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Revista Cubana de Salud Pública
versión On-line ISSN 1561-3127
Rev Cubana Salud Pública v.28 n.2 Ciudad de La Habana jul.-dic. 2002
El concepto de calidad de vida y la evolución de los paradigmas de las ciencias de la salud
Resumen
La medicina nació como respuesta pragmática a la necesidad de aliviar el dolor, el sufrimiento y la incapacidad, pero, al evolucionar en interacción con las concepciones predominantes de las demás disciplinas y tecnologías, se fueron desarrollando sus paradigmas. La investigación y las intervenciones médicas se movieron desde la enfermedad del individuo en fase aguda y con síntomas molestos hasta las acciones de educación para preservar la salud de la comunidad. Grandes hitos en los enfoques de la causalidad en medicina lo constituyeron las observaciones de los médicos griegos acerca de la importancia de los aires, las aguas y los lugares para la salud y las enfermedades, al igual que las ideas de los utopistas del renacimiento cuando predicaban la posibilidad de crear una sociedad mejor y una vida más sana dotando de mayor calidad los estilos de vida. Otro enfoque trascendental lo realizó Ramacini al plantear la influencia del modo de vida de los limpiadores de estercoleros en la génesis de sus enfermedades. Todo esto influyó en que se pusiera la atención en el medio laboral, en la vivienda, en la higiene y el hambre, por lo que aparecieron estudios sobre las condiciones de vida de los obreros y los sectores depauperados, realizados por médicos y economistas famosos, para explicar las enfermedades y epidemias que azotaron las zonas de desarrollo industrial de la Europa de los siglos XVII y XVIII. Esto propició el desarrollo de la medicina social, la higiene social y la salud pública, y a partir de ese momento quedó claro que el hambre y las guerras podían matar y enfermar a más personas que las bacterias, porque se había entendido el papel de la calidad de las condiciones de vida para la salud y la enfermedad. No obstante esta avanzada concepción, los primeros logros de la quimioterapia y la identificación microscópica de los agentes biológicos, a la vez que progreso, indujeron un optimismo ingenuo que postuló las posibilidades ilimitadas de los quimioterapéuticos. El desarrollo de la industria farmacéutica fue sometido por los intereses del mercado arrastrando las concepciones de algunos sectores médicos y de la población a un biologicismo a ultranza que hiciera creer que la solución de los problemas de la salud y la enfermedad dependen de la producción y uso de medicamentos eficaces. Las tecnologías para las terapias intensivas, los trasplantes y la clonación fueron tomadas de la mano por el mercado y de nuevo se desatendió el peligro de los cambios bruscos en el modo de vida, la contaminación del ambiente y la pobre calidad de vida a la que conducen el desarrollismo, el consumismo y la inseguridad social. El reconocimiento de estos errores puede ser atenuado aprovechando la teoría de la actividad para estudiar la calidad de la vida en un contexto de integración de las condiciones biológicas a los factores medioambientales, economicosociales, psicológicos y éticos. Lo cual implica asumir una concepción en el paradigma de la salud para enfrentar los problemas de la sociedad actual.
DeCS: CALIDAD DE VIDA; LEGISLACION SANITARIA; SERVICIOS DE SALUD.
Durante el siglo XVIII la medicina comenzó a transformar su concepción acerca de la causalidad de las enfermedades sobrepasando las barreras de los espíritus malignos (paradigma mítico mágico de las culturas primitivas); de la determinación de componentes de la naturaleza recogidos en el libro de Hipócrates "Aires, aguas y lugares" (paradigma naturalista) y los miasmas (tránsito hacia la búsqueda de la causalidad en componentes o resultados de procesos naturales aún no observables). Dos grandes acontecimientos orientaron los derroteros de la causalidad, el descubrimiento de los microorganismos y de las primeras leyes de la genética, pero el desarrollo de las ciencias de la época no permitía que estos conocimientos se integraran a los provenientes de la actividad económico-social y psicológica y su papel en el condicionamiento de la salud y la enfermedad. Al concebirse por separado, se creaba un cerco biológico al conocimiento médico; se asistía al nacimiento del paradigma biologicista de la medicina.
