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ACIMED
versión impresa ISSN 1024-9435
ACIMED v.21 n.1 Ciudad de La Habana ene.-mar. 2010
ARTÍCULOS
La ciencia médica en la Cuba colonial a través de la bibliografía de sus protagonistas
The Medical Science in colonial Cuba through bibliography of their protagonist
José Antonio López EspinosaI; Iván Muñoz DuthilII
ILicenciado en Información Científico-Técnica y Bibliotecología. Investigador Auxiliar.Cátedra "Alexander und Wilhelm von Humboldt" de la Universidad de La Habana,Cuba.
IIDoctor en Ciencias Filosóficas. Profesor Titular. Cátedra "Alexander und Wilhelm von Humboldt". Universidad de La Habana. La Habana, Cuba.
RESUMEN
Se pondera la ciencia desde la perspectiva dialéctica materialista y se pone de relieve su relación directa con la evolución en el tiempo de la especie humana. Se enuncian los antecedentes del movimiento científico en Cuba y se indican las circunstancias que propiciaron el despegue de la ciencia genuinamente cubana, con mención de varios de sus máximos exponentes a tenor de la bibliografía por ellos producida. Se destaca la significación del Papel Periódico de La Habana en su condición de soporte, donde han quedado registradas las primeras noticias y artículos de carácter científico producidos por cubanos, entre ellos 1594 trabajos sobre aspectos médicos, desde su aparición en 1790 hasta 1840, año en que surgió la primera revista científico-médica editada en el país. Se subraya la significación del año 1797 como momento histórico que marcó el inicio de la bibliografía científica moderna en el territorio nacional, particularmente en la ciencia médica, donde salieron a relucir nuevas concepciones que se constituyeron en expresión concreta de un criterio científico independiente y propio, y además contribuyeron de modo sustancial, al progreso de la nación cubana, como fundamento evidente de una etapa precisa de su evolución histórica con la aparición de una nueva formación social.
Palabras clave: Ciencia médica, formación socioeconómica, bibliografía de medicina, bibliografía retrospectiva, Cuba.
ABSTRACT
In this article, the science is pondered from the dialectical materialistic perspective and it is relieved its direct relationship with the evolution of the human species through the time. The antecedents of the Cuban scientific movement are enunciated and the circumstances that propitiated the take off of the genuinely Cuban science, pointing out several of their maximum exponents in the context of the bibliography produced by them. It is stood out the significance of the Papel Periódico de La Habana in Havana city as a supporting condition, where were been registered the first news and articles of scientist character taken place for Cuban scientists, among them 1594 works have more than enough medical aspects, from their appearance in 1790 up to 1840, year of the first journal scientific-doctor published in the country arose. The significance of the year 1797 is underlined, particularly as historical moment that marked the beginning of the scientific modern bibliography in the national territory, in the medical science, where were left to glitter new conceptions that constituted the concrete of a scientific independent expression and own approach that contributed from a substantial way to the progress of the Cuban nation, like evident foundation of a precise stage of its historical evolution with the appearance of a social new formation.
Key words: Medical science, socioeconomic formation, medicine bibliography, retrospective bibliography, Cuba.
