Introducción
La Organización de las Naciones Unidas (2016), estima que una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, principalmente por parte de un compañero sentimental, ya sea en el hogar, o en la calle. En Perú la violencia contra la mujer por su pareja es la forma más frecuente y dañina, debido a que hay una convivencia diaria con su agresor, existiendo un lazo emocional que une a la mujer, el deber de soportar por sus hijos. Desde el punto de vista cultural, la violencia está enmarcada por una estructura patriarcal, como es que los varones son superiores, por tanto, tienen el derecho y la responsabilidad de imponer medidas correccionales como una forma de control de la mujer en cuanto a su conducta (Nájera, 2013mkp_ref_11). Además, según los Centros de Emergencias Mujer (CEM) del país se registra el número más alto de denuncias por violencia familiar y sexual con más de cuarenta mil casos de mujeres víctimas, cifra que representa el 87%, frente a 13% de víctimas varones (Estrada, 2015). En el departamento de Huánuco en el 2016, el CEM reporta 1,315 casos de violencia familiar y sexual, siendo la provincia con mayor número de casos, seguida de Leoncio Prado, Ambo y Lauricocha. De ese total, 854 mujeres de 18 a 59 años son víctimas de violencia familiar y 27 de violencia sexual (Ferrer, Bosch & Riera, 2006) . El Ministerio Público de Perú (2015), recibe en promedio 2 mil casos de violencia contra la mujer tan solo en la provincia de Huánuco. El estudio de la violencia contra la mujer, mayormente se ha enfrentado a determinadas manifestaciones de la problemática, como el análisis de los casos y de la realidad de la violencia. Desde la perspectiva de la pareja son pocos los estudios que incluyen su análisis para abrir el espacio como colaboradores activos en la lucha contra la violencia. Desde hace algún tiempo, esta postura de inclusión en las estrategias contra la violencia en lo que atañe a los varones, se está llevando adelante en diversos países a través de diferentes acciones que tiene como objetivo erradicar la violencia masculina (Bonino 2002). En este contexto es importante tratar el tema del maltrato de la mujer, puesto que la mujer juega un rol importante dentro de la sociedad; adicionalmente, se puede decir que no solo basta con intervenir los casos de violencia de género, sino que en un sentido dialéctico, intentar entender el pensamiento que tienen las mujeres maltratadas; así, tener herramientas para comprender su situación y de esta manera apoyar su proceso de empoderamiento, de su realidad y proyecto de vida (Ramírez, 2015).
Por otro lado, según López (2004), la figura del agresor en la violencia de género no tiene una sola causa que determine la violencia, sino que lo más probable es que se trate de un conjunto de factores que se interrelacionan en cada individuo de una manera diferente, generando así distintas conductas de maltrato.
En un estudio sobre hombres violentos contra la mujer Echeburúa & Amor (2016, 2009), concluyeron que los transtornos más relevantes de estos sujetos, fueron el abuso de alcohol/drogas, los celos patológicos y los transtornos de personalidad (antisocial, límite, narcisista y paranoide), así como los déficits psicológicos de estas personas, tales como el descontrol de la ira, las dificultades emocionales, las distorsiones cognitivas, la baja autoestima y los déficits de comunicación y de solución de problemas.
De la misma forma en otro trabajo Echeburúa, Amor, & Corral (2009), demuestran que, existen diferentes tipos de hombres violentos -agresores limitados al ámbito familiar, agresores con características borderline/disfóricas y agresores violentos en general/antisociales- que requieren programas de tratamiento.
Al respecto, Pastor, Rodes & Navarro (2009), sostienen que en las denuncias presentadas, las afectadas, describen malos tratos (35%), lesiones (17%) y quebranto de medida cautelar o de condena (14%). Cabe destacar que en 74,7 % de los casos, la relación de pareja subsistía formalmente en el momento de producirse la muerte y de estos, en 58,7% de los casos existía convivencia en el momento de producirse los hechos.
La violencia de la pareja no se limita a la mujer, sino que cualquier persona de su entorno próximo que el agresor perciba o considere que la está ayudando o apoyando, puede ser víctima de sus agresiones. La situación preocupante es la que se lleva a cabo sobre los hijos, los cuales sufren siempre las agresiones psicológicas, por ser testigos de la violencia; pero también físicas al introducirlos como forma de agredir a la madre, llegando incluso al feminicidio y homicidio de los hijos de la mujer al considerar que le van a ser arrebatados o para demostrar que es capaz de cumplir las amenazas vertidas (Gaspar, Jimeno & Boira, 2011).