El paradigma biologicista, aunque ha durado mucho en la práctica médica, por haber sido ayudado por la comercialización de la medicina clínico-asistencial y los medicamentos, no corrió la misma suerte en el plano del conocimiento, donde su dominio fue efímero y no pudo impedir que en tan corto plazo como desde los finales del siglo XVIII, se aceptaran los factores externos vinculados a las actividades cotidianas del hombre, tales como las características del trabajo y modo de vida (Ramacini, 1700), la calidad del agua de consumo (John Snow, 1836), las características de la vivienda en los barrios pobres (John Ferriar, 1792), la fábrica como productora de enfermedad (Thomas Percival, 1784) las condiciones de vida miserables (Informe Chadwick al Parlamento inglés, 1842), el hambre y la mala higiene (R. Virchow, 1848) y a las desigualdades económicas, jurídicas y sociales de los trabajadores denunciadas en Francia e Inglaterrra (Engels, 1845).
Avances del conocimiento como los señalados (apoyados en la delimitación, generalización y sistematización de conceptos capaces de responder a necesidades de nuevos enfoques en varias disciplinas y mejorar su interacción mutua) fueron decisivos para la gestación de un nuevo paradigma en las Ciencias Médicas, que a lo largo de su desarrollo fue facilitando el nacimiento de la Epidemiología, alrededor del estudio de la historia natural de la enfermedad, todo lo cual culminó, en muy breve tiempo, con el nacimiento de la Higiene Social, la Medicina Social y la Salud Pública; en la medida que estas nuevas disciplinas aportaban nuevos conocimientos, se consolidaba el nuevo paradigma basado en la determinación social de la salud.1
Esta nueva concepción de la Salud y la Enfermedad, abrió las puertas a la incorporación de las Ciencias Sociales a la medicina.
En los finales del siglo XIX ocurría algo que simultáneamente actuó como conquista y freno; la conquista fue el descubrimiento del papel de los microorganismos y los medicamentos, el freno fue una interpretación desmedida de la función etiológica de los microorganismos y el papel terapéutico de los medicamentos y con ello la creencia en el fin de la enfermedad, lo cual llevó a pensar que los medicamentos se comportarían como las "balas mágicas" (Paul Ehrlich) que mataría a los microbios que causaban las enfermedades, asumiéndose una posición dogmática y triunfalista que menospreciaba la influencia de las condiciones de vida, la cual distorsionó las grandes posibilidades de la investigación biológica en medicina, amén de empobrecer los estudios biológicos en el curriculum de muchas escuelas de medicina, específicamente con relación a los conceptos de desarrollo, evolución, adaptación, agresión y respuesta, interacción psicobiológica e interacción sociobiológica.
La interpretación errónea de la biología humana, al no poder ser entendida como excepción de las manifestaciones de la evolución, por comportarse como una estructura y funcionamiento socialmente condicionados, limitó las posibilidades de progreso del conocimiento sobre ese nuevo ser vivo, resultante de la integración biosocial que es el ser humano.
