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Revista Médica Electrónica
versión On-line ISSN 1684-1824
Rev.Med.Electrón. vol.39 no.5 Matanzas set.-oct. 2017
ARTÍCULO HISTÓRICO
Por una historia de la Bioética
For a history of Bioethics
Dr. Eduardo Casillas González
Servicios de Salud del Municipio de Zapopan. Zapopan, México.
RESUMEN
Hablar de la historia de una disciplina es una tarea difícil, que requiere cierto distanciamiento, sobre todo temporal, para poder tener una visión que permita acoger la totalidad en el discernimiento de los hechos más significativos. Cuando la disciplina misma es breve, es joven, se tiene la tentación de hablar de una historia que pudiera parecer la más completa posible a través de la enumeración cronológica del mayor número de hechos de los cuales se tiene conocimiento. De tal modo se corre el riesgo de perder la totalidad, y con ella su significado. Me parece que sea el caso en nuestra disciplina, la Bioética.
Palabras claves: Bioética, historia, disciplina.
ABSTRACT
Talking about the history of a discipline is a difficult task, which requires a certain distance, especially temporary, to have a vision to embrace all in discerning the most significant events. When the discipline itself is brief, it is young, it is tempting to speak of a story that might seem the most complete possible through the chronological list of the largest number of facts that are known. Therefore, you run the risk of losing all and with it its meaning. We seem to be the case in our discipline, bioethics.
Key words: Bioethics, history, discipline.
INTRODUCCIÓN
La historia de la Bioética corre el riesgo de volverse una especie de galería de las opiniones, así como Hegel había advertido para la historia de la filosofía, donde no se tenga alguna determinación de su identidad disciplinar. Estamos de cualquier manera de acuerdo también con quien, ya hace algunos años, sostenía que ha llegado el tiempo, y es oportuno hacerlo, de comenzar a poner el problema histórico, de interrogarse e interrogar los diversos protagonistas y estudiosos más documentados sobre la modalidad y los contenidos de una historia de la Bioética.
Por lo demás considero que, como dijera Nietzsche, la historia es maestra de vida y conlleva sin duda más utilidad que daño. La historia es necesaria para aquel círculo hermenéutico que guía cada vez más a un mejor conocimiento a través de pre-conceptos y pre-experiencias, a una conciencia mejor de lo que somos y de lo que son las cosas, en el caso concreto, de nosotros los hombres, y en particular de nosotros los que nos preocupamos de conocer la bioética, y de la Bioética misma.(1) Por tanto, me adentraré en una imposible historia de la Bioética, en la consideración de algunos hechos que tienen que ver con ella, tal como se han presentado en el curso del tiempo, consciente que es más importante el conocimiento de los fundamentos conceptuales que caracterizan desde el punto de vista epistemológico la disciplina, que aquí apenas veremos periféricamente. Sin embargo, soy también consciente que la historia es importante, y es bueno conocerla para tener mayor claridad sobre nuestra identidad y en tal caso la identidad de la Bioética. Por este motivo he decidido escribir este artículo, para tener el mínimo de conciencia histórica que pueda proyectarnos del presente, a través del pasado, al futuro.(2)
DESARROLLO
Bioética es un término nuevo, que no había sido escrito nunca en ninguna lengua antes del inicio de los años setenta del siglo pasado. La palabra inglesa Bioethics, localizada por primera vez en literatura, fue usada por el oncólogo estadounidense Van Rensselaer Potter. Bioethics es una palabra compuesta por bio, vida, y ethos, ética, o mejor dicho, reflexión sobre los comportamientos humanos.(3) En tal caso el significado etimológico se enfoca precisamente en la disciplina que debería trabajar en las reflexiones morales sobre aquello que tiene que ver con las problemáticas planteadas stricto sensu, por la vida.
En efecto Van Rensselaer Potter, en su artículo, Bioethics, the Science of the Survival, vislumbraba un preciso campo de acción. Según su percepción la especie humana estaba entonces cada vez más en riesgo por el así llamado desarrollo tecnológico, que guiaba las opciones muchas veces tomadas en contra del hombre no solo directamente, sino también indirectamente, a través de un ataque brutal a todo el sistema ecológico, motivo por el cual veía en la Bioética la ciencia de la supervivencia.
