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Revista Médica Electrónica

versión On-line ISSN 1684-1824

Rev. Med. Electrón. v.32 n.1 Matanzas ene.-feb. 2010

 

HOSPITAL PROVINCIAL CLÍNICO QUIRÚRGICO DOCENTE JOSÉ RAMÓN LÓPEZ TABRANE. MATANZAS.


La medicina en Matanzas a fines del siglo XIX. Vida y obra del Dr. Juan Dávalos Betancourt


Medicine in Matanzas at the end of the XIX century. Dr. Juan Dávalos Betancourt´s life and work

 

AUTORES

Dr. Ramón Madrigal Lomba. (1)
Dr. Rafael Alfonso Alba. (2)

1) Especialista de II Grado en Cirugía. Profesor Investigador Auxiliar. Profesor Consultante. Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Docente José Ramón López Tabranes. Matanzas.
2) Especialista en II Grado en Cirugía. Profesor Instructor. Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Docente José Ramón López Tabranes. Matanzas.

RESUMEN

La etapa de nuestra historia, comprendida entre 1878 y 1895, se ha caracterizado como una “tregua fecunda”; fueron años en que José Martí se consagró a organizar a los cubanos para emprender la segunda etapa de nuestras guerras de liberación, período caracterizado por grandes cambios económicos, sociales y políticos. En este período también tienen lugar varios hechos sobresalientes en la historia médica cubana: la recién fundada Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, por iniciativa, entre otros, del Dr. Nicolás José Gutiérrez, y dos años después, en 1863, la fundación de su revista Anales de la Academia, que tuvo en el Dr. Armando Mestre su primer director.

DeCS:

DÁVALOS BETANCOURT , JUAN
HISTORIA DE LA MEDICINA
BACTERIOLOGÍA/ historia
HISTORIA DEL SIGLO 19
ARTÍCULO HISTÓRICO
MATANZAS
CUBA
BIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

