de personas en el planeta aún no tienen acceso a la electricidad y más de dos billones dependen, a diario, de la biomasa para cocinar sus alimentos y calentarse, lo cual genera un considerable impacto ambiental, ya que una alta proporción de esta biomasa leña y carbón provoca la deforestación de los bosques; además, menos del 5% de los bosques tropicales son manejados sosteniblemente (World Bank, 2008)2. A esta crítica situación se añade que, según estimaciones de la FAO, cada año 113 millones de hectáreas de bosques son convertidos en áreas agrícolas, principalmente en los trópicos. Este proceso de pérdida de bosques y la combustión incompleta de la biomasa tienen una notable contribución en el cambio climático, el cual ya existe y no es posible evitarlo, sino mitigarlo de una manera eficaz y ambientalmente razonable.
Asimismo, globalmente se sufre una crisis alimentaria notable; tal es así que 1 000 millones de personas padecen hambre (Castro, 2007), lo cual se acrecienta, ya que la crisis financiera la está desplazando en el debate gubernamental y público, y esto constituye una amenaza para resolverla (Afonso, 2009). Asimismo la creciente crisis alimentaria ha sido propiciada, en parte, por una insensata política para obtener biocombustibles también denominados agrocombustibles de primera generación a partir de grandes extensiones de monocultivos alimentarios y grandes empresas, pero creando la gran contradicción biocombustibles vs alimentos.
Estos biocombustibles líquidos son promovidos por un creciente negocio basado en convenios entre compañías agrícolas y petroleras, productores de automóviles y centros de biotecnología, con billones de dólares invertidos en una irrefrenable industria, en la que países pobres convierten sus tierras en monocultivos y se preparan sistemas de transporte que acerquen esos combustibles al Primer Mundo. Esta política ha generado un notable incremento de los precios de los alimentos y, en numerosas ocasiones, hambre, pobreza, degradación ambiental y pérdida de la biodiversidad Indonesia y sus 6,5 millones de hectáreas de monocultivos de palma aceitera es un triste ejemplo.
Este aumento récord de los precios de los alimentos es generado por el rápido crecimiento de la demanda de materias primas para biocombustibles, lo que ha tenido efectos sobre otros productos básicos. La inflación de los precios de los alimentos es especialmente problemática en los países en desarrollo con considerables compras de alimentos, cuya factura de importaciones aumentó un 10% de 2005 a 2006 y una proporción de 33% de 2006 a 2007 (FAO, 2008b). Los autores de este artículo consideran que utilizar alimentos para producir biocombustibles es moralmente rechazable, mientras una parte muy considerable de la población mundial pasa hambre y desnutrición.
Por otra parte, los biocombustibles son considerados por gobiernos e instituciones internacionales como una alternativa ecológica a los combustibles fósiles, por su capacidad de reducción en la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) aspecto muy controvertido, con defensores y detractores, además de promover el desarrollo de comunidades rurales en países del Sur, que son las zonas productoras. Uno de los defensores de la producción sostenible de biocombustibles líquidos es el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, 2007) y el Programa Bioenergía y Seguridad Alimentaria (FAO, 2008d), que promueve el desarrollo de normas sostenibles y, en este sentido, organizó en 2007 una mesa redonda internacional sobre Jatropha curcas, una planta arbórea no comestible apropiada para estos fines.
La producción mundial de biocombustibles líquidos es estimada en más de 35 billones de litros (European Commission, 2006), de la que el bioetanol abarca más del 90%3. En cuanto al biodiesel, la producción global en el 2005 alcanzó 3 500 millones de litros (Preston, 2007), liderada por la UE (43%), y se destacaron Alemania (mayor consumidor), Italia y Francia; también resaltan los Estados Unidos de América y Brasil (abarcan el 12% mundial). Similar tendencia poseen la producción y el comercio de pellets, briquetas y otros tipos de biomasa sólida para la combustión, cuyos proveedores se concentran en América del Norte y Europa Occidental, donde existe el mayor mercado.
Agricultura y cambio climático: sus interacciones
En la actualidad, la agricultura y el cambio climático están muy interrelacionados, a criterios de Nelson (2009), debido a varias razones clave:
El cambio climático tiene (y tendrá mucho más), grandes efectos negativos en la agricultura.
