INTRODUCCIÓN
El aire contaminado en hogares de las zonas rurales de los países en desarrollo es aún una fuente importante de exposición a diferentes toxinas.1 La Organización Mundial de la Salud (OMS) evaluó el aporte de un conjunto de factores de riesgo para la carga total de enfermedad y concluyó que la contaminación del aire en interiores por combustibles sólidos representa el octavo factor de riesgo más importante1) asociado con un mayor riesgo de padecer infecciones agudas de las vías respiratorias, bronquitis crónica2-10 y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) en las mujeres, debido a que la inhalación de cientos de contaminantes altera varios mecanismos de defensa pulmonar.2-10
En las zonas rurales, las mujeres dedican a la cocción de alimentos entre 65,0 % de su tiempo (en Perú) y 75,0 % en México.11
En viviendas altoandinas del Perú se registran niveles muy altos de contaminación del aire, muchas veces superiores a los límites establecidos por las normas internacionales de calidad del aire ambiental,1 debido a la quema de combustibles sólidos en cocinas rurales ineficientes, conocidas como cocinas tradicionales,11,12 las cuales tienen una eficiencia energética de solo 5,0 a 10,0 %, lo que obliga a las mujeres a pasar entre 9 y 12 horas al día en torno a ellas.11 La dedicación a la cocina (que comienza antes del nacimiento y continua durante la edad adulta( prácticamente las afecta de por vida. El estudio realizado en el Perú demostró que las mujeres aceptan satisfactoriamente la presencia de humo dentro de sus hogares.11
Un estudio cualitativo realizado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en noviembre de 2008, en una comunidad rural de la sierra peruana donde se habían instalado cocinas mejoradas, registró la presencia de humos contaminantes asociados a malas prácticas en el uso de estas, y permitió constatar un desconocimiento de los mensajes clave del programa de salud en un buen porcentaje de la población intervenida. Ello demostró una vez más que muchos programas e intervenciones en salud, raramente van precedidos de campañas educativas que fomenten, por un lado la receptividad y la aceptación de las comunidades para asimilar con las mejores perspectivas posibles los cambios que implican dichas intervenciones, y por el otro, la adopción de modos y estilos de vida más saludables.11
Para que una acción educativa que precede a una intervención tecnológica sea pertinente, es imprescindible conocer las características del grupo humano al cual ésta iría dirigida.
De ahí que, el estudio cuyos resultados se presentan a continuación, haya constituido un punto de arranque para una investigación-acción mucho más amplia, realizada con la finalidad de modificar las condiciones de vida que constituían riesgos para la salud respiratoria. El interés del estudio, que conforma su objetivo, radica en la importancia del conocimiento de las características socioculturales y socioeconómicas de una comunidad rural para interpretar las circunstancias vinculadas con la prevalencia de síntomas respiratorios en mujeres, como prerrequisito para el éxito de las intervenciones en salud.
MÉTODOS
Investigación cualitativa en 60 viviendas rurales del Centro Poblado La Esperanza, en las que se empleaban cocinas tradicionales generadoras de humos contaminantes, y cuyas amas de casa eran las responsables de la preparación de los alimentos.
La información socioeconómica de la población en estudio se obtuvo del Instituto Nacional de Estadística del Perú (INEI).
En los meses de enero y febrero de 2012 se realizaron mediciones del monóxido de carbono (CO) a través de captadores portátiles de datos a tiempo real, cuyo funcionamiento inició y culminó conectando el dispositivo al puerto USB de la computadora, con un error instrumental aleatorio de ±6 ppm. Se programaron lecturas cada 5 minutos en un rango de medición de 0 a 1 000 ppm y a -10 a +40° C. Los equipos se instalaron en los ambientes utilizados para cocinar a 1,3 m. de altura y a 1,3 metros de distancia de las cocinas. Se indagó con las 60 participantes la prevalencia de síntomas respiratorios (SR) en la última semana de cada mes, a través de una encuesta; y la capacidad vital forzada (CVF) se midió mediante un espirómetro manual, con rangos de 0 a 750 LPM.