En aquel tiempo, de igual forma en todo lo concerniente a la cuestión de la energía nuclear, se percibía en el ambiente un catastrofismo, arraigado en la mente humana después de las heridas de la segunda guerra mundial, que había demostrado la realidad de las capacidades destructivas del género humano en su máxima concepción, gracias a los sucesos de Hiroshima y Nagasaki con la bomba atómica. Por otro lado, era sumamente cercana la experiencia de los crímenes nazistas, puestos al desnudo con el juicio de Nuremberg, como los experimentos indiscriminados, la eugenética, la eutanasia, y todo lo descubierto, con lo cual habían sido suprimidas no solo muchas libertades, sino el vehículo mismo a través del cual se ejercita la libertad, es decir la vida física, brutalizada, o suprimida, en nombre de una ciencia y de un pensamiento al máximo materialistas, reduccionistas y niquilistas, que requerían de ser cancelados a través de una fuerte reflexión sobre el significado mismo de la vida.(4)
Fue así que en la época prehistórica de la bioética, cuando aún no existía el nombre, se dejaba oír ya en el mundo cultural un fuerte pensamiento de toma de conciencia, que venía explicitado apropiadamente por las reflexiones del filósofo Hans Jonas, que giraba en torno al ser de tipo ontológico su principio de responsabilidad. También en el ámbito científico, que en aquellos años veía en los principios de la evolución y en todas sus derivaciones bio-sociológicas una novedad, comenzaron a hablar con insistencia de ética del evolucionismo, de moral de la socialidad o de lasimpatía, y de una defensa de la vida con raíces propias de la física evolutiva de la vida misma, en las analogías encontradas incluso en el mundo animal, con una primera consistencia en el fundamento biológico, al grado de hablar de biomoralidad, término que fue encontrado por primera vez publicado en 1969. Esta sería una novedad para el itinerario histórico de la bioética, desde el momento que si queremos entender moralidad como sinónimo de moral, podemos argüir no solo que un italiano (U. Forti) haya anticipado con biomoralidad el término bioética, sino que la cultura occidental estaba lista para recibir algo que flotaba en el ambiente, que se podía olfatear con una exigencia universal en el querer subrayar la necesidad de una reflexión ética sobre, en la, con y por la vida. Quizás en tal sentido el autor podía entender moralidad en su significado raro de enseñanza que se puede traer de la vida en general y animal en particular, mas aunque en una perspectiva vitalista o reduccionista, evolucionista o materialista, el se adentraba en el discurso de la importancia de la defensa de la vida y de la vida humana en particular.(5)
En los años sesenta se había acentuado la postura que prevalecía inmediatamente después de la segunda guerra mundial, en parte por los motivos ya recordados, de desconfianza en la positivista certeza del progreso ofrecido por la ciencia y la técnica, y se comenzaba a preguntar con insistencia si la división en las dos culturas, por una parte la científica y por la otra la humanista, habría sido beneficiosa y sobre todo pudiera beneficiar en el futuro, al género humano. Fue así que Potter en 1971, publicaba el volumen Bioethics: a Bridge totheFuture, donde sostenía que el rol principal de la bioética debía consistir en un puente construido hacia el futuro, en el cual se debía pensar en la supervivencia de una vida, por la cual era necesario buscar una calidad más que aceptable; pero el puente tendría que, para alcanzar su objetivo, conectar y finalmente acercar la cultura científica y la cultura humanística.
Volviendo al término bioética, Potter siempre la explicaba del siguiente modo: La Bioética es una nueva disciplina que contemporáneamente reflexiona sobre los datos biológicos y los valores humanos. … He elegido bio para representar el conocimiento biológico, la ciencia de los sistemas vivientes; y he elegido ética para indicar el conocimiento de los sistemas de valor. Potter se insertaba en la perspectiva ecológica y de la evolución, que como he dicho había interesado al estudioso de historia de la ciencia recordado líneas arriba, el italiano Forti, que hablaba en 1969 de biomoralidad.
