Introducción
El brote de COVID-19, provocado por el SARS-CoV-2 (síndrome respiratorio agudo severo por coronavirus 2) en Wuhan, a finales de 2019, no solo modificó los protocolos de actuación médica ante epidemias de infecciones respiratorias en el mundo, sino que cambió la forma en que la prensa en particular ―y los medios de comunicación en general― manejan las contingencias sanitarias.
Ante la evidencia de una enfermedad nueva y peligrosa, junto a la certeza de que alternativas como la vacunación segura y masiva demorarían en llegar, la información se posicionó como “herramienta vital para que las personas adopten las medidas de prevención existentes para protegerse y salvar vidas” (Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2020a, s.p.).
A juicio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en este caso la comunicación no es colateral, sino parte integral de la respuesta sanitaria y se considera “una intervención de salud pública más” (Comunicación de riesgo y COVID-19, 2020). Quiere decir que si se facilita información precisa, pronta y frecuente, en un idioma que las personas entiendan y a través de canales confiables, la población podrá tomar decisiones y adoptar comportamientos positivos para protegerse a sí mismas y a sus seres queridos2 (Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2020a).
O sea, que en situaciones de contingencia sanitaria, procesos de comunicación eficientes se convierten, también, en aliados para elevar la percepción del riesgo de poblaciones concretas, teniendo en cuenta que los medios de comunicación deben partir de un conocimiento eficiente de los contenidos, pero también del estudio de las características y de las necesidades de sus grupos de receptores (Tuirán, 1996). No todas las personas perciben el riesgo de la misma manera y no es lo mismo el riesgo real que el riesgo percibido. Si bien, por ejemplo, el personal de salud y especializado decide qué es riesgoso basándose en un análisis de la amenaza, los públicos lo harán partiendo de sus valores, emociones y preocupaciones (Comunicación de riesgo y COVID-19, 2020).
Los medios de comunicación, en tanto “aparatos mediadores de la sociedad”, actúan como moduladores en estas situaciones. En línea con la teoría social de la comunicación, del académico e investigador español Manuel Martín Serrano, los medios articulan procesos referenciales y cognitivos, intervienen en la representación de la realidad y, en paralelo a otras instituciones también mediadoras ―en este caso concreto las de Salud Pública, gubernamentales o los centros de investigación científica― administran la producción y la oferta de información (Martín Serrano, 1986).
¿Cómo se ha establecido en Cuba esta relación en el contexto de la pandemia de COVID-19? ¿Ha estado la comunicación articulada con la evolución de la contingencia sanitaria en el país? ¿Cuál ha sido el papel de los medios en la construcción de la percepción del riesgo de poblaciones diversas?
Ruta metodológica
Esta investigación ha tenido como objetivo general contrastar el comportamiento de procesos comunicativos diversos en Cuba frente a la evolución de la pandemia de COVID-19, en cuatro etapas de la pandemia.
Para ello, se establecieron los siguientes objetivos específicos:
Comparar la intensidad de las coberturas sobre COVID-19 con la evolución de las tasas de incidencia de la infección por SARS-CoV-2 y los pronósticos de su comportamiento en medios de prensa y territorios seleccionados, de acuerdo con varias etapas3 de evolución de la pandemia en el país.
Identificar las principales vías de información de la población acerca de la pandemia y cómo estas influyen en sus conocimientos y percepción del riesgo.
Definir las principales mediaciones que intervienen en el proceso comunicativo sobre la pandemia en los medios de prensa seleccionados.
Resumir elementos clave a tener en cuenta para generar procesos de comunicación pública efectivos y ajustados a los diferentes momentos de evolución de la contingencia sanitaria en el país y sus territorios.
Herramientas y métodos
Se realizó un análisis cuantitativo, por palabras clave y titulares, de las publicaciones sobre COVID-19 en las páginas digitales de medios de prensa seleccionados.
Se analizaron las emisiones de la Mesa Redonda; junto a las publicaciones sobre el tema en el diario Granma y periódicos provinciales seleccionados (Guerrillero, Tribuna de La Habana, Vanguardia, Escambray, Invasor, Sierra Maestra y Venceremos). Para la búsqueda se usaron los términos COVID-19, pandemia y Sars-CoV-2.
