La obesidad es una enfermedad muy antigua, que se conoce desde la Edad de Piedra. Tiene un curso crónico, recurrente y progresivo, cuya etiología es poligénica y multifactorial, donde interactúan varios factores como el estilo de vida, la dieta inadecuada, el sedentarismo, los factores culturales y los bajos niveles socioeconómicos.1,2,3) La prevalencia de la obesidad a nivel mundial, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha triplicado en las últimas tres décadas, donde más de 1,9 billones de adultos tienen sobrepeso y 13 % de la población mayor de 18 años es obesa. En los niños también aumentó la prevalencia a 5,6 % en niñas y 7,8 % en niños.1,2,3)
En los Estados Unidos afecta al 40 % de las mujeres, al 35 % de los hombres y al 17 % de los niños y adolescentes. Muchos países reportan tasas similares.1,2,3 Por su alta prevalencia e incremento de su incidencia, es considerada una epidemia y constituye uno de los mayores problemas de la salud pública en cualquier país.4,5) El incremento del índice de masa corporal (IMC) también contribuye al desarrollo de la diabetes mellitus y a la enfermedad cardiovascular (ECV).6,7,8,9
El adipocito es un órgano endocrino y el tejido adiposo, desde el punto de vista metabólico y hormonal es muy activo.10,11 En el sobrepeso corporal y en la obesidad se evidencia un exceso de ácidos grasos libres circulantes, que se acumulan en los adipocitos, en los hepatocitos y en las células musculares que conducen a una mayor secreción de péptidos derivados de los adipocitos (resistina, leptina y adiponectina), así como de citoquinas (factor de necrosis tumoral alfa, interleucina 6 y otras). Todas estas contribuyen a un estado de disfunción endotelial e inflamación crónica que interfieren en una gran cantidad de cascadas de procesos celulares fisiológicos, como la señalización de la insulina, que puede favorecer el desarrollo de la resistencia a la insulina (RI).11,12
La obesidad no es la causa de la RI, ya que no todas las personas obesas tienen RI, ni llegan a desarrollar diabetes tipo 2 (DM2).13,14 A la vez, se identifica RI en un 10 - 20 % de los sujetos normopesos.13,14 Sin embargo, está establecida la asociación del sobrepeso y la obesidad con un mayor riesgo de RI y dislipidemia aterogénica, caracterizada por un aumento de los triglicéridos, disminución de las lipoproteínas de alta densidad (HDL), incremento de las partículas pequeñas y densas de lipoproteínas de baja densidad (LDL),15con la hipertensión arterial esencial (HTA) asociada a la variabilidad de la tensión arterial non- dipper o no reductora y la lesión de un órgano diana (corazón, cerebro, retina y riñón).16,17,18
En los sujetos normopesos, la HTA está presente en el 15 - 20 % de la población, pudiendo alcanzar un incremento entre 30 y 40 % en aquellos pacientes con IMC superior a 30, por lo que la prevalencia de la HTA se incrementa con el aumento del peso.16,17,18) En cambio, en los sujetos sobrepeso, la HTA es 1,7 veces mayor en comparación con los individuos normopeso, 2,6 veces mayor para los pacientes con IMC entre 30 y 34,9 kg/m2, 3,7 veces mayor para un IMC entre 35 y 39,9 kg/m2 y 4,8 para un IMC de 40 kg/m2 o más.16,17,18)
La prediabetes y DM2, también se asocia al sobrepeso y a la obesidad.13,14 El IMC ≥ 35 en hombres, conlleva a un aumento de hasta 42 veces el riesgo de desarrollar DM2, en comparación con los hombres con IMC < 23 y eleva el riesgo a desarrollar DM2 hasta un 74 %.19
