INTRODUCCIÓN
La violencia doméstica, conyugal o de pareja, es un conjunto complejo de distintos tipos de comportamientos violentos, actitudes, sentimientos, prácticas, vivencias y estilos de relación entre los miembros de una pareja íntima, que produce daño y malestar grave a la víctima.1,2) El estudio de la violencia en la familia, a partir de la relación de pareja, constituye un problema complejo,3 ya que la familia como sistema social posee interrelaciones peculiares entre sus miembros, cara a cara, muy determinadas por vínculos afectivos que generan alianzas, coaliciones, pautas de autoridad, jerarquías, fronteras y tensiones muy específicas para cada grupo familiar; se incluyen normas, roles asignados o asumidos y su dinámica, en diferentes contextos y momentos de la vida de los individuos.3 Los problemas relacionados con el orden interno familiar (funcionamiento y organización de la misma) están muy vinculados al llamado síndrome de violencia familiar.2,4) Los hogares rotos, donde falta una de las figuras materna o paterna y no existe una relación intrafamiliar satisfactoria son más proclives a la violencia.4
Al examinar el más reciente análisis integral de la situación de salud (ASIS) emitido por el policlínico “Ana Betancourt”, perteneciente al municipio capitalino Playa, se constató un grado notable de subregistro para el fenómeno del maltrato o violencia en general. Paradójicamente, se apreció un aumento del por ciento correspondiente a familias catalogadas como disfuncionales, fundamentalmente nucleares, predominantemente, en orden de frecuencia, de los subtipos: pareja sin hijos en el hogar y pareja sin hijos. Los núcleos familiares disfuncionales son la fuente principal donde aparecen situaciones violentas.5) Por otra parte, el especialista que labora en el equipo básico de salud, en ocasiones, descuida la investigación, registro y seguimiento clínico adecuado de los pacientes que sufren violencia, en cualquiera de sus modalidades de expresión, e ignoran o no reconocen sus principales signos de alarma. En las historias de salud familiar habitualmente solo se registra el diagnóstico de maltrato que coincide con el perfil más burdo y evidente de este comportamiento no saludable, el llamado maltrato o daño físico, y no se registran a pacientes que sufren perfiles o modalidades aparentemente menos severas, como el abuso financiero, por negligencia, y el psicológico, sobre los cuales deberán recaer el peso de las acciones de salud comunitarias, por constituir, fundamentalmente este último, una forma solapada de agresión o coerción y, por tanto, la más utilizada.5,6
Caracterizar la situación real de la violencia doméstica o conyugal, en el contexto cubano, ayudará a entender más claramente el problema, y con ello desarrollar acciones preventivas y de intervención que, a su vez, permitan, a mediano o largo plazo, el mantenimiento de la armonía en nuestros hogares.
El objetivo de esta investigación es caracterizar la violencia doméstica en parejas disfuncionales cubanas.
MÉTODOS
Se realizó un estudio descriptivo, de corte transversal, en el policlínico “Ana Betancourt” durante el año 2017. El universo de estudio estuvo representado por el total de parejas disfuncionales que regularmente recibieron, por parte de los especialistas del equipo o departamento de salud mental del policlínico, tratamiento con psicoterapia dual, debido a dificultades en la comunicación y la dinámica conyugal, así como marcada hostilidad en las relaciones interpersonales. Dicha cifra ascendió a un universo de 43 parejas. La muestra quedó conformada por 30 parejas y se obtuvo utilizando un método no probabilístico de selección, el muestreo por criterios.
Criterios de selección
Inclusión
Parejas que residieran en el área de atención del policlínico “Ana Betancourt”.
Parejas disfuncionales que recibieron regularmente tratamiento con psicoterapia dual, durante el año 2017, por especialistas del equipo de salud mental, de dicha institución.
Parejas en unión marital, con al menos 24 meses de legalizada dicha unión.
Exclusión
Parejas homosexuales.
Parejas en unión consensual o concubinato.
Parejas cuya unión marital tuviera menos de 24 meses de legalizada.
Parejas que no residen en el área de atención del policlínico "Ana Betancourt".