El 11 de octubre de 1879 se fundó la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana por gestiones del Dr. Serafín Gallardo. De larga y prestigiosa vida la Sociedad promovió la observación y la práctica médica al lado de los enfermos. Gran parte de la historia de la medicina cubana se encierra en los archivos de la Sociedad, publicados a partir de 1882.
En mayo de 1887 se fundó el primer laboratorio en nuestro país, el histobacteriológico y antirrábico de la Revista Crónica Médico-Quirúrgica, de La Habana. Tanto la revista como el laboratorio fueron obras del ilustre médico Dr. Juan Santos Fernández, oriundo de Alacranes, Matanzas. Con este laboratorio, el primero en su clase establecido en América, se inician en Cuba las investigaciones en medicina experimental.
En 1890 se celebró el Primer Congreso Médico Regional de Cuba, evento trascendente que tuvo por presidente al también matancero Dr. Francisco de Zayas Jiménez.
Se señala que a lo largo del período se desarrollan las investigaciones sobre la fiebre amarilla del Dr. Carlos Finlay. De hecho, el año 1881 marca el inicio de una nueva concepción del contagio de enfermedades, y el descubrimiento del mosquito como agente intermediario y transmisor de la fiebre amarilla, descubrimiento finlaísta que posibilitó, años más tarde, la erradicación de la enfermedad. Con la obra de Finlay se cubrieron de gloria la medicina americana, y muy en particular la medicina cubana.
Finalizada la guerra del 68, con el Pacto del Zanjón, la Protesta de Baraguá dio al mundo la verdadera posición revolucionaria e intransigente de los cubanos honestos que querían la independencia, y los médicos que actuaron en los hospitales de campaña reanudaron, hasta mejores tiempos, sus tareas profesionales, al tiempo que gran parte de nuestros profesionales emigrados volvían, con el acervo científico enriquecido. (1)
Esta fue una época difícil en la que el país está sumido en una calma aparente, pero caracterizada por el sempiterno politiquerismo, el burocratismo, la demagogia, la mentira, el robo y corrupción pública.
No obstante la situación imperante, las ciencias médicas obtuvieron brillantes éxitos en la obra multifacética de médicos prácticos, tenaces investigadores y profesores meritísimos. Y es justamente el momento en que aparece una nueva generación de médicos matanceros, muchos de proyección nacional, que, inmersos en un movimiento de renovación científica, escribieron páginas brillantes en nuestra historia médica. (2)
A este respecto, se mencionan algunas de las personalidades más ilustres, que tanto en la ciudad como en la provincia de Matanzas, aportaron a la medicina cubana. Ellos son: Federico Gálvez y Alfonso, Casimiro Sáez, Joaquín García Lebredo, Ignacio Plasencia Lizaso, Tomás Vicente Coronado, Domingo L. Madán y Pérez, Juan Dávalos Betancourt, Gabriel Casuso Roque, Juan Santos Fernández, Julio Ortiz Coffigny, Fernando Méndez Capote, Enrique Barnet y Roque de Escobar, Juan Guiteras Gener, Eusebio Hernández Pérez, José Valdes Anciano, Horacio Ferrer Díaz, Enrique LLuriá Despau, Benigno Sousa, Filomeno Rodríguez Acosta, Federico Grande Rossi y Angel Arturo Aballí Arellano.
Difícil resulta seleccionar en este conjunto de notables figuras las más representativas del quehacer médico. En esta ocasión se detiene en los rasgos sobresalientes del bacteriólogo Juan Nicolás Dávalos Betancourt.
Sabanilla del Encomendador, hoy Juan Gualberto Gómez, fue la cuna y tierra que recorrió en los primeros años de su niñez Juan Dávalos Betancourt. Del matrimonio Juan Dávalos García y Doña María Betancourt González surgió una prole de cuatro hijos, dos varones y dos hembras: Juan Nicolás, José Plutarco, María y Antonia. Los dos varones fueron médicos, uno dedicado al ejercicio profesional; el otro, Juan Nicolás, prefirió, además, el campo de las investigaciones y la labor experimental. (3,4)
Ingresó en el colegio Los Normales, de la ciudad de Matanzas, para cursar la primera enseñanza. En aquel plantel tuvo como condiscípulos a Jorge y Carlos M. Trelles Govín, Federico Grande Rossi, José Augusto y Federico Escoto y Luis A. Cuní, con los que mantuvo fraternal camaradería; pero hizo una gran amistad, que habría de durar toda la vida, con Federico Grande Rossi. (3)
El propio Grande Rossi lo describe en esa época de esta manera: “Era alto y enjuto; muy alto parecía, por lo menos entre sus compañeros. Perfectamente recuerdo cuando llamaba mi atención infantil aquel gigante relativo que sobresalía entre los pequeños condiscípulos y que en las horas de recreo se sentaba, silencioso y casi inmóvil, en el más apartado banco, lejos del 'enjambre bullidor'”.
Con los años, se ve al joven Dávalos estudiando Medicina en la Universidad de La Habana, estudios que vio interrumpidos en el último año a causa de un consejo disciplinario que lo expulsó de la Universidad. Sin embargo, no se arredró, y prontamente ingresa en la Universidad de Madrid, graduándose de Licenciado en Medicina y Cirugía el 7 de mayo de 1886. Conocedor de que la medicina cubana de la época era muy inferior a la europea y, en los mejores casos, seguía las pautas de la medicina francesa, emprendió un largo viaje que lo llevó a París, y más tarde a Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos. A su regreso a Cuba, se dijo con satisfacción: “Todo pasa para bien, como decían los árabes. Ese incidente me dio la oportunidad de conocer Europa, ensanchar mis horizontes científicos y reafirmar mi vocación por mi especialidad de investigador”.