La agricultura puede ayudar a mitigarlo, ya que hoy contribuye con el 14% de las emisiones anuales de GEI sobre todo la ganadería, así como con el 19% de los cambios en el uso de las tierras, incluida la pérdida de bosques.
Los productores agrícolas del Tercer Mundo necesitan ayuda para adaptarse al cambio climático.
En este sentido, la agricultura y los cambios en el uso de las tierras, como la deforestación, contribuyen al 13 y 17%, respectivamente, de las emisiones totales de GEI; además, si bien las emisiones de dióxido de carbono procedentes de la agricultura son reducidas, las emisiones del sector representan el 60% de todo el óxido nitroso (N2O), por el uso de fertilizantes, y alrededor del 50% del metano (CH4), proveniente principalmente de humedales naturales y cultivados y de la fermentación entérica (FAO, 2008b). Esta organización prevé que las emisiones de metano y óxido nitroso aumenten en un 35-60% para 2030, impulsadas por el creciente uso de fertilizantes nitrogenados y el aumento de la producción ganadera en respuesta a la demanda cada vez mayor de alimentos.
Sin embargo, la agricultura y las actividades forestales disponen, en principio, de un potencial considerable de mitigación de GEI. El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático estima que el potencial técnico mundial de mitigación correspondiente a la agricultura (excluido el sector forestal) oscilará entre 5 500 y 6 000 Mt equivalente de CO2 al año para 2030, del cual el 89% derivará de la retención del carbono en los suelos (Metz et al., 2005).
Asimismo, para mitigar el cambio climático es clave solucionar el problema energético, a partir de la descarbonización del suministro de energía, mediante cuatro opciones, no excluyentes (Nestle, 2008): la energía nuclear, la eficiencia energética, la captura y secuestro de carbono y las fuentes renovables de energía; en ello desempeñan un papel clave los sistemas agroforestales integrados.
La mitigación es un objetivo político del desarrollo de la agroenergía en muchos países. Al respecto, la FAO (2008c) considera que los sistemas que emplean desechos orgánicos y residuos agrícolas y forestales, así como la plantación de especies perennes para la generación de energía en tierras degradadas, ofrecen un alto potencial de reducción de las emisiones de GEI.
En el caso de las emisiones de GEI a partir de la agroenergía, un apropiado balance de estas depende del efectivo uso de los coproductos4 de los procesos de conversión y procesamiento de la agroenergía, según criterios del World Wide Fund for Nature (WWF, 2006), con lo cual pueden ser minimizadas tanto las emisiones de estos gases, como la erosión y degradación de los suelos. Un ejemplo es Brasil, donde en la caña de azúcar la relación entre la energía renovable producida y la energía fósil utilizada fue de 8,9 para el bioetanol, cerca de cinco veces mejor que en el caso del maíz; asimismo, el bioetanol genera emisiones de GEI casi cuatro veces menores que las producidas por el fabricado a partir de cereales (Anónimo, 2009).
Tendencias y experiencias actuales en el desarrollo de la agroenergía a nivel global
La FAO (2008b) identificó un conjunto de tendencias que muestran la actual comprensión del contexto que vincula los biocombustibles, el cambio climático y la seguridad alimentaria, las cuales son las siguientes:
La aceleración de las inversiones en biocombustibles se contrapone a los cambios en los sectores rurales de los países en desarrollo que están impulsados por la integración comercial y el rápido aumento de los precios alimentarios, que se prevé continuarán ascendiendo (30-50%) por encima de los niveles de equilibrio precedentes.
Actualmente, la ampliación de la producción de biocombustibles está impulsada por las medidas de política adoptadas para promover los ingresos de los agricultores, la seguridad energética, la mitigación del cambio climático y el desarrollo rural, sobre todo en los países desarrollados.
El aumento de los costos, tanto de los alimentos como del petróleo (que supera los 80
USD/ barril, e incluso ha llegado a más de 130 USD), está causando dificultades financieras a las familias pobres. En particular, la mayoría de los países designados por la FAO como países que padecen inseguridad alimentaria son también importadores netos de alimentos y de petróleo.
