INTRODUCCIÓN
Las tendencias en la búsqueda de soluciones a problemas del desarrollo dentro de la trama socio-económica mundial contemporánea, encuentran en el modelo de desarrollo local una respuesta alternativa a la activación de estas economías y la necesaria subsanación de las problemáticas sociales inherentes a su coexistencia.
Ello presupone el incremento del papel del territorio como agente de cambio, la proyección de estrategias y alternativas viables de transformación coherentes con el contexto histórico territorial y nacional, el aprovechamiento, entre otras fuentes, de sus recursos potenciales, y la creación de capacidades endógenas de gestión del desarrollo.
Para Segura y Ortega (2019), las políticas de desarrollo local asociadas a este modelo condicionan sus contenidos internos a las particularidades de cada territorio y persiguen objetivos de carácter económico y social dirigidos a la transformación del sistema productivo local, su diversificación, competitividad, crecimiento de la producción, la mejoría del nivel de vida de la población, el empleo local y el fomento de la cultura emprendedora, entre otros.
El alcance de estos objetivos es condicionado además por la concepción del territorio como agente de transformación (Vázquez, 1999), lugar específico de interacción, movilización de los recursos (económicos, humanos, institucionales y culturales) y organización de los actores del desarrollo, en la búsqueda de soluciones a problemas económicos y sociales.
La dinámica local que genera la interrelación de estos elementos -actores del desarrollo, estrategias y lógicas de coordinación de acciones y recursos- muestra cualidades particulares en las formas de actuación local, diferentes a otras dinámicas territoriales, que han de ser observadas y valoradas en el ejercicio estratégico de la planificación del desarrollo.
Siendo el desarrollo local un proceso de participación y actuación esencialmente humanos, se reconoce que la intervención de los actores locales en la búsqueda de estrategias para el logro de los objetivos antes mencionados está matizada, entre otros aspectos, por la realidad culturalmente significativa del entorno, por lo que esta ha sido considerada una determinante endógena del desarrollo.
En este caso por ejemplo
(Vázquez, 2009, p. 6).“(...) para actuar sobre el sistema productivo, conviene hacerlo teniendo en cuenta que las acciones se realizan en territorios caracterizados por un sistema social, institucional y cultural con el que interactúan”
La citada sugerencia, revela como condición de transformación del tejido socio-productivo local para el desarrollo, el reconocimiento y la integración a las estrategias, de aquellos elementos culturales propios (y en su mayoría intangibles), en tanto recursos locales que yacen en el comportamiento socio-institucional y cultural, cuya utilización puede limitar o potenciar el desarrollo.
Al análisis precede la cuestión acerca de qué aspectos debe valorar una estrategia de desarrollo que considere la integración de los recursos culturales en general y el aprovechamiento del potencial de la identidad cultural en particular, para la toma de decisiones locales en función del desarrollo.
Cuba, enfrascada en la actualización de su modelo económico y social, reconoce en la Política para impulsar el desarrollo territorial (Ministerio de Economía y Planificación, 2020), que cada municipio contiene especificidades culturales resultantes de las interacciones históricas concretas que tienen lugar en el entorno natural, productivo y de asentamientos, expresadas en tradiciones, hábitos, modos de vida diversos e identidad. El análisis y diseño de toda intervención estratégica o proyecto de desarrollo local debe seguir un tratamiento específico y coherente con esa realidad en todo el proceso.
Sin embargo, cuando se interioriza en el tratamiento de la cultura en este marco, autores cubanos reconocen que aún es dispersa y débil la valoración de la dimensión cultural en la agenda del desarrollo local, el tratamiento de lo cultural como hecho social en sí, y su aporte al proceso, el aprovechamiento de las potencialidades de la cultura y la incorporación del enfoque cultural al planteamiento estratégico del desarrollo (Alarcón, 2014; Arias, 2015; Martínez, Hernández, Martínez, Delgado y Expósito, 2014; Peñate, 2012; Pineda, Jiménez y Martínez, 2019).
