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MEDISAN
versión On-line ISSN 1029-3019
MEDISAN vol.19 no.4 Santiago de Cuba abr.-abr. 2015
COMENTARIOS
Uso excesivo de muletillas y comodines en las exposiciones científicas orales
Excessive use of tags and joker words in the oral scientific exhibitions
Lic. María Elena Jiménez Arias
Centro Provincial de Información de Ciencias Médicas, Santiago de Cuba, Cuba.
RESUMEN
En la oratoria se han ido difundiendo e incluso consolidando ciertos vicios del lenguaje que restan brillo y seriedad a las expresiones verbales, entre los que figuran las muletillas y palabras comodines, capaces de atentar contra una disertación muy bien preparada, pero muchas veces no ensayada ante otros o grabada para escuchar las repeticiones innecesarias de vocablos u otras incorrecciones lingüísticas. En el artículo se ejemplifican ambos defectos idiomáticos y se recomiendan algunas soluciones para corregirlos; pero como toda adicción, resultan vitales el interés y la voluntad de quienes los poseen para poder minimizarlos o eliminarlos de su caudal léxico.
Palabras clave: orador, muletilla, palabra comodín, vicio del lenguaje, auditorio, discurso, exposición científica oral.
ABSTRACT
Certain bad habits of the language which reduce shine and seriousness to the verbal expressions have been diffused and even consolidated in the oratory, among which there are the tags and joker words, which are able to attempt against a very well prepared dissertation, but many times unrehearsed in front of others or recorded to listen the unnecessary repetitions of words or other linguistic incorrectness. Both idiomatic defects are exemplified in the work and some solutions are recommended to correct them; but as all addiction, interest and will of those who possess them are vital to be able to minimize them or to eliminate them of their lexical flow.
Key words: speaker, tag, joker word, bad habit of language, auditory, speech, oral scientific exhibition.
INTRODUCCIÓN
En la lengua española hay palabras, frases e interjecciones que al pronunciarlas desmedidamente, empobrecen el idioma; por tal razón, abusar de su empleo continuado deviene un defecto que se impone corregir, porque la abundancia y variedad de términos con que se cuenta en el caudal léxico castellano, permite sustituir constantemente por otros que se utilizan en la cadena hablada. A tales efectos refería Quevedo que "remudar vocablos es limpieza".1
También la esquematización de algunas voces opaca el buen desarrollo del lenguaje, pues el carácter traslaticio de su significado, que puede llegar a confundir a los oyentes porque su valor semántico es poco claro y preciso, atenta contra la selección de otras más específicas y adecuadas para formular su contenido. Son camaleónicas y muy populares, teniendo en cuenta que "sirven" para cualquier contexto y no "obligan" a pensar en busca de mejores.
Innecesarias las primeras y acomodaticias las segundas, urge tratar de evitarlas o minimizarlas al dirigirse al público para garantizar el éxito en la comunicación, pues si bien se han editado numerosos artículos acerca de estas, todavía resultan insuficientes las llamadas de alerta sobre su excesivo uso en las presentaciones orales.
Hablar correctamente es una maestría que se adquiere con práctica y dedicación, tan alejada del descuido y la inercia mental, que por mucho interés que se dedique a los detalles de la indumentaria o los modales, cualquiera puede ponerse en evidencia ante el auditorio al acudir a las socorridas muletillas para resolver una encrucijada verbal.2
Las muletillas y los comodines varían según factores emocionales, socioculturales, geográficos, tradicionales o estilísticos,3 lo cual hace que la copa del conocimiento acerca de su producción esté solo llena un poco más de la mitad y que se imponga continuar insistiendo en su deshabituación para ganar en claridad y belleza del discurso.
En tal sentido este documento, como su título indica, se suma a la favorable intención de todos los publicados al respecto y de los que seguramente seguirán viendo la luz en torno al asunto, pues no importa cuán antiguo o reciente sea el escrito acerca de esos malos hábitos de dicción, siempre estará actualizado por tratarse de un problema viejo que se mantiene o varía en cada nuevo momento por la negativa influencia de algunos oradores, maestros, programas radiales o televisivos y, naturalmente, de los avanzados recursos tecnológicos en la era de la información y las comunicaciones.
Se trata, en todo caso, de un estudio específico de la lengua hablada que nunca finaliza y acerca de lo cual nadie ha tenido, tiene o tendrá la última palabra; pero como ningún obstáculo de ese tipo debe desanimar a los apasionados defensores del buen uso del lenguaje, se impone reafirmar aquí y ahora el excelente adagio de Ortega y Gasset, el conocido escritor y filósofo ibero: "La única lucha que se pierde, es la que se abandona".
