Introducción
La violencia intrafamiliar, comprende todos aquellos actos violentos, desde el empleo de la fuerza física hasta el acoso o la intimidación, que se producen en el seno de un hogar y es perpetrada, al menos, por un miembro de la familia contra algún otro familiar.1 Es considerada como una forma de violencia social, en tanto es una expresión de las relaciones sociales que acontecen a nivel particular.1,2 La violencia intrafamiliar tiene formas solapadas de manifestarse, bajo la justificación de que lo que sucede en el marco familiar es privado y que cada familia impone sus reglas de respeto y de relación entre sus miembros por lo que, bajo ese tapiz, existe un número importante de víctimas. Reconocerla y nombrarla resulta complicado, a tal punto que muchos hechos conocidos no se identifican ni se relacionan con ella.2
Referirse a la violencia, en el ámbito familiar, cuesta trabajo, ya que la familia es el lugar donde nace, crece y se desarrolla el ser humano y constituye el núcleo de toda sociedad, pero también en ella, por su educación sexista y la importancia de la socialización diferenciada para hombres y mujeres, el aprendizaje de patrones de resolutividad ante los conflictos, los estilos educativos, el tipo de comunicación, el establecimiento de las relaciones, la expresión de la afectividad, entre otras razones, gravitan factores de riesgo para el comportamiento violento de sus integrantes.3
Las relaciones familiares engloban las diversas interacciones que se dan entre sus miembros (relaciones de pareja, relaciones paterno- filiales, relaciones con otros integrantes de la familia) y matizan cualitativamente a cada núcleo familiar. La dinámica relacional conforma el ambiente y la atmósfera del hogar, le imprime un clima agradable, de satisfacción o un clima desagradable, de tensión.4 Los problemas relacionados con el orden interno familiar están muy vinculados al llamado síndrome de violencia familiar.3,4 Con frecuencia, el funcionamiento familiar se ve afectado por la existencia de eventos con una intensa carga generadora de estrés que desestabilizan psicológicamente al núcleo familiar. El comportamiento violento constituye motivo de distrés familiar, porque cualquiera de sus formas de expresión genera la perturbación, desorganización y grave y profundo deterioro de la familia. Sus patrones habituales de existencia suelen ser vulnerados cuando en su seno ocurre el maltrato o abuso de uno o más de sus integrantes, el modo de vida se modifica, polarizando la atención hacia la víctima, sea niño, mujer o anciano, que constituyen los grupos de riesgo.4
El estudio de la repercusión de la violencia en el contexto hogareño constituye un problema complejo, ya que la familia como sistema social posee interrelaciones peculiares entre sus miembros, cara a cara, muy determinadas por vínculos afectivos que generan alianzas, coaliciones, pautas de autoridad, jerarquías, fronteras y tensiones muy específicas para cada grupo familiar, se incluyen normas, roles asignados o asumidos y su dinámica en diferentes contextos y momentos de la vida de los individuos.5
Precisar cuál es la repercusión o impacto de la conducta violenta en las familias cubanas ayudará a entender más claramente el problema, y con ello articular acciones preventivas y de intervención que, a su vez, permitan, a mediano o largo plazo, el mantenimiento de la armonía en nuestros hogares.
Conociendo que es precisamente en la familia donde deben generarse los mecanismos de afrontamiento a la violencia intrafamiliar es que nos motivamos a realizar la presente investigación, que tiene como objetivo evaluar la repercusión familiar de la conducta violenta en hogares.
