El mundo ha afrontado crisis epidemiológicas en múltiples oportunidades; los errores cometidos respecto al cambio climático se han propagado muy rápido por todo el sistema internacional y han expuesto a la humanidad a grandes peligros. La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció el comienzo de una pandemia de gripe en 2009 la cual mostraba una gravedad moderada en algunos países ricos, pero con efectos devastadores en el resto del mundo. A inicios de 2020 comenzó un dramatismo devastador por la extensión y desarrollo de la COVID-19 categorizada también como pandemia y causante de daños irreparables.
Desde el punto de vista humanista, los trabajadores cubanos de la salud han sido ejemplo por su destacada participación en el enfrentamiento a situaciones de desastres y emergencias sanitarias, lo que ha permitido aumentar la sobrevivencia en muchos países y demostrar su profesionalismo y valores morales que esta noble labor implica.
En la formación de los estudiantes de las ciencias médicas se enfatiza en dos definiciones fundamentales: identidad y salud.
La voz identidad proviene del latín identĭtas y este de la entrada idem que significa “lo mismo”. Cuando se habla de identidad, se hace referencia a esos rasgos, atributos o características propias de una persona, sujeto o grupo, que logran diferenciarlos de los demás. Es también aquella apreciación o percepción que cada individuo tiene sobre sí mismo en comparación con otros, que puede incluir la percepción de todo un colectivo.1
El significado de la palabra identidad es dual: por una parte, las características que hacen percibir que una persona es única (diferentes de los demás); por otro lado, se refiere a las peculiaridades que poseen las personas que hacen percibir que son lo mismo (sin diferencias) entre otros grupos de personas. Estos rasgos pueden ser hereditarios o innatos, pero ciertas particularidades de cada individuo pueden ejercer influencias o ser ejercidas por el entorno que los rodea como consecuencia de las experiencias vividas. Lograr una propia identidad puede considerarse un requisito para un ajuste psicológico óptimo.1
“La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. La cita procede del Preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, que fue adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York del 19 de junio al 22 de julio de 1946, firmada el 22 de julio de 1946 por los representantes de 61 Estados (Official Records of the World Health Organization, Nº 2, p. 100), y entró en vigor el 7 de abril de 1948. Esta definición no ha sido modificada desde 1948.2 El término salud procede del latín salus, salūtis, que significa “salvación” pero también “saludo”. De allí que el verbo saludar implique desear salud al otro. 3
Las definiciones de los vocablos salud e identidad evolucionan; en cada país o nación tienen sus propias raíces, rasgos, tradiciones, creencias, conjuntos de valores y modos de comportamiento que se fusionan.1
En la actualidad, la medicina contemporánea cubana es más científica, más objetiva; relaciona los síntomas y los signos de una enfermedad como elementos esenciales para un buen diagnóstico; mide, cuantifica. Se trabaja en los centros de investigaciones con protocolos de estudios y equipamientos en los cuales la biotecnología ha constituido un factor esencial en la creación de vacunas para erradicar muchas enfermedades, sobre todo en los padecimientos de la infancia, así como aliviar enfermedades crónicas.
Esto despierta sentimientos de asombro y de temor. De asombro ante la exquisitez de tener la capacidad de llegar a la explicación última de las enfermedades y ante el desarrollo de sus técnicas diagnósticas y terapéuticas; de temor ante las obligaciones desde el punto de vista ético por la capacidad de intervenir en el comienzo y término de la vida, y las experiencias en la relación médico-paciente; pero al mismo tiempo, el sentimiento es de maravilla ante la posibilidad de tratamiento y mejoría de tantas enfermedades que se consideraban incurables.4,5
Las universidades de las ciencias médicas obligan a reverenciar lo objetivo, lo técnico, sin menospreciar lo subjetivo en sus programas de formación; se establece un diálogo donde se plantean soluciones brillantes desde el punto de vista científico, pero sustentado en el humanismo que debe rodear los actos médicos como cualidad distintiva del profesional cubano de la salud. La preocupación por la recuperación de una buena relación clínica, se hace cada vez más fuerte en la enseñanza y en la práctica de la medicina; recobrar la visión en este campo es volver a darle al hombre su sentido de ser único.
La relación médico-paciente es social, es decir, la amistad que se desarrolle con el paciente, la preocupación que le produzca la presencia del otro como un ser integral, entendidas ambas como una forma de amor correspondido; esta relación es magnífica y gratificante para el paciente, llena de fe, confianza, con su esperanza depositada en el conocimiento y la sabiduría del médico.5
La esencia del humanismo es el amor al prójimo, razón de ser del acto médico a través de los tiempos. En la medicina cubana como profesión se trabaja en equipo, las decisiones son tomadas bajo elementos diagnósticos clínicos y por los resultados de laboratorio.6 Este accionar demanda integridad y honradez, y una buena relación médico-paciente.
Algunos profesionales de la salud de otras latitudes, ávidos de reconocimiento económico y profesional y divorciados de la sensibilidad humana, han perdido el concepto humanista identificado con el modelo hipocrático durante milenios, sustentado para la posteridad médica por los más calificados cultores del pensamiento ecuménico, tales corno Hipócrates, Aristóteles, Platón o Gracián, ellos aportaron los conceptos esenciales que definen la espiritualidad humana,7 vigentes también en la formación de los profesionales cubanos de la salud.