Introducción
Los inicios del año 2020 trajeron la pandemia del SARS-Cov-2 a Cuba y con esta, la batalla en la que se avanza con las vacunas de producción nacional, unida a una hazaña sanitaria sin precedentes en el país.1 Adicionalmente se produjo la modificación de algunos procesos universitarios habituales, con la reducción del ritmo de crecimiento de otros durante casi dos años. Se quedaron pendientes tareas que necesariamente deben acompañar a la universidad, obligar a un proceso de desaprender y reaprender, así como a tomar las medidas necesarias para impedir que se repitan errores cometidos en el pasado.
Cuando se tiene la intencionalidad de realizar proyecciones en la reorganización de los procesos universitarios en lo que se ha denominado “una nueva normalidad”, es necesario, ante todo, interiorizar que en el mismo medio de la urgencia epidemiológica y de las múltiples tareas de gran prioridad para el país, el 22 de marzo del año 2021, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez presentó su tesis doctoral. En esta última fundamenta el sistema de gobierno basado en ciencia e innovación para el desarrollo sostenible del país,2 se establecen el “alcance, los principios y componentes orientados a la conducción de la visión de la nación” y se trazan pautas con una visión holística, que se ajustan, en lo particular, como aquí se entiende, a la educación médica superior.
Ese hecho define, no solo el pensamiento científico de quien lo llevó a cabo, sino el diáfano ejemplo que obliga a la reflexión, especialmente de los que dirigen procesos universitarios, un desafío en el campo de las ideas y la práctica formadora.
Para ello, se impone transformar la forma de pensar de los que no se han sumado aún a ese pensamiento y su aplicación en los procesos sustantivos de las instituciones universitarias. Solo así podrán obtenerse cambios organizacionales positivos al advertir que no se trata de reclamos, sino de compromisos de construcción de universidades de elevada pertinencia que es imprescindible alcanzar, en especial, en las instituciones del Sistema de Salud en el país. En función de las anteriores reflexiones, el objetivo del trabajo fue exponer con un enfoque holístico, recomendaciones que contribuyan a la construcción de universidades desarrolladoras en el sistema de salud.
Desarrollo
Dado el rol que deben desempeñar las universidades médicas, el tema objeto de análisis constituye una tarea de obligada atención por los profesionales del sector de la salud. Se trata de un campo de estudio débilmente tratado en la producción científica y para la presente propuesta se tomaron como base las actuales políticas gubernamentales, desde el pensamiento del presidente de la República, Dr.C. Miguel Díaz Canel Bermúdez, quien ha demandado un papel protagónico del vínculo universidad-gobierno2 para potenciar las innovaciones que requiere el país en su desarrollo. Se partió además de los resultados de las investigaciones más recientes de los autores que se vinculan con los procesos de formación profesional y su integración con la investigación científica.
En su artículo ¿por qué necesitamos un sistema de gestión del Gobierno basado en ciencia e innovación?,3 el presidente de la República reflexiona sobre la necesidad de encaminar acciones que permitan potenciar el papel de la ciencia en el modelo de desarrollo del país. El alto dignatario cita referentes que establecen que a pesar de que se cuenta con una cantera significativa de recursos humanos con valores robustos y elevada capacidad científica, aún no se obtienen los impactos necesarios en la sociedad y la economia. Precisa además, como núcleo esencial, lo que califica como los pilares del gobierno: la necesaria priorización de atención al uso de la comunicación social, primordial para el logro del empoderamiento de los ciudadanos y su participación activa en el desarrollo, la informatización de todos los procesos en la facilitación del análisis, procesamiento de la información y la toma de decisiones. También en el empleo de la ciencia y la innovación como sustento esencial de la eficacia en las acciones de gobierno, elementos que en este artículo se consideran aplicables a todas las esferas en el país y en especial a las universidades del Sistema Nacional de Salud.
Al dar seguimiento a esos retos con una visión integradora, resulta necesario reconceptualizar la dinámica universitaria y desterrar rutinas que no conduzcan a la excelencia de los altos centros de estudio, en el reconocimiento y accionar desde la creatividad, en el fomento del pensamiento científico.
Las universidades deben mostrar capacidades para el crecimiento de sus relaciones internas y externas, sin dudas, de tanta importancia como las estructuras con que se definen institucionalmente para el desarrollo de sus propósitos. En ese sentido, como citan Díaz-Canel y otros4 en el plan para el desarrollo del país hasta 2030, se definen orientaciones estratégicas para la educación superior. Se precisa, entre otros, el fortalecimiento de ciencia e innovación, de la formación doctoral, del perfeccionamiento de la formación de pregrado y la transformación del posgrado, del mejoramiento de la divulgación científica, así como la contribución a los cambios del modo de dirección y la introducción de nuevos métodos de gestión y administración.
