Introducción
La enfermedad renal crónica (ERC) es una entidad en alza que en la actualidad constituye un problema de salud pública mundial, pues desde hace varios años se ha observado un incremento en su incidencia y prevalencia.1 Igual sucede con el número de pacientes con enfermedad renal terminal, tributarios de una terapia renal sustitutiva.2
Los cambios experimentados por este tratamiento en el siglo pasado hicieron que los pacientes incluidos en un programa de diálisis fueran mayores de 60 años en más del 50 %. Esto trajo aparejado un aumento de enfermedades asociadas como diabetes mellitus (DM), hipertensión arterial (HTA), cardiopatía isquémica (CI), vasculopatía periférica, obesidad, etcétera.3
En España, el 9,24 % de la población adulta sufre algún grado de ERC, de los cuales el 6,83 % presenta una disminución del filtrado glomerular por debajo de 60 mL-1/min-1/1,73 m-2. Además de la elevada prevalencia, la ERC se asocia con una importante morbi-mortalidad cardiovascular, así como con costes anuales muy significativos asociados al tratamiento en las fases más avanzadas, que puede llegar a más de 800 millones de euros anuales.4,5,6
En Estados Unidos, la situación resulta similar y se implantan las tres variantes de accesos vasculares: fístulas arterio-venosas internas (FAVI), e injertos arterio-venosos y catéteres venosos centrales,7,8 por lo que se observa una tendencia a la disminución de las muertes por ERC en los pacientes que ya se habían sometido a hemodiálisis en los últimos años. Pero en los pacientes incidentes (nuevos captados) sí se apreció un incremento en la mortalidad en los primeros seis meses y hasta dos hospitalizaciones en el primer año.9,10
El aumento del número de pacientes genera una sobrecarga técnica y administrativa de los distintos departamentos implicados en su tratamiento (nefrólogos, cirujanos vasculares, cirujanos generales, urólogos, radiólogos, personal de enfermería, etcétera). Igualmente, uno de los objetivos prioritarios es disponer de un buen acceso vascular para iniciar la diálisis, así como lograr una elevada tasa de permeabilidad.11
La necesidad de un acceso vascular para hemodiálisis resulta tan antigua como la propia hemodiálisis, ya que para conducir una cantidad de sangre a un circuito de lavado se precisa acceder al torrente sanguíneo. Los comienzos de esta técnica fueron difíciles y hasta que no se diseñó la FAVI no se desarrollaron los programas de hemodiálisis en los pacientes crónicos.12
Del acceso vascular dependen la calidad de vida del paciente, los resultados intermedios de eficacia, el desarrollo o no de anemia, y la morbilidad y mortalidad. Al estar implicados en su manejo el personal de enfermería y al menos tres especialidades médicas distintas, se complejiza la organización del trabajo, por lo que se hace necesario la existencia de guías clínicas que coordinen pautas de actuación.13
Si bien se acepta que la fístula autóloga representa el acceso vascular de elección en los pacientes en diálisis, la prevalencia del uso de catéteres sigue aumentando, aunque existen estudios que relacionan su presencia con una mayor mortalidad y un gasto económico más elevado.9,13,14 La utilización de un tipo de acceso vascular u otro depende de factores no modificables, como la edad y las co-morbilidades; y modificables, entre los que se citan: organización de los servicios de cirugía o radiología, la relación con los servicios de Nefrología, los planes estructurados de seguimiento del acceso vascular y la realización de la diálisis en un determinado tipo de centro. Los resultados demuestran la necesidad del seguimiento multidisciplinario del paciente para alcanzar resultados satisfactorios.13,14
Se considera como indicadores de calidad un porcentaje igual o superior al 80 % de enfermos incidentes con acceso vascular permanente (FAVI o injerto) y de pacientes prevalentes con FAVI; además, un porcentaje inferior al 10 % de enfermos prevalentes con catéter central tunelizados.15,16,17,18
Se plantea que tanto el pronóstico de la permeabilidad como el nivel de maduración de los accesos vasculares deben realizarse sobre la base, fundamentalmente, de elementos clínicos, entre los cuales la experiencia de los cirujanos vasculares ocupa un lugar primordial.19,20,21,22,23
A largo plazo se puede presentar un gran número de complicaciones; las más comunes son la trombosis, la hemorragia y la sepsis, que, en la mayoría de los casos, lleva a la muerte de estos pacientes. Se estimó que la disfunción del acceso vascular tiene la responsabilidad de alrededor del 20 % de todas las hospitalizaciones.24
A estos datos se les suman los publicados en el Anuario Estadístico de Salud de Cuba, correspondiente a 2019, en el que se recoge que las defunciones provocadas por las enfermedades glomerulares y renales fueron 1243, con una tasa de mortalidad bruta de 11,1 por cada 100 000 habitantes. Estas cifras se mostraron superiores a las reportadas en 2018, con 8,8 por cada 100 000 habitantes, y se observó en los hombres un valor superior con respecto a las mujeres (11,9 vs. 10,4 por cada 100 000 hombres o mujeres).25
Al tener en cuenta que la ERC es frecuente y que cada vez resultan más los pacientes que requieren de hemodiálisis, se decidió realizar este estudio con el objetivo de caracterizar la durabilidad y funcionabilidad de las fístulas arterio-venosas en pacientes no diabéticos con enfermedad renal crónica.
