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Revista Cubana de Medicina General Integral

versión impresa ISSN 0864-2125versión On-line ISSN 1561-3038

Rev Cubana Med Gen Integr v.19 n.3 Ciudad de La Habana Mayo-jun. 2003

 

Editorial

Los desastres y la experiencia cubana en salud para su prevención

Guillermo Mesa Ridel1

Durante los últimos 4 decenios peligros naturales como terremotos, sequías, inundaciones, tormentas y ciclones tropicales, incendios forestales y erupciones volcánicas, entre otros, han provocado pérdidas elevadas en vidas humanas, severos daños ambientales, así como la destrucción del sustento de muchos y de la infraestructura económica y social. Los cálculos indican que han ocurrido 100 000 pérdidas de vidas humanas al año, y las pérdidas económicas han crecido casi 10 veces durante este período, mientras que el costo mundial de los desastres se prevé que llegará a los 300 000 millones de dólares anuales para el año 2050, si el impacto probable del cambio climático no se contrarresta con medidas efectivas para su reducción.

Una mirada a los avances tecnológicos que hoy se presentan a nivel mundial en materia de desastres, permiten simular erupciones volcánicas futuras mediante procesadores de imágenes, o seguir la trayectoria de los huracanes con la ayuda de los satélites. Esto pareciera indicar que ha llegado el momento de que la ciencia ha superado las divergencias interpretativas preexistentes sobre los desastres, sustituyéndolas por verdades únicas, pero no es así. El tema sigue abierto a la pluralidad cognoscitiva que se pone de manifiesto en el concepto mismo de desastre.

En las definiciones de desastres que actualmente gozan de mayor aceptación se encuentra un nítido punto de consenso: “Es el resultado de una ruptura ecológica importante de la relación entre los humanos y su medio ambiente, como consecuencia de un evento (súbito o lento) de tal magnitud que la comunidad impactada – en términos de pérdida de vida y salud de la población, la destrucción o pérdida de bienes y daños severos sobre el medio ambiente- necesita esfuerzos extraordinarios para hacerle frente, a menudo con ayuda externa o apoyo internacional”. De este modo los desastres se diferencian de otras emergencias, en tanto generan demandas de recuperación y reorganización cuya intensidad desborda las capacidades de las poblaciones afectadas.

Los desastres generalmente se subdividen por razones didácticas en 2 amplias categorías: aquellos causados por fuerzas naturales (desastres naturales) y los causados o generados por los humanos (antropológicos o tecnológicos). Los primeros surgen de las fuerzas de la naturaleza, tales como, terremotos, erupciones volcánicas, huracanes, inundaciones, incendios, tornados y temperaturas extremas; en tanto, los desastres o situaciones de emergencia generados por los humanos son aquellos en los cuales las principales causas directas son acciones humanas identificables, deliberadas o no, ya sea por accidentes industriales mayores, incidentes severos de contaminación, descargas nucleares no planeadas, grandes incendios, o explosivos o materiales nucleares. En definitiva, la diferencia entre ambos tipos de desastres puede ser poco clara, ya que un fenómeno natural puede desencadenar desastres secundarios.

Hoy el mundo se pregunta si verdaderamente el desastre es “natural”, o todos en cierta medida tienen un componente provocado por el ser humano. En la realidad de nuestro mundo los llamados “desastres naturales”, aunque en muchos casos han incrementado emergencias ya creadas por el hombre, o viceversa. La escalada de desastres graves por peligros naturales y los desastres tecnológicos y ambientales conexos, representan también una creciente amenaza consustancial a las iniciativas, tanto del desarrollo sostenible como de reducción de la pobreza, siendo paradójico que, en un momento en que se está realizando un esfuerzo tan extraordinario para elevar la seguridad y el confort de nuestras sociedades, está de hecho creciendo la vulnerabilidad a las amenazas naturales.

Por su parte, muchos efectos indirectos y secundarios de los desastres sobre las actividades económicas no son registrados. El impacto ambiental de los peligros naturales –en particular la pérdida de servicios ambientales como el agua, los bosques, la biodiversidad y la función de los ecosistemas, entre otros– también es difícil de evaluar y a menudo se subestima. Las pérdidas indirectas en el comercio luego de un desastre, por la pérdida de participación en el mercado, con frecuencia tampoco se percibe.

Los efectos del cambio climático y de los riesgos planteados por el creciente deterioro del medio ambiente debido a prácticas sociales y de gestión de los recursos naturales, ejemplificados por la deforestación, la pérdida de la biodiversidad y del conocimiento asociado a ella, la reducción en la cantidad y calidad del agua, y la desertificación, auguran una mayor preocupación por estos asuntos; mientras que las capacidades para responder al impacto de los desastres varían dependiendo de los grupos sociales: pobres o ricos, hombres o mujeres, jóvenes o viejos, indígenas o descendientes de colonizadores, y demás.

