Introducción
Desde hace varias décadas se ha hablado de la alimentación saludable concebida de múltiples formas. A la fecha, se reconoce que la alimentación saludable está determinada por pautas nutricionales, que varían en diferentes poblaciones de acuerdo con las percepciones y creencias que se tengan sobre las características nutricionales de los alimentos y la valoración social que se asigne a determinadas prácticas de consumo.1 Hay consenso en elementos que pueden definirla como una dieta usualmente rica en frutas y vegetales, que reduce el riesgo de enfermedades,2 es balanceada, satisface, es transmitida de generación en generación, variada, “mediterránea”1 y compuesta por alimentos frescos que se consiguen de primera mano en el entorno inmediato, contrario a lo que se conoce como dieta occidental.3
La alimentación saludable hace parte del estilo de vida saludable; es decir, un conjunto de determinantes (alimentación, actividad física, prácticas de autocuidado, prevención de adicciones, manejo del estrés, etc.) que evitan el desarrollo de enfermedades crónicas y mantienen a la población sana. El proceso de modernización y urbanización de las sociedades ha generado cambios en los estilos de vida y, por tanto, en las formas de alimentación, incluyendo en la dieta productos industrializados, ultraprocesados e hipercalóricos que han contribuido al aumento de enfermedades no transmisibles como la obesidad, la hipertensión, diabetes, entre otros.4
Una revisión sistemática1 sobre las creencias y significados de la alimentación saludable en población con diferentes niveles socioeconómicos estableció barreras para su implementación como, por ejemplo: (a) el tiempo destinado a la alimentación, ya que al existir otras demandas diarias la alimentación saludable no es una preocupación principal; (b) el costo de los alimentos saludables cuando se tiene un presupuesto limitado restringe la posibilidad para comprar más de ellos; (c) ligado a lo anterior, la práctica de consumir preferiblemente alimentos que satisfagan en lugar de alimentos que nutran.
Adicionalmente, la producción de alimentos es un tema que se ha analizado desde la perspectiva de la sostenibilidad y, recientemente, se ha comenzado a introducir el concepto de alimentación sostenible, enfocado en la sinergia entre salud y ambiente para generar beneficios al proteger la salud y la vida de la especie humana y del planeta.5 Es un hecho que la alimentación puede contribuir a reducir la producción de gases efecto invernadero y, por ende, ayudar a frenar el cambio climático, con lo cual se protege la vida en el planeta.
La alimentación sostenible es, entonces, la garantía de la seguridad alimentaria simultáneamente con la reducción de impactos ambientales en su producción, en el marco de la agenda global de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que incluye los procesos de producción y consumo.6 En un estudio sobre perspectivas actuales sobre alimentación7se argumentó desde lo sustentable a partir de la diversidad de alimentos de origen natural, con disponibilidad de opciones alimentarias basadas en plantas del territorio y en la cual se evite el consumo de alimentos ultraprocesados, enfocada en el reconocimiento de formas de producción acordes a los ciclos de la naturaleza y cuyos productos se distribuyan y comercialicen en el entorno inmediato dentro de modelos de producción circular.
Lo anterior hace parte de las percepciones que desde el ejercicio ciudadano se deberían reflexionar en la cotidianidad para tomar decisiones saludables y sostenibles en cada actividad que se desarrolla, incluida la alimentación. La población de estudiantes universitarios, está en el proceso de definir una práctica de alimentación consciente con la salud y el ambiente, por eso es relevante identificar las percepciones (entendidas como un proceso cognitivo que consisten en el reconocimiento, interpretación y significación para elaborar juicios en torno a un tema, en gran medida derivado del conocimiento formal aprendido o creencias epistemológicas de los individuos, que no siempre son científicamente correctas)8,9 y las actitudes (entendidas como esa disposición mental al cambio a partir de juicio de valor sobre los bueno o lo malo para la salud que ayuda a predecir la práctica)10 que aportarán, positiva o negativamente, en la definición de dichas prácticas.
