INTRODUCCIÓN
El destacado pensador estadounidense Noam Chomsky planteó: «El único país que ha demostrado un internacionalismo genuino ha sido Cuba, que ha estado siempre bajo estrangulación económica por parte de EE.UU. y por algún milagro han sobrevivido para seguir mostrándole al mundo lo que es internacionalismo» (Chomsky, 2020, s.p.).
Es una paradoja de los tiempos actuales: un país pequeño, sin grandes recursos, bloqueado durante 60 años por la potencia más poderosa del mundo, bajo los efectos de la pandemia COVID-19, logra impactantes resultados en la colaboración internacional.
El impacto de la pandemia de la COVID-19 ha alcanzado un nivel alarmante: según datos oficiales de la OMS, al cierre del 13 de diciembre de 2020, los infectados a nivel global ascendían a 70 millones 958 mil 48 y los fallecidos sumaban la abrumadora cifra de un millón 605 mil 595 personas. Las personas recuperadas alcanzaban solo el 67 % de los contagiados y la letalidad a nivel mundial era de 2.26 %. En la región de las Américas, epicentro de la pandemia, el número de contagios se situaba en los 30 millones 636 mil 740 confirmados, lo que representa el 43.1 % del total de casos a nivel internacional. Habían fallecido en nuestra región un total de 782 mil 987 personas para una letalidad de 2.56 %. Mientras no se cuente con una vacuna, las perspectivas continúan siendo de grave peligro e incertidumbre.
En ese contexto, Cuba expresó desde el principio su vocación de solidaridad. Tras la solicitud del gobierno inglés, el 18 de marzo del 2020 se autorizó el atraque del crucero MS Braemar por el puerto del Mariel, que transportaba 682 pasajeros y 381 tripulantes, con un pequeño número de viajeros diagnosticados con COVID-19. El crucero había solicitado atracar antes en varios países y no fue aceptado. La acción de Cuba transcurrió con logística de alta calidad, y favoreció el regreso de los viajeros a su país, lo que recibió el agradecimiento de los pasajeros, tripulantes y el gobierno inglés.
Esta acción fue el inicio de acciones solidarias que han obtenido altos reconocimientos para los integrantes de las 53 brigadas del Contingente “Henry Reeve”, que, ante la solicitud de varios gobiernos, han colaborado en el combate a la pandemia en 39 países, 22 de ellos en la región de las Américas. Estas brigadas se han sumado a los 28 mil profesionales que ya laboraban en 58 naciones (Portal, 2020).
Las brigadas médicas cubanas ejercieron su labor internacionalista contra la COVID-19, en diferentes territorios, entre otros, países de América Latina y el Caribe como Antigua, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, Surinam y Trinidad Tobago. En Europa, en Italia (Lombardía, Turin), y Andorra. En África, en Angola, Cabo Verde, Sudáfrica, Togo. En Medio Oriente, Qatar.
Mientras, el bloqueo del gobierno de los Estados Unidos a Cuba se ha recrudecido de forma despiadada. Un hecho ilustra esta tendencia, la empresa Medicuba, entidad exportadora e importadora del Ministerio de Salud Pública cubano, recibió notificación de que los fabricantes IMT Medical AG y Acutronic no podían entregar ventiladores pulmonares contratados, porque habían sido adquiridas por la empresa estadounidense Vyaire Medical Inc., con sede en Illinois, por lo que comunicaban que «la directriz corporativa que tenemos hoy día es suspender toda relación comercial con Medicuba». También una donación para Cuba de la empresa privada china Alibaba, no pudo llegar a la Isla en abril de 2020, porque el transportista adujo que podía ser multado por violar las regulaciones establecidas en la Ley Torricelli y Helms-Burton, que se ejerce no solo contra Cuba, también contra terceros países. Estas acciones no sólo afectan en los costos, que se incrementan, también implican que las negociaciones para sustituir las solicitudes tardan más, y todo esto ocurre, a pesar de la urgencia agravada por la COVID-19, o quizás precisamente por esto, en agudización del bloqueo a la isla. En octubre de 2020, se prohibió totalmente por el gobierno de los Estados Unidos el envío de remesas por sus ciudadanos a sus familiares en Cuba, a pesar de la presencia de la epidemia.