DOS VICIOS DEL LENGUAJE EN LA ORATORIA
Nada más pertinente que citar lo planteado por Gili y Gaya4 en la introducción de su curso superior de sintaxis española: "Expresarse en una lengua cualquiera supone, por consiguiente, usar de unos andadores fáciles con los cuales marchará cómodamente el pensamiento El hombre vulgar, carente de originalidad expresiva, se atiene a las formas elaboradas en su comunidad lingüística y tiende a perpetuarlas". A esas juiciosas palabras cabe añadir que también muchos profesionales contribuyen a trasmitirlas.
Conforme a ello, Abreu et al 5 opinan que corrección y fluidez forman una unión indisociable tan fuerte en la expresión oral, que devienen una especie de balanza de pesos, cuyo desequilibrio se produce cuando un lado pesa más que el otro. Según dichos autores, un orador locuaz y ágil que reparte incorrecciones idiomáticas y errores flagrantes por doquier es tan malo como otro correctísimo y riguroso, pero que se detiene, se encalla o se hace un lío mientras se dirige a la audiencia. La buena expresión combina aceptablemente, además de las 2 propiedades mencionadas en el primer renglón de este párrafo: precisión léxica y velocidad o ritmo, gramaticalidad y soltura, normativa y seguridad, pronunciación clara y conexión del discurso.
Lo anterior significa, en cierto modo, que la ley del menor esfuerzo en el acto del habla ha ido difundiendo y hasta cierto punto consolidando algunos vicios del lenguaje en la oratoria, que restan brillo y seriedad a las expresiones verbales. Seguidamente se definen y ejemplifican 2 de estos.
Muletillas
Esa figura de dicción probablemente empezó a escucharse cuando una persona, en una época indeterminada y al dirigirse a otras que estaban de alguna forma reunidas, la utilizó por esta tríada de razones:
- Pobreza de vocabulario
- Nerviosismo
- Inseguridad
Cabe suponer, entonces, que aquellas insuficiencias en la oratoria datan de tiempos inmemoriales, cuando la especie humana comenzó a articular los primeros sonidos guturales, onomatopéyicos (¡pum!, ¡mmuh!...) e interjectivos (¡uf!, ¡puf!...) para comunicarse con los demás homínidas de la prehistoria.
Ya en la antigüedad y con una marcada intención pedagógica, Aristóteles se refirió a las fastidiosas muletillas en el Libro VIII de los Tópicos para que fueran erradicadas en la aplicación de la dialéctica.6 Con ello queda claro que siempre han formado parte de la expresividad de los individuos y que todavía persisten porque aún se experimentan los mismos estados que las promovieron (escasez de palabras para la oratoria, angustia por hablar ante otros e indecisión).
Una persona cuya forma de hablar impide la adecuada manifestación de sus ideas, padece una perturbación de la palabra que le incapacita para emplearla con propiedad, ya sea por vocabulario reducido, ignorancia o apatía, pues aunque constituya una mera etiqueta para nombrar objetos, acciones, sentimientos, emociones, cualidades, experiencias y conceptos, cuando se utiliza reiteradamente sin explicación alguna, el hábito hace que deje de advertir ese tedioso defecto,7,8 pero no que pase inadvertido para los demás.
En ortopedia, las muletas sirven como apoyo en las axilas para que una persona con locomoción limitada, temporal o permanente, pueda caminar; en el lenguaje oral hay ciertas expresiones que reciben el nombre genérico de muletillas, tal vez porque se usan para articular una frase coja y servir de partículas auxiliares en el intercambio de información verbal, pero demasiadas veces se abusa de ellas para "apoyarse" en frases y dicciones que carecen de sentido en la cadena hablada.
También conocida como coletilla, latiguillo, bordón, bordoncillo, bastoncillo o ripio, es una palabra o interjección que se repite frecuentemente por rutina y resulta imposible dejar de hacerlo, pues quien padece ese "mal", como en algunos tipos de adicciones, llega a ignorar que lo sufre,8 sobre todo porque al estar tan concentrado en su presentación, ni siquiera se percata de que distrae a la audiencia con esa forma de hablar y de que puede convertirse en motivo de burla para sus integrantes, pues el abuso de ese vicio oratorio, además de afear la intervención, sabotea su continuidad y ridiculiza tanto a la persona que lo posee, que termina siendo un objeto cómico para los participantes.
