Introducción
El siglo xxi se ha caracterizado desde sus inicios por una problemática de salud que ha afectado al mundo.1,2,3 La infección por SARS-CoV-2 se identificó por primera vez el 1 de diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, en la China central, cuando se informó de un grupo de personas con neumonía de causa desconocida, vinculada, principalmente, con trabajadores de un mercado mayorista de mariscos del sur de China en la ciudad de Wuhan.4,5).
La pandemia se ha extendido por los cinco continentes en solo unos meses tras los primeros casos de COVID-19 aparecidos en China.6) Definida por la Organización Mundial de la Salud como una pandemia mundial, la COVID-19 afecta a todas las personas, pero no a todas por igual.4
Desde esa fecha se han presentado casos de COVID-19 en todo el mundo y el mayor número de muertes de ha trasladado desde China a Europa. Todo lo anterior llevó a que la OMS declarase pandemia el 11 de marzo de 2020.3 En general, la tasa de letalidad en este momento cercana al 3,2 %, si bien en algunos países como Italia se ha observado una mucho mayor.5) Se sabe que los más afectados son los adultos mayores, ya que desde los 60 años en adelante las complicaciones por COVID-19, así como la tasa de letalidad, aumentan significativamente.6
La pandemia producida por el nuevo coronavirus constituye, sin duda, una de las peores crisis sanitarias enfrentadas hasta ahora, la cual está afectando de una forma profunda y dramática a los adultos mayores.7 De los casos diagnosticados en Colombia hasta el 27 de mayo del 2020, 14,7 % fueron pacientes de 60 años y más (3541 casos). Dentro de este grupo poblacional se observó la mayor proporción de casos graves y fatales, donde 10,8 % de estos se mantuvieron en hospitalización, 2,7 % en unidades de cuidados intensivos (UCI) y 16,5 % fallecieron.8
En Cuba se diagnostican los primeros casos procedentes de Italia en la ciudad de Trinidad, Sancti Spíritus, el 11 de marzo del 2020,9 con comportamiento similar de mayor morbilidad y mortalidad en el adulto mayor.10 Las personas mayores son un grupo especialmente vulnerable ante la enfermedad producida por el SARS-CoV-2, presentan un peor pronóstico por su comorbilidad, los síndromes geriátricos y la fragilidad asociada al envejecimiento,11 por lo que la pandemia fue definida como una emergencia geriátrica.12
Es imprescindible prestar la debida atención a los grupos vulnerables, en especial a los adultos mayores, ya que el aumento de edad condiciona una disminución de la respuesta inmunológica y capacidades de regeneración, así como una disminución del índice de masa corporal, de la funcionalidad y el aumento de las comorbilidades y la polifarmacia.13 Cuba exhibe 21,3 % de envejecimiento poblacional,7 lo que fundamenta la constante especialización de la atención al paciente geriátrico desde el primer nivel de atención en salud. De esta forma, se puede lograr una atención más efectiva a los adultos mayores, a través de los consultorios médicos presentes en cada comunidad.
En Cuba, Cobas-Planchez y otros14 reportaron en un estudio sobre características clínicas de pacientes con sospecha de COVID-19, que los mayores de 60 años representaron 30,43 % de los casos positivos. Medina-Fuentes y otros15 en el estudio sobre características clínico epidemiológicas de pacientes positivos a la COVID-19, encontraron predominio de pacientes mayores de 60 años (38,4 %).
En correspondencia con esto, muestran un incremento del riesgo de hospitalización y mortalidad en adultos mayores con respecto a la población general. Además, exhiben un aumento en la necesidad de atención intensiva de los infectados en este grupo de edad por presentar cuadros graves complicados y descompensación de sus enfermedades de base.
En este contexto, se enmarca el problema abordado en la presente investigación cuyo objetivo fue diseñar acciones comunitarias e intersectoriales para la COVID-19 en el adulto mayor.
Métodos
Se realizó un estudio cuasi experimental de intervención mediante acciones comunitarias e intersectoriales para prevenir la COVID-19 en el adulto mayor pertenecientes al Consultorio del Médico de la Familia 16 del Policlínico “Guillermo Tejas Silva” en el período de abril a diciembre del 2020. El universo estuvo constituido por 134 personas mayores de 60 años, del cual se seleccionó la muestra constituida por 110 (n = 110).
Para la selección de la muestra se tuvieron en cuenta los siguientes criterios de selección:
Criterios de inclusión: Residir en el área en el momento de la intervención y aceptar participar en la intervención.
Criterios de exclusión: Residir en otra área de salud en el momento de la investigación y
estar en casa de abuelos o en el hogar de ancianos.
Criterios de salida: Gerontes que abandonaran la investigación en cualquiera de sus etapas, independientemente de la causa.