Durante las primeras tres cuartas partes del siglo XX, las limitaciones de los conocimientos biológicos señaladas y la escasez paradójica de conocimientos de ciencias sociales en medicina, llevó a olvidar y menospreciar la importancia de las condiciones de vida2 expuestas por Hipócrates en sus observaciones sobre las relaciones del hombre con la alimentación, el ejercicio, el sexo, el descanso, y renacidas en forma de promocionar una mejor vida, en condiciones de utopía social, en las obras de Moro y Campanela; las de modo de vida argumentado por Ramazzini en su obra "De morbis artificum diatriba" (1700) y los aportes de médicos y filósofos que lograron explicar científicamente el paradigma que enfatiza el determinismo economicosocial de la salud y la enfermedad durante la segunda mitad del siglo XIX. Pero esto fue frenado y tergiversado por las manifestaciones de poder de la comercialización de la medicina, las transnacionales de los medicamentos y las modernas y costosas tecnologías médicas y apoyados (por la formación recibida, desactualización o ingenuidad) por los profesionales que solo entienden el enfoque curativo y clínico de la medicina; lógicamente todo este fenómeno se ha comportado de forma detractora o irreconciliable con la Atención Primaria, la Promoción de Salud y la Medicina Social.3,4
Los progresos de la Biología Molecular ocurridos en la segunda mitad del siglo XX, permitieron que las investigaciones en Inmunología tuvieran un rápido despegue y en las Escuelas de Medicina se sintió la necesidad de mejorar los conocimientos bioquímicos y de otras ciencias naturales básicas para entender esos aportes, poder utilizarlos en la clínica y en las investigaciones. No obstante, los conocimientos de los procesos de la regulación biológica básicos seguían siendo relativamente pobres y su interacción con lo social y lo psíquico continuaban siendo menospreciados.
Lamentablemente, los aportes de la Medicina Social y de la Salud Pública argumentados y difundidos en la Sociología Médica de Sigerist, los hallazgos y la elaboración del concepto de estrés realizados por H. Selye, los planteamientos de la Medicina Psicosomática encabezados por Alexander, los estudios del enfoque córtico, visceral del grupo de Bykov y los estudios del modo de vida de las personas y su relación con la salud, no lograban ser concebidos de forma integral y sistémica en el pensamiento de muchos profesionales y menos aún ser incluidos en los diseños curriculares de la docencia médica, hasta la aparición del enfoque psiconeuroinmunológico (Metalnikov y Chorine; Solomon y Moss; Borisenko; y otros), que abrió las puertas a lo que se puede considerar el inicio de un nuevo paradigma integracionista o sistémico de las Ciencias Médicas y de la Salud, que no debe detenerse hasta estructurarse bajo los principios higienistas y éticos que orienten las investigaciones y la protección de la calidad de vida de la comunidad y de los individuos.5
La segunda mitad del siglo XX ha sido testigo de grandes avances y también de grandes confusiones. La Cibernética, apoyada en el desarrollo de los circuitos lógicos elaborados por la lógica matemática y en el desarrollo tecnológico alcanzado por la Física de los semiconductores, hizo posible las conquistas de la computación y los softwares para "la selección de opciones" que fueron eufemísticamente bautizados con el nombre de "inteligencia artificial" por comparación, mal hecha, con la inteligencia humana como cualidad de la actividad psíquica; olvidando el componente de "creatividad" y de "orientación ante lo desconocido" que constituyen las cualidades esenciales de la inteligencia y que son portadoras de un grado de complejidad sistémico muy superior a la selección de opciones, ya que esta última aparece en el mundo animal. Precisamente la creatividad no puede ser programada porque pierde su esencia, he ahí una de las diferencias fundamentales entre el hombre y el robot que este crea.