Estas carencias sesgan -desde la estrategia de desarrollo municipal como instrumento integrador de la planificación que contribuye a orientar la gestión del gobierno-, la contribución de los recursos culturales en general y la identidad cultural en particular; limitan su aprovechamiento de forma planificada en el diseño de proyectos de desarrollo local, la expansión de las capacidades locales en la búsqueda de soluciones acordes a su realidad culturalmente significativa y distorsionan el carácter participativo e inclusivo del proceso.
Por ello, partiendo del estudio de la cultura y los recursos culturales en los procesos de desarrollo, se analizan los aspectos teóricos y metodológicos que sustentan la integración de la identidad cultural como recurso local a la gestión del desarrollo territorial, desde la estrategia de desarrollo municipal, a fin de contribuir a identificar y movilizar su potencial en la transformación territorial para el desarrollo.
Para ello se transita por el análisis de la relación de la cultura en los procesos de desarrollo, la pertinencia de gestión de los recursos culturales en el marco de la estrategia de desarrollo municipal, los elementos teóricos que respaldan el papel de la identidad cultural como recurso local del desarrollo, sus principales características, dimensiones de análisis, potencialidades y estrategias de aprovechamiento.
DESARROLLO
Cultura y recursos culturales: visibilidad y viabilidad en los procesos de desarrollo local
Existe un reconocimiento internacional que, en la dinamización de los procesos de desarrollo y la creación de capacidades para la transformación socioeconómica del territorio, influyen las potencialidades de los recursos culturales, entre ellos, la identidad cultural vinculada al territorio a través de sus sistemas, estructuras y formas de organización productiva.
La relación de la cultura en los procesos de desarrollo ha sido abarcada en la literatura científica con una marcada tendencia a considerarla desde diferentes perspectivas:
- Como dimensión del desarrollo, siendo un componente significativo del proceso en interrelación con el resto, al tiempo que expresa una relativa independencia ya que a su contenido, sea de origen antropológico, patrimonial o institucional se le confiere una función que para Carvajal (2011), orienta y potencializa el desarrollo.
- Como factor, ya que desde su naturaleza funcional, abarca aspectos como el comportamiento, acciones e interacciones de los actores locales, que favorecen o en su defecto obstaculizan el proceso de desarrollo (De Dios y Fernández, 2014).
- Como recurso del potencial del desarrollo, es decir, parte del conjunto de elementos de naturaleza diversa (física, humana, institucional, tecnológica, cultural, ambiental), presentes en cantidades y cualidades diferentes en una localidad y cuyas características, acordes con su posibilidad de utilización, le brindan un determinado grado de potencialidad que tributa a la generación de capacidades locales para impulsar su desarrollo (Almaguer, 2013).
El análisis de estas perspectivas en su conjunto devela a su vez un consenso que explica la relación cultura-desarrollo y su actuación en tres aristas congruentes:
1. El desarrollo de capacidades en base a la matriz cultural a la que se asocia la competencia de los actores para estructurarse y actuar ante los problemas comunes (Buarque, 1999).
2. Su aporte a la viabilidad del proceso “(...) cuando en ellos se tienen en cuenta las características históricas, culturales, institucionales y sociales como condicionantes de las estrategias de transformación de la economía y la sociedad” (Alburquerque, 1996, p. 5).
3. La utilidad de su planificación desde las diferencias identitarias, como un “proceso habitado por el ser humano” (Arocena, 1997, p. 91).
Por ello la factibilidad de articular el enfoque cultural a la planificación del desarrollo, desde el diseño de estrategias que respondan a las especificidades culturales locales supone dos ventajas estratégicas:
- Adapta, promueve y diversifica las vías de acción de los actores locales acorde a cada territorio, integradas a las iniciativas y proyectos locales de desarrollo.