Un gran periodista cubano, Víctor Muñoz, fue quien en crónica magistral, hizo la justa calificación del Dr. Dávalos: “El sabio que sueña con las bacterias”, y cuya vida profesional de múltiple actividad en la investigación científica, tiene el gran mérito, entre otros, de haber sido el introductor y productor –en colaboración con el Dr. Enrique Acosta, del suero antidiftérico en Cuba. (5)
Y es que a nuestro entender, no puede escribirse la historia de la investigación científica en Cuba, en el extenso campo de la Bacteriología, sin mencionarse al Dr. Dávalos, e inquirir en los numerosos trabajos por él realizados, tanto en los laboratorios de la Crónica Médico-Quirúrgica, como en el de la isla de Cuba, más tarde denominado Laboratorio Nacional.
Tal vez fue este sabio cubano un precursor de la práctica de los trabajos colectivos o en equipos, en investigaciones bacteriológicas. Así se veía siempre, en compañía de los doctores Acosta, San Martín, García Rijo, Delfín, Calvo, Coronado y otros, trabajando intensamente en la búsqueda de las bacterias para su debido control y propender, como decía, a la “seroterapia o tratamiento de las enfermedades infecciosas por el suero sanguíneo de animales inmunizados por la misma enfermedad”.
Este ilustre matancero, en su continua actividad, no aspiraba a la gloria ni le movía vanidad personal alguna, su esencial preocupación era obtener resultados positivos en las investigaciones, sin el egoísmo de ocultar sus trabajos ni el fin que perseguía. Por el contrario, Dávalos exponía sus planes e hipótesis además de solicitar y aceptar la colaboración, convencido de que haría más viables y fecundos los trabajos experimentales. Y en este sentido fue el tipo de investigador paciente, inalterable y desapasionado, siempre alerta para no ser víctima de los espejismos, dotes estas que lo hicieron un verdadero analítico, concienzudo y laborioso. (4)
Investigó numerosas enfermedades tratando siempre de encontrar una vacuna, un suero, algún agente que pudiera contrarrestrar la virulencia de la infección. Así lo vemos estudiando, no sólo el muermo y el carbunclo, sino también el paludismo, la fiebre amarilla, la lepra, la angina infecciosa, la fiebre tifoidea, el tétanos, la tuberculosis, la difteria y otras. En fiebre tifoidea trabajó mucho, y con la colaboración del Dr. Coronado, fue el primero que obtuvo en Cuba la sero-reacción Nidal positiva, de cuyo hecho dio cuenta a la Academia de Ciencias de La Habana. En algunos casos, su propio cuerpo sufrió la contaminación accidental de los gérmenes patógenos que investigaba, lo que, a cambio de la desventaja, le permitió obtener más directas experiencias. En consecuencia, contrajo la tuberculosis y la fiebre tifoidea; en una ocasión resultó inoculado de rabia durante la autopsia de un conejo y en otra de la virulenta toxina del tétanos. Pero no le atemorizaban los peligros y siempre en estos casos fortuitos mantuvo su serenidad imperturbable. Su obra fundamental, con la colaboración del Dr. Enrique Acosta, fue el suero antidiftérico. En ese aspecto, se coronó con el mayor de los triunfos, pues no sólo logró producir un suero nacional, siguiendo las técnicas y recomendaciones de su creador, el profesor Roux, sino que lo estudió para su adaptación al clima cubano. (6)
La difteria es una enfermedad infecciosa aguda producida por el bacilo de Klebs Loeffler. En Cuba, como en otros países, era un azote de la población infantil.
Hasta 1883 fue muy discutida esta enfermedad, sin determinar sus causas y qué la producía. Ese año, el bacteriólogo alemán Klebs descubrió el bacilo de la difteria, y un año después, el también bacteriólogo alemán Loeffler estudió el mismo bacilo logrando aislarlo. En 1888, los profesores Roux y Yersin, aislaron la toxina diftérica. Este éxito fue grandioso, e inmediatamente se propagó; ese mismo año comenzaron a trabajar en Cuba, para producir el suero antidiftérico con las experiencias del profesor Roux, dos modestos médicos cubanos, los doctores Dávalos y Acosta, quienes cultivaron el germen diftérico con placas y cultivos que les envió directamente de Filadelfia el insigne Dr. Juan Guiteras Gener. Muchas dificultades y desalientos enfrentaron, pero al fin el éxito coronó los esfuerzos.
“El suero antidiftérico preparado por los Dres. Dávalos y Acosta, dijo el Dr. Braulio Sáenz ante la Academia de Ciencias de La Habana, reúne, a sus condiciones de perfecta asepsia, un poder curativo de la más insuperable garantía hasta la fecha”.
Por su parte, el Dr. Carlos Finlay, como jefe de Sanidad de Cuba, hubo de señalar en 1905: “El suero ha dado excelentes resultados desde el punto de vista preventivo y curativo, sin que haya ocurrido accidente, que en otros lugares se han dado a conocer y que nunca se han presentado en Cuba”.