Para obtener información sociocultural y sobre las creencias y prácticas de vida, se utilizaron observaciones y grupos focales, cuyas guías se acreditaron en la Sección de Salud Ambiental de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) Perú.
El instrumento elaborado para codificar las condiciones iniciales de la cocina comprendía tres apartados: 1. Datos generales; 2. Condiciones de la vivienda; y 3. Vectores y animales domésticos y de crianza. Se aplicó durante la primera semana de enero del 2012. Cada observación tuvo una duración de 15 minutos y se hizo con el acompañamiento del ama de casa. Se confeccionó una base de datos en Microsoft Excel para el almacenamiento de la información y su posterior interpretación. Se utilizaron frecuencias absolutas y relativas.
Durante la segunda semana de enero se llevaron a cabo los grupos focales con 20 de las 60 amas de casa, elegidas al azar. Se profundizó con especial interés en el vínculo y experiencia con las cocinas tradicionales, el significado social de la cocina y la experiencia con la cocina mejorada. Las preguntas fueron validadas con 15 mujeres de La Esperanza que no formaron parte del presente estudio. Se reformularon aquellas que generaron confusión o rechazo. La asistente de campo, originaria de la zona de estudio, las hizo accesible en términos de idioma. La autora apoyó en la moderación de los grupos, los cuales se realizaron en el microcontexto doméstico. Para la grabación, se contó con el consentimiento verbal de las participantes. Las opiniones fueron procesadas en el paquete estadístico NVivo. Se protegió la confidencialidad de las participantes en la memoria cualitativa. La propuesta del estudio se presentó ante un grupo de funcionarios del establecimiento de salud y autoridades locales, quienes aprobaron la intervención.
RESULTADOS
La Esperanza forma parte de los 42 centros poblados que integran el distrito de Anta, provincia de Carhuaz, Departamento de Ancash. De acuerdo al INEI, la población de Anta en 2007 era de 2 361 habitantes, y de acuerdo al establecimiento de salud, la población de La Esperanza en el 2011 ascendió a 495 habitantes. Las viviendas estaban habitadas por familias con estatus socioeconómico similares, con media mensual de ingreso de 300 nuevos soles (120 dólares). El tamaño promedio familiar era de 7 individuos. El 73,0 % de la población se dedicaba a la ganadería y a la agricultura. Los idiomas predominantes en la población eran el quechua (67,0 %) y el español (33,0 %). La población registraba 27,0 % de analfabetismo. El 63,0 % de la población femenina era analfabeta.
Durante los meses de enero y febrero de 2012 en las sesenta viviendas de La Esperanza, el promedio de CO en horario diurno y nocturno, estuvo por encima del rango promedio de 10 ppm (10 mg/m3) para un periodo consecutivo de 8 horas (tabla 1).
Promedio de CO en el mes | Horario diurno 0 6 a 13 horas | Horario nocturno 14 a 21 horas |
---|---|---|
Enero | 38,63 | 34,19 |
Febrero | 31,20 | 25,16 |
Los resultados de los síntomas respiratorios pueden observarse en la tabla 2 y reflejan la percepción individual sobre la ocurrencia o no de estos episodios.
Mes | Frecuencia absoluta | Frecuencia relativa |
---|---|---|
Enero | 41 | 68,3 |
Febrero | 38 | 63,3 |
Fuente: Indagación individual con sujetos muestrales.
La capacidad vital forzada registró una gradación reducida en la mayoría de las mujeres (tabla 3).
