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Revista Cubana de Medicina General Integral
versión On-line ISSN 1561-3038
Rev Cubana Med Gen Integr v.19 n.5 Ciudad de La Habana sep.-oct. 2003
Editorial
El bloqueo económico de los Estados Unidos contra Cuba, y su repercusión sobre nuestra medicina familiar en los 90
La Medicina Familiar, como toda la sociedad cubana, fue impactada por la crisis económica derivada de la situación de doble bloqueo a la que se vio sometido nuestro país durante la década de los 90. Esto se puede apreciar tras una simple mirada al vertiginoso desarrollo alcanzado durante los últimos años de la década anterior, y compararlo con lo ocurrido después. En pocos años se construyeron miles de consultorios equipados adecuadamente para facilitar el desarrollo de las acciones propias de nuestra especialidad en función de la población y confortables viviendas para los Médicos y Enfermeras de la Familia, quienes mejoraron su calidad de vida y comenzaron a formar parte activa de la comunidad atendida por ellos. Como parte de este proyecto, y con la perspectiva de poder contar con los profesionales necesarios para dar cobertura a la población con este nuevo tipo de asistencia médica, se incrementó el ingreso a las carreras de Medicina y Licenciatura en Enfermería que para los años 1992 y 1993 alcanzaban los máximos históricos en el número de sus egresados.
Debido a la crisis económica, agudizada por las condiciones que impone el bloqueo de los Estados Unidos a nuestro país, a la nueva generación de Médicos de Familia formados en aquella etapa le ha correspondido desempeñarse en sus primeros años de graduados sin acceso a los más elementales recursos para el ejercicio de su profesión e inmersos en una compleja situación social.
Con la caída del campo socialista, y debido a la existencia y desarrollo de nuevas leyes a favor del bloqueo norteamericano, nuestro país se vio limitado en la disponibilidad de recursos para completar la construcción de los consultorios inicialmente proyectados. Mientras tanto, no se paralizó la formación de Médicos y Enfermeras de la Familia, que ya estaban en las aulas universitarias cuando esto ocurre. Ello creó una situación compleja debido al número elevado de profesionales que egresarían, sin tener un puesto de trabajo adecuado dónde desempeñarse. Respondiendo a la política de la Revolución de que no puede haber en nuestro país un médico desempleado, se adaptaron de manera emergente miles de locales para dar consultas, y muchos Médicos de Familia iniciaron su vida laboral en locales no idóneos o compartiendo su espacio con uno o más médicos simultáneamente. Por la escasez de recursos no siempre se ha podido garantizar para todos el completamiento de los equipos concebidos para esos locales. El tipo de Medicina Familiar que se desarrolla en esas condiciones, a pesar del esfuerzo de los profesionales, no puede tener la calidad que aquella que se realiza en una consulta adecuada, en condiciones de privacidad y con el equipamiento necesario.
En determinado momento comenzaron a escasear en las consultas los modelos necesarios para registrar las acciones realizadas o emitir certificaciones médicas. Esta situación implicó un deterioro en la calidad del registro médico y afectó la necesaria sistematización en la información que requiere todo médico camino a su especialización o durante su desempeño. En alguna medida ello también contribuyó al deterioro de la imagen como profesional en ese importante colectivo de galenos recién graduados, al tener que trabajar con modelos no propios. Ante la escasez de recetarios en las consultas, en muchos lugares hubo que prescribir medicamentos en pedazos de hojas de papel recuperado o en modelos de método. Algo tan elemental en cualquier consulta como es la disponibilidad de bolígrafos y material de oficina, fue también muy deficitario en los 90.
Igualmente hubo que prescindir de insumos básicos como bombillos para lámpara de cuello, o luminarias o encendedores para alumbrar los consultorios. Por muchos años no se dispuso de baterías para garantizar el funcionamiento de los equipos para la oftalmoscopia u otorrinolaringoscopia. Las dificultades con la iluminación en los consultorios, entre otras razones, condicionaron en muchos lugares la desaparición de las consultas con horario deslizante, que comenzaban a desarrollarse en el nivel primario y que se ofrecían en el horario del final de la tarde o la noche para la población trabajadora.
Los Médicos de Familia nos vimos por momentos sin la posibilidad de renovar nuestras batas sanitarias, sin guantes quirúrgicos para examinar a nuestros pacientes, sin jabón para lavarnos las manos, ni recursos esenciales para garantizar la higiene del consultorio. Los refrigeradores, inicialmente disponibles en todas las consultas para conservar las vacunas, una vez averiados, tuvieron que ser retirados ante la imposibilidad de su reparación por la escasez de recursos. En muchos consultorios los baños fueron clausurados parcial o totalmente debido a que no había disponibilidad de herrajes o piezas para su reparación. Durante los 90, salvo algunas excepciones, no se pudo ofrecer mantenimiento a las casas - consultorios, y los médicos y enfermeras vieron deteriorarse sus muebles, e incluso sus efectos electrodomésticos, sin la posibilidad real de repararlos o cambiarlos mediante el acceso a recursos del policlínico o propios.
