Introducción
La pandemia que ocasiona el coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19), modifica súbitamente la forma de vida de las personas a nivel mundial, las cifras en noviembre de 2021 indican que el número de contagios y muertes continúan siendo significativos. Según datos de la Secretaria de Salud (SSA) de México, en el mundo existe un total de 248 467 363 casos confirmados, 5 227 138 defunciones, mientras que a nivel nacional se cuenta con un total de 3 821 830 casos confirmados, 289 414 muertes. Por su parte, la Secretaria de Salud del Estado de Oaxaca, hasta la fecha mantiene un registro de 81 mil 810 casos confirmados, 5 mil 490 defunciones, así mismo, en el municipio de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, contexto de la presente investigación, se cuentan con 2 206 casos positivos y 245 fallecimientos.1
Aunado a lo anterior, es importante reconocer que la COVID-19 trae consigo múltiples afectaciones sobre todo en lo que respecta al ámbito de la salud. Estas se manifiestan progresivamente en quienes la padecen con relación a los síntomas presentados, que se hacen visibles a corto y largo plazo en el ámbito de la salud física y mental.
Diversas investigaciones a nivel mundial aseveran que el confinamiento y aislamiento social, si bien representan medidas implementadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para mitigar la propagación del virus, por ende, preservar la vida, irónicamente impactan negativamente a nivel físico y mental en la mayoría de las personas. Los efectos secundarios presentados en personas que pasan un tiempo muy prolongado confinado en sus casas o su lugar de residencia, pueden ir desde lo físico a lo psicológico pudiendo estar también relacionados.2 En concordancia con lo que sostiene Mera A, et al.3, que a nivel físico se manifiesta un desacondicionamiento físico, dado entre otros, por el incremento de los tiempos de inactividad física, las conductas sedentarias y la mal nutrición, mientras que, en el aspecto mental, a partir del estrés, la ansiedad y las alteraciones del sueño.
Otras investigaciones centran su atención en explorar cuáles son las afectaciones a corto y largo plazo que la COVID-19 genera en las personas, tanto en el plano físico como psicológico, tal como lo menciona López-León, et al.4, existen afectaciones psicológicas y otras relacionadas con la fatiga (58 %), dolor de cabeza (44 %), la pérdida de peso (12 %), trastornos de atención (27 %), ansiedad (13 %) y depresión (12 %) principalmente.
Referente a las afectaciones físicas, estas se reflejan con relación al desarrollo de las actividades físicas en las personas, tal como evidencia el estudio realizado por la OMS, sobre los efectos a largo plazo provocados por el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) en el 2003, donde se identifica como secuela al deterioro significativo de la pérdida de la capacidad para hacer ejercicio físico, situación que actualmente se manifiesta en el caso de las personas pos-COVID-19.5
Finalmente, conviene considerar la limitada exploración existente respecto al tema, por lo que la presente investigación mantiene relevancia, al aproximarse a identificar cuáles son las afectaciones que trae consigo la COVID-19, tanto a nivel físico como psicológico en quienes la padecen en este caso, particularmente en personas originarias de la población de Juchitán, Oaxaca, México, en el mes de enero de 2021, cuyo proceso de recuperación abarca de marzo a mayo del mismo año.
Método
El presente estudio retomó para su realización la metodología cualitativa6, bajo el corte descriptivo-interpretativo, a partir del empleo de la entrevista y el cuestionario. La entrevista aportó información respecto a cómo se desarrolló la COVID-19 en las personas evaluadas, así como cuáles fueron las afectaciones de salud física y psicológica que se presentaron posterior a su recuperación; mientras que el cuestionario, arrojó datos relacionados con el historial clínico de dichas personas como padecimientos crónicos, adicciones, así como el nivel de actividad física realizada.
La muestra se focalizó en 5 personas originarias de la población de Juchitán, Oaxaca, México: 2 adultos mayores y 3 adultos jóvenes, quienes fueron seleccionados considerando haber sido portadores de COVID-19 (prueba antígenos positiva), el nivel de gravedad de la enfermedad (moderado leve) mediante diagnóstico médico y haber realizado actividad física constante antes de dicho padecimiento. Cabe destacar que las personas estudiadas experimentaron la enfermedad en el mes de enero de 2021, su proceso de recuperación transcurrió de marzo a mayo del mismo año.