Métodos
Se realizó un estudio descriptivo retrospectivo-prospectivo en 60 pacientes no diabéticos con ERC, que requirieron de la confección de alguno de los tipos de FAVI autólogas y que se realizaron en el Instituto Nacional de Angiología y Cirugía Vascular (INACV) en el período comprendido entre enero de 2014 hasta noviembre de 2015. La inclusión de los participantes en el estudio fue intencionada debido a que la incidencia de los accesos vasculares en el instituto no resulta elevada. A todos los pacientes se les explicó el objetivo del estudio y se les aclararon todas sus dudas, antes de que expresaran su voluntad de participar en el estudio mediante la firma del consentimiento informado.
Se estudiaron las siguientes variables:
Edad: años cumplidos en el momento del diseño de la FAV.
Sexo: fenotipo sexual declarado en el carnet de identidad en el momento de la cirugía.
Grado de la ERC: se tuvieron en cuenta los grados 3, 4 y 5, según el diagnóstico realizado por el nefrólogo y que aparecía en la historia clínica.
Región anatómica donde se inserta la FAVI: la zona donde se insertó la FAVI; y, en el caso de los pacientes reintervenidos, donde se realizó por primera vez (radio-cefálica, húmero-cefálica y húmero-basílica).
Durabilidad: tiempo de duración de la evaluación: poco duradera (si duró menos de un año de insertada) y duradera (si duró más de un año de insertada).
Número de intentos: cantidad de inserciones/remplazos realizados. Se conformó una escala del uno al cuatro sobre la base de un intento hasta tres intentos y más.
Funcionabilidad: se siguió el criterio de “funcional”, si a las cuatro semanas del posoperatorio aún funcionaba bien la FAVI; y de “no funcional”, si en las primeras cuatro semanas del posoperatorio dejó de funcionar la FAVI.
Superficialización: si requirió o no de una técnica de superficialización PTFE: si se precisó o no de una prótesis de PTFE expandido.
Complicaciones: se tuvieron en cuenta todos los efectos adversos observados (sangramiento, infección, trombosis, aneurisma, estenosis), que posibilitaron el rechazo o la pérdida del acceso vascular.
Para la variable edad se calcularon la media y la desviación estándar, y después se realizó una transformación de escala por grupos de edades: menores de 20 años, 20-39 años, 40-59 años, 60-79 años, 80 años y más, con el fin de realizar análisis de frecuencias.
Los pacientes fueron evaluados cada tres meses hasta un año, una vez insertada la fístula.
Se confeccionó una base de datos con toda la información recogida, la cual se procesó mediante el paquete estadístico IBM SPSS Statistics versión 21.0.
Se estimaron las frecuencias absolutas y relativas, y los intervalos de confianza (IC 95 %) de las probabilidades. Se aplicó el test estadístico chi cuadrado (χ2) de homogeneidad o independencia con el objetivo de comprobar la relación entre las variables. Se corrigieron los valores de probabilidad (p), según el método de Bonferroni, durante las comparaciones de las frecuencias. Se trabajó con un nivel de confiabilidad de 95 % (α = 0,05).
Se cumplió con los principios de la ética médica. Además, el protocolo fue aprobado por el Comité de Ética de la Investigación del INACV. Se establecieron las pautas de protección de la identidad de los pacientes, y los resultados generados del análisis se utilizaron solo para la confección del documento final de tesis.
