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Revista Cubana de Higiene y Epidemiología
versión On-line ISSN 1561-3003
Rev Cubana Hig Epidemiol v.42 n.2 Ciudad de la Habana Mayo-ago. 2004
Editorial
VIH/SIDA y desarrollo
El VIH/SIDA causa terribles estragos, no sólo entre quienes contraen la enfermedad o mueren por esa causa sino también entre sus familiares, comunidades y gobiernos. Esto se refleja en el número de huérfanos, los desequilibrios y traumas en las familias, el abatimiento de los trabajadores, la sobrecarga a los servicios de salud y en los sistemas sociales. Se calcula que los nuevos contagios con el VIH ocurren a razón de 11 por min y que más de la mitad se presentan en jóvenes entre 15 y 24 años de edad.
Han transcurrido 2 décadas desde la aparición del virus y ya está considerado como el factor más letal que afecta el cambio demográfico a corto plazo. Se calcula que en los próximos años el número de personas infectadas seguirá aumentando si no se encuentra una cura.
Esta situación ha propiciado el análisis de 2 aspectos muy debatidos en la actualidad: el VIH/SIDA y el desarrollo; el primero, por las cifras que aporta, la posibilidad aún lejana de una cura, el elevado costo del tratamiento y la repercusión económica y social; el segundo, porque el desarrollo, por ser un proceso que involucra aspectos cualitativos de la condición humana de un país, aborda entre sus retos fundamentales la mitigación de la pobreza, la provisión de servicios de salud y educación, la necesidad de una equidad de género y la satisfacción de las necesidades humanas, todas muy relacionadas con el incremento de esta enfermedad. No se enfoca el análisis a la situación del VIH/SIDA per se, sino la posición que ocupa frente al desarrollo y los elementos presentes que en determinados aspectos representan desventajas o discriminación en las personas o núcleos sociales para contraer la epidemia.
Alrededor de este tema, se hace necesario analizar la situación que ocupa el VIH/SIDA frente al desarrollo, identificar los factores del desarrollo que inciden en el incremento de la epidemia del VIH y analizar los programas de prevención del VIH/SIDA bajo un enfoque del desarrollo humano.
Según el diccionario, la palabra desarrollo significa acrecentar, dar incremento a una cosa. El desarrollo de un país o de una sociedad es un fenómeno complejo que abarca:
- Aspectos económicos (competitividad, equidad en la distribución del ingreso, inversiones, infraestructuras, servicios públicos).
- Aspectos sociales y culturales (empleo, oferta de servicios básicos como salud, vivienda, seguridad social, autoestima nacional, valoración del ambiente natural y sociocultural).
- Aspectos políticos (participación social, independencia, justicia social, libertad, seguridad humana y derechos humanos).
La noción del desarrollo incluye 2 elementos: el país o la sociedad se enriquece y alcanza mayor productividad, mientras se torna más complejo ya que adquiere mayor variedad de capacidades. Es importante también el grado en que las personas logran satisfacer sus necesidades; si esto no se logra puede existir crecimiento, pero no desarrollo.
El desarrollo económico no es equivalente al bienestar; de ahí que la medición del crecimiento, en términos cuantitativos, se complemente con las evaluaciones cualitativas y que el concepto de desarrollo humano incorpore la ampliación de las oportunidades del individuo e identifique como oportunidades esenciales la vida prolongada y saludable, la adquisición de conocimientos y el acceso a los recursos necesarios para lograr un nivel de vida decente.
Un desafío de estos tiempos lo constituye el desarrollo humano, posible también en ausencia de crecimiento económico -al menos por cierto tiempo- ya que este último aspecto no es, en todos los casos, una condición necesaria para el logro de un nivel determinado de resultados sociales y el bienestar puede mejorar mediante la asignación de recursos (públicos y privados) a los sectores sociales, incluso en ausencia del crecimiento económico. Otro desafío adoptado internacionalmente lo constituye el desarrollo sostenible, que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras, distribuye de manera más equitativa las ventajas del progreso económico y preserva el medio ambiente local y global para las futuras generaciones, con el fin de fomentar una auténtica mejoría en la calidad de vida.
Existen numerosas razones para mantener preocupada a la comunidad internacional por la epidemia del VIH/SIDA y su relación con el desarrollo. Más del 90 % de las infecciones ocurren en los países en vías de desarrollo donde la esperanza de vida ha disminuido, en algunos casos, en más de 10 años. En África se infectan todos los años 1,7 millones de jóvenes. Es la principal causa de defunción en ese país y la cuarta a nivel mundial. En 1998 se calcula que fallecieron 2,5 millones de personas por el VIH, y de ellos 2 millones ocurrieron en África.
Existen varios factores que inciden en este aspecto entre los que se pueden mencionar:
- La pobreza generalizada y la distribución desigual de los ingresos que caracteriza a los países en vías de desarrollo estimula, al parecer, la epidemia del SIDA.
- La dinámica de la economía en crecimiento propicia la migración acelerada de trabajadores, la urbanización rápida y la modernización cultural.