En efecto, si regresamos en el tiempo, antes de 1969, encontramos un fondo cultural que parte de muy lejos; y precisamente sobre este fondo surgirá al final de los sesenta la Bioética. Muchos bioeticistas, aún reconociendo a Potter la paternidad del nombre, reconducen el inicio de la ética biomédica al Código de Hammurabi de los babilonios, y en particular a la medicina hipocrática, que se enraizaba sobre fuertes valores éticos, basta pensar en el juramento, e indicaba verdades fundamentales e inalienables como el principio de no maleficencia, el primum non nocere, y por tanto el principio de beneficencia, con un fuerte llamado a la indisponibilidad de la vida humana, a no practicar el aborto y a no procurar la muerte a nadie.
Dejando a un lado los puntos de reflexión a propósito de la ética de la vida en todas las corrientes de pensamiento de la antigüedad, queremos recordar el indudable aporte dado a las problemáticas de las cuales al día de hoy se ocupa la Bioética, por parte de la cultura y el pensamiento cristianos. Estamos totalmente de acuerdo con Sebastiano Maffettone cuando reconoce que también Santo Tomás de Aquino en el fondo discutía de Bioética.
Rol no secundario ha tenido, y en algún sentido tiene todavía, la tradición de la reflexión teológico-moral, sea ella de postura deontológica, o bien basada en el Decálogo, o bien de postura teleológica basada en las virtudes. En efecto las problemáticas morales planteadas por la vida física, la salud, la enfermedad, la medicina, hasta la primera mitad de los años 50 del siglo XX, formaban parte de la exclusiva reflexión de la teología moral de la Iglesia católica, que confluían a menudo en manuales, en todo el Occidente. En este sentido tuvo un rol decisivo el magisterio del Papa Pío XII, que a través de sus discursos escritos, transmitidos por radio, y recogidos en el volumen Discurso a los médicos, publicado en 1959 en muchas circunstancias dirigido directamente a los operadores sanitarios y en particular frente a los consejos médicos sobre las problemáticas entonces emergentes de la sexualidad, de la procreación, de la responsabilidad profesional, del aborto, de la inseminación artificial, de la valoración de la muerte, de la eugenética, de la eutanasia, de los transplantes, por mencionar algunos representa al día de hoy un precioso instrumento.
Como ha afirmado Giovanni Russo, el magisterio pontificio de Pio XII ha representado la verdadera prehistoria de la bioética, y pienso sea difícil poderlo desmentir. Ha habido en este sentido una cierta continuidad también en los magisterios pontificios sucesivos al de Pio XII, que pasando por los documentos del Concilio Vaticano II y otros numerosos documentos oficiales que aquí dejamos a un lado por motivos de espacio y no por importancia, y sobre todo a través de la Encíclica Humanae Vitae del Papa Pablo VI, ha encontrado el culmen en la Evangelium Vitaede Juan Pablo II, en la cual no solo era nominado por primera vez el término bioética, sino que son afrontadas numerosas problemáticas entre las cuales el aborto y la eutanasia, siguiendo el destello de la también importante encíclica VeritatisSplendor de 1993.
A mitad de los años cincuenta del siglo pasado, en Estados Unidos, el teólogo protestante J. Fletcher encendió un debate con su libro Morals and Medicine, en el cual sostenía la importancia de la libertad de cada quien de autodeterminarse, en base al principio de autonomía. Fueron inmediatas las respuestas de teólogos católicos e incluso de otro teólogo protestante, P. Ramsey, en el refutar la tesis del libro, que con una radical contestación cambiaba el peso de las soluciones morales del plato de la balanza del Decálogo al de los derechos humanos de corte iluminista, sin embargo, posteriormente el debate vino a menos.
Ciertamente se había abierto una grieta importante sobre todo por aquello que había sido hasta entonces la relación médico-paciente, un paternalismo que a Fletcher le parecía ya fuera de lugar, y se invocaba con gran voz el derecho de conocer la verdad sobre el diagnóstico, el derecho de control sobre la paternidad y la maternidad con la contracepción y la esterilización, el derecho de vencer a la esterilidad con la inseminación artificial y el derecho de morir con la eutanasia. Todas estas instancias serán recuperadas sucesivamente sobre todo por los bioeticistas que se remitirán a una Bioética liberal, también llamada laica.