Las creencias y actitudes de las mujeres víctimas en contra de los actos de violencia por parte de la pareja, no denuncian a los órganos competentes, por creer que no serían sujetos de crédito, por el bien de los hijos o por garantizar los bienes adquiridos a través del matrimonio; mientras tanto Bosch (2016), considera a las creencias un factor de riesgo sociocultural para la ocurrencia de la violencia de género.
Materiales y métodos
El estudio fue de tipo observacional, prospectivo, analítico y transversal; con diseño correlacional y con enfoque cuantitativo. La muestra probabilística la conformaron 48 mujeres, víctimas de violencia, seleccionados probabilísticamente, procedentes de la provincia de Ambo.
Respecto a las características generales de las mujeres en estudio, se observó que 56,3% (27) pertenecieron al grupo de adultas jóvenes, la mitad fueron casadas [50,0% (24)] y una quinta parte solteras [20,8% (10)]. La cuarta parte de la muestra [25,0% (12)] tuvo el nivel de escolaridad de primaria incompleta y una mínima proporción no contaban con estudios [4,1% (2)]. Más de una cuarta parte de ellas refirieron ser amas de casa y otra proporción similar fueron empleadas domésticas [27,1% (12) cada uno] y una cuarta parte fueron trabajadoras públicas [25,0% (12)].
La mayoría fueron católicas [81,3% (39)], y cerca de la mitad, tenían de 1 a 2 hijos [41,6% (20)], seguido de alrededor de una tercera parte que tenían de 3 a 4 hijos [33,3% (16)]. La mayoría de las mujeres refirieron ser violentadas por su pareja entre 1 a 10 años [77,1% (37)], con una frecuencia de una vez al mes por la mitad de ellas [50,0% (24)]. También 22,9% (11) refirieron que fueron violentadas ocasionalmente, cuando su pareja se embriaga.
Y sobre el agresor se identificó, que cerca de la mitad de ellos fueron adultos jóvenes [47,9% (23)], la mayoría tenían el grado de escolaridad de secundaria completa [77,1% (37)], del mismo modo, profesaban la religión católica [72,9% (35)]. Una cuarta parte fueron comerciantes y también choferes [25,0% (12) cada una] y en una menor proporción fueron contadores, policías y carpinteros [4,2% (2) cada una]. La mayoría de los agresores practicaban hábitos nocivos [85,4%], siendo prevalente el consumo de alcohol [73,0% (35)].
Los datos se recolectaron a través de la técnica de entrevista individualizada y los instrumentos aplicados fueron la guía de entrevista de características generales, escala del perfil del agresor y ficha de valoración de la violencia de pareja; los cuales fueron previamente validados y fiabilizados. En la ejecución de la investigación se consideró los aspectos éticos (beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia); los cuales fueron plasmados en el consentimiento informado escrito.
En el análisis de los datos se aplicó la estadística descriptiva e inferencial, usando un p <0,05 como el valor de la probabilidad del error en las pruebas de hipótesis, también, se consideró el análisis bivariado a nivel categórico de acuerdo a estándares establecidos; en el análisis inferencial se aplicó la prueba no paramétrica de X2.
Las limitaciones de ubicación de las unidades de análisis fueron manifiestas en diversas oportunidades, por lo que se tuvo que replantear la conformación de los mismos, hasta garantizar el número total de mujeres consideradas para el estudio, asimismo los resultados de este estudio solo serán válidos para el contexto del estudio, no se podrán extrapolar los resultados hacia otros contextos.
Resultados y discusión
Al describir el perfil del agresor en la dimensión deseo de control y juego de poder, se observó que la mitad de las mujeres en estudio ubicaron a los agresores en el nivel medio [50,0% (24)] cerca de la otra mitad de ellas, ubicaron en el nivel bajo [46,0% (22)]. Señalaron que los agresores intentaban controlar la conducta de su pareja, surtían amenazas o intimidación como medio para controlarla y en algunos casos actos humillantes o de crueldad hacia la víctima.
