Introducción
El origen de la Historia del Arte se encuentra vinculado al periodo de la Ilustración. Fue específicamente en 1764 cuando apareció el primer volumen de esta materia, titulado Historia del Arte de la Antigüedad, obra escrita por el esteta alemán Winckelmann (1717-1768). Este libro, pese a sus numerosos errores, fue el primero en abordar la evolución del Arte Griego y, su importancia radicó en «iniciar» al hombre en la comprensión de los complejos entramados de la producción artística.
A mediados del siglo XIX se abrió una nueva etapa para la comprensión de la Historia del Arte, sobre todo en las universidades alemanas al concebir esta disciplina con criterio didáctico y como componente sustancial del conocimiento de los egresados.
El marxismo tuvo una enorme influencia en las teorías sobre el arte y la estética del siglo XX. El marxismo despojó la comprensión y el estudio de la Historia del Arte de la mística presente hasta ese momento en los discursos e interpretaciones «artísticas», principalmente establecidos desde concepciones fenomenológicas, positivistas, existencialistas, pragmáticas, irracionalistas, etc. En síntesis:
Los teóricos marxistas comprobaron que el arte pertenece a la superestructura y como tal, está determinado por los condicionamientos sociales e históricos y fundamentalmente, por la estructura económica, que es la base real de la sociedad.
El arte es un reflejo de la realidad social y también forma parte de la ideología, por lo que es utilizado por las clases dominantes para justificar la estructura económica imperante.
Para Engels, el arte podía ser liberador en la medida en que podía fomentar el proceso revolucionario. La condición del arte no está aquí contrapuesta a la práctica, sino que la fundamenta y deshace al arte como mero producto para la contemplación.
A partir de la concepción de Marx y Engels la Historia del Arte adquirió un carácter científico, y se logró esclarecer su evidente fundamento con la cultura material y espiritual de la sociedad.
Por un considerable tiempo el tratamiento académico de la Historia del Arte se redujo al estudio de la Historia y Apreciación de las Artes Plásticas. Con ello no solo se delataba una marcada incongruencia entre su cometido -enseñanza de las artes en general: danza, teatro, música, artes plásticas, visuales, etc.- y el nombre de la disciplina; sino que se relegó a planos interiores el resto de las manifestaciones artísticas. En la actualidad esta insolvencia se ha resarcido a partir del estudio de la historia y apreciación de cada una de las manifestaciones artísticas, como vía de particularizar y profundizar en los contenidos específicos de los lenguajes expresivos de las artes.
El proceso de enseñanza de la «Historia y Apreciación de las Artes» en la Educación Superior posee una importancia cardinal. Su impartición obedece a la finalidad de conformar en los estudiantes conocimientos de disímil índole, sobre todo en las ciencias sociales, humanísticas y artísticas. Como disciplina y asignatura, estas poseen particularidades que las tornan distintivas dentro de los planes de estudios, pues en su enseñanza o impartición posee una particular importancia el uso de los medios audiovisuales, así como de visitas a museos y galerías, siempre que sea posible y el objetivo de estas se encuentren en armonía con los objetivos de la clase.
Se hace pertinente recordar que la inclusión de la Historia de las Artes en los planes de estudio de las carreras de arte, ciencias sociales y humanísticas no ha sido fortuita, pues a través de ella se modelan, regulan en los estudiantes los conocimientos necesarios para la comprensión socio-histórica y evolutiva del arte como fenómeno social y humano. En este proceso es medular importancia la apreciación como proceso de sensibilización, valoración e interpretación del producto artístico resultante.
En su fundamento, el estudio del arte es tan importante para la formación cultural y artística del hombre, que no existe universidad que no contemple dentro de sus planes de estudio y formación curricular la enseñanza de esta disciplina académica, sobre todo en las esferas humanísticas o especializadas en artes. Su impartición en carreras como: Arquitectura, Diseño, Licenciatura en Artes Plásticas, Periodismo, Licenciatura en Letras, Licenciatura en Estudios Socioculturales, etc., así lo corroboran.
Por la importancia que la enseñanza de esta disciplina posee en lo estudios universitarios, es que el autor de la presente exposición dirige su objetivo a analizar la importancia de la enseñanza de la «Historia y Apreciación de las Artes» en la Educación Superior.