No está dirigida a los oyentes y carece de contenido informativo directo, de manera que ellos solo perciben que el hablante no tiene claro lo que quiere decir y necesita valerse de expresiones huecas para poder continuar disertando mientras va ganando tiempo y organizando mentalmente su discurso, por lo cual representa una especie de tic verbal en el discurso, que al igual que ese otro movimiento involuntario anormal, repetitivo y estereotipado en el rostro u hombro de las personas, suele tornarse muy molesto para los presentes.
En ciertas escuelas, los alumnos compiten respecto al número de las que dicen diariamente algunos de sus profesores y se muestran indiferentes a las materias que les imparten.
Desde el punto de vista semántico, el desgaste del significado de algunas voces por su reiteración hace que el lenguaje adquiera nuevos valores pragmáticos7 en su relación con los parlantes y contextos de la comunicación.
Cortés9 considera que las muletillas están dadas por el empleo abundantísimo e inconsciente de alguno de los expletivos, estos últimos definidos por él como voces o términos vacíos de significado, que se utilizan "a modo de salvavidas en el naufragio del discurso humano", pues constituyen formas empleadas para amparar las vacilaciones expresivas de la lengua hablada, propias de la improvisación elocutiva. Las palabras adquieren su verdadero significado durante un proceso en permanente evolución y van modificándose a medida que la sociedad y el individuo lo hacen, por lo cual se alteran, complementan o amplían como resultado del intercambio social y la acción generalizadora del pensamiento. Expresado de otra manera puede decirse que su valor es proporcional al progreso de la humanidad en las diferentes esferas de su desarrollo.
El uso de muletillas puede apuntar hacia desconfianza en sí mismo (a), falta de concentración, incertidumbre, apocamiento, cansancio físico o mental, pobreza de contenido y escasa preparación a la hora de hablar ante otras personas. Lo peor es que se pronuncian automática o irreflexivamente y son contagiosas: quienes las escuchan de alguien pueden apropiarse de ellas y repetirlas hasta el hastío, sustituirlas o conseguir controlarlas en la expresión oral; esto último bastante difícil.
De hecho, introducen ruidos en el mensaje, pues no dicen nada ni guardan relación con lo que está exponiéndose;10 más aún, algunas que suelen reservarse para el final de cada párrafo, tales como ¿Comprenden? o ¿Me entienden?, ponen en tela de juicio la inteligencia de los oyentes, aunque no sea esa ni remotamente la intención; pero irritan y despiertan numerosos comentarios entre ellos, muy poco favorecedores para quienes las emplean. Asimismo, cuando el ponente reitera en incontables ocasiones la pregunta ¿Me explico?, da la impresión de hallarse bastante inseguro en cuanto a si ha logrado ir explicando claramente el argumento.
Se dice -- no importa dónde -- que un consultor de negocios era incapaz de pronunciar 4 palabras sin que 2 de ellas fueran ¿Tú sabes?, de modo tal que en una reunión de trabajo de 20 minutos las repitió 91 veces, contabilizadas por quienes tuvieron que soportar un tic verbal tan pernicioso.
En su artículo sobre aproximaciones y breve análisis sistemático de la sintaxis coloquial, Jiménez Moreno 11 sostiene que entre algunas de las coletillas utilizadas como mero soporte en la conversación, sobresalen pues y vamos. La primera significa que al hablante le urge reflexionar un momento para colmar un vacío en su discurso; la segunda responde psicológicamente a la necesidad que experimenta, cuando se ha quedado en blanco, de estrechar el contacto con los asistentes, a quienes hace partícipes de su turbación y les invita a un esfuerzo en común para poder continuar. Esto último se resuelve en Cuba con las muletillas "oftalmológicas" ¡A ver ! y ¡Mira !, en tanto se inicia con el latiguillo Bueno
El estilo vocal es lo que distingue a cada individuo y le convierte en el centro de atención cuando habla frente a un grupo,12 lo cual justifica que lo cultive con sumo cuidado, a fin de que los otros puedan disfrutar de su disertación y talento para comunicarse, sin acudir a las palabras de relleno.
La lengua evoluciona con rapidez, sobre todo en el discurso hablado. Las muletillas van por modas y ocasionalmente se atribuyen a determinados contextos sociales, lo cual significa que cambian con los años y en los diferentes territorios de una comunidad, aunque la mayoría puede perdurar por generaciones. Hoy se emplean más que en épocas anteriores como resultado, entre otros factores, del empobrecimiento de la riqueza léxica a causa del envío constante de mensajes de texto cada vez más cortos por intereses económicos en la telefonía móvil (entre 140 y 160 caracteres) y apenas inteligibles para quienes comparten "las irreverencias y el desenfado" de ese nuevo tipo de lenguaje en la comunicación del milenio, que omite tildes, símbolos y grafemas por encarecer el costo de la descarga.