Un estudio realizado en México encontró en los estudiantes de ciencias de la salud un insuficiente estilo de vida promotor de salud,11 que indicaba la fragilidad de conocimientos, percepciones y actitudes para la tomar decisiones saludables. En un estudio realizado en el Caribe colombiano, que congregó estudiantes de varias universidades y programas, se identificó que el 74,9 % no tenía una dieta balanceada, el 83,6 % consumía mucho azúcar, sal o grasa y un 33,5 % estaba por encima del peso adecuado.12 Por lo tanto, la formación de los futuros profesionales en general, pero con énfasis en los del área de salud, debe contemplar conocimientos, percepciones y actitudes en salud planetaria que incorporen, entre otros muchos aspectos, la alimentación saludable y sostenible.13
La falta de percepciones adecuadas y actitudes positivas sobre alimentación puede traer consigo que se desarrollen o mantengan malas prácticas y, por lo tanto, el aumento sistemático de enfermedades crónicas no transmisibles en la edad adulta,14 con lo cual se afecta la calidad y esperanza de vida saludables de las poblaciones. De forma similar ocurre al desconocer el impacto ambiental de la alimentación, lo cual puede conllevar a mantener el sistemático deterioro del planeta al acelerar aún más el cambio climático, lo cual podría ser catastrófico para toda forma de vida planetaria.15,16
A partir de lo anterior, y en el marco del proyecto titulado Una dieta saludable y sostenible para promocionar la salud y prevenir las enfermedades no transmisibles (ENT) entre los jóvenes universitarios, se planteó como objetivo: identificar las percepciones y actitudes sobre la alimentación saludable sostenible entre jóvenes estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Salud en Santa Marta-Colombia, 2022. Esta información se constituye en la línea de base para diseñar e implementar estrategias educativas orientadas a mejorar cualitativamente las percepciones y actitudes hacia la alimentación saludable y sostenible en los jóvenes.
Métodos
Se desarrolló un estudio transversal con una población de 318 estudiantes, seleccionados por conveniencia, a partir de la totalidad de estudiantes matriculados en el primer semestre de 2022. La muestra se calculó en Epiinfo versión 7.2, considerando un 95 % de confianza, un 5 % de error y una probabilidad del 30 % (considerando la alimentación saludable).17,18,19
El instrumento fue diseñado y validado por los investigadores. Se estructuró en 3 partes:
Características sociodemográficas (edad, sexo, programa, semestre, procedencia).
Categoría de percepciones, con 3 dimensiones: alimentos saludables, sostenibles y que generan riesgos de ENT (diabetes, hipertensión y obesidad). Estas dimensiones estuvieron compuestas por 21 alimentos conocidos, que los estudiantes debían calificar como saludables (1 = nada saludable; 5 muy saludable); sostenibles (1 nada sostenible; 5 muy sostenible) y según la capacidad de aumentar los riesgos de diabetes, hipertensión y obesidad (1 aumenta el riesgo; 5 reduce el riesgo)
Categoría de actitudes, con tres dimensiones: alimentos saludables, sostenibles y que generan riesgos de ENT (diabetes, hipertensión y obesidad), con 14 grupos de alimentos en los cuales los estudiantes participantes seleccionaban la opción que permitiría llevar una dieta saludable, sostenible y que evite enfermedades, con 5 opciones (aumentar significativamente su consumo, aumentar un poco su consumo, mantener su consumo, reducir su consumo o eliminar totalmente su consumo).
Para el diseño del instrumento se consideraron algunos de los criterios establecidos por Ziemendorff y Krause20 como: facilidad de comprensión, aceptación, lo atractivo (imágenes), identificación con los alimentos e inducción a la acción.
Los alimentos considerados para que los estudiantes valoraran sus percepciones sobre los aspectos saludables y sostenibles, y los riesgos de generar ENT fueron: guineo, chorizo, gaseosa, carnes rojas, salchipapa, empanadas, huevos, almuerzo ejecutivo, pan, cereales con azúcar, queso, aguacate, hamburguesa, frijoles, cerveza, arepa de huevo, auyama, pescado, paquetes (snacks), papa y tomate (distribuidos en ese orden).
Los grupos de alimentos considerados para identificar las actitudes positivas o negativas fueron: verduras, frutas, panes y harinas, lácteos (quesos, leche, yogurt), carne de pollo/cerdo, gaseosas, huevos, carne de res, cereales/arroz, pescado, yuca/ñame/plátano, paquetes, fritos y dulces (helados-postres).