Métodos
Se realizó un estudio descriptivo, de corte transversal, con 43 familias que constituyeron la totalidad de los hogares en los que aconteció la violencia interpersonal en cualquiera de sus formas de expresión (castigo físico, abuso psicológico, maltrato por descuido a negligencia, maltrato financiero y maltrato combinado o mixto), durante el bienio 2016- 2017. Todas las víctimas fueron reportadas por el Departamento de Salud Mental del municipio capitalino Playa. La variable dependiente: repercusión familiar (categórica nominal- politómica) se evaluó empleando una herramienta cuanti-cualitativa llamada Instrumento de repercusión familiar global (González I, Herrera SP. Instrumento de Repercusión Familiar Global (IRFAG), 1989), que la calificó en cinco grados o niveles: no repercusión (valores inferiores a 20 puntos), repercusión leve (valores entre 20 y 40 puntos), repercusión moderada (valores entre 41 y 60 puntos), repercusión elevada (valores entre 61 y 80 puntos) y repercusión severa (valores entre 81 y 100 puntos). En su estructura, dicho instrumento posee de un total de veinte rubros, en forma de afirmaciones, distribuidos en cuatro áreas: socioeconómica, sociopsicológica, funcionamiento familiar y estado de salud individual, en las que se agrupan diferentes constructos, tales como las relaciones con los vecinos, hábitos y costumbres familiares, tiempo de descanso, reposo, organización y control de la vida familiar, armonía, cohesión, adaptabilidad familiar, distribución de roles, afectividad, entre otros. A la totalidad de las afirmaciones se les aplicó una escala de likert, con cinco alternativas cualitativas: nunca, casi nunca, a veces, casi siempre y siempre, a las que se les hizo corresponder una escala numérica ascendente (1al 5). La suma natural de todos los valores, es igual a 100 puntos. La alternativa de respuesta a cada rubro se eligió por acuerdo entre todos los integrantes mayores de 19 años de cada núcleo familiar que integró el estudio. Todas las personas fueron evaluadas en sus domicilios, durante las visitas de terreno, por personal especializado.
Según el grado en que el evento o suceso psicotraumatizante produjo cambios en el seno familiar, se utilizaron los símbolos: (+) como favorable o (-) para indicar la repercusión desfavorable.
Una vez obtenida la información, se emplearon los procedimientos de la estadística descriptiva para su procesamiento de forma automática, empleando un paquete estadístico Statistical Packageforthe Social Sciences (SPSS) para Windows versión 13.0, expresando los resultados en frecuencias relativas y absolutas, como medidas de resumen e ilustrándolo en tablas. Los resultados se contrastaron con los elementos aportados por la bibliografía consultada, acerca de la temática
Se recogió por escrito el consentimiento informado de todas las personas involucradas en la investigación, así como la autorización de las mismas para publicar los resultados, luego de ser exhaustivamente informadas de su propósito y brindarle la seguridad de que los datos obtenidos serían solo empleados con fines investigativos, por lo que se respetaría, en todo momento, su confidencialidad. Se les informó además del derecho a retirarse de la investigación en el momento que consideraran necesario. La investigación fue aprobada por el Comité de Ética y el Consejo Científico del Centro Comunitario de Salud Mental, del municipio Playa.
Resultados
En el 86 % (n = 37) de la muestra predominó la modalidad de maltrato mixto o combinado (físico + psicológico), seguido de las familias que sufrieron únicamente el maltrato por descuido o negligencia que aconteció en el 14 % de los núcleos familiares (n = 6). Los perfiles de abuso o castigo físico y psicológico no se reportaron de manera aislada o única. Tampoco se reportó maltrato financiero.
En la tabla 1 se aprecia que en los 37 núcleos familiares que padecieron la modalidad mixta o combinada de maltrato predominó la repercusión familiar severa, representando el 78, 4 % (n = 29), mientras que el 16,2 % (n = 6) calificó la repercusión como elevada y solo el 5,4 % (n = 2) la calificó como moderada. En las 6 familias que sufrieron maltrato por negligencia, el 66,7 % (n = 4) calificó la repercusión familiar como moderada y el restante 33,3 % (n = 3) la calificó como leve.
En la tabla 2 se observa que en la modalidad de maltrato mixto o combinado el sentido de la repercusión para la salud familiar resultó desfavorable en la totalidad de las familias (n = 37). En el maltrato por descuido o negligencia fue calificado como favorable en 4 familias y como desfavorable en 2 familias. En 4 familias (9,3 %) la conducta violenta fue considerada un evento generador de cambios positivos en el seno familiar; ello explica el sentido favorable (+) de su repercusión en tal contexto.
No obstante, se muestra que el sentido de la repercusión para la salud familiar de la conducta violenta resultó mayoritariamente desfavorable en el 90,7 % de los núcleos (n = 39).
En la tabla 3 se precisa que el área socioeconómica se destaca como la de menor afectación familiar, pues exhibió un nivel de repercusión leve en el 56,8 % de las familias donde aconteció maltrato combinado (n = 21). En el área sociopsicológica se detectó repercusión elevada en el 40,5 % de los núcleos, mientras que las áreas de funcionamiento familiar y estado de salud individual señalaron una repercusión elevada en más de la mitad de las familias implicadas en la investigación, con una afectación de 56,7 % y 51,3 % respectivamente.