No influye en estas arbitrariedades que la Asamblea General de las Naciones Unidas haya aprobado durante 28 ocasiones sucesivas la resolución que condena el bloqueo económico del gobierno de los Estados Unidos a Cuba, que dura ya casi seis décadas. Resolución anual progresivamente mayoritaria, en el año 2019 con 187 votos a favor, 3 en contra y 2 abstenciones.
Requiere este escenario, bajo el impacto de la epidemia más grave y extendida que ha sufrido el mundo, de un estudio riguroso e interdisciplinario, que amplíe las múltiples y profundas investigaciones que se han realizado sobre el tema. Estas líneas focalizan, en el marco de la coyuntura actual, una aproximación a algunos de los referentes de esta solidaridad, sin pretender identificarlos a todos, pero con el objetivo de contribuir a su mayor comprensión.
DESARROLLO
Las raíces
La conducta de los cubanos en el ejercicio de la solidaridad se nutre en gran medida del proceso de integración de su identidad nacional. La mejor forma de aproximación a este carácter es el famoso término de «ajiaco» que instituyó el destacado antropólogo cubano Fernando Ortiz.
Se ha dicho repetidamente que Cuba es un crisol de elementos humanos. Tal comparación se aplica a nuestra patria como a las demás naciones de América. Pero acaso pueda presentarse otra metáfora más precisa, más comprensiva y más apropiada para un auditorio cubano, ya que en Cuba no hay fundiciones en crisoles, fuera de las modestísimas de algunos artesanos. Hagamos mejor un símil cubano, un cubanismo metafórico, y nos entenderemos mejor, más pronto y con más detalles. Cuba es un ajiaco. (Valdés Bernal, 2014, p. 70)
En esta metáfora Ortiz alude al conjunto de culturas que integran la nacionalidad cubana, como el ajiaco precolombino, alimento básico que se componía de múltiples integrantes, desde las nuevas sustancias del blanco europeo, los aportes del negro africano, las misteriosas especies del asiático, y otras específicas que se suman al plato tradicional. (Méndez, 2017, p. 72). Sobre este tema, Ortiz amplía en uno de sus estudios más relevantes, no sólo abarcando las diferentes esferas que incluye, también destacando el ritmo en que se desarrolló este proceso, con un término más académico, la transculturación:
Hemos escogido el vocablo transculturación para expresar los variadísimos fenómenos que se originan en Cuba por las complejísimas transmutaciones de culturas que aquí se verifican, sin conocer las cuales es imposible entender la evolución del pueblo cubano, así en lo económico como en lo institucional, jurídico, ético, religioso, artístico, lingüístico, psicológico, sexual y en los demás aspectos de su vida...Toda la escala cultural que Europa experimentó en más de cuatro milenios, en Cuba se pasó en menos de cuatro siglos. (Ortiz Fernando, 2005, p.1)
Abarca este proceso la lucha por la independencia y la eliminación de la esclavitud, que se desarrolló en Cuba durante un período esencial de la historia, donde se fue gestando, frente a grandes obstáculos, pero sobre todo en el objetivo por alcanzar la soberanía, el sentimiento de pertenencia y la progresiva conciencia compartida de identidad nacional.
La destacada psicóloga cubana Carolina de la Torre, autora de varios textos sobre el tema de la identidad cubana, presentó una definición sobre el concepto desde el prisma de la psicología:
un pueblo tiene identidad cuando sus individuos comparten representaciones en torno a las tradiciones, historia, raíces comunes, formas de vida, motivaciones, creencias, valores, costumbres, actitudes y rasgos. Junto a ello deben tener conciencia de ser un pueblo con características diferentes a las de otros pueblos, y la consideración de los componentes afectivos y de actitudes, lo que quiere decir sentimientos de pertenencia, compromiso y participación en las prácticas sociales y culturales propias. (De la Torre, 2001, p. 96)
Para la autora, el cubano posee una clara conciencia de su identidad, que no sólo se expresa en las representaciones, también en vivencias y sentimientos fuertemente arraigados,
La socióloga María Isabel Domínguez aporta un análisis que tiende a complementar esta acepción:
Aunque con cierta frecuencia se tiende a concebir la identidad como un fenómeno psicológico al margen de los procesos estructurales de base, ella se ve afectada por los cambios en los contextos económicos, políticos y sociales, tanto internos como externos, que se ven reflejados en las interacciones que tienen lugar entre los propios grupos y con otros. Para entender la identidad en esa combinación de factores, resulta útil apoyarse en el concepto de habitus de P. Bourdieu, el que permite superar la clásica dicotomía entre lo objetivo y lo subjetivo, entre la posición objetiva que los sujetos ocupan dentro de la estructura social y la interiorización o incorporación de ese mundo objetivo por parte de los sujetos. (Domínguez, 2013, p. 3)
Es destacable que en este proceso de interacción social al que se refiere la autora, desempeña un peso relevante la ideología que se gesta y difunde, articulando formas de pensar con las vías de actuación y sus utopías. Así, desde la primera mitad del siglo XIX, en las obras de Félix Várela, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco y otros intelectuales y dirigentes cubanos, se generan aportes en esta dirección, lo que culmina `con el impacto del pensamiento emancipador y antimperialista de José Martí, que trasciende su siglo.