Desarrollo
La pertinencia de la inclusión de la Historia del Arte en la universidad se justifica por el hecho de ser esta disciplina indispensable para la adquisición de conocimientos válidos sobre las artes. En este sentido, Ojeda (2012), acota “la Historia del Arte es una disciplina autónoma con sus propios objetivos y métodos. El objeto de estudio de esta materia es la obra de arte como producto resultante de la inteligencia, creatividad y actuación humana en diálogo permanente con el tiempo y el espacio, que se expresa con sus propios códigos y enriquece la visión global de la realidad y sus múltiples formas de hacerse manifiesta. Al mismo tiempo, por la complejidad de factores que confluyen en la creación artística, se relaciona profundamente con otras áreas de conocimiento y campos de actividad”. (p. 45)
La Historia y Apreciación del Arte posee estrecha relación con otras ramas del conocimiento como la filosofía, la estética, la arqueología, la antropología sociocultural, la historia -social y económica, etc. Estas ramas del saber ponderan su enfoque integrador a partir del estudio del arte desde una perspectiva amplia y holística.
De forma general, el estudio de la Historia y Apreciación del Arte se enfoca hacia los aprendizajes de los lenguajes propios de las manifestaciones artísticas para propiciar en los estudiantes un amplio espectro de capacidades y habilidades profesionales. En relación con ello, Ojeda (2012), precisa que “el estudio de la Historia del Arte ha de aportar al alumno los conocimientos necesarios para el análisis, interpretación y valoración de las obras de arte a través del lenguaje de las formas y del pensamiento visual”. (p. 46)
Los conocimientos que los estudiantes aprenden y aprehenden a través del estudio de la Historia del Arte se reflejan en una elevada cultura artística como componente de su formación integral. A juicio de Taquechel, et al. (1988), la cultura artística es entendida como “conjunto de valores, productos generales y modos de la actividad propiamente artística; es decir, de la aprehensión, reflejo y transformación artística del mundo por parte del hombre (la cual se caracteriza por la percepción sensible como recurso primario y la búsqueda y recurrencia a lo estético, conservando las propiedades generales de la cultura espiritual)”. (p. 15).
Con la enseñanza de la Historia del Arte no solo se tributa a la cultura artística, sino que se contribuye a la educación por el arte, definida esta a juicio de Torres (2008), como “encaminada a la formación total del hombre y de sus facultades creadoras en la diversidad de manifestaciones artísticas, que toma lo eidético, lo estético, lo sensible, la experiencia estética visual y no visual, el entorno, el juego, la cultura popular y los patrimonios, y ubica al arte como base de equilibrio interior, como medio de satisfacción de las necesidades creadoras y como fuente de conocimiento en el proceso escolar, extraescolar y extradocente”. (p. 23)
En Cuba, la enseñanza de la Historia y la Apreciación del Arte en la universidad se realiza sobre las bases del materialismo dialéctico. Ello permite la comprensión del fenómeno artístico en correspondencia con el pensamiento, la ideología y las condiciones sociales y culturales que gestaron la creación artística en una época determinada.
Durante décadas el estudio de la Historia del Arte -por extensión la Historia y Apreciación del Arte- en la universidad cubana se estableció sobre la base de la comprensión evolutivo-lineal del arte, premisa que se afianzó como invariante en su enseñanza. El advenimiento en el siglo XX de las vanguardias y la posmodernidad tornó complejo no solo el escenario del arte, también su comprensión y enseñanza en los centros docentes. Ello no solo estuvo dado por el reto intelectual que acarreaba el estudio al unísono de los estilos y las tendencias que, en breve lapsus tempore, se sucedían; sino por la complejidad de análisis que los diversos fundamentos y posturas -desde lo filosófico, artístico, sociológico y cultural- entrañaban.
Una de las principales limitaciones que el presente afronta la enseñanza de la Historia y Apreciación de las Artes en la universidad, radica en la falta de consenso teórico, fundamentalmente del arte finisecular del XX y el producido en los primeros años del siglo XXI. Ello está dado por el estudio de tendencias cuyo fundamento teórico aún no ha sido académicamente concertado y que en la actualidad constituye fuente para debates en los círculos académicos y de crítica especializada.