La fiabilidad global del instrumento global fue α de Cronbach = 0,908 (IC95 % 0,894- 0,921), para la categoría de percepciones fue α de Cronbach = 0,92 (IC95 % 0,908- 0,932) (Cuadro 1) y para la de actitudes fue α de Cronbach = 0,716 (IC95 % 0,670-0,757).
Procedimiento
Los correos electrónicos de los estudiantes matriculados fueron solicitados a los programas académicos, cumpliendo con los requisitos éticos de confiabilidad y uso de la información con fines de investigación. A todos se les envió el correo explicando el proyecto, presentando el objetivo del cuestionario, se colocaron los datos de los investigadores y se adjuntó el link del cuestionario (https://forms.microsoft.com/r/zftq1DrmbG). Al abrirlo inmediatamente aparece el consentimiento informado, así que los interesados fueron quienes voluntariamente decidieron participar ingresaron sus datos y completaron el instrumento. El tiempo promedio de ejecución fue de 13 minutos.
Análisis
A partir de las puntuaciones se estableció la escala de valoración para alimentos saludables, sostenibles para el territorio y que aumentan o reducen el riesgo de desarrollar ENT tanto para las percepciones como para las actitudes (Cuadro 2).
Para identificar diferencias significativas se utilizó la prueba ji al cuadrado para las variables cualitativas t-test y ANOVA para cuantitativas y para las correlaciones, se utilizó Spearman con un nivel de significancia de p < 0,05.
Los puntajes asignados a las dimensiones de saludable y riesgos de ENT se valoraron de acuerdo con una la evidencia aportada por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, en sus Guías Alimentarias basadas en alimentos para la población Colombiana mayor de 2 años21) y en artículos científicos, para cada alimento o grupo de alimentos.22,23,24,25,26,27,28,29 Para la dimensión de sostenible se utilizó la base de datos Food Impacts on the Environment for Linking to Diets (dataFIELD30) por ser una de las más completas, de acceso abierto y que se elaboró a partir de una revisión exhaustiva de los estudios de evaluación del ciclo de vida de los alimentos.
El proyecto se suscribe a los códigos y normas éticas vigentes que hacen relación a investigación con seres humanos. En especial a Resolución número 8430 de 1993, artículo 11.31 En esta investigación se aplicó el consentimiento informado para que los participantes pudieran responder al instrumento de diagnóstico, garantizando la confidencialidad. En este marco, el proyecto cuenta con aval del comité de ética institucional.
Resultados
Con relación a las características de los participantes, se encontró que el programa que más participó fue enfermería (42,1 %), fueron principalmente mujeres (65,7 %), con una edad promedio de 20,3 años (DE: 3,8), el grupo más joven según edad media fue odontología. Con respecto al estado civil, el 91,8 % fueron solteros y en el 95 % procedentes de la región Caribe (tabla 1).
Según los puntajes obtenidos en cuanto a las percepciones de alimentación para cada una de las dimensiones (tabla 2), se encontró que el 55 % identifica los alimentos saludables en nivel entre óptimo y bueno (promedio = 25). Sin embargo, el puntaje obtenido en cuanto a alimentación sostenible resultó deficiente en más del 55 % (con un promedio de 8,7 puntos). Frente a la identificación de los riesgos, un 53 % obtuvo un resultado entre regular y bueno (con un promedio de 30 puntos).
No se encontraron diferencias significativas del puntaje por sexo, edad, ni procedencia (p > 0,05). La dimensión saludable presentó diferencias significativas por semestre (p = 0,0065) y por programa (p = 0,000). La dimensión riesgo de ENT presentó diferencias por programa (0,0008).
A partir de las puntuaciones asignadas, el alimento considerado más saludable fue el pescado, seguido por el aguacate, tomate, guineo y huevos. El alimento menos saludable fue la gaseosa, seguida con puntuaciones más altas por los paquetes (snacks), salchipapa, hamburguesa y cerveza.
