Introducción
La realidad social es diversa. Resultado del proceso de diferenciación social, las personas conforman agrupamientos sociales, definen su identidad social y participan del orden institucional. La falta de entendimiento de la diversidad, el desconocimiento de ella o el rechazo de la misma, conducen generalmente a prácticas sociales discriminatorias. Muchas de ellas se encuentran institucionalizadas, de modo tal que las mismas operan como horizonte de sentido, de significación de las conductas cotidianas. La matriz discriminatoria conduce a la conformación de estereotipos que uniforman la diversidad (Maioli, 2015).
En la actualidad, las universidades, de una manera u otra manifiestan preocupación por la atención a la diversidad y a la vez se refleja en las políticas educativas, no obstante, constituye un gran desafío en general, tanto a nivel nacional como internacional, primeramente, a partir de la propia naturaleza de las instituciones universitarias y por otra parte por la cada vez más creciente movilidad de estudiantes a nivel mundial lo que genera nuevos escenarios y nuevas exigencias.
Como declaran Medina (2017), “la educación inclusiva es un proceso pedagógico y ético, orientado al logro de una estructura social justa, lo que supone ofrecer a todas las personas sin distinción, un tratamiento educativo equitativo y adecuado a sus características personales de diversa índole, actuando así, conforme al derecho a la educación”. Es bien claro que la justeza social en las aulas universitarias depende de todos: docentes, alumnos, familiares y se refleja en la integración funcional y social en todos los escenarios en que se desarrolla el proceso pedagógico.
Fernández-Batanero (2011), se refiere a que la educación de todo el estudiantado universitario y la formación del profesorado, para favorecer la atención a la diversidad, es una manera de conseguir una mejor educación para todos y unos mejores profesionales de la enseñanza que tengan como objetivo la justicia, la equidad, a lo que añade la garantía absoluta de un derecho fundamental, como es el derecho a la educación inclusiva.
El reto está en la educación personalizada, comprendida como un proceso educativo donde el centro lo constituye cada estudiante, donde se responde a sus demandas, a sus necesidades, lo que lo hace diferente. Todos los estudiantes universitarios tienen que ser protagonistas de sus aprendizajes y más que el discurso se necesita de las buenas prácticas educativas en esta dirección.
Delors (1999), se refiere a que la socialización de cada individuo y desarrollo personal no deben ser dos factores antagonistas. Hay pues que tender hacia un sistema que se esfuerce en combinar las virtudes de la integración y el respeto de los derechos individuales.
Es el propósito de este trabajo ofrece elementos psicopedagógicos, metodológicos y prácticos, para fomentar una educación personalizada donde los estudiantes universitarios puedan adquirir de forma gradual, conocimientos, habilidades y en general competencias profesionales, a partir de la experiencia del quehacer de la Universidad Metropolitana como universidad inclusiva.
Desarrollo
¿Cómo desarrollar desde nuestras aulas universitarias una educación personalizada?
Para ello es importante tener en cuenta en primer lugar que la personalidad es una categoría histórico social. Estudiar la personalidad desde el punto de vista psicopedagógico se sustenta en la psiquis, la conciencia, la actividad y la comunicación.
La psiquis no es más que el reflejo, mediante una imagen subjetiva la realidad objetiva, que existe independientemente del individuo. Esto le permite orientarse y regular su acción en el medio en que se desenvuelve.
La conciencia es la forma superior e integradora de la psiquis humana. Implica elevados niveles de abstracción y generalización de la actividad cognoscitiva lo que genera la posibilidad de proyectarse hacia el futuro y desarrollar la autoconciencia.
La actividad es una característica esencial de la personalidad. El hombre desarrollando la actividad es capaz de influir conscientemente en el medio, transformarlo y a la vez se transforma a sí mismo.
Por otra parte, las personas vivimos en sociedad, lo que implica la necesidad de relacionarnos unos con otros. Esta relación, basada en la transmisión recíproca de ideas, sentimientos, opiniones, constituye un proceso que es la comunicación.
En el desarrollo de la personalidad existe una unidad indisoluble entre la psiquis, la conciencia, la actividad y la comunicación.
En segundo lugar, no se puede obviar también la unidad entre lo afectivo y lo cognitivo en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Todos necesitamos de afecto, independientemente de las edades. Un proceso de aprendizaje no es eficiente sin tener en cuenta el componente afectivo.
A través del desarrollo emocional o afectivo se determina la identidad de la persona, su autoestima, su seguridad y la confianza en sí mismo y en el mundo que lo rodea, a partir de las relaciones con sus semejantes. Los jóvenes necesitan de afecto. Muchas veces en ellos se manifiestan sentimientos contradictorios. En relación con el desarrollo afectivo Greenberg (2000), uno de los mejores especialistas en la temática de las emociones, declaró: “Esta integración de cabeza y corazón nos hace más sabios de lo que sería nuestro intelecto por sí solo”.
En tercer lugar, desde el punto de vista pedagógico, la labor de intervención en el ejercicio de la docencia universitaria debe tener en cuenta:
Los resultados del diagnóstico individual y grupal.
Una organización de la actividad en función de los objetivos y metas grupales e individuales.