La creciente atención al cambio climático, las emisiones de GEI, los cambios en la utilización de las tierras y las cuestiones ambientales conexas, se han centrado en si los biocombustibles representan una solución a estos problemas o más bien están agravándolos 5.
El aumento del precio del petróleo contribuye a aumentar los costos de los productos básicos, sobre todo de los alimentos; además, según se incrementa el precio del petróleo, resulta más rentable para los productores de biocombustibles ampliar su producción y pagar más por las materias primas agrícolas, lo que genera una competencia que hace aumentar sus precios e, indirectamente, los de los alimentos, y por ello aumentan sus costos para los consumidores.
En cuanto a las experiencias, aunque las fuentes para producir agroenergía son diversas y en ellas se incluyen la digestión anaeróbica para la producción de biogás, la gasificación y la pirolisis de biomasa para la producción de electricidad, leña y carbón vegetal, entre otras, las alternativas tecnológicas más tratadas, en la actualidad, son las asociadas a los biocombustibles líquidos.
Existe una «primera generación» de biocombustibles, producidos con aceites a partir de vegetales y grasas animales, como el bioetanol y el biodiesel. El bioetanol ha basado su producción a partir de la caña de azúcar específicamente de su melaza o directamente de su jugo, mediante la fermentación y posterior destilación, en los países tropicales; y a partir del maíz y otras amiláceas, con un proceso similar pero antecedido por una hidrólisis, en los países templados. Recientemente se desarrollan experiencias con otras plantas, como en la India donde se han generado variedades de sorgo dulce, con alto contenido de sacarosa y adaptadas a zonas áridas y semiáridas, para producir bioetanol; mientras que en Tailandia, China y Colombia se inicia la utilización de la yuca.
En cuanto a su competitividad, la producción de algunos biocombustibles, especialmente el bioetanol, es más competitiva en la industria a gran escala, debido al alto costo de la inversión relacionada con el proceso de elaboración (FAO, 2008c). Sin embargo, se han desarrollado experiencias positivas en minidestilerías para la producción de bioetanol a partir de la caña de azúcar en Brasil, y de yuca en Colombia, promovida por el Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ospina, 2009).
El biodiesel utiliza como materia prima los aceites de cultivos convencionales, como la soya (rendimientos promedio en aceite de 420 L/ha), el girasol (890) y la colza (1 100), en países templados, y la palma aceitera africana (5 500 L/ha) en los trópicos húmedos, además de las grasas animales, mediante el proceso de transesterificación. Sin embargo, en los últimos años está ganando un importante espacio el uso de plantas arbóreas tropicales, por ejemplo J. curcas y Ricinus communis (ambas Euforbiáceas) como fuentes de aceite no comestible para producir biodiesel (1 600 y 1 320 L/ha, superiores a los mencionados anteriormente, excepto la palma africana), en Brasil, India, China, Colombia, Guatemala, República Dominicana y México.
Las consecuencias sociales del desarrollo de los biocombustibles dependen de la materia básica y del sistema de producción (FAO, 2008c). Si resultan económicamente viables6, el cultivo a pequeña escala de plantas como Jatropha y la utilización del biocombustible en la explotación o en la comunidad pueden revitalizar las economías rurales, mediante la mecanización, la irrigación y la descentralización del suministro energético; además, la producción de biodiesel genera subproductos, como glicerina, alimento animal, abonos y bioproductos para la sanidad vegetal y animal.
Un ejemplo de la utilidad de la agroenergía en el Tercer Mundo es plasmado en el proyecto «Policy Innovation Systems for Clean Energy Security», que aprecia la agroenergía como un componente de la amplia cadena de valor rural y considera que lograr la eficiencia de los
recursos naturales es posible en iniciativas a pequeña escala (Practical Action Consulting, 2009). Dicho proyecto brinda los resultados de estudios de caso en países de Asia, América Latina y África, dentro de los que se destacan:
El aceite crudo de Jatropha para producir electricidad en poblados rurales de Mali y la India.
El biodiesel de Jatropha para alimentar bombas de agua y el uso de los coproductos las tortas de prensado y el glicerol como fertilizantes y alimento animal para vacunos y aves (India).
