Introducción
La propagación de epidemias ha sido frecuente en la historia de la humanidad. Ejemplos de ello se encuentran en la peste que devastó Europa en el siglo xiv, los brotes mortales de cólera en el siglo xix, la epidemia de VIH/sida de los años 80 del pasado siglo, el virus del Ébola que se extendió desde África, la desastrosa propagación del zika en Brasil y el MERS-CoV.1
La pandemia de la COVID-19 en Cuba y en el mundo ha puesto de manifiesto una nueva forma de comportarnos y de convivir, pero también nos ha dado tiempo suficiente para mirarnos por dentro y a nuestro alrededor, buscando qué es lo mejor y lo que podemos modificar para ser mucho mejores. Esta pandemia nos mantiene tratando de librar una batalla personal que contribuye a, su vez, a librar una batalla social, con la actuación de todos como una barrera frente a la COVID-19 para que no se siga propagando. Según la Directiva No. 1 del Consejo de Defensa Nacional (CDN), esta nueva pandemia se cataloga en Cuba como un desastre de origen sanitario.1
Son diversos los efectos a nivel socioeconómico que se derivan de la pandemia, en el que se incluye un inevitable detrimento de nuestra salud psicológica, que a corto o a largo plazo debe ser abordado por el propio sistema sanitario. Estos efectos pueden ser aún mayores en grupos vulnerables (personas de mayor edad), en personas que se ven sometidas a mayores situaciones de estrés (contagiados y profesionales sanitarios).2
Según lo reseña el Manual Merck de 2020 la COVID-19 “es una enfermedad respiratoria aguda, a veces grave, causada por un nuevo coronavirus SARS-CoV-2”. De igual manera, referencia que los primeros casos de COVID-19 se relacionaron con un mercado de animales vivos en Wuhan, China, lo que sugiere que el virus se transmitió inicialmente de los animales a los seres humanos. La diseminación de persona a persona se produce a través del contacto con secreciones infectadas, principalmente a través del contacto con gotitas respiratorias grandes, pero también podría ocurrir a través del contacto con una superficie contaminada por gotitas respiratorias. No se sabe con certeza si la infección se puede contraer por vía fecal, oral o qué papel desempeñan los aerosoles (pequeñas gotitas respiratorias) en la transmisión.3
El hecho importante radica en el nivel de transmisibilidad y contagio tan alto que posee esta enfermedad. Lo que ha tenido que ser tomado muy en cuenta por los representantes de todos los países, pues implica serios problemas o consecuencias futuras en la salud de las personas una vez recuperadas, o en el peor de los casos en aquellas a las que les ha ocasionado la muerte.
Unas de las medidas más importantes asumidas en este tiempo de pandemia ha sido el distanciamiento social, pero existen otras más restrictivas como es el caso de la cuarentena. Cuba no se encuentra exenta de ello. Estas medidas se asumen para aquellas personas mayores de 60 años, enfermos o convalecientes, niños y otros que por su condición son dianas perfectas a enfermar o pueden llegar a tener complicaciones graves. Otras acciones ha sido el cierre total de escuelas y universidades. En el caso de las universidades de Ciencias Médicas (UCM) los estudiantes se han volcado a las comunidades de su territorio, ubicados por consultorios médicos de familia, a realizar el pesquisaje activo de todas las personas que presenten síntomas respiratorios.
El municipio nunca tuvo casos confirmados de personas afectadas, pero si hubo sospechosas desde el punto de vista epidemiológico, por lo que se tomaron decisiones importantes que pusieron en alerta a toda la población. Además, porque el municipio limita con una población que había sido declarada en cuarentena por una transmisión que surgió a partir de un caso positivo. Los estudiantes de las UCM estuvieron todo el tiempo en contacto con esa población afectada de manera psicológica por tener que vivir nuevas experiencias, condiciones a las que nunca se habían tenido que someter, además de tener que extremar sus medidas higiénicas para no ser contagiados. Por lo que estos estudiantes debieron actuar bajo condiciones estresantes.
