Estimado editor:
Por medio de la presente nos es grato dirigirnos ante usted para hacerle llegar nuestras contribuciones sobre el tema de la promoción de la salud en el contexto de los países latinoamericanos.
Desde la primera Conferencia Internacional sobre la Promoción de la Salud en 1986, la que se emitió la Carta de Ottawa con el objetivo Salud para Todos en el año 2000, hasta la generación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el 2030 y el compromiso expresado en Adelaida (2010), los esfuerzos para mejorar la salud de poblaciones y grupos particulares se han caracterizado por una serie de compromisos asumidos por cada país. Ello se expresa en el diseño e implementación de políticas públicas, donde, la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades son dos temas de alta prioridad para un número creciente de países.1)
Asimismo, las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con los estilos de vida y las condiciones de vida siguen constituyendo el principal problema de salud pública en las Américas, explicitando una baja adherencia a conductas saludables por motivos sociales, culturales y personales y, en diferentes regiones, por escasa cobertura o accesibilidad a servicios de salud de manera oportuna.
Aún en los países latinoamericanos, el enfoque de la promoción de la salud se ha basado en el modelo deficitario, en el que la identificación de las necesidades de salud de las comunidades requiere recursos profesionales y dependencia de los servicios de salud. En contrapartida al modelo deficitario, el referente de la promoción de la salud con el enfoque salutogénico y en el modelo de activos posibilita el fomento de una vida más saludable para las personas, familias y comunidades como un proceso político y social complejo, pues no contempla solamente las acciones dirigidas a fortalecer las habilidades y capacidades de los individuos, sino también las dirigidas a modificar las condiciones sociales, ambientales y económicas con el fin de mitigar su impacto en la salud pública y comunitaria. Esto ha sido explicitado en la Conferencia Mundial sobre Atención Primaria de Salud, celebrada en Astaná en 2018. Como ha sido descrito en la literatura, el enfoque de trabajo con activos plantea la coproducción de salud entre personas, familias, comunidades y profesionales en un contexto determinado aprovechando al máximo sus fortalezas, talentos y habilidades.2
Lo anterior releva la importancia de un análisis crítico de la formación de los profesionales de la salud y los aportes de la investigación, en el que se sigue la mirada desde la enfermedad y no desde la salud. Un estudio chileno que integró la visión de diversos actores relacionados a las mallas curriculares, vinculación con la comunidad y campos clínicos de las carreras de las ciencias de la salud, desde la necesidad de un enfoque salutogénico, destacó la necesidad de inclusión de contenidos relacionados a las metodologías participativas y sociales, Atención Primaria de la Salud y la determinación social de la salud, los cuales posibilitan un trabajo comunitario y participativo.3) Otro estudio, que mapeó la formación en salud pública en América Latina, corrobora esta mirada, pues planteó la necesidad de adecuar las competencias y habilidades desarrolladas por los cursos y programas a las demandas de las personas, familias y comunidades en base a los factores determinantes de la salud y los procesos de producción y reproducción de desigualdades.4
A la vez, el trabajo participativo también debe ser contemplado en los procesos de investigación, en el que las personas, familias y comunidades deben pasar de objetos de estudio a sujetos protagonistas de la investigación. Lo anterior, es un derecho fundamental basado en la justicia social, el empoderamiento y la autonomía de las personas y las comunidades en que están insertas; además, ha sido un indicador de buenas prácticas en investigación en todo el mundo.5
Son importantes y complejos retos para formadores e investigadores y, al mismo tiempo, oportunidades que se presentan para futuros profesionales que, desde una perspectiva crítica y contextualizada, podrán contribuir de manera efectiva a la reducción de las desigualdades de las personas, familias y comunidades actuando de forma equilibrada entre el modelo deficitario y el salutogénico. Desde este último, posiblemente estaremos más próximos de la anhelada salud de las comunidades y de las sociedades latinoamericanas que integramos.