- Permite aprovechar la capacidad territorial de procesar la información del acceso efectivo a sus recursos (Goulet, 1999), la fuerza dinámica de la identidad que para Claxton (como se citó en Carvajal, 2011), constituye elemento estratégico de cualquier cultura, así como las prácticas culturales y estructuras sociales propias del territorio (Kottak, 2000).i
No debe resultar ajeno al pensamiento estratégico local que la cultura, en tanto
(Linares, 2006, p. 93) dota a los recursos culturales del desarrollo de contenidos que expresan regularidades posibles de percibir en el contexto cultural local, tales como:“instrumento de ordenación de la vida colectiva, de orientación para la acción, que posee funciones cognoscitivas, afectivas, valorativas, regulativas, y comunicativas”
i) La estructura, formas de articulación, organización y relación de los grupos sociales (instituciones y sistemas productivos locales).
ii) Los patrones de identidad cultural como expresión de las interacciones culturales, sociales, medioambientales (costumbres, tradiciones, lenguaje, patrimonio material e inmaterial).
iii) Las valoraciones, los valores (moral, ética, medioambiental, tolerancia, honestidad).
iv) El conocimiento y las habilidades como bases de la capacidad productiva (saber-hacer local, innovaciones).
v) Las actitudes locales (ante el ahorro, solidaridad, sentido de pertenencia, cohesión social, confianza institucional, resiliencia).
Estos elementos identifican culturalmente a una localidad y suponen un bien común, resultante de un singular proceso de construcción social, condición que emerge al ser valorados, reproducidos o aprovechados. Águila (2018) refiere que este reconocimiento ha de constituir uno de los principios a plantearse como base de la forma de organización del desarrollo local.
Su vitalidad diferencia las líneas y dinámicas de actuación de un territorio a otro en el sistema económico, político, social, institucional, tecnológico y permite identificar qué pautas de comportamiento son culturalmente significativas en un territorio en función de sus metas de desarrollo; qué conducta, roles, normas, actitudes y acciones inherentes a las instituciones y el territorio particularizan la percepción y las respuestas a las problemáticas locales del desarrollo; qué valores, tradiciones, símbolos, patrimonio, costumbres, conocimientos y prácticas locales de producción y reproducción económica y social constituyen competencias y capacidades factibles de integrar a los proyectos de desarrollo local.
Cuestiones tales que articuladas a la etapa preparatoria de la estrategia de desarrollo municipal aportarían respuestas al proceso de toma de decisiones locales al exponer el repertorio de necesidades, motivaciones, saberes, prácticas y capacidades existentes en el territorio, información que permitiría establecer metas de desarrollo más afines a esa realidad local, así como adecuar y orientar los objetivos de gestión del desarrollo al diseño de estrategias y proyectos culturalmente viables.
En éstos términos, la valoración de los contenidos antes mencionados como componentes de los recursos culturales en el contexto local, serviría como vía para disminuir las brechas descubiertas en el desempeño encargado al proceso de planificación estratégica territorial, de realizar el análisis integral y la organización de la utilización de los diversos elementos que forman este recurso.
Su reconocimiento permitiría en la práctica operacionalizar, identificar, valorar y reflejar de manera más definida e integrada el aporte de la cultura y los recursos culturales a los procesos locales de desarrollo y con ello realizar una adecuación más eficaz de:
Los instrumentos de medición de estas particularidades culturales.
Sus herramientas de integración a los sistemas locales en concordancia con su nivel de potencialidad.
La posibilidad de ser aprovechados en la creación y emprendimiento de proyectos locales de desarrollo, acorde con su capacidad de contribuir a la transformación del tejido socio-productivo y la activación de procesos de desarrollo.
Por tanto, desde la base ejecutiva del municipioii como principal agente del desarrollo local en Cuba, incorporar el enfoque del análisis de la cultura y los recursos culturales a su gestión y estilo de gobierno, permitiría conducir soluciones locales desde la concepción de estrategias que estimen el potencial creativo de la cultura y el valor de las tradiciones productivas; así como aprovechar la diversidad cultural, las capacidades y valores humanos que genera, para alcanzar los fines socioeconómicos y su función en el desarrollo.iii
La identidad cultural: un recurso local inmaterial en función del desarrollo
La identidad cultural como recurso del desarrollo es reconocida, junto a otros, como un
(Peñate, 2012, p. 61), visto este desde un enfoque sistémico e integrador.“componente indispensable del desarrollo local”
Como categoría de análisis, la identidad cultural en el campo del desarrollo local, atraviesa un aparato conceptual que la relaciona al ámbito antropológico, institucional y patrimonial, tales como: los patrones de interacción social o movilidad social, el sentido de pertenencia, participación social y el patrimonio cultural material e inmaterial.