En estos centros, docencia, investigación y extensión son tres variables a las que debe dirigirse, de manera integrada, su labor esencial.5 Para ello, los decisores deben centrarse en acciones transformadoras desde proyecciones innovadoras contrarias a esquemas cercanos a la inmovilización de los procesos y al esquematismo en su ejecución, elementos, estos últimos, que constituyen enemigos de la formación de capacidades. Son además aliados de una visión, muchas veces derivada del modelo cognitivo de funcionarios y directivos académicos, que reduce la complejidad de la enseñanza superior y del sistema de salud, cuando debe percibirse la educación superior en su carácter de totalidad y “como gestora cultural de la formación” universitaria.6
Es imperioso concebir una universidad en que se muestre una integración real y efectiva de las categorías antes citadas, y donde ninguno de esos eslabones constituya solamente un elemento lateral que no se considere sustancial en la supervivencia de la institución con los propósitos que dictan. Además de las disposiciones estatales, la lógica del desarrollo del país y los principios enunciados por los más prestigiosos referentes7) en la educación médica cubana.
Los procesos universitarios deben aproximarse a un enfoque de la gestión científico investigativa y la innovación como uno de sus componentes cardinales que constituya un eje transversal en la formación como elemento dinamizador de estos.8) Es necesario empeñarse en programas que no solo recapitulen, sino logren una renovación del aprendizaje que debe llegar al profesorado y a los directivos que deben sustentar el éxito de su labor en el seguimiento del principio de la educación médica que concibe integrada la investigación a la docencia y a la asistencia en salud.
Desde la certeza de que solo la precisión del problema puede conducir a su solución, se impone considerar que una dirección certera hacia una universidad desarrolladora debe mostrar el ejercicio de un liderazgo en el que, como enfatizan Veranes y otros,9 se compartan valores, creatividad, ejemplaridad, iniciativa, ética y trabajo en equipo.
Así, se requiere del reconocimiento y atención de los directivos universitarios a los principales órganos científicos en su contexto docente-asistencial, entre los que figuran consejos y sociedades cientificas. Esas entidades son encargadas del asesoramiento en ciencia, tecnología e innovación, así como elementos clave en los que actúan los profesionales de mayor competencia y proyección en ciencia e innovación.
Esos órganos precisan del seguimiento continuo de sus acciones y desarrollo sobre la base del diálogo pertinente entre los principales representantes de la academia y la ciencia con los decisores, desde la demanda de estos últimos y las competencias y proyecciones de aquellos “cerebros” colectivos, y en consecuencia, en la búsqueda de la solución de los principales problemas de salud y al desarrollo de la ciencia en el sector.
Un frente obligado desde su carácter prioritario es la gestión de conocimientos, elemento indispensable en los contextos universitarios.10,11,12,13) La construcción de ese activo intangible será fragmentada si las investigaciones se producen de manera aislada por profesionales que solo intenten dar respuestas a la obtención de categorías académicas y especialidades médicas. De igual manera si los docentes no forman parte de equipos de trabajo cientifico activos desde las disciplinas académicas y otras formas de organización docente y asistencial.
El conocimiento que se produce debe ser captado, procesado y documentado institucionalmente para su empleo en el desarrollo universitario y en los beneficiarios de las acciones de esos centros. Es preciso fortalecer los saberes de directivos y claustros y abrir posibilidades a la creatividad y a la innovación como rasgos de la cultura que caracterizan estos procesos profesionales.
Pero la cultura científica profesional en investigadores, docentes, directivos y otros, no se alcanza de manera espontánea, esta precisa de su construcción dialéctica en investigaciones de avanzada, así como en un proceso que transite de la aprehensión contextual a la apropiación y generalización de esa cultura.
Ribadeneira y otros,14 afirman que la esencia de la formación, de esa cultura que se cita, es la intencionalidad científica, proceso que solo se da en los que muestran una práctica consecuente como parte del desarrollo de su identidad cultural. No pensar y accionar de esa manera, como condición sine qua non de los que dirigen los procesos, se traduciría en una débil contribución de la universidad al cumplimiento de sus objetivos estratégicos para dar respuesta a las demandas de la nación.
Esa necesaria cultura profesional debe considerarse diferenciada de la comprensión pública de la ciencia15 y debe soportarse en la potenciación global de un pensamiento científico, condición esencial que permite al sujeto trascender, al encontrar categorías que expresan movimientos y relaciones en una lógica dialéctica.
