INTRODUCCION
La hipertensión arterial (HTA) esencial en adolescentes es una enfermedad de origen multifactorial, relacionada con factores genéticos y ambientales, que ha experimentado un incremento notable en su prevalencia durante los últimos años, en correspondencia con los nuevos estilos de vida adoptados por la población. Los niños y adolescentes captan las costumbres de los adultos, hábitos que han demostrado ser desencadenantes potenciales de enfermedades cardiovasculares.1,2
A pesar de los notorios avances alcanzados en los conocimientos relacionados con la conceptualización, etiopatogenia, diagnóstico, prevención y terapéutica, la HTA constituye un padecimiento frecuente en la edad pediátrica, considerada por muchos un enemigo silencioso.1,3
Estadísticas internacionales coinciden en que la frecuencia de la enfermedad oscila entre 3-5 % en niños, con valores superiores en los adolescentes (18,00 %).4 Cuba reportó en 2021, una tasa de prevalencia de 16,1 por cada 1000 adolescentes entre 15-18 años de edad según datos del Anuario Estadístico de Salud de ese año.5
Para la mayoría de los investigadores, determinar la prevalencia de HTA en niños y adolescentes es un desafío, debido a las diferencias objetivas en la definición de la enfermedad teniendo en cuenta las guías de prácticas clínicas más recientes (europea, norteamericana y canadiense), y a la no existencia de un valor establecido como umbral de tensión arterial sistólica (TAS) y diastólica (TAD) en función a los cambios fisiológicos propios de la edad, por lo que es necesario regirse por tablas de percentiles basadas en edad, sexo y talla.6,7,8,9
Los factores de riesgo para padecer de HTA en adolescentes se estratifican, al igual que en adultos, en modificables y no modificables, en correspondencia con poder ser o no corregidos con cambios en el estilo de vida.2,3
La edad, la etnia, el género, la herencia, factores genéticos específicos y eventos ocurridos en etapas tempranas de la vida intrauterina (hipótesis de Barker) constituyen los elementos no modificables mejores analizados.10
El tabaquismo, el consumo de alcohol, el sedentarismo, el tipo de alimentación, algunos factores sociológicos y sociales se consideran factores modificables comportables, mientras el sobrepeso, la obesidad, las dislipemias y la diabetes mellitus, se consideran factores modificables metabólicos.11
El incremento sostenido en el índice de adolescentes con prehipertensión e hipertensión arterial a nivel nacional en las últimas décadas, hace necesario potenciar investigaciones enfocadas en los factores predisponentes, sobre todo, en aquellos que puedan ser modificados, por lo que se decide realizar la presente investigación con el objetivo de determinar el grado de asociación entre factores de riesgo modificables y las cifras de tensión arterial (TA) en los adolescentes de Moa, Holguín.
METODOS
Se realizó un estudio observacional, longitudinal, prospectivo de corte transversal en el periodo comprendido entre septiembre-diciembre 2022.
El universo estuvo constituido por los 1561 adolescentes de 15-19 años de edad matriculados en el Instituto Preuniversitario (IPU) Antonio López Jiménez y los Institutos Politécnicos (IP) José Antonio Boizan y 26 de Junio del municipio Moa, provincia Holguín, durante el curso académico 2022-2023, previo consentimiento de los alumnos, la dirección de los centros docentes y el consejo municipal de educación.
La muestra se conformó con 524 adolescentes (33,56 %) los cuales fueron escogidos mediante un muestreo probabilístico sistemático. La selección se hizo partiendo del primer alumno de cada grupo escolar con un ciclo preestablecido cada tres educandos. Se excluyeron los adolescentes con diagnóstico previo de enfermedades crónicas o tratamiento habitual con medicamentos coadyuvantes de hipertensión arterial.
El 100 % de la serie estudiada recibió tres controles. En el primero fueron sometidos a un interrogatorio y examen físico detallado que permitió determinar las cifras de TA según las normas establecidas, descartar posibles enfermedades crónicas asociadas y estratificar los factores de riesgo incluidos en la investigación.
A los diecisiete días fueron reevaluados, lo que facilitó clasificar los adolescentes en normotensos (TAS y TAD por debajo del 90 percentil), prehipertensos (TAS y/o TAD entre el 90 y 95 percentil y todo adolescente con TA igual o superior a 120/80 mmHg) e hipertensos (TAS y/o TAD igual o mayor al 95 percentil).4
Los factores de riesgo modificables incluidos en el estudio fueron: el índice de masa corporal (IMA) e índice de circunferencia abdominal (ICA) ambos expresados en percentiles (pp), horas de sueño nocturno, horas diarias de actividad sedentaria y frecuencia semanal de ingestión de comida chatarra.
Como fuente para la obtención de la información se utilizó una planilla de recopilación de datos creada y avalada al efecto (fuente primaria) donde se volcaron los parámetros obtenidos durante los controles realizados.
Las planillas fueron sometidas a un proceso de revisión con la finalidad de detectar errores, duplicidades u omisiones. Se creó posteriormente una base de datos (Microsoft Excel).
