INTRODUCCIÓN
Desde entidades internacionales como la Organización Mundial de la Salud, las Naciones Unidas y la Organización Panamericana de la Salud, se insta a ahondar en el conocimiento de la violencia y a actuar en el ámbito de los sistemas de salud. Estos organismos reconocen que este problema de salud es un fenómeno de gran magnitud que afecta la vida de millones de personas.
La violencia en el noviazgo (VN) es un problema social, de salud y de derechos humanos de primer orden. En el año 1957, Kanin se interesó por este fenómeno ignorado o subestimado de la violencia en las relaciones de noviazgo.1 Pero el impulso a la investigación en este campo ocurrió después del trabajo exploratorio de Makepeace,2 en 1981, sobre la naturaleza y prevalencia de la VN en estudiantes universitarios. Demostró que el 21,2 % de los participantes habían sufrido amenazas o agresiones físicas directas, y que el 61,5 % conocían casos de violencia contra la pareja.
En el desarrollo teórico y empírico del constructo VN, existen dificultades para su comprensión, de naturaleza conceptual y de tipo metodológico.
En la presente investigación, se asume el concepto de VN ofrecida por Ramos Rangel (autora de este trabajo): un tipo particular de relación interpersonal de pareja, de naturaleza social y a la vez expresión individual, que expresa la interrelación de la subjetividad individual, del espacio intersubjetivo y de la realidad exterior de los sujetos implicados en el vínculo amoroso, mediante comportamientos con variadas manifestaciones conductuales de naturaleza física, psicológica y sexual de severidad variable. Un miembro de la pareja, o ambos, atentan contra las libertades, la igualdad de oportunidades y el disfrute de los derechos del otro por acción u omisión, con o sin intención explícita de dañar. Se ejerce control o poder de modo explícito o sutil, se pretende dominar y cambiar al otro u otra desde sus exigencias, necesidades y expectativas, haciendo probable la aparición de daños personales, obstaculizando el desarrollo personal y empobreciendo el desarrollo personológico de ambos, de lo que no siempre es consciente el sujeto. Se impide la satisfacción de las necesidades mutuas, se dificulta el afrontamiento y solución productiva de los conflictos dentro de un proceso de dinámica continuada o actos aislados. Este tipo de violencia se caracteriza por presentarse en la adolescencia y la juventud, en parejas de cualquier orientación sexual, donde no exista vínculo marital, dependencia económica ni hijos. Para considerarse como tal, la pareja debe tener al menos un mes de duración.
En la actualidad, a nivel internacional y regional, las cifras de la VN no son muy alentadoras. En países como Estados Unidos, Canadá, España, Tailandia, Chile, Colombia, Finlandia, México, Chile, Portugal y Suecia se pone de manifiesto la alta presencia de violencia física, psicológica y sexual cometida y sufrida en las relaciones de noviazgo de adolescentes y jóvenes.3-7
Investigaciones desarrolladas a escala mundial y regional, reportan la presencia de importantes consecuencias para los adolescentes y jóvenes que se encuentran en esta situación, tales como deserción y escaso rendimiento escolar, infecciones de transmisión sexual, embarazos no planeados, intentos suicidas y puntuaciones más bajas en medidas de bienestar emocional.2,8
En Cuba existen estudios sobre violencia, pero es escaso y disperso el material que particulariza la violencia en los noviazgos de adolescentes y jóvenes. Investigaciones entre universitarios cubanos reportaron la presencia de violencia en el noviazgo, de tipo psicológica o física, y de violencia de género, presente también en adolescentes de 16 a 19 años de edad.9,10
La necesidad del estudio de la violencia en los noviazgos, y su intervención, se sustenta también por las características de las etapas del desarrollo por la que transitan (adolescencia y juventud), propensas a comportamientos de riesgo, pero al mismo tiempo un periodo evolutivo susceptible al efecto de intervenciones psicoeducativas, en el que se pueden modular actuaciones saludables en los vínculos amatorios.
En las universidades médicas cubanas, en la carrera de Medicina, el tema de la violencia se ha integrado al diseño curricular. Pero es una realidad la existencia de un vacío en la información y el conocimiento de las formas de violencia existentes, en particular en la comunidad universitaria de la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos.
