Como características demográficas esenciales, el decrecimiento de la fecundidad y la mortalidad, junto al aumento de la esperanza de vida y las migraciones a expensas de las poblaciones más jóvenes, traen como consecuencia el crecimiento de la población mayor de 60 años.1
En Cuba, si bien contar con una esperanza de vida al nacer de 78,45 años, una clara muestra de los logros alcanzados por el Sistema Nacional de Salud, y el incremento sostenido de su población anciana, expone al país como un escenario complejo, toda vez que los recursos son limitados. Al cierre de 2017, los datos referidos en el Anuario Estadístico de Salud2) indicaban que una quinta parte (20,1%) de la población cubana tenía o sobrepasaba los 60 años de edad, mientras que se contaba solamente con la existencia de 150 hogares de ancianos y 287 Casas de Abuelos para todo el país, lo cual obviamente no es suficiente para la demanda que pudiera existir.
No obstante, ha quedado básicamente demostrado (y es uno de los planteamientos del Sistema Nacional de Salud) que la presencia del anciano en el entorno en el que ha desarrollado su vida, le brinda la posibilidad de seguir disfrutando del hogar, la familia, los amigos y, además, participar de manera integrada con estos, como fuente de apoyo, experiencia y sabiduría.3
Sin embargo, no es menos cierto que la presencia de situaciones de dependencia (parcial o total) por parte de los ancianos a consecuencia del deterioro propio de la edad, enfermedades mentales, crónicas, y/o degenerativas o por el temor de los familiares ante un posible accidente, ha generado un reordenamiento en la dinámica familiar, y ha dado lugar al desarrollo de un nuevo papel: el de cuidador.
El cuidador informal es aquella persona (familiar, vecino o amigo) que asume la responsabilidad de satisfacer (total o parcialmente) las necesidades de una persona dependiente o con algún grado de discapacidad, y que por ello no puede valerse por sí misma para la realización de actividades de la vida diaria (aseo, alimentación, administración de tratamientos o concurrencia a los servicios de salud, entre otros).3
Esta persona, se encarga de suministrar apoyo físico y emocional a través de una relación que va más allá de la supervisión y satisfacción de necesidades, pero para asumir esta tarea, debe atravesar por un complejo proceso de construcción y reestructuración de la dinámica socio-familiar habitual (sin previa planificación), que al fundirse con la preocupación y tensión que origina el tiempo y el esfuerzo invertido en el cuidado, hace que aparezcan alteraciones en su bienestar físico, mental y social.4
El envejecimiento poblacional, como fenómeno demográfico, debe plantearse y entenderse como un problema holístico que tiene importantes repercusiones a todos los niveles de la sociedad, por lo que la participación de todos los actores que en ella interactúan, desde su estructura nuclear (la familia) hasta el Estado, son de vital importancia para atenuar los efectos que este fenómeno produce.
Pero, ¿cómo se siente el cuidador?, ¿cuáles son los aspectos fundamentales que podrían o no afectar su estado de salud?, ¿quién cuida del cuidador y cómo se garantiza dicho cuidado?, ¿en qué medida se conoce el estado de salud de los cuidadores?, ¿qué factores inciden en el riesgo o la protección del estado de salud del cuidador?
Ante estas interrogantes, y apoyados en el motor de búsqueda de Google Académico, se realizó una revisión de los trabajos publicados entre 2015 y 2018, a fin de determinar el nivel de información que sobre el estado de salud de los cuidadores de adultos mayores ofrecen los estudios nacionales para este período. Como descriptores, se utilizó inicialmente el término “cuidadores”, pero dado que se recuperó una vasta gama de artículos sobre este referente, debido a la amplitud del término, se hizo una búsqueda avanzada filtrándose a “cuidadores de ancianos”.
En esta revisión, se incluyeron todos los artículos (originales, de revisión, comunicaciones breves y/o de reflexión), publicados en español o inglés, durante el período antes expuesto.
En consecuencia, llama la atención que, de 445 trabajos obtenidos, solo 43 fueron nacionales (lo que representa 9,7% de las publicaciones encontradas). Además, al revisar su contenido, se encontró que hacen referencias a las características sociodemográficas de cuidadores de ancianos con afecciones neurológicas o psiquiátricas, así como aspectos clínicos de estos pacientes. Asimismo, se encontraron artículos que abordan la sobrecarga del cuidador de pacientes con Alzheimer, mientras otros tratan sobre intervenciones educativas y escuelas para cuidadores; pero no se encontraron aquellos dirigidos específicamente a la preocupación por el estado y atención de la salud del que cuida al anciano.
Por ello, no es de dudar la relevancia y urgencia que tiene el tema de cuidadores y su estado de salud, desde el desarrollo de investigaciones hasta la elaboración de políticas, pues desde la perspectiva salubrista es necesario seguir cuidando a los ancianos, pero también proteger a quienes les cuidan, pues el estado de salud de los cuidadores podría ser diferente en tanto diferentes sean las condiciones físicas, psíquicas y de salud o el grado de dependencia que sobre ellos tengan los adultos mayores a quienes prestan sus atenciones.
Si se tiene en cuenta lo planteado anteriormente, es imprescindible hacer un llamado a la realización de estudios nacionales que aborden el estado de salud de los cuidadores de ancianos en aras de garantizar el tránsito de “cuidador” a “dependiente” en las mejores condiciones físicas, psicológicas y de salud, pues como dijera Benedetti, “…la vejez empieza a ser la nuestra”.