En manos generalmente de los jóvenes, el lenguaje short message service (SMS), procedente del inglés, pudiera traducirse en español como "servicio de mensajería simple" (o corto), aprovechando las letras que conforman la sigla, de manera que en esa cortedad lingüística escriben como coletillas, entre muchas más increíbles: salu2 (saludos), tp (tampoco), tb (también), xo (beso), tqm (te quiero mucho), cdo (cuando)
Tristemente, en el arte contemporáneo de la conversación se han ido reduciendo más a menudo los componentes del lenguaje y siendo menos productivos los recursos empleados para el diálogo con los interlocutores. A estas alturas se conoce que cada generación disminuye un poco más el número de palabras que hereda de la anterior.
Casi todas las palabras utilizadas como muletillas poseen un valor semántico en español y son como cualquier otro vocablo cuando se usan con mesura en un contexto coherente, de donde se deduce que su transformación en coletillas no depende del significado, sino del sentido. Tampoco constituyen necesariamente faltas prosódicas u ortográficas como tales, pero su presencia excesiva afecta el buen desempeño de quien está usando de la palabra y produce un efecto negativo en el auditorio, pues además de ser desagradables, devienen siempre un elemento extraño en la exposición.
Nadie puede considerar descabellado preguntar al público ¿Quedó claro?; pero es irracional inquirirlo todo el tiempo después de cada afirmación o frase, pues ese tipo de cantinela desgasta los nervios de la audiencia y la distrae del asunto que se está debatiendo. En algunas ocasiones constituyen meros latiguillos, apoyaturas del discurso en los cuales el significado denotativo ha desaparecido por completo y por ello se asegura que no aportan nada, carecen de una función idiomática específica y son innecesarias.
Resultantes de un efecto producido en la mente humana, aunque tienden a emplearse en el lenguaje común, a veces se detectan en el escrito. Se presentan en todos los idiomas por la mala costumbre de rellenar los "huecos" en la charla o disertación; pero también pueden ser pronunciadas por personas que han sufrido una lesión cerebral, quienes no suelen percatarse de las repeticiones lingüísticas en las cuales incurren mientras hablan. 13,14
¿Por qué se utilizan? Porque suele asustar el silencio y se siente horror al vacío, incluso discursivo.
Al principio el auditorio las percibe, metafóricamente, como pequeñas piedritas en el calzado, que inicialmente pueden ser tolerables; pero poco a poco, a medida que se avanza en la exposición, comienzan a molestar soberanamente a quienes se ven obligados a caminar con ellas por obra del zapatero parlante.
En opinión de la autora de este artículo, las muletillas pueden ser:
1. Onomatopéyicas e interjectivas
Por algo los anglosajones las denominan filler sounds (sonidos de relleno), pues semánticamente no tienen valor alguno, salvo el que les confiere la pausa que representan para ganar en confianza ante los concurrentes, retomar el orden en la exposición o repetir por costumbre (bastante irritante) aquellas partículas que abundan más de lo que se cree: ehhhh, ahhh, ummm...
2. Habituales
Son las más numerosas y conocidas, si bien aquí solo se mencionan algunas de ellas, incluidas las que se pronuncian con alargamientos fónicos: entonces, ¿sí?, ¿no?, o sea, bueno, ¿me explico?, ¿verdad?, pues, esteee , estooo, yyyy
Es muy difícil confeccionar una lista de muletillas, por cuanto hay personas que utilizan las más insospechadas; ello hace que su cifra sea ilimitada, toda vez que cada cual crea involuntariamente la suya: ¡Escúchame! ¡Y dilo! ¡No es fácil! ¡Ojo! ¡Cuidado!...
Hay algunas muletillas que se parecen bastante a un tartamudeo errático por defectos de ritmo en la emisión de la palabra, que provocan vacilaciones y repeticiones al hacerlo. Un ejemplo de ello es cuando se dice: El la el mensaje lo enviaron anoche, pero las los las respuestas no me convencieron.
También a veces se reitera una sílaba o el término completo, lo cual resulta molesto para quienes escuchan. He aquí una muestra:
- El número de pacientes era muy re
re
reducido.
- El número de
de
de pacientes era muy reducido.