En opinión de Goulet (1999), la identidad cultural contiene valores esenciales subyacentes sobre la cual, el territorio interpreta y desarrolla estrategias de acceso y uso de los recursos para su transformación.
En este sentido su potencial ha sido asociado a la generación de capacidades locales que condicionan transformaciones institucionales, tecnológicas y económicas que repercuten de manera directa en la consolidación y el desarrollo de los sistemas productivos locales, entre ellos:
- La creación de entorno favorable al liderazgo local (Gallicchio & Camejo, 2005).
- La adecuación de la institucionalidad local y la gobernanza a la gestión del desarrollo (Fariñós, 2015; Flores, 2007).
- El nivel de especialización y competitividad territorial (Soto, 2006).
- El conocimiento técnico local e innovaciones basado en especificidades culturales (Bruckmeier y Tovey, 2007; Meza, Meza y Rodríguez, 2017).
- La creación de ventajas absolutas o comparativas de productos específicos en base a políticas de innovación local (Nieves, Vargas y Quesada, 2017).
- La promoción de imagen territorial (Rojas, 2009) y la construcción de conceptos para el diseño de estrategias de comunicación (Castellanos y Maya, 2017).
Tal contribución no solo favorece los procesos de reestructuración y diversificación del sistema productivo local, sino que al implicar a los portadores de esas especificidades culturales, orienta la mirada hacia la construcción de procesos de desarrollo, sustentados en la participación e inclusión de quienes portan esos rasgos identitarios, al tiempo que en su reproducción, se refuerza y renuevan los contenidos de esa identidad cultural.
Para comprender el sentido del origen y la pertenencia de la identidad cultural como recurso de una localidad se parte del análisis del territorio como espacio activo, de confluencia e intereses económicos, sociales, espirituales, de solución de problemas comunes y modos particulares de respuestas, que en un proceso de sedimentación histórico concreto van definiendo formas culturales y patrones específicos de identidad.
Ello relaciona su vínculo con el proceso de territorialización, es decir con
(Docampo, 2007, p.14).“la personalización de ese ámbito territorial sobre el que se asienta el desarrollo”
Ámbito socialmente construido por la actividad colectiva en espacios como: los sistemas productivos locales (Massey, 1984), el sistema de innovación ligado a los procesos productivos locales (Cotorruelo, 2001; Soto, 2006), el sistema institucional y el sistema territorial de asentamientos.
En ellos se generan roles y funciones sociales entre sus miembros, a partir de competencias particulares, prácticas y conocimientos que lo caracterizan (Dematteis y Governa, 2005) y donde el aporte de cada elemento y sus interrelaciones dan lugar a formas culturales materiales y espirituales significativas en tiempo y espacio, que otorgan sentido de unidad al conjunto valorado por sus habitantes, creando referentes de autorreconocimiento e identidad cultural.
No es casual que estos elementos -antes distinguidos como espacios locales de actividad colectiva conformadores de identidad cultural-, sean reconocidos por el sistema de gestión como mecanismos óptimos para la producción de externalidades positivas o corrientes endógenas de desarrollo. En ellos, como factor común, se conjuga de manera dinámica, particular y diversa el potencial de la actividad humana para emprender acciones de desarrollo.
Canalizar este potencial desde la identidad cultural, identificarlo en esos espacios, e incorporarlo de forma planificada a los mecanismos de endogenización afines, constituiría una vía para la creación de proyectos locales con base en las vocaciones territoriales, el saber hacer local u otras especificidades culturales.
En este sentido la búsqueda de elementos identitarios locales se haría posible en el marco de estos espacios locales de actividad colectiva y su aprovechamiento más eficaz como recurso local, articulado a los sistemas productivos locales, el sistema de innovación, el sistema de asentamientos (ciudad, comarca, rural) y el sistema institucional, como factores optimizadores de producción de externalidades.