El alimento identificado como más sostenible fue el aguacate, seguido por tomate, ahuyama, fríjol y guineo. El menos sostenible fue la gaseosa, seguido por los paquetes, la hamburguesa, el chorizo y la salchipapa.
Y con relación a los alimentos que aumentan el riesgo de enfermedades no transmisibles, en promedio se asignó el mayor riesgo de diabetes a las gaseosas, seguidas de cereales azucarados, paquetes, salchipapa y hamburguesa. Para el caso de la hipertensión, el alimento que valoraron como de mayor riesgo fue la salchipapa, seguida del chorizo, la hamburguesa, la gaseosa y las empanadas. Para el riesgo de obesidad, nuevamente la gaseosa fue la considerada como la que más aumenta el riesgo, seguida por salchipapa, hamburguesa, chorizo y empandas.
Según los puntajes obtenidos para las actitudes se encontró que un 42 % tiene una actitud hacia la alimentación saludable entre buena y óptima, y solamente un 30,7 % tendría actitud positiva hacia la adopción de alimentos sostenibles, mientras que el 77 % presentó una actitud positiva hacia el cambio de consumo de alimentos relacionados con el riesgo de esas enfermedades (tabla 3).
Las actitudes hacia la alimentación saludable y la reducción del riesgo de ENT tuvieron diferencias significativas por sexo (p = 0,009 y < 0,001, respectivamente) y programa (p = 0,008 y p < 0,001, respectivamente). Las actitudes hacia reducción del riesgo de ENT presentaron diferencias significativas por estado civil (p = 0,042). Las demás variables sociodemográficas no presentaron diferencias significativas con las actitudes (p > 0,05).
Las actitudes positivas hacia la alimentación saludable evidenciaron que el 94 % refiere la necesidad de aumentar (significativamente o un poco) el consumo de verduras y el 81 %, el consumo de frutas. La actitud negativa hacia la alimentación saludable se identifica en la posibilidad de aumentar o mantener el consumo de gaseosas (4,1 %), paquetes (5,3 %); fritos (4,7 %) y dulces (8,1 %).
Con relación a las actitudes positivas frente a la alimentación sostenible se relacionó el aumento del consumo de frutas y verduras (79 %) y una reducción y eliminación del consumo de carnes rojas (45 %). Lo anterior comparado con unas actitudes negativas frente a la alimentación sostenible al referir la intención de aumentar el consumo de carne de res (12,4 %), lácteos (14 %) y aumentar o mantener el consumo de gaseosas (7,8 %) y fritos (8,7 %).
Finalmente, las actitudes con respecto a la alimentación y los riesgos de ENT se encontraron como actitudes positivas el aumento de consumo de pescado (91,4 %), leguminosas (87,3 %) y verduras (95,5 %). Las actitudes negativas evidencian el mantener o aumentar el consumo de dulces (42,7 %), paquetes (19 %) y gaseosas (15,6 %).
Se relacionaron las percepciones con las de actitudes, identificando relaciones significativas y positivas, pero débiles entre todas, excepto entre las percepciones de alimentación saludable y las actitudes hacia los alimentos para reducir riesgos de ENT (tabla 4).
Discusión
Se realizó el diagnóstico de la percepción sobre alimentación saludable, sostenible y que evita enfermedades crónicas entre estudiantes universitarios de ciencias de la salud, principalmente procedentes de la Región Caribe, encontrando que más de la mitad reconoce los alimentos saludables, pero tiene dificultad para diferenciar los alimentos que reducen el riesgo de ENT y los que son sostenibles. De los alimentos sugeridos, el aguacate, el tomate y el pescado fueron los más percibidos como saludables, sostenibles y que evitan ENT. Las actitudes positivas hacia la alimentación saludable y sostenible estuvieron orientadas a aumentar el consumo de verduras y frutas, mientras que para reducir riesgo de ENT se reconocieron el pescado y las leguminosas. Finalmente, se halló correlación significativa entre percepciones y actitudes.
La alimentación ha sido un tema de interés recurrente en la investigación en salud, dado su potencial de mantener a las personas sanas o, por el contrario, aportar al desarrollo de enfermedades.32 En la población de jóvenes estudiantes universitarios se han identificado prácticas inadecuadas de consumo de alimentos, por ejemplo, el exagerado consumo de grasas, sal y azúcares y, simultáneamente, el bajo consumo de verduras y frutas,12,33 que se constituye en un determinante para el desarrollo a futuro de ENT.