No. Ind. | Mes | No. Ind. | Mes | No. Ind. | Mes | No. Ind. | Mes | ||||
Ene | Feb | Ene | Feb | Ene | Feb | Ene | Feb | ||||
1 | 220 | 220 | 16 | 290 | 290 | 31 | 220 | 220 | 46 | 200 | 200 |
2 | 220 | 220 | 17 | 270 | 270 | 32 | 300 | 300 | 47 | 250 | 250 |
3 | 260 | 260 | 18 | 200 | 200 | 33 | 200 | 200 | 48 | 250 | 250 |
4 | 220 | 220 | 19 | 220 | 220 | 34 | 230 | 230 | 49 | 220 | 220 |
5 | 220 | 220 | 20 | 300 | 300 | 35 | 270 | 270 | 50 | 300 | 300 |
6 | 270 | 270 | 21 | 270 | 270 | 36 | 230 | 230 | 51 | 250 | 250 |
7 | 270 | 270 | 22 | 200 | 200 | 37 | 150 | 150 | 52 | 250 | 250 |
8 | 220 | 220 | 23 | 250 | 250 | 38 | 220 | 220 | 53 | 260 | 260 |
9 | 220 | 220 | 24 | 200 | 200 | 39 | 170 | 170 | 54 | 300 | 300 |
10 | 220 | 220 | 25 | 220 | 220 | 40 | 260 | 260 | 55 | 270 | 270 |
11 | 250 | 250 | 26 | 220 | 220 | 41 | 200 | 200 | 56 | 200 | 200 |
12 | 220 | 220 | 27 | 170 | 170 | 42 | 130 | 130 | 57 | 250 | 250 |
13 | 220 | 220 | 28 | 250 | 250 | 43 | 250 | 250 | 58 | 220 | 220 |
14 | 270 | 270 | 29 | 150 | 150 | 44 | 140 | 140 | 59 | 200 | 200 |
15 | 260 | 260 | 30 | 100 | 100 | 45 | 220 | 220 | 60 | 200 | 200 |
Ind: Individuo.
Observación de las condiciones de las viviendas
El ambiente de las cocinas mostró condiciones precarias (96,7 %). Estas habían sido concebidas sin arreglo a normas formales de construcción y con materiales de construcción autofabricados (paredes de adobe y paja, techos de teja o calamina). El 76,7 % mostró desperfectos constructivos en cubiertas, paredes, puertas y ventanas, y 93,2 % de los techos, las puertas y paredes de la cocina, presentaron malas condiciones de aislamiento. Los pisos eran de terminaciones rústicas (95,0 %), y el exterior no contó con pavimento (100,0 %). En todas las viviendas se usaron cocinas tradicionales que presentaron una estructura rectangular sin chimenea, sobre elevada del piso, preparada a base de barro y fierros que permitía el uso de dos ollas, y la combustión se basó en el uso de la leña (100,0 %). Asimismo, el 100,0 % careció de alguna tecnología para la extracción de gases que se percibieron notables en el momento de la visita.
No se observó alguna tecnología que calentara los ambientes de las cocinas; sin embargo, estos se presentaron confortables con relación con el clima exterior, debido al funcionamiento de las cocinas tradicionales que proporcionaron un ambiente cálido pero al precio de una fuerte presencia y de un fuerte olor a humo (tabla 4).
En el 100,0 % de los dormitorios no se observó ninguna superficie con agujeros que permitieran la entrada de aire frío. El descanso se dio en camas o en tarimas. El 38,3 % de las viviendas contó con un dormitorio para todos sus moradores, y en el 65,0 % de los casos, el dormitorio cobijó también a perros o gatos. En todas las viviendas, la cocina y el dormitorio se presentaron en habitaciones separadas por paredes.
El mobiliario, puertas, techos, ventanas en todas las viviendas presentó falta de limpieza y presencia de hollín, y el 96,7 % de las cocinas estaba en mal estado de higiene, y aunque en el momento de la visita no se observaron vectores de enfermedades, todas las viviendas presentaron condiciones favorables para su proliferación y desarrollo. En la misma línea, en todas las viviendas se observó falta de higiene de los moradores (75,0 %) y de las mascotas (96,7 %), y en el 90,0 % de las viviendas se observaron animales de crianza (tabla 5).
Los grupos focales
El análisis de estos datos se basa en las narrativas generadas a partir de la construcción grupal emergente.