En este concepto no solo se incluyen los componentes de diferentes culturas, tradiciones, creencias religiosas, tonos de piel, rasgos de identidad, que se consolidan como una fortaleza estructural; también abarca elementos de la idiosincrasia que acumula conductas audaces generalizadas; hasta el ejercicio del humor y la permanencia de alegría, a pesar de las adversidades. En la obra de Fernando Ortiz, se destaca la importancia del componente de la cultura negra en esta fusión, que para el eminente antropólogo se caracteriza por tres manifestaciones de la cubanidad: en el arte, en la religión y en el tono de la emotividad colectiva, impregnándola con su gracia, su hechizo y fuerza de resistencia para sobrevivir a los sinsabores de su historia enfrentada a la crueldad de la esclavitud.
Otro relevante aporte de Ortiz en este análisis es la distinción que realiza acerca de la inconsistencia de analizar el proceso desde el prisma de las razas.
Sería fútil y erróneo estudiar los factores humanos de Cuba por sus razas. Aparte de lo convencional e indefinible de muchas categorías raciales, hay que reconocer su real insignificancia para la cubanidad, que no es sino una categoría de cultura. Para comprender el alma cubana no hay que estudiar las razas sino las culturas… Pero pocos países habrá como el cubano donde en un espacio tan reducido, en un tiempo tan breve y en concurrencias inmigratorias tan constantes y caudalosas, se hayan cruzado razas más dispares y donde sus abrazos amorosos hayan sido más frecuentes, más complejos, más tolerados y más augurales de una paz universal de las sangres, no de una llamada «raza cósmica» que es pura paradoja, sino de una posible deseable y futura desracialización de la humanidad. (Ortiz, 1983, p. 86-90)
Diferentes autores han señalado rasgos no sólo favorables, también adversos, en la compleja articulación de la identidad nacional cubana. La propia autora Carolina de la Torre sintetiza, citando a Ortiz expresa:
en su voluminosa obra, habla de la nobleza, alegría, sinceridad, inteligencia, valentía y sociabilidad del cubano; pero lo fustiga también, y como latigazos, deja caer sobre sus coetáneos la crítica a la pobreza espiritual, la ignorancia, la inconstancia, la falta de seriedad y la irresponsabilidad indolente que los amenaza por causa del deterioro de la naciente república neocolonial. (De la Torre, 1995, p. 1)
En esta valoración se incluyen rasgos antagónicos que se generan en articulación a los diferentes períodos de la historia, sus alzas ante victorias, y sus frustraciones ante los fracasos, de los cuales son ejemplos la corriente del anexionismo asumida por algunos, el fin de la Guerra del 68, la injerencia imperialista de los Estados Unidos al final de la guerra necesaria que convocó y lideró Martí, con la imposición de la Enmienda Platt y sus efectos; entendiendo la identidad como un proceso en constante construcción, donde se están produciendo modificaciones y adaptaciones que redefinen su naturaleza.
Algunos rasgos desfavorables que se mencionan no son característicos de la cubanía, y otros son temporales o no constituyen una tendencia, ya que la mayoría de la población se rige por la ideología hegemónica en correspondencia con una actuación colectiva. Sin embargo, varios autores señalan que ciertos rasgos identificados como positivos, y prevalecientes a lo largo de períodos históricos y aún vigentes, pueden generar otros opuestos cuando se asumen en exceso, tal es el caso de la sobrevaloración de la autoestima, o el exceso de confianza en la victoria. Tales sobredimensiones pueden generar formas de pensar y conductas no consecuentes con el ideario, y son peligrosas para la organización, la disciplina y el cumplimiento de planes, sobre todo cuando la audacia en su conjunto sobrepasa a sus condicionantes reales.