Si bien ningún país del mundo está enteramente a salvo, la falta de capacidad para limitar el impacto de los peligros naturales sigue siendo una carga pesada para los países en desarrollo. Se calcula que el 97 % de las muertes relacionadas con los desastres naturales cada año ocurre en los países en desarrollo y, aunque es menor en cifras absolutas, el porcentaje de las pérdidas económicas en relación con el producto nacional bruto de estos países supera en mucho al de las naciones desarrolladas. Así, de los 49 países menos desarrollados (según publicación del PNUD-EIRD de mayo 2001), 24 siguen enfrentados a elevados niveles de riesgo por desastres, y al menos 6 de ellos han venido sufriendo entre 2 y 8 desastres importantes por año durante los últimos 15 años, con secuelas a largo plazo para el desarrollo humano. Estas cifras serían mucho mayores, el doble o más, según algunos expertos, si se pudieran contabilizar también las consecuencias de los muchos desastres menores no registrados que provocan pérdidas significativas en el plano local o comunal.

Esta tendencia motivó a los gobiernos a adoptar una Estrategia Internacional para la Reducción de los Desastres la en Asamblea General de la ONU de febrero de 2000, conocida como EIRD –que sucediera al Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN, 1990-1999) – con vistas a involucrar a gobiernos, organismos de Naciones Unidas, entidades regionales, el sector privado y la sociedad civil, en esfuerzos conjuntos para edificar sociedades fortalecidas por medio del desarrollo de una cultura de prevención y preparación.

La vulnerabilidad a los desastres es una función de la acción y la conducta humanas. Describe el grado en que un sistema socioeconómico es susceptible o resistente al impacto de los peligros naturales. Se determina por la combinación de varios factores, entre ellos, la conciencia de los peligros, la condición de los asentamientos humanos y la infraestructura, la administración y las políticas públicas, la riqueza de cada sociedad, y las destrezas organizadas en todos los campos de la gestión de riesgos y desastres. Las dimensiones específicas de la vulnerabilidad social, económica y política también se relacionan con diversas iniquidades, a menudo vinculadas a las relaciones de género, los patrones económicos y las divisiones étnicas o raciales. Dependen asimismo, en gran medida, de las práctica del desarrollo que no toman en cuenta la susceptibilidad a los peligros naturales.

Por su parte, existe un nivel de riesgo en las sociedades ante los peligros naturales que se determina por el nivel de vulnerabilidad combinado con la probabilidad de ocurrencia e intensidad del fenómeno natural adverso. La reducción del riesgo, entonces se refiere a aquellas actividades que se emprendan para reducir, tanto las condiciones vulnerables, como en lo posible, la causa del peligro natural (sobre todo cuando se trata de sequías, inundaciones y deslizamientos).

En un amplio número de países en desarrollo, como los países de América Latina, se han presentado desastres en los cuales han muerto miles de personas y se han perdido cientos de millones de dólares en 20 ó 30 segundos. Estas situaciones, como es obvio, se traducen en empobrecimiento de la población y estancamiento del desarrollo económico de países y regiones, por lo que las medidas de prevención contra los desastres deben considerarse parte fundamental de los procesos de desarrollo sustentable a nivel regional y local, con el fin de reducir el nivel de riesgo existente.

Desde la perspectiva de la salud pública, los desastres se definen por su efecto sobre las personas; de otra forma, se trataría simplemente de fenómenos geológicos, meteorológicos u otros simplemente interesantes. Lo que para una comunidad puede ser un desastre, no lo es necesariamente para una comunidad diferente.

Asimismo los desastres son considerados un problema de salud pública por varias razones:

  • Pueden causar un número inesperado de muertes, lesiones o enfermedades en la comunidad afectada que exceden las capacidades terapéuticas de los servicios locales de salud y requerir ayuda externa.
  • Pueden destruir la infraestructura local de salud, como los policlínicos y hospitales, lo que no les permitirá responder ante la emergencia. Por su parte, al alterar la prestación de servicios rutinarios y actividades preventivas, puede impactar con consecuencias a largo plazo, en términos de incremento de morbilidad y mortalidad.
  • Algunos pueden tener efectos adversos sobre el medio ambiente y la población, al aumentar el riesgo potencial de enfermedades transmisibles y peligros ambientales que incrementarán la morbilidad, las muertes prematuras y la disminución de la calidad de vida.
  • Pueden afectar el comportamiento psicológico y social de las comunidades afectadas, y se puede presentar ansiedad, neurosis y depresión luego de emergencias de inicio súbito o lento.
  • Algunos desastres pueden causar escasez de alimentos con severas consecuencias nutricionales, como el déficit específico de micronutrientes.
  • Pueden causar grandes movimientos de población, espontáneos u organizados, a menudo hacia áreas donde los servicios de salud no están en condiciones de atender la nueva situación creada, con el consecuente incremento de la morbilidad y la mortalidad, tanto en las comunidades desplazadas como las anfitrionas.