Los síntomas respiratorios y otros síntomas recurrentes
Como pudo apreciarse a través del discurso, las participantes no tuvieron un conocimiento claro de los síntomas regulares, y recurrentemente lo relacionaron con los niños y evocaron síntomas que no estuvieron vinculados con el sistema respiratorio:
Gripe, le duele la cabeza, tiembla de frío, le duele el estómago, quieren estar siempre metidos en la cama, y fiebre.
Tos, duele la cabeza, mucha fiebre, mucho frío, sí les duele mucho la cabeza.
Fiebre, duele el cuerpo, frío, duele el estómago, gripe.
La tos en las mujeres, si bien se reconoce como un malestar, no es percibida como un síntoma patológico, sino como algo natural en la vida cotidiana de todas ellas:
De tos tal vez, pero eso no es infección porque ya es costumbre.
A veces sí, gripe y gripe siempre en frío. Casi todo el frío paramos con gripe, y tos también, pero eso es norma.
El dolor de cabeza y el dolor en los ojos sí fueron asociados invariablemente a la cercanía al fuego y a prácticas bruscas de comportamiento para mantenerlo activo, y podrían ser resueltos con un tratamiento médico, que se hace difícil debido a sus limitados recursos para sufragar gastos de atención médica y medicamentos:
&(91;… &(93; dolor de ojos y cabeza. Siento mucho cansancio. Ahora me duele más pero ya me estoy acostumbrando. Aquí hay que acostumbrarse, porque son caras las pastillas, pero casi siempre me curo con plantas.
Siempre dolor de cabeza pero cuando cocino, luego eso pasa. También duelen los ojos por la cocina. La catarata aquí, hay en muchas. Dicen que eso es por la cocina.
De la garganta, casi siempre como con flema. De la cabeza y también de los ojos. No sé si algún día dejará de haber eso. Uno no más tiene que acostumbrase. Creo que es por soplar y soplar casi todo el día, pero si no se me apaga la cocina no?
La mayoría de las mujeres tienen el entendimiento pleno de que algunos síntomas son consecuencia del humo de la cocina, sin embargo, la tos no la asocian a ello. Asimismo, no los vinculan a un problema de salud que requiera atención médica, ya que en algunos casos los tratamientos médicos no resultaron efectivos para controlar dicha dolencia:
Yo siempre he tenido esto, no me molesta. No creo que esto sea malo, no es tos es otra cosa menos peor.
Sí, una vez una familia que vino de Lima me dijo que me escuchaba toser siempre. Ella me llevó a la posta, allí el doctor me recetó medicamentos, pero en verdad no me ayudó nada. Allí me di cuenta que esto es normal, que casi siempre lo tengo, aunque creo que siempre lo tengo. Entonces no es tos.
Como le dije es como flema, tengo que toser para botar la flema porque si no me molesta, por eso no más toso.
Como puede apreciarse, se transmite la idea de que los malestares no están relacionados con el contacto con la cocina, y más bien se vinculan con los cambios bruscos de temperatura, presentes en otros espacios de las viviendas. Esta idea está muy extendida en el imaginario de la población:
Como le dije el cambio de clima. Ese calor de mi casa con el frío de afuera sí puede hacer mucho daño.
La acumulación de frío en la noche, entonces uno tose casi más seguido en el día. Usted ve, aquí hace calor (cocina), pero allá adentro no (dormitorio).
Creo que el frío, como usted puede ver ahora mismo hace frío aquí y afuera si salimos nos morimos de calor. Ese cambio es malo para los niños y para nosotras también.
El espacio para la cocción de los alimentos como espacio de vida
Constituye el único espacio agradable para las mujeres debido a que les proporciona calor ante las bajas temperaturas del lugar, además de que constituye el espacio principal de la vivienda donde se desenvuelven los vínculos familiares:
&(91;… &(93; es mejor aquí por el calor. En el calor siempre todo es mejor.
Sí, como usted ve aquí todo está calientito. Cuando no tengo que ir a la chacra, a cortar alfalfa, entonces me quedo aquí nomás junto a mi cocina.