Los estudiantes de ciencias médicas tienen un compromiso con la vida y el bienestar de los individuos, familias y comunidad. Su desafío está en velar por la salud del ser humano y poner su saber y hacer al servicio de la humanidad. Se corre el enorme riesgo de que cuando ese estudiante se gradúe como un profesional de la salud, pervivan entre sus actitudes y comportamientos manifestaciones de violencia. Dificultades en la percepción del fenómeno de la violencia pueden afectar las actuaciones preventivas, diagnósticas y terapéuticas que dependan de su competencia, además de constituir un problema personal con daños a su salud o la de la otra persona, cuestión que demanda actuaciones impostergables.
Para un acercamiento al fenómeno de la violencia en el noviazgo, en el contexto de la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos, la presente investigación persigue como objetivo caracterizar la violencia en el noviazgo de estudiantes de Medicina.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se realizó un estudio descriptivo, de corte transversal, en la carrera de Medicina de la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos, en el curso escolar 2018-2019. Fueron 370 estudiantes universitarios de segundo año quienes constituyeron la población objeto de estudio. La muestra fue de 240 estudiantes.
Se efectuó un muestreo intencional y por factibilidad de los autores. Las edades oscilaron entre 19 y 21 años, coincidiendo con la adolescencia tardía y la adultez temprana o juventud. Se incluyeron los estudiantes legalmente matriculados en el segundo año de la carrera; se excluyeron los estudiantes que no estuvieron de acuerdo en participar de la investigación y los que no asistieron a clases el día seleccionado para su aplicación.
Para obtener la información se utilizó una encuesta autoadministrada. Se aplicó con anterioridad una prueba piloto para comprobar la comprensión de las preguntas y el funcionamiento del instrumento. Fueron encuestados 50 estudiantes de las carreras de Medicina, Enfermería e Higiene y Epidemiología de los años iniciales de formación, y que no formaban parte de la investigación. Finalmente, la encuesta demostró su utilidad para recolectar la información y se aplicó a la muestra seleccionada.
Las variables operacionalizadas fueron:
Sexo, edad y año de estudio.
Tipos de VN más frecuentes: registro de las formas percibidas de violencia en noviazgos violentos en función de su naturaleza física, psicológica y sexual;
Manifestaciones de los tipos de VN: expresiones conductuales según la tipología de violencia psicológica, física y sexual.
Direccionabilidad de la VN: unidireccional (agresión ejercida de un solo miembro de la pareja sobre el otro; puede ser del novio hacia la novia o viceversa); bidireccional (agresión ejercida entre ambos miembros de la pareja, lo mismo del novio hacia la novia que de la novia al novio).
Conocimiento de las consecuencias negativas de la VN: afirman que tiene consecuencias negativas (sí); niegan la existencia de consecuencia negativas (no); desconocen si tiene o no consecuencias negativas (no sé).
Tipos de consecuencias negativas de la VN: afectaciones o daños que la violencia en el noviazgo ocasiona en la esfera motivacional, emocional y conductual de la persona.
Se utilizó la estadística descriptiva para el análisis de los datos cuantitativos. Los datos se presentaron en frecuencias y porcentajes. La información se procesó en la base de datos del paquete estadístico SPSS 15.0, para Windows en español.
Los estudiantes que participaron en este estudio fueron encuestados en horario escolar. Con anticipación, para la aplicación de la encuesta, se solicitó la colaboración a cinco profesores del Departamento de Psicología que imparten clases en el año académico. Se estableció la misma fecha para su realización en los grupos; el horario estuvo sujeto al turno de clases planificado para la asignatura Psicología. Se explicó el objetivo general de la investigación y de qué forma se les pedía su participación, ofreciendo las instrucciones generales para contestar la encuesta. Fue requisito que dieran su consentimiento informado para participar en el estudio; se les garantizó la confidencialidad de la información y su uso para fines investigativos. Se tuvieron en cuenta las consideraciones éticas pautadas en la Declaración de Helsinki.
RESULTADOS
La mayoría de los participantes del estudio fueron estudiantes de 19 años (63,8 %). Además, hubo un 35 % de jóvenes de 20 años y un 0,8 % de 21 años. Predominó el sexo femenino, con un 67,9 %, y la presencia masculina fue del 32,1 %. La totalidad de los estudiantes cursaba el segundo año de Medicina.
Como se muestra en la tabla, se reconoció la violencia psicológica como el tipo de violencia que más se presenta en noviazgos violentos, seguido de la física. Menos de la mitad distinguieron que pueden coexistir la física y la psicológica. La violencia de tipo sexual se percibió como la menos frecuente.