Nuestro territorio nacional se encuentra sometido a la influencia de fenómenos naturales comunes al área geográfica en la que se ubica, lo cual determina la magnitud y la frecuencia de la incidencia de los mismos, incrementandos en la actualidad por la influencia del fenómeno “El Niño” y las características físicas, socioeconómicas e históricas de la región. Entre los principales peligros se encuentran los de origen meteorológico, tanto por la magnitud de sus factores destructivos, la frecuencia y el área de influencia, así como por la intensidad con que afecta a la población y a la economía.

Otros de los peligros son los de origen geológico, ya que la isla de Cuba, así como todo el archipiélago antillano, pertenece a la faja sísmica que en América Central se une a la gran zona sísmica del Océano Pacífico, siendo las provincias más orientales del país, las de más creciente actividad en este sentido.

También contamos con peligros de origen biológico fundamentalmente representados en un importante número de enfermedades emergentes y reemergentes, que se agudizan con el bioterrorismo. Finalmente, enfrentamos peligros de origen tecnológico a partir del propio desarrollo económico del país.

Conociendo las amenazas y peligros potenciales a que está sometido cada territorio, cada comunidad y cada institución de salud, y con el conocimiento de los riesgos, los planes de medidas –incluida la capacitación de los recursos humanos –cobran suma importancia. La experiencia demuestra que se cometen errores, cuando no existe una organización adecuada ni personal preparado para actuar conforme con un plan previamente elaborado, con grupos multidisciplinarios de especialistas y multisectorial, con la participación de otros organismos y la comunidad.

El programa del Médico y la Enfermera de la Familia en nuestro país, permite contar con un persona de salud que juega un papel activo en la identificación de riesgos, la educación de la población, así como en la organización y preparación en los primeros auxilios y cuidados básicos de los Brigadistas Sanitarios.

Se ha realizado un gran esfuerzo en la preparación del personal médico y paramédico a todos los niveles a través de cursos sobre urgencia y emergencia médica. Se cuenta además con un sistema compuradorizado de vigilancia en salud que ofrece información a todos los niveles del sistema de salud para la acción, el control y la ejecución de medidas correctivas frente a cualquier evento que pueda afectar la salud de la población.

En 1987 la Resolución No. 169 aprobada en la 42° Asamblea General de las Naciones Unidas exhortó a la comunidad internacional a prestar especial atención al fomento de la cooperación internacional en la esfera de la reducción de los desastres. Con la proclamación del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, que se iniciaría a partir del año 90 se aprobó un marco internacional de acción dirigido a mejorar la capacidad de cada país –especialmente en los países en desarrollo – fomentar los conocimientos científicos y técnicos, y formular medidas para evaluar, pronosticar, prevenir y mitigar los desastres naturales mediante la asistencia técnica, la transferencia de tecnología, los proyectos de demostración, la educación y la capacitación.

Durante la década de los años 90 en nuestro país fue creado el Centro Veterinario para la Prevención de Desastres, con el propósito de revisar los programas de formación en la rama veterinaria a todos los niveles y en todas las especialidades, promover cursos y eventos, así como fomentar la investigación, la producción de literatura y la colaboración internacional, siendo creada la Sociedad de Medicina Veterinaria de Desastres.

Todo ello, unido al principio inviolable e histórico de nuestro pueblo, y en particular de los trabajadores del sector salud, de brindar su ayuda solidaria a cualquier pueblo del mundo que haya sido afectado por desastres causados por fenómenos naturales o antropológicos, sin tener en cuenta diferencias ideológicas ni sociales, e inspirados en el más humanitario sentimiento de mitigar el dolor que generan las catástrofes, constituyen antecedentes que propiciaron que en 1996 –a instancias del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil y con el coauspicio de la OPS/OMS y la Asociación Médica del Caribe (AMECA) – fuera constituido el Centro Latinoamericano de Medicina de Desastres (CLAMED), que subordinado al Ministerio de Salud Pública aglutinara el potencial científico del personal y las instituciones de más alto nivel científico-preventivo, asistencial e investigativo, para constituir un poderoso instrumento para el perfeccionamiento del trabajo en la coordinación de las acciones en salud contra desastres, al potencializar las acciones, sobre bases científicas y en constante perfeccionamiento, de las medidas de prevención y mitigación en la esfera de la salud humana.

