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Humanidades Médicas

versión On-line ISSN 1727-8120

Rev Hum Med v.7 n.2 Ciudad de Camaguey Mayo-ago. 2007

 

 

Obituario

 

Eduardo Bernabé Ordaz. Un nombre imprescindible en la Historia de la Psiquiatría cubana.

Eduardo Bernabé Ordaz. An essential name in the Cuban Psychiatry History.

 

Autor

 
 Jorge Álvarez Vázquez. Lic. en filosofía. Profesor Titular. Instituto Superior de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay. Camaguey. Cuba. Director del Centro para el Desarrollo de las Ciencias Sociales y Humanísticas en Salud (CENDECSA) email: jav@finlay.cmw.sld.cu
 

 


Falleció el Dr. Eduardo Bernabé Ordaz. Un nombre imprescindible en la Historia de la Psiquiatría cubana

La vida y la obra de este innovador revolucionario de la psiquiatría: Ejercer la práctica del humanismo médico.


Les presentamos selección de textos aparecidos en la prensa periódica cubana a partir de la fecha de su desaparición física, el 21 de mayo de 2006.

...Eduardo Bernabé Ordaz Ducungé, nacido en Bauta, La Habana, el 13 de octubre de 1921.

Sus actividades como estudiante las inició en esa localidad y debió alternarlas con trabajos disímiles: vendedor de periódicos, limpiabotas, dependiente de bodega y mensajero, entre otros.

Se incorporó a la lucha social y revolucionaria desde 1949; tomó parte en las acciones estudiantiles contra el primer gobierno de Batista. Ocupó la presidencia de la segunda enseñanza de Marianao y fue miembro del ejecutivo de la Federación de Institutos de Cuba. Además asistió como delegado a los congresos de esa organización.

En 1942 ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana, donde se graduó de médico en 1951. Fungió como presidente de la Asociación de Estudiantes de Medicina y miembro del secretariado de la FEU.

En 1952 se incorpora a diferentes organizaciones revolucionarias de acción y sabotaje. También integró la comisión del frustrado ataque al campamento de Columbia y en la reparación de armas. En enero de 1958 se incorporó a la lucha guerrillera; luego regresó a La Habana con la misión de organizar un hospital clandestino en la ciudad cuando la huelga de abril. Estuvo preso en 13 ocasiones en los cuerpos represivos de la tiranía.

Por su participación en las actividades clandestinas y la necesidad de médicos en la Sierra Maestra, tuvo que incorporarse nuevamente al Ejército Rebelde como médico de la Columna 1 José Martí, en la cual alcanzó el grado de capitán. Participó en varios combates y desempeñó la función de habilitar diferentes casas y locales como hospitales para atender a los heridos.

Debido a sus méritos como combatiente, el Primero de Enero de 1959 fue ascendido al grado de Comandante del Ejército Rebelde, pasando luego a la reserva de este, y siendo responsabilizado con la dirección de una base hospitalaria de los servicios médicos del Ejército de Occidente. Posteriormente fue designado director del Hospital Psiquiátrico de La Habana, cargo que desempeñó durante más de cuatro décadas con exitosos resultados.

Ordaz Ducungé fue miembro de la Sociedad Cubana de Psiquatría y Psicología, así como de otras prestigiosas organizaciones internacionales.

Integró varias delegaciones a eventos nacionales y en el exterior; en cada ocasión puso en alto los logros de la Revolución en materia de Psiquiatría.

Fue fundador del Partido y diputado a la Asamblea Nacional desde su inicio en 1976 hasta la conclusión de la V Legislatura en el año 2003. Además se desempeñó como presidente del Grupo Parlamentario por la Paz.

También resultó elegido delegado a la Asamblea Provincial del Poder Popular en Ciudad de La Habana.

Entre los muchos reconocimientos y condecoraciones ganados se cuentan la condición de Héroe Nacional del Trabajo, las medallas XX Aniversario de las FAR, Combatiente de la Lucha Clandestina, de la Guerra de Liberación y de la Columna 1 José Martí; Lucha contra Bandidos, la Alfabetización, la Manuel Piti Fajardo, y Fundador del BON 171 de las Milicias Nacionales Revolucionarias. Eduardo Bernabé Ordaz mereció también las distinciones Servicio Distinguido de las FAR y 28 de Septiembre.