El estrés desde el enfoque transaccional se define como “un proceso de interacción entre individuo y entorno, que se produce cuando el sujeto evalúa situaciones de la vida como amenazantes o desbordantes de sus recursos, y que puede poner en peligro su bienestar”4) De ahí, que para cualquier persona que tenga que enfrentar una situación de estrés, como condiciones difíciles o extremas de su vida habitual, emergencias y desastres, le sea importante para su actuación desarrollar las siguientes cualidades psicológicas: resistencia psicológica; disposición emocional favorable y alta motivación; autocontrol y autodominio; adaptabilidad; voluntad, independencia, confianza y seguridad en sí mismo; capacidad para la comunicación; restablecimiento y recuperación, entre otras.5
Muchas de estas categorías se incluyen en la definición de la resiliencia, que no es más que la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y salir fortalecido o transformado de esas experiencias adversas importantes.6 El origen del término se remonta a los años ochenta, cuando algunos investigadores comenzaron a percatarse de que algunas personas, a pesar de desarrollarse en ambientes muy desfavorables y potencialmente generadores de sicopatologías, no presentaban característica alguna de enfermedad mental, por el contrario, se mostraban muy competentes social y personalmente, siendo un constructo multidimensional.6)
Por la actividad que realizan los estudiantes de Ciencias Médicas en Cuba es importante que desarrollen estas cualidades psicológicas incluidas en la definición de resiliencia, a la vez, que se hace necesario poder evaluar su nivel de estrés. Por eso surge la pregunta de investigación: ¿cómo fue el impacto psicológico provocado por la COVID-19 en los estudiantes de la UCM que estuvieron realizando pesquisa activa en el municipio de Los Palacios? De ahí que el objetivo del presente estudio sea describir el impacto psicológico de la COVID- 19 en estudiantes de Ciencias Médicas.
Métodos
Se realizó una investigación descriptiva transversal no experimental en el periodo de abril a junio del 2020 en el policlínico Elena Fernández Castro del municipio Los Palacios. El universo fue de 73 estudiantes de Ciencias Médicas y la muestra estuvo constituida por 63 estudiantes. Los criterios de inclusión que se tuvieron en cuenta fueron los siguientes: consentimiento informado de participar, que pertenecieran a las UCM de Pinar del Río y San Cristóbal y que estuvieran realizando pesquisa activa en la comunidad urbana de Los Palacios. Se estudió el comportamiento de las variables sociodemográficas (sexo, edad, estado civil y enfermedad crónica) y las variables profesionales (facultad de medicina, especialidad y año que cursa) con respecto a los niveles de estrés.
Se aplicaron dos instrumentos: escala de resiliencia de Connor-Davidson (CD-RISC) adaptada a la población cubana por Yunier Broche Pérez y otros.6 Esta es una escala que consta de 25 ítems que se responden en valores desde 0 = “en absoluto” hasta 4 = “siempre”. El constructo se compone de cinco factores: persistencia-tenacidad-autoeficacia (ítems: 10, 12, 16, 17, 23, 24 y 25); control bajo presión (6, 7, 14, 15, 18, 19, 20); adaptabilidad y redes de apoyo (1, 2, 4, 5, 8); control y propósito (13, 21, 22) y espiritualidad (3, 9). Las puntuaciones de cada ítem se suman y su interpretación es que a mayor puntuación en cada dimensión, más indicadores de resiliencia muestra el individuo.6) El otro instrumento fue: escala para valorar el nivel de estrés, que consta de 13 ítems que se responden por sí = 1 y no = 0. El resultado final se busca en la tabla y depende de la puntuación, si tiende a ser alta significa mayor nivel de estrés.7
Resultados
Se estudió un total de 63 estudiantes de Ciencias Médicas, prevalecieron de ellos 51 estudiantes de medicina seguidos por 3 de enfermería y 8 de tecnología de la salud. Con respecto a los años cursados en la especialidad de medicina se puede decir que se mantuvo con relativa homogeneidad la cantidad de estudiantes excepto en el 5.o año que solo fue representado por 6 alumnos, el resto oscilaban entre 10 y 13 estudiantes por año.
Predominó el sexo femenino con un 71,4 % de la muestra y el rango de edad de 18 a 20 con el 50,8 % seguido por el de 21 a 23 años (42,9 %) y por último el de 24 a 26 años (3,2 %). El 93,7 % eran solteros y solo un 6,3 % eran casados. Predominaron las enfermedades alergia, asma y gastritis.