En la tabla 4 se precisa que el área socioeconómica nuevamente se destaca como la de menor afectación familiar, pues exhibió un nivel de repercusión leve en el 83,3 % de las familias donde aconteció maltrato por negligencia (n = 5). En el área sociopsicológica se encontró repercusión elevada justamente en la mitad (n = 3) de los núcleos, mientras que el área de estado de salud individual señaló repercusión elevada en más de la mitad de las familias, con una afectación de 83,3 %. El área de funcionamiento familiar mostró un grado de repercusión elevada en la totalidad de las familias implicadas.
Discusión
Esta investigación evidencia que la familia, como célula fundamental de la sociedad, no está exenta de la práctica de violencia. Existen una serie de condicionamientos sociales, económicos e ideológicos, en el seno familiar, que hacen que las tensiones y los enfrentamientos formen parte de las relaciones entre sus miembros.5 En Cuba, como en otros países, resulta difícil estimar la magnitud de la violencia intrafamiliar. Todavía son escasas las cifras de violencia en el interior de la familia y las investigaciones, con respecto al tema, son insuficientes.6) Aunque existe un creciente cúmulo de conocimientos acerca de la magnitud, las características y los factores de riesgo asociados con la violencia intrafamiliar, subsisten muchas lagunas en la investigación, por ejemplo sobre las características de las respuestas de las mujeres a este flagelo y sobre los efectos de la violencia de pareja en los niños.5,6)
En este estudio, todas las víctimas del comportamiento violento intrafamiliar fueron reportadas por el Departamento de Salud Mental, del municipio Playa, durante los años 2016 y 17, por lo que en el bienio solo se registraron 43 núcleos que sufrieron violencia. Sin embargo, según datos estadísticos ofrecidos por el propio departamento en igual período, se apreció un ascenso de las familias catalogadas como disfuncionales. El mal funcionamiento familiar se comportó como el indicador con más impacto negativo sobre la salud familiar, por lo que se infiere existe un grado notable de subregistro o infradiagnóstico para el fenómeno de la violencia en dicho municipio. La literatura especializada consultada7 asegura que la violencia, como un problema de salud, está presente con una frecuencia no despreciable, y que sus tasas de prevalencia e incidencia resultan significativamente muy bajas por errores que todavía persisten en su denuncia y/o diagnóstico. Muchas personas no se percatan que diferentes situaciones, que viven en sus vidas cotidianas, son manifestaciones de violencia, tiende a ser naturalizada, se ve como “normal”, lo que se traduce en obviar e invisibilizar el problema.
En la investigación predominó el maltrato mixto en el 86 % de la muestra. Ello coincide con lo reportado en la literatura consultada8 que asegura que la mayor parte de los estudios solo hacen mención a la violencia física, tradicionalmente la forma más visible, burda y evidente, pero la psicológica suele acompañarla, constatándose la combinación muy frecuente de ambas modalidades, por eso clínicamente se habla de violencia o maltrato combinado o mixto. La violencia psicológica no deja huellas visibles de inmediato, pero sus implicaciones son más trascendentes y para muchas personas, quizás sea más dolorosa que los ataques físicos porque socavan eficazmente su confianza y autoestima. Lo que todas las formas de violencia tienen en común es que constituyen un abuso de poder y de confianza.9
Coincidiendo con el resultado de una investigación previa10 el comportamiento violento exhibió mayoritariamente una connotación negativa, lo cual se explica por su alto potencial traumático. El suicidio es también una conducta violenta, lo que contra sí mismos o auto infligida, pero esencialmente es también un acto agresivo y destructivo. La conducta violenta, en general, puede ser: auto infligida (abarca el intento suicida y el suicidio consumado), interpersonal y colectiva. La posibilidad de conversar de manera clara y directa los problemas familiares, así como las modificaciones que ocurrieron en el ámbito de las relaciones afectivas entre miembros de las familias involucradas y las responsabilidades desempeñadas previamente, fueron aspectos reevaluados, sometidos a procesos de clarificación (focalización y análisis de comportamiento); se describieron escalas de valores y se obtuvo como resultado un nivel que alcanzó proporciones relevantes educativas en los orígenes de superación positiva de las relaciones interpersonales en el seno familiar. En este sentido, los integrantes de cuatro familias consideraron favorable la repercusión. Es válido señalar que los grupos de edades de los pacientes pertenecientes a tales familias, correspondían a adultos jóvenes, período en el cual las importantes transformaciones, psicofísicas y comunicativas, en el medio familiar, interactúan significativamente con las personalidades parentales.7
La conducta violenta, o su amenaza inminente, crea en los familiares expectativas angustiosas. El dolor del castigo físico o del abuso psicológico es generalmente percibido en su calidad negativa y las reacciones de duelo, por la pérdida de la integridad física y emocional, suelen prolongarse en la medida de la solidez de los lazos afectivos previos y repercuten, no pocas veces, en la salud mental de los familiares más allegados. La vulnerabilidad de algunos miembros en los que los mecanismos adaptativos fallan, engendran trastornos situacionales y potencialmente pueden desencadenar episodios reactivos de naturaleza diversa; por otra parte, en las familias donde coexisten menores, se crea un precedente que señala al comportamiento violento como vía opcional de solución de conflictos, lo cual se adiciona como elemento análogo en el aprendizaje.