&(91;… &(93; ¿dónde más? En otro lugar de la casa no se puede estar. En el dormitorio no porque sólo es para dormir. Aquí puedo ver televisión, puedo escuchar la radio. También aquí saben mis hijos que estoy. Aquí siempre los espero.
Las mujeres nunca asociaron elemento alguno relativo a la cocina y a sus prácticas de cocción con sus malestares respiratorios, los cuales en el caso específico de la tos, fueron concebidos como algo común:
No, si fuera así ya lo sabría. Pienso que en la Posta ya nos lo hubieran dicho. Allí saben acerca de los males, pero no he escuchado nada. Aquí no hay nada que dé tos.
Cómo va a ser. No, nunca. ¿Aquí en mi cocina? ¿Cómo qué? Tanto tiempo ya lo sabría.
Aquí en mi casa no, ya le he dicho que el frío es el problema, es por el frío.
El humo
Según la percepción de las mujeres, no representó un elemento dañino a la salud, pero sí incómodo por producir cefaleas, dolor de ojos y lagrimeos. Prevaleció la idea de que el humo tiene propiedades benéficas para proporcionar calor, ayudar en el crecimiento de sus animales, e incluso en el crecimiento de sus propios pobladores:
Sí, como le dije es malo para mi dolor de cabeza, porque me duelen los ojos, pero porqué otra cosa más, no, no es malo.
Malo no, si mis animalitos crecen bien, entonces nosotros también debemos crecer bien. Si no fuera por este calor, porque creo ahora que ese humo da calor, entonces sí nos moriríamos de frío. Un poco de dolor de cabeza nomás.
Si sería malo, yo estaría muerta, mis cuyes estarían muertos, y eso no pasa.
El inicio de las participantes en el ámbito de la cocina
Dedicarse a las actividades domésticas a lo largo de sus vidas y cocinar desde una edad temprana, con todos los riesgos a la salud que este modo de vida implica, define la limitada condición social de la mujer del ámbito rural a un espacio donde sus quehaceres se ven reducidos exclusivamente a la cocina. “No me acuerdo bien, 7 años creo. Tenía que cocinar porque mi mamá salía fuera de la casa a trabajar en la chacra&(91;… &(93; y yo tenía que cocinar“.
Se pudo conocer que en su niñez el “ir a la altura”, es decir, acompañar a sus padres por lo menos dos veces al año a los terrenos de cultivo ubicados a mayor altitud y por ende más fríos, también significó otro evento que las conectaba con la cocina, ya que el único y reducido espacio que los albergaba, también era utilizado tanto para dormir como para cocinar:
Iba con mi mamá y mi papá a la chacra en la altura. Era casi seguido. Había que sembrar papa. Allí nos quedábamos muchos días a veces. &(91;… &(93; era una chocita, chiquita, sólo era para cocinar y dormir.
El tiempo que demanda el uso de la cocina tradicional
El cocinar constituye una actividad predominante a la que le dedican la mayor parte de su tiempo, debido a que necesita de una dedicación exclusiva para mantener vivo el fuego. Encender la leña es una acción necesaria que toma un tiempo aproximado de 30 minutos. Otra acción obligatoria para lograr incrementar el fuego y mantenerlo, es soplar directamente sobre este de manera repetida a través de un tubo delgado. La cocina es vigilada para mantener el fuego y no para asegurar la buena preparación de los alimentos:
Sí, eso es el problema, por eso hay que levantarse temprano, porque allí nomás dura bastante, seguro como 30 minutos. &(91;… &(93; Tenemos que estar junto a la cocina, cuando vemos que el fuego está apagando entonces damos aire con esto. &(91;… &(93; Casi una no puede moverse.