Combatiente de la esperanza.

Ejemplo y quehacer del revolucionario que convirtiera un reclusorio de enfermos mentales en un modelo para la psiquiatría mundial.

Cuando en los primeros días de enero de 1959, Celia Sánchez le informó al capitán Bernabé Ordaz, doctor de la Columna Uno del Ejército Rebelde, que sería el director del Hospital de Mazorra, solo atinó a decir "yo no sé nada de psiquiatría, lo mío es la anestesia".

Y sin hablar más del asunto, al otro día de su llegada a La Habana, en la caravana de Fidel Castro, ya estaba tomando posesión del nuevo cargo, luego de haber sido ascendido como Comandante del Ejército Rebelde, aunque todavía le retumbaba la respuesta de Celia: "Tú sabes mucho de organización y sobre todo de condición humana".

El primer encuentro con el hospital siempre lo recordó como el más difícil. Traspasar el "Infierno de Dante", definido así por el Comandante en Jefe, fue desgarrador. Ni en los momentos más duros en la Sierra Maestra, había presenciado tanto dolor humano. "Dejad toda esperanza fuera", imaginó leer en las puertas de aquel lugar maldito.

Unos seis mil enfermos psiquiátricos estaban hacinados en criminal promiscuidad, incluso hasta con delincuentes. Solo existían dos mil camas. Todas destartaladas y sucias. Con bastidores que pinchaban, herían o rozaban el suelo.

En aquella inmensa instalación no había luz, agua, ni alcantarillado. Decenas estaban desnudos y abandonados. Muchos morían por diarreas. Allí comía el más fuerte o el que en algún instante de lucidez podía batallar un pedazo de pan.

Después del impacto inicial, el joven director tomó su primera medida: abrir las jaulas donde estaban recluidos los más graves.

Allí volvió a recordar las palabras de Celia, el compromiso con Fidel y consigo mismo como galeno, revolucionario y cristiano.

Prometió en silencio dar vida a ese infierno. Transformarlo radicalmente. Dejar atrás la triste historia de más de un siglo de desamparo.

Y esa fue su misión por más de 40 años. La obra que solo dejó de acompañar personalmente el pasado 21 de mayo de 2006, cuando falleciera a los 84 años de edad, víctima de una insuficiencia renal irreversible.

Venga la esperanza

Hasta el 9 de enero de 1959, aquel hospital era considerado un "almacén de locos". Allí la única cura posible era la muerte.

Ochenta y siete pacientes dejaron de existir en una noche de frío. Varios recurrían al suicido para "escapar" de los suplicios de un centro hospitalario, que tenía 12 centavos diarios de presupuesto estatal.

Pero el Comandante Ordaz, como todos lo nombraban, no perdió ni un segundo. Empezó clasificando cada uno de los miles y miles de enfermos recluidos. En su ayuda acudieron varios psiquiatras que no se dejaron comprar por los enemigos de la joven Revolución Cubana.

Por primera vez comenzó a aplicar terapias de rehabilitación, sobre la base de que ningún paciente estuviera inactivo. Todos debían estar vinculados al trabajo, al deporte, a la recreación y a la cultura.

A partir de entonces se vieron otras caras. El cambio de dirección y una vocación altruista, trocaron aquella vergüenza nacional en un verdadero sanatorio, donde se podía recobrar la salud mental y la dignidad humana.

En 1962 surgió la Terapia ocupacional y de rehabilitación, de acuerdo con la preferencia del paciente, sus aptitudes y la clasificación de cada patología, en dependencia del estado general del enfermo.

También nacieron otros programas como el Psicoballet, creado en 1973 con el apoyo de Alicia Alonso. Este método terapéutico se ha extendido a una docena de países.

Actualmente, son muchos los logros de este reconocido centro a nivel mundial. Incluso su colectivo ha estado vinculado a múltiples tareas económicas y sociales del país. Desde las zafras del pueblo hasta la reparación de escuelas y policlínicos.

El 13 de enero de 2004, el doctor Ordaz Ducungé recibió la condición honorífica de Director Fundador de la institución.