Nos encontramos ahora frente a otro de los pioneros de la Bioética, Andre Hellegers, ginecólogo y obstetra de origen holandés que fundó en Washington, al interior de la Universidad de Georgetown, en 1971, The Joseph and Rose Kennedy Institute for the Study of the Human Reproduction and Bioethics. Hellegers focalizó su atención, a diferencia de la idea originaria de Potter, en los problemas y las instancias puestas por los dilemas de la medicina, como la reproducción humana, el control de la natalidad, las políticas demográficas, y concibió la bioética como una disciplina que integra y sintetiza los conocimientos médicos y éticos. A Hellegers hay que atribuirle el suficiente mérito; en efecto, institucionalizó el término Bioética, no solamente insertándolo en la denominación del instituto que fundó, sino también introduciendo la disciplina al campo académico, en la didáctica, la investigación, e insertándolo en el campo de las ciencias biomédicas, de la política y de los medios masivos de comunicación. La herencia de Hellegers, en contraste con la herencia de Potter, para usar el término de la bilocación dada por Reich, prevaleció y prevalece hasta nuestros días.
Mientras Potter veía en la Bioética un “puente entre biología y ética”, con una aproximación global a todos los componentes de la vida, no solo de índole médico, Hellegers difundió un concepto de bioética como “puente entre medicina, filosofía y ética” con una metodología interdisciplinar, que según este último habría llevado al clínico-bioeticista a ser más experto que el moralista tradicional en los problemáticos dilemas respecto a la vida, la salud y la enfermedad. Al día de hoy la Bioética que prevalece sigue en gran medida la herencia de Hellegers, con su opción médica, si bien no deja de lado el importante rol desempeñado por Potter, que con su Bioética Global ha aportado una notable contribución al tomar en consideración las problemáticas de la biosfera también en relación a la calidad de la vida física del hombre y ha llevado al nacimiento de la ética ambiental.
A propósito de los primeros años de la Bioética es necesario dar un pequeño paso atrás, para recordar que en 1969 en Nueva York era fundado por el filósofo D. Callahan y el psiquiatra W. Gaylin el Hastings Center o bien el Institute of Society, Ethics and the Life Sciences, con la intención de proveer una normativa que regulara las experimentaciones, que en dicho período se desarrollaban sin ningún control e incluso sin escrúpulos. Ya sea el Hastings Center que el ahora llamado Kennedy Institute of Ethics son hasta nuestros días dos instituciones a la vanguardia en el estudio de las problemáticas Bioéticas. Desde sus inicios han tenido como colaboradores a eminencias de la ciencia y de la cultura, como P. Ramsey, notable teólogo protestante, llamado por Hellegers a enseñar en su centro y cuyas lecciones confluyeron en dos volúmenes que contribuyeron a hacer conocer la Bioética en Estados Unidos: Thepatient as person y Fabricatedman, ambos publicados en 1970. En el Kennedy Institute of Ethicsson numerosos los centros de investigación y formación, numerosas las publicaciones, los libros y revistas; numerosos también las voces autorizadas de docentes e investigadores que han pasado por sus instalaciones a lo largo de los años, algunos nombres, como el de E. Pellegrino, que junto a D.C. Thomasma, ha puntualizado en la óptica de la ética de las virtudes la compleja relación médico-paciente y de W.T. Reich, curador en 1978 de la primera edición de la monumental Encyclopedia of Bioethics. Deben ser recordados en el área estadounidense los bioeticistas T.L. Beauchamp y J.F. Childress, autores del libro Principles of Biomedical Ethics, que ha dado inicio a la doctrina del principialismo, que ha tenido y continúa teniendo éxito como una de las posturas más seguidas en campo bioético, no obstante haya recibido numerosas críticas, sobre todo por la falta de un fundamento en los mismos principios. Otros numerosos centros comenzaron entonces a constituirse en todo Estados Unidos, en las universidades, hospitales, y simultáneamente en Canadá.
En el resto del mundo comenzaron de igual forma a surgir centros e institutos en los diversos continentes, así como en muchas naciones de América Latina, que dieron lugar a publicaciones, revistas y libros, que en esta circunstancia no traemos a colación por razones de espacio. Recordamos solamente la actividad del Center for Human Bioethics de la Universidad de Melbourne en Australia, dirigido por Peter Singer, uno de los mayores interlocutores del debate bioético a nivel internacional que ha incorporado a muchos seguidores en torno a sus teorías laicas, libertarias y de tinte utilitarista. Singer, es al mismo tiempo codirector de la revista “Bioethics” de la International Association of Bioethics.