Tipos de VN percibidas con más frecuencia | Frecuencia | Porcentaje |
---|---|---|
Psicológica | 150 | 62,5 |
Física | 71 | 29,5 |
Física-psicológica | 14 | 5,8 |
Sexual | 1 | 0,41 |
No sé o no respondieron | 4 | 1,6 |
Total | 240 | 100 |
En cuanto a las manifestaciones de los tipos de VN, plantearon que estas dinámicas violentas se presentan con diferentes expresiones conductuales. El 85,8 % describió diversas manifestaciones, y el 14,2 % no fue capaz de expresar ninguna manifestación. La variedad de manifestaciones o expresiones conductuales fue baja por estudiante.
Las expresiones conductuales o manifestaciones de VN que declararon los encuestados, según tipos de violencia, fueron:
Psicológicas: faltas de respeto, ofensas de palabras, palabras obscenas, opiniones negativas, gesticulación excesiva, insultos, gritos, amenazas, ridiculizaciones, minimizaciones, humillaciones, intimidación, traiciones, agresión verbal, maltrato de palabras, subvaloración a las mujeres, no atender bien a la pareja, no llegar a acuerdos en la relación.
Físicas: golpes, golpizas, galletazos, agarrar con fuerza, juegos de manos, tirada de ropas para el pasillo de los dormitorios.
Sexuales: mirar a las mujeres como objetos sexuales, adulterio, infidelidad, promiscuidad.
Más de la mitad de los estudiantes de ambos sexos percibieron bidireccionabilidad o violencia cruzada en las relaciones (se comete y se sufre por parte de ambos), con un discreto aumento en la identificación de esta modalidad por parte de las muchachas. Se reportó unidireccionabilidad en la violencia cometida, con predominio de una perpetración del muchacho a la muchacha. (Gráf. 1)
A pesar de que la mayoría de los encuestados declaró que se derivan consecuencias negativas, resultó alarmante que el 22 % refirió que no existen o que las desconocían. (Gráf. 2)
Las consecuencias reportadas representaron daños a la salud. Se declararon como tipos de consecuencias negativas de la VN, expresiones que se vinculan con aspectos que entorpecen el desarrollo de la personalidad:
Esfera motivacional: afectaciones a la autoestima, sentimientos de inferioridad, de desconfianza, pérdida de interés por los estudios.
Esfera emocional: depresión, estrés, trastornos del estado de ánimo, miedo, sentimientos de odio y desprecio.
Esfera conductual: toma de decisiones erróneas, empleo de violencia para resolver conflictos, afectación en el rendimiento escolar, temor a experimentar lo vivido en relaciones futuras, agresividad a familiares y amigos, negativismo, hipocresía, conductas suicidas y homicidas.
DISCUSIÓN
En la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos, en la carrera de Medicina, el número de muchachas supera al de varones. Diversas universidades en Colombia, México, España reportan igualmente mayor presencia de la mujer en esta carrera.11) Estos resultados son coincidentes con los cambios operados a finales del siglo XX en Latinoamérica y Europa: las féminas superan a los varones en el ingreso a los estudios de Medicina.12
En este estudio se registraron las agresiones psicológicas como el tipo de violencia más frecuente en los noviazgos. Los estudiantes reconocieron que en determinados tipos de relación de parejas pueden ser maltratados en la esfera psicológica. Similares resultados se constataron en el ámbito internacional, donde los datos apuntan a percibir o vivenciar el maltrato psicológico en primer lugar.7 El maltrato psicológico es un indicador del comienzo del ciclo de la violencia; está presente en todos los tipos de violencia. Precede a la física y tiende a estabilizarse en la relación. Reconocer que la violencia psicológica puede estar presente en un vínculo amoroso en la adolescencia y la juventud, es un factor clave para su interrupción.
Los resultados reportados contrastan con datos obtenidos en investigaciones revisadas, que indican que la violencia que mejor detectan los jóvenes y adolescentes es la violencia física.13 Pudiera suponerse que la violencia psicológica es menos reconocida en estas edades: la mayoría percibe como normales estas conductas en la relación, no la visualizan como violencia, restándole importancia a su existencia.
Uno de cada diez estudiantes manifestó que es frecuente la combinación de tipos de violencia (en este caso la física y la psicológica). Este dato ha sido corroborado por otras investigaciones que reflejan que generalmente las violencias se yuxtaponen.5,7,13 No se reconoció la coexistencia de violencia sexual (que se presentó con una frecuencia muy baja) con otros tipos de violencia. Autores revisados exponen que la combinación de violencia física y psicológica se muestra con una mayor frecuencia, pero coexisten también con la sexual.14 Los resultados de este trabajo alertan acerca de la baja percepción que tienen los jóvenes sobre la coexistencia de varios tipos de maltrato.