- En los países en vías de desarrollo el mejoramiento de las capacidades humanas adquiere significación particular, pues se requiere de capacidades básicas para reducir la ignorancia, la desnutrición, las enfermedades y la mortalidad temprana, así como asegurar una vida más larga, plena y activa en cuanto a su participación en la adopción de decisiones en la comunidad, pero no es precisamente lo que ocurre en la actualidad.
La pobreza y la desigualdad en razón del sexo facilitan la propagación del SIDA. Los factores determinantes de la actividad sexual de una persona son sutiles y complejos, pero debe reflexionarse que las condiciones sociales influyen en la frecuencia del comportamiento sexual de riesgo y por lo tanto en la magnitud de la epidemia. Entre estos factores se menciona el nivel de ingresos por debajo del cual no es posible garantizar una dieta mínima adecuada en términos nutricionales, es decir, las necesidades esenciales y distintas de alimentos, lo que se conoce como umbral de pobreza.
Algunos plantean que la pobreza y la desigualdad en razón del sexo vuelven a una sociedad más vulnerable al ataque del VIH, en la medida en que las mujeres pobres tienen más dificultad que los hombres para exigir a sus parejas que no tengan relaciones sexuales con otras personas, empleen preservativo o practiquen otras medidas para protegerlas de la infección por el VIH, así como que la falta de conocimientos en educación sexual las pone en desventaja. La pobreza puede incidir en que un hombre esté predispuesto a tener numerosas compañeras casuales, al impedirle tener una esposa o abandonar el hogar en busca de trabajo.
En el caso de las mujeres constituyen casi 2 tercios de los analfabetos y los 3 quintos de los pobres del mundo. Las mujeres que están menos alfabetizadas que los varones tienen menos capacidad para negociar con ellos la protección y por eso estarán expuestas a un mayor riesgo en las relaciones sexuales. Las mujeres jóvenes están en particular situación de riesgo porque, además, tienen mayor susceptibilidad biológica y mayor vulnerabilidad a las relaciones sexuales no deseadas impuestas por coacción.
La dinámica de la economía en crecimiento puede facilitar la propagación del SIDA. Se plantea que el país que mejora su ingreso per cápita y disminuye la desigualdad, por ejemplo, al poner en práctica normas de inversión que generen empleos y favorezcan el crecimiento económico, disminuirá el peligro de presentar una epidemia de SIDA o coadyuvará para minimizar la epidemia en evolución. Además, si el país intenta acortar las diferencias en alfabetismo y empleo urbano entre varones y mujeres, habrá mayor dificultad para que se disemine el VIH. Por desgracia, algunos de los procesos reales por los cuales se alcanzarían tales objetivos también estimulan la propagación del SIDA, y otras políticas o normas que a veces acompañan al crecimiento sin que contribuyan obligadamente a él en forma similar, empeoran la epidemia.
En general, se reconoce que la economía abierta constituye una condición básica del crecimiento rápido. El carácter abierto significa más acertadamente facilidad con que los empresarios pueden transferir bienes y capital a través de fronteras nacionales, lo que constituye en forma típica un mayor grado de puertas abiertas a la movilidad de grupos humanos, incluidos los migrantes. Además, algunos estudios han sugerido que la propia migraci6n contribuye al crecimiento económico, cosa que no causa sorpresa porque los migrantes constituyen uno de los grupos humanos más laboriosos y emprendedores en cualquier país. Sin embargo, el análisis de regresión realizado en varios países muestra que aquellos que tienen mayores poblaciones de migrantes tienden a epidemias del SIDA de mayores proporciones. Se prevé que un país en el cual el 5 % de su población no es nativa tendrá una tasa de infección de 2 puntos porcentuales más altos que un país sin extranjeros.
Sin embargo, no es aconsejable que los gobiernos restrinjan la migración para evitar la epidemia del SIDA. De hecho, si la migración es beneficiosa para el crecimiento económico, al disminuirla podrían atrasar el crecimiento, mientras otros efectos negativos podrían estimular la propagación del SIDA. Es posible, además, que los intentos de detectar de forma sistemática a todos los migrantes VIH positivos no resulten eficaces, ya que existe una mayor probabilidad de que se infecten cuando lleguen a un país nuevo, sitio en el que están aislados de las redes sociales que tenían en su país de origen, que antes de abandonarlo.
Los intentos de identificar a los posibles migrantes pueden exacerbar la epidemia si las personas infectadas con el virus evaden las técnicas de detección sistemáticas y arriban por medios ilegales. Son extraordinariamente difíciles la identificación y el acceso a ellos por medio de programas para impedir que infecten a otras personas.
A veces el crecimiento rápido en una sociedad de bajos ingresos puede implicar un mayor peligro de SIDA como consecuencia del cambio amplio de normas sociales. En efecto, el abandono de pautas conservadoras y la adopción de actitudes más liberales comprende, a menudo, una mayor libertad individual, en particular para las mujeres. El ataque del SIDA está en fase de propagación rápida y la enfermedad casi siempre es mortal por esas razones. Algunos observadores han concluido que mermará en grado significativo el crecimiento poblacional y el económico, y otros apuntan que las poblaciones de países gravemente afectados disminuirán en términos absolutos y se acompañarán de colapso en su producción económica.