Sin embargo, esta audacia ha sido decisiva en la historia de Cuba, y de su ejercicio surgieron reiteradamente vías reales de alcanzar los sueños, no podría ser de otro modo. Es parte de nuestro más profundo orgullo la convicción de Fidel Castro de que ganaría la guerra contra el dictador Fulgencio Batista, cuando después del desembarco del yate Granma en 1956, al inicio de la guerra desde la Sierra Maestra, solo estaban reunidos 12 combatientes.
Ciertamente, es innegable que este referente de la raíz identitaria está presente en algunas de las aristas más valiosas del pensar y el hacer de la cubanía, particularmente en el ejercicio internacionalista, basado en la solidaridad y la lucha por la justicia social, y así lo reconocen muchos de los pensadores contemporáneos.
Cuba es resistencia heroica a un criminal bloqueo sin perder el finísimo y mordaz sentido del humor, la capacidad de reírse de sí mismos y de burlarse de la tosquedad de sus descerebrados verdugos. Y también solidaridad militante, práctica, concreta. El país más solidario del mundo, sin duda. (Borón, 2020, s.p.)
Carácter ético/político de la estrategia de lucha
Uno de los referentes de mayor relevancia que nutren el internacionalismo cubano es la concepción profundamente arraigada de los valores éticos, en nexo total con el ideario político, que alcanza una asimilación popular generalizada y se plasma en conductas colectivas coherentes de significativa importancia.
Quisiera resaltar tres componentes básicos de este referente, primero: la estrategia de lucha es sistémica, en nexo indisoluble con sus valores éticos, se asocia al condicionamiento del proceso social cubano siempre enfrentado a un contexto externo agresivo que limita la soberanía; segundo, hay una continuidad a lo largo de la historia, que establece semejantes parámetros de valores; y tercero, este sistema posee uno de sus mayores baluartes en el liderazgo que lo ejerce.
Los tres componentes otorgan una dimensión singular a la historia cubana, y le confieren la particularidad de su arraigo en la población, capaz de asumir progresivamente los valores éticos e incluso afrontar los mayores obstáculos y riesgos por defenderlos.
El carácter sistémico se aprecia en el accionar de las gestas cubanas, los valores son una guía medular, que establece la política como estrategia para alcanzar metas de soberanía nacional y justicia social, no se puede separar de esta concepción ética. La política es coherente con este ideario, en el enfrentamiento a los permanentes obstáculos externos para lograr los objetivos. Este carácter se gesta a través de la historia de la nación cubana, incluye la larga imposición del colonialismo y el temprano accionar neocolonial, hasta la irrupción imperialista, generando su contrapartida, la continuidad de las luchas mambisas, la rebelión de los años 30, y las gestas de la revolución que triunfa en 1959 hasta lograr la verdadera independencia.
Muchos hechos son evidencia de su ejercicio, casi al final de la lucha independentista de Cuba contra la metrópoli española, la Guerra de los Diez Años (1868/78). Un buen ejemplo de esto es la entrevista entre Antonio Maceo y el general español Martínez Campos, ante la derrota ominosa que significaba para las fuerzas mambisas el pacto del Zanjón.
Pactada la entrevista, se narra que un grupo de oficiales entre los mandos intermedios llegó a hablar de un plan para asesinar a Martínez Campos en Mangos de Baraguá. Maceo se indignó. Así se lo hizo saber en carta a Crombet, quien también estaba en desacuerdo. “Llegó a mi conocimiento que pretendían que yo apresase al general Campos el día de la conferencia; lléneme de indignación cuando lo supe, y dije que el hombre que expone su pecho a las balas y que puede en el campo de batalla matar a su contrario en buena lid, no apela a la traición y a la infamia asesinándole, y que aquellos que quisiesen proceder mal con ese señor, tendrán que pisotear mi cadáver. No quiero libertad si unida a ella va la deshonra. (Limia. 2018, p. 264)
De este modo, la entrevista que finaliza con la decisión de Maceo de no aceptar el pacto, compartida y apoyada por la tropa mambisa, y la frase lapidaria «No nos entendemos», consolida su figura, trascendiendo la historia con su hidalguía e inclaudicable coraje patriota, y es también símbolo de dignidad y honestidad personal.