3. Cultas
Denotan un conocimiento más amplio del idioma y un léxico más depurado, puesto que simulan encerrar en sí mismas cierto cultivo intelectual o formal: obviamente, lógicamente, ciertamente, a fin de cuentas, de hecho, de eso se trata
4. Importadas
En español se emplean con mucha frecuencia algunos préstamos lingüísticos como ¿ok? ¿okey? ¡guao!, entre otros.
5. Musicales
El estribillo es un recurso poético, una forma de reiteración consistente en un pequeño grupo de versos que se repiten. Tradicionalmente aparece al principio de la composición y se itera al final de cada estrofa, sobre todo en la canción moderna.15
Así, este tipo de redundancia sonora se reconoce por el tarareo constante y a veces involuntario de quienes entonan esa parte de la melodía, cuyo excesivo canturreo conduce al fastidio. También los medios radiales y televisivos contribuyen a ello cuando se trata de piezas musicales muy solicitadas por los oyentes o espectadores, las cuales casi desaparecen de las discotecas luego de cierto tiempo de insistente reproducción, al ser remplazadas por otras en un nuevo ciclo.
6. Calladas
El elemento de mayor utilidad y menor aprecio en el ejercicio de la oratoria es el silencio, que adecuadamente medido revela confianza y reflexión. Es ese intervalo entre palabras y frases lo que mantiene al auditorio expectante, en espera del próximo pensamiento.
Las pausas forman parte integral del lenguaje: un buen comunicador las utiliza entre frases para que los presentes asimilen sin atropello la información que va proporcionándoles y uno excelente las usa para causar una atmósfera de suspenso o antes de decir algo importante; sin embargo, cuando son injustificadamente largas pueden considerarse también como muletillas, dado que pierden su efectividad y pueden impacientar a los oyentes, quienes comenzarán a dialogar entre sí, a toser, a moverse en sus asientos, a mirar el reloj, a bostezar...Si le había ido razonablemente bien hasta ahí, no ponga su triunfo en grave riesgo por callar demasiado tiempo sin haber perdido la voz a causa de una afonía.
Nadie se enfurece si aclara que debe consultar la página de un libro o una nota aclaratoria y deja de hablar mientras lo hace, pues aunque ese breve intervalo puede parecer eterno para quien está usando de la palabra, no ocurre igual para el público, el cual seguramente revertirá en su beneficio la corta tregua que le han propuesto y ni siquiera se percatará de lo que ocurre. Sonría, relájese, recupere el aliento y no insista en usar una muletilla para que haga de puente entre una palabra y otra, a fin de evitar la ausencia de sonidos articulados que lógicamente se produce en la cadena hablada.
Antes de abordar el siguiente aspecto, condicione una pausa de 3 o 4 segundos para organizar las ideas y permitirle al público prepararse mentalmente para lo próximo que escuchará. Con ello usted podrá crear un momento de tensión, anticipación o excitación, en dependencia de cómo lo utilice; pero en ese instante debe mantener el contacto visual con el público para no parecer que está a punto de abandonar el lugar y salir corriendo para casa.
Como mecanismo retardatorio, una pausa ejerce cierto efecto balsámico en conferencistas y oyentes. La audiencia asimila lo que acaban de decirle durante un tiempo de silencio muy necesario para su concentración, en tanto el ponente se vale de ese corto intervalo de mutismo para coordinar la nueva idea y la mejor forma para exponerla.
Si bien hablar con demasiada prisa denota nerviosismo, hacerlo con mucha lentitud resta viveza al discurso y causa modorra. Los asistentes prefieren a oradores pausados (aunque no con movimientos como en cámara lenta), pues se considera imposible seguir la esencia del discurso de quienes se expresan con tanta rapidez, que la mayor parte de lo expuesto resulta ininteligible y se pierde en el vacío. Tampoco así.
La presentación verbal debe combinar la fluidez con la serenidad, intercalando las pausas para enfatizar donde corresponda, mover a la reflexión o indicar un cambio de contenido; pero solo cuando se adecuan al contexto y son muy bien recibidas. Ello equivale a decir que no han de confundirse con aquel silencio o lapso durante el cual los oradores buscan en su cerebro la palabra siguiente para continuar (que en muy mal momento han olvidado) y lo llenan de muletillas o sonidos carentes de significación
Convenientemente empleadas, las pausas sirven para pensar y trasmitir ideas, sentimientos, razonamientos y emociones a través de la exposición; pero solo cabe acudir a ese recurso lingüístico programado:
a) Al comienzo del discurso hasta que el auditorio guarde silencio.
b) En medio de una frase para dar fuerza a lo que sigue.
c) Luego de una pregunta retórica que no precisa respuesta.
d) Tras una interrupción de cualquier tipo.
e) Después de una afirmación contundente.
f) Antes de finalizar la disertación.