Resultados
Como se observa en la tabla 1, el sexo masculino representó el 71,7 %. La edad media fue de 55,7 ± 12,7 años y la mitad de los individuos tuvo edades entre 40-59 años.
Tabla 1- Distribución de los pacientes por grupos de edades y sexo

Nota: Los porcentajes se calcularos sobre el total de la muestra (n = 60).
Fuente: Base de datos.
Las fístulas duraderas (un año y más) primaron (66,7 %). La mayoría de los pacientes se encontraba en el estadio 4 de la enfermedad, los cuales constituyeron aproximadamente la mitad de la muestra analizada. Las frecuencias de los pacientes en estadio 3 y 5 fueron similares con 21,7 % y 26,7 %, respectivamente (Tabla 2). Se encontró una asociación entre el estadio de la enfermedad y la permanencia de las fístulas [χ 2 = 10,23; p = 0,005; IC 95 % (0,004-0,006)].
Se pusieron con mayor frecuencia FAVI en las zonas radio-cefálica y húmero-cefálicas en un 43,3 % y 45 %, respectivamente. El 35 % (n =21) duraron más de un año y se habían insertado en la húmero-cefálicas. Las menos frecuentes resultaron las fístulas húmero-basílicas poco duraderas, que no superaron el 3,3 % (Tabla 2). No se encontró asociación entre la durabilidad de la fístula y la región anatómica donde se realizó [χ 2 = 3,49; p = 0,174; IC 95 % (0,193-0,209)].
Tabla 2- Distribución de la permanencia anual de las fístulas arterio-venosas, según el grado de la enfermedad renal crónica y la zona anatómica donde se insertaron

Leyenda: IRC = insuficiencia renal crónica.
Nota: Los porcentajes se calcularon sobre el total de la muestra (n = 60). Cada letra de subíndice indica un subconjunto del grado de IRC (categorías), cuyas proporciones de columna no difieren significativamente entre sí para p < 0,05.
Fuente: Base de datos.
Se observó que el 71,7 % de las fístulas fueron funcionales; de ellas, 38 (63,3 %) tuvieron un año y más de permanencia. Solo cinco (8,3 %) duraron menos de un año (Tabla 3). Se demostró una asociación entre la funcionabilidad de las fístulas y su permanencia [χ 2 = 32,18; p = 0,001; IC 95 % (0,000-0,002)].
Tabla 3- Distribución de la permanencia de las fístulas con respecto a su funcionalidad

Nota: Cada letra de subíndice indica un subconjunto de durabilidad (categorías), cuyas proporciones de columna no difieren significativamente entre sí para p < 0,05. Los porcentajes se calcularon sobre el total de la muestra (n = 60).
Fuente: Base de datos.
Se constató que en el 71,7 % se realizaron las fístulas en un solo intento (Tabla 4). Entre los que se abordaron en dos intentos, las no funcionales ocuparon el 81,8 % (8/11). Solo 12 pacientes (20 %) requirieron superficialización de la fístula, de las cuales 7 (58,3 %) resultaron funcionales. El 60 % de los individuos no necesitaron superficialización y al final tuvieron la fístula funcional.
Se demostró que la funcionalidad estuvo determinada por el número de intentos realizados, pues hubo asociación estadística entre ambas variables [χ 2 = 21,34; p = 0,001; IC 95 % (0,001- 0,002)]; sin embargo, no se encontró asociación entre las superficialización y la funcionabilidad [χ 2 = 1,31; p = 0,451; IC 95 % (0,121-0,293)].
Tabla 4- Distribución del número de intentos realizados y necesidad de superficialización con respecto a la funcionalidad de las fístulas

Nota: Cada letra de subíndice indica un subconjunto de categorías (para intentos y superficialización), cuyas proporciones de columna no difieren significativamente entre sí para p < 0,05. Los porcentajes se calcularon sobre el total de la muestra (n = 60).
Fuente: Base de datos.
Al analizar la necesidad de utilizar el PTFE, se constató que, de las 43 fistulas funcionales, solo en 3 (5 %) fue necesario utilizar prótesis de PTFE y en las 40 fistulas restantes (66,7 %) no se precisó. Esto último predominó, aunque resultaron funcionales al final del estudio. El uso de las prótesis de PTFE no determinó la funcionabilidad global de la fistula, lo que quedó demostrado al no encontrarse asociación entre las variables [χ 2 = 0,02; p = 0,878; IC 95 % (0,683-0,778)].