La continuidad histórica de estos valores éticos se evidencia de múltiples formas, tanto desde el prisma de etapas sucesivas como generacional. Un ejemplo de esta continuidad puede relatarse en relación con la presencia de muchos combatientes de otras tierras que se sumaron a las dos guerras de independencia cubanas, entre ellos Henry Reeve.
El audaz joven norteamericano incorporado a las huestes de Lincoln, aún adolescente, como tambor de un batallón de voluntarios de Nueva York, apenas había cumplido los 19 años cuando llega a Cuba. El Inglesito, como cariñosamente le llamaban los mambises, ascendió peldaño a peldaño hasta el grado de coronel… En Yaguaramas, cercado por la fuerza contraria y muerto su caballo, usa la última bala de su revólver para no caer prisionero el 4 de agosto de 1876. (Risquet, 2008, p. II)
En el año 2005, con motivo del huracán Katrina, que afectó a territorios de Louisiana, Mississippi y Alabama en Estados Unidos, fue creado por Fidel el Contingente Internacional especializado en situaciones de desastres y graves epidemias, y en homenaje a este combatiente, Fidel lo nombró Contingente Henry Reeve. De este modo el accionar internacionalista actual retoma la heroicidad de un combatiente que proviene de otro país, pero que abrazó la causa de Cuba como suya.
Es en la etapa revolucionaria cuando la práctica de este ideario se desarrolla en mayor grado, el Che Guevara planteó que el objetivo esencial del socialismo es crear un nuevo modo de sociedad, la transformación del hombre como agente consciente de la transformación social, en la creación y reproducción del hombre nuevo, lo que se expresa en su conducta y su código de valores.
Su ideario se nutre de una profunda identificación con las ideas de Fidel Castro, destacándose como valores principales la dignidad, la justicia social, y la solidaridad, Para Fidel: «ser internacionalistas es saldar nuestra propia deuda con la humanidad. Quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo» (Castro, 1988, s.p.).
En 1960, Cuba envió una brigada de ayuda solidaria a Chile, luego de un fuerte terremoto; en 1963 se envió colaboración médica cubana a la República de Argelia. Posteriormente, se implementaron diferentes formas de ejercer esta ayuda, en relación a los contextos que las condicionaron. Un ejemplo es la colaboración con la Revolución Bolivariana en Venezuela, con la modalidad de Programas Especiales, como Barrio Adentro.
La Escuela Latinoamericana de Medicina, (ELAM), inaugurada el 15 de noviembre de 1999 por iniciativa de Fidel, ha formado a casi 30 mil médicos de más de un centenar de territorios, con el objetivo de ejercer la medicina en sus propios países con los valores de la solidaridad. Otro ejemplo lo constituye la Misión Milagro, programa oftalmológico que desde 2004 ha devuelto o mejorado la visión a más de tres millones de pacientes de 35 países de América Latina, El Caribe y África. Pero el internacionalismo cubano ha abarcado otras esferas de impacto, como la educación, la cultura y el deporte. El programa “Yo sí puedo”, diseñado y llevado a cabo por Cuba, ha permitido que 10 millones 500 mil personas hayan aprendido a leer y escribir en 32 países. El “Yo sí puedo” fue merecedor del Premio Alfabetización 2006 Rey Sejong, de la Unesco.
En Contingente “Henry Reeve” ha llevado a cabo miles de misiones en otros países, como el combate contra la epidemia de ébola en África Occidental, donde estuvieron presentes 256 profesionales cubanos de la salud. La Organización Mundial de la Salud otorgó en el año 2017, durante la 70ª Asamblea Mundial de la Salud, el Premio de Salud Pública en Memoria del Dr. LEE Jong-wook, al Contingente “Henry Reeve”.
Desde antes de surgir la epidemia la colaboración médica cubana se encontraba presente en el mundo, con más de 28 mil colaboradores, donde se ejerce la solidaridad permanente del personal cubano de salud. Se destaca que más de la mitad de estos colaboradores son mujeres. El personal médico cubano ofrece una atención de alta preparación científica y profundo contenido humano, en concordancia con la formación académica y ética recibida; se ejerce en los lugares más remotos del país receptor, y en circunstancias muchas veces desfavorables en términos de distancias o condiciones. Pero recibe permanentemente múltiples expresiones del mayor agradecimiento de la población en cada país.