Se seleccionó a la Mesa Redonda y a Granma por ser dos de los espacios comunicativos más empleados por las autoridades sanitarias y políticas en el país para transmitir información oficial actualizada y veraz sobre la pandemia, junto a las medidas de enfrentamiento. En el caso de los periódicos, la selección se realizó teniendo en cuenta aquellos territorios que en el momento de primera definición de la investigación (diciembre de 2020) habían reportado mayores indicadores de incidencia de la enfermedad.
Para la determinación de las tres etapas de estudio se tomó como referencia la periodización establecida por el equipo de epidemiólogos del Ministerio de Salud Pública para el análisis de la pandemia.
Primera etapa: Del 11 de marzo al 19 julio de 2020
Segunda etapa: Del 20 de julio al 19 de noviembre de 2020
Tercera etapa: Del 20 de noviembre de 2020 al 25 de enero de 2021
Aunque evaluamos el comportamiento de algunos medios seleccionados, esta investigación también incorpora resultados de la observación directa de los comportamientos de la población, pues desde el CEDEM, en tanto equipo asesor de los observatorios demográficos en todas las provincias, hemos tenido la posibilidad de recorrer el país durante la pandemia y medir elementos asociados a la percepción del riesgo.
Además, se realizaron entrevistas semiestructuradas a periodistas participantes de la cobertura activa de la COVID-19 en el país (30 periodistas de ambos sexos) y 7 directivos de medios de comunicación.
Desarrollo
En Cuba, los tres primeros casos confirmados de COVID-19 fueron reportados el 11 de marzo de 2020. El Estado había previsto este escenario y tenía diseñado un plan para su enfrentamiento. A partir del 23 de marzo de 2020 se implementó el primer paquete de medidas, que incluyó el aislamiento físico y la suspensión de actividades docentes, transportación interprovincial, viajes al extranjero, entre otras.
A partir del 18 de junio todas las provincias cubanas, excepto La Habana y Matanzas, comenzaron la fase 1 de recuperación. Estos últimos dos territorios entraron en dicha fase el 3 de julio (Cubadebate, 2020). La definición de fases y protocolos se estructuró teniendo en cuenta el cumplimiento de indicadores sanitarios que permitirían evaluar el desarrollo de la epidemia en cada territorio (Cubadebate, 2020):
Tasa de incidencia
Índice reproductivo4
Casos activos
Número de casos positivos con fuente de infección conocida en los últimos 15 días
La comunicación y la prensa ocuparon lugares de privilegio en las evaluaciones globales de recomendaciones para el enfrentamiento a la pandemia y también en el plan gubernamental cubano.
En la Guía de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para planificar la comunicación en caso de brotes epidémicos, se declararon muy temprano, incluso, las funciones que debería cumplir un medio de prensa durante un periodo de brotes epidémicos. En ese sentido, esta organización de las Naciones Unidas enumera cuatro roles importantes (Organización Mundial de la Salud́, 2008):
Es una fuente de información vital al decir qué está ocurriendo, dónde, quién está afectado, cómo van cambiando las cosas, y por qué.
Es una línea de comunicación, se pueden salvar vidas al transmitir información crítica de y hacia las partes afectadas.
Es una señal de advertencia temprana, transmitiendo la información a tiempo e información segura que prevenga algún daño.
Es un foro comunitario, ofreciendo a los ciudadanos la oportunidad de reunirse, compartir sus preocupaciones y apoyarse unos a otros durante los tiempos difíciles.
A nivel internacional se publicaron otros análisis y protocolos de actuación de los medios de prensa durante brotes epidémicos, algunos elaborados por la propia OMS, otros por ministerios de Salud de diferentes países o por investigadores y periodistas que coinciden, en general, con estas consideraciones.
En el caso de Cuba, evaluaciones profesionales realizadas con motivo del V Pleno de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), realizado el 1ro. de julio de 2020, coincidieron en que la llegada de la COVID-19 supuso “una transformación de las estructuras de las redacciones periodísticas y de sus dinámicas productivas” (Ávila Guerra, 2020, s/p).