El estudio del arte contemporáneo como actividad de deleite estético encierra en la actualidad una complejidad mayor. La obra contemporánea establece una nueva condición que exige competencias intelectuales más agudas en los estudiantes: la apropiación o interiorización de mensajes exprofeso -en muchos casos herméticos- que el artista ha vertido en las producciones. En virtud de ello, el receptor debe autogestionar conocimientos sobre la base de sólidas habilidades que le permitan apreciar, decodificar, valorar e interpretar los mensajes contenidos en las creaciones artísticas posmodernas.
A lo anterior se une el hecho referido por Flores (2003), quien expone como una de las principales falencias de la enseñanza de la Historia y Apreciación de las Artes en la universidad -sobre la base de lo aprendido en los niveles educacionales anteriores-, que “el arte, como lenguaje, no ha sido explotado en la mayor parte de las escuelas, precisamente por considerarse una asignatura de menor importancia. Se acepta que el arte es un canal para ejercitar el pensamiento creativo y las necesidades de expresión de los jóvenes. Sin embargo, se carece de suficientes proyectos tanto académicos como recreativos que sean respaldados por convenios entre instituciones para fomentar dichas experiencias y canalizar positivamente la energía de los adolescentes en aras de una mayor calidad de vida”. (p. 5)
En función de resarcir carencias anteriores, a su entrada a la universidad los estudiantes reciben una enseñanza de la Historia y Apreciación del Arte sobre la base del desarrollo de destrezas y competencias de utilidad para el ulterior ejercicio profesional: habilidades del pensamiento lógico, del trabajo con fuentes escritas, gráficas, de expresión oral, escrita, etc. Con tal conglomerado de prácticas no solo se refuerza la comprensión del fenómeno artístico, sino que se desarrollan y afianzan los juicios valorativos y críticos de los estudiantes sobre las realidades artísticas en vínculo con el devenir humano. Además, es importante referir que esta área del conocimiento, como componente de la Educación Artística, es de vital valía para el cultivo de la sensibilidad. Al respecto, Seijas (2011), acota:
“Esta área del conocimiento, es significativa en la sensibilización de los sentidos de la visión, el tacto, el oído… La memoria y la imaginación de los educandos son estimuladas para archivar lo visto, lo oído, lo palpado por medio de imágenes visuales, táctiles, auditivas o poéticas que ayudan a descifrar y a interpretar el mundo real”. (p. 10)
Por otra parte, con la impartición de la Historia y Apreciación del Arte se contribuye a la educación estética de los estudiantes como premisa y fundamento de la educación socialista. Al respecto ello, Estévez (2014), precisa que “i se acepta que la educación estética opera como un ente integrador de la conciencia (en virtud del carácter universal de los valores), entonces su finalidad será la conformación integral de un hombre que, necesariamente, será nuevo. Este es, por cierto, el concepto más amplio de la educación estética, y, por ende, de la condición de la personalidad estéticamente desarrollada”. (p. 18)
Con ello, por consiguiente, se tributa directamente al cultivo del gusto estético; una categoría compleja y de fuerte fundamento sociocultural e histórico, que Curbeira & Urra (2012, p. 45) refieren como la “cualidad, forma o manera que hace que algo al ser percibido cause placer estético”.
El papel que en las clases de «Historia y Apreciación de las Artes» poseen las actividades de crítica -a partir del análisis de producciones álgidas- propicia la aprehensión de lo bello como categoría rectora de la estética sobre la base del proceso vivencial que se establece en el enfrentamiento estudiante-obra, y que está mediado por la comunicación y el enjuiciamiento exegético. Este proceso posee la particularidad de tornar al estudiante en receptor de experiencias estéticas inusitadas.
Como proceso dentro de la impartición de la «Historia y Apreciación de las Artes», la crítica se encuentra indisolublemente ligada a la apreciación, esta última es entendida como una compleja actividad que se justifica y orienta al desarrollo de habilidades valorativas. Respecto a ella, Morales Artero (2001), expone que “el término apreciación recoge todas las actividades de aproximación responsivas al arte y las obras de arte, que configura la interpretación, el análisis, el disfrute o toda manera de experiencia estética. También se puede entender como sinónimo de respuesta, interpretación, enjuiciamiento, análisis, valoración, etc”. (p. 80).
La apreciación artística es siempre un ejercicio intelectual de búsqueda en el pasado, por lo que al apreciar una obra de arte los datos que dan salida a cada interpretación constituyen elementos de valor para el ejercicio del criterio. En esa búsqueda del pasado, la enseñanza de la Historia del Arte es insustituible, pues dota a los estudiantes de los conocimientos necesarios para enriquecer sus juicios desde los vínculos artista-obra de arte-sociedad.
