Internacionalización del conocimiento
A partir de la década de los años noventa del pasado siglo comenzó a desarrollarse una tendencia mundial homogenizante, la llamada “globalización” o “mundialización”, en correspondencia con tres fenómenos de gran repercusión en todos los ámbitos de la sociedad desde los puntos de vista social, histórico-cultural y científico-técnico. La globalización apareció tras la caída estrepitosa del Socialismo europeo, el renacer de las tendencias hegemónicas del capitalismo y el desarrollo exponencial de las tecnologías de la información y las comunicaciones.1) Este último suceso propició el comienzo de la era de la información y su consecuencia inmediata, el advenimiento de la sociedad del conocimiento.2 En este contexto, matizado por el resurgimiento de nuevas formas de liberalismo, no fueron los recursos naturales los que garantizaron la perpetua superioridad de los países desarrollados. El conocimiento se convirtió en el recurso más importante; por tanto, quienes lo atesoraban, detentarían la primacía, la autoridad y el control hegemónico y global. La frase “el conocimiento es poder”, enunciada por Francis Bacon en su obra Meditationes Sacrae, en 1597, goza de plena vigencia.3
Este tránsito paulatino de la era de la información a la del conocimiento ha impuesto sus reglas. El conocimiento preside el paradigma del siglo xxi y, por tanto, no debería ser privativo de los países más poderosos. La UNESCO, organización que en el seno de las Naciones Unidas vela por el desarrollo de la ciencia y la cultura con carácter de equidad, en su Declaración Mundial sobre la Educación Superior del siglo xxi, realizada en 1998,4) identifica el conocimiento como un bien social y plantea que “deberán ponerse en común los conocimientos teóricos y prácticos entre países y continentes basados en los principios de solidaridad, de reconocimiento y de apoyo mutuo entre instituciones de enseñanza superior”4 y que “la dimensión internacional debería estar presente en los planes de estudios y en los procesos de enseñanza y aprendizaje”.4
Este es el marco conceptual que define en términos generales la internacionalización como una de las estrategias o formas en que la educación superior reacciona ante las posibilidades y desafíos de la globalización.1) La internacionalización, según Knight (citado por Gascón y Cepeda)5 es un proceso de integración de dimensión internacional, intercultural o global en las finalidades, las funciones y la organización de la educación possecundaria.
Sin embargo, la internacionalización del conocimiento no constituye un fenómeno reciente. Sus raíces se remontan a la Edad Media europea, época en la cual las universidades contaban con estudiantes y profesores de diversas partes del mundo, donde se enseñaban y aprendían los contenidos a partir de un libro de texto común, y mediante una lengua unificadora, el latín, que facilitaba la comunicación entre colegas venidos de los cuatro puntos cardinales.6 Desde entonces, este proceso, que permite traspasar los límites de las naciones y los pueblos, independientemente de su idiosincrasia, religión, costumbres, territorios, y sistemas jurídicos y sociales, ha continuado en expansión y progresión geométrica.6
En el siglo xxi, este fenómeno mantiene elementos tradicionales como la movilidad de los profesores y estudiantes, enriquecidos por el desarrollo impetuoso de los medios de transporte y las comunicaciones, bajo el principio del respeto a la identidad cultural. Estas condiciones potencian el intercambio académico, al facilitar la asistencia a eventos y optar por becas para realizar maestrías, doctorados, pasantías y estudios posdoctorales. Generalmente, se considera que es necesario promover acciones de movilidad internacional que permitan al estudiante vivir una experiencia académica en otro país. La movilidad estudiantil, junto con la cooperación científica, deben ser la actividad central de la internacionalización en las universidades.7
El lenguaje común resulta esencial para la comunicación entre naciones. El concepto más reciente de “ciudadano global” o “ciudadano globalmente orientado” incluye entre las competencias a desarrollar la comunicación lingüística en dos o más idiomas,8) según el espacio donde se dé esta relación: si ocurre en los países del Norte, incluyendo el espacio europeo y la comunidad de los pueblos del Caribe, se utiliza el inglés.9 Este idioma es el más empleado en el ámbito científico, tanto en la comunicación oral como en la producción científica;6) por ello su aprendizaje se ha establecido como una estrategia curricular en las instituciones de educación superior de muchos países, entre ellos Cuba. Otro enfoque del problema se establece a través del plurilingüismo, estrategia que cobra auge en las universidades del espacio europeo. Este enfoque ofrece opciones a los estudiantes para recibir la formación en idioma inglés u otro.10