La definición más generalizada del concepto "ciencia" sostiene que consiste en un conjunto coherente de conocimientos relacionados con ciertas categorías de hechos, objetos o fenómenos.1 En sentido más amplio, procede concebirla como máxima expresión de la actividad teórico-práctica del hombre, al tiempo que resultado de esa actividad en el contexto del sistema de los conocimientos sobre las leyes de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, que se generan sobre la base de su quehacer. Este sistema de conocimientos, expresados en forma de conceptos y de teorías, hace posible una mejor comprensión de los fenómenos naturales y sociales. Por ende, la ciencia se puede considerar un rasgo distintivo y una consecuencia de la actividad teórico-práctica del hombre como ser social, a lo que se puede agregar que los resultados de su aplicación están determinados tanto por el desarrollo de las fuerzas productivas como por el de las relaciones de producción dentro de la sociedad.2
En tanto producto de la actividad teórico-práctica, existe pues la ciencia como un sistema de conocimientos, organizado de manera que sea capaz de reflejar las propiedades, estructuras y leyes de la realidad objetiva. En este sentido se le puede considerar un componente de la vida intelectual de la sociedad, por lo cual es también una manifestación de la conciencia social. De tal manera, la ciencia como algo existente y complejo es lo más objetivo que el hombre puede conocer aunque, vista como un fin que se persigue y se quiere alcanzar, puede también constituirse en algo tan subjetivo como muchos de los otros aspectos que tienen que ver con el esfuerzo humano. No obstante, con independencia del modo en que se interprete, la vida ha demostrado la estrecha vinculación existente entre el desarrollo de la ciencia con el de cualquiera de las restantes cuestiones implicadas en la historia de la especie humana.3
Si se toma como punto de referencia particular el desarrollo de las ciencias de la salud, se comprobará que también en este contexto se cumple el axioma de que ellas se han constituido, en su caso, en reflejo del conocimiento cierto de las cosas y que en principio demoraron también largo tiempo en alcanzar su presencia independiente en la sociedad.4
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL MOVIMIENTO CIENTÍFICO EN CUBA
Los antecedentes del comienzo de la historia social de la ciencia en Cuba se pueden enmarcar a partir de la llegada a La Habana en 1651, procedente de España, del médico sevillano Lázaro de Flores Navarro (162?-1673), después de casi siglo y medio de haberse posesionado de la Isla los conquistadores de la Península. Antes de aquel año, la población en su territorio la componían los indios, sus habitantes autóctonos, y un número escaso de aventureros que lo invadían en busca de oro. Entre estos últimos no hubo ninguno con inquietudes científicas, pues ello no era necesario a los fines de llevar adelante la empresa de explotación de los recursos naturales.5
Al mencionado doctor Lázaro de Flores, quien llegó a Cuba inmediatamente después de su graduación en la Universidad de Sevilla y residió en ella hasta su muerte, se debe el hecho significativo de haber sido el autor del primer libro científico escrito en la Isla, a partir de sus estudios sobre asuntos astronómicos, los que le permitieron verificar con bastante exactitud la longitud y la latitud de La Habana y de otras ciudades del interior. Este libro de 426 páginas titulado Arte de navegar,6 que fuera escrito por su autor en La Habana entre 1663 y 1672 y publicado en Madrid en 1673, presentó en su contenido algunas innovaciones que le acreditan un lugar importante en la historia mundial de la ciencia náutica. En particular para Cuba representa el primer intento de explicar científicamente los fenómenos naturales ocurridos en su territorio y de determinar su posición geográfica respecto a España. Si bien no marcó el comienzo de la ciencia en la Mayor de las Antillas, es indudable el sitio de primer orden que debe ocupar en la historia de la cultura nacional.7
En 1714 el cubano Marcos Antonio Riaño Gamboa (1672-1729), graduado en diciembre de 1699 de Bachiller en Medicina en la Universidad de México, hizo observaciones astronómicas para determinar la latitud y la longitud de algunas ciudades cubanas. En particular, las que llevó a cabo en Puerto Príncipe, sobre las alturas meridianas de varias estrellas y la de una inmersión del primer satélite de Júpiter con el auxilio de un telescopio de 10 pies, quedaron registradas en los anales de la ciencia nacional como el inicio de los estudios astronómicos sistemáticos. Estos estudios, cuya aplicación en la geografía confirió a Riaño el título de primer astrónomo cubano,8 se publicaron por primera vez en París en 1729.9
El Barón Alejandro de Humboldt (1769-1859), con justicia bautizado como el segundo descubridor de Cuba dada la trascendencia de las investigaciones que realizó de su geografía,10 reconoció como las observaciones más antiguas de la Isla las hechas por Riaño. Este connotado científico alemán, quien en su Ensayo político sobre la isla de Cuba dio a la publicidad los distintos tipos de terrenos geológicos y las primeras observaciones cársicas del país,11 determinó su latitud con una diferencia apenas perceptible con respecto a la del cubano y llegó a manifestar que, en caso de cualquier duda en cuanto a la latitud de la zona de Trinidad, se debía preferir la hallada por aquel casi un siglo antes.12 De cualquier modo, vale mencionar que la recién citada obra de Humboldt11 sirvió de base al inicio de los estudios geográficos y geológicos modernos en el país, con independencia de que estimuló a otros especialistas europeos a colaborar en las investigaciones sobre la rica y fecunda naturaleza cubana.