La investigación se desarrolló durante tres etapas predefinidas: diagnóstico, intervención y evaluación. Un primer momento de diagnóstico para identificar las necesidades de aprendizaje y evaluar el 100 % de los adultos mayores, un segundo momento donde se puso en marcha el diseño de la intervención comunitaria e intersectorial y el último encaminado a evaluar el impacto de la intervención.
Para la aplicación de la primera etapa fueron evaluados 100 % de los adultos mayores, y se determinaron las necesidades de aprendizaje. La estrategia de evaluación integral se realizó en la esfera biomédica, psicológica y social. Finalmente, se evaluaron el estado funcional integral y los criterios de fragilidad. Cada miembro realizó las siguientes actividades:
Equipo Básico de Salud (EBS): Realizaron dispensarización de forma adecuada, aplicó la encuesta de 10 preguntas para evaluar nivel de conocimiento, se ofreció educación para la salud inicial dirigida a los elementos que no conocían o tenían dudas, pesquisa diaria, se realizó el EGEF (escala geriátrica de evaluación funcional), Barthel (Instrumento de evaluación de las actividades diarias de la vida) y la Escala de Fragilidad a todos, definiendo los grados de dependencia.
Se entrevistaron con el clínico, psicólogo, trabajadora social, nutricionista y otras especialidades según la necesidad como angiología, urología, otorrinolaringología y oftalmología.
Clínico: Realizó evaluación clínica integral, control de comorbilidad y pluripatología, definiendo el tratamiento para su control, definió la presencia de deterioro funcional y grado de dependencia, estableció frecuencias para el seguimiento por el Equipo Básico de Salud.
Psicólogo: Evaluó posibles trastornos mentales, neurológicos y uso de sustancias, aplicó un diseño de autocuidados enfatizando en las medidas generales del uso correcto nasobuco, lavado frecuente de las manos, distanciamiento social y otras medidas de cuarentena.
Trabajadora social: Evaluó en conjunto al EBS, las condiciones sociales del adulto mayor, incluida la per cápita familiar, las condiciones de la casa, las posibilidades de elaboración alimentos y gestionó en dependencia de sus condiciones y en caso que no tuviera cuidadora una gestora social.
Nutricionista: Evaluó en conjunto al EBS el estado nutricional definiendo patrones de dietas individuales.
Jefe de Grupo Básico de Trabajo y Supervisora: controlaron el cumplimiento de las acciones.
En la segunda etapa se puso en marcha el diseño de la intervención comunitaria e intersectorial denominada La tercera no es la vencida.
El apoyo comunitario estuvo dirigido a la elaboración y entrega de nasobucos, limpieza y desinfección de la vivienda, un gestor social para gestión de los medicamentos controlados, búsqueda de los alimentos al sistema de atención a la familia (SAF), gestión de los alimentos a la bodega e intervención intersectorial de algunos de los riesgos que fueron identificados en las visitas a las familias.
El tratamiento comunitario e intersectorial de los riesgos se desarrolló de forma simultánea, con la colaboración de organismos, sectores y la comunidad a través de un movimiento popular para el empoderamiento comunitario y consistió en eliminar los riesgos medio ambientales de las viviendas de adultos mayores tales como: microvertederos, limpieza del alcantarillado, poda de jardines, limpieza de solares yermos y draga de zanjas. Para ello se contó con la colaboración de la dirección municipal de salud pública y de las entidades municipales (Unidad de Higiene y Epidemiología, Empresa de Acueducto y Alcantarillado, Empresa de Comunales, Microbrigadas, Comités de Defensa de la Revolución, Federación de Mujeres Cubanas y Central de Trabajadores de Cuba).
En la tercera etapa se evaluaron los resultados de la estrategia, teniendo en cuenta la evaluación del 100 % de los adultos mayores, los conocimientos adquiridos, los resultados de la estrategia comunitaria e intersectorial y la ausencia de COVID-19 en el adulto mayor.
La información se obtuvo de los registros del departamento de estadística, así como de los informes de promoción de salud del policlínico.
Se aplicaron de técnicas cualitativas de observación y participación durante el proceso, lo cual permitió la confección de tablas de 2 entradas, donde se utilizaron la frecuencia absoluta y el porcentaje.
Para el desarrollo de la investigación se siguieron los principios éticos para las investigaciones médicas en seres humanos, promulgados en la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial.16) Inicialmente, se solicitó autorización a la dirección del policlínico para acceder al análisis de la situaciòn de salud, historias clinicas familiares e individuales de los adultos mayores del CMF 16.
A los gerontes que formaron parte del estudio se les solicitó el consentimiento informado para aprobar su participación; asegurándoles el anonimato de sus evaluaciones y planteamientos en la confección del informe final y que los datos obtenidos solo iban a ser usados para fines científicos. Fueron respetados los procederes y normas existentes para la atención del adulto mayor en las instituciones de salud.