Durante el abordaje periodístico de la pandemia han primado las historias humanas, el correcto y abundante empleo de estadísticas y el ejercicio de un periodismo responsable y sensible que demuestra la posibilidad de avanzar en la construcción de una agenda mediática en sintonía con los intereses de la ciudadanía (Trinquete , y otros, 2020).
En particular, resultan de particular valor aquellos análisis que relacionan los procesos mediáticos diversos con la gestión de la percepción del riesgo en grupos humanos. La OMS, en particular, alerta de que en emergencias de salud como la provocada por la COVID-19, se incrementa la incertidumbre ante una situación nueva y desconocida, lo cual eleva el interés del público en las informaciones oficiales y genera una muy alta demanda de información y de coberturas mediáticas, en un contexto en el cual resulta muy probable que las informaciones y recomendaciones sean cambiantes o conflictivas y donde es imprescindible tener en cuenta, además, que no todas las personas perciben el riesgo de la misma manera.
Precisiones teóricas acerca de la percepción de riesgo
La pandemia de COVID-19 ha sido considerada por la OMS como un riesgo biológico a partir de su gran contagiosidad (OMS, 2020). En el curso de esta enfermedad confluyen sus formas variadas de trasmisión con las prácticas de interacción social. Por tanto, la percepción de riesgo de la población incide y determina la propagación de la enfermedad.
¿Qué estamos considerando como percepción del riesgo?
Autores diversos han definido la percepción de riesgo como “un proceso cognoscitivo del hombre donde las personas realizan un juicio subjetivo de las características y severidad de un riesgo, a partir de la información que adquieren acerca de diferentes cuestiones relacionadas con los factores de riesgos y donde influyen las experiencias vividas, la cantidad y calidad de la información, las creencias, estereotipos, los valores individuales y sociales, y los conocimientos sobre el fenómeno que causa el riesgo” (Pell del Río y otros, 2021, p. 2).
En general, factores múltiples y de signo bien diverso intervienen en el aumento de la percepción del riesgo frente a una contingencia sanitaria. Su influencia dependerá de la circunstancia en que se desarrolle una determinada enfermedad, sus tipos y características, la cultura de las personas, la forma en que se gestione la educación para la salud, la gestión del sistema de salud y del gobierno, el acceso y la veracidad de la información, entre otros elementos de la esfera social (Pell del Río, y otros, 2021).
En consecuencia, no es lo mismo riesgo real que riesgo percibido y las personas suelen responder, generalmente, más a los riesgos que perciben, que a los que están realmente expuestas. En otras palabras, que es la percepción, más que los hechos, lo que lleva a las personas a actuar en una emergencia. Por tanto, “la percepción de riesgo depende de cómo se comunica la información sobre el origen del riesgo, los mecanismos psicológicos para el procesamiento de la incertidumbre y las experiencias previas de peligro” (Lima Pereira y Tullo, 2017, p. 63).
En este camino, además, no se debe obviar que cualquier información recogida y transmitida por los medios de prensa y otros soportes de la comunicación puede tener diversas fuentes, no siempre veraces o contrastadas, y que los procesos comunicativos, en general, están atravesados por mediaciones5 de índole diversa.
En particular, la pandemia de COVID-19 se configuró desde sus mismos inicios en un escenario mediático de altísima confluencia informativa, con abundancia de fuentes de información, un protagonismo exacerbado de la transmisión de datos en noticias en redes sociales, con abundancia de las llamadas fake news,6 escenario que la propia OMS ha calificado como estado de infodemia7.
En este contexto, en el caso cubano, investigaciones han confirmado la importancia de la utilización de los medios comunicación para conocer sobre la COVID-19, sobre todo desde el entorno institucional, fundamentada en la estrategia de comunicación del Ministerio de Salud Pública, como parte de la gestión gubernamental concebida en el Plan para la Prevención y Control del Coronavirus (Pell del Río, y otros, 2021). Pero también han puesto en evidencia cómo mediaciones diversas pueden interferir en ese proceso, lo mismo de manera habilitante, que constriñente (Fraga Guerra, 2020).