Como método empírico se utilizó el cuestionario (ver anexo). Dicho instrumento fue diseñado por los autores, a partir de la revisión del protocolo de atención a personas afectadas por violencia intrafamiliar en Estados Unidos de Norteamérica7) y validado por especialistas e informantes claves que laboraron en el Centro Comunitario de Salud Mental, del municipio Playa y en el Centro Nacional de Educación Sexual. El cuestionario se aplicó a cada pareja en sus hogares, por personal calificado durante visitas de terreno. Esta herramienta se caracteriza por tener, varias interrogantes en su estructura, distribuidas en cuatro áreas, con respuestas cerradas, algunas de selección múltiple. Al total de preguntas se les hizo corresponder una escala de Likert con cinco alternativas cualitativas, para evidenciar y caracterizarla conducta violenta desde la perspectiva de la relación de pareja, La alternativa (nunca, casi nunca, a veces, casi siempre y siempre) marcada o seleccionada, como respuesta en cada rubro, se escogió por acuerdo entre ambos cónyuges.
Todas las variables son de tipo cualitativa nominal: Maltrato o violencia doméstica o conyugal (físico: Ítems del a al e, psicológico: Ítems del f al o, combinados: Ítems del a al o y negligencia: Ítem p); perfiles de relación de pareja (autoritario, democrático, permisivo, negligente, inconsistente: ítems del q al s); factores de riesgo familiar (de la organización y el funcionamiento: Ítem t) y consecuencias del comportamiento violento (ítems del v al w).
Una vez obtenida la información, se emplearon los procedimientos de la estadística descriptiva para su procesamiento de forma automática, se empleó un paquete estadístico Statistical Packagefor the Social Sciences (SPSS) para Windows versión 13.0, los resultados se expresaron en frecuencias relativas y absolutas, como medidas de resumen y se ilustraron en tablas. Los resultados se contrastaron con los elementos aportados por la bibliografía consultada, acerca de la temática.
Se recogió por escrito el consentimiento informado de todas las personas involucradas en la investigación, así como la autorización de las mismas para publicar los resultados, luego de ser exhaustivamente informadas de su propósito y brindarle la seguridad de que los datos obtenidos serían solo empleados con fines investigativos, por lo que se respetaría, en todo momento, su confidencialidad. Se les informó además del derecho a retirarse de la investigación en el momento que consideraran necesario. La investigación fue aprobada por el Comité de Ética, el Consejo Científico del Policlínico “Ana Betancourt” y el Centro Comunitario de Salud Mental del municipio Playa.
RESULTADOS
El maltrato psicológico exclusivo se constató en 60,0 % de las parejas estudiadas (n = 18). Se caracterizó porque de esas parejas, 77,8 % (n = 14) aseguró que, casi siempre, se recibieron humillaciones, siendo los gritos e insultos las más declaradas, así como las miradas agresivas, todas expresiones de abuso psicológico. Nueve parejas (50 %) refirieron que los sentimientos de manipulación, desvalorización y subestimación caracterizan, siempre, la atmósfera hogareña. En todas estas parejas (100 %) se advirtió un ambiente impositivo, pues las 18 declararon que, casi siempre, se imponen criterios, así como la manera de comportarse en el hogar y se exige obediencia. De las parejas estudiadas, 15 (83,3 %) refirieron que en el seno del hogar, casi siempre, se limitan derechos individuales, el derecho a participar en la toma de decisiones y a la comunicación se señalaron como los más afectados. La totalidad de las parejas señaló que el maltrato de orden psicológico ocurrió en seis o más ocasiones durante el último año. En el 100 % se señaló a la figura masculina como causante del daño emocional, en más de la mitad de las veces. También se señaló que, en 6 de estas parejas (n = 33,3 %), esta persona estaba bajo el efecto del alcohol y que padecía un desorden mental.
