INTRODUCCIÓN
En la atención hospitalaria de los pacientes, existe la probabilidad inherente de que el paciente permanezca hospitalizado por mucho más tiempo del esperado, en virtud de su misma situación de salud y las intervenciones necesarias para solucionarla. Autores como Rodríguez refieren que el termino larga estadía se refiere a aquel paciente que ha pasado más de nueve días hospitalizado.1
Esto, en el niño que no sabe lo que es la enfermedad, sobre todo si es muy pequeño y por lo tanto no comprende el motivo por el cual se le introduce en un ambiente extraño privándole de su familia, amigos y objetos, genera un cúmulo de problemas que exigen una detenida reflexión.
Para el niño, la hospitalización o la enfermedad es un estímulo altamente desencadenante de estrés y desencadena reacciones que pueden ser muy variadas, y que van desde simples llantos al silencio absoluto, hasta llegar a negarse al contacto con personas “extrañas” a su mundo habitual, y rehusar la atención médica o de otros profesionales de la salud.2
En la infancia la hospitalización puede tener repercusiones negativas por la poca capacidad de asimilación de situaciones nuevas, la dependencia de terceros, la falta de puntos de comparación para asimilar estas experiencias y por sobre todo la alteración del proceso de desarrollo normal del niño y de su familia. A su vez, la hospitalización acompañada de la enfermedad, genera cierto grado de alteración en la recuperación de los niños; según Bowlby esto “ha quedado demostrado desde tiempos remotos creándose conciencia de ello desde mediados del siglo XIX, cuando se observaba que la ausencia de estímulos positivos en neonatos desembocaba en una mayor tasa de mortalidad, debido principalmente a la separación de los padres y al trato poco afectivo entregado por el personal de salud hacia los niños”.3)
La ansiedad que los niños experimentan frente a la hospitalización ha sido permanentemente asociada con la edad del niño, tiempo y frecuencia de hospitalizaciones, ausencia parental durante la hospitalización, estrés parental, desajustes previos a la hospitalización propios del niño o de la familia, cambios fundamentales en la vida cotidiana del niño y su familia, y fuertemente interviene la enfermedad y el tratamiento requerido.4
Los estímulos de tensión física, psicológica o social pueden afectar al niño y ocasionar una alteración de su equilibrio adaptativo. En estos casos sus defensas psicológicas, así como sus mecanismos de adaptación conductual y social se ven también alteradas, no saben cómo compartir sus días con terceros desconocidos. Al reconsiderarse las reacciones que representa la hospitalización en los niños, se evidencia que la conducta demostrada por un niño como tranquila no necesariamente implica que esté adaptado al ambiente hospitalario.4,5
Todo lo anteriormente descrito permite el entendimiento y verificación de que el proceso de hospitalización genera estrés, temor o incertidumbre a lo desconocido y a la muerte; intranquilidad, e inseguridad en las personas, incrementándose fuertemente este aspecto en el ámbito pediátrico, debido a que los niños se encuentran en una etapa de adaptación continua, están conociendo el mundo e interactuando con personas conocidas, presentan un fuerte apego hacia sus padres y familiares, junto con encontrarse en un período de aprendizaje permanente, lo cual se ve directamente alterado o modificado cuando se debe enfrentar una enfermedad, con todo lo que conlleva el tratamiento y la estadía hospitalaria.5,6
La actividad sanitaria ha evolucionado desde tener un enfoque únicamente de la esfera biológica, hasta centrar su atención en toda la esfera biopsicosocial. Así bien, el contexto psicosocial del niño hospitalizado cobra un papel importante para su bienestar y adaptación al ámbito hospitalario.7,8
A pesar de los avances conseguidos en cuanto a conocimiento científico, la hospitalización en los niños sigue siendo una realidad y, por tanto, es necesario centrar la atención en el impacto que supone para la infancia la irrupción de la enfermedad en sus vidas. Es por esta razón que se decide realizar una investigación que tiene como objetivo: describir la respuesta emocional de niños que se encuentran atravesando una larga estadía hospitalaria.
La presente investigación además ofrece una dimensión del tema vinculado a la hospitalización desde la perspectiva del propio paciente, lo que permite contextualizar y personalizar las acciones educativas en otro momento del estudio.
MÉTODOS
Se realizó un estudio observacional, descriptivo, transversal en el período de noviembre 2023 a enero 2024, para una metodología cualitativa.
El Universo estuvo conformado por doce pacientes hospitalizados por más de 30 días y de este grupo fueron seleccionados diez niños entre ocho y quince años mediante un muestreo no probabilístico de sujetos tipo. La exclusión de dos de ellos tiene que ver con la no aprobación familiar para la participación en el estudio y el estado crítico en el otro caso que le invalidaba a participar.
Como métodos empíricos, en un período de 30 a 40 días, fueron aplicados varios instrumentos psicológicos en diferentes momentos. Entre ellos: Test de completamiento de frases de Rotter, DMR, y entrevista semiestructurada. Aclarándose a familiares y pacientes mediante consentimiento informado que los resultados obtenidos solo serían utilizados con fines investigativos y terapéuticos.