Otro tanto ocurrió con el apoyo que brindaron la Bioquímica y la Farmacología al estudio de los neurotransmisores y a la producción de psicotrópicos y su vinculación a la Cibernética para comenzar los trabajos de modelado de circuitos neuronales, con lo cual se logró influir sobre el control de movimientos psicomotores, emociones primarias y cambios en procesos básicos de la Actividad Nerviosa Superior. A esto se añadió la información extraída de los trabajos de reproducción celular por manipulación en ingeniería genética y los conocimientos relacionados con la transmisión de la información genética almacenada en el ADN y su posible influencia en el comportamiento humano6 todo lo cual ha influido en las ideas pobremente argumentadas, de creer que se puede reproducir en el laboratorio la actividad psíquica humana, desconociendo que dicha actividad tiene contenido y sentido social e individualidad personificada, que no se transporta en los genes, sino que se adquieren a través del complicado proceso de aprendizaje humano y en la actividad social, lo que implica un error conceptual en la interpretación genética, que debilita desde adentro, la concepción biologicista actual del ser humano.7,8
El punto culminante de las conquistas biológicas, que a la vez propició el clímax de las confusiones, fue la clonación de la oveja Dolly, que estimuló la ficción de algunos y lanzó la idea de haber alcanzado la posibilidad de clonar la personalidad humana, subestimando a partir de unas pocas conjeturas, todo el proceso de socialización del hombre y su conversión en un ser social, por lo cual es el único ser vivo capaz de vivenciar y ejecutar las necesidades biológicas y sociales de forma socialmente condicionadas e individualmente jerarquizadas y reguladas, dentro de un contexto ético externo e interno.9,10
Los defensores de este biologicismo distorsionado, deberían reflexionar acerca de la propiedad que el ser humano tiene de elaborar un sentido de las cosas y de su conocimiento mismo, que trasciende la lógica y la objetividad para plasmarse en valores, gustos y pasiones con tal fuerza, que genera necesidades, motivaciones, decisiones, actividades y por tanto modela la existencia, tanto de la sociedad como del individuo. Por tanto, todo este proceso condiciona el grado de calidad de la vida y deja su huella en el componente biológico del ser humano.
La interpretación errónea de las conquistas de las ciencias naturales y su aplicación a la Biología Humana, han promovido en la medicina un nuevo biologicismo a ultranza que de esa forma no podría jamás armonizar con los conocimientos de las ciencias sociales y en especial con los aspectos de la subjetividad y la individualidad humana, plasmada en la riqueza cultura y existencial del hombre.11
Lo planteado colabora a hacer más explícito que el nuevo biologicismo ignora el papel modelador del modo de vida de la comunidad y de la familia sobre la personalidad y el estilo de vida del individuo, y de todos ellos sobre la salud. También desconoce las condiciones históricas concretas que determinan la calidad de vida y su percepción, condicionada esta última por el relativismo cultural y la personalidad individual.12
Todo este acontecer y su análisis podrían alertar acerca del conflicto central de las teorías del hombre, de su salud y su felicidad. Una parte considerable de los investigadores están atrapados por una insuficiencia y retraso de la conceptualización que se está utilizando, a causa fundamentalmente de un débil trabajo de teorización y de integración del conocimiento, amén de las presiones que ejercen los grupos de poder económico sobre el conocimiento y el uso de la tecnología.
La mayoría de las polémicas sobre el concepto de "vida" tratan sobre la vida biológica y no sobre la vida psíquica, social ni ética del hombre. Lo mismo sucede con el concepto de "muerte". Otro tanto sucede con el concepto del consentimiento informado, que se usa de forma genérica y abstracta, al suponer que quien decide entendió la información, y que para él tiene el mismo sentido personal, técnico y moral que posee para quienes se la suministraron. También ocurre con el concepto de desarrollo y sus múltiples interpretaciones. Estos ejemplos evidencian la crisis de la conceptualización que propicia una "polémica entre sordos" en el mundo del conocimiento médico y de la salud y en el de la ética, al inicio del nuevo milenio.
Al debilitamiento de la enseñanza de la Filosofía y de las humanidades en las universidades, causado por el desprecio del pragmatismo por la Teoría del Conocimiento y por la Ética,13 e imperante en la sociedad desde comienzos del siglo XX, se debe una buena parte de la crisis del trabajo teórico y de conceptualización antes referido. Uno de los pocos recursos para la formación del pensamiento científico que sobrevivió fue una pobre metodología de la investigación centrada en un enfoque cuantitativo y positivista.
Con el biologicismo de ficción contemporáneo, que nos propone una concepción del hombre que subestima o no entiende el nivel psíquico y el condicionamiento social de la organización biológica del humano socializado y de su actividad, de su capacidad creativa, de su individualidad, su sentido y sus valores éticos, se intenta dar una justificación epistemológica a los problemas del hombre y de su salud que se queda muy a la zaga del pensamiento científico. Ante esto solo hay un remedio metodológico, la exigencia de la verificación de las conjeturas e hipótesis y la prueba de veracidad y objetividad que exige la Teoría del Conocimiento, para poder articular los nuevos resultados a las teorías que los dieron como probables entre sus conjeturas, y ambos, al cuerpo de conocimientos de las ciencias, en una arquitectura coherente con las leyes y categorías del conocimiento en el nivel filosófico y con los progresos de la moral.