El maltrato combinado o mixto se constató en 40,0 % de las parejas estudiadas (n = 12). La totalidad señaló emplear, casi siempre, la fuerza manual de manera intencional, para castigar corporalmente, los empujones, sacudidas y puñetazos fueron las expresiones más declaradas de maltrato físico, el cual se mezcla o acompaña de humillaciones, recibidas en forma de amenazas de abandono e intimidación, con gestos o palabras. La totalidad refirió que los sentimientos de culpa y aislamiento caracterizan, casi siempre, la atmósfera en el hogar, con un ambiente controlador, donde se cela desmedidamente, se hacen prohibiciones injustificadas y se limita intencionalmente el derecho de privacidad. En esta modalidad, el maltrato ocurrió durante el último año en seis o más ocasiones y como causante del daño físico, se señaló al hombre o figura masculina en más de la mitad de las ocasiones. En 33,3 % de las parejas (n = 4), la persona que causó el maltrato físico estaba bajo el efecto del alcohol. En 41,7 % (n = 5), la persona que causó dicho daño padecía una enfermedad mental.
El maltrato por descuido o negligencia no se detectó en las parejas estudiadas. Tampoco se constató la modalidad de maltrato físico exclusivo.
En cuanto al comportamiento de los estilos de relación de pareja, se constató franco predominio del estilo autoritario, pues la totalidad de las mismas (n = 30) refirió, casi siempre, discusiones reiteradas en el hogar y declaró nunca utilizar la vía de la negociación o conciliación para intentar solucionar problemas o conflictos surgidos en la relación de pareja, así como, casi nunca, emplear conscientemente métodos reflexivos y persuasivos para garantizar la armonía y estabilidad de la pareja, dentro o fuera del hogar. Fue notorio que también 88,8 % de las parejas (n = 16) refiriera que, en el hogar, casi siempre un progenitor desautoriza al otro delante de la prole.
En la tabla se observan los factores de riesgo familiares que influyeron en el maltrato conyugal, 43,3 % de las parejas estudiadas (n = 13) señaló las relaciones afectivas de precaria calidad, y 33,3 % (n = 10), experiencias intrafamiliares favorecedoras de baja autoestima.
Como consecuencia de la violencia doméstica, la totalidad de las parejas (n = 30) reconoció la afectación notable de la salud física y mental de sus integrantes. Entre los daños más frecuentes se señalaron enfermedades psicosomáticas, el trastorno mixto depresivo-ansioso y disfunciones sexuales.
DISCUSIÓN
Aunque en épocas recientes la violencia era un hecho que no se admitía, se ha convertido en un verdadero problema de salud a nivel mundial.2) Internacionalmente, hoy se estima que alrededor del 40 % de las familias sufre alguna forma de violencia.3) En la investigación, la totalidad de las parejas evaluadas declaró frecuentes discusiones entre ambos miembros, que devienen, muchas veces, en sentimientos de hostilidad e inseguridad y, en ocasiones, de culpa o auto reproche. Los problemas familiares guardan estrecha relación con el comportamiento violento, ya que toda conducta violenta constituye motivo de distrés familiar, puesto que genera la perturbación y desorganización de sus integrantes.5,6 La literatura consultada8) afirma que, dentro de la violencia intrafamiliar, en específico la conyugal, es donde más se constata dificultades para la comunicación. El desequilibrio de poder o las dificultades en el desempeño de roles, la diferencia de edad, origen social y nivel académico, económico o profesional son también fuentes de posibles conflictos que generan violencia en el marco de la relación de pareja.
Según la literatura,9,10 el maltrato en la pareja es mayoritariamente ejercido por él contra ella, pues en algunas sociedades golpear a la esposa se considera una consecuencia del derecho del hombre a castigar físicamente a su mujer. Cifras ilustrativas reflejan que el 75 % de los cónyuges hombres maltrata a la pareja y solo un 2 % de las esposas a los maridos.9,10,11) Sin embargo, llama la atención, según datos más actuales, el evidente predominio de las mujeres como autoras de abusos psicológicos.11,12 La violencia infligida por la pareja se presenta en todos los entornos y grupos socioeconómicos, religiosos y culturales. La abrumadora carga mundial de violencia infligida por la pareja es sobrellevada por las mujeres. Si bien las féminas pueden ser violentas en sus relaciones con los hombres, a menudo en defensa propia, y a veces hay violencia entre parejas del mismo sexo, los agresores más comunes en la violencia contra la mujer son compañeros (o excompañeros) íntimos de sexo masculino. En cambio, es mucho más probable que los hombres sean víctimas de actos de violencia perpetrados por desconocidos o por conocidos que por alguien más cercano a ellos.12
Krug13 plantea que para que se considere violencia, la frecuencia de ocurrencia del "hecho" debe ser, al menos, de seis veces en el año. En el presente estudio, en más de la mitad de las ocasiones, se señaló a la figura masculina como causante del daño (tanto físico como psicológico), la totalidad de las parejas manifestó que el abuso o castigo ocurrió en seis o más ocasiones, durante el último año.
