INTRODUCCIÓN
En 1983 Gardner1 introdujo la idea de que los indicadores de inteligencia, como el coeficiente intelectual, no explican plenamente la capacidad cognitiva, porque no tienen en cuenta ni la inteligencia interpersonal (la capacidad para comprender las intenciones, motivaciones y deseos de otras personas) ni la inteligencia intrapersonal (la capacidad para comprenderse uno mismo, apreciar los sentimientos, temores y motivaciones propios). Hace ya varios años se constató que la inteligencia sola no alcanza para triunfar en la vida, solo el 20 % de ella determina el éxito y el 80 % restante lo establecen otros factores entre los que se encuentra la inteligencia emocional, según lo publicado por Bastida de Miguel en su sitio: https://www.psicologia-online.com/sobre-la-inteligencia-emocional-2369.html
La Harvard Business Review ha calificado la inteligencia emocional como un concepto revolucionario, una noción arrolladora, una de las ideas más influyentes de la década en el mundo empresarial. Goleman2 la define como un conjunto de habilidades, entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la empatía, la perseverancia y la capacidad para motivarse uno mismo, que son susceptibles de aprenderse y perfeccionarse a lo largo de la vida, si para ello se utilizan los métodos adecuados.
Inmerso en la cotidianidad de la labor docente, se manifiesta el aspecto afectivo como mediador en la interacción profesor-estudiante y estudiante-estudiante; en ella la inteligencia emocional es la clave para estas relaciones humanas.3
Se ha comprobado la variación en los resultados del aprendizaje de aquellos estudiantes que quieren o desean aprender, los que necesitan aprender, y los que no muestran interés o motivación por aprender. De manera similar ocurre con el desempeño profesional una vez culminados los estudios, será un mejor profesional aquel que desee serlo en correspondencia con el autocontrol, el entusiasmo, la empatía, la perseverancia y la capacidad para motivarse que despliegue, en términos de Goleman.2
Existen estudiantes que pueden tener éxito académico, sin embargo, esto no asegura que serán los mejores profesionales y que tendrán una vida emocional equilibrada;4 específicamente, el profesional de Trabajo Social en salud requiere una formación que potencie su inteligencia emocional para enfrentar y ofrecer solución a problemas que se les presentarán de manera continua en el ejercicio de su labor.
En tal sentido, el Trabajo Social se define, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Asociación Internacional de Escuelas de Trabajo Social (IASSW), como la profesión que promueve el cambio social, la resolución de problemas en las relaciones humanas y el fortalecimiento y la autonomía del pueblo para incrementar el bienestar; concepto este referenciado en las Normas y Procedimientos del Trabajo Social en Atención Primaria de Salud del Minsap.5
Un estudio realizado por los autores6 del presente artículo permitió comprobar que existe relación entre la inteligencia emocional de los estudiantes en formación y el ejercicio de su futura profesión; se requiere una labor de excelencia para desarrollar la primera en aras de alcanzar el éxito en la segunda. Por tanto, cabe preguntarse: ¿qué importancia reviste la inteligencia emocional en la formación de profesionales de Trabajo Social en salud?
Los autores se propusieron como objetivo: caracterizar el dominio de la inteligencia emocional de los futuros profesionales de Trabajo Social en salud.
MÉTODOS
Se realizó una investigación de tipo descriptiva longitudinal entre enero 2017-diciembre 2018, en la Facultad de Tecnología y Enfermería de la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara. El universo estuvo constituido por los 33 estudiantes de Trabajo Social en salud de los dos grupos existentes. De ellos, se seleccionó una muestra intencional no probabilística de 11 de segundo año, por tratarse del grupo donde incidió la autora principal como guía y profesora de la especialidad.
Se utilizaron métodos teóricos: análisis-síntesis, inducción-deducción e histórico-lógico, para los fundamentos de la investigación, el carácter progresivo del tema y la interpretación de la bibliografía estudiada.