Al respecto, las precepciones de los participantes identificaron alimentos que son saludables, pero a pesar de ello persisten actitudes negativas para seguir consumiendo aquellos que no lo son, es decir, no es suficiente conocer, acceder a información, para tomar la decisión de alimentarse saludablemente.34 Algunos elementos que explican esta contradicción podrían relacionarse con el comportamiento alimentario de los padres y la presión social de los amigos, que tiene influencias positivas y negativas en las percepciones, actitudes y prácticas alimenticias individuales.35 Además, actualmente, la experiencia de la pandemia COVID-19 que colocó en riesgo la seguridad alimentaria y llevó a la gente a consumir aquello a lo que tenía acceso,36 sin importar lo saludable o no que fuera.
Sobre la relación de la alimentación con el desarrollo de ENT, los estudiantes participantes perciben en un bajo nivel dicha relación, lo cual se podría explicar porque en el contexto caribeño se presentan simultáneamente los fenómenos de desnutrición, malnutrición, obesidad y hambre,37 que generan confusión en las creencias e imaginarios de la población sobre los alimentos. Los estudiantes universitarios de las ciencias de la salud acceden a información técnica basada en la evidencia; sin embargo, permear la conciencia para que transformen las actitudes y prácticas de alimentación es un paso más complejo, además de contradicciones que tienen cuando en las prácticas orientan a pacientes sobre la necesidad de transformar su alimentación, pero no lo hacen para sí mismos.34
Por otra parte, la alimentación sostenible es un tema más novedoso y por lo tanto era esperado que las percepciones de los jóvenes universitarios al respecto hayan obtenido un resultado deficiente. Sin embargo, se encontró correlacionada la percepción entre lo saludable-lo sostenible y los riesgos de ENT. Esta relación se ha identificado en varios estudios, en donde se reconoce que el desarrollo de patrones dietarios más saludables tiene bajo impacto ambiental, lo cual permite pasar de la salud individual a la colectiva, ya que avanzar hacia una alimentación saludable reduce enfermedades y mejora la sostenibilidad ambiental.38,39
La relación entre las percepciones y las actitudes que se encontró puede orientar un camino a seguir, ya que, al modificar las percepciones, a partir de información y educación basada en la evidencia científica, pero también en la emoción, la vivencia, el goce y el disfrute, puede mejorar las actitudes y la posibilidad de que los jóvenes opten por prácticas más saludables y sostenibles de alimentación. Una solución puede ser la comida tradicional y local, que reduce la ingesta calórica desde alimentos fuentes de grasa de origen animal, sal y azúcares libres y aumenta el consumo de frutas, verduras, leguminosas, cereales integrales y semillas oleaginosas,40 con lo cual promueve la salud, reduce las ENT y es sostenible, porque usualmente sus ingredientes son los que están en el territorio
Los colegios, universidades e instituciones educativas son los responsables de dotar y capacitar al alumnado con los conocimientos, las habilidades y las actitudes que transformen culturalmente hacia una perspectiva colectiva de la alimentación, para que pueda ser eficaz en la resolución de los retos de la salud planetaria, como son la interdependencia de los ecosistemas y la salud humana.13 Al reducir el riesgo de desarrollar ENT a través de la alimentación se mejora la salud individual y se impacta a salud colectiva, que a su vez mejora la salud del planeta.
En conclusión, Las percepciones sobre la alimentación saludable y que evita enfermedades fueron adecuadas, así como las actitudes positivas. En torno a la alimentación sostenible hay vacíos, frente a los cuales se debe sensibilizar para avanzar en una alimentación consiente con la salud humana y planetaria.
Se recomienda diseñar técnicas alternativas de educación en salud, estrategias gamificadas, narrativas, etc., que atraigan a los jóvenes a la ciencia, que les permitan apropiar la evidencia científica eliminado las barreras existentes de la ciencia para que puedan acceder de primera mano a información y conocimiento para alimentarse de forma saludable y sostenible.