El procesamiento estadístico se llevó a cabo importando la base de datos hacia el paquete estadístico SPSS versión 17.0. Como estadígrafos descriptivos para las variables cualitativas se utilizó la frecuencia absoluta (FA) y el porcentaje (%).
Para medir la posible asociación entre las variables en estudio se empleó la prueba de Chi cuadrado, el nivel de riesgo estadístico p < 0,01. El coeficiente de V-Cramer (VC) permitió determinar la fuerza de la asociación entre ellas; si el resultado fue: ≤ 0,2 (asociación débil a pesar de existir significación estadística), 0,2 < CV ≤ 0,6 (asociación moderada) y > 0,6 (asociación fuerte).
El comité de ética y el consejo científico de la institución aprobaron la realización del estudio, así como el acceso a los datos de los adolescentes. La investigación cumplió con los principios de la Declaración de Helsinki.
RESULTADOS
En el 34,88 % de los adolescentes con IMC superior al 97 pp se diagnosticó hipertensión arterial y en el 37,21 % prehipertensión, mientras que en el 18,64 % de los que tenían IMC entre el 90-97 pp se constató cifras de tensión arterial superior al 95 pp y el 22,03 % entre el 90-95 pp, Xp2=167,1976 > X2c=20,0902 (nivel de riesgo estadístico de 0,01), lo que evidencia que las dos variables están relacionadas numéricamente, V de Cramer (VC=0,3646) mostró asociación moderada entre el IMC y las cifras de TA (Tabla 1).
La mayoría de los adolescentes con ICA superior al 97 pp eran hipertensos (40,00 %) o prehipertensos (40,00 %), solo nueve casos (20,00 %) tenían cifras de tensión arterial dentro de los límites normales para su edad, sexo y talla. El 24,56 % de los que se encontraba entre el 90-97 pp según el ICA fueron diagnosticados con hipertensión arterial y el 26,32 % con prehipertensión, X2p=239,6183 > X2c=20,0902 (nivel de riesgo estadístico de 0,01), por lo que se puede afirmar que existió relación entre las dos variables, V de Cramer (VC=0,4366) evidenció asociación moderada entre ellas (Tabla 2).
El 14,14 % de los que refirieron dormir menos de seis horas promedio de forma continua en las noches y el 13,39 % de los que dormían entre 6-8 horas fueron estratificados como hipertensos. El diagnóstico de prehipertensión arterial fue más frecuente también en los que dormían menos de 6 horas (18,18 %) y entre 6-8 horas (12,60 %). X2p=54,1834 > X2c=13,2767 (nivel de riesgo estadístico de 0,01), lo que indicó relación entre las dos variables. El coeficiente de V de Cramer (VC=0,2076) demostró asociación moderada entre el número de horas de sueño nocturno y las cifras de TA (Tabla 3).
Aproximadamente uno de cada nueve adolescentes que pasan más de seis horas diarias como promedio en actividades sedentarias (10,63 %) fueron diagnosticados como hipertensos y el 11,88 % prehipertensos, mientras que 14 casos (8,05 %) de los 174 que dedicaban entre 2-6 horas al día a este tipo de actividad también padecían hipertensión y 16 (9,20 %) prehipertensión arterial (Tabla 4).
X2p=14,1081 > X2c=13,2767 (nivel de riesgo estadístico de 0,01), demostró que las dos variables están relacionadas, V de Cramer (VC=0,1059) evidenció estadísticamente que la asociación entre el número de horas de actividad sedentaria y las cifras de TA era débil. Se observa que en el 14,22 % de los adolescentes que refirieron ingerir comida chatarra con una frecuencia igual o superior a seis veces por semana se constataron cifras de TA superiores al 95 pp (hipertensión arterial) y en el 11,27 % entre el 90-95 pp (prehipertensión arterial). X2p=29,8662 > X2c=13,2767 (nivel de riesgo estadístico de 0,01), evidencia numérica de la relación entre las dos variables, V de Cramer (VC=0,1541), asociación débil entre la frecuencia semanal de ingestión de comida chatarra y las cifras de TA (Tabla 5).
DISCUSION
En las últimas dos décadas, la prevalencia de prehipertensión y de HTA en niños y adolescentes ha aumentado exponencialmente en todo el mundo, según lo demuestran las estadísticas nacionales e internacionales. Este fenómeno se explica parcialmente, según la mayoría de los autores, por el incremento en la tasa de sobrepeso y obesidad, asociado o no a otros factores de riesgo.1,2,4,12
La prehipertensión progresa a hipertensión a un ritmo aproximado de 7 % anual y la HTA persiste en casi un tercio de los adolescentes, según se expresa en varios estudios longitudinales. Para la mayoría de los investigadores la obesidad constituye el factor de riesgo más importante, tanto para el inicio, como para la permanencia de cifras de TA elevadas.7,9
El IMC es una poderosa herramienta para determinar sobrepeso y obesidad con precisión en niños y adolescentes, así como uno de los parámetros más difundidos y recomendados para la evaluación antropométrica. Se considera mejor factor de predicción de morbilidad que la relación peso para la talla porque tiene la ventaja de ser simple y de bajo costo.6,7
La presente investigación demostró estadísticamente que, a mayor IMC, mayor frecuencia de adolescentes con prehipertensión e hipertensión arterial, datos que coinciden con los publicados en la literatura.2,3 Méndez Gálvez y cols.12) revelaron en su estudio que más de la mitad de la muestra tenía TA elevada (51,2 %) y sobrepeso (56,1 %) y que, a mayor grado de obesidad, mayor fue la frecuencia de adolescentes con HTA.