Resultados
La tabla 1 muestra la distribución de los adultos mayores por edad y sexo, se observa un predominio del grupo de edad de 60-64 años con 41 gerontes (37,3 %), seguido del de 65 a 69 años dado por 32 casos (29 %), el grupo de 70-74 con 14 casos (12,8 %), los gerontes de 75 a 79 y los mayores de 80 años con 8 casos cada uno (7,3 %), los menos representados fueron los mayores de 85 con 7 (6,3 %).
El análisis por sexo del adulto mayor permite definir un ligero predominio de las féminas sobre los masculinos dado por 56 y 54 casos para un 50,9 % y 49,09 %, respectivamente.
La distribución de los adultos mayores por nivel de independencia según EGEF y Barthel es mostrada en la tabla 2, donde se evidencia un franco predominio de forma general de los evaluados independientes activos y satisfechos con la vida que llevan, con 50 (45,5 %), seguido de los con alguna limitación con 30 casos. Además, 25 gerontes (22,7 %) dependían de otra persona y 4,5 % de ellos estaban totalmente incapacitados, exigían cuidados constantes.
Al realizar el análisis por sexos podemos inferir que 40 de las 56 féminas eran independientes (71,4 %) y 16 de ellas requerían de otra persona (28,5 %). En el caso de los hombres, 40 de ellos eran independientes (74,07 %) con relación a su grupo y 25,9 % dependían de otra persona.
Fuente: Historia clínica individual. Evaluación escala geriátrica de evaluación funcional y Barthel.
La tabla 3 muestra los resultados de las acciones de intervención del sector salud para el control del adulto mayor, se observa que al 100 % se le pesquisa diariamente educación para la salud diferenciada, teniendo en cuenta sus necesidades de aprendizaje, se diseñó un plan de autocuidados y apoyo psicológico. En 71 pacientes se evaluó adherencia al tratamiento, para un 100 % de los que lo requerían, se indicaron 44 patrones de dietas nuevos para un 40 %, en 34 pacientes se modificó el tratamiento (30,9 %), 21 (19,0 %) se interconsultaron con otras especialidades y en 17 (15,4 %) se realizaron exámenes de laboratorio.
Los resultados de las acciones comunitarias e intersectoriales son mostrados en la tabla 4, donde se destacan 185 acciones, dentro de las cuales está la confección de más de 1 nasobuco por adulto mayor (por ellos mismos), se garantiza gestora social con beneficio para 18 adultos mayores, 4 gerontes son asistidos por nuevas cuidadoras, 3 chequeras de asistencia social y se benefician a 9 de ellos con medicamentos exentos de pago y alimentos en el sistema de atención a la familia.
Se complementan las acciones con la solución de riesgos medioambientales en viviendas y alrededores de los pacientes como: solución de salideros intra y extradomiciliarios, obstrucción intradomiciliaria, enyerbamiento, entre otras (tabla 4).
El impacto de la estrategia para prevenir la COVID-19 en el adulto mayor se observa en la tabla 5, donde se evidencian resultados favorables, 100 % de ancianos con adherencia al tratamiento, controlados de su enfermedad, pesquisados y beneficiados con nasobuco. De los adultos mayores, 101 (91,8 %) adquirieron conocimientos después de la aplicación de la estrategia; 54 del total de gerontes (49 %) recibieron beneficios de las acciones comunitarias, relacionándose con los de mayor riesgo y gracias al apoyo psicológico y al plan de autocuidado diseñado y aplicado a cada adulto mayor, se logran reducir los trastornos emocionales. Antes de la estrategia, 51 presentaban esta situación y después solo en 11 casos (10 %). Se reportaron 2 casos de COVID-19 antes de la estrategia y después de esta ninguno, a pesar de tener focos en el área en el período analizado.
Discusión
La vulnerabilidad de adulto mayor frente a la COVID-19 ha llevado a la implementación de medidas preventivas más restrictivas de confinamiento para evitar su contagio, y a la implementación de medidas intensivas de control de propagación de la infección en las residencias.17
Los resultados obtenidos en el estudio relacionado al grupo de edad predominante y al sexo pueden ser atribuibles a la correspondencia con las características demográficas en el área de salud.
Al comparar estos resultados con los encontrados por otros autores,18,19 se aprecia coincidencia en el sexo femenino y el grupo de edad encontrado. Este aumento de la expectativa de vida ha posibilitado a su vez el aumento de los llamados viejos-viejos, con sus implicaciones socioeconómicas-médicas muy importantes.17,20
Durante décadas, investigadores y clínicos han clasificado típicamente la discapacidad asociada con la edad a partir del desempeño del anciano en las actividades de la vida diaria (AVD) y dentro de ellas dos dominios: las actividades básicas de la vida diaria (ABVD) y las actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD).21 El predominio del senil independiente activo y satisfecho con la vida que lleva, en el área de salud está relacionado con varios factores: el predominio de edades donde el adulto mayor aún conserva de forma activa el desempeño en las actividades de la vida diaria y, por otra parte, un alto por ciento de nuestros adultos mayores vive con su familia.