Se aplicaron como métodos empíricos:
La observación científica, con el objetivo de diagnosticar las manifestaciones de los estudiantes en cuanto a: autorregulación, motivación y habilidad social; componentes estos de la inteligencia emocional que serán declarados posteriormente. Para ello se utilizó una guía de observación que midió los siguientes aspectos:
Manifestaciones ante situaciones coyunturales: la apertura de exámenes, la llegada de un miembro del grupo con problemas de índole personal, la llamada de atención de un profesor y/o la respuesta intempestiva a un compañero de grupo (autorregulación); manifestaciones de euforia o apatía ante la realización de tareas escolares y extraescolares (motivación); y manifestaciones de inserción en el grupo y/o de aceptación por parte de este (habilidad social).
Se realizó con una frecuencia semanal de 90 minutos cada una, para un total de 40 observaciones, tiempo correspondiente a la frecuencia de docencia de la investigadora principal.
La encuesta en forma de cuestionario tuvo como objetivo medir los indicadores de los componentes de la inteligencia emocional (autoconciencia, autorregulación, motivación, y habilidad social). Para ello se empleó el Mapa de Competencias Emocionales resultado de las investigaciones de Goleman2 y The Consortium for Research on Emotional Intelligence in Organizations, de Gardner.1 A continuación se especifican sus componentes:
Autoconciencia: como entendimiento propio de las emociones, fortalezas, debilidades, necesidades e impulsos.
Autorregulación: como la regulación propia de los sentimientos y su canalización de manera útil.
Motivación: como impulsos que permiten alcanzar logros por encima de las expectativas propias y de los demás.
Habilidad social: basada en la amistad como el primer propósito de conducir a las personas hacia la dirección deseada.
El cuestionario se encuentra avalado internacionalmente y ha sido aplicado en otras investigaciones de esta universidad de ciencias médicas.
Como método estadístico se utilizó el análisis de frecuencias relativas.
En todo momento se cumplió con los aspectos éticos concernientes a la relación investigador-estudiante motivo de estudio.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En la observación se constató que, ante la realización de exámenes la regulación de la totalidad de los estudiantes se vio afectada por tensiones emocionales propias del evento docente, ante la llegada de un miembro del grupo con problemas de índole personal mostraban solidaridad y compañerismo, pero ante una respuesta inconveniente de uno de los miembros, seis (54,54 %) se mostraban alterados, en ocasiones agresivos, y manifestaban actitudes negativas por la llamada de atención de un profesor. Estas actitudes atentaron contra la afectividad y el autocontrol como mediadores en la interacción profesor-estudiante, estudiante-estudiante; donde la inteligencia emocional es la clave para las relaciones humanas.3
En el segundo aspecto observado, cinco estudiantes (45,45 %) mostraron euforia ante la realización de tareas escolares y extraescolares, mientras que seis (54,54 %) manifestaron apatía. Teniendo en cuenta que las acciones del ser humano son estimuladas por diversas fuerzas motivadoras de su actividad, las cuales en determinadas condiciones adquieren carácter de objetivos vitales que el individuo trata de alcanzar, según expresan Rodríguez Hernández et al.,7 puede concluirse que la motivación se encontraba afectada, lo cual demuestra una carencia en el desarrollo de la inteligencia emocional y una limitante para el futuro ejercicio de su profesión.
En el tercer aspecto se observaron dos estudiantes (18,18 %) con liderazgo dentro del grupo por sus habilidades sociales para relacionarse e insertar al resto en sus opiniones y decisiones, y un estudiante (9,09 %) aislado, con pobres habilidades sociales. Este aspecto llamó la atención de los investigadores por tratarse de alumnos de Trabajo Social en salud, quienes deben poseer amplio desarrollo de estas habilidades. Poseer inteligencia emocional es tener la capacidad como ser humano para expresar las ideas en el momento correcto y en el lugar apropiado, de la manera más adecuada, con la intensidad requerida y con las personas designadas.8
Los resultados de la encuesta en forma de cuestionario se expresan en varias figuras:
La Figura 1 muestra como indicadores de la autoconciencia: la conciencia emocional (capacidad para tomar conciencia de las propias emociones, o sea, percibirlas, identificarlas, y etiquetarlas dándoles nombre; y de las emociones de los demás, o sea, percibirlas e implicarse empáticamente), valoración adecuada de sí mismo (conocimiento de los recursos, las capacidades y las limitaciones internas), y confianza en sí mismo (seguridad en el valor propio y en las capacidades que se poseen), según la clasificación que ofrece García Allen en su sitio: https://psicologiaymente.com/psicologia/autocontrol-consejos
El primer indicador (conciencia emocional) demostró que la mayoría de los alumnos (63,63 %) poseía capacidad para tomar conciencia de sus propias emociones y de las del resto.