Guerrillero siempre

Cuando en el actual Hospital Psiquiátrico de La Habana, se pregunta por el Comandante Ordaz, todos responden que era un hombre sencillo, noble, de carácter sensible y una capacidad extraordinaria de compasión y valor ante las dificultades.

Nunca se quitó el sombrero alón, ni la barba rebelde. Siempre se sintió guerrillero. Su buró estaba repleto de papeles, acompañados de una Biblia y un rosario. En las paredes de la oficina colgaba varios recuerdos y un crucifijo. Sonreía cada vez que le comentaban que también en el pueblo le decían "San Ordaz de la Esperanza". Lo agradecía modestamente y marchaba raudo por los 36 salones del hospital, ahora con unas tres mil camas.

En una de sus tantas entrevistas confesó que "arreglar aquella desgracia fue una batalla muy dura. Junto a mí lucharon muchos compañeros valiosos y anónimos, pero he sido un hombre muy feliz y jamás me dejé vencer por las dificultades".

SEMBLANZA

HASTA PRONTO… DOCTOR EDUARDO BERNABÉ ORDAZ (1921-2006)

“ (…) No mueren los que a la ciencia

y a la patria hicieron bien” .

José Martí.

Los (sus) trabajadores del Hospital Psiquiátrico de La Habana , la psiquiatría cubana y la comunidad científica internacional han sufrido una pérdida irreparable: el doctor Eduardo Bernabé Ordaz, director fundador de nuestra institución, dejó de existir el 21 de mayo del 2006, en el Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas, como consecuencia de una afección renal, que privó de la vida a uno de los grandes artífices del humanismo revolucionario y cristiano en la mayor de las Antillas.

La labor científica y humana realizada por el también Profesor Emérito de la Universidad Médica de La Habana en el tristemente célebre Hospital de Dementes de Cuba está inscrita, con letras indelebles, no sólo en los anales de la psiquiatría caribeña e iberoamericana, sino también en la memoria poética de la humanidad discapacitada, a cuya atención y rehabilitación psicosocial el Héroe del Trabajo de la República de Cuba se consagró en cuerpo, mente y alma durante más de cuarenta y cuatro años de su fecunda vida…, porque comprendió, con meridiana claridad, que la misión que debía cumplir en la tierra era convertir aquel “Infierno de Dante”, calificado así por el presidente Fidel Castro Ruz, en el floreciente Jardín de la Esperanza que hoy es, y que él cultivó con amor y ciencia. Esas cuatro décadas de incondicional entrega a una causa noble y justa fueron el mejor aval para que manos amigas presentaran su candidatura al Premio Nobel de la Paz y al Premio Nobel de Medicina, respectivamente.

En este contexto, NO haré el panegírico del doctor Bernabé Ordaz…, sólo me referiré, en voz apenas audible, a algunas facetas de su carismática personalidad que explican cómo el comandante-médico del Ejército Rebelde percibió que la ética, el humanismo y la espiritualidad son fieles aliados de la práctica médica, y con base en esos tres pilares fundamentales edificó la obra que “(…) lo trasciende e inmortaliza (…)”, como bien precisó en su vibrante despedida de duelo el doctor Jorge González Pérez, rector de la Universidad Médica de La Habana.

Como cualquier otro ser humano, el doctor Bernabé Ordaz tenía virtudes, defectos, inconsistencias, debilidades y necesidades…, pero los principios rectores que orientaron su conducta, no sólo como director del capitalino Hospital Psiquiátrico, sino también como persona única e irrepetible, fueron el amor y el perdón, heredados de sus profundas convicciones martianas y cristianas.

Cualquier profesional, técnico o trabajador de ese Colectivo Moral podía discutir con el Director o estar en desacuerdo con sus criterios o puntos de vista. No obstante, a los cinco minutos, el doctor Bernabé Ordaz se olvidaba de todo cuanto le habían dicho… y ahí quedaba “sepultado” el incidente, porque su alma libre y pura NO alimentaba insectos venenosos ni despedía olores pútridos…, sólo cultivaba hermosas flores, cuyo perfume acariciaba el intelecto y el espíritu de sus amigos sinceros o enemigos dignos, mientras que a los roedores de la inteligencia y el talento ajenos les mellaba los “colmillos” que muerden el cuerpo, la mente y el alma de los hombres virtuosos.