Mediaciones: los filtros de la comunicación
Las mediaciones suelen originarse en la cultura, la política, la economía, la clase social, el género, la edad, la etnicidad, la comunicación, las condiciones situacionales y contextuales, las instituciones, los movimientos sociales, en la mente de los sujetos, en la ideología, y otras fuentes. Son identificadas como filtros, factores intermediarios, obstáculos; sin embargo, pueden ser también espacios necesarios y positivos. Incluso, han recibido aproximaciones conceptuales más complejas en las cuales la idea de una influencia simple o función instrumental e intencional, resulta reemplazada por la de condiciones o procesos que dificultan o habilitan en contextos variados. Este último concepto apunta a que no tienen un andamiaje rígido e inamovible, sino que existe la posibilidad de influir sobre su estructura, composición y vías de actuación.
Las mediaciones de los emisores han sido abordadas también por los trabajos sobre la construcción de la noticia o newsmaking (Martini, 2000). Los mismos señalan hacia aspectos organizativos y profesionales que actúan sobre el producto comunicativo. Las indagaciones del newsmaking se enriquecieron igualmente con la teoría del frame ―traducido como marco, encuadre, o enfoque―, la cual plantea que la realidad pasa por los filtros del sujeto, a veces conscientemente, otras inconscientemente.
La teoría del frame identifica la actuación del redactor de prensa encuadrada por las rutinas periodísticas. Su información quedará enfocada no solo por su ideología, modo de pensar o los temas que seleccione, sino también por los recursos de que disponga su órgano de prensa, la manera de operar de los sujetos que intervienen en las redacciones, el formato en el cual se ubique el contenido, así como por los aspectos obviados o implícitos en la información (Trinquete Díaz, 2017).
Los medios responden a la sociedad en que viven y son sensibles a las peculiaridades del entorno donde se desempeñan. El menú informativo que logran conformar tiene mucho que ver con los temas que son fijados desde el poder político; pero también actúan como efectivos recursos de poder cuando intervienen ellos mismos de mediadores, al realizar la captación, selección y difusión de los hechos que consideran de trascendencia social. Varios autores señalan que la utilización de las fuentes oficiales por los medios refuerza la estructura de poder de una sociedad. Al respecto, Agostini afirma que cuanto más alto se encuentra una institución en la escala social, mayor posibilidad tiene de tornarse fuente informativa (Quiroga, 1999). Alsina, a su vez, agrega que los reporteros suelen recontextualizar los acontecimientos, mezclando la relevancia pública de los hechos con la valoración establecida por el sistema político (Alsina, 1989).
En ese camino, dos planteamientos de la agenda-setting son pertinentes por su vínculo con el tema de la presente investigación: uno es la manera en que se fija la agenda mediática, y el otro apunta a los elementos que hacen suponer que los medios de comunicación logran efectos cognoscitivos a largo plazo sobre los públicos; algo que defiende el demógrafo Rodolfo Tuirán desde su argumentación de la necesidad de emplear a los medios de comunicación para lograr cambios en conductas relacionadas directamente con algunos procesos demográficos ―o epidemiológicos― como en el caso de la COVID-19 (Tuirán, 1996).
Según Vidal (2006) la hipótesis básica de la agenda-setting es el planteamiento de que la prensa no suele tener éxito diciendo a los públicos lo que deben pensar, pero sí sobre qué deben de pensar. Este estudioso cubano defiende a los receptores como protagonistas del proceso comunicativo y precisa que el efecto de agenda “no es el resultado de la acción persuasiva de los medios de comunicación de masas, sino la consecuencia de la difusión pública de conocimientos que se constituyen en guías de la atención pública” (Vidal, 2006, s/p.).
Las investigaciones sobre agenda-setting realizadas en el país concuerdan en la necesidad de analizar la transferencia temática informativa en un contexto en el que los medios responden esencialmente al Estado. Ello no solo determina la homogeneización de los contenidos mediáticos, sino la existencia de una cultura profesional compartida y rutinas de producción muy similares entre sí (Elizalde, 2013).