Cuando algunos gobiernos que habían girado a la derecha en el continente latinoamericano decidieron recientemente cesar esta colaboración, como en Brasil, Ecuador, y también Bolivia, después del golpe de Estado, las poblaciones quedaron abandonadas y el dolor que causó en estas personas la retirada de los médicos cubanos fue inmenso. Estas acciones gubernamentales en la región son parte de las campañas de descrédito y el vergonzoso acoso amenazante del gobierno de los Estados Unidos hacia Cuba, que es asumido por los gobiernos lacayos que aceptan las órdenes imperiales sin tener en cuenta a sus pueblos.
Pero la colaboración cubana permanece en muchos otros países que asumen otros principios y no se subordinan al imperio, y a la labor desarrollada se unió posteriormente el envío de nuevas brigadas Henry Reeve solicitadas por sus gobiernos para combatir la pandemia de la COVID-19.
En esta coyuntura, la naturaleza ética de la solidaridad cubana alcanza su mayor esplendor, y recibe consecuentemente el reconocimiento internacional que merece. Uno de los elementos de mayor relevancia en este referente es la presencia de un liderazgo de singulares valores, con total correspondencia entre ideas y conducta. Cuba posee el privilegio de haber tenido dos líderes mundiales, en siglos sucesivos: José Martí en el XIX, Fidel Castro en el XX. Son figuras que trascendieron sus épocas, gestaron proyectos emancipadores y antimperialistas y condujeron estrategias de lucha, en coherencia total con el pensamiento ético solidario.
La continuidad en la historia cubana de estos líderes se expresa de forma relevante, es la generación del centenario, en alusión a José Martí, la que se alza en plena rebeldía y se evidencia en toda su trascendencia cuando en 1956, en el juicio por el asalto al cuartel Moncada, como gesta contra el tirano Fulgencio Batista, Fidel responsabiliza a Martí como autor intelectual del hecho.
En nexo al desarrollo histórico social, este liderazgo se articula con una pléyade de dirigentes extraordinarios en el pensamiento y en la acción, figuras de tanto relieve como Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, Rubén Martínez Villena, Julio Antonio Mella, Antonio Guiteras; y líderes nacidos en otros territorios que asumieron la nacionalidad cubana con relevantes aportes al pensamiento y la acción de la historia: Máximo Gómez y el Che Guevara.
En referencia a la interacción del líder con el pueblo, escribió el Che sobre Fidel:
En las grandes concentraciones públicas se observa algo así como el diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor. Fidel y la masa comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un final abrupto, coronado por nuestro grito de lucha y de victoria. (Guevara, 1965, p. 24)
Los que asumen esta responsabilidad en Cuba en la actualidad, como Raúl Casto y el presidente Miguel Díaz-Canel, y muchos otros, ejercen su liderazgo con múltiples métodos participativos, como la transparencia de la rendición de cuentas de los dirigentes, que se ejecuta a través de programas televisivos permanentes, y por vía virtual; además de su presencia en las localidades con profundo intercambio; y la constante información brindada.
Así se logra profunda resonancia por sus valores y la identificación del dirigente con el pueblo, lo que contribuye a la confianza y el apoyo que generan. Ellos poseen impacto y arraigo en la concientización popular, destacándose su profunda eticidad y humanismo. Son expresión de la continuidad de la Revolución, y cuando el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, en medio del combate a la epidemia COVID-19, dice: «Fuerza Cuba, viviremos y venceremos», expresa su confianza en la respuesta de un pueblo fiel a sus principios.
Las transformaciones revolucionarias
La identidad, o idiosincrasia cubana se articula con el sistema ético/político, y sus líderes, en la coherencia de un pensamiento y conducta internacionalista. Pero solo las transformaciones que la Revolución desarrolla en la sociedad cubana pueden establecer una plataforma básica, para garantizar la colaboración internacional. Se consolida así el sistema socialista que propició el desarrollo de los mejores objetivos y valores, identificando la singularidad de este proceso en la autoctonía cubana.