En 1723 apareció la primera obra impresa en La Habana, a saber, un folleto de 26 páginas titulado Tarifa general de precios de medicinas, que relacionaba en orden alfabético nombres de medicamentos con los respectivos precios para cada uno, puestos en vigor ese año.13,14 Procede poner de relieve que, además de su valor desde el punto de vista bibliográfico, este folleto, redactado por una comisión de médicos y boticarios dirigida por el protomédico regente español Francisco Teneza Rubira (1666-1742), tiene la significación de tratarse de una obra médica, en la cual se consignaron datos curiosos de los medicamentos empleados por los médicos cubanos de aquella época, así como los precios en que estos se comercializaban.
A diferencia de lo que hizo en otros países colonizados de América, España no creó en Cuba instituciones culturales. Ni aún la fundación de la Universidad se le debe a la metrópoli, pues en este caso fueron los cubanos graduados de médicos en México quienes ejercieron presión sobre la orden religiosa de los predicadores para que se les permitiera erigir la casa de altos estudios. Luego de vencida la resistencia en este sentido de los obispos, se consiguió fundar la Universidad de San Jerónimo de La Habana el 5 de enero de 1728; aunque es justo destacar que desde el 12 de enero de 1726, es decir, casi dos años antes, el cubano Francisco González del Álamo y Martínez de Figueroa (1675-1728) había ya comenzado a impartir clases de Medicina en el Convento de San Juan de Letrán.15,16
Con posterioridad fueron apareciendo varios manuscritos de índole científica, todos producidos por extranjeros, en su mayoría españoles, en cuyos textos se hacía referencia principalmente a hechos históricos, o bien predominaban las descripciones geográficas. Esta situación se mantuvo hasta los años postreros del siglo XVIII.
EL DESPEGUE DE LA CIENCIA GENUINAMENTE CUBANA
Ya desde fines del siglo XVIII, como resultado del surgimiento de una nueva clase social, la burguesía manufacturera azucarera criolla, se operó un cambio sustancial al darse preferente atención al progreso de las ciencias vinculadas a su base económica, constituida por la explotación agrícola y el fomento de la industria, principalmente la azucarera. En ese período el movimiento cultural se caracterizó por la propagación de nuevas ideas y la creación de instituciones diferentes a las que servían de sostén al sistema esclavista-feudal imperante. Este movimiento renovador se inició en el campo de la filosofía, principalmente en su lucha contra el escolasticismo dominante hasta entonces en todos los aspectos de la vida intelectual, circunstancia que tuvo entre sus exponentes de mayor valía al médico habanero Manuel Calvez González (1776-18??) quien, con su exposición en el Convento de San Agustín de una nueva concepción del universo, propinó un rudo golpe al escolasticismo en su propia esencia y marcó de modo inequívoco el momento del inicio de la lucha de lo experimental contra lo dogmático en el territorio nacional.17
Las primeras ciencias que se vieron estimuladas en su desarrollo en función de las relaciones con la producción y las fuerzas productivas fueron la Química, la Botánica, la Agronomía y la Medicina. En el caso de esta última, se favoreció el desarrollo de su aspecto preventivo, como se ejemplifica por la introducción y la propagación de la vacuna antivariolosa.18
Otra de las exigencias que afloraron fue la de conseguir un nivel de desarrollo técnico de la imprenta que permitiera publicar folletos, libros e, inclusive, poner en circulación una prensa periódica. En cuanto a esto último, fue un hecho de gran trascendencia la puesta en circulación el 24 de octubre de 1790 del Papel Periódico de La Habana, pues ello significó el inicio de la divulgación de modo consecuente de noticias científicas y la aparición de artículos originales sobre las distintas ciencias, redactados por cubanos.19
Esta publicación irrumpió en la vida nacional en un momento de transición y transformación, cuando se hundía la economía colonial primitiva y se creaban las bases materiales para el paso a una economía agrícola comercial. En aquel período embrionario en que las ideas no habían tomado aún perfiles definidos, el Papel Periódico constituyó un vehículo integrador de opiniones, experiencias y pensamientos, en cuanto a la necesidad de la ilustración y de emprender los caminos del perfeccionamiento técnico y de la adquisición de conocimientos de carácter científico.