En cierta ocasión, un psiquiatra (ya fallecido) acusó al doctor Bernabé Ordaz de “abuso de poder”; en consecuencia, le pidió al Ministro de Salud Pública que actuara “enérgicamente”. En respuesta a dicha solicitud, el Ministro le envió el escrito original al Director, para que resolviera ese asunto como él estimara pertinente. El doctor Bernabé Ordaz llamó a ese facultativo y le preguntó si él había formulado esa acusación; el susodicho “tragó en seco”, cambió de color, y al final, admitió la autoría del escrito. Entonces, el Director lo “regañó”, como sólo un padre afectuoso puede hacerlo, le recordó, con mucho tacto y sin lesionar en lo más mínimo su dignidad humana, en qué condiciones desfavorables había ido a trabajar al hospital, y luego, lo mandó para la sala, donde ese psiquiatra era jefe de servicio; jefatura que nunca le quitó… hasta que, por decisión propia, se fue a trabajar a otras instituciones de salud…, donde, lamentablemente para él, NO tuvo la suerte de encontrar a un Director como el doctor Bernabé Ordaz.

Hace 7 años, cometí un desafortunado error y el Director me llamó por teléfono a mi casa para requerirme por primera vez… en 25 años. En cuanto escuché la voz, molesta, del doctor Bernabé Ordaz, le pedí, por favor, que me escuchara antes de que prosiguiera. Le dije, más o menos lo siguiente, “Doctor, dígame lo que usted quiera, porque me lo merezco, y cuando termine de decirme todo lo que usted desee… dígame el doble o el triple… por ‘tonto'”. Esa reacción (inesperada) le quitó, al parecer, los deseos de seguir “peleando”, me dijo dos o tres cosas que NO entendí bien… y ahí acabó el “rapapolvo”. Al otro día, le escribí para decirle que él para mí no era un simple Director, sino un padre (intelectual y espiritual), y que un progenitor, a veces, tenía que castigar a su hijo; por consiguiente, yo aceptaba el castigo, porque lo merecía con creces. La respuesta, que reproduzco sin permiso de él, porque no quiero despertarlo del sueño eterno que duerme en los amantísimos brazos del Espíritu Universal, tantas veces citado en la obra literaria y periodística de José Martí, 1 fue la siguiente:

Estimado Profesor:

Después de saludarlo, una vez más lo felicito, y lo pongo siempre como ejemplo de trabajador honesto y responsable, digno de todo reconocimiento, por su abnegada labor en las diferentes tareas que se le encomiendan.

Es por ello, que le ruego, olvide el incidente pasado y siga siendo vanguardia en sus funciones.

Sin más, queda de usted,
Fraternalmente,
Dr. Eduardo B. Ordaz
Director.

(El original se encuentra en el expediente laboral del autor de esta semblanza)

No es necesario seguir emborronando cuartillas, porque estoy seguro, estimado lector, que lo dicho hasta aquí es suficiente para convencerlo de que cuando “(…) los hombres envidiados (…) mueren, como las palmadas que da la Inmortalidad no suenan (…), nadie les disputa ya su gloria”. 2

¡Descanse en paz, doctor Eduardo Bernabé Ordaz, porque usted es de esos hombres buenos y justos, que van en el bando de “(…) los que aman y fundan (…)”. 3

Referencias bibliográficas

1. Martí J. Obras completas . La Habana : Editorial Ciencias Sociales; 1975; 28 tomos.
2. Martí J. Citado por Ramiro Valdés Galarraga. En : Diccionario del pensamiento martiano . La Habana : Editorial Ciencias Sociales; 2002: p. 279.
3. Martí J. Citado por Jorge Sergio Batlle. En : José Martí: aforismos . La Habana : Centro de Estudios Martianos; 2004: p. 188.

Tomado de:

Bohemia Digital. Por Katia Monteagudo. Aparece en: http://www.bohemia.cubaweb.cu/2006/06/21/nacionales/bernabe-ordaz.html

Granma Internacional. Viernes 22 de mayo de 2006

Jesús Dueñas Becerra 1 Rev. Hosp. Psiquiátrico de la Habana 2006;3(2) Acceso en: http://www.psiquiatricohph.sld.cu/hph0206/hph021606.htm