Cuba fue el primer país de América en aplicar el suero contra la difteria. Correspondió ese honor al Dr. Domingo L. Madan, en la ciudad de Matanzas. El propio Dr. Madan, ante los doctores Vera, Cuní, Roberto Madan y Ulmo, aplicó a la niña de siete años Dolores Oliva, atacada de difteria, una inyección con diez gramos del suero, solicitado al Laboratorio de la Crónica. A las 24 horas estaba curada la enferma. Justamente, este es el primer caso registrado en los anales de la medicina cubana de la aplicación del suero antidiftérico producido en Cuba, y con brillante resultado. Los Dres. Dávalos y Acosta, así como el director del laboratorio, el Dr. Santos Fernández, se vieron colmados de elogios. La curación de la difteria ya era posible en Cuba. (5)
Pero los éxitos de Dávalos no se limitaron a los obtenidos en la lucha contra la difteria; fue nuestro investigador uno de los pioneros en la lucha contra el tétanos en nuestra patria, y en este campo su gran obra fue el descubrimiento del bacilo de Nicolaier en el pabilo que se utilizaba para ligar el cordón umbilical en los recién nacidos, y comprobar con ello la idea de Carlos Finlay, quien fue el que atisbó el orígen del mal en los niños. Era pues, el pabilo que se usaba en aquella época, el vehículo mortal que arrebataba la vida a tantos recién nacidos; el bacilo tetánico había caído bajo el microscopio de Dávalos, había sido vencido.
Sobre este aspecto, el Dr. Manuel García Hernández publicó un interesante trabajo que tituló “Vidas salvadas por diez y siete centavos”, y en uno de sus párrafos dice así: “El Dr. Carlos Finlay, demostrando su productiva versatilidad científica, descubrió o por lo menos le dio forma práctica a la solución del problema del tétanos en los niños recién nacidos. A lo más recóndito del campo se llevaban esas cajitas compuestas de un fragmento de algodón y gasa, la tijerita esterilizada, el nitrato de plata para los ojos y la cuerda de anudar, cuyo costo total era de diez y siete centavos”.
“Fue Dávalos —agregó— uno de los más destacados e ilustres bacteriólogos de Cuba. Trabajó brillantemente en el Laboratorio Nacional y fue el que descubrió que dicho material, el pabilo, que por lo demás se utilizaba extensamente como mechas para lámparas y candilejas, era un medio particularmente rico en bacilos tetánicos”.
Cuando Juan Dávalos trabajaba afanosamente en la preparación del suero antitetánico, guiado por su vocación investigadora, comienza a flaquear su salud, lucía agotado y envejecido a pesar de contar solamente 53 años.
Un día, al sentirse febril y con escalofríos, llamó a su amigo y compañero el Dr. Ignacio Calvo, quien al examinarlo diagnosticó bronconeumonía. Pronto acudieron a su casa sus compañeros Santos Fernández, Grande Rossi y otros. "[...] No te preocupes más, le dijo al Dr. Calvo, las bacterias han ganado la última batalla [...]"
Y efectivamente, las bacterias ganaron en su última lucha: el Dr. Dávalos Betancourt murió el 4 de diciembre de 1910. Dávalos fue el más laborioso obrero científico de aquella época. El prominente maestro de muchos a quienes transmitió sus conocimientos y enseñanzas, que supo difundir en su paciente labor, día a día, desde su mesa de trabajo, donde su ojo investigador estudiaba cuanto a su observación ofrecía el campo del microscopio. (4)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  1. Rodríguez Expósito C. Dr. Juan N Dávalos Betancourt, el sabio que sueña con las bacterias. Cuadernos de Historia de la Salud Pública. 1990 .p.35.
  2. Martínez Fortún y Foyo JA. Historia de la Medicina. Cronología Médica Cubana;1990.
  3. López Serrano E. Efemérides Médicas Cubanas. Cuadernos de Hist Salud Públ.1990:69.
  4. Historia de la Medicina. Curso del Ateneo de La Habana;1989.
  5. García Blanco R. Cien figuras de la ciencia en Cuba. La Habana: Científico-Técnica; 2002.
  6. Índice Analítico: Anales de la Academia de Ciencias Físicas y Naturales de La Habana. La Habana;1988.

SUMMARY

The epoch of our history between 1878 and 1895 has been characterized as a “fertile truce”, when José Martí devoted himself in organizing Cubans to begin the second stage of our independence wars, period characterized by great economic, social and politic changes. Several outstanding facts in the history of Cuban medicine also took place in this period. First of all, the foundation of the Academy of Medical, Physical and Natural Sciences, promoted, among others, by Dr. Nicolas Jose Gutierrez, and two years later, in 1863, the foundation of its journal Anales de la Academia , which first director was Dr. Armando Mestre.

MeSH:

DÁVALOS BETANCOURT , JUAN
HISTORY OF MEDICINE
BACTERIOLOGY/
history
HISTORY, 19TH CENTURY
HISTORICAL ARTICLE
MATANZAS
CUBA
BIOGRAPHY

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO

Madrigal Lomba R, Alfonso Alba R. Ética en la ciencia y tecnología. La medicina en Matanzas a fines del siglo XIX. Vida y obra del Dr. Juan Dávalos Betancourt. Rev méd electrón[Seriada en línea] 2010;32(1). Disponible en URL: http://www.revmatanzas.sld.cu/revista%20medica/ano%202010/vol6%202010/tema14.htm [consulta: fecha de acceso]

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