La solidaridad se ejerció de diferentes formas, atendiendo a las solicitudes de ayuda, recibidas desde gobiernos en la lucha por sus pueblos. Posee alta connotación la ayuda militar ejercida en África, que propició gestas de liberación y significó una contribución relevante contra el Apartheid. Su accionar recibió notables reconocimientos, entre ellos los que expresara Nelson Mandela a Fidel Castro.
En la esfera del conocimiento, una frase de Fidel le confiere su mayor sentido: «No le decimos al pueblo: cree, le decimos: lee». Así se produce el desarrollo que logra progresivamente la campaña de alfabetización en el año 1961, la creación de los programas de estudio, la apertura de las universidades en los diferentes territorios, la publicación de libros y revistas, la fundación de la Academia de Ciencias, los centros de investigación-producción de la biotecnología, y de instituciones científicas y la aproximación al objetivo máximo trazado por Fidel cuando dice «El futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento» (Castro, 1984, s.p.).
El sistema de la educación, con su carácter universal y gratuito, abarcando todos los niveles, contribuye a desarrollar las potencialidades de todas las personas; en particular la educación especial se extiende a todo el sistema nacional incluyendo escuelas específicas para cada grupo de personas con discapacidades. Escuelas de arte, de educación física y deporte, concebidas también como derecho del pueblo, desarrollan el talento y aptitud para las manifestaciones artísticas y modalidades deportivas.
El desarrollo cognitivo otorga a la esfera del internacionalismo otra dimensión, de tanta relevancia como la motivación emotiva por alcanzar la justicia social y el humanismo; es la comprensión lúcida de la solidaridad como brújula de conducta, el rechazo racional a la explotación, la asimilación desde la inteligencia de la lucha por una forma de vivir y ser diferentes. Este carácter de racionalidad científica es también una continuidad de la historia cubana:
La lucha independentista armada en el siglo XIX estuvo precedida por más de cien años de batallas de ideas. Esta rebelión de pensamiento, con antecedentes ya identificables desde el XIII tiene sus principales conductores en el sacerdote Félix Varela durante la primera mitad decimonónica, y en el intelectual y revolucionario José Martí en la segunda. Para ambos, la ciencia fue un arma en sus combates y una aspiración fundacional para la nación cubana. (Lage, 2018, p. 69)
Establecer el sistema de salud es otro de los principales logros que definen el desarrollo de la sociedad cubana. De los 6 000 médicos que había en Cuba en 1959, la mitad abandonaron el país. En enero de 1960 fue creado el Servicio Médico Rural, los médicos debían prestar servicios en las comunidades rurales, en muchas de ellas no había existido la presencia médica anteriormente. En una entrevista a un campesino de aquellas tempranas fechas, se apreció esta frase delirante: «hasta ahora yo había corrido tratando de ver a un médico, ahora el médico corre detrás de mí para verme».
La evolución del sistema de salud concurrió a todas las fuerzas existentes, por ejemplo, para dar cobertura nacional a la inmunización contra la poliomielitis se utilizaron los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), estructura popular de masas, que en esa etapa se había creado en todo el territorio, entonces sin hospitales ni carreteras suficientes. Bajo supervisión médica, esta organización fue el canal que permitió el proceso de vacunación. En los años siguientes se erradicaron sucesivamente la difteria, el tétano del recién nacido e infantil y el sarampión, el paludismo, y la poliomielitis, entre otras enfermedades. Progresivamente se instrumentó el programa de vacunación y se extendieron los servicios de salud gratuitos y universales, a todo el país.
El sistema de salud en Cuba es universal, gratuito y accesible. Actualmente Cuba destina el 27,5 % de su presupuesto para respaldar los gastos de salud; lo que refleja la relevancia que concede el país a esta esfera. La atención primaria de salud en Cuba ha obtenido importantes resultados, especialmente con la implantación y desarrollo del modelo de atención de medicina familiar preventiva a partir de 1984. El programa del médico y la enfermera de la familia ha contribuido a las cifras de los indicadores básicos de la salud cubana: la mortalidad infantil, inferior a cinco por mil habitantes, la expectativa de vida, de 76,7 años, (y 80 para las mujeres). La situación por territorio no difiere esencialmente de estos resultados.
Pero lo que integra las dos esferas, la del desarrollo del conocimiento y el sistema de salud, son los avances de la medicina cubana en la investigación, sus resultados y la accesibilidad de los mismos a la población cubana.