Respecto a la prevención de la VN, resultaron reveladores los porcentajes que evidencian la discusión de reconocimiento de las tipologías de la violencia. Sería muy oportuno en futuras investigaciones analizar las diferencias de percepciones por sexo.
Un área de gran interés para la prevención de la violencia en las relaciones de noviazgo y que justifica su estudio, es la que enseña a detectar las situaciones de violencia y a percibirlas como tal. El no identificar los tipos de violencia y considerarlos formas de relación normalizada y aceptada, dificulta la disminución y eliminación de vínculos amorosos violentos.
Se infiere la necesidad de profundizar en esta área, que tiene grandes implicaciones en los programas de prevención. Uno de los primeros pasos para el abordaje de la VN, es el conocimiento de los tipos de violencia existentes en las relaciones, y el reconocimiento de los diversos tipos de violencia en la dinámica del vínculo que existe en la pareja.
En cuanto a las manifestaciones de los tipos de VN, constituyó una dificultad que la mayoría reconoció, según tipologías, un repertorio amplio de estas expresiones conductuales. Las manifestaciones de violencia psicológica percibidas abarcaron un mayor número de conductas. Se refirieron en menor medida a expresiones conductuales que por omisión dañan a la persona. Las manifestaciones de agresiones físicas más reportadas fueron las más leves y de menos peligro para la vida, como agarrar con fuerza o dar una bofetada. Se observa que la agresión física leve es la más común, mientras que la agresión física severa, como usar un arma, fue prácticamente inexistente. Otros investigadores encontraron similares resultados.13
Algunas expresiones conductuales, como los celos, el control en la forma de vestirse, y revisar el celular de la pareja, no fueron declaradas como violencia. En su discurso denotan la violencia como parte de la normalidad cuando de relaciones interpersonales se trata, lo que es coincidente con otras investigaciones en las que los jóvenes las consideraban “normales” en las relaciones de pareja.13,15
Es necesario tener en cuenta y profundizar, en posteriores estudios, las nociones y creencias que tienen los jóvenes respecto al amor. En múltiples ocasiones desconocen manifestaciones de la violencia, y estas son justificadas como formas de amor hacia la pareja, como por ejemplo los celos, que no fueron reportados por los universitarios estudiados.
Pueden confundir el concepto de amor con el apego, operando en sus comportamientos una serie de creencias inadecuadas respecto a las relaciones de pareja, como creencias sobre el amor romántico, la media naranja, los celos como indicador de amor, etc. De esta manera, se naturaliza e invisibiliza el fenómeno y se trasmite de generación en generación con sus nefastas consecuencias.
No extraña que ciertos comportamientos agresivos sean interpretados como señales que mantienen el interés hacia el otro, aceptables dentro del estilo interactivo o desarrollados dentro de un contexto de broma o juego.16) En muchas ocasiones la violencia no es reconocida por los sujetos, pero existen indicadores que señalizan su presencia, aun cuando esta se minimice, justifique o naturalice y se obstaculice su percepción.
Respecto a la direccionalidad de las agresiones sufridas y cometidas, está en consonancia con varias investigaciones en las que la violencia mutua (cruzada o bidireccionabilidad) es el patrón más común.5,6) No concuerda con otros estudios, porque el patrón preponderante es del hombre hacia la mujer, colocando a la mujer en el papel de víctima y al hombre de victimario.11
En la literatura revisada, existen diversas interpretaciones sobre la direccionabilidad como modelo recursivo de violencia reactiva,17) que se hipotetiza como otras de las posibles respuestas a estos resultados. En la actualidad, se considera la bidireccionabilidad como una característica distintiva de la violencia en los noviazgos de parejas jóvenes.
Algunos autores plantean que la centralidad de las diferencias de género como factor explicativo de la violencia de pareja, es mucho menor en el caso de la violencia en el noviazgo que en la violencia conyugal: la relación parece ser más igualitaria.3 Los autores consideran a la violencia como un fenómeno interpersonal e interaccional que no es exclusivo de un sexo, en contraste con la simplificación del fenómeno entre víctimas femeninas y victimarios masculinos.18) La discrepancia de resultados y los referentes teóricos y metodológicos que sustentan los estudios, obligan a profundizar en esta arista del fenómeno desde investigaciones más robustas.