Más del 68 % de las FAVI no tuvieron complicaciones y solamente dos de las duraderas no resultaron funcionales. Solo una de las fístulas (1,7 %), con un año y más de permanencia, tuvo como complicación una trombosis, por lo que aparecieron como las más frecuentes las que no se complicaron y duraron un año o más (39,65 %). No se presentaron aneurismas ni estenosis en las fístulas más duraderas (Tabla 5). Se demostró que la permanencia de las fístulas determinó las complicaciones que se presentaron al encontrarse una asociación entre las dos variables [χ 2 = 47,24; p = 0,002; IC 95 % (0,001-0,003)].
El 86 % de las fístulas funcionales (37/43) no manifestaron complicaciones, cuatro dentro de este grupo se trombosaron, además de una que tuvo un aneurisma y otra que presentó estenosis. El 64 % de las fístulas no funcionales (11/17) desarrollaron trombosis (Tabla 5). Se demostró que la funcionabilidad de las fístulas estuvo determinada por las complicaciones que se presentaron al encontrarse una asociación entre las dos variables [χ2 = 22,85; p = 0,001; IC 95 % (0,000-0,002)].
Tabla 5- Distribución de las complicaciones según la durabilidad y funcionabilidad de las fístulas

Nota: Cada letra de subíndice indica un subconjunto de complicaciones (categorías), cuyas proporciones de columna no difieren significativamente entre sí para p < 0,05. Las frecuencias relativas se calcularon sobre la base del total.
Discusión
La edad es una variable importante, pues resulta útil para diagnosticar enfermedades que se presentan en determinados grupos etáreos, como sucede con los pacientes con enfermedades crónicas no transmisibles: DM, entre otras. Esto coadyuva a establecer comparaciones entre las diferentes edades para determinar la prevalencia de aparición de otros factores de riesgo que, al concomitar en un mismo momento, favorecen la ocurrencia de complicaciones.26
Se ha señalado que el sexo representa un factor de pronóstico para la aparición de complicaciones; sin embargo, en este estudio no existieron diferencias considerables que permitieran confirmar este planteamiento, aunque cabe señalar que sí hubo un predominio del sexo masculino (1,5 veces más frecuentes que en las mujeres) sobre todo en la tercera década de la vida, lo que está en correspondencia con otros autores.27,28,29
Contrario a estos resultados, Unal y otros,30 al caracterizar una muestra de pacientes turcos con IRC a los que se les hizo una FAVI, encontraron una mayor frecuencia de mujeres (55,3 %). Sin embargo, la edad media fue de 54,3 años. Otros autores informan similares resultados.31,32
Artan y otros,33) encontraron que se implantó una FAVI en más del 55 % de los pacientes prevalentes de hemodiálisis, mientras que en los incidentes esta cifra se incrementó hasta el 85 %. Ellos concluyeron que resultaban disímiles las variables que diferían entre hombres y mujeres con estas características y que se debía tener en cuenta el sexo, al analizar las variables, para obtener buenos resultados en las estrategias de tratamiento.
Se necesita insistir en que la durabilidad de la fístula arterio-venosa depende de la manipulación correcta de esa vía de acceso y de la adecuada aplicación de la técnica quirúrgica para crearla, pues se podrían presentar complicaciones de muy diversa índole, muchas de las cuales serían evitables con el cumplimiento de las medidas de prevención señaladas.
En este estudio, al analizar la distribución de la permanencia anual de las fístulas arterio-venosas, según el grado de la ERC y de las fístulas arterio-venosas de acuerdo con la zona anatómica donde se insertaron, se encontró que fueron la radio-cefálica y la humero-cefálica las que presentaron mayores frecuencias con el 43,3 % y el 45 %, respectivamente. Resultados similares publicaron Franco y otros,29McGrogan y otros34 y Shahidi y otros.35 Estos investigadores señalaron que la permanencia de dichas fístulas resultó muy variable, pues osciló desde un mes hasta 144 meses, con una media entre 11-24 meses.