El 33,3 % de los estudiantes mantuvo niveles normales de estrés, mientras que el 42,9 % presentó estrés y el 19 % niveles excesivos y el 4,8 % demasiado estrés, lo que significa que el 66,7 % presentó niveles de estrés (Fig. 1). Dentro de los indicadores que más puntuaron se observaron los siguientes: el sentirse contrariado cuando se retrasan o lo hacen esperar, el sentir desasosiego cuando no tienen algo en concreto que hacer, el sentirse indebidamente cansado al finalizar la jornada, el sufrir dolores de cabeza, dificultades con el sueño, el andar con prisa para terminar las cosas, sentimiento de cansancio que no le permite concentrarse en pensar y sentirse molesto ante las personas que trabajan o hablan despacio.
Según las variables demográficas las más estresadas fueron las mujeres, los del grupo de 18 a 20 años, los de estado civil casados y los que presentaban enfermedades crónicas. (Fig. 2)
Según las variables profesionales se vieron más estresados los estudiantes de Ciencias Médicas de la provincia de Artemisa, los estudiantes de medicina y enfermería, y según los años de medicina en mayor medida 2.o año, seguido de 3.ro y 5.o.
Teniendo en cuenta la autoeficacia y tenacidad, el control bajo presión, la adaptabilidad y uso de redes de apoyo, el control y propósito y la espiritualidad se mostró que la mayoría de los estudiantes (> 50 %) poseen entre puntuaciones normales y altas. Las puntuaciones más bajas de manera general fueron en control bajo presión y espiritualidad (Fig. 4).
El 79,4 % de los estudiantes ha tenido comportamiento resiliente mientras que solo 20,6 % mostró bajos niveles de resiliencia (Tabla).
Discusión
Los niveles de estrés pueden aumentar en las siguientes situaciones:
Tener que adaptarse a la incertidumbre de posibles cambios de fechas de exámenes o trabajos, así como a nuevas demandas como consecuencia del cambio de docencia presencial a telemática.
Adaptarse al cambio de su lugar habitual de convivencia a espacios donde posiblemente los universitarios estén confinados con personas con las que no suelen cohabitar. Por lo que poder ajustarse al nuevo contexto dependerá de con quien convivan y el grado de cercanía emocional con esas personas, que pueden ser sus padres, sus compañeros de piso, amigos, hijos, pareja, o personas a su cargo. Esto implica que tenga el estudiante que adecuarse a otras normas que no le permitan decidir libremente aspectos de la vida cotidiana como, puede ser, cuando vivía fuera de casa de sus progenitores.8
Los resultados obtenidos en el presente estudio coinciden con investigaciones realizadas en España donde el 15 % de las personas tuvieron dificultad para dormir durante varios días.2 Por su parte, un estudio en China reportó que de una población de 1210, el 8,1 % informó niveles de estrés de moderados a graves.9 En otro estudio realizado en la Comunidad Autónoma Vasca (situada al norte de España) obtuvieron como resultado, y en contra de lo que se esperaba, medias superiores en estrés, ansiedad y depresión en edades de 18 - 25 años, seguidos del rango de 26 - 60 años, con una media en las tres dimensiones inferior en los mayores de 60 años, dado que la muestra más joven de este estudio era mayormente estudiante. Los autores consideran que este puede deberse al estrés añadido que viven los jóvenes estudiantes, ante la necesidad de adaptarse al nuevo contexto educativo sin clases presenciales, además de vivir una situación que nunca habían vivenciado.9
En la figura 2 se observa que el sexo femenino es el más afectado coincidiendo con otras investigaciones donde entre los participantes de la muestra un 81,1 % (n = 792) eran mujeres y un 18,9 % (n = 184) hombres.9 Además, los rangos más altos de estrés se observan en el sexo femenino, en el rango de edad de 18 - 20 años, los casados y quienes padecen enfermedades crónicas. Esto permite asumir que estos resultados se deben a la juventud temprana de los participantes, al estar en la etapa de confección de su proyecto de vida, el tener que enfrentarse a situaciones desconocidas como la presente contingencia epidemiológica, el pobre conocimiento que tiene aún de los temas médicos, algunas dimensiones bajas de la resiliencia producto de la edad, el abandono del hogar para incorporarse a otro nivel de enseñanza y la falta de apoyo familiar y grupal, así como la incertidumbre en torno al futuro personal y profesional.