Al considerar los principios éticos planteados en la Declaración de Helsinki para la realización del estudio, se proporcionó a los evaluados información clara y específica respecto a la investigación a realizar para contar con su consentimiento y asegurar la confidencialidad de datos del historial clínico.
Resultados
Con base en los resultados obtenidos por medio de la entrevista y el cuestionario, fue posible rescatar información referente a las características clínicas y físicas de los evaluados, integrados en la tabla 1.
De la misma manera fue posible contrastar que, la actividad física en las personas evaluadas, se vio drásticamente disminuida con relación a sus componentes; posteriormente a padecer COVID-19, se tuvo como referente que, previo a la enfermedad, la realizaban de forma constante, como se evidencia en la tabla 2.
Nota: P1: persona núm.; A/C-19: Antes de COVID-19; D/C-19: Después de COVID-19; min: minutos
Fuente: elaboración propia.
Aunado a lo anterior se lograron identificar afectaciones a nivel físico, posterior a COVID-19; destacándose la pérdida de peso y la fatiga (100 %), seguido por la caída del cabello (80 %), los dolores musculares y opresión en el pecho (40 %), así como tos, pérdida de sensibilidad y aumento de la temperatura en los pies e incremento en los valores de triglicéridos (20 %).
En cuanto a las afectaciones que la COVID-19 provocó en los pacientes estudiados en el ámbito psicológico, se encontró que en el 100 % se encontró ansiedad, depresión, estrés y miedo.
Discusión
La COVID-19 ha traído consigo múltiples afectaciones las cuales se hicieron evidentes en el ámbito de la salud física y mental. Respecto al primero, en el presente estudio se observaron durante las primeras semanas posterior a recuperarse de la enfermedad, afectaciones relacionadas con la pérdida de peso, caída del cabello, pérdida de sensibilidad y aumento en la temperatura de los pies, dolores musculares en área de antebrazo, aumento de los triglicéridos, fatiga y tos, principalmente, lo anterior en coincidencia con el estudio realizado respecto a los efectos a largo plazo de la COVID-19, donde las 5 manifestaciones más comunes fueron: fatiga (58 %), dolor de cabeza (44 %,), trastorno de atención (27 %), caída del cabello (25 %) y disnea (24 %).4
Bajo tal idea se reconoció a la fatiga como una de las afectaciones con mayor prevalencia, lo cual evidenció su incidencia en cuanto al desarrollo de la actividad física, entendida como cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, con el consiguiente consumo de energía. Asimismo hace referencia a todo movimiento, incluso durante el tiempo de ocio, para desplazarse a determinados lugares desde ellos o como parte del trabajo de una persona.7
En ese sentido, podemos señalar que las afectaciones por COVID-19 presentadas a corto y largo plazo en las personas estudiadas, develaron una drástica disminución de la actividad física, enfatizándose principalmente en cada uno de sus componentes: tipo, frecuencia, intensidad y duración.8
Respecto al tipo, cabe señalar que se sustituyó en la mayoría de los estudiados por otras actividades que requerían de menor esfuerzo físico o gasto energético (ejercicio cardiovascular/caminar). Referente a la frecuencia, con relación al número de días por semana de actividad física, se observó una variación en la misma (disminuyó, aumentó o se mantuvo). En cuanto a la intensidad, esta se redujo pasando de ejercicios de intenso-moderado a leve. Por último, con relación a la duración, disminuyó drásticamente respecto al tiempo destinado a la actividad, con un máximo de 150 minutos por día pre-COVID, hasta 20 minutos por día pos-COVID.
Al respecto, desde la literatura consultada se sostiene que la actividad física se aminoró en personas que mantuvieron un confinamiento prolongado.2 De igual manera, se pudo contrastar referente a las afectaciones arriba citadas que estas se encontraron íntimamente relacionadas con el reposo prolongado prescrito, el cual representó un factor predisponente al desarrollo o al agravamiento de ciertas condiciones patológicas relacionadas en mayor medida con los sistemas cardiovascular, respiratorio y musculoesquelético.9 Condujo, además, a un desacondicionamiento físico entendido como el deterioro metabólico y sistemático del organismo cuyas causas son la inmovilidad, el desuso y el reposo prolongado prescrito10, que imposibilitó a realizar actividad física a las personas que lo experimentaron.