La producción de biodiesel en 170 ha de Jatropha, por una cooperativa de 150 familias en Guatemala, con rendimientos de 2 123 L/ha-año7. Otra experiencia de producción cooperativa con esta planta se realiza en aldeas de Tailandia, con cero residuos.
La producción de briquetas a partir del polvo del carbón vegetal en comunidades de Senegal.
Cocinas de etanol producido con la caña de azúcar, en Etiopía.
La utilización del biogás producido a partir de residuos de sisal en aldeas de Tanzania, para la cocción y la producción de electricidad y fertilizantes.
La producción sostenible de biodiesel a partir del aceite de palma, en 4 400 ha en Tanzania.
La notable experiencia con el biogás en pequeños productores agrícolas en Viet Nam.
La producción de briquetas en Kenia y Senegal, a partir de plantas herbáceas invasoras.
Las microdestilerías de bioetanol a partir de la caña de azúcar en Minas Gerais, Brasil.
El reciclaje de aceites vegetales utilizados por restaurantes y supermercados en Lima, Perú.
En los últimos años se han realizado desarrollos tecnológicos que están originando una «segunda generación» de biocombustibles líquidos, a partir de los residuos lignocelulósicos (RLC)8, aceites de algas y la combustión de la pirolisis de la biomasa. Referente a los RLC para la producción de etanol se realizan investigaciones, sobre todo en los EE.UU, Brasil, Dinamarca, Suecia, España, México y Cuba (Universidad de Matanzas). En esta estrategia desempeña un papel clave el concepto de biorrefinería para maximizar el valor de la agroenergía, que está basado en la transformación de todos los componentes en productos útiles, como lo hace una refinería de petróleo, y mediante el cual se busca maximizar las ventajas y el aprovechamiento de los productos intermedios, con lo que se añade valor; por ejemplo, en la producción de bioetanol a partir de RLC se pueden obtener, además, otros productos de alto valor agregado, como prebióticos, antioxidantes, antimicrobianos, lignina (combustible sólido, valor calórico 10 500 KJ/kg), levadura residual y biogás, entre otros.
Con este concepto es posible formular las preguntas siguientes: 1) ¿la producción de energía, combustibles y químicos, basada en el cultivo y procesamiento de plantas, puede competir con la producción basada en combustibles fósiles?; 2) ¿lo adecuado es producir sólo energía o también productos químicos de alto valor?; 3) ¿qué es lo más factible para ello: operar a pequeña o a gran escala?, y 4) ¿cuáles serían los criterios de sostenibilidad más adecuados?
El concepto de biorrefinería posibilita convertir la biomasa en múltiples productos: bioenergía, bioquímicos, bioalimentos y biomateriales, cuyo valor agregado total puede ser mayor que el generado por los combustibles fósiles. En cuanto a la escala de producción, la pequeña posee ventajas, tales como la disminución del transporte de productos (una parte considerable de los insumos se genera en las explotaciones agrícolas, y los productos intermedios y finales se insumen en estas); reducidos ciclos de reciclaje, al aprovechar los residuos en estas explotaciones; así como la integración del flujo energético, la fuerza laboral y la estructura organizativa en el marco de la cadena productiva, entre otras. Al respecto, puede surgir una interrogante: ¿Y las ventajas de las economías de escala? Ello es aplicado a los procesos de manufactura, pero no ocurre así en los procesos biológicos.
Asimismo, para desarrollar todo el potencial de la agroenergía, el crecimiento debe gestionarse de manera sostenible para cumplir los requisitos de las dimensiones económica, social y medioambiental de la sostenibilidad. Referente a los criterios de sostenibilidad más adecuados, este es un tema muy estudiado y debatido en la actualidad, tanto en el sector científico y académico, y en las ONG's vinculadas con el ambiente, como en los organismos de las Naciones Unidas se destaca la labor del PNUMA/UNEPy aún no se considera que se haya llegado a sólidas conclusiones; por tanto, este es un aspecto que necesita ser atendido.
