Probablemente nunca antes se había visto tal aceleración en la dinámica de la ciencia como la que ha ocurrido para hacer frente a la pandemia de la COVID-19. La publicación seriada también tomó medidas para responder a las necesidades de las comunidades científicas, y asimiló un mayor volumen de artículos, lo que conllevó una reducción del tiempo transcurrido desde la recepción de los trabajos hasta la publicación. Para esto, se crearon infraestructuras y procedimientos para la publicación de preprints y otros, con el fin de adaptarse a un contexto complejo caracterizado por desigualdades y desinformación.1
Los estudios métricos de la información no han sido la excepción y han contribuido a la ciencia con su instrumento fundamental: la bibliometría; es decir, el análisis estadístico de la literatura científica. Por su carácter interdisciplinar, la bibliometría es relevante para todas las disciplinas. Se integra a la cienciometría, que es el estudio cuantitativo de la ciencia, la tecnología y la innovación desde la perspectiva cuantitativa,2 lo que facilita la realización de un análisis holístico y contextualizado de la producción de conocimiento. La emergencia sanitaria ha actuado como catalizador de estas disciplinas, a tal extremo que se ha propuesto el concepto de bibliometría “en tiempo real” como una nueva capacidad para los investigadores, legisladores y analistas, mediante la cual se procesan y entregan datos con técnicas automatizadas y servicios de acceso directo.3
Recientemente Gorraiz4 publicó un editorial sobre buenas prácticas en la bibliometría y los servicios bibliométricos, donde plantea que la mayoría de las revistas, en busca de la novedad y de la originalidad, publican artículos sobre nuevos indicadores, técnicas, instrumentos y fuentes de datos, así como la comparación de los resultados obtenidos con diferentes herramientas. Afirma que esta práctica hace de la bibliometría una disciplina “muerta” y que para mantenerla viva se necesitan ejemplos concretos de uso responsable de esta.
Los científicos han dejado clara su posición en cuanto al uso responsable de las métricas de la publicación en la declaración de San Francisco, en el Manifiesto de Leiden y más recientemente en los principios de Hong Kong. Esta última iniciativa se enfoca en la necesidad de mejorar la investigación y asegura que los investigadores serán reconocidos y recompensados por un comportamiento que conduzca a una investigación confiable; es decir, aquella que tiene atributos de robustez, rigor y transparencia.5
Los estudios bibliométricos también necesitan ser confiables para contribuir al avance del conocimiento y facilitar la toma de decisiones. Deben cumplir con otras dos características: la replicabilidad, lo que significa que el estudio está lo suficientemente detallado como para que pueda ser replicado por otro investigador, y la reproducibilidad, que se refiere a instancias en que los datos originales y los códigos de computadora se utilizan para regenerar los resultados.6
Por otra parte, el manifiesto de Leiden contiene 10 principios sobre los indicadores de investigación. El tercer principio plantea que la excelencia en la investigación de relevancia local debe ser protegida. Esta práctica en la evaluación mediante indicadores métricos se basa en que, con frecuencia, la noción de excelencia científica se asocia únicamente con publicaciones en inglés y en revistas de alto impacto.7 Muchas veces los investigadores buscan alcanzar mayor impacto publicando temas de interés internacional, cuando es importante seguir investigando y publicando sobre problemas locales. Es por eso que la Revista Cubana de Información en Ciencias de la Salud seguirá siendo el canal de comunicación de estudios bibliométricos que aporten una perspectiva holística de la investigación en salud, contextualizada en los países de la región, y que faciliten la evaluación de la ciencia, así como la formulación de políticas para impulsar la generación de conocimiento y la publicación en salud.