Otras investigaciones sobre los nexos entre la demografía y la comunicación han identificado la presencia de mediaciones diversas entre los emisores de medios de prensa en Cuba. En particular, se reconoce la actuación de mediaciones culturales, conceptualizadas como cualquier proceso cognitivo o del conocimiento que esté influenciado por la cultura (rutinas profesionales, procedimientos editoriales, especialización, capacidad profesional, entre otras); y de mediaciones políticas, entendidas como aquellas articulaciones de los medios con las estructuras de poder en la sociedad, lo cual, llevado al plano comunicativo cubano, conduce a observar a los medios de prensa en su interrelación con las estructuras políticas y regidos por un sistema de controles, pero a su vez actuando como reales recursos del poder social, al tener la posibilidad intervenir en la construcción de sentidos acerca de la dinámica demográfica (Trinquete Díaz, 2017).
Generalidades y precisiones del contexto
Un recorrido por el ejercicio de los medios de comunicación en Cuba en tiempos de pandemia ―y resultados de análisis referidos a su calidad y eficacia―, permite confirmar que las coberturas de la COVID-19 en Cuba han tenido datos, estadísticas, fuentes científicas e historias humanas (Trinquete , y otros, 2020).
Entrevistas realizadas a periodistas y directivos para este estudio coincidieron en que, como nunca antes, los medios de comunicación tuvieron que reinventarse para trabajar en una contingencia sanitaria retadora, por lo desconocida, pero también debido a las presiones que significó en términos de riesgo para la propia seguridad de los equipos de prensa.
Este desafío ocurrió en un momento donde convergieron en el escenario comunicativo otros temas impostergables de alta sensibilidad nacional, tanto en materia económica como ideológica, lo cual puso a la dirección del país ante la necesidad de modificar las agendas editoriales de los medios, para ajustarlas a contingencias excepcionales.
En ese sentido, los resultados de este estudio confirman la necesidad de construir protocolos o estrategias comunicativas integrales y flexibles, que puedan coexistir durante largos períodos de tiempo, sin desmovilizar a las audiencias en relación con uno o varios temas específicos. En particular, apunta a la necesidad de herramientas comunicativas para construir una nueva forma normalidad, no para recuperar la vida prepandemia. Ello implica apostar por cambios de comportamientos a nivel individual de manera permanente, ahora frente a la COVID-19, pero que funcionen para cualquier otra contingencia similar en el futuro.
Cobertura mediática e incidencia de la COVID-19: algunas desarticulaciones
Un primer resultado del cruzamiento de las tasas de incidencia de la COVID-19 con los resultados del conteo, por palabras clave y titulares, de las publicaciones sobre la pandemia en las páginas digitales de medios de prensa seleccionados evidencia que, a pesar de contar con pronósticos matemáticos de altos niveles de fiabilidad, la reacción de los medios nacionales no siempre fue directamente proporcional con la evolución de la situación epidemiológica del país.
Las figuras 1 y 2 muestran el comportamiento de las coberturas de la Mesa Redonda y Granma por etapas, en contraste con la evolución de la incidencia de la pandemia en los mismos períodos. Ambos medios presentan muy alta concentración de trabajos dedicados a la COVID-19 en la primera etapa de análisis, entre marzo y julio de 2020 (con el pico de publicaciones entre abril y mayo). Esto es lógico, pues fueron los meses en que se conoció de la enfermedad y se articularon los primeros protocolos en el país.
En el caso de la Mesa Redonda, además, la mayoría de las emisiones de esa primera etapa se realizaron desde el Consejo de Estado, lo cual funcionó como un mecanismo de jerarquización política del tema. Según McCombs, para tematizar una agenda editorial se requiere el empleo de vías comunicativas diversas y dentro del propio sistema de medios hay algunos que marcan temáticas y las fijan hacia el resto (McCombs, 2006). En Cuba, estos medios son el propio periódico Granma, el Noticiero Nacional de Televisión y, por supuesto, la Mesa Redonda, entre otros, que suelen servir de referencia a otros órganos de prensa para la inclusión de los enfoques oficiales en sus ediciones.
Sin embargo, en las figuras 1 y 2 se puede apreciar que mientras la tasa de incidencia creció apreciablemente en la última etapa, la cobertura tendió más bien a la baja, un comportamiento marcado sobre todo en la Mesa Redonda, aunque en Granma, si bien el número de publicaciones no fue menor en la última etapa con respecto a la primera, sí disminuyó con respecto a la segunda, a pesar de los notables incrementos de la tasa de contagio en el país.