Pero el español, segunda lengua más hablada en el planeta, pudiera constituirse en lengua común dentro de un espacio iberoamericano a desarrollar. La creación de un “espacio regional común” para el conocimiento cobra gran importancia a partir de las experiencias del “espacio común” de las universidades europeas.11) Su advenimiento permitiría la transformación de la educación superior articulada a la investigación, el desarrollo y la innovación, en beneficio de los pueblos, así como la legitimación de la competitividad internacional de las naciones incluidas.12
Muy en relación con lo explicado está la concepción de un currículo común e internacionalizado, que dé respuesta a las exigencias de los avances científico-tecnológicos y amplíe el marco de posibilidades de los egresados, cada vez más competentes para desenvolverse con éxito y trabajar en un mundo globalizado.7,13) En los países con recursos limitados para emprender programas de becas, la internacionalización del currículo ofrece una alternativa a la movilidad académica. A tal efecto, el desarrollo del concepto de “internacionalización en casa” puede constituir una opción viable en aquellos países con limitaciones económicas importantes que impiden la movilidad de los estudiantes fuera de fronteras. Este concepto se basa precisamente en el fortalecimiento del currículo, a través de la creación de un estrecho vínculo entre lo internacional y lo intercultural en el campo de la educación,14 que garantice la preparación de los futuros profesionales para vivir en un mundo globalizado. En este sentido, el plan de estudios debe proporcionar al graduado las competencias interculturales e internacionales necesarias. La calidad y pertinencia de este currículo debe estar asegurada por un proceso de acreditación externa rigurosa, que cumpla con los estándares internacionales.7,13
El desarrollo científico técnico de las últimas décadas ha sumado algunos aspectos novedosos al fenómeno de la internacionalización y lo caracterizan en nuestros días. Las tecnologías de la información y las comunicaciones hacen más cercana la relación entre colegas en redes sociales y de científicos, permiten la creación de campus virtuales y extienden la docencia fuera de fronteras, lo que amplía el acceso al conocimiento de los estudiantes y profesores de manera inusitada. Sin duda, estas tecnologías privilegian el intercambio académico y científico entre instituciones a escala internacional (Fig.).15
Más allá de los aspectos académicos, la internacionalización del conocimiento puede considerarse como una oportunidad o una amenaza. Para los países en desarrollo puede constituir una amenaza. En efecto, la internacionalización puede propiciar que los países de pocos recursos pierdan a sus profesionales en la llamada “fuga de cerebros”.5,16) Entre los factores que potencian este éxodo se señalan la escasa oferta de puestos de trabajo bien remunerados a sus profesionales formados en el exterior y la ausencia de políticas que garanticen el retorno de los becarios a sus países una vez concluido el período de formación. Otros factores negativos son la promoción del elitismo profesional y el deterioro de la identidad cultural.16
Pero la internacionalización puede verse como una gran oportunidad,13,15) ya que el acceso a espacios internacionales mediante la movilidad de profesores y estudiantes, así como la participación en redes académicas y de investigadores, permiten lo siguiente:
El desarrollo del profesorado y los estudiantes.
La mejoría de la calidad académica, las investigaciones y el currículo.
La creación de sólidas comunidades de conocimiento.
La democratización del conocimiento, tanto de profesores como de estudiantes, con tecnologías similares y disponibles.
El rápido y mayor acceso a nuevas ideas, conocimientos y experiencias.
La potenciación de recursos.
El conocimiento de la dinámica de otros espacios académicos.
Los requerimientos para el logro de estos propósitos dependen del desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, del dominio de una segunda lengua y de conocer el imaginario social de otras culturas, costumbres, percepción de la religión e idiosincrasia de los pueblos.
Conclusiones
Sin duda, la internacionalización del conocimiento supone un gran reto, sobre todo para los países de medianos y bajos recursos, pero constituye en la actualidad una tarea urgente en un mundo de desigualdades crecientes y grandes crisis sociales y económicas, para vencer las barreras culturales, políticas y geográficas que subsisten entre las naciones. Para enfrentar este reto, la premisa es desarrollar una adecuada cultura de internacionalización en el seno de las universidades y una preparación adecuada de los factores involucrados directa o indirectamente en su aplicación.