En el segundo indicador (valoración adecuada de sí mismo) la mayoría de los alumnos (63,63 %) declaró poseer conocimiento de sus recursos, sus capacidades y limitaciones internas, mientras en el resto no siempre fue así.
En el tercer indicador (confianza en sí mismo) solo un 45,45 % manifestó poseer seguridad en el valor propio y en las capacidades que poseen, lo cual significa que aun cuando conocían los recursos, capacidades y limitaciones, no contaban con la seguridad en sí mismos, necesaria para enfrentar su vida personal y profesional.
Como resultado del primer componente, los autores consideran que existen dificultades en la conciencia emocional y la valoración adecuada de sí mismos, teniendo en cuenta las consideraciones realizadas por las referencias consultadas.1,2,7,8 Estas dificultades se hacen mayores en la confianza en sí mismos. Como consecuencia no aprovechaban en su totalidad las fortalezas a su disposición y no sabían enfrentar totalmente sus debilidades ni controlar sus impulsos ante diversas situaciones; aspectos que pueden afectar su labor como trabajadores sociales.
Este primer resultado no resultó alarmante pero recaba la atención y seguimiento por los profesores de la especialidad por cuanto el trabajo social involucra a los sujetos y las estructuras para hacer frente a problemas, necesidades y riesgos de manera conjunta, lo cual requiere una adecuada autoconciencia de quienes ejerzan esta labor.
La Figura 2 muestra como indicadores de la autorregulación: el autocontrol (capacidad de ejercer dominio sobre uno mismo), la confiabilidad (grado de consistencia y estabilidad), la integridad (capacidad que tiene de actuar en consecuencia con lo que dice), la innovación (capacidad de modificar elementos ya existentes con el fin de mejorarlos o renovarlos), y la adaptación (capacidad de acomodarse a las condiciones de su entorno, a diversas circunstancias y condiciones).9,10
Los resultados del primer indicador (autocontrol) muestran que la capacidad para ejercer dominio sobre sí mismos se encontraba afectada ya que solo el 36,36 % lo ejercía; el 9,09 % aún no lo había logrado.
En el segundo indicador (confiabilidad) los resultados fueron más favorables puesto que el 63,63 % de los alumnos se reconoció como confiables, lo que muestra un alto grado de consistencia y estabilidad en sus modos de actuación, solo uno (9,09 %) nunca declaró serlo; no obstante existía un menor porciento, cifra no desestimada, que consideraba ser confiable casi siempre o a veces, como no debe descartarse que un futuro trabajador social sea “nunca” confiable.
En el tercer indicador (integridad) el 63,63 % se autovaloró siempre íntegro y ninguno declaró nunca serlo; se consideraron educados, honestos, responsables, disciplinados, correctos e intachables, es necesario llamar la atención sobre el hecho de que un menor porciento manifestó poseer estos valores casi siempre o a veces.
El cuarto indicador (innovación) mostró nuevas dificultades ya que solo el 36,36 % reconoció tener siempre capacidad para modificar elementos ya existentes con el fin de mejorarlos o renovarlos; el 9,09 % no lo hizo.
El quinto indicador (adaptación) expresó resultados similares al anterior, solo un 36,36 % mostró capacidad para acomodarse a las condiciones de su entorno, a diversas circunstancias y condiciones, mientras el 18,18 % no se reconoció con esos niveles de adaptabilidad.