Se coincide con numerosos autores6,9) quienes plantean que la mujer sufre violencia doméstica cuando su pareja desconfía, tiene discrepancia en la relación marital, pobre comunicación interpersonal y es tres veces más frecuentemente provocada por personas que ingieren bebidas alcohólicas. La literatura especializada14 plantea que la presencia de manifestaciones asociadas al consumo de alcohol y otras sustancias de mayor poder adictógeno, con la consiguiente sensación de frustración y abandono constituyen, quizás, los factores más asociados a la violencia, imbricándose, en su génesis, elementos psicológicos y biológicos.
La literatura médica consultada15 refiere que la presencia de trastornos de personalidad con un perfil determinado de inmadurez, dependencia afectiva, inseguridad, emocionalmente inestables, impacientes e impulsivos y otras afecciones psiquiátricas se relacionan con la violencia, tanto en los victimarios como en sus víctimas. La mayor cantidad de hogares con violencia doméstica presenta tres o más miembros con afectación de su salud mental. Los síntomas de trastornos de adaptación y trastornos neuróticos se presentan con mayor frecuencia en las familias violentas además de ser, esto último, un riesgo de padecer trastornos psicológicos.11,14,16
La violencia doméstica o conyugal abarca un amplio espectro que va desde las presiones psicológicas mediante la constante amenaza de abandono, el chantaje económico y la desatención a los hijos hasta la violencia física.1,2) La mayor parte de los estudios15,16 solo hace mención a la violencia física, tradicionalmente la forma más visible, pero la psicológica suele acompañarla, constatándose la combinación frecuente de ambas modalidades. Lo que todas las formas de violencia doméstica tienen en común es que constituyen un abuso de poder y de confianza.
Los resultados de esta investigación evidencian que existe una serie de condicionamientos sociales, económicos e ideológicos en la pareja, que hacen que las tensiones y los enfrentamientos formen parte de las relaciones entre sus miembros. La literatura especializada consultada17,18 asegura que la violencia, como un problema de salud, está presente con una frecuencia no despreciable, pero las personas, a pesar de identificarla, no tienen conciencia de ésta como una enfermedad. En otras ocasiones, formas sutiles de violencia como son "los silencios", la privación de saludos y la no comunicación entre otros, son de difícil identificación por un tercero. En Cuba, como en otros países, resulta difícil estimar la magnitud de la violencia doméstica, y todavía son escasas las cifras de violencia en el interior de la familia3,10 y las investigaciones con respecto al tema a juicio de los autores, son insuficientes. Aunque hay un creciente cúmulo de conocimientos acerca de la magnitud, las características y los factores de riesgo asociados con la violencia de pareja, subsisten muchas lagunas en la investigación, por ejemplo, sobre las características de las respuestas de las mujeres a la violencia y sobre los efectos de la violencia de pareja en los niños.16,18
En conclusión, el fenómeno de la violencia conyugal o doméstica es una realidad detectada en la totalidad de las parejas disfuncionales evaluadas, predominantemente en su modalidad de maltrato psicológico. Las relaciones afectivas de precaria calidad constituyeron el principal factor de riesgo familiar asociado al actual patrón de violencia doméstica. Prevaleció el estilo autoritario en la relación de pareja, con un desconocimiento absoluto del método democrático. Como consecuencia del comportamiento violento ambos cónyuges estaban física y mentalmente dañados.