El mundo se desarrolla a una velocidad impresionante y cada día sorprende un extraordinario número de transformaciones en todas las esferas, que no se detiene y cuyo potencial parece infinito.1
Los sistemas de educación superior, en estrecha conexión con el resto de la sociedad, son afectados por variaciones demográficas, internacionalización y globalización, la acumulación de información y la revolución tecnológica. Las universidades enfrentan el reto de adaptarse rápidamente ante cada cambio para poder dar satisfacción a las crecientes demandas y cumplir con sus encargos sociales.1,2 La acumulación de cambios significativos genera en cada época un rompimiento de la nueva universidad que se necesita con la universidad que le precede.
En Cuba el Ministerio de Educación Superior ofrece atención priorizada al control del trabajo que desempeñan sus instituciones como vía fundamental para lograr un mejoramiento continuo de la calidad. En opinión de los autores y en coincidencia con la bibliografía consultada,3,4,5 la preparación profesional del claustro docente resulta determinante en la calidad de los procesos académicos a que se aspira.
La profesionalización del docente universitario, desde una concepción de proceso, constituye una exigencia que deviene del propio desarrollo social. Es imprescindible su actualización continua sobre la base de una elevada preparación teórica en la ciencia a impartir y el dominio cada vez mayor de las concepciones de la didáctica, hasta lograr la adquisición de competencias pedagógicas; criterio de investigadores1,3,4,5 al que los autores se adhieren y consideran un objetivo posible y no una utopía.
Como plantean Villarroel et al.;5) “Enseñar en la universidad actual requiere conocimientos, habilidades y actitudes diferentes de las que se necesitaban 20 años atrás”.
La educación médica superior cubana y en especial la formación de médicos, se encuentran ante importantes desafíos por el elevado número de estudiantes en las aulas y el incremento, en los últimos años, de los profesores noveles. El contexto se ha hecho más complejo ante la constante amenaza e interrupciones al proceso de formación, generadas por la contingencia sanitaria de enfrentamiento a la COVID 19.
Constituye una exigencia para las instituciones de ciencias médicas conformar un claustro de profesores comprometidos con su tiempo, con competencias docentes que les permitan atender los diferentes ritmos y formas de aprender,4 a la vez que asumen satisfactoriamente los rediseños de programas de estudio en los que deben garantizar la interconexión entre sus objetivos generales y el modelo de formación profesional al que se aspira, sin renunciar al incremento sistemático de la calidad académica.5,6
Por lo general el profesor de las ciencias médicas y de modo particular el médico, inicia su actividad docente en los propios escenarios de actuación asistencial, muy tempranamente, cuando aún precisa de un sistema que lo conduzca en su permanente y continua formación.6,7) En los planes de estudio vigentes para la carrera de Medicina y en el perfil de salida del médico general, revisados por los autores, se expone que este profesional en el ejercicio de su función docente-educativa es responsable de su autoeducación, y una vez egresado estará apto para continuar su desarrollo a través de actividades de formación académica y de superación profesional, y asumirá funciones docentes.7,8) Por otra parte, en las mallas curriculares correspondientes, los autores evidenciaron que no se concreta cómo trabajar esas exigencias del modelo de formación del profesional, dejando la preparación pedagógica a la educación de posgrado y a la iniciativa y gestión personal.6,8
En la literatura especializada numerosos trabajos proponen modelos para la formación pedagógica de los profesores universitarios en general7 pero pocos se refieren en específico a las características sui géneris de los profesionales de la salud que actúan como docentes. Los “médicos-profesores” o “profesores-médicos”, cuya misión es formar nuevas generaciones de profesionales, necesitan conocimientos sobre los adelantos de la pedagogía con la finalidad de aplicar cada nueva metodología en el proceso enseñanza aprendizaje. No es suficiente ser un competente profesional de la salud para alcanzar la competencia en el desempeño docente.
En su investigación, los autores encontraron brechas en la superación profesional psicopedagógica de los docentes de la carrera de Medicina. Los resultados del diagnóstico de necesidades mostraron una deficiente preparación en los conocimientos epistemológicos y teórico-metodológicos de la psicopedagogía; poco dominio de los métodos, estilos y estrategias de aprendizaje; insuficiencias en la concepción y seguimiento al diagnóstico psicopedagógico y la orientación educativa; poca aplicación de la informática y la metodología de la investigación educativa; y por último, la casi nula integración de la interculturalidad a la práctica educativa.8
Por tales motivos, se considera necesario incrementar los estudios sobre la situación de la superación de estos docentes en el campo de la psicopedagogía, disciplina que ofrece herramientas que facilitan la identificación de necesidades educativas en función del aprendizaje y desarrollo personal del estudiantado, a la vez que permite la búsqueda de soluciones a los diferentes problemas docentes incluyendo el actuar preventivo 7,8
Los autores también consideran oportuno retomar la aplicación del programa de superación profesional psicopedagógica para los docentes de la carrera de Medicina, propuesto como salida de la referida investigación.8) Este documento mantiene un adecuado nivel científico y de actualización, sustentado en fundamentos, principios y exigencias psicopedagógicas contemporáneas. Su utilización recobra interés en el contexto actual de intermitencias en los procesos y necesidad de preparación a distancia toda vez que ha sido avalado por criterio de especialistas como idóneo, aplicable, pertinente, trascendente y coherente en su estructura y concepción.
Es momento para reflexionar sobre el futuro redimensionamiento de la actividad metodológica en la universidad médica a partir del trabajo eficiente en la base de los colectivos de asignaturas y disciplinas, transitando por los niveles intermedios de gestión hasta llegar al consejo de dirección de la institución como máximo responsable de la calidad en la formación de los futuros profesionales de la salud.