La familia es, sin lugar a dudas, la primera red de apoyo social que posee el individuo a través de toda su vida, el apoyo que ofrece esta es el principal recurso de prevención de la enfermedad y sus daños,22 así como el más eficaz que siente y percibe el individuo frente a todos los cambios y contingencias a lo largo del ciclo vital en el contexto social, por lo cual consideramos que el hecho de que el adulto mayor permanezca con su familia es un elemento esencial para interpretar de forma adecuada la estrategia .
Por otra parte, un porciento bajo de los adultos mayores resultó ser dependiente de otra persona, criterio que lo convierte en un anciano frágil y, por tanto, con mayor vulnerabilidad de enfermar. La fragilidad de algunas personas mayores condiciona su pobre respuesta inmunitaria y la disminución de la reserva funcional, que conlleva una reducción en la capacidad intrínseca y la resiliencia.18 Además, el hecho de que estos adultos mayores estén en confinamiento y deben permanecer sin movilidad tiene muchas consecuencias negativas, como la reducción o inactividad física y su implicación en problemas de sueño, insomnio y somnolencia diurna que ya ha sido demostrado en diferentes investigaciones.17,18,21
La participación activa del adulto mayor en actividades sociales y comunitarias desde su casa enfatiza el término de envejecimiento activo, que plantea la optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida y participar en la sociedad de acuerdo con sus necesidades, deseos y capacidades, mientras que les proporciona protección, seguridad y cuidados adecuados,23,24 estos resultados se evidencian en esta investigación, donde un alto número de gerontes participaron activamente desde su casa en la intervención.
La aplicación de la estrategia tuvo, sin dudas, un gran impacto al lograr adherencia al tratamiento en el caso de los adultos mayores y control de sus enfermedades, situación beneficiosa si tenemos en cuenta que las personas mayores son un grupo de alto riesgo ante el contagio por el coronavirus, pero no por su edad cronológica, sino por su edad biológica, vinculada a la inmunosenescencia y la coexistencia con otras enfermedades.17
Por otra parte, aumentó el nivel conocimiento en los adultos mayores y sus familias. La educación para la salud, como una de las funciones de la salud pública, descansa indiscutiblemente en la función que se desempeñe en este el sector, aprendiendo a mirar hacia afuera para solucionar los problemas, pero con un protagonismo conjunto e integrado con la población, lo que es vital para lograr producción de salud y calidad de vida.17,19,24
Una adecuada preparación de los gerontes con el diseño de un plan de autocuidado bien definido, como demostró Mirabal Requena en su estudio,17 logra cambios de conductas generadoras de salud.
En conclusión, se logró factibilidad del empoderamiento comunitario en la prevención de la COVID-19 en el adulto mayor, con cambios en el ordenamiento del medio, con la introducción de enfoques participativos en la coordinación intersectorial, contribuyendo a la modificación de conocimientos, actitudes y prácticas preventivas, el establecimiento de mecanismos que garantizaron el liderazgo diversificado y la toma de decisiones compartidas, evitando así la ocurrencia de COVID-19 en el adulto mayor durante el período evaluado .
Aporte científico
El aporte teórico de esta investigación está dado por la concepción integradora que permite interrelacionar los componentes: salud, comunidad y otros sectores para la prevención de COVID 19 en el adulto mayor.
Los aportes de significación práctica están dados por los resultados de la intervención que la hacen efectiva y viable: un programa de intervención para la prevención de COVID en el adulto mayor, diseñado a partir de las necesidades cognitivo-afectivas identificadas, que incluye evaluación integral que se realizó en la esfera biomédica, psicológica y social, adquisición de conocimientos, unido a acciones comunitarias e intersectoriales.
Los aportes descritos avalan la novedad científica de la estrategia: el empoderamiento comunitario y la participación intersectorial en la prevención de la COVID-19 en el adulto mayor.
Los beneficios esperados están en primer lugar en el enriquecimiento de las Ciencias de la Salud a partir de un proceso investigativo, que aporta los instrumentos metodológicos y prácticos para prevenir la COVID-19 en el adulto mayor. Puede ser aplicado en los consejos populares, al estar diseñado a partir de un aprendizaje de la realidad en su propio contexto, que les permite enfrentar los problemas que se le presentan para transformar su realidad; asimismo, motiva en los actores implicados una dinámica de trabajo que les facilita también experimentar cambios en su accionar.