En síntesis, se pudo reconocer que en las personas estudiadas, el realizar actividad física presumiblemente se encuentra asociado a presentar menor riesgo con respecto a la evolución de la enfermedad, así como de las afectaciones generadas por la misma, en similitud con el estudio citado por Etchevers M, et al.11, sobre secuelas psicológicas en personas que tuvieron COVID-19, evidenciando que adherir la actividad física se asocia fuertemente con menos riesgo de una mala evolución de la enfermedad. Sin embargo, en aquellas que padecían alguna enfermedad crónica y consumían tabaco, se presentaron mayores afectaciones, lo anterior en coincidencia con la investigación realizada por Paneroni M, et al.12, al señalar que es muy frecuente la afectación muscular pos-COVID en personas con patologías previas.
Ahora bien, respecto a las afectaciones presentadas a nivel de la salud mental, definida por la OMS como un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente de manera satisfactoria a los numerosos momentos de estrés de la vida, desarrollar todo su potencial, actuar de forma productiva y fructífera y contribuir a la mejora de su comunidad13, en los estudios analizados fue posible distinguir dos enfoques fundamentales relacionados con los efectos de la COVID-19: el indirecto y el directo.14
El primero mantiene relación con las medidas de confinamiento y aislamiento social que provocó incertidumbre, pánico y repercusiones a nivel psicológico, afirmación que se constata en el estudio desarrollado por Cabrera15, al evidenciar la presencia de efectos negativos para la salud mental durante y posterior a la pandemia; el segundo, como consecuencia de la enfermedad, situación que fue evidenciada en el presente estudio al revelar que sin excepción alguna, las personas estudiadas presentaron afectaciones a nivel psicológico acentuadas en el estrés, ansiedad, depresión y miedo, lo cual fue posible reafirmar con base a lo expuesto por Etchevers M, et al.11, al señalar que quienes han sido infectados de COVID-19 muestran elevadas sintomatologías ansiosas y depresivas.
Se advierte a partir de los resultados obtenidos en el presente estudio, una aproximación respecto a las afectaciones que la COVID-19 provoca a nivel de la salud física y mental, evidenciándose un detrimento con relación a la actividad física, aunado a la manifestación de alteraciones psicológicas en quienes lo padecieron.
En ese sentido, conviene promover diversas estrategias que incidan en mejorar las condiciones de salud de las personas que han padecido COVID-19, a fin de aminorar las afectaciones a nivel físico y psicológico que trae consigo, por lo que resulta importante considerar a la actividad física como una herramienta fundamental que permita mitigarlos. Etchevers M, et al.11 señala al respecto que realizar actividad física se asocia fuertemente con menos riesgo de una mala evolución de la enfermedad y recomiendan promoverla como una prioridad de salud pública, bajo ese contexto la OMS, aconseja que personas de 18 a 64 años o más, deberán realizar actividad física aeróbica moderada durante al menos 150 a 300 minutos por semana.7
Una de las limitaciones que se presentó durante la realización de la investigación fue el tener una muestra de estudio reducida, esto debido al momento álgido en el que se encontraba la pandemia, la misma situación que aminoró los alcances obtenidos.
Conclusiones
La actividad física se ve drásticamente disminuida en las personas que padecen COVID-19, específicamente, en los componentes de la misma, pasando de realizar ejercicios intensos y estructurados previo a la enfermedad a actividades físicas leves posterior a esta. Dicha disminución se presenta como consecuencia de la enfermedad, es decir, como resultado del impacto generado por el virus en el cuerpo. Por su parte, el confinamiento y aislamiento social, en este caso, no representa un factor determinante en la aparición de las afectaciones físicas.
En cuanto a las afectaciones psicológicas, estas se manifiestan en las personas estudiadas a partir del estrés, ansiedad, depresión y miedo, ante la incertidumbre generada por dicho padecimiento con respecto a su total recuperación.
La tendencia de las investigaciones realizadas respecto al tema, apuntan a considerar a la actividad física como una estrategia de Salud Pública, que coadyuve a mitigar las afectaciones físicas y psicológicas provocadas por COVID-19, además, de minimizar los riesgos de gravedad de la enfermedad.