En cuanto a la variable demográfica estado civil, según los datos arrojados, se observa que las parejas que se encuentran casadas pueden llegar a tener mayor estrés que aquellas que no lo están. Cuando se tiene que vivenciar momentos de pandemia donde la cuarentena es necesaria, se debe tener un cuidado mayor en la comunicación, ambos miembros de la pareja deben tener la capacidad de identificar estados emocionales en el otro, para que no surjan conflictos que puedan terminar en divorcio.
Se observó que en China tras el confinamiento las cifras de divorcio se dispararon, la mayoría fueron solicitados por las mujeres. Esto se extendió a 12 ciudades que informaron sobre el auge de las peticiones.10Así sucede con otros países como Argentina donde se registró un aumento del 30 % en consultas sobre divorcios, en Estados Unidos, particularmente en New York, se esperaba una avalancha de presentaciones en los tribunales. En Italia, España y Rusia aumentaron también las peticiones de divorcio y en Francia, 1 de cada 10 personas pensaban separarse al terminar la cuarentena.11
Los estudiantes que tienen enfermedades crónicas son los más estresados. Este resultado coincide con otras investigaciones donde expresan que las personas con enfermedades crónicas presentan niveles más altos de síntomas psicológicos. La COVID-19 tiene la tendencia de manifestarse con más severidad en personas con múltiples enfermedades subyacentes y en las que tienen enfermedades graves, y son las que manifiestan niveles más altos de síntomas psicológicos ante esta situación de crisis.9
Según Lozano Vargas,12 en un “estudio nacional de larga escala” realizado por Jianyin Qiu y otros “acerca del distrés psicológico en la población de China durante la epidemia de la COVID-19”, las personas entre los 18-30 años y mayores de 60 años presentaron un alto distrés psicológico. El autor considera que uno de los factores que puede “gatillar el estrés” entre los jóvenes de estas edades es su acceso a las redes sociales.
La pandemia y el confinamiento pueden desencadenar un importante estrés emocional que se precisa conocer para poder ayudar a mitigarlo.13) Si bien las enfermedades mentales afectan a gran parte de la población durante y después de la cuarentena, existen los siguientes estresores, que son parte de esta experiencia y pueden generar estos cuadros: el periodo de duración de la cuarentena, el miedo de infectarse o infectar a otros, la frustración o aburrimiento debido al confinamiento o pérdida de rutina, así como la pérdida de contacto social y físico con otros.14
Millones de estudiantes están pasando más tiempo del habitual en sus casas adaptándose a este nuevo panorama, con la incertidumbre adicional de desconocer si se van a alterar plazos de los exámenes, o la realización de prácticas externas, por poner algunos ejemplos. También deben adaptarse a las nuevas exigencias de un nuevo entorno de docencia virtual para el estudio, así como a nuevas formas de relación con sus compañeros y compañeras. Dada la importancia de las relaciones interpersonales en el desarrollo de competencias no solo académicas, sino también personales, los universitarios están en una situación de riesgo. De hecho, estos estudiantes y los jóvenes adultos son quienes peor están viviendo el confinamiento, según un estudio que realizaron la Universidad Jaume I y la Universidad de Murcia con 2000 españoles.8
Como se puede observar en la figura 3 los estudiantes de Ciencias Médicas de la provincia de Artemisa tienen mayores niveles de estrés que los de Pinar del Río, a pesar que estos últimos muestran un porcentaje alto. Este comportamiento debe estar relacionado a que, a pesar que estos estudiantes viven en el mismo pueblo pertenecen a otra provincia, a la vez que son más aplicados, tienen un mayor sentido de la responsabilidad y están siendo evaluados por profesores que no conocen.
En relación a las carreras más afectadas, por orden, se encuentran medicina, enfermería y tecnología de la salud. Las primeras se pueden explicar por el nivel de compromiso que tienen debido a sus conocimientos y la expectativa de que en un futuro ellos pudieran estar en las zonas más sensibles, según lo que han podido ver en las informaciones televisadas o por internet, en las que sus profesiones son las más comprometidas en tiempos de pandemia. Se describe en otras investigaciones que estos efectos pueden ser aún mayores en grupos vulnerables, en personas que se ven sometidas a mayores situaciones de estrés (contagiados y profesionales sanitarios)2) En coincidencia con estudios anteriores en el área de las epidemias, los individuos y comunidades en mayor o menor medida relacionados con la enfermedad de la COVID-19 la perciben como un evento vital estresante y una situación amenazante.1
En este trabajo se evalúan 5 dimensiones importantes para mantener un comportamiento resiliente: autoeficacia - tenacidad, control bajo presión, adaptabilidad y redes de apoyo, control y propósito y la espiritualidad. Se puede observar en la figura 4 que las dimensiones que más puntúan a lo bajo, con un mismo nivel de puntuación, fueron control bajo presión y espiritualidad.