Un análisis más detenido al comportamiento de estos medios, entre el 20 de noviembre y el 25 de enero (figura 3), momento en que se dispara con fuerza la transmisión del virus en Cuba, permite particularizar esta situación.
En el caso de la Mesa Redonda, no se emitió ninguna dedicada específicamente a la pandemia en diciembre y hasta el 25 de enero solo se contabilizaron 2, a pesar de que los pronósticos realizados por el equipo de la Facultad de Matemática de la Universidad de La Habana estaban previendo un marcado incremento de los contagios en el período (figura 4). El diario Granma, en tanto, muestra un crecimiento de sus publicaciones en los tres meses, algo más consistente con la evolución de la pandemia en el país (figura 3).
Una revisión de ambos medios evidencia el protagonismo ganado en la agenda editorial, sobre todo durante el mes de diciembre, por las orientaciones sobre la Tarea Ordenamiento que iniciaría con el arribo de 2021 y las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular correspondientes al cierre del año. Esos fueron los temas que capitalizaron la Mesa Redonda en ese mes, con lo cual se confirma la presencia de una mediación política constriñente, caracterizada por una jerarquización externa de la agenda editorial.
Y si bien está comprobado que la agenda política puede y debe, sin ninguna duda, aportar a los medios de prensa una noción de cuáles son las líneas principales de la información en tanto su prioridad y valor en un momento concreto, esta certeza no debe suplantar el papel autorregulador y de equilibrio de la agenda que juega la propia prensa (Trinquete Díaz, 2017).
En los territorios
El análisis de 7 periódicos provinciales, correspondientes a los territorios cubanos con mayor incidencia de contagios por COVID-19 en el momento de la investigación, devolvió resultados similares a los encontrados en Granma y la Mesa Redonda, aunque con algunas particularidades.
Se analizaron los siguientes medios: Guerrillero (Pinar del Río), Tribuna de La Habana (La Habana), Vanguardia (Villa Clara), Escambray (Sancti Spíritus), Invasor (Ciego de Ávila), Sierra Maestra (Santiago de Cuba) y Venceremos (Guantánamo). Al igual que en el caso de los medios nacionales estudiados, la mayoría de los periódicos provinciales presenta una mayoría de los trabajos sobre COVID-19 en la primera etapa, también con un pico de publicaciones entre abril y mayo (figura 5), independientemente de cuáles fueron las tasas de incidencia de la enfermedad para esa etapa, en cada territorio.
Pero cuando se cruzan la intensidad de las coberturas de las etapas posteriores con las tasas de incidencia de la pandemia en cada caso, se pueden apreciar otros diferenciales (figuras 6, 7, 8, 9, 10, 11 y 12).
En el caso del periódico Guerrillero, se aprecia cómo el hecho de presentar una segunda etapa de alta incidencia de la COVID-19 en el territorio pinareño no tuvo igual respuesta en cuanto a trabajos publicados (figura 6). Mientras, en Tribuna de La Habana, puede inferirse una suerte de “cansancio informativo” hacia la tercera etapa, poco consistente con la escalada de los casos positivos en la capital en ese momento (figura 7).
Los tres periódicos estudiados en la región central ―Vanguardia (figura 8), Escambray (figura 9) e Invasor (figura 10), de las provincias de Villa Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila, respectivamente― evidencian correspondencia entre el volumen de trabajos dedicados a la pandemia en cada etapa y la evolución de las tasas de incidencia.
Es interesante cómo estos tres medios de comunicación, que destacan a nivel nacional como productores de un excelente periodismo en profundidad, también mostraron muy eficaces y pertinentes coberturas de la COVID-19, lo cual confirma la presencia de dos mediaciones culturales, en este caso:
Especialización alcanzada por los profesionales de esos medios en temas vinculados al ejercicio del periodismo investigativo o en profundidad, lo que permite habilidades para el abordaje de la pandemia, como, por ejemplo, en la comprensión de indicadores estadísticos diversos.