En el presente estudio todos los pacientes recibieron por primera vez una FAVI y se mostraron más frecuentes las fístulas que duraron un año o más, sin asociación entre la durabilidad de la FAVI y la región anatómica donde se realizaron. Estos resultados concuerdan con los de Molina y otros,36 quienes observaron que la supervivencia de la fístula resultó mayor en los pacientes donde se habían empleado accesos vasculares de tipo temporal o permanente. La supervivencia al año del acceso de tipo radio-cefálico fue mayor cuando se comparó con las otras dos localizaciones. Las FAVI humero-cefálicas presentaron una supervivencia a este tiempo de 69,9 % y las humero-basílicas de 60,7 %. Cabe señalar que los resultados del presente trabajo están en correspondencia con los hallazgos informados por otros autores. (29,30,37,38
En este estudio se presentaron con mayor frecuencia los pacientes que no requirieron más de un intento y que mantuvieron la fístula funcional; solo en 17 pacientes (28,3 %) se hizo necesaria, al menos, una reintervención. Estos resultados no se corresponden con los encontrados por Vázquez,39 quien en su estudio observó que la mayor cifra de supervivencia al año correspondió a los pacientes con antecedentes de dos o más accesos realizados, mientras que para aquellos con solo uno y para los que no tenían ninguno la supervivencia fue menor y bastante similar en frecuencia (70 % y 68,3 %, respectivamente). Pero sí están en consonancia con lo informado por Arer y otros,40 quienes hallaron elevadas frecuencias de permeabilidad y con FAVI de más de 19 meses de durabilidad, a pesar de que en el 6,5 % de los pacientes se tuvieron que realizar dos intentos y en el 1,6 % tres intentos. Esta última cifra fue similar al 1,7 % informado en el presente estudio.
Las complicaciones de las FAVI representan las principales causas de hospitalización de los pacientes con diálisis, en los cuales se confeccionó dicho acceso vascular, con un alto costo, tanto social como económico. El fallo de estas FAVI se debe, en gran medida, a los procesos de hiperplasia de la íntima, que desencadena procesos inflamatorios, uremia, hipoxia y estrés completo, lo que contribuye a la propagación de procesos trombóticos.41 La infección es otra de las complicaciones más temidas y constituye la segunda causa de muerte en estos pacientes. La colonización de las FAVI por la microbiota de la piel lleva a la producción de biopelículas que actúan como reservorio de bacterias virulentas.42,43
En la presente investigación, las complicaciones se manifestaron en el 31,7 % de los pacientes y se caracterizaron por la presencia de trombosis, estenosis y aneurismas. En más del 65 % de las FAVI confeccionadas no se desarrollaron complicaciones e, incluso, entre las 19 que se complicaron, el 30 % se mantuvo funcionando. Además, en ninguno de los casos se evidenciaron signos de infección, lo cual se debe en gran medida a los protocolos tan estrictos de cuidado de estos pacientes desde el momento en que se decide abordarlos con un acceso vascular. Varios autores coinciden en que las fístulas arterio-venosas autólogas son los accesos vasculares de preferencia debido a las bajas tasas de complicaciones por trombosis e infección.4,18
Otros autores consideran a la trombosis como una de las complicaciones más frecuentes y temidas en los procesos de hemodiálisis; en muchos aparece después que sufrieron una estenosis. Las complicaciones estenóticas y los fallos en la maduración son la causa de que alrededor del 10 % y 50 % de las FAVI tengan fallos primarios.44,45,46
En el presente estudio no se observó infección ni en las FAVI ni en los injertos con PTFE. Sin embargo, en otras series se apreciaron complicaciones en las fístulas arterio-venosas, con mayor frecuencia de trombosis (28,2 %), sobre todo en las FAVI radio-cefálicas (14 %); además de signos de infección con el uso de prótesis de PTFE expandido y otras de las complicaciones tempranas: los pseudoaneurismas, la hipertensión venosa y el síndrome de robo arterial, la hemorragia, el edema, la isquemia y la extravasación sanguínea al momento de la veno-punción.29,30
Una limitación fue haber excluido a los pacientes diabéticos. Estos se analizaron en otra investigación, pero hubiera sido interesante haber comparado los resultados de los dos grupos de pacientes. También se puede señalar el no haber analizado los resultados de la durabilidad y la funcionabilidad a partir de la edad y el sexo.
A modo de conclusión se puede señalar que el sexo masculino y la cuarta década de la vida resultaron frecuentes. La durabilidad y la funcionabilidad de las fístulas elaboradas se asociaron con el grado de la enfermedad, el número de intentos, el uso de prótesis vasculares y las complicaciones.
Se recomienda realizar estudios de casos y controles por un período de tiempo mayor, en los que se analicen otras variables como el flujo, las enfermedades asociadas y los porcentajes de permeabilidad primaria y secundaria, y se comparen los distintos tipos de accesos vasculares.