En ambas modalidades de violencia el área socioeconómica se mostró como la menos afectada. Zayas y otros9 plantean que las secuelas emocionales y conductuales de la violencia son tantos o más dramáticos que su impacto socioeconómico. Este resultado se debe, en buena medida, al hecho de que en Cuba la atención médica es gratuita y los costos de los psicofármacos es asequible a la generalidad de las familias. Se emplearon, además, los recursos psicoterapéuticos como piedra angular en el tratamiento de los pacientes y familias con este tipo de problemas lo que facilitó su reincorporación en corto plazo a sus puestos laborales con la menor afectación en dicha área.
En ambas formas de expresión de la violencia intrafamiliar, la repercusión en el área sociopsicológica resultó notoria. El alto potencial generador de estrés del abuso o maltrato, las expectativas de los familiares referentes a nuevos intentos violentos o a su recurrencia, los diferentes estilos de enfrentamiento, el grado de lesión dependiente del momento en que ocurre el comportamiento violento dentro del ciclo de vida familiar, reacciones impulsivas, hostilidad, rabia y culpa expresadas, etc., son factores que contribuyen a la desestabilización de las variables sociopsicológicas exploradas, tales como: las relaciones con los vecinos, hábitos y costumbres familiares, tiempo de descanso, reposo, organización y control de la vida familiar, entre otros. Además de heridas y muerte, la violencia puede traer consigo un sinnúmero de problemas sanitarios, profundas alteraciones en la salud mental (deterioro de la autoestima, falta de motivación, temor, predisposición al consumo de alcohol y drogas), enfermedades sexualmente transmisibles, embarazos no deseados, trastornos de comportamiento, deserción escolar, entre otros.
Entre los factores individuales a considerar, para el desencadenamiento de las diversas manifestaciones de violencia intrafamiliar, tenemos las características psicológicas de sus miembros, la propensión a la frustración, la sensación de abandono o rechazo, la proclividad a la culpa, la impulsividad (sea ésta caracteropática u orgánica), la falta de valores morales incorporados, el aprendizaje de conductas violentas en el hogar, en la escuela o en otros colectivos de pertenencia, la falta de un sentimiento de identidad propia y las dificultades en las relaciones interpersonales.11
En cuanto al área del estado de salud individual, más de la mitad de los núcleos familiares estudiados sufrieron una repercusión elevada en dicha área. Diferentes variables tales como, la edad de los convivientes, vulnerabilidad, grado de tolerancia a las frustraciones, efectividad de los dispositivos adaptativos, etc., influyeron en tal distribución, incluyendo las enfermedades crónicas no transmisibles padecidas por sus miembros y susceptibles a ser descompensadas por eventos psicotraumatizantes. La presencia de trastornos de personalidad con un perfil determinado de inmadurez, dependencia afectiva, inseguridad, emocionalmente inestables, impacientes e impulsivos y otras afecciones psiquiátricas se relacionan con la violencia, tanto en las víctimas como en los victimarios.11 La mayor cantidad de hogares con violencia intrafamiliar presenta tres o más miembros con afectación de su salud mental. Los síntomas de trastornos de adaptación y trastornos neuróticos se presentan con mayor frecuencia en las familias violentas además de ser, esto último, un riesgo de padecer trastornos psicológicos.9,11
En conclusión, se encontró un determinado grado de repercusión entre los miembros de todas las familias donde se produjo violencia. Predominó la modalidad de maltrato mixto o combinado. De las áreas que conforman la repercusión familiar global la de mayor afectación fue el funcionamiento familiar, seguida del estado de salud individual y la sociopsicológica. El sentido de la repercusión del comportamiento violento fue mayoritariamente desfavorable para la salud familiar, con predominio negativo en todas sus áreas.