En Europa, en cambio, aunque se cuenta con la tradición ética, filosófica y teológica mucho más fuerte, y precisamente a causa de ello, los centros de Bioética tuvieron dificultad en ponerse en pie y llegaron con cierto retraso.
En España fue fundado en 1975 el primer Centro de Bioética en Europa, específicamente en Barcelona, el Instituto Borja de Bioética, dirigido por F. Abel, que había sido colaborador de Hellegers. Numerosas personalidades enseñaron e hicieron investigación en este instituto; entre otros, además de Abel, recordamos a Manuel Cuyas, que contribuyó a exportar el debate bioético a Francia e Italia, donde enseñó Bioética en la Universidad Gregoriana y la Academia Alfonsiana. En Madrid, donde también existía una fuerte tradición humanista en el campo académico de las ciencias médicas y clínicas, debemos señalar, en la Universidad Complutense, al Departamento de Medicina Preventiva, Salud Pública e Historia de la Ciencia dirigido por Diego Gracia, autor entre otros de un volumen exitoso, apreciado en todo el mundo, sobre los fundamentos de la bioética, escrito a la luz de la impostación personalista y fenomenológica de los filósofos españoles Delgado y Zubiri.
Si tomamos el nombre Bioética de sus orígenes, de su significado, entre etimología y hermenéutica, entre tradición y actualidad, en la tentativa de indagar el origen, improbable en la sustancialidad, pero posible en su forma y formalidad, si bien con el esfuerzo de acercarnos a su objetividad, nos hemos necesariamente confundido en sus figuras, en algunas imágenes, que forman parte de la historia, que también hemos buscado de delinear, y junto a ella hemos tocado algunas interpretaciones, de aquello que debemos entender por bioética.(6) La Bioética continúa hasta nuestros días inmersa en la historia, quizás como nunca, dados los problemas a menudo graves presentes en el debate cotidiano, y no es materia del presente artículo adentrarnos en problemáticas que ya forman parte de la vida, no solo cultural, sino de todos los días. Ellas forman parte de aquella vida por la cual la Bioética está allí para re-descubrir los valores y tutelarla.
La Bioética está aquí también para interrogarse sobre su identidad, desde el momento que muchos la ponen en discusión. En efecto, han sido diversos los rechazos respecto a esta disciplina que entonces no era bien vista en diversas perspectivas culturales. Basta pensar en las contrariedades afrontadas por muchos estudiosos de las diversas disciplinas que posteriormente han tenido que constituir la interdisciplinariedad misma de la Bioética, determinando precisamente en la integración de la disciplina de origen un saber de índole teórico y práctico que pudiera hacer hablar, dialogar entre ellas, las disciplinas científicas, en particular biomédicas, con las humanísticas, y en particular la filosofía, en una conciencia del todo.
Muchos teólogos no reconocen aún hoy la Bioética, desde el momento que piensan que sus problemáticas pueden englobarse en el ámbito de la teología moral, que desde siempre, como decíamos, se ha ocupado de vida física, si bien no todos los moralistas son de la misma opinión. Considero que sin duda alguna la teología moral ha contribuido en modo determinante al nacimiento de la comprensión de las problemáticas éticas de la vida física, pero consideramos que es reductivo desde un punto de vista epistemológico querer aspirar a una profundización de la interdisciplinariedad que caracteriza a la bioética. La obstinación a la acogida de la bioética ha sido fuerte no solamente en campo teológico, sino también en campo biomédico.(7)
No es materia de la presente exposición el afrontar el problema de muchos científicos, que ven en esta disciplina una intromisión impropia de la ética en lo que ellos llaman libertad de investigación, sino que queremos hablar de los médicos, en particular de los clínicos, que al día de hoy, en muchos casos, creen poder resolver los dilemas de la clínica, no solamente los técnicos, sino también morales, a través de la intuición, que, dada la complejidad de los problemas, creemos que ya no es suficiente. Tampoco estamos de acuerdo con aquellos clínicos que consideran que la bioética es un pleonasmo de la deontología y de la ética médica, que existen desde la Antigua Grecia, y que no es necesaria una enseñanza de la bioética a nivel académico, desde el momento que debe ser el médico clínico el que enseñe, en el ejercicio de la práctica clínica, cómo se deban afrontar los dilemas de las cuestiones morales. En 1972, el clínico Luigi Condorelli, eminente figura que ha dado brillo a la escuela clínica italiana a nivel internacional, sostenía que: ha ido decayendo fuertemente la preparación ética de los jóvenes que estudian medicina: preparación que mas bien debería ser particularmente cuidada si se quiere salvar la espiritualidad de las más humana de las profesiones. En esta circunstancia Condorelli afirmaba de igual forma que culpa de esta decadencia era, y, nosotros agregamos, en nuestros días es en mayor medida, en gran parte de los docentes de clínica.