Esa obsesión por hablar sin parar como los papagayos llevó a la abuela a recordar uno de sus refranes: "Cada persona es dueña de su silencio y esclava de su palabra".16 Trate de aplicar ese aforismo de la mejor manera posible en la práctica de la oratoria.
7. Estereotipadas
El cliché es una expresión o idea tan desmedidamente usada en el lenguaje escrito o hablado, que pierde la fuerza o novedad pretendida, especialmente si en los inicios fue considerada muy poderosa o innovadora.17 Su aparición indica falta de creatividad o sinceridad por parte de autores u oradores, quienes no se toman la molestia de formular un pensamiento propio.
Asimismo, el significado de un cliché en particular puede variar con el tiempo y generar confusión, incorrección o connotaciones políticas e ideológicas, puesto que suele depender de quién lo utilice y del contexto donde se emplee. Mientras la mayoría de las frases hechas pueden y deben ser evitadas al escribir o disertar, muchas de este tipo han permanecido vigentes a través de los siglos no solo porque han sido sobrevaloradas, sino porque constituyen una forma muy común de decir algo cuando no se tiene nada que expresar. Gastadas por el uso, apenas sirven para entretener a los oyentes que van listando aquellas que alguien utiliza durante su exposición, por ejemplo:
- En esta fecha memorable...
- Caminamos a pasos agigantados hacia
A juicio de un conocido periodista capitalino (Ajón León A. Aladas palabras. Primer Encuentro Científico Hispanoamericano de la Locución. La Habana, junio 2008), de la repetición cotorrera nacen los bloques de significado (verdaderos bloques de concreto) que derivan en parejas casi inamovibles como apretada agenda, legado imperecedero, exhaustivo análisis, intenso programa, amplio y profundo debate, distinguido huésped, unión indisoluble, merecido homenaje, divertidos festejos, variado espectáculo, irreparable pérdida... Por ese mismo camino, según él, se llega igualmente a la lexicalización de dúos como recinto ferial y ofrenda floral, entre muchos otros.
Toledo18 señala al respecto que "el agua es muy preciada, preciadísima; pero, por favor, basta ya de preciado líquido".
Julio Cortázar, citado en un sitio digital,19 lo decía así: «Digo: libertad, digo: democracia, y de pronto siento que he dicho esas palabras sin haberme planteado una vez más su sentido más hondo, su mensaje más agudo, y siento también que muchos de los que las escuchan, las están recibiendo a su vez como algo que amenaza convertirse en un estereotipo, en un cliché sobre el cual todo el mundo está de acuerdo, porque esa es la naturaleza misma del cliché y del estereotipo: anteponer un lugar común a una vivencia, una convención a una reflexión, una piedra opaca a un pájaro vivo. Las palabras-cliché son palabras que están gastadas por el uso, romas, sin filo; que se pronuncian y se escuchan casi automáticamente, superficialmente, sin encarnación singular en el cuerpo ni en el alma; palabras muertas, solidificadas y opacas, que ya no son capaces de captar ni de expresar vida; palabras comunes y homogéneas que ya no pueden incorporar un sentido plural".
8. Corporales
En muchas ocasiones se requiere dominar la espontaneidad para controlar los ademanes y posturas reiterados que pueden atentar contra una intervención bien preparada: brazos como aspas de molino, balanceo, inexpresividad, actitud pasiva, manos escondidas bajo la mesa o dentro de los bolsillos; acariciarse la barbilla, la oreja o la nariz; taparse la cara, rascarse en la nuca, acomodarse el cabello o rizar un mechón de pelo, arreglarse la ropa sobre el escenario, jugar con el reloj o bolígrafo 20
Las muletillas corporales son nocivas como elementos distractores, pues diluyen el mensaje verbal, teniendo en cuenta que lo visual gana a lo auditivo y un movimiento mantenido o inesperado puede hacer perder la concentración absoluta en un instante, tanto de quien habla como del público asistente.
