Santi Spíritus, 20 de febrero 2021
Estimado editor:
Me dirijo a usted con el ánimo de congratular a los colegas autores del trabajo “Bronconeumonía por COVID-19 en un adolescente de 18 años”,1 publicado en esta revista en el volumen 24, número 4 del 2020, los cuales aluden al primer paciente con positividad por el SARS-CoV-2 asistido en el Hospital Pediátrico Docente Provincial José Martí Pérez de Sancti Spíritus a inicios del pasado año.
En el artículo se ofrece una excelente presentación cronológica de los episodios clínico-epidemiológicos, las pruebas diagnósticas realizadas y el tratamiento médico aplicado, así como de la evolución del paciente; además, a través de una discusión profunda, se argumentan todos los elementos aportados. De hecho, la descripción de un caso de esta índole supuso una contribución importante a la atención a pacientes con síntomas respiratorios agudos en dicho centro asistencial.
No obstante, las autoras de esta misiva consideran que también debería haberse incluido el conjunto de imágenes que condujeron al diagnóstico, como estrategia de enseñanza para los demás miembros del gremio que se enfrentaban a esta desconocida enfermedad.
Tal observación se basa en la importancia que ha tenido la imagenología, y en especial la rama de la radiología, en el diagnóstico y seguimiento de pacientes con la COVID-19.
Entre los estudios imagenológicos, la radiografía de tórax constituye la aproximación inicial para identificar características clínicas de procesos patológicos pulmonares, como parte del seguimiento médico en salas de urgencias y de terapia intensiva. Así, ante el reto que representa la pandemia de la COVID-19, se convierte en un estudio valioso, rápido, fácil y accesible en esos servicios, que revela como hallazgos más frecuentes la consolidación bilateral, la imagen en vidrio deslustrado bilateral, periférico y en los lóbulos basales, así como la ausencia de efusión pleural, los cuales aparecen conforme avanza la enfermedad.2
A pesar de que la radiografía de tórax no es específica, ha demostrado su utilidad como herramienta de cribado en el diagnóstico inicial de personas infectadas por el SARS-CoV-2 que acuden a urgencias. De acuerdo con la Guía de la Sociedad Británica de Imagen Torácica (BSTI, siglas en inglés de British Society of Thoracic Imaging),3 posee una función imprescindible en el informe radiológico, pues constituye la primera evaluación a pacientes presumiblemente contagiados con el virus; también guarda una estrecha correlación con los datos clínicos y de laboratorio, sobre todo en los casos más evolucionados, puesto que en los inicios de la enfermedad los rayos X de tórax suelen ser normales en hasta 20 % de los pacientes. En situaciones más graves ha sido fundamental para identificar complicaciones asociadas, como infecciones bacterianas y derrame pleural; igualmente ha sido muy útil cuando los pacientes no pueden ser transportados al servicio de radiodiagnóstico para realizar la tomografía computarizada.2-4
Sobre la base de lo planteado previamente, y gracias a la posibilidad de que la autora principal de esta epístola labora como especialista de imagenología en el mismo Hospital que los médicos investigadores del artículo en cuestión,1 se propone enriquecerlo con las radiografías realizadas a ese adolescente (fig.).

Fig Radiografía posteroanterior de tórax del adolescente con COVID-19. A) Al ingreso: radiopacidad no homogénea hacia la base del pulmón derecho, que oblitera el ángulo cardiofrénico ipsilateral y borra el contorno anterior de la silueta mediana en estrecha relación con el cuerno inferior del hilio derecho. Imágenes radiopacas de aspecto moteado difuso en la región hiliar y parahiliar izquierda. Ángulo costofrénico izquierdo borrado. B) A los 7 días: Evidente mejoría con respecto al estudio radiológico previo. Solo persiste el infiltrado intersticial en la base del pulmón derecho.
Desde el punto de vista radiológico, el paciente presentó características como las descritas en un estudio sobre niños afectados por la COVID-19, en quienes la consolidación pulmonar fue el signo más frecuente.5 Sin embargo, cabe destacar que este presentaba efusión pleural y distorsión del contorno cardiomediastinal, lo que sugiere la posible concomitancia de una infección bacteriana; si se clasificara según la BSTI, los hallazgos no estarían asociados a la COVID-19.
De ello se desprende la importancia de evaluar a cada paciente individualmente -su cuadro epidemiológico, los síntomas y comorbilidades- y de cumplir estrictamente el protocolo sanitario establecido en Cuba para la realización de la prueba de reacción en cadena de la polimerasa en tiempo real ante la existencia de infecciones respiratorias agudas graves.