Cada año miles de estudiantes enfrentan el desafío de aprobar las asignaturas académicas para adquirir las competencias necesarias en el desarrollo de sus actividades profesionales. De acuerdo con las teorías de aprendizaje, el éxito de la vida estudiantil camino a la profesión depende de muchos factores, incluyendo los socioculturales, para su formación integral y motivación.1
Toda universidad tiene como objetivo el éxito académico de sus estudiantes; las deficiencias en el proceso docente educativo se pueden manifestar como formas de rendimiento bajo y abandono escolar. La carrera de Medicina demanda una aplicación con las máximas exigencias por las características propias de la profesión; por tanto, los interesados requieren poseer valores como integralidad, responsabilidad y espíritu de sacrificio. Es así que el estudiante de Medicina logra formarse como un profesional competente.
El rendimiento académico es la capacidad de respuesta que tiene un individuo a estímulos, objetivos y propósitos educativos previamente establecidos, es la expresión que permite conocer la existencia de calidad en la educación a cualquier nivel; si es bajo, significa que el estudiante no ha adquirido de manera adecuada y completa los conocimientos, además de que no posee las herramientas y habilidades necesarias para la solución de problemas en los materiales de estudio.2
En la actualidad, el bajo rendimiento académico en estudiantes de ciencias médicas se ha convertido en un problema profesional,3) lo cual supone que tienen dos dificultades primordiales: no saben estudiar y no saben aprender.4) Por ello, los autores de la presente comunicación opinan que los docentes deben centrar su trabajo en elaborar estrategias didácticas que perfeccionen las habilidades para “aprender a aprender” en los estudiantes.
Los hábitos de estudio son el predictor más potente cuando se habla de éxito académico, incluso por encima de la capacidad de memoria o de la inteligencia que la persona posee. Los aspectos básicos que conforman los hábitos de estudio son: la técnica, la organización, el tiempo y la concentración.5
En la Facultad de Medicina de Sagua la Grande de la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara, en el segundo semestre del curso escolar 2018-2019, 51 estudiantes de segundo año de la carrera de Medicina (49,51 %) fueron evaluados de mal y regular en el primer corte evaluativo, correspondiente a la semana 9 como lo establece la Resolución 2/2018,6 en las asignaturas Microbiología y Parasitología, y Genética Médica.
Ante esta problemática, el colectivo de año decidió investigar el porqué de los resultados. Se aplicó un cuestionario a los estudiantes, donde las principales causas identificadas estuvieron centradas en inadecuados hábitos de estudio:
No estudian de forma sistemática.
No se cumplen horarios ni se planifica el material a estudiar.
No utilizan técnicas para aprender significativamente, como la de subrayado, cuadros sinópticos y comparativos, o mapas conceptuales.
No realizan apuntes sobre el contenido impartido.
Memorizan contenidos en lugar de aplicar los conocimientos.
Se distraen con facilidad.
Al observar estos resultados, los autores consideran un reto para los docentes de las ciencias médicas potenciar la tutoría como actividad docente en el proceso de enseñanza, para estimular no solo el aprendizaje cognitivo, sino también realizar labores de orientación para mejorar hábitos y técnicas de estudio, y desde el punto de vista educativo, desarrollar actitudes de responsabilidad y autoexigencia, que permitan elevar la autoestima de los estudiantes, y de conjunto, el rendimiento académico. Poseer buenos hábitos de estudio posibilita que el alumno ya no necesite la guía permanente de sus docentes y pueda transformarse en alguien capaz de estudiar por sí solo, y convertirse en un estudiante con autonomía lo cual repercutirá en su desempeño presente y en su futuro como profesional.