Opciones políticas mundiales en materia de agroenergía
Actualmente, la FAO (2008c) considera que existen tres opciones políticas muy debatidas asociadas a la agroenergía. La primera opción es seguir como hasta ahora, donde todos los países establecerían los marcos políticos, considerando las implicaciones internacionales de las decisiones políticas sólo cuando éstas sean compatibles con las prioridades nacionales; este enfoque podría poner en marcha algunas garantías para mitigar los efectos negativos del crecimiento de los biocombustibles, mediante la concertación de los esfuerzos nacionales, si bien no puede abordar plenamente las cuestiones con repercusiones mundiales, como los impactos negativos en la seguridad alimentaria y el medio ambiente. Si tales impactos negativos siguen aumentando, es posible que se cree una corriente duradera de opinión pública hostil contra los biocombustibles, lo que eliminaría un mercado con un potencial real para alcanzar los objetivos económicos, ambientales y sociales.
La segunda opción política es la «moratoria», que implica una prohibición temporal de la producción de biocombustibles, mundial y específica a las materias básicas, con el fin de dar el tiempo necesario para que se conciban las tecnologías y se introduzcan estructuras de reglamentación; esta ha sido solicitada por el Relator Especial sobre el Derecho a la Alimentación de la ONU, por cinco años, para evitar los efectos negativos de índole ambiental, social y humana, y ha recomendado que se adopten medidas durante la moratoria para garantizar que la producción de biocombustibles tenga consecuencias positivas y respete el derecho a una alimentación adecuada, así como incluya la reducción del consumo de energía, la eficiencia energética, el cambio inmediato a las tecnologías de segunda generación y la protección de los agricultores que padecen la inseguridad alimentaria.
La FAO (2008c) considera que tal moratoria mundial podría no ser lo suficientemente diferenciada y, de hecho, permitiría tan sólo posponer la necesaria búsqueda de mejores tecnologías y apropiadas soluciones de reglamentación; señala además que el cambio inmediato y brusco a los biocombustibles de segunda generación podría ser poco realista, debido a la falta de potencial de inversión en casi todos los países en desarrollo y a la falta de experiencia con esta generación. En cambio, la moratoria podría impedir o disuadir a algunos países de participar en el proceso de aprendizaje global asociado a los biocombustibles y provocar que las inversiones cesen abruptamente y desaparezca el interés por la investigación y el desarrollo, así como no representaría una solución justa para las complejidades nacionales y locales de la relación entre bioenergía y seguridad alimentaria. De acuerdo con dicha organización, esta opción parece demasiado rígida para aprovechar los avances dinámicos y los efectos potencialmente positivos para el desarrollo rural, el cambio climático y la seguridad alimentaria; además, retrasaría o evitaría la necesaria búsqueda de innovación tecnológica y el desarrollo de conocimientos.
La tercera opción es desarrollar un consenso intergubernamental internacional sobre biocombustibles sostenibles, que asume que son necesarias las medidas políticas nacionales y el consenso en el sector industrial, así como dar respuestas a los retos de la mitigación del cambio climático, la conservación de la biodiversidad y la seguridad alimentaria, relacionados con la provisión de bienes y servicios medioambientales mundiales que no se pueden garantizar únicamente en el ámbito nacional; asimismo, es recomendable un enfoque acordado internacionalmente, ya que la demanda de biocombustibles se concentra en los países desarrollados y el potencial de suministro se encuentra en los países en desarrollo.
Con el propósito de crear un consenso internacional sobre biocombustibles sostenibles y respetuosos de la seguridad alimentaria, los gobiernos podrían aplicar instrumentos internacionales que son de relevancia para la agroenergía, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad, tales como:
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de 1992, apoya la agroenergía, ya que la considera una de las «medidas de precaución para prever, prevenir o reducir al mínimo las causas del cambio climático y mitigar sus efectos adversos».
El Protocolo de Kyoto, de 1997, reconoce la importancia de la contribución de la energía renovable a la mitigación del cambio climático. El mecanismo para un desarrollo limpio (MDL), que se estableció en virtud del Protocolo, busca atraer financiación internacional relativa al carbono y destinarla a los proyectos de bioenergía, para ayudar a los países en desarrollo a lograr el desarrollo sostenible y permitir que los países industrializados cumplan con sus objetivos de reducción de las emisiones, a lo cual se comprometieron.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica, de 1992, es relevante para el desarrollo sostenible de la agroenergía, pues sus partes se comprometen a conservar la biodiversidad.
El Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura tiene el objetivo de promover la conservación y la utilización sostenible de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura, así como la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados de su utilización.
La Convención de Lucha contra la Desertificación, de 1992, obliga a las partes al aumento de la productividad de las tierras, la rehabilitación, la conservación y el aprovechamiento sostenible de los recursos de tierras e hídricos, para mejorar las condiciones de vida rural; así como persigue la reducción de la pobreza y la participación de las comunidades locales.
El Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT), de 1994, rige para todo el comercio, con inclusión del comercio de bienes relacionado con los biocombustibles, y obliga a los países a fomentar un régimen comercial libre mediante el descenso de los aranceles en cada ronda de negociaciones comerciales internacionales.
¿Cuál es el enfoque que se debe seguir con la utilización de sistemas agroforestales integrados?
Sobre la base de una visión holística y sistémica, lo primero es asumir la necesidad de adaptar estos sistemas a los recursos disponibles y utilizar las ventajas comparativas de los cultivos tropicales, incluidos los árboles y arbustos, criterios que defiende Preston (2007), para promover un cambio hacia sistemas más pequeños y autosustentables, en los que se integre la producción de alimentos, energía y materiales de construcción, y lograr un aumento de la resiliencia de los agroecosistemas.
Considerando este enfoque, las consecuencias de la producción de alimentos y de materias primas para la agroenergía en la erosión de los suelos dependen, en gran medida, de las técnicas agrícolas empleadas, especialmente las prácticas de labranza, la cobertura del suelo y la rotación de los cultivos. En los lugares en que se emplean materias básicas perennes para la producción de agroenergía en vez de cultivos anuales, la cobertura permanente y la formación de las raíces, así como la plantación directa, la rotación, el intercalamiento y la diversificación de cultivos alimenticios, ayudan a mejorar la gestión del suelo y a reducir su erosión.
Esta adopción de buenas prácticas agrícolas, a criterios de la FAO (2008c), también puede reducir la amenaza a la biodiversidad, especialmente en el suelo; además, los hábitats silvestres se pueden mejorar mediante la introducción de enfoques paisajísticos en las zonas agrícolas y el mantenimiento de los pasillos ecológicos, así como a través de la utilización sostenible de fuentes de biomasa de mucha biodiversidad como materias básicas, por ejemplo los pastizales.
La promoción de sistemas locales de producción de alimentos y energía, mediante la combinación de producciones de materias básicas y cultivos y la alimentación del ganado con la biomasa que no se utiliza para la producción de energía o la cobertura del suelo, puede evitar las pérdidas y hacer que aumente la productividad general del sistema de generación de alimentos y energía.
La producción de biocombustibles debe estar orientada hacia un desarrollo local sostenible, que favorezca tanto la inclusión de pequeños agricultores, al tiempo que se organicen en cooperativas para procesar y comercializar la materia prima bioenergética, como la agregación de valor a los productos, además de maximizar las oportunidades derivadas de la producción de agroenergía y minimizar los riesgos de afectar negativamente la seguridad alimentaria y el medio ambiente.
Todo ello exige invertir en investigación e innovación tecnológica, aspecto fundamental para lograr la seguridad alimentaria y de combustibles a largo plazo, lo cual requiere que se realicen nuevas e importantes inversiones en programas de investigación y desarrollo, que puedan contribuir a mejorar la eficiencia técnica y determinar las estrategias y oportunidades para hacer frente a situaciones de escasez y adaptarse al cambio climático. Para este propósito, la FAO (2008c; 2008d) considera que los objetivos deberían ser:
Desarrollar tecnologías de producción y procesamiento que utilicen recursos locales y con un alto aprovechamiento de la materia prima.
Mejorar la eficiencia física y económica de la producción de materias primas y los procesos de conversión de los biocombustibles, incluso a pequeña escala, para poder beneficiar a los pequeños agricultores a través del autoconsumo de energías limpias.
Obtener una nueva generación de cultivos de alta productividad y mayores rendimientos de energía aprovechable por volumen de biomasa, incluidos los que proporcionan materia prima para biocombustibles para reducir la presión sobre los suelos, así como animales adaptados a los cambios previstos en las condiciones climáticas.