La autoestima baja como perfil del agresor, lo manifestaron cerca de la mitad de las mujeres víctimas de violencia de pareja [47,9% (23) cada uno], ubicándole en el nivel alto y en la misma proporción el nivel medio. Al respecto, las mujeres manifestaron que el agresor no controlaba sus impulsos, culpaban a su pareja de sus problemas, evitaban que ella trabaje/estudie y se irritaban con facilidad cuando ella le pone límites.
En la dimensión posesividad, celos del perfil del agresor, se observó que la mayoría la ubicaron en el nivel medio [75,0% (36)]. También, una cuarta parte de ellas lo ubicaron en el nivel bajo [25,0% (12)], mostrando que el agresor ejercía presión para mantener relaciones sexuales, las aislaban de sus familiares y amigos; y en algunas situaciones se mostraban extremadamente celosos.
En cuanto al perfil intuitivo negativo del agresor, se halló que más de la mitad de las parejas en estudio, lo ubicaron en un nivel medio [52,1% (25)] y que cerca de la otra mitad, lo ubicaron en un nivel bajo [41,7% (20)], mostrando que el agresor responsabiliza a otras personas por sus problemas o dificultades y minimizaba la gravedad de las conductas de abuso.
En cuanto al perfil del agresor en la dimensión estrategias para evitar la realidad, se observó que más de la mitad de la muestra en estudio, ubicaron al agresor en un nivel medio [56,3% (27)], lo que indica que el agresor con frecuencia justificaba la violencia como una forma de resolver los conflictos, tenían un estilo de comportamiento violento y se mostraban agresivos verbalmente. También, alrededor de la tercera parte de ellas lo ubicaron en el nivel bajo [35,4% (17)], expresando que el agresor experimentaba cambios bruscos de humor.
De manera global, el perfil del agresor, fue ubicado por alrededor de la mitad de la muestra en un nivel moderado [52,1% (25)], seguido de una tercera parte que lo ubicaron en el nivel bajo [30,4% (15)].
Respecto a las formas de violencia física ejercida por el agresor hacia las mujeres, se observó que la mayoría refirieron que su pareja le había empujado o golpeado con las manos y/o pies [70,8% (34)], que le había dejado lesiones visibles en el cuerpo, tales como moratones, cortadas, chinchones [64,6% (31)] y que le había golpeado con un objeto o lanzado cosas cuando se enojaban o discutían [54,2% (26)]. Asimismo, cerca de la mitad señalaron que le habían causado lesiones que ameriten recibir atención médica, psicológica, jurídica y/o auxilio policial [43,8% (21). En cuanto al nivel de la violencia física ejercida por el agresor hacia las mujeres en estudio, se observó que fue leve [41,7% (20)].
Sobre la violencia psicológica ejercida por la pareja, se observó que una mayoría refirió que la humillaba y le criticaba en público o en privado [62,5% (32) cada uno]. También, más de la mitad refirieron que le faltaba el respeto a sus sentimientos y que está en permanente estado de tensión por la irritabilidad de la pareja [56,3 % (27) y 54,2 % (26) respectivamente]. Cerca de la mitad indicaron que le imponía reglas; la forma de vestir, maquillarse y de comportarse [47,9% (23)], le llamaba con apodos/groserías [45,8% (22)] y que le amenazaba de muerte [41,7% (20)]. El nivel de violencia psicológica, fue moderado [47,9% (23)].
En torno a la violencia sexual ejercida por el agresor, se apreció que la mayoría indicó que le insistió en tener relaciones sexuales, aunque sepa que no tiene ganas [73,0% (35)], le presionó para tener sexo con más frecuencia de lo que le gustaría [64,6% (31)], le obligaba a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad [63,0% (30)] y que les exigía obediencia a sus requerimientos sexuales [60,4% (29)]. También, cerca de la mitad señaló que le impedían el uso de métodos anticonceptivos [45,9% (22)]. En cuanto al nivel de la violencia sexual, ejercida por el agresor, fue de nivel moderado [50,0% (23)].
Al contrastar las hipótesis, se observó que la exposición a agresión de nivel moderado generaba violencia física de nivel leve, donde se obtuvo un valor X2 = 44,25 para 4 gl., y p = 0,00; con dicho resultado, no fue posible aceptar la hipótesis nula y se admite la existencia de relación entre ambas variables. Lo que supone que cuando la agresión tiene valores superiores, la violencia de la pareja, adopta un mayor nivel (Tabla 1).