Vale citar textualmente lo manifestado sobre el asunto por un artífice de la palabra (Ajón León A. Aladas palabras. Primer Encuentro Científico Hispanoamericano de la Locución. La Habana; 2008): "Por ahí andan, cojeando con muletillas plagiadas a otros cojitrancos del idioma " Pero también lo afirmado por Pedro Salinas: "Hay muchos, muchísimos inválidos del habla, hay muchos cojos, mancos, tullidos de la expresión". 21
Algunas recomendaciones para su control 10,12,22
a) Escucharse atentamente mientras expone su discurso o incluso antes de este para poder identificarlas y corregirlas.
b) Solicitar a un familiar o persona amiga que le ayude a detectarlas, lo cual pudiera hacerse con un silbato, un timbre o alguna campanita cada vez que incurra en ello. También se sugiere que grabe su ensayo previo (aunque quizás no le agrade luego el sonido de su voz), a fin de reconocerlas cuando aguce el oído para detectarlas con sentido autocrítico.
c) Enriquecer el vocabulario por medio de la lectura, sobre todo de textos de prestigiosos escritores, para conseguir utilizar un término nuevo cada día.
d) Prestar mucha atención a los discursos de buenos expositores para tratar de captar vicios, errores o defectos en su oratoria, si los cometiesen.
e) Cultivar las pausas, pues al reducir la velocidad de las palabras pronunciadas por minuto, supone que el cerebro logra mantener el ritmo del habla y evita tener que recurrir a los vocablos de relleno. Recuerde que es mejor un momento de silencio que una muletilla.
Obviamente, la repetición léxica es el más simple de los medios de cohesión textual, pero se impone advertir que su empleo frecuente se considera falto de elegancia en la redacción española, si bien se admite cuando se usa con intenciones estéticas o didácticas, por razones de claridad (es decir, para evitar una ambigüedad) o para enfatizar un elemento del enunciado. Pero solo entonces.
En una antigua gramática de la lengua castellana 1 se asevera que tomar por muletilla una dicción para todo, es dejar que lastimosa y neciamente se pierda y destruya el caudal de un idioma.
Comodines
En ortopedia y otras especialidades médicas existen como material para curar heridas y otras lesiones; pero en el lenguaje escrito y hablado dañan su buen desarrollo y percepción.
Para Cassany,23 la palabra-comodín es aquel nombre, verbo o adjetivo, de sentido bastante genérico, que el orador o autor utiliza cuando no recuerda o desconoce otro vocablo más específico para comunicarse. Aparece en cualquier contexto, pero concreta muy poco o nada el significado de lo que se desea expresar, por lo cual su empleo recurrente empobrece la prosa y la vacía de contenido. Seguidamente algunos ejemplos:
Nombres: aspecto, elemento, hecho, problema, tema...
Verbos: decir, hacer, poner, tener...
Adjetivos: interesante, positivo...
La repetición de verbos con muy diversos significados como decir, haber, ser u otros análogos; o de sustantivos como cosa y cuestión, por mencionar 2 de estos, deviene una señal inequívoca de insuficiencia lingüística, estilo poco elegante o desmedida laxitud en el uso del idioma. Lo ideal es que se trate de conseguir más variedad léxica y mayor riqueza de matices semánticos con el empleo de palabras más exactas y precisas.
En el correcto oficio de la oratoria hay que procurar huir, siempre que sea factible, de ciertas voces como las citadas y algunas más, que suelen ser demasiado polisémicas y, por extensión, semánticamente descoloridas.
Para muchos, todo es grande o bueno o lindo, de modo que no se sabe con certeza si se trata de algo abarcador o cómodo o útil, por citar algunos adjetivos. La reiteración de unas mismas palabras es signo de pobreza lingüística.
En opinión de Alpízar,24 el adverbio todo se usa demasiadas veces para dar énfasis a la expresión, particularmente en la frase: toda una serie, donde se olvida que el segundo de ambos términos implica ordenamiento, relación de los elementos contenidos en el conjunto.
En el próximo ejemplo puede evitarse de esta manera:
- Se enfrentó a toda una serie de obstáculos.
- Se enfrentó a muchos (numerosos, incontables, múltiples
) obstáculos.
Los comodines se prestan para diversos fines; pero en el acto del habla son muestra fehaciente de la ley del menor esfuerzo, pues cada persona les confiere el valor que se le antoja en un momento dado, sin tener que buscar el término más conveniente para ganar en precisión. Utilizarlos presupone compartir un código de entendimiento que permita comprender cuándo una voz ocupa el lugar de otra sin ton ni son. ¡Menudo desafío!