Unido a la afectación descrita, y que está relacionada con el entorno de la consulta, los Médicos de Familia asistimos al progresivo deterioro en la aplicación del método clínico: con deficiencias en el interrogatorio o examen físico, pero fundamentalmente en lo referido al acceso a exámenes de confirmación y a medicamentos.
Fuimos testigos de la escasez o desaparición de los laboratorios de los policlínicos, de reactivos para la determinación de la glicemia, el colesterol, el ácido úrico o la creatinina, por solo citar los más comunes. El estudio a nuestros pacientes se dificultó mucho; los servicios de rayos X se deprimieron a un mínimo inimaginable; los equipos de ultrasonido estaban situados en los hospitales y constantemente se averiaban debido a los años de explotación, el sobreuso y la falta de piezas de repuesto para su reparación; algo similar ocurrió con otros equipos para diagnóstico mucho más sofisticados, a los cuales muchas veces nunca pudieron acceder nuestros pacientes, por no estar técnicamente disponibles. Solo unos pocos policlínicos del país contaban con servicios de fisioterapia,y el acceso de nuestros pacientes a estos en los hospitales era muy bajo.
En el caso de la terapéutica la afectación fue aún mayor. La disponibilidad de medicamentos se redujo a la mitad de los que debían circular, y simultáneamente se incrementó el número de prescriptores, como ya he señalado. Los medicamentos esenciales escasearon y los Médicos de Familia, durante muchos años de los 90 sufrimos el hecho de tener que enfrentarnos a una consulta sin un adecuado respaldo en medicinas.
Algo que golpeó duramente el desarrollo científico técnico de nuestros Médicos de Familia, fue la falta de acceso a la literatura médica actualizada. Se redujeron las revistas médicas y los textos actualizados. Durante toda esa década no se dispuso en las consultas de un formulario nacional con los medicamentos aprobados en nuestro cuadro básico y sus principales características. Tampoco se dispuso de información relacionada con el tema de la prescripción: medicamentos controlados y procedimientos para prescribirlos; los estupefacientes, con las normas, leyes y regulaciones que acompañan el consumo de estos productos; la prescripción en grupos específicos o situaciones particulares, como pueden ser la edad pediátrica, la ancianidad, la gestación, la lactancia, la insuficiencia renal, etcétera.
Debido a todas las limitaciones que nos impuso el bloqueo y al privilegio de convivir con nuestros pacientes, los Médicos y Enfermeras de Familia sufrimos muy directamente el dolor de la población en estos años difíciles y todo lo que ello representó para la salud de nuestro pueblo. Este fue sin dudas también un daño muy directo a nuestros profesionales, pero en este caso en el orden moral. Nuestra profesión se nutre del mejoramiento y bienestar de las familias que atendemos, y fuimos testigos de cuánto se afectó la salud de la familia cubana durante estos años difíciles.
Es incuestionable cuánto se dejó de hacer y cuánto de limitaciones ha sufrido nuestra especialidad debido al recrudecimiento injusto y al arbitrario bloqueo que ha sido impuesto a nuestro pueblo. No obstante, aun con los pocos recursos con los que contamos y a pesar de todos los problemas en estos años duros, los Médicos y Enfermeras de la Familia, contribuimos con nuestro esfuerzo al cambio positivo que ha tenido lugar en el cuadro de salud de la población cubana. Obligados por las circunstancias, hemos reforzado nuestra labor preventiva.
Si comparamos la situación actual con respecto a 1984, momento en que comenzó la medicina familiar cubana, se aprecia que casi se triplicaron las consultas al niño sano. Se incrementó el trabajo con el riesgo preconcepcional y se ha reducido sostenidamente la tasa de abortos inducidos, el índice de bajo peso al nacer y la mortalidad infantil; se ha mantenido también el programa nacional de inmunizaciones gracias a lo cual se han erradicado varias enfermedades infecciosas; se redujeron igualmente en aproximadamente un 10 % el número de consultas externas en hospitales y en un 4 % los ingresos. Para minimizar los daños derivados de la falta de medicina incorporamos en nuestro espectro terapéutico las prácticas de medicina natural y tradicional. La expectativa de vida del cubano se ha incrementado a pesar de la crisis económica.
Detrás de estos logros en medio de las condiciones que impone el injusto bloqueo, está el trabajo abnegado de los Médicos y Enfermeras de Familia, quienes se han comportado como soldados anónimos en esta firme, necesaria e interminable batalla por resistirlo y vencerlo.
Recibido: 17 de octubre de 2003. Aprobado: 29 de octubre de 2003.
Dr. Félix J. Sansó Soberats. Mariano No. 415 entre Lombillo y Piñera, municipio Cerro, Ciudad de La Habana, Cuba.
E-mail: fsanso@infomed.sld.cu
1 Especialista de II Grado en Medicina General Integral. Profesor Auxiliar del ISCM-H. Miembro Titular de la Sociedad Cubana de Medicina Familiar.