Atención al proceso de comunicación docente-estudiantes y estudiantes-estudiantes.
Formación de criterios valorativos y autovalorativos.
Creación de los espacios necesarios para la autodirección y protagónico de todos y cada uno.
En resumen, como declara Fierro (2002), reconocido profesor universitario español, la personalidad son cualidades diferenciales, peculiares del individuo y relativamente estables en su conducta, una conducta que es producida y generada por un sujeto activo, no solo reactivo, en continuidad consigo mismo a lo largo del tiempo y con importantes procesos referidos tanto a sí mismo como al exterior. En esta definición se aprecia con claridad el carácter personológico y a la vez histórico social de la personalidad.
La educación personalizada, sobre la base de los elementos teóricos abordados, requiere programar transformaciones en las universidades, desde los propios proyectos curriculares a partir de procederes dónde se trabaje desde las situaciones existentes en las aulas. Estas transformaciones harán que las propias universidades se acomoden a sus escenarios, lo que implica cambios en el orden interno. Para ello se debe tener en cuenta en la comunidad universitaria:
Las situaciones del aula: No se puede estar ajeno a las diferencias que tienen nuestras aulas universitarias hoy en día y que son el reflejo de la diversidad social, que son disímiles, por citar algunas, están dadas por: capacidades cognitivas, etnias, condiciones económicas, socioculturales, condición de género, orientación sexual, necesidades educativas especiales, entre otras. Lo que para algunos puede tener un significado para otros no. Lo que para algunos puede ser entendible para otros no. En fin, cada cual se manifiesta en dependencia de su educación que va más allá que la instrucción (Fig. 1).
Los docentes: Todos deben estar preparados para enfrentar el gran reto de las situaciones que se presentan en las aulas, Cada estudiante debe aprender a apropiarse de su aprendizaje. Hay que eliminar las posiciones elitistas que han perdurado por muchos años en las universidades. La preparación del docente implica el conocimiento pleno de cada estudiante y del grupo, la actualización día a día desde el punto de vista psicopedagógico. Todo esto requiere además de la capacitación, de la autosuperación y la autopreparación permanente. Cuantas veces no se va con una concepción y planificación de la clase, pero luego en su ejecución debe de modificarse, buscarse alternativas inmediatas, ante situaciones incidentales que se presentan tales como respuestas, interpretaciones y opiniones que no se esperan. En todo eso consiste estar preparado para lo diverso (Fig. 2).
Los estudiantes universitarios: Se debe trabajar con todos y cada uno de forma tal que se sientan reconocidos, y que perciban que están en un entorno con los mismos derechos y deberes y a la vez se sientan útiles y partícipes del desarrollo del mismo. El trabajo con las diferencias individuales incluye las necesidades educativas y necesidades educativas especiales. Estas últimas requieren de adecuaciones y adaptaciones curriculares a partir de las discapacidades. Este proceso no puede circunscribirse exclusivamente a las actividades formativas, a lo que ocurre en el aula y, por lo tanto, las medidas inclusivas deben ir encaminadas a todos los miembros de la comunidad universitaria, implicando al resto de los estudiantes (Carvajal Osorio, 2015) (Fig. 3, 4, 5 y 6).
La familia y la comunidad en general: La orientación familiar es importante para solucionar conflictos estudiantiles, para lograr la compresión mutua y el apoyo emocional a cada estudiante. También el desarrollo de actividades y la ayuda especializada son necesarias para lograr la comunicación eficaz y la autoconfianza en cada uno de ellos. Por otra parte, la universidad forma parte de la comunidad y es una de las fuentes fundamentales que generan los procesos de desarrollo. Hace falta entonces acciones conjuntas, que manifiesten el protagonismo y la influencia necesaria. Esto forma parte de la educación inclusiva. El desarrollo de las competencias necesarias se manifiesta desde diagnósticos situacionales comunitarios, en instituciones, asentamientos, empresas, entre otras, donde se tiene en cuenta la opinión y la visión de todos. También hace falta la capacitación destinada a la comunidad en general sobre el significado y las buenas prácticas desde una universidad inclusiva, que incluyen la investigación el desarrollo y la innovación (Fig.7 y 8).
Bernardo Carrasco (2011), declara que en la educación intervienen dos grandes factores: los humanos y los técnicos. Los factores humanos surgen de la relación natural entre el que educa y aquel que se educa. Los factores técnicos, en cambio, están constituidos por aquellos estímulos que nacen del estudio y la investigación científica del proceso educativo. Por lo que no existe obra humana completamente acabada y en el tema de la educación personalizada, en la atención a la diversidad, hay mucho por profundizar.
Conclusiones
La educación personalizada en las aulas universitarias requiere de estrategias pedagógicas, que posibiliten la participación plena y activa del estudiantado, donde todos se nutren y se benefician de los conocimientos y experiencias. Dichas estrategias están acompañadas de actividades individuales y grupales.
El desempeño colaborativo es imprescindible en la integración social y obligan a formas de organización de la docencia universitaria que generen aprender a convivir.
La universidad inclusiva necesita de una mayor preparación de todos los actores y en particular de los docentes para así contribuir a un proceso de enseñanza y aprendizaje que respondan a los requerimientos de todo el estudiantado.