Martín Vivaldi 25 los identifica como palabras fáciles, es decir, vagas, imprecisas e incoloras, que a fuerza de servir para todo, terminan por no servir apenas para nada. Entre tales palabras figuran sustantivos (cosa, algo, proceso
), pronombres (esto, eso
) y verbos (poner, decir, ver, hacer
), como en algunas de las siguientes oraciones, donde el infinitivo en la primera ha sido sustituido por otro mucho más específico en la segunda:
Poner la sonda en una herida. | Introducir la sonda en una herida. |
Decir muy bien los versos. | Recitar muy bien los versos. |
Ver la belleza de ese paisaje. | Apreciar la belleza de ese paisaje. |
Hacer un viaje a La Habana. | Viajar a La Habana. |
Hacer música. | Componer música. |
Ello no significa que haya que evitar a toda costa su uso, sino que es prudente utilizarlas con mesura, pues los modismos y expresiones propias limitan el desarrollo de un lenguaje más elaborado.
De acuerdo con Ajón, ya citado, se esquematizan otras voces que opacan la lengua, como el recurrente sustantivo actividad, que sirve tanto para designar un baile (actividad bailable) como para referirse a un velorio (actividad mortuoria), una manifestación civil (actividad política), un bombardeo (actividad bélica) o un intercambio libidinoso (actividad sexual). ¡Vaya palabrita!
Asimismo, comportamiento es un comodín surgido de la pereza mental, que ha ido ganando una legión de seguidores, pues aunque se define como conducta humana o animal, ahora también los productos, software y enfermedades se comportan. Compruébelo seguidamente:
Comportamiento del café en el último trimestre de este año
Pudo decirse: Rendimiento del
, Cosecha y beneficio del
Comportamiento de los nuevos programas informáticos en las especialidades médicas
Pudo decirse: Sistematización de
, Potencialidades de
, Deficiencias de
Comportamiento de la hipertensión arterial en el municipio cabecera
Pudo decirse: Incidencia de
, Prevalencia de
(o ambas)
Hay quienes utilizan términos desconocidos para ellos, que han escuchado en boca de otros, sin importarles su verdadero significado o pronunciación. En ese contexto, despojados de su valor semántico por el trastrueque, funcionan como auténticos comodines al apuntar hacia un contenido que no poseen.
Cuentan al respecto que un hombre oyó cuando su vecino decía asombrado a un joven visitante: -- ¡Me has dejado estupefacto con esa información!
Al cabo de algunos días y deseoso de repetir la interesante palabra que había escuchado para alardear de cultismo, en la primera ocasión propicia y cruzando los brazos al frente exclamó ante un grupo de amigos contemporáneos: -- ¡Les juro que me quedé putrefacto con aquella noticia! Pero lo cierto es que si no se pudrió luego de pronunciar tamaño disparate, algo de su descomposición cayó encima de la lengua española.
La escritura o el habla de niños, adolescentes y muchos adultos se caracteriza a menudo por el amplio uso de hiperónimos (por ejemplo, empleo de la palabra flor en cualquier circunstancia, sin especificar si se trata de una amapola, un clavel u otro tipo), de vocabulario básico y de voces que tienen correspondencia formal con otra lengua de contacto (interferencias léxicas y semánticas), mientras los términos más específicos, más cultos o sin equivalencia en otro idioma pierden vitalidad.
A diferencia de todos los autores mencionados, Corda y Marello, citados por Hoz Fernández,26 sustentan el criterio de que los estudiantes también deben saber usar conscientemente las estrategias de compensación. Si no recuerdan o no saben una palabra, pueden adoptar las mismas técnicas de las que se sirven los hablantes nativos cuando tampoco encuentran la que necesitan en ese momento para comunicarse, tales como utilizar, por ejemplo, voces genéricas: cosa, esto
En conclusión, las barreras semánticas devienen un obstáculo capaz de acarrear consecuencias negativas cuando el lenguaje constituye la principal herramienta de trabajo, pues provoca malentendidos, suscita objeciones e incluso puede llegar a distorsionar el mensaje.2 La autora del presente artículo se muestra de acuerdo con ese comentario. ¿Usted también?
Recuerde: No utilice muletillas y comodines como palabras ortopédicas para su cojera lingüística. |
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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22. Bueno, estooo, cómo erradicar las muletillas de nuestra presentación, vale, ¿no? [citado 21 Feb 2015]. Disponible en: https://elartedepresentar.wordpress.com/2010/04/26/bueno-estooo-como-erradicar-las-muletillas-de-nuestra-presentacion-vale -%C2%BFno/
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Recibido: 13 de febrero de 2015.
Aprobado: 16 de febrero de 2015.
María Elena Jiménez Arias. Centro Provincial de Información de Ciencias Médicas. Calle 5 No.51, entre calle 6 y avenida Cebreco, reparto Vista Alegre, Santiago de Cuba, Cuba. Correo electrónico: meja48@medired.scu.sld.cu