El avance científico del mundo moderno y los grandes problemas que arrastra la humanidad contemporánea hacen impostergable concentrar esfuerzos en el estudio de la calidad de las condiciones de vida de las comunidades y los estilos de vida de los individuos como factor priorizado para entender y proteger la salud y la felicidad del hombre. Esta estimación o valoración de la calidad debe hacerse conjugando armónicamente los criterios técnicos, éticos, de la cultura concreta (sentido social) y del individuo (sentido personal). Así se puede inferir de los resultados, las publicaciones y enfoques más racionales y éticos que comenzaron a aparecer a partir de la década del 1960, y que posteriormente han sido divulgados por la OMS y sus instituciones especializadas.14,15 De la misma forma, ha crecido la demanda de varias especialidades, de que se estudien las características de las condiciones y estilos de vida en que proliferan muchas enfermedades, tanto por las características nocivas de la actividad y las costumbres de vida cotidianos, como por las condiciones sociales estresantes que la complejidad, arbitrariedad y velocidad del desarrollo han generado.
La integración a las ciencias médicas de los trabajos de la Economía, la Ecología, la Antropología Cultural, la Sociología Médica, la Psicología Social y de la Personalidad, de la Actividad Nerviosa Superior, de la Inmunología y la Bioética, asociados al enfoque epidemiológico y salubrista, contribuyeron definitivamente a conformar un nuevo paradigma en las ciencias médicas, caracterizado por una concepción integracionista y sistémica de la comunidad, del hombre y de su salud. Una muestra de este terreno abonado en el pensamiento de las ciencias médicas lo fue el surgimiento de la Psiconeuroinmunología, empeñada en construir una secuencia de acontecimientos desde las condicionees de vida estresantes hasta la fisiopatología.5
El concepto calidad de vida que es utilizado en relación con la salud, la justicia y la ética, ha sido estructurado teniendo en cuenta los aportes de varias disciplinas de contenidos muy diferentes. En su esencia está el carácter valorativo, contextual e histórico al que debe atenerse, así como su fidelidad a los valores humanos que constituyan expresión de progreso social y respeto a una individualidad en que se armonicen necesidades individuales y sociales.11 Partiendo de estas exigencias, la utilización del concepto calidad de vida permitirá valorar las condiciones de vida de las personas y comunidades, para poder estimar el grado de progreso alcanzado y seleccionar las formas de interacción humana y con el medio ambiente más adecuadas para acercarnos progresivamente a una existencia digna, saludable, libre, con equidad, moral y feliz.
El concepto de calidad de vida en salud y enfermedad no se separa mucho del anterior, ya que el desarrollo de la cultura moderna presiona cada vez más para que se amplíe el concepto de salud en dirección al bienestar y a la felicidad; por tanto debe tener en cuenta las decisiones y los derechos del hombre y la sociedad a reclamar una vida con libertad, equidad, moral y felicidad.
Lo específico para la salud y la enfermedad es crear condiciones para la vida y las acciones médicas que favorezcan la regulación psicobiológica, la protección de la salud y la vivencia de bienestar.
Por su carácter integrador, el concepto calidad de vida permite armonizar la información obtenida por diversas disciplinas e investigaciones que se realizan con objetivos, metodología y técnicas diferentes. Además, en él se pueden incluir todas las enfermedades y manifestaciones que afecten la salud, constriñan la libertad y dañen la felicidad de las personas. Así como una actividad de promoción y prevención que no solo estén basadas en el temor a la enfermedad y a la muerte, sino en el placer y la motivación por la salud. Por tanto, satisface las exigencias de las más elaboradas definiciones de salud.
