«Los medicamentos son venenos útiles», de esta manera tan simple como efectiva lo definió el farmacólogo inglés James W. Black, premio Nobel de Medicina, según lo cita Caro-Mantilla M y colaboradores.1) Estas son las dos caras indivisibles que poseen todos los medicamentos, ya que son capaces de aliviar o curar enfermedades, pero también de causar daño si concurren circunstancias que lo favorecen.
La prescripción de un medicamento es un proceso lógico deductivo, basado en una información global y objetiva acerca del problema de salud que presenta el paciente. No debe ser considerado como un acto reflejo, una receta de cocina, o una respuesta a las presiones comerciales o de los pacientes. La utilización excesiva de medicamentos (a veces por complacencia) contribuye a perpetuar o acentuar las expectativas erróneas del paciente, y en ocasiones del propio prescriptor. Estos pueden llegar a pensar que los problemas de salud se solucionan siempre con medicamentos, y que cada síntoma o signo debe conducir a una intervención farmacéutica.2
El uso racional de los medicamentos se ha transformado en una importante estrategia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de los países miembros; sin embargo, la prescripción irracional o inadecuada de medicamentos es frecuente.3
Los psicofármacos requieren de prescripción médica obligada, pero con frecuencia los pacientes se valen de otras vías para obtenerlos, permitiéndose así, que el uso de psicofármacos ocurra sin el control médico adecuado.4
El mal uso y abuso de los psicofármacos puede llevar a serios problemas de salud, no solo por alterar la actividad cerebral, sino por ser responsables de fármaco-dependencia, con sus consecuentes reacciones somáticas, psíquicas y sociales, lo que cobra un interés particular en la población adulta.5
El mal uso de los medicamentos es una seria preocupación del área de salud; enmarcar la problemática para establecer estrategias de intervención que colaboren en su solución y reduzcan este proceder, es una parte prioritaria de las líneas de trabajo de Ministerio de Salud Pública (MINSAP). Por las razones antes señaladas, el objetivo principal de este estudio es caracterizar el consumo de psicofármacos en un Grupo Básico de Trabajo, en el área de salud del Policlínico Docente Universitario «Martha Abreu de Estévez».
El ser humano vive inmerso en situaciones estresantes, algunas de las cuales realmente llegan a superar las posibilidades de enfrentamiento. Estas hacen que el hombre sea afectado por síntomas comunes y frecuentes como: ansiedad, insomnio, o depresión en algún momento de su ciclo vital, que lo llevan a consultar a su médico en la búsqueda de ayuda. Por eso, la gran mayoría de los médicos de familia, serán consultados alguna vez por estas manifestaciones psíquicas o psicosomáticas, y tendrán que evaluar la necesidad o no de indicar un psicofármaco.
Los psicofármacos conjuntamente con los antibióticos y los analgésicos, son de los fármacos más consumidos por la población. Pese a que todos estos medicamentos requieren una prescripción médica obligada, frecuentemente se toman por automedicación o son prescriptos por complacencia. Se conoce que pese a la indicación médica precisa, en no pocas ocasiones, los pacientes no cumplen las normas establecidas para su uso correcto. Se deben tener en cuenta: el diagnóstico apropiado para su indicación, la duración del tratamiento, la vigilancia farmacológica y el riesgo de fármaco dependencia; esto último cobra un interés especial en el caso de los psicofármacos, pues su uso irracional atenta contra la calidad de vida de los pacientes que los toman regularmente sin supervisión médica.6
González Cuello R y colaboradores3) en su estudio realizado en pacientes de la tercera edad de la Policlínica «René Ávila Reyes», de Holguín, plantearon que un gran porciento de individuos toman los psicofármacos de manera automedicada, lo que conlleva a la posibilidad de que no se cumplan las pautas de administración, las dosis y la duración del tratamiento recomendadas por la literatura médica.7,8
De igual forma, Quirós EM y colaboradores,5) en un estudio realizado en trabajadores de la Facultad de Ciencias Médicas de Cienfuegos, plantearon que la mayoría de los psicofármacos se obtuvieron por prescripción facultativa, y el resto, de manera no legal. Esto resulta muy preocupante, ya que un gran porciento de los medicamentos fueron conseguidos a través de vías no convencionales. Se infiere que en ello subyace la compra ilícita de los individuos que los toman, lo que alerta sobre la necesidad de intervenciones educativas dirigidas al personal de salud y a la población en general, para que conozcan los riesgos y la repercusión de esta conducta sobre la salud y la calidad de vida de los consumidores.9
Es necesario recordar que además de las medidas fármaco-terapéuticas clásicas, también existen otras formas de abordar estos estados descritos, entre los que se pueden mencionar: la medicina alternativa, los ejercicios físicos y los cambios de estilo de vida. Todavía quedan muchas interrogantes abiertas sobre estas temáticas, en definitiva, es un campo enorme de investigación que merece la pena explorar con profundidad.10
Se aplicó un cuestionario impersonal que permitió la confiabilidad de los resultados. Se constató que el mayor consumo de estos medicamentos fue de aquellos individuos que padecían hipertensión arterial, con un predominio del sexo femenino. El fármaco más consumido fue el clorodiazepóxido (23 %), seguido del nitrazepan con un 12 %. Pudo comprobarse que al 36 % de los pacientes se lo indicó el médico de la familia, al 27 % se lo prescribió el psiquiatra, y el 13 % era automedicado.
Existió un alto porcentaje de consumo de psicofármacos automedicados que accedían a ellos a través de vías no convencionales, no relacionadas con el sistema de salud; todo lo anterior alertó sobre la necesidad de intervenciones educativas, dirigidas al personal de salud y a la población en general, para que conozcan los riesgos y la repercusión de esta conducta sobre la salud y la calidad de vida de los consumidores.
La mayoría de los individuos que toman psicofármacos habitualmente toman café, fuman o beben alcohol. Resultó llamativo que la disminución de la tensión arterial estuvo entre las principales indicaciones, pues se conoce que estos fármacos contribuyen a reducirla pero no tienen un efecto hipotensor.
A partir de estos resultados urge la necesidad de aplicar estrategias psico-educativas que permitan erradicar o atenuar esta problemática de salud. También es importante sensibilizar a los médicos con este problema, y abordar la indicación inadecuada de los psicofármacos en todos los espacios de discusión científica que existan.