Correspondió al sabio médico cubano Tomás Romay Chacón (1764-1849) precisar bien las aspiraciones de la publicación, amén de que fue uno de los máximos inspiradores de su surgimiento.20 Romay fue para el Papel Periódico de La Habana algo similar a lo que poco más de dos siglos antes significó el también médico francés Teofrasto Renaudot (1586-1653) para el periodismo científico-médico a nivel universal, pues fue él quien en 1631 fundó la Gazette de France, primer periódico que circuló en el mundo y donde aparecieron los primeros artículos de esa índole por él escritos.21
El Papel Periódico de La Habana se mantuvo con ese nombre hasta mayo de 1805. Desde ese año tuvo otras ocho denominaciones, hasta su desaparición en febrero de 1848 con el título de Diario de La Habana.22,23 Para que se tenga idea del significado de esta publicación, respecto al caudal bibliográfico sobre Medicina que atesoró en sus páginas en el transcurso de los casi tres lustros que circuló con su nombre inicial, bien merece aprovechar este espacio y dar a conocer en él ciertos datos hasta ahora inéditos, obtenidos por este redactor en virtud del estudio sistemático de tan preciada joya de la bibliografía nacional.
Por ejemplo, el total de noticias y de artículos médicos allí publicados desde octubre de 1790 hasta mayo de 1805 fue de 141. Estos representan el 57,8% (más de la mitad) de todos los trabajos relacionados con las distintas ciencias (244) divulgados por su conducto en ese período. Los años más abundantes en lo referente a contribuciones médicas fueron, en orden ascendente, 1721 con 21 trabajos, 1794 con 22 y 1804 con 26. De esto se deduce que desde el punto de vista cuantitativo se acumuló en conjunto en esos tres años el 40,8% de todos los trabajos relativos a cuestiones médicas en particular y el 20,8% de lo atesorado en materia científica en general. Otro aspecto que se puede inferir es que, a medida que pasaban los años, se operaban también ligeros aumentos en el número de contribuciones, lo que se pudiera interpretar como una posible expresión de incremento de las inquietudes científicas de los médicos cubanos.
El más prolífico de todos ellos fue el doctor Romay, quien encabezó la relación de autores, al acumular en el mencionado lapso el 34% de los trabajos dados a la publicidad.
Entre los artículos científicos de Romay en el Papel Periódico de La Habana, sobresale en primer lugar el publicado el 10 de febrero de 1793, en el cual se opuso a las virtudes que se pretendía otorgar a la llamada "agua de mil flores", recomendada como antídoto eficaz contra enfermedades como la elefancia, la alferecía y la hidropesía, entre otras.24 Otros de sus trabajos dignos de mención fueron el que apareció en dos partes el 29 de octubre y el 1 de noviembre de 1795, donde defendió la inoculación como método de preservación de las viruelas naturales,25,26 y su informe, que salió el 27 de enero de 1799, acerca de un tratamiento para la litiasis renal por un medicamento capaz de disolver los cálculos,27 por sólo mencionar algunos.
Si bien los datos brindados con anterioridad abarcan sólo el período en el que el Papel Periódico de La Habana circuló con su nombre inicial, justo es que se sepa también al menos que, con independencia de sus títulos posteriores, llegó a publicar un total de 1594 artículos sobre cuestiones médicas hasta 1840, año en que surgió la primera revista cubana dedicada en exclusivo a la Medicina. Además de Romay, quien por cierto dejó en este periódico también constancia de su obra poética,28 fueron muchos los médicos afamados de aquella época que plasmaron en sus columnas los resultados de sus investigaciones.