El uso de leña mojada
Las mujeres demostraron conocer bien que el uso de leña mojada (ubicada fuera de la vivienda sin ningún tipo de protección) desencadena una abundante presencia de humo al inicio de la quema, además de que, bajo esas condiciones, el encendido requiere de mayor tiempo; sin embargo esta situación no representó un motivo de molestia:
Es que la leña mojada es más difícil de prender. Bota mucho humo porque así seca su humedad &(91;…&(93; Lo normal, un poquito más es si está mojada, pero luego hay menos humo &(91;…&(93; la lluvia no ayuda. Moja la leña que cortamos.
La cocina mejorada
El precio fue un tema determinante para que la población deseara acceder a ella, así como lo fue la atracción por la innovación. Aunque todas las participantes indicaron no haber visto una cocina mejorada, algunas de las entrevistadas hicieron referencia a las ventajas que significaba para ellas, en cuanto al ahorro de tiempo y de leña. Se constató el desconocimiento que la población tiene acerca de su contribución al mejoramiento de la salud respiratoria:
Que voy a gastar menos leña, eso sí he escuchado, eso sí es bueno, porque hay que conseguir leña de donde sea para cocinar&(91;… &(93; No, hasta ahora no la he visto. No sé cómo funciona, pero no creo que sea difícil. Porque cocina más rápido. No sé si será cierto.
DISCUSIÓN
En la comunidad La Esperanza existían condiciones contaminantes e higiénico-sanitarias en el espacio de la cocina, que coinciden con aquellas identificadas como riesgosas para la presencia de síntomas respiratorios y una capacidad vital forzada disminuida,13-19 propiciado por el hecho de cocinar cotidianamente, con el empleo de una cocina tradicional ineficiente. Asimismo, se reconocieron prácticas de riesgo tales como: cocinar por largas horas generando y concentrando humos contaminantes; soplar repetidamente para que el fuego no se apague; y de manera más alarmante permanecer en este espacio buscando el confort térmico que proporcionan los humos, debido a que en otras habitaciones se percibe frialdad, aun cuando el ambiente exterior advierta una temperatura cálida-; y más aún, hacer de este espacio, el micro-contexto doméstico en donde las mujeres despliegan la mayor parte de sus actividades y en donde se desenvuelven la mayoría de los vínculos familiares. Así, el espacio de la cocina se convierte en un recinto de elevada vulnerabilidad para la salud respiratoria de las mujeres indígenas, dada la naturaleza de las demandas biológicas, sociales (y hasta psicológicas) que logra satisfacer; pero que no es percibida como tal para la prevalencia de los síntomas respiratorios (al contrario de los oculares y cefaleas), en el entendido de que constituyen una situación normal en sus vidas que están asociados tan solo a los cambios bruscos de temperatura. Al respecto, cabe subrayar que, lo que las mujeres creen acerca del origen de sus síntomas es fundamental para su habitual forma de actuar, porque lo concreto es para los efectos del comportamiento como ellas creen que es la realidad.20-21
Por este motivo, la comprensión de los componentes social y conductual es clave para superar y modificar los factores que comúnmente impiden el éxito de las intervenciones higiénico-sanitarias ya que la cosmovisión y los escenarios socioculturales son muy heterogéneos en poblaciones indígenas y modulan el efecto de las intervenciones aunque estas se basen en sólidos criterios salubristas y tecnológicos y aunque tengan el apoyo de la evidencia previa. Los hallazgos mostrados contribuyen a guiar los esfuerzos de los investigadores, los evaluadores y los tomadores de decisiones, para la implementación de nuevas prácticas para la prevención de la enfermedad.
Por todo lo expuesto, se pude concluir que o que las mujeres creen acerca de sus síntomas respiratorios es fundamental para su habitual forma de actuar. En ese sentido, los hallazgos contribuyen a guiar la implementación de nuevas estrategias para la prevención de esto síntomas, con la finalidad de modificar algunas de las circunstancias socioeconómicas y socioculturales que los condicionan.
Debido a la naturaleza inductiva de los hallazgos cualitativos que limitan su generalización a otras realidades, aun con características semejantes, se recomienda promover estudios similares en poblaciones donde los factores sociocultural y socioeconómico se presentan con un potencial obstáculo para el éxito de las intervenciones en salud.