Rutinas productivas flexibles al interior de esos periódicos que facilitan el acceso a fuentes de información diversas y la adaptación para el enfrentamiento a coberturas periodísticas de alta complejidad, como esta contingencia sanitaria.
En tanto, los periódicos Sierra Maestra (figura 11) y Venceremos (figura 12), de las provincias de Santiago de Cuba y Guantánamo, respectivamente, muestran una desarticulación de las coberturas con la situación epidemiológica. De una segunda etapa en la que tuvieron tasas de incidencia casi cero, pero se mantuvo la información sobre la pandemia, se transita a una tercera etapa de altísimas tasas de incidencias, donde la intensidad de la cobertura de prensa no es directamente proporcional a esa situación.
En el caso de algunos de estos periódicos territoriales, contar pronósticos fiables del comportamiento de la pandemia para la tercera etapa tampoco generó en todos los casos un incremento inmediato, ni similar, en la intensidad de las coberturas, como puede apreciarse en la figura 13, que muestra los trabajos publicados por meses, en cuatro medios seleccionados, en comparación con los pronósticos matemáticos para las provincias de referencia en esa etapa (figuras 14, 15, 16y 17).
Si bien el periódico Guerrillero (Pinar del Río) muestra una recuperación del tema en diciembre, que se mantiene en niveles similares en enero, a pesar del pronóstico de un incremento brusco de personas confirmadas, al igual que Tribuna de La Habana; los periódicos Invasor (Ciego de Ávila) y Sierra Maestra (Santiago de Cuba) sí muestran un crecimiento significativo de la cobertura entre diciembre y enero, consistente con el incremento del pronóstico de sus tasas de incidencia.
Tematización: una agenda generalizadora
Otro elemento que destaca al analizar las coberturas sobre COVID-19 de los medios seleccionados es la coincidencia temática de sus agendas editoriales. La figura 18 muestra un resumen de los principales temas vinculados a la pandemia publicados en cada etapa. En este sentido no se encontraron grandes diferencias entre los medios de prensa, independientemente de su alcance nacional o territorial.
En la primera etapa de análisis las mayores insistencias de las agendas editoriales se concentraron en la actualización de la situación epidemiológica, los mensajes de prevención y la divulgación de las medidas y protocolos de enfrentamiento, entre otros temas (figura 18). Sin embargo, si bien en la segunda y la tercera etapa estos temas se mantienen en agenda, también comienzan a ganar fuerza las publicaciones vinculadas a el estado de avance de los candidatos vacunales, cubanos o no. Esto ocurre en todos los medios estudiados.
Sí se aprecian algunas diferencias en cuanto a la profundidad de los abordajes. En general, a excepción de los periódicos de la zona central del país y de la Mesa Redonda, el énfasis de las coberturas ha sido más informativo-interpretativo, que de análisis más profundo.
Según la literatura especializada, la construcción de la percepción de riesgo puede verse disminuida por la propia seguridad que ofrecen los Estados, políticas sociales, etcétera, para el enfrentamiento y solución de la crisis, ya sea sanitaria, climatológica o de otro tipo (Lima Pereira & Tullo, 2017). Es decir, la persona piensa que si enferma lo salvarán los médicos, sobre todo en un contexto como el cubano, con eficacia probada de la respuesta del Sistema de Salud y bajas tasas de letalidad frente a la pandemia.
Igualmente, a nivel psicológico, un comportamiento común es pensar que “a mí no me tocará, porque soy una persona saludable”. Ejemplos de estos comportamientos están bien documentados en Cuba en análisis asociados al VIH/sida y el dengue.
Los medios de prensa estudiados, en ocasiones, han reforzado esos mensajes al no conseguir equilibrio entre la cobertura de los avances en terapias, tratamientos de impacto o resultados de las vacunas, por solo poner algunos ejemplos, y la urgencia de mensajes que fortalezcan el cumplimiento de las medidas y el cambio de comportamientos de manera permanente y no hasta que la contingencia sanitaria pase. El incremento de informaciones acerca de la cercanía de la vacuna cubana también ha funcionado en ocasiones como elemento desmovilizador ante la construcción de la percepción del riesgo.