Se puede resumir planteando que, el concepto calidad de vida es una categoría que se puede desglosar en niveles de particularidad hasta llegar a su expresión singular en el individuo. Y esto es posible porque la calidad de vida no se mide, sino se valora o estima a partir de la actividad humana, su contexto histórico, sus resultados y su percepción individual previamente educada, porque cuando no lo está el individuo puede hacer, desear o disfrutar actividades que pueden arruinar su salud o la de los demás como ocurre en el caso de las adicciones y conductas relacionadas con la salud reproductiva.16
Por esta razón, cada comunidad y cada individuo debe determinar qué entienden por calidad de vida, siempre que no se viole la ley, los intereses de la mayoría o del otro, ni la moral vigente.
La importancia de las investigaciones acerca de la calidad de vida en función de las condiciones de existencia y su evolución, es que se puede valorar el efecto del tiempo y la intensidad en que han estado actuando condiciones específicas sobre la salud de la comunidad o el individuo, sean favorables o desfavorables. Y esa importancia se acrecienta si se entiende que, la reacción psicobiológica y la capacidad de adaptación del hombre frente a un evento aislado o sistemático, intenso pero breve, o moderado y constante, son diferentes.
Las condiciones de vida estresantes que se hacen duraderas y dañan la calidad de vida, ya sean por situaciones externas (socioeconómicos) o internas (de personalidad), pueden afectar la regulación psicobiológica por las vías psico-neuro-vegetativas, que son utilizadas por las descargas emocionales y los estados afectivos negativos y duraderos, haciendo posible alteraciones bioquímicas, fisiológicas e inmunológicas que participan en la génesis de las enfermedades. Esta constituye la ruta del estrés en las enfermedades crónico-degenerativas, que han ido ascendiendo a los primeros lugares del cuadro de morbilidad, entre las que se destacan las cardiovasculares17 y el cáncer, en la medida en que la sociedad se ha hecho compleja y agitada a un ritmo mayor al que ha evolucionado la adaptación psicobiológica del hombre, después de mejorar la higiene y la nutrición.
Nivel de vida, ignorancia e higiene, son componentes de la calidad de vida relacionados con las enfermedades infectocontagiosas; como también personalidad desequilibrada, frustración matrimonial y actividad laboral estresante, son componentes de la calidad de vida que debilitan la inmunocompetencia y por tanto, se relacionan con las enfermedades transmisibles.
Hoy es fácil entender que independientemente de la presencia en el medio de los agentes biológicos que causan las enfermedades de transmisión sexual, la probabilidad de contraerlas no es igual para todas las culturas y personas, pues las características de la personalidad y la concepción de la vida sexual que se tenga como parte de la calidad de vida, son factores fundamentales en la selección adecuada o no de la pareja, en los cambios de pareja y hasta en la determinación de la conducta promiscua, que actúan como factores de riesgo y pueden modificar la vulnerabilidad del sujeto ante estas enfermedades.
Los estudios sobre calidad de vida permiten abordar la causalidad de la salud y la enfermedad, al estudiar la calidad de las condiciones de vida en las que transcurre la vida cotidiana de las personas, y por tanto coadyuva a intervenir sobre el riesgo y el grado de vulnerabilidad ante las enfermedades, a partir de criterios técnicos, de la cultura específica y del grado de equilibrio de la personalidad del individuo.
De los conocimientos obtenidos con el enfoque propuesto, se puede partir no solo a perfeccionar las acciones de salud, sino también a elaborar estrategias para el logro del bienestar. El autor de este proyecto, ha sido coautor de dos investigaciones (Pérez Borroto, Martínez, Bacallao, Reinoso y González, U.) con muestras representativas de dos comunidades, utilizando un diseño de investigación por encuestas de morbilidad declarada, que han arrojado datos valiosos acerca de la relación de indicadores específicos del modo de vida, la actividad física y la actividad recreativa, con las enfermedades padecidas.