Del estudio de este componente se obtuvo que la muestra presentó problemas en la autorregulación, dados fundamentalmente por el autocontrol, la innovación y la adaptación, sin dejar de tener en cuenta la confiabilidad e integridad; lo cual afecta su inteligencia emocional.
La autorregulación constituye un aspecto importante en el desarrollo del trabajador social, ya que la orientación de la personalidad hacia el contenido de la profesión se refiere al interés competitivo, y se valora su funcionalidad a partir de las potencialidades reguladoras (autorregulación),10 que en este caso se encontraron bastante afectadas en tres de sus cinco indicadores.
Estos resultados despertaron la necesidad de un mayor esfuerzo por parte de los autores de la investigación puesto que constituyen indicadores que marcan la trayectoria del trabajador social, dado que interactúa con las personas en su entorno; y el mal ejercicio de esta labor puede incidir no solo en el individuo afectado y necesitado sino en la sociedad, producto del error cometido en su desempeño.
La Figura 3 muestra como indicadores de la motivación: la motivación de logro (orientación y voluntad clara y tenaz de alcanzar los objetivos propuestos), el compromiso (capacidad para asumir los objetivos, la misión y visión del grupo), la iniciativa (capacidad para aprovechar las oportunidades y actuar más allá de lo que se espera de ellos), y el optimismo (capacidad para superar los contratiempos sin desanimarse ante los obstáculos y trabajando desde las expectativas del éxito).1,2
Los resultados en el primer indicador (motivación de logro) mostraron que un 72,72 % de los alumnos tiene voluntad y tenacidad para alcanzar los objetivos propuestos, y ninguno manifestó carecer de ambas; lo cual favorece la labor de los profesores de la especialidad, ya que si se lo proponen pueden lograr erradicar las dificultades que presentan en su autoconciencia y autorregulación.
El segundo indicador (compromiso) mostró que en la mayoría estaba afectada su capacidad para asumir los objetivos, misión y visión del grupo al cual pertenecen, pues solo el 36,36 % siempre se reconoció comprometido, y un 18,18 % nunca lo hizo; esto puede constituir un freno para el logro de su misión futura, no obstante, conocida la dificultad puede trabajarse en pos de desarrollar esta capacidad teniendo en cuenta las potencialidades que consideraron tener en su motivación de logro.
Los resultados del tercer indicador (iniciativa) coincidieron con los anteriores; fueron bajos en la capacidad para aprovechar las oportunidades y actuar más allá de lo que se espera de ellos, solo el 36,36 % declaró tener siempre iniciativas; lo cual coincide con los resultados del indicador innovación (componente autorregulación); constituyó una alerta para los investigadores, pues el trabajador social debe ser innovador y tomar iniciativas ante situaciones que se les presenten.10
Respecto al cuarto indicador (optimismo) aparecieron nuevas dificultades en la capacidad para superar los contratiempos sin desanimarse ante obstáculos y trabajando desde expectativas de éxito, lo cual contrasta en cierta medida con su motivación de logro, ya que solo el 36,36 % resultó ser siempre optimista y un 9,09 % nunca lo fue.
Los métodos aplicados demostraron que los estudiantes, a pesar de presentar voluntad y tenacidad para lograr sus objetivos, se desanimaban ante los obstáculos que aparecían; esto requiere una labor educativa de excelencia por los profesores de la especialidad para vencer las carencias encontradas, y de la experiencia de cuatro trabajadores sociales que cumplen una función docente, y como se definió en el Encuentro Mundial de Trabajadores Sociales celebrado en Montreal, Canadá, en agosto del 2000, los trabajadores sociales tienen como misión facilitar que las personas desarrollen sus potencialidades y capacidades para laborar en proyectos de transformación social.
Como resultado del tercer componente de la inteligencia emocional, se consideró que la motivación se encontraba afectada teniendo como único indicador favorable la motivación de logro. Esto significa que los impulsos que permiten alcanzar éxitos por encima de las expectativas propias y las ajenas deben ser potenciados en ellos por fuentes externas, pues ya se encuentran cursando la especialidad; dígase por sus profesores y trabajadores sociales capacitados en el ejercicio de su labor y con experiencia.