Sin embargo, si bien el proceso de territorialización y las interrelaciones que en él se generan condicionan el surgimiento de la identidad cultural, ella también funciona como elemento condicionante de la personalización de la actividad del territorio en función de los procesos de desarrollo.
En este sentido, Aguirre (como se citó en Mercado y Hernández, 2010) valora a la identidad como núcleo cultural que cohesiona, diferencia y otorga eficacia colectiva a la consecución de objetivos.
En tanto, como proceso de construcción simbólica de matriz cultural propia (Massó, 2006), para Larraín (2000) funciona a nivel territorial como activador de autorreconocimiento, autonomía y dinámica endógena a partir de elementos palpables en el
(Giménez, 2000, p. 54) y las percepciones colectivas (Silva, 2003), el sentido de pertenencia local (Molano, 2007), y todo aquel conjunto de elementos que distinguen la manera de ser y hacer de un territorio.“(...) conjunto de repertorios culturales interiorizados”
De ello se deduce que la identidad cultural es un recurso local formado en espacios de actividad colectiva durante el proceso de construcción territorial, es portador de un repertorio cultural compartido y expresado de manera específica y diversa (afectivo, conductual, cognitivo, práctico, valorativo, comunicativo), que brinda sentido de autorreconocimiento, unidad (igualdad) territorial, y carácter específico (diferencial) a las respuestas locales del desarrollo.
En ella se expresan cualidades como la especificidad, en relación con las peculiaridades resultantes de las interacciones colectivas en el proceso de construcción territorial y la diversidad, en concordancia con el repertorio de significados culturales creados en esos espacios de actividad colectiva.
Autores como Fortoul (2003), Ranaboldo (2006) y Rojas (2009) reconocen que la diversidad es el componente más destacado del recurso, al tiempo que Fonte y Ranaboldo (2007) lo consideran como la fuente específica (etnia, lengua, historia, arquitectura, símbolos) o genérica (interpretaciones relativas a características ambientales de los asentamientos locales, ritmo de vida, calidad ambiental) del recurso.
La integración de estos elementos al proceso de gestión del desarrollo, desde la estrategia de desarrollo municipal como herramienta de planificación encargada de promover la identificación y movilización del potencial endógeno en actividades de interés municipal, basado en capacidades internas y recursos disponibles, debe partir de un proceso de diagnóstico que permita reconocer, cuantificar, caracterizar y describir las formas en las que se expresa este recurso intangible en el territorio, aspecto que no pocas veces constituye una dificultad que restringe o distorsiona su análisis en este marco.
Identificar un recurso inmaterial como la identidad cultural es posible según Carrera (2009), cuando este es abordado a partir de su relación con aquellos elementos materiales que portan su significado. Entre ellos:
- Los usos, expresiones, conocimientos, saberes y los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes.
- El proceso por encima de los objetos, es decir la manera en la que se produce el objeto (habilidades, conocimientos, saber hacer, materia prima, instrumentos), es lo que distingue al objeto como producto identitario.
- La importancia a la comunidad y a los colectivos sociales como creadores y portadores de identidad cultural (unidades productivas familiares, institucionales, sistemas productivos).
- La transmisión generacional, la continuidad y funcionalidad actual de las expresiones de la identidad cultural.
- El carácter vivo, la vinculación con la naturaleza, historia y entorno donde se crean formas concretas de expresarse, de actuar, de saber hacer, como expresiones dinámicas, cambiantes y en continua transformación.
Estos elementos a su vez se expresan en áreas o componentes significativos de relativa independencia en los que se manifiesta la identidad cultural como recurso local, ellos son: el conocimiento de los sistemas productivos locales, la cultura productiva local, la acción colectiva local y el patrimonio cultural local.