En el estudio se observa que solo 20 estudiantes muestran puntuaciones bajas con respecto a mantener control bajo presión. Además, es una manera de mostrar que se está trabajando en el tema de los grupos vulnerables y en este sentido ha sido una gran oportunidad la preparación que tiene el sistema de salud en función de la pesquisa activa. El trabajo en la preparación de los recursos humanos ha permitido que esos jóvenes que cambiaron sus rutinas, que han ido a las casas y se han convertido en los amigos de los vecinos, hayan podido superar el miedo con que empezaron a realizar su labor.15 Se conoce que el miedo puede bloquear y llevar a conductas compulsivas como no comer o mirar internet de forma pasiva y de manera continua para intentar llenar la sensación de vacío y de falta de control.8
Hay dos maneras constructivas de afrontar cualquier reto: lidiar con los problemas y lidiar con las emociones, ambos tienen la misma importancia. En el caso del problema se deben seguir las pautas como el distanciamiento social y el aislamiento. En el tema de las emociones implica tomar medidas para reducir el estrés. Estas maneras de actuar son a las que se les llama tomar el control.16) El no conocer estrategias que le hagan frente a las emociones o reacciones psicológicas que puedan surgir durante este tiempo de pandemia puede provocar en los estudiantes futuros problemas psicológicos con repercusión en su estado físico y las distintas esferas de la vida. Dichos resultados coinciden con un estudio que se realizó en la población española donde el 55 % ha sentido que no eran capaces de dejar de preocuparse o de controlar la preocupación.2
Algunos estudios han descrito que la situación es particularmente preocupante respecto a los estudiantes más vulnerables que ingresaron a la educación superior en condiciones más frágiles. Una disrupción en el entorno como la que está produciendo esta crisis puede convertir esa fragilidad en abandono reproduciendo así, una vez más, la exclusión a la que da lugar la inequidad que caracteriza el ingreso a la educación superior en la región. También cabe señalar que la educación a distancia requiere de mayor disciplina y compromiso por parte del estudiante, lo que quizás explique que esta tenga más éxito en los de mayor edad, o sea, los de posgrado, frente a los de pregrado.17
Atendiendo a la espiritualidad se puede apreciar que existen 18 estudiantes con puntuaciones bajas. Esta dimensión habla como un factor que favorece la salud y el bienestar emocional. Muestra tres ejes fundamentales derivados de las relaciones que la persona establece consigo misma a través de la búsqueda de sentido, con los demás y con el otro. Las cuestiones sobre el sentido de la vida suelen aflorar en momentos límite, de intenso sufrimiento como lo son la enfermedad o cercanía de la muerte.18) Luego de la declaración de emergencia en China, un estudio reveló un incremento de las emociones negativas (ansiedad, depresión e indignación) y una disminución de las emociones positivas (felicidad y satisfacción).19) Los estudiantes que participaron en el presente estudio no quedan exentos de este problema y junto con la necesidad de tener un control bajo esta situación nunca experimentada, requieren de esfuerzo y voluntad.
De manera general se aprecia en la tabla que el mayor por ciento de los estudiantes ha tenido un comportamiento resiliente. Las dimensiones autoeficacia - tenacidad, control y propósito y adaptabilidad y redes de apoyo han contribuido a que estos estudiantes no lleguen a presentar mayores niveles de estrés, mientras que solo un 20,6 % mostró bajos niveles de resiliencia, en los que se vieron afectadas las dimensiones control y propósito y espiritualidad.
Se puede concluir que en el tiempo de la pandemia por la COVID-19 los seres humanos han tenido que crecerse frente a la variedad de circunstancias que han debido afrontar. Los estudiantes han sido un puntal indispensable para el enfrentamiento y la erradicación de la propagación de la epidemia, una vez que dieron su paso al frente para asumir la tarea de manera incondicional. No obstante, esta situación tuvo en ellos un impacto desde el punto de vista psicológico, por lo que la mayoría muestran niveles de estrés, y puntuaciones bajas en las dimensiones de resiliencia, presión bajo control y espiritualidad.