La Figura 4 muestra como indicadores de las habilidades sociales: la influencia (capacidad de despertar ciertas emociones en los demás y persuadirlos), el establecimiento de vínculos (capacidad para crear relaciones mutuamente provechosas), la comunicación (capacidad de escuchar abiertamente y enviar mensajes convincentes), el manejo o resolución de conflictos (capacidad de negociar y resolver desacuerdos), el liderazgo (capacidad de inspirar y guiar a los individuos y al grupo), la catalización o gestión del cambio (capacidad de iniciar o controlar los cambios), la colaboración y comprensión (capacidad para trabajar con los demás en la consecución de objetivos compartidos), y las capacidades o habilidades de equipo (son las que consolidan la identidad grupal y el compromiso).11
En los indicadores influencia y establecimiento de vínculos los resultados coincidieron; la mayoría (72,72 %) mostró capacidad para despertar ciertas emociones en los demás y persuadirlos, y para crear relaciones mutuamente provechosas, lo cual constituyó un resultado favorable para el logro de la formación grupal.
Los indicadores manejo de conflictos, catalización del cambio, (ambos con un 54,54 %), colaboración y comprensión, y capacidades de equipo (ambos con un 63,63 %) mostraron resultados similares, pues al realizar el análisis de los cuatro indicadores se concluyó que más del 50 % posee buena capacidad para negociar y resolver desacuerdos, iniciar o controlar cambios, trabajar con los demás en la consecución de objetivos compartidos y de consolidar la identidad grupal y el compromiso. Estos son considerados resultados alentadores puesto que aun cuando el indicador compromiso (componente motivación), se encuentra afectado, los alumnos pueden consolidarlo y llegar a resolver problemas como los presentados en el componente autorregulación con la influencia de los integrantes del grupo. Así podrán enfrentar las contingencias y las exigencias del medio cambiante que interactúa sobre ellos, dada su profesión, lo cual requiere una actitud de compromiso y de inteligencia emocional colectiva.11
Por último, se analizaron los indicadores: comunicación y liderazgo, ambos por debajo del 50 % (36,36 % y 27,27 % respectivamente); los futuros trabajadores sociales incluidos en esas cifras mostraron carencias en la capacidad de escuchar abiertamente y enviar mensajes convincentes, así como de inspirar y guiar a los individuos y al grupo, lo cual puede entorpecer el trabajo futuro. Se necesita desarrollar en ellos; primero, la capacidad de escuchar, fundamental no solo para la mejora de la inteligencia emocional que se persigue, sino y de manera primordial, para el ejercicio de su futura labor; y en segundo lugar, su capacidad de guiar, puesto que será una de sus funciones una vez graduados.
Finalmente, los indicadores más afectados fueron: la confianza en sí mismos, el autocontrol, la innovación, la adaptación, el compromiso, la iniciativa, el optimismo, la comunicación y el liderazgo; y los menos afectados: la conciencia emocional, la valoración adecuada de sí mismos, la confiabilidad, la integridad, la motivación de logro, la influencia, el manejo de conflictos, la catalización del cambio, el establecimiento de vínculos, la colaboración y comprensión, y las capacidades de equipo.
Sobre todos estos indicadores se debe incidir positivamente para el logro del desarrollo de la inteligencia emocional de los futuros egresados ya que coincidiendo con algunos autores consultados,7 desarrollar la inteligencia emocional es una de las mejores maneras de asegurar una personalidad integral para el diseño de una futura sociedad más tolerante y equilibrada.
CONCLUSIONES
El estudio realizado permitió caracterizar el dominio de los indicadores de la inteligencia emocional por los futuros profesionales de Trabajo Social en salud; algunos de ellos requieren mayor seguimiento por parte de los investigadores, a fin de fortalecerlos en función de su incidencia en el desempeño profesional como egresados aptos para la realización de su labor social.