Las investigaciones en calidad de vida hacen posible investigar los efectos de la enfermedad a lo largo de su evolución; la imagen social e individual que se tienen de la enfermedad y sus tratamientos; los efectos del tratamiento en los estados de ánimo y las expectativas del enfermo; los efectos del ingreso hospitalario, de las relaciones médico pacientes, las características del apoyo familiar, el análisis de los proyectos de vida y las formas en que se percibe todo este complejo proceso.
El carácter valorativo del concepto calidad de vida lo enlaza a la ética y lo hace una herramienta útil para enfrentar los difíciles problemas técnicos, jurídicos y éticos que se generan alrededor de los conceptos de vida, de muerte, de consentimiento, de justicia sanitaria y hasta de enajenación. Por ejemplo, el consejo genético, la maternidad asistida, el ensañamiento terapéutico, la denominada muerte digna, la distribución de recursos y la protección del medio ambiente en salud.
Los estudios de calidad de vida permiten buscar información con metodología y técnicas adecuadas, acerca de cómo se están estructurando las condiciones de vida en la sociedad, en las instituciones, en la familia y en el individuo, y las consecuencias que puedan producir en la salud y el bienestar de las personas. Por tanto, permiten estimar la calidad de vida que se está gestando y orientar dichas condiciones para propiciar los objetivos de nuestras concepciones filosóficas y humanistas, así como los proyectos de intervención social.
La aparición y el desarrollo del concepto calidad de vida para estudiar e intervenir en la enfermedad, la salud y el bienestar, es una muestra de integración y progreso de las ciencias y las humanidades , que se debe aprovechar trabajando en su fundamentación teórica y metodológica, en sus conceptos y terminología, en la construcción de instrumentos y en la búsqueda de su aplicabilidad y eficacia.
Summary
Medicine emerged as a pragmatic response to the need of relieving pain, suffering and disability, but when it developed in interaction with the predominant conceptions of the rest of disciplines and technologies, its paradigms were also developed. Research and medical interventions moved from the disease of an individual at critical state and with disturbing symptoms to educational actions for preserving the health of the community. Great landmarks in the approaches to causality in medicine were the observations made by the Greek doctors about the importance of air, waters and places for the health and diseases as well as the ideas of Renaissance utopists when they predicated the possibility of creating a better society and a healthier life by providing higher quality lifestyles. Raminici also presented another transcendental approach when he spoke about the influence of the way of life of dunghill cleaners on the genesis of their diseases. All this brought the attention to working environment, housing, hygiene and hunger and hence famous physicians and economists performed studies on the living conditions of workers and impoverished sectors to explain the diseases and epidemics that hit the industrial development areas in Europe during the 17th and 18th centuries. This gave rise to the development of social medicine, social hygiene and public health, and from that moment on, it was clear that hunger and wars could kill and cause illness in more people than the bacteria did, because the role of the quality of life for health and disease had been finally understood. Regardless of this advanced conception, the first accomplishments of chemotherapy and the microscopic identification of biological agents brought about progress but at the same time a naive optimism that set out the unlimited possibilities of the chemotherapeutical drugs. The development of the drug industry was subjected to the interests of the market, leading some medical sectors and population sections to biologicism at all costs that made them believe that the solution of health problems and disease depend on the production and use of efficient drugs. The technologies aimed at intensive therapy, transplantation and cloning were led by the hand by the market, so, once again the danger represented by sudden changes in the way of life, environmental pollution and the poor quality of life caused by excessive development, excessive consumption and social insecurity was neglected. Recognizing these mistakes may be attenuated by making good use of (determinar) to study the quality of life in a context of integration of biological conditions with environmental, economic-social, psychological and ethical factors. This means to assume a conception within the paradigm of health to face the present society's problems.
Subject headings: QUALTY OF LIFE; LEGISLATION HEALTH; HEALTH SERVICES
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Recibido: 30 de octubre de 2002. Aprobado: 25 de noviembre de 2002.
Dr. Ubaldo González Pérez. Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana. ubaldo@infomed.sld.cu
1 Profesor de Psicología de la Salud.