El que antes se refiere es un proceso que, en las universidades, precisa de un fuerte respaldo institucional desde la internalización de los objetivos a desarrollar. No solo se trata de “entender” la necesidad de modificar la forma de pensar. Internalizar es un proceso psicológico sobre el que el célebre psicólogo ruso Vygotski16 afirmaba que se sintetiza en “la reconstrucción interna de una operación externa”. En el proceso formativo en la educación médica superior, la improvisación puede producir tropiezos de elevado costo que solo se evitan con una proporcionada preparación académica y la visión holística de quienes conducen los procesos. Como alertaba el filósofo, sociólogo y periodista italiano Antonio Gramsci en sus cuadernos:17“El error del intelectual consiste en creer que se puede saber sin comprender y, especialmente, sin sentir y ser apasionado”.
En concurrencia con las ideas anteriores, el Dr.C. Carlos A. Cabal Mirabal, miembro de mérito de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC), en un encuentro con el presidente de la República Miguel Díaz Canel Bermúdez, apuntaba que cuando la dinámica de los acontecimientos de la ciencia es lenta, esto se da, entre otros problemas, por la falta de conocimiento, sensibilidad y comprensión de su papel.18
Varios son los factores que pueden afectar sensiblemente el prestigio universitario, entre estos la inexistencia de programas para la gestión organizacional del conocimiento, la falta de atención al desarrollo de la cooperación nacional con universidades médicas y de otras enseñanzas, así como debilidades en el desarrollo de la internacionalización con centros de investigación y universidades extranjeras.19,20) Esta última una tarea que en ocasiones se vincula con la cooperación que brinda el país en el orden sanitario sin asociarlo al área académico-investigativa, tanto en la colaboración para la formación doctoral, la generación de conocimientos y la producción científica, como para el desarrollo de innovaciones, trasmisión e introducción de nuevas tecnologías con vinculación al trabajo en redes.
Una inadecuada gestión universitaria se vincula también, entre otras insuficiencias, a debilidades en la informatización de los procesos en esos contextos, la inexistencia de bases de datos de alta visibilidad y reconocimiento, así como de revistas propias con un consecuente nivel de indexación en las plataformas cientificas.
En este sentido resulta imprescindible el conocimiento y actualización sistemática de directivos y funcionarios en gestión científico investigativa, el intercambio periódico con doctores en ciencias y profesores consultantes, así como la implementación de programas que integren la formación profesional con el desarrollo de investigaciones dirigidas a integrar formación e investigación.
Se impone la formación y certificación de tutores, un área imprescindible, pero poco atendida en estos contextos universitarios.21 Asimismo ha de fortalecerse la labor extensionista a través de proyectos locales que se coordinen o en los cuales participe la universidad en acciones conjuntas con otros actores en contextos definidos con el diseño y ejecución de proyectos comunitarios de investigación. En estos últimos debe buscarse la solución de los problemas desde la construcción de conocimientos; un elemento que se fortalece actualmente en el país1 en el enfoque de estrechar la vinculación de la ciencia desde la gestión gubernamental con la intervención activa de las universidades.
La gestión hacia el éxito de una universidad requiere de la conducción sistemática de procesos participativos, consensuados, que permitan acercarse a los problemas y necesidades reales de desarrollo de los centros universitarios. Un enfoque dirigido no solo al seguimiento de las demandas de los organismos centrales y del alcance de los estándares para la certificación de calidad de estas instituciones, sino del liderazgo que muestre la integralidad de una elevada competencia, un pensamiento científico que favorezca la proyección estratégica y la ejecución exitosa de procesos innovadores y transformadores.
Consideraciones finales
El éxito en el desempeño de una dirección universitaria y en consecuencia, el prestigio de una universidad médica, depende de la conducción científica de los procesos que necesariamente deben formar parte insoslayable de su identidad. Para ello es preciso que sus actores se proyecten estratégicamente bajo una dirección de elevado liderazgo, competencias y ética profesional. A partir de estas precisiones, se recomienda dirigir esfuerzos con un enfoque holístico para facilitar la formación en gestión cientifico investigativa de sus directivos en función de favorecer el diálogo permanente con órganos cientificos y expertos en el crecimiento de relaciones internas y externas universitarias. Asímismo asegurar que la ciencia transversalice los procesos, con la construcción intencional de la cultura profesional que alcance y dé sostenibilidad a la institución como una universidad desarrolladora, con la visión de lograr una alta calidad centrada en la pertinencia de los procesos sustantivos de la Educación Superior.