Cada una de estas dimensiones de análisis abarca un conjunto de indicadores de la identidad cultural como recurso local que guían su reconocimiento en el territorio, amplían y enfocan su integración al horizonte de la planificación, tales como: las prácticas productivas tradicionales, productos típicos, especificidades culturales, conocimientos técnicos tradicionales, unidades locales de emprendimiento, sentido de pertenencia, tendencias de acción colectiva (ahorro, resiliencia, cooperación, medioambiental), patrimonio inmaterial (oficios y saberes populares, rituales festivos) patrimonio material, paisajes culturales, imágenes y simbología local.
Potencialidades, capacidades y aprovechamiento de la identidad cultural como recurso local del desarrollo
Para aprovechar de manera lógica, integrada y coherente la identidad cultural como recurso local en la gestión del desarrollo territorial, resulta imprescindible analizar cómo y qué capacidades territoriales puede generar y hacia dónde orientarlas en función del desarrollo.
Este también es un encargo de la estrategia de desarrollo municipal respecto a la organización y proyección de la utilización de las capacidades internas y los recursos de una localidad.
Sin embargo, el análisis en ocasiones disperso de los mecanismos o características que generan o movilizan el potencial de la identidad cultural, limita no solo la identificación de este recurso en el territorio, sino la evaluación de su contribución al proceso de desarrollo, restringiendo su lógica de integración al proceso de planificación territorial.
Entre las teorías que permiten explicar el carácter potencial de la identidad cultural destacan la teoría de las identidades territorialesiv y la teoría del potencial de desarrollo. En la primera, desde un enfoque sociológico- conductista, Precedo (2004) revela una serie de factores sicosocialesv ligados a la identidad y su relación con la capacidad de estimular comportamientos proactivos de innovación que confieren valor diferencial al producto de las iniciativas locales, vinculando su influencia al resultado del proceso.
Estos elementos se pueden identificar y estimular dando margen a coordinar y proyectar acciones que favorezcan su fortalecimiento a partir de principios como la autoidentificación, valorización de atributos de cultura e identidad, e integración territorial. En ello radica su valor.
Sin embargo, esta perspectiva no ofrece parámetros directos asociados a las características del recurso, que permitan evaluar de manera anticipada la relación entre la existencia de sus componentes, su capacidad de estimular comportamientos proactivos y el valor diferencial conferido al producto de las iniciativas, lo cual no garantiza de manera directa la evaluación de su potencial.
La segunda, de enfoque económico, reconoce la existencia de un grupo de recursos (naturales, históricos, culturales, humanos, tecnológicos, económicos, institucionales y materiales) cuya utilización potencia o limita el desarrollo, es decir crea capacidades en un territorio para el desarrollo o lo obstaculiza. Para su evaluación, Almaguer (2013), Biehl (1988), Canzanelli (2004) y Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2005) proponen indicadores y procedimientos validados.
La aplicación de métodos para calcular el grado de impacto de la potencialidad, admite la definición de objetivos estratégicos y políticas territoriales de planificación dirigidas a impulsar el desarrollo y evitar o aminorar sus riesgos de vulnerabilidad (Gutiérrez, 2007).
Partiendo de un análisis cualitativo entre la naturaleza específica y diversa del recurso identidad cultural y los indicadores propuestos se puede deducir que: la especificidad, transmite al recurso características asociadas con su utilización como indivisibilidad, insustituibilidad, inmovilidad y competitividad, que favorecen la capacidad de introducir ventajas comparativas, es decir aspectos que distinguen un producto de otro, que lo caracterizan muy bien y que contienen factores difícilmente imitables. Lo que se traduce también en su aporte al nivel de competitividad.
En tanto, la diversidad como cualidad más reconocida del recurso, le confiere un carácter polivalente y aprovechable, es decir, la posibilidad de ser utilizado, ser insumo o estar relacionado con un gran número de actividades productivas o proyectos económicos, medioambientales, de innovación y socioculturales, condicionando la capacidad de diversificación productiva y social territorial.
Se pudiera entonces considerar que la identidad cultural como recurso local encierra su potencial en cualidades propias como la especificidad y la diversidad, con capacidad de crear ventajas competitivas y diversificar las actividades sociales y productivas del territorio, circunstancias que favorecen la reestructuración del tejido socio-productivo local para impulsar procesos desarrollo.