En ese mismo año fue celebrado el I Congreso de la AMECA, que con el tema central “El personal de salud ante los desastres” trató importantes aspectos sobre la organización de estos servicios para enfrentar los desastres, la preparación de los distintos elementos de la comunidad, el papel del personal de salud, la identificación de víctimas y la coordinación con los organismos internacionales para la colaboración en desastres, de cuyo foro surgió la creación de una Red Caribeña de Desastres, y en el mismo fue presentado el proyecto CLAMED como centro de referencia para la medicina de desastres en el área del Caribe y Centroamérica, aprobado por representantes de los 35 países participantes y organismos internacionales de la región.

La integración de las acciones en salud con un centro coordinador y la apertura de su Centro de Información y Documentación en 1999 facilitó la creación de capacidades en gestión de información sobre el tema de salud y desastres en el país a través de la red de centros y bibliotecas de información de Ciencias Médicas. Se cuenta con una base de datos sobre literatura cubana especializada disponible en le país e información sobre documentos físicos, y se ofrecen productos y servicios de valor agregado facilitados por el establecimiento de mecanismos de coordinación y colaboración con los principales centros de América Latina y el Caribe y el empleo de medios tecnológicos avanzados de comunicación e información.

Actualmente CLAMED cuenta con un sitio web en el que se puede encontrar información oportuna para la toma de decisiones en materia de salud y desastres, elemento al que se suma el desarrollo de una biblioteca virtual que permitirá incorporar la oferta de educación a distancia y listas de discusiones; también se trabaja en el diseño de un Sistema de Alerta Temprana en Salud y Desastres. Todo ello ha ido acompañado de la elaboración de materiales de apoyo a la enseñanza, la coordinación y apoyo a la celebración de cursos nacionales y territoriales, en su mayoría dirigidos a la Atención Primaria de Salud, así como a la realización de talleres como un espacio para el intercambio de experiencias y conocimientos sobre la gestión de riesgo, el diagnóstico inicial y la capacitación preventiva ante situaciones de desastres.

El desarrollo de la Cátedra Salud y Desastres del CLAMED ha dirigido sus esfuerzos a apoyar los planes de prevención y mitigación contra desastres del Sistema Nacional de Salud; por una parte, mediante la reducción de la vulnerabilidad y, por otra, con el incremento en el trabajo de formación y capacitación del personal de salud. Además de la implementación y perfeccionamiento de la calidad de los cursos planificados, se proyecta el fortalecimiento de la red temática de salud y desastres a través de la cual profesores, estudiantes, profesionales y técnicos en general de la salud contarán con información científica actualizada respecto al tema. Con vistas a ello, en coordinación con INFOMED, se elabora una página web que ofrecerá servicios especializados por tipo de desastre con información científica relevante.

Un elemento de extraordinaria importancia política y social lo constituye la contribución a la preparación de los estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, en cuya etapa de preparación de sus alumnos desde el premédico se pretende vincular con la temática. La preparación a distancia, como modalidad que alcance a la amplia masa de profesionales que cumplen misión fuera del territorio nacional en zonas altamente vulnerables a desastres, y el apoyo desde el punto de vista académico y científico-técnico al Programa Integral de Salud (PIS), constituyen tareas de primer orden para el trabajo futuro de la Cátedra. De igual modo, la preparación adecuada de los médicos que salen a cumplir misiones en el PIS, es un factor fundamental para lograr más elevados desempeños en las zonas donde trabajan, todas ellas de alta vulnerabilidad en la ocurrencia de desastres y emergencias. Ello comprende la preparación de los jefes de misiones médicas, cuyo contenido requiere de una importante carga gerencial en el manejo de los desastres.

El desarrollo de investigaciones sobre salud y desastres, una vez definidas las líneas temáticas principales, permitirá dar respuesta a las necesidades del sistema de salud por profesores, estudiantes y profesionales en general.

El enfoque integral asumido por el sector salud para la prevención y mitigación de los desastres naturales o producidos por el hombre en nuestro país, junto a la experiencia acumulada en estos años, ha significado una verdadera muestra de las capacidades de enfrentamiento preventivo a este problema mundial y nos pone en condiciones de continuar reduciendo el riesgo y la vulnerabilidad de la población cubana. Al mismo tiempo crea las bases para la realización de cursos a profesionales extranjeros en nuestro país, desarrollar y apoyar la capacitación preventiva sobre estos temas en los países de la región, así como prestar cualquier ayuda que sea solicitada en colaboración con otros países del área y del resto del mundo en cuanto a preparación del personal de salud, asesorías para la elaboración de planes de aseguramiento médico contra desastres, la información y documentación científica, la investigación y el alerta temprana en el manejo de los desastres.

Bibliografía Consultada

1 Especialista de II Grado en Epidemiología. Director del Centro Latinoamericano de Medicina de Desastres (CLAMED). Máster en Filosofía. Investigador Agregado.

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