Las evidencias indican que la obesidad contribuye a la hipertensión por varios mecanismos no del todo dilucidados: resistencia insulínica e hiperinsulinemia, aumento de la actividad adrenérgica y de las concentraciones de aldosterona, retención de sodio y agua, incremento del gasto cardíaco y alteración de la función endotelial producidas por determinadas moléculas como leptina y adiponectina, etc.13
Para muchos autores la medida de la circunferencia abdominal es más fiable como indicador de riesgo para padecer enfermedad cardiovascular que el IMC, datos que coinciden con los obtenidos en la investigación. La región del cuerpo en la que se almacena la mayor cantidad de grasa es más importante como factor predisponente que el exceso de peso corporal (obesidad o sobrepeso), por lo tanto, se recomiendan medir el perímetro abdominal en lugar de calcular únicamente el IMC.14,15
Acosta Berrelleza y cols.15 demostraron que la obesidad abdominal se comportó como uno de los factores de riesgo más importantes para padecer de enfermedades cardiovasculares y metabólicas en la población en edad pediátrica, según los resultados publicados en varias de las series analizadas.
Componentes proinflamatorios e inflamatorios (citoquinas) producidos por la grasa perivisceral, asociados al incremento de los triglicéridos, alteraciones en el metabolismo graso e insulinorresistencia, favorecen el desarrollo de enfermedad cardiovascular.14
La asociación entre patrones del sueño inadecuados y la HTA ha sido bien definida en múltiples estudios realizados en adultos jóvenes, resultados similares a los obtenidos en la investigación, sin embargo, existen pocas evidencias en niños y adolescentes.16
Debido a los estilos de vida adoptados en la era moderna por la mayoría de los adolescentes, la cantidad y calidad del sueño se ha reducido considerablemente, incluso, se ha señalado que los jóvenes duermen como promedio 1,5 horas menos actualmente. Cuando el sueño es corto, la actividad del sistema nervioso simpático aumenta y se reduce la liberación de melatonina (hormona que regula varias funciones fisiológicas relacionadas con el sueño) la cual disminuye la tensión arterial.16,17
Se ha señalado que dormir menos de 6 horas altera el descenso fisiológico de la TA que ocurre durante el sueño nocturno, por lo que se mantiene anormalmente elevada, lo cual incrementa el riesgo de padecer hipertensión.18
El número de horas dedicadas diariamente a actividades de ocio (televisión, video-juegos, teléfonos móviles, computadores, etc.) constituye otro factor de riesgo potencial para padecer de HTA, el cual cada día está más asentado en la población infantil en Cuba y el mundo, con el correspondiente detrimento del tiempo para el ejercicio físico, independiente de que las posibilidades para su práctica diaria estén o no disponibles.2
En la serie estudiada se demostró que existió asociación estadística entre el número de horas de actividad sedentaria y las cifras de TA, resultados que coinciden con la mayoría de las evidencias publicadas.2,3,4
Rojas Concepción y cols.2) reportaron en su investigación que solo el 25,1 % de los adolescentes hipertensos mostraron estilos de vida no sedentarios, sin embargo, el 63,5 % tenían tendencia al sedentarismo y el 11,3 % eran sedentarios.
El consumo de comida chatarra es otro factor que se relaciona habitualmente con niveles elevados de TA según se evidencia en la mayoría de las publicaciones, resultados equivalentes a los obtenidos en la investigación.1,2,3,4
Prieto Peña y cols.3 mostraron que la totalidad de los adolescentes con cifras de TA elevadas, incluidos en la cohorte analizada por ellos, tenían malos hábitos dietéticos. Los hábitos alimentarios inadecuados con predominio de comidas ricas en sal, grasas, carbohidratos favorecen al desarrollo de la HTA y constituyen uno de los principales factores de riesgo para las enfermedades cardiovasculares a temprana edad.4
En el estudio existió asociación moderada entre los IMC e ICA y las cifras de TA en los adolescentes de Moa, mientras que la asociación entre las horas de sueño nocturno, horas diarias de actividad sedentaria y la frecuencia semanal de ingestión de comida chatarra con las cifras de TA fue débil.
El aporte científico de la investigación consiste en que se demostró numéricamente la asociación entre factores de riesgo modificables y la prehipertensión e hipertensión arterial en los adolescentes de Moa.