No existe un determinismo lineal en cuanto a conductas preestablecidas de víctima y perpetrador según el sexo de los miembros de la pareja, lo que abre el panorama de una perspectiva de género nada convencional. Al mismo tiempo, permite entender las razones de que los actos violentos pasen desapercibidos por las parejas y, por consiguiente, se mantengan en la relación.
Cambios socioculturales como el empoderamiento de las mujeres en la sociedad, y la mayor participación del hombre en las tareas domésticas y en la crianza de los hijos, pueden estar fomentando la presencia de estereotipos de género más flexibles, lo que puede haber incidido en los resultados, ya que los participantes percibieron mutualidad en la violencia.
Como señalan investigadores sobre el tema, sería valioso profundizar en este. Aunque socialmente se ha estado analizando la igualdad y equidad entre los sexos, pareciera que las relaciones igualitarias se han generado en un sentido negativo. Es factible que la transformación de los roles de género esté facilitando actitudes antes impensables en las mujeres, como el sometimiento y el control de la pareja.19 Seguir poniendo apellido masculino al ejercicio de la violencia, y rostro femenino al papel de víctima, es perpetuar los roles tradicionales. Por otra parte, negar o justificar la violencia contra la mujer -lo que equivale a legitimarla-, así como mofarse de los hombres, ridiculizarlos, someterlos o violentarlos, no solamente no favorece la igualdad, sino que transfiere la hegemonía masculina a las mujeres.19
Este análisis no pretende negar la gran incidencia, prevalencia y gravedad de la violencia hacia las mujeres en la pareja; tampoco la lucha mundial por la defensa de su dignidad. Cuestiona otro tipo de violencia que está ocurriendo en las parejas jóvenes; la bidireccionabilidad está presente, y negarlo, como señalan Alegría del Ángel y Rodríguez Barraza,6 obstaculiza la aplicación de estrategias de atención y prevención más específicas, que demuestren a los jóvenes que ejercer la violencia mutua no desarrolla el sentido de igualdad o equidad que se busca, y que ello es tan o más lesivo que la violencia unidireccional. Es un llamado a la comunidad científica a profundizar con investigaciones sobre este fenómeno. Es hora de indagar, reflexionar, discernir, compartir y actuar como comunidad científica que lucha por erradicar este flagelo. Porque la violencia en cualquiera de sus manifestaciones es un mal que menoscaba la vida y la felicidad del ser humano que la padece.
En la literatura revisada se declaran múltiples consecuencias de la perpetración de malos tratos en las relaciones de pareja, en particular en el noviazgo.2,8 Constituye una alerta el porcentaje de estudiantes que declararon que se discute la no existencia de consecuencias negativas por vivir vínculos de pareja violentos; otros afirmaron que no saben si este tipo de relaciones tiene alguna consecuencia para sus miembros. Se considera que es un indicador que demuestra la necesidad de implementar programas de prevención primaria en entornos educativos y comunitarios que contemplen la atención al tema de la violencia, en especial la existente en los noviazgos.
Al igual que refieren otras investigaciones,2,8 las consecuencias negativas de la VN reportadas indicaron daños a la salud, principalmente afectaciones psicológicas. No obstante, formas más sutiles de violencia psicológica, como el control y los celos, no fueron declaradas en ningún caso. El no reconocimiento de estos indicadores de violencia por los estudiantes investigados, puede estar relacionado con posibles valoraciones que hacen los jóvenes de que estos comportamientos son conductas “normales” en los vínculos amatorios, percibidos como formas de demostrar amor, lo que justifica o naturaliza dichas conductas dañinas.
Los datos expuestos sugieren nuevas interrogantes de investigación acerca de la violencia en el noviazgo de estudiantes universitarios en el contexto cubano. Es una línea de investigación que necesita ser desarrollada, para su mejor comprensión, con el propósito de generar conocimientos que sirvan de base para la prevención e intervención del problema.
Se requieren alternativas de respuestas institucionales para dar a conocer este problema de salud, prevenir, ofrecer atención psicológica, acompañamiento, consejería a la comunidad universitaria que lo requiera, así como brindar programas, estrategias académicas de sensibilización en el tema, y políticas institucionales amparadas en la legislación para un tratamiento integral efectivo a quienes son afectados por la violencia en sus relaciones de noviazgo.
Los estudiantes perciben que la violencia en el noviazgo es bidireccional con predominio de la violencia psicológica, la que genera daños a la salud. La convergencia entre la percepción del evento y los escasos conocimientos que poseen sobre la violencia en el noviazgo, entorpece develar la magnitud de este problema de salud. Aquí radica la necesidad de realizar un conjunto de actuaciones dirigidas a su reducción.