Identificar nuevas tecnologías y prácticas para la adaptación al cambio climático en los sectores de la agricultura, la energía y el transporte.
Utilizar eficientemente los residuos para la producción de energía.
Realizar análisis económicos considerando los biocombustibles de segunda generación, en diferentes contextos socioculturales.
Evaluar el potencial de producción de biocombustibles de segunda generación en tierras marginales.
Transferir tecnologías desde y hacia otras regiones.
Este es el enfoque que conduce el Proyecto Internacional «La biomasa como fuente renovable de energía para el medio rural cubano» (BIOMAS-CUBA), financiado por la Agencia Suiza de Cooperación para el Desarrollo (COSUDE) y liderado por la Estación Experimental «Indio Hatuey». El objetivo general de dicho proyecto está dirigido a demostrar y comunicar, a través de experiencias piloto, alternativas tecnológicas locales para la generación de energía a partir de la biomasa, que son efectivas económica, social y ambientalmente, con el fin de mejorar las condiciones de vida de mujeres y hombres en zonas rurales del país.
Dichas alternativas están asociadas a:
La producción y uso del biogás a partir de excretas animales, aplicado directamente como combustible o transformado en energía eléctrica, en la conservación de frutos, granos y semillas.
Producción de biodiesel, generado a partir de plantas oleaginosas no comestibles e intercaladas con cultivos en sistemas agroforestales, para ser utilizado dentro de las propias explotaciones productivas; así como la obtención y aprovechamiento de coproductos de alto valor para la alimentación animal, biofertilizantes y materias primas para otras industrias.
Gasificación de residuos agroforestales y agrícolas no comestibles.
Producción, a escala piloto, de bioetanol a partir de residuos lignocelulósicos.
Los autores consideran que en la ejecución de proyectos y experiencias sobre agroenergía a escala local en el medio rural se deben considerar un conjunto de principios clave, los cuales abarcan: a) la utilización de recursos locales en sistemas agroforestales integrados que reciclen residuos; b) el destino de los biocombustibles obtenidos en las propias explotaciones agropecuarias, a partir de materias primas no comprometidas con la alimentación, es para producir alimentos, generar energía y mejorar las condiciones de vida en las fincas y comunidades; c) las plantaciones de arbóreas para la producción de biocombustibles se intercalan con cultivos o pastizales para producir alimentos y brindar diversos servicios ambientales; d) los actores locales tienen que ser los protagonistas de las soluciones. Todo ello tiene el propósito principal de lograr la sostenibilidad energética y la seguridad alimentaria a escala local en el medio rural, considerando la protección del ambiente.
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Recibido el 29 de marzo del 2010
Aceptado el 17de junio del 2010
(Footnotes)
1 India y China generan 1,1 y 3,5 toneladas de CO2 por persona; mientras que EUA, Canadá, Alemania, Gran Bretaña y Japón presentan 20,2; 16,5; 9,8, 9,6 y 9,4 t, respectivamente, y la OECD 1,3 t (Preston, 2007).
2 En el África subsahariana, el 90 y el 70% de la energía doméstica y total, provienen de la leña y el carbón.
3Según Preston (2007), las previsiones de la producción de etanol para el año 2020 alcanzarán los 120 billones de litros, de los cuales EUA, Canadá y la UE producirán el 56% de la producción global para ese año.
4 El término coproducto es preferido al de subproducto ', pues en ocasiones los coproductos tienen un mayor valor que el producto final. Ejemplos de coproductos en la producción de biodiesel son las tortas de prensado y las cáscaras, y los efluentes de la producción de biogás como alimento animal y biofertilizantes.
5 En este aspecto son clave los análisis del ciclo de vida y de impacto ambiental.
6 Su dimensión socioeconómica es posible mediante el fomento de la innovación y mejora de la productividad, el intercalamiento con cultivos, la diversificación productiva, la utilización de coproductos y la agregación de valor.
7 El Ministerio de Agricultura de Guatemala identificó 600 000 ha apropiadas para el cultivo de esta planta.
8 Por ejemplo, paja y bagazo de caña de azúcar, residuos de cosechas vegetales y de aserraderos de madera.