Hoy, después del período de los pioneros, ha llegado más que nunca el momento de llevar a cabo reflexiones maduras sobre las posibilidades de la Bioética. Estoy convencido que esta disciplina tiene su propia identidad y que desde el punto de vista epistemológico tiene también su propia validez. Será por lo tanto necesario debatir sobre algo que vaya más allá de los datos históricos, que son sin duda importantes.
La reflexión que nos compete es más ardua, si queremos alcanzar un verdadero conocimiento de la disciplina, no podemos eximirnos de darle un fundamento y un rigor argumentativo, que consideramos deben ser fuertes. Solamente subrayar el hecho de que no estamos para una bioética sin verdad, sino que estamos determinados a una Bioética que regresa al cognitivismo ético, por el cual tiene validez el dicho ageresequituresse, y por el cual los valores existen en su misma objetividad y nos permiten dialogar abiertamente en la búsqueda común de una bioética. En ella nos podemos sentir capaces de alcanzar el bien de cada uno y de todos, en la perspectiva de una ética personalista de las virtudes, donde cada persona, entendida según el personalismo ontológico, tenga la responsable libertad de crecer, en el respeto de la vida y de los valores de ella, para volverse cada vez más aquello que es.
CONCLUSIONES
Para regresar a la tradición por nosotros apreciada sobremanera y que creemos indispensable para un proficuo conocimiento del pasado que pueda conducir a un mejor futuro a través de un buen presente, quiero recordar, sobre todo a los médicos que justamente quieren aprehender la bioética en el momento aplicativo y didáctico, que es necesario volver la mirada antes que nada a la filosofía, y lo digo con aquello que Hipócrates escribía en el De decentihornatu, “el médico que también es filo-sofo–o bien amante de la sabiduría- es similar a los dioses”.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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2- Darío Bergel S. A diez años de la Declaración Universal de la UNESCO sobre Bioética y Derechos Humanos: sus méritos y su futuro. Rev Derecho Genoma Hum [Internet]. 2015 [citado 6 Jul 2016];(43):175-91. Disponible en: http://www.scielo.br/pdf/bioet/v23n3/1983-8034-bioet-23-3-0446.pdf
3- Putman MS, Tak HJ, Curlin FA. Quality of Life and Recommendations for Further. Care Med. 2016;44(11). Citado en Pub Med;PMID:27441902
4- Anderson W. Natural histories of infectious disease: ecological vision in twentieth-century biomedical science. Osiris. 2004;19:39-61. Citado en Pub Med;PMID:15449388.
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6- Lane M. Bioethics, health, and inequality. Lancet [Internet]. 2004 [citado 6 Jul 2016];364(9439):1017-9. Disponible en: http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736%2804%2917074-8/abstract
7- Thompson P. Seeking common ground in a world of ethical pluralism: a review essay of Moral Acquaintances: methodology in bioethics by Kevin Wm. Wildes, S.J. HEC Forum. 2004 Jun;16(2):114-28. Citado en PubMed;PMID:15352336.
Recibido: 28 de octubre de 2016.
Aprobado:4 de octubre de 2017.
Eduardo Casillas González. Dirección de Planeación - Organismo Público Descentralizado Servicios de Salud del Municipio de Zapopan. Ramón Corona No. 500, Cabecera Municipal. Zapopan, Jal., México. Correo electrónico: eduardo.casillas@ssmz.gob.mx