En ese sentido, tampoco ayuda que las coberturas de los medios de prensa no focalicen en públicos específicos, aun cuando los estudios sociodemográficos de las personas confirmadas revelan que no en todos los territorios el virus afecta de maneras similares a las personas según su grupo de edad (Colectivo de autores, 2020).
Conclusiones
En relación con el análisis realizado desde las propuestas de la comunicación sobre población, las principales conclusiones apuntan a:
La cobertura de la COVID-19 en Cuba ha tenido datos, estadísticas, fuentes científicas e historias humanas. Como nunca antes los medios de información tuvieron que reinventarse para trabajar en una contingencia sanitaria retadora, por lo desconocida, pero también debido a las presiones que significó en términos de riesgo para la propia seguridad de los equipos de prensa.
Este desafío ocurrió en un momento donde convergieron en el escenario comunicativo otros temas impostergables de alta sensibilidad nacional, tanto en materia económica como ideológica, lo cual puso a la dirección del país ante la necesidad de modificar las agendas editoriales de los medios, para ajustarlas a contingencias excepcionales.
Se confirma la presencia de mediaciones políticas y culturales en el proceso de contrucción de información sobre la pandemia en la prensa. Las políticas están vinculadas a la jerarquización externa de las agendas editoriales, que a veces no ayuda a mantener un seguimiento sistemático de la pandemia en consonancia con sus niveles de incidencia en Cuba y sus territorios. Otras mediaciones culturales como la organización de las rutinas productivas de los medios y la especialización profesional resultan habilitantes en el caso de las coberturas sobre COVID-19.
No existe una segmentación de mensajes por tipo de públicos, de soportes comunicativos y de territorios, teniendo en cuenta las particularidades de la situación sanitaria en cada caso.
En ese sentido, los resultados de este estudio confirman la necesidad de construir protocolos o estrategias comunicativas integrales y flexibles, que puedan coexistir durante largos períodos de tiempo, sin desmovilizar a las audiencias en relación con uno o varios temas específicos.
En particular, se apunta a la necesidad de herramientas comunicativas para construir una nueva normalidad, no para recuperar la vida prepandemia. Ello implica apostar por cambios de comportamientos a nivel individual de manera permanente, ahora frente a la COVID-19, pero que funcionen para cualquier otra contingencia similar en el futuro.
Aunque analizamos cuantitativamente el comportamiento de algunos medios seleccionados, esta investigación también incorpora resultados de la observación directa de los comportamientos de la población, pues el CEDEM, en tanto equipo asesor de los observatorios demográficos en todas las provincias, tuvo la posibilidad de recorrer el país durante la pandemia y medir elementos asociados a la percepción del riesgo.
Algunas recomendaciones
Se confirmó la necesidad de diseñar una estrategia integral para el seguimiento mediático de la COVID-19 ―u otras contingencias similares―, que articule no solo a la prensa, sino también a otros espacios comunicativos y que apueste a su mantenimiento a largo plazo, sin baches o vacíos informativos.
Cada cambio de protocolo o de fase debe acompañarse de indicaciones para articular procesos de comunicación que incorporen la novedad del contexto sanitario, sin desmovilizar aquellas medidas que deben mantenerse. De hecho, a medida que se avanza hacia el control de la enfermedad, se deben generar mensajes atractivos sobre lo que no se debe desmovilizar.
Acompañar cualquier proceso comunicativo de estudios de audiencia que contribuyan a “corregir el tiro” y ofrezcan elementos sobre los mensajes que funcionan y los que no lo hacen.
Trabajar en formatos comunicativos creativos, partiendo de la información que se conoce, incluso en términos predictivos. Articular la creatividad con el conocimiento de la contingencia sanitaria para no enviar mensajes erráticos o contradictorios con relación al contexto concreto.
Tener en cuenta el desplazamiento de las audiencias a las plataformas digitales y las redes sociales. Recurrir más a recursos como bots, carteles, infografías o memes, que facilitan una rápida multiplicación de la información. Más de 6 millones de cubanos están conectados a internet a través de los móviles, algo que es consistente con resultados de acercamientos previos.
No se trata de generar una paranoia colectiva o desatar una sicología social que apunte al miedo, pero no es posible construir una actitud responsable sin el debido conocimiento del tema y la comprensión del riesgo real.