Los actos de valorar o apreciar una obra de arte suelen erróneamente confundirse con la mera descripción. Sin embargo, el término apreciación artística va mucho más allá de la delineación de lo visto u observado; va hacia la búsqueda profunda de todo cuanto la obra pueda aportar, o sea, a la comprensión total del fenómeno artístico. En este proceso el espectador tratará de develar mediante el examen exhaustivo de la obra, la comprensión integral de la creación artística y las relaciones intrínsecas que la unen a la época, el estilo, el movimiento, etc. De esta forma el acto de valorar se convertirá en un modo más de crear.
Es pertinente señalar que el desarrollo de actividades de apreciación artística potencia múltiples habilidades intelectuales, pues la complejidad que el hecho de apreciar encierra, así lo presupone. Al respecto, Montoto & Cespón (2011), han precisado que “la habilidad de apreciar tiene dentro de sus acciones a otras habilidades como la valoración. Esta es el punto culminante que garantiza el verdadero disfrute estético, pues no llega a apreciar el arte si el espectador no logra la caracterización adecuada de la obra; establece correctamente los criterios de valoración (valores), compara el objeto con los criterios de valor establecidos, y, por último, elabora los juicios de valor acerca de la obra apreciada, tomando partido a partir del gusto estético como categoría”. (p. 16)
En toda valoración o apreciación artística el planteamiento intelectual que el proceso plantea, excluye del espectador la actitud pasiva ante la obra. Es el estado activo del pensamiento del observador el que posibilita constantemente que este se plantee como interrogantes: ¿cuál es su tema?, ¿quién es su autor?, ¿a qué género pertenece?, ¿qué elementos expresivos o conceptuales aloja?, etc. Ello favorece la búsqueda de respuestas como solución a tales incógnitas y, solo cuando el espectador halle la mayor cantidad de respuestas a las cuestiones por él planteadas, su disfrute y deleite será mayor.
Es pertinente acotar que, en la apreciación artística de una obra de arte, la decodificación de la información depende, en sumo grado, de los conocimientos y las experiencias acumuladas por el receptor. De hecho, la comprensión del lenguaje de las manifestaciones plásticas y la interpretación del significado de los signos y símbolos, requiere del conocimiento previo de las reglas y principios a partir del cual se organiza el enunciado artístico en la obra. Las tipologías del signo y la complejidad de su articulación en las imágenes artísticas, casi siempre exhortan a la búsqueda de estrategias personales de lecturas o métodos particulares de apreciación que no pueden originarse desde la inmediatez. Todo ello se enseña desde el análisis crítico de obras de arte en vínculo con el progreso del arte y su exégesis desde lo socio-histórico y cultural.
A su llegada a la universidad, los estudiantes que reciben la enseñanza de la apreciación de las artes, manifiestan un marcado interés que se fundamenta en lo atractiva que les resulta la asignatura a partir de su componente audiovisual. A ello contribuye el tratamiento que, sobre el proceso de apreciación artística, realice el docente. Al respecto, Montoto & Cespón (2011) acotan que “el docente debe trabajar en clases, la habilidad apreciar, cumpliendo todas las acciones que ella conlleva e introducir con el empleo de obras diversas y con un tratamiento formal y conceptual asequible al nivel inicial de los estudiantes, teniendo en cuenta los parámetros establecidos para la habilidad valorar”. (p. 21)
Conclusiones
La disciplina «Historia y Apreciación de las Artes» en la Educación Superior, posee una marcada importancia en la conformación de la cultura artística y humanística, crítica y apreciativa de los estudiantes con respecto al arte y las creaciones humanas. A través de ella se estimulan los aprendizajes y se contribuye al cultivo de la sensibilidad como fundamento esencial de lo humano.
La articulación de la enseñanza de la historia del arte (desde análisis que involucren lo social, histórico y cultural) con la apreciación artística es suma importancia para la aprehensión de conocimientos (de manera holística y específica) de los contenidos por parte de los estudiantes. A la vez, con ello se posibilita la integración de los saberes de forma transdisciplinar (en mayor grado con las disciplinas y asignaturas de las ciencias sociales, artísticas y humanísticas).