Las antes apuntadas circunstancias, que sirvieron de condicionantes para el despegue de la ciencia genuinamente cubana, así como el papel jugado en ello por esta publicación, que sirvió de recurso para divulgar las primeras noticias y trabajos científicos de producción nacional, la reflejan como producto general y espiritual del desarrollo de la sociedad criolla y como elemento formador básico de su cultura en general, amén de su significación para la evolución favorable de la ciencia médica en particular.
El AÑO DE LA ECLOSIÓN CIENTÍFICA
Como consecuencia de los avances que se produjeron a lo largo de la década de 1790 en los diversos campos de la ciencia, se operó en Cuba en 1797 un vertiginoso auge de la producción científica, que tuvo su expresión en una abundante aparición de documentos impresos, sobre todo en forma de folletos, que marcaron el inicio de la bibliografía científica moderna en la mayor de las Antillas. Esos documentos divulgados aquel año, bautizado con razón por López Sánchez como "año de la eclosión científica",29 abarcaron materias diversas, principalmente la botánica, la medicina y la relativa a la agroindustria azucarera. Como ejemplos se pueden citar, en botánica, el trabajo de Baltasar María Boldó sobre algunas plantas cubanas;30 en medicina la disertación sobre fiebre amarilla de Romay, obra que inauguró la bibliografía científico-médica en esta modalidad documentaria,31 y la oración en elogio a la cirugía de Francisco Xavier de Córdoba;32 y en agricultura el discurso sobre las buenas propiedades de la tierra bermeja para el cultivo de la caña de azúcar de Morejón Gato,33 por sólo citar algunos.
En particular es digna de revisar la disertación del doctor Romay,31 a la luz de las nuevas concepciones metodológicas acerca de la evolución histórica de los conocimientos epidemiológicos. Por lo pronto, vale decir que en esta obra se advierte, por una parte, cómo su autor se adhirió a la más progresista de todas las tendencias de su época y, por otra, que fue él el primer habanero en lidiar en la polémica que se ventilaba entonces en los medios culturales europeos, en cuanto a si la fiebre amarilla era o no contagiosa. A tenor de esas maneras antagónicas de considerar y describir dicha enfermedad, es posible concebir el móvil que animó en este caso específico el surgimiento de la eclosión científica. Otro aspecto que resalta es el relativo a las disparidades generadas por este movimiento, con Romay como máximo protagonista y en cuya obra, más que la simple observancia y justificación de opiniones médicas contradictorias, se vio la expresión concreta de un criterio científico independiente y propio.
Todos estos títulos, a los cuales se pueden agregar, entre muchos otros más, la memoria sobre la cría de abejas, de Eugenio de la Plaza, en entomología;34 o la que dedicó Julián Martínez de Campos al mejor modo de producir azúcar, en química,35 tuvieron en común el tratamiento de sus respectivos problemas con un criterio científico natural. En ninguno de ellos se veía ya la influencia de la escolástica y en todos saltaba a la vista el propósito de conocer y explicar los fenómenos naturales por la vía de la observación, la experiencia y la razón. Si bien con su lectura se puede advertir la existencia de las contradicciones que dimanaban de los problemas por resolver, lo más importante que se nota es la adquisición de la conciencia de sus autores de que, sólo con la aplicación del conocimiento de las leyes que rigen los fenómenos naturales, podía el hombre decidir sobre sus resultados.
Estos autores, igual que otros no citados aquí, perseguían el objetivo común de adaptar la naturaleza en función de un fin concreto. Todos coincidían en reconocer, por ejemplo, el derecho de los hombres a disfrutar de buena salud, porque en aquella etapa los hombres representaban las fuerzas productivas capaces de crear la nueva sociedad capitalista que ellos ansiaban. Así, los albores de la cultura cubana, y en particular de la ciencia, se fundaron en una etapa concreta de la evolución histórica, con la aparición de una formación social nueva en la Isla. Esto representó, sin lugar a duda, un signo de progreso para la nación cubana.