Por otra parte, ponderando su función como núcleo cultural que genera sentido de pertenencia, autonomía y cohesión local, entre otros mencionados como factores sicosociales de emprendimiento local, no es de menospreciar su capacidad para impulsar comportamientos proactivos en función del desarrollo, aspecto que articulado a la estrategia de desarrollo municipal pudiera ser estimulado y fortalecido a nivel institucional, comunitario y territorial con acciones sociales, comunicativas u otras, orientadas a ese fin.
Ahora bien, para contribuir a la gestión del desarrollo local integrando el análisis de la identidad cultural como recurso local a la estrategia de desarrollo municipal, no basta con intencionar su identificación o evaluar su potencial pues ello no garantiza su aporte al proceso. Lo que promueve que la identidad cultural como recurso local se convierta en un factor de desarrollo no es su existencia o disponibilidad, sino su aprovechamiento.
En este sentido, el análisis de la literatura que recoge las experiencias de la concepción y aplicación de estrategias de desarrollo local con base en la identidad cultural en la Unión Europea y América Latina, revela tres vertientes fundamentales. Con el propósito de ser diferenciadas según sus objetivos y resultados, a los efectos de esta investigación han sido nombradas como:
-Estrategias de valorización de la identidad cultural: según Acampora y Fontes (2007) y Ranaboldo (2006) fueron orientadas a crear productos o servicios con identidad territorial, lo que permitió vincular territorios con mercados y controlar la producción y sus beneficios sociales desde la localidad sin excluir la participación de agentes e instituciones extraterritoriales.
-Estrategias de fortalecimiento de las territorialidades: dirigidas como explica Flores (2007) a fortalecer lazos de identidad y cooperación territorial en interés de proteger, valorizar y capitalizar la identidad cultural local de una localidad con el reconocimiento de sus especificidades culturales, tipicidades, patrimonio ambiental, prácticas productivas y potencialidades económicas.
Ello permitió generar conocimientos locales para identificar especificidades que representan potencialidades, reconocer y poner en valor la territorialidad con la recuperación de imágenes y la simbología local e identificar unidades territoriales para promover el emprendimiento local.
- Estrategias de preservación de la identidad cultural:vi creadas con el objetivo de usar los recursos naturales, culturales y el valor de los sitios patrimoniales, estimular el valor de los productos locales, mejorar la calidad de vida en las áreas rurales, facilitando las acciones colectivas y el acceso a los mercados para la pequeña producción, el uso del know-how y las nuevas tecnologías para dar competitividad a los productos y servicios rurales, entre otras (Molano, 2007).
A juicio de Saraceno (2006), estas permitieron estimular la cohesión social, la confianza y sentido de pertenencia, generar formas innovadoras de interpretar las tradiciones, conocimientos locales y combinarlos con modernas tecnología, e impactar sobre el modo de hacer políticas a nivel local en las esferas de la gobernanza y las instituciones.
Por otro lado, a tono con la tendencia mundial de aprovechar la identidad cultural en el desarrollo de iniciativas locales de productos y servicios turísticos, con demanda en nuevos segmentos y nichos de mercado (Toselli, 2019), en Cuba existen experiencias puntuales que logran articular la cadena productiva del turismo de naturaleza en función del desarrollo local (Correa, Hernández y Loredo, 2017).
En ella se observa que los proyectos de encadenamientos del plan conjunto de desarrollo de la cadena y sus inversiones se centran fundamentalmente en las especificidades culturales y los entornos naturales particulares de la localidad.
El desarrollo de esta cadena productiva de ecoturismo mostró interesantes resultados, enumerados por Correa et al. (2017), que permitieron dinamizar socio-económicamente el territorio, entre ellos:
-Incremento del empleo y la capacitación en actividades autóctonas y servicios específicos.
- Revitalización de tradiciones productivas y recuperación de espacios asociados a la práctica de actividades tradicionales.
- Vinculación de comunidades receptoras y entidades turísticas.
- Diversificación de la cartera de proyectos de la cadena productiva.
- Aumento del volumen de producción, la rentabilidad del valor de la inversión y la rentabilidad absoluta neta y su contribución monetaria al desarrollo de la cadena productiva y la comunidad.