Pruebas existentes señalan que el impacto del SIDA en dichas variables, aunque difiere de un país a otro, por lo común es pequeño en relación con otros factores. Más aún, en un nivel muy general, las disminuciones del crecimiento poblacional a causa del VIH/SIDA tienden a rebasar los descensos en el crecimiento económico, de modo que por lo común es de poca magnitud el impacto neto en el crecimiento del producto interno bruto (PIB) per cápita.
Se prevé que el VIH/SIDA disminuirá las tasas de crecimiento poblacional en muchos países, pero en ninguno de ellos existe un decremento absoluto en la población calculada. El impacto del SIDA en el crecimiento económico es más complejo que en el crecimiento poblacional. La inadecuación del PBI como índice de bienestar humano, se pone de manifiesto cuando se utilizan los cambios en el PBI per cápita para medir el impacto del SIDA. Si se conservan intactos los factores, la muerte de personas con ingresos más altos ocasionará una disminución de los ingresos promedios (a pesar de que no se modificará el bienestar de los supervivientes). Por el contrario, la muerte de personas con ingresos más bajos haría que se eleve el ingreso promedio, sin que esto mejore obligadamente el conjunto de supervivientes a pesar del sufrimiento, de las pérdidas de las familias y de los difuntos. Hay que tener en cuenta que en el PBI se incluyen los gastos en la atención en salud y en los funerales. Como consecuencia, el PBI puede aumentar a pesar de que no haya mejorado el bienestar general y de que se haya mermado el ingreso de los supervivientes. Es imposible estimar la magnitud del impacto en los ingresos individuales; esto dependerá de las características de cada país, que incluyen la gravedad de la epidemia, la eficiencia del mercado laboral, la proporción del costo del tratamiento del SIDA cubierta por los ahorros, la distribución de la infección por el VIH según la productividad del trabajador, el tiempo laboral perdido por el enfermo de SIDA y por otras personas como consecuencia de su enfermedad, la eficacia del núcleo familiar y de los mecanismos formales e informales de seguros de la comunidad.
El SIDA diezma adultos en plena etapa de productividad, muchos de los cuales están en el punto máximo de esa fase económica. Por eso el ataque del SIDA al mercado laboral es uno de los mecanismos que podrían afectar el crecimiento. En economías con grandes desempleos, para las empresas será más fácil sustituir a los trabajadores enfermos o muertos, en particular si no forman parte de su personal clave o no desempeñan servicios esenciales.
El impacto de la epidemia del SIDA será pequeño mientras no comience a crecer la economía y sea frenada por la oferta laboral y no por una demanda insuficiente. Desde el punto de vista de la magnitud del impacto macroeconómico de la epidemia, otro factor que posiblemente ejerza una influencia significativa es el porcentaje de costos de los tratamientos contra el SIDA cubiertos por ahorros. En la medida que los tratamientos para el SIDA disminuyan el capital disponible para inversiones más productivas, cuanto más grande sea la proporción de la atención en salud financiada por ahorros, mayor será la disminución del crecimiento como resultado de la epidemia.
Es posible que en muchos países los efectos del SIDA en la macroeconomía sean pequeños, pero los que sufren la epidemia muy gravemente, tendrán un impacto grande en los servicios del sector de atención en salud y también en los grupos pobres.
La repercusión en estos sectores incluirá el aumento de precios y la disminución de la disponibilidad de la atención médica y sanitaria para todas las personas, y afectará de modo primordial a los individuos de ínfimos ingresos. En las familias que sufren la muerte de uno de sus miembros por SIDA, las de los ingresos más bajos tendrán menor capacidad que las demás para subsanar los gastos médicos y otros impactos, incluida la pérdida de los ingresos.
En las familias de bajos ingresos son más graves las consecuencias de la muerte por SIDA de uno de sus miembros que en otros grupos familiares, razón por la cual una epidemia grave empeoraría la pobreza y la desigualdad.
Otro factor que exacerba la pobreza es el gran número de niños que han perdido a sus progenitores. En la medida en que aumente la mortalidad por el SIDA, la enfermedad dejará sin padres a un número cada vez mayor de niños y el impacto en las tasas de orfandad será mayor. La muerte de un padre tiene repercusiones psicológicas, económicas y sociales en sus hijos dadas por:
- Sufrimiento y dolor.
- Deterioro del estado nutricional en los niños.
- Deterioro en la escolaridad.
- Prejuicios profundos.
Estos efectos alcanzan su máxima expresión en las familias de bajos ingresos, y se aminora en las personas la capacidad para adquirir las actitudes prácticas y los conocimientos necesarios para superar y vencer la pobreza.
El SIDA constituye una amenaza para el desarrollo y como tal debe ser visto por políticos, economistas, científicos, sociólogos, educadores y la población. Sólo así podrá ser valorado en su verdadera magnitud y enfrentado con la fuerza que requiere su detención.
Dra. Rosaida Ochoa Soto
Directora del Centro Nacional de Prevención del VIH/SIDA