Como se puede notar por lo antes apuntado, en el breve lapso de siete años, transcurrido entre la aparición del Papel Periódico de La Habana y 1797, hubo en Cuba un notable movimiento científico, expresado en última instancia con la súbita y simultánea aparición de diversos materiales bibliográficos. Esto sirvió de base para garantizar el profundo y vasto desarrollo posterior alcanzado por las ciencias en el siglo XIX, por cuanto significó el impulso inicial para promover los nuevos y abundantes conocimientos generados o recreados por cubanos, sobre todo en materia médica, durante esa centuria.
CONSIDERACIONES FINALES
En el limitado espacio disponible para redactar un artículo de revista, se ha tratado de demostrar desde cuándo se hace ciencia en Cuba, a cuyo efecto se tomó como punto de referencia la bibliografía producida por los protagonistas de su surgimiento y evolución inicial. A pesar de las seguras deficiencias que pueda tener este trabajo, en virtud de su modesto contenido, es posible notar el objetivo de dejar plasmado en él la obra de los médicos cubanos de antaño en pro del progreso de las ciencias en general y de la ciencia médica en particular.
A los nombres citados de los médicos españoles Lázaro de Flores y Navarro, autor del primer libro científico escrito en la Isla y de Francisco Teneza Rubira, redactor principal de lo que se puede considerar el primer incunable cubano, se añadieron los de los médicos criollos Antonio Riaño Gamboa, primer astrónomo nacido en el país; Francisco González del Álamo, quien se anticipó en impartir clases de medicina, casi dos años antes de que se fundara la Universidad de La Habana; Manuel Calvez González, iniciador de la lucha de lo experimental contra lo dogmático; y de Tomás Romay Chacón, inspirador del surgimiento del periodismo científico nacional y autor de la obra que inauguró la bibliografía en la ciencia médica en particular, por haber sido ellos los precursores y máximos exponentes en el despegue de la ciencia genuinamente cubana. Ellos fueron, a no dudarlo, quienes propiciaron con sus escritos las primeras manifestaciones de progreso científico y su favorable evolución posterior en un país pequeño y colonizado.36 Romay fue, de todos ellos, la figura modelo a través de la cual se pudo reconstruir el descubrimiento de una etapa desconocida en Cuba hasta el momento que le tocó vivir.37,38
De lo anterior se desprende que la ciencia es paradigma de la cultura cubana y que su entrada en escena, más que un simple episodio ocasional, respondió a las exigencias realizadas por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que, a finales del siglo XVIII, reclamaban un cambio en las relaciones de producción. Tal circunstancia, que llevó aparejada la llamada eclosión científica, favoreció a su vez una abundante producción de documentos. Esa productiva creatividad ha dado pie para llegar a la conclusión de que la ciencia médica en Cuba en el período colonial temprano, reflejada en la bibliografía de sus protagonistas, es al mismo tiempo un medidor del lugar que ha ocupado la información científica en la historia y del impacto que ha tenido la historia en el conocimiento de la información científica.
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Recibido: 18 de diciembre de 2009.
Aprobado: 21 de diciembre de 2009.
Lic. José Antonio López Espinosa. Cátedra "Alexander und Wilhelm von Humboldt". Universidad de La Habana. San Rafael No. 1269, esquina a Ronda. Plaza. CP 10 400.Correo electrónico: humboldt@uh.cu
Ficha de procesamiento
Clasificación: Artículo histórico.
Términos sugeridos para la indización
Según DeCS1
BIBLIOGRAFIA DE MEDICINA; HISTORIA DE LA MEDICINA; CUBA.
BIBLIOGRAPHY OF MEDICINE; HISTORY OF MEDICINE; CUBA.
Según DeCI2
BIBLIOGRAFIA RETROSPECTIVA/análisis; BIBLIOGRAFIA DE MEDICINA; CUBA.
BIBLIOGRAPHY, RETROSPECTIVE/analysis; BIBLIOGRAPHY OF MEDICINE;
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Cita (Vancouver): López Espinosa JA, Muñoz Duthil I. La ciencia médica en la Cuba colonial a través de la bibliografía de sus protagonistas. Acimed. 2010;21(1). Disponible en: dirección electrónica de la contribución [consultado: día/mes/año].