La obesidad se asocia a enfermedades por reflujo gastroesofágico, hernia hiatal, cálculos biliares, hígado graso no alcohólico (HGNA), con sus tres formas clínicas, hígado graso simple, esteatohepatitis no alcohólica y cirrosis hepática.20,21,22 El HGNA está presente en más del 70 % de los individuos con un IMC superior a 35.20,21,22 En el sexo femenino, la obesidad se asocia al síndrome de ovarios poliquísticos, obesidad androide, RI, y al cáncer de mama y de endometrio.22,23 En el sexo masculino, se asocia a: hipogonadismo hipotalámico, niveles bajos de testosterona,19 y cáncer de próstata.19,20,21,22,23,24,25 En ambos sexos, se identifica una mayor incidencia del cáncer de colon, asociado a la RI y al incremento del factor de crecimiento insulínico 1.24,25
Los adultos obesos también corren el riesgo de contraer otras enfermedades crónicas, como enfermedad renal crónica, asma, problemas reproductivos, demencia y otros tipos de cáncer (riñón, esófago y páncreas).22,24,25 La obesidad también contribuye al desarrollo de la osteoporosis y sus complicaciones como la fractura de cadera, relacionándose a deformidades podálicas y afectaciones osteomioarticulares.22,26) La insuficiencia venosa y las várices de miembros inferiores, también se agravan con el sobrepeso y la obesidad.27,28
El síndrome de apnea obstructiva del sueño (SAOS) se caracteriza por períodos de apnea e hipopneas, que conducen a las arritmias respiratorias y cardiovasculares. Se ha descrito la muerte súbita cardiovascular en estos pacientes y se asocia al sobrepeso, obesidad, RI y DM2. Alrededor del 50 % de estos pacientes son obesos.29,30,31
El sobrepeso y la obesidad conducen a la ECV (cardiopatía isquémica y enfermedad cerebrovascular), por lo que se consideran un factor de riesgo cardiovascular.6,7,8 Cada aumento de 5 unidades en el IMC se asocia con un aumento del 30 % en la mortalidad por estas causas y si el IMC es superior a 40, puede reducir la esperanza de vida entre 8 y 10 años, por lo que la obesidad es una causa de muerte prevenible.6,7,8,32) La calidad de vida en los pacientes obesos no es buena, no solo por las enfermedades asociadas, sino porque sufren desde la niñez, burlas, maltratos emocionales y físicos, que pueden llegar a la depresión y al suicidio, existiendo una mayor incidencia del mismo, después de haber sido sometido a una cirugía bariátrica.33,34,35
Por otra parte, la obesidad puede reducir la capacidad de respuesta del sistema inmunitario a las vacunas y microorganismos.36 El sobrepeso y la obesidad predisponen a las infecciones,36 no solo de la piel, sino a las infecciones respiratorias.36,37 En este sentido, han sido reportados como un factor de predisposición independiente, para la infección pulmonar grave por el virus de la influenza A (subtipo H1N1) y como factor de riesgo clínico para desarrollar la enfermedad del coronavirus 2019 (COVID-19), después de adquirir el virus del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2, siglas en inglés).37) Asimismo, se conoce que la obesidad abdominal se asocia con el deterioro de la ventilación de la base de los pulmones, la reducción de la saturación de oxígeno de la sangre y la secreción anormal de citoquinas y adipoquininas, que pueden afectar la respuesta inmunitaria y tener efectos contraproducentes sobre el parénquima pulmonar y los bronquios. Debido a esto, parece muy probable que la obesidad constituya un factor de riesgo independiente para SARS-CoV-2, y el desarrollo de la COVID-19 y su pronóstico.37 Los pacientes con la COVID-19, y un IMC de 35 kg/m2 o más, desarrollan una mayor gravedad de la infección por SARS-CoV-2, ingresan más en las unidades de cuidados intensivos y necesitan un mayor apoyo de ventilación mecánica invasiva, independiente del sexo, la edad, la diabetes mellitus y la HTA.37
El sobrepeso y la obesidad tienen costos estimados mayores de 16 millones de euros en los países europeos desarrollados, cifra que puede representar más del 1 % del producto interno bruto.38 Si las tasas de obesidad siguen aumentando sin control, el costo económico por esta enfermedad pudiera alcanzar o sobrepasar la cifra de 50 millones de euros para el año 2050.38