En el análisis de la correlación entre el perfil del agresor y la violencia psicológica, se observó que la agresión fue de nivel moderado y la violencia psicológica de nivel leve, donde se obtuvo un valor X2 = 33, 36 para 4 gl., y p = 0,00, con dicho resultado, no fue posible aceptar la hipótesis nula y se admite que existe relación entre ambas variables. Indicando que cuando la agresión tiene valores superiores, la violencia adopta mayor nivel (Tabla 2).
En la correspondencia entre el nivel del perfil del agresor y el nivel de violencia sexual, se obtuvo un valor X2 = 33,26 para 4 gl., y p = 0,00, con dicho resultado, no es posible aceptar la hipótesis de independencia y se admite la hipótesis de investigación que afirma la existencia de relación entre ambas variables. Indicando que cuando la agresión tiene valores superiores, la violencia adopta mayor nivel (Tabla 3).
En la correlación entre el ejercicio de la agresión con la violencia se obtiene un valor X2 = 33,26 para 4 gl., y p = 0,00, con dicho resultado, también, se rechazó la hipótesis nula y se admite que existe relación entre ambas variables. Indicando que cuando la agresión tiene valores superiores, la violencia se torna de mayor nivel (Tabla 4).
Al contrastar las hipótesis de investigación, se observó que la exposición a la agresión física, psicológica y sexual; determina violencia de la pareja en diferentes niveles. Este resultado se explica por las pautas culturales que mantienen la desigualdad de los géneros y la socialización de los géneros según estereotipos (González, 2007).
En concordancia con el presente hallazgo, González & Fernández (2010), encontraron que las mujeres que reconocen haber sido maltratadas a través de la violencia física, recalcan como causa fundamental los celos del agresor, lo cual muestra la condición de inseguridad presente en sus parejas, y en segundo lugar la ingesta excesiva de alcohol, que además de ser una conducta vista como “natural” en las prácticas masculinas, produce en muchos casos una desinhibición que propicia un mal manejo de las frustraciones
En la misma línea, los resultados de los estudios de Echeburúa & Fernández (2009), revelan que muchos maltratadores tienen antecedentes de violencia en sus relaciones interpersonales, ya sea con sus anteriores parejas (24.9%) y/o con personas de su entorno (39.3%).
Del mismo modo, Echeburúa & Fernández (2009), señalan que la violencia más grave aparece más frecuentemente cuando los agresores han hecho uso anteriormente de una violencia física y psicológica, cuando ha habido un aumento creciente de la frecuencia y de la gravedad de los episodios violentos, cuando han cometido lesiones sobre su pareja intencionadamente y, además, cuando la han amenazado anteriormente, de forma verbal, con objetos peligrosos o con distintos tipos de armas, sobre todo si estas amenazas propias de sus conductas violentas han tenido lugar delante de otras personas (hijos o familiares). Asimismo, indican que la gravedad de la conducta está relacionada con la práctica de agresiones sexuales en el seno de la pareja.
En relación con el perfil del agresor, los maltratadores graves tienden a ser muy celosos o posesivos; que al sentirse humillados por la ruptura de la pareja, lo que redunda directamente en un descenso de su autoestima, y a consumir en excesivamente alcohol o drogas. Asimismo, tienden a comportarse de forma desafiante y con crueldad, sin temor a las consecuencias punitivas de su conducta, y a atribuir sus propios males y la responsabilidad del maltrato a la víctima.
Conclusiones
La información sistemática de la presente investigación; representa un aporte para la sensibilización del personal sanitario y especialmente para los profesionales obstetras en el sentido de detectar el perfil característico del agresor que acompaña a situaciones de violencia de pareja, y registrar tales comportamientos en actos consecutivos de maltrato, concluyendo en una información rigurosa y objetiva; el que servirá desde un enfoque multidisciplinario a diferentes instancias del sistema legal (juez, fiscal y a los letrados) para las acciones de control y para el personal sanitario entender la conducta y actitud del agresor y encausar las acciones de prevención y canalización a servicios especializados a los casos psicopatológicos. De la misma forma ddiseñar estrategias integradas y coordinadas que combinen las iniciativas preventivas de protección a la mujer frente a las conductas agresivas de su pareja.