Los test aplicados contribuyeron a la obtención de información según las variables de estudio en este caso la respuesta emocional de los niños ante la larga estadía hospitalaria, esta última como variable dependiente.
La triangulación de los resultados se procesó a través de la descripción cualitativa de los mismos.
RESULTADOS
La aparición de una enfermedad en un niño puede generar un conflicto para su entorno familiar. Sobre todo, cuando la enfermedad es suficientemente severa para exigir la hospitalización del menor. El impacto de encontrarse en un entorno nuevo y distinto al suyo implica que debe integrarse a un nuevo sistema, uno ajeno al habitual. Esto constituye una fuente de tensiones y conflictos, tanto para el niño como para sus padres y cuidadores.9
La hospitalización está directamente vinculada con la deprivación familiar, afectiva, cultural, social y escolar, por lo que esta experiencia puede generar un grupo respuestas desde lo emocional.6,10
Las respuestas emocionales identificadas en la investigación son prácticamente iguales para todos los niños del estudio. Los cuales manifestaron una ansiedad referida a los procederes médicos realizados así como también al hecho de que a veces los estudios aplicados no fueron suficientes ni concluyentes y por lo tanto era necesario seguir investigando. En este sentido las incertidumbres convertidas en interrogantes: ¿qué me va a pasar? o ¿cuándo podré regresar a mi casa? generaban más ansiedad y por lo tanto, mayor malestar psicológico. Fue evidente que todo esto mejoraba si existía una autopercepción de mejoría clínica en el paciente.
En los niños más pequeños (ocho y nueve años) fue más significativo el miedo y la irritabilidad, rechazando constantemente cada una de las acciones por parte del personal de salud.
Para el resto del grupo, el cual estuvo conformado por adolescentes, se destacaron más, respuestas pesimistas, de inseguridad, así como temor a la muerte o a mayor complicación del estado de salud.
Para todos fue evidente la tristeza, generada por estar lejos del hogar, del resto de la familia, de los amigos y de la “normalidad”.
En solo dos sujetos estuvo presente la agresividad, expresada de diferentes maneras: de forma encubierta y de forma manifiesta.
Otro elemento a señalar lo constituyó el sueño, que a pesar de no resultar en si una respuesta emocional propiamente, si constituye una reacción ante esta situación disruptiva. Y es que los familiares cuidadores de estos pacientes hablan de períodos de insomnio o de un sueño poco profundo con un frecuente sobre salto.
DISCUSIÓN
Lazarus y Folkman,11 consideraban que solo el ingreso al hospital genera un importante nivel de angustia, y evidentemente, la hospitalización trae consigo una serie de aspectos que influyen en el paciente, el aislamiento de este, la separación de su casa y de su entorno, el encontrarse en un espacio reducido y con un acceso controlado. La pérdida de la intimidad, y el hecho de estar disponible para la totalidad del personal hospitalario. La reglamentación de las actividades por la modificación de todos sus hábitos respecto a la comida, higiene personal, sueño entre otros. Unido a esto lo que genera poseer poca información o el manejo de ella en un lenguaje incomprensible.12
Cada uno de estos elementos interfiere en el equilibrio psicológico de una persona, más, cuando se trata de un niño. El 58 % de los niños que han sido hospitalizados y sus familias son más propensos a experimentar angustia, ansiedad, respuesta de afrontamiento inadaptadas y desequilibrios en los factores de resiliencia de los que disponen.13)
Los resultados descritos por Rocque,13 coinciden con nuestro estudio en cuanto a la ansiedad que genera el proceso de hospitalización. Por otro lado, Martin y col,14 afirman que la prevalencia de ansiedad y depresión en enfermos hospitalizados es alta, especialmente en mujeres, aunque sin embargo no guarda relación con la gravedad de la enfermedad, y se asocia a una percepción subjetiva del enfermo de mayor gravedad y menor mejoría.
De este modo, la depresión en pacientes con larga estancia hospitalaria, no necesariamente se clasifica como un trastorno depresivo, sino como un estado de tristeza consecuente al diagnóstico y afrontamiento de una enfermedad de manejo hospitalario prolongado por su necesidad o tipo de tratamiento.14,15) Es así que tiene una repercusión en el estado emocional de los individuos, sus conductas, actitudes y pensamientos, que en su mayoría pueden ser no adaptativos en el momento de afrontar la enfermedad durante la hospitalización.16
Otros autores como Suárez,17) hablan sobre dificultades en la conducta alimenticia, miedo a la muerte, mutismo y trastornos del sueño. Este último relacionado con lo obtenido en los sujetos de estudio, pues si bien lo identificado no llega a considerarse como un trastorno propiamente dicho, si existieron elementos que indican alteraciones en este sentido.18
CONCLUSIONES
El fuerte impacto que provoca un hecho como la hospitalización, requiere que no solo se atienda a las necesidades fisiológicas que presentan tanto el niño como la familia, sino que incluya dentro del cuidado la esfera emocional de los mismos. Es necesario desarrollar acciones que contribuyan al logro del bienestar completo de los individuos, logrando que un acontecimiento adverso se convierta en una oportunidad de crecimiento personal. Es necesario además establecer una relación de apoyo emocional con el niño.