Un seguimiento más profundo de este estudio permitió conocer que a estos resultados, como parte del proceso, antecedieron acciones para identificar aspectos de la cultura productiva local, la acción productiva local y el patrimonio natural y cultural localvii como atractivos turísticos que fueron asociados a los ámbitos de restauración, alojamiento o sitio natural, con objetivos dirigidos a su valorización y preservación, integrados a los productos y servicios específicos de los diferentes proyectos del encadenamiento productivo.
Ello dirige la atención hacia una forma integral de aprovechar las potencialidades de la identidad cultural, insertada en proyectos de cadenas productivas de turismo de naturaleza u otros de esta rama que basen su competitividad y la concepción de sus productos en especificidades culturales y/o patrimoniales como atractivos turísticos.
Esta forma de organización de la producción territorial como alternativa estratégica permite también aprovechar los factores sicosociales que la proximidad física y cultural de los actores locales genera, favoreciendo el intercambio proactivo para generar planes y proyectos de impacto local.
En el análisis de estos aspectos se infiere además que orientar una u otras formas de aprovechamiento de la identidad cultural e incluso combinarlas, estaría en dependencia del diagnóstico, la evaluación del recurso, el tipo de actividad, producto o servicio que este pueda movilizar y los intereses locales, institucionales y supramunicipales que sean posibles alinear.
En su conjunto, los resultados obtenidos a nivel internacional y en el caso cubano, muestran un interesante nivel de correlación cuando se comparan con aquellos elementos que en teoría fueron asociados a las potencialidades de la identidad cultural, por lo cual se pudiera considerar acertada su adaptación a herramientas de planificación territorial, que proyecten acciones de integración de la identidad cultural como recurso local del desarrollo.
Lo anterior respaldaría la creación de un instrumento que, partiendo de la identificación de los elementos de la identidad cultural existentes en un territorio, evaluara su nivel de potencialidad, determinara las formas en que se puede aprovechar y orientara objetivos estratégicos para su integración eficaz al diseño de proyectos de desarrollo en los diferentes sistemas del ámbito territorial, todo ello articulado a la lógica de la estrategia de desarrollo municipal.
CONCLUSIONES
Los sustentos teóricos y metodológicos que pautan la integración de la identidad cultural como recurso local a la gestión del desarrollo territorial brindan elementos que permiten identificar, definir objetivos estratégicos y aprovechar la identidad cultural, desde la estrategia de desarrollo municipal como instrumento de orientación de la actividad del gobierno municipal en la movilización de los recursos y potencialidades locales para impulsar el desarrollo territorial. Son ellos:
- El reconocimiento del contenido de los recursos culturales como indicadores de significados culturales compartidos a nivel local.
- El vínculo del origen y la pertenencia de la identidad cultural como recurso local con el proceso de construcción territorial y su aporte a la dinámica territorial.
- El carácter específico y diverso de la identidad cultural como cualidades definidas del recurso y su contribución al desarrollo de capacidades locales para el desarrollo.
- Las relaciones de la identidad cultural como recurso local inmaterial con los elementos materiales portadores de significado como premisa de su identificación.
- El conocimiento de los sistemas productivos locales, la cultura productiva local, la acción colectiva local y el patrimonio cultural local como dimensiones de análisis del recurso y sus indicadores asociados.
- El reconocimiento de las potencialidades de la identidad cultural como recurso local en la creación de ventajas competitivas, la diversificación socio-productiva local y la creación de comportamientos proactivos de los actores locales en torno al desarrollo.
- La coexistencia de factores comunes entre los sistemas territoriales que inciden en la formación de la identidad cultural como recurso local y los mecanismos óptimos de canalización de sus potencialidades en la producción de externalidades.
- La valorización, el fortalecimiento y la preservación de la identidad cultural como formas de aprovechar y movilizar su potencial a nivel local integrado a las modalidades de proyectos de desarrollo local, incluidos los de cadenas productivas de turismo, por demostrar un aprovechamiento más integral de este recurso local.