«Una tras otra, fueron surgiendo instituciones que, en 1992, se agruparon en el Polo Científico de La Habana; y más adelante, en 2012, se integraron con la industria farmacéutica en la Organización Superior de Dirección Empresarial BioCubaFarma» (Lage, 2018, p. 71). Algunos resultados notables: en 1987 se obtuvo la primera vacuna contra la Meningitis Meningocócica, en 1989 la vacuna contra la Hepatitis B, después, la vacuna terapéutica contra el cáncer avanzado de pulmón. En el año 2006 se registró una vacuna pentavalente basada en los antígenos de Difteria (D), Tétanos (T), células enteras de B. Pertussis (P), Hepatitis B (HB) y Haemophilus influenzae tipo b (Hib), la cual constituyó la segunda vacuna de ese tipo registrada a nivel mundial.
El fármaco cubano Heberprot-P, único de su tipo en el mundo, ha sido capaz de reducir en más de cuatro veces las amputaciones por úlcera del pie diabético en pacientes cubanos. Actualmente el medicamento se utiliza en más de 20 países. Otro resultado, el CIMAvax-EGF desacelera el crecimiento de las células cancerosas y, por tanto, impide que la enfermedad se extienda por el cuerpo y con esto prolonga la vida de las personas. Se destaca el Interferón Alfa 2B, el antiviral cubano obtenido en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) que es utilizado actualmente en la lucha contra la epidemia de COVID-19. También la Eritropoyetina humana recombinante, que se utiliza desde hace 20 años en el sistema de salud cubano, por sus amplios beneficios en el paciente nefrológico.
El país cuenta con el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (CECMED), como Autoridad Reguladora Nacional junto al Centro Nacional Coordinador de Ensayos Clínicos (CENCEC), que ha garantizado el respaldo de todas las estrategias de uso de productos, cuyo mecanismo de acción ha representado una alternativa terapéutica y/o profiláctica para enfrentar la pandemia. La Carpeta de Productos de BioCubaFarma para el enfrentamiento a la COVID-19, incluye tres medicamentos de uso preventivo; tres antivirales; dos novedosos antiinflamatorios; cuatro diagnosticadores serológicos, de ellos tres registrados y uno ya introducido como parte del protocolo diagnóstico; medios, reactivos y equipos para el diagnóstico molecular, así como tres prototipos de ventiladores para ser utilizados en las unidades de cuidados intensivos.
Dentro de las acciones de investigación destacan las intervenciones comunitarias realizadas en el escenario preventivo de enfrentamiento a la COVID-19, en tal sentido, especial mención merece la realizada en instituciones sociales con el uso de la Biomodulina T en adultos mayores. El ministro cubano de Salud Pública, José Ángel Portal, refiere que, para minimizar la evolución de los pacientes hacia la criticidad, se ha implementado también el uso de dos productos innovadores de la biotecnología cubana: el anticuerpo monoclonal Anti CD6 (Itolizumab) y el péptido Jusvinza conocido también como CIGB 258 (Portal, 2020).
Ambos medicamentos unidos a la terapia de uso del plasma de personas convalecientes permiten hablar de un índice de supervivencia mayor del 90 % de los pacientes graves y críticos tratados en el país que han utilizado, por ser tributarios de ellas, estas terapias. La administración del producto Nasalferón ha contribuido a que el 99.2 % del personal expuesto a riesgo profesional no haya enfermado, fundamentalmente los trabajadores que laboran en zona roja, así como los integrantes de la Brigadas Henry Reeve. Uno de los mayores éxitos de la medicina cubana en esta etapa son los dos candidatos vacunales aprobados contra la COVID-19, dos ensayos clínicos en Fase I iniciados con el candidato Soberana 01.
El modelo de gestión concebido para el control de la COVID-19 en Cuba cuenta con tres componentes fundamentales: epidemiológico, asistencial y científico. Dicha estrategia se sustenta además en un riguroso sistema de información estadística, en la voluntad política de nuestro gobierno, y en el acompañamiento de las organizaciones políticas y de masas, así como de todo nuestro pueblo.
Fruto de todo este trabajo, al cierre del 13 de diciembre, el país acumulaba un millón 261 mil 754 pruebas diagnósticas. A partir de las mismas, se habían confirmado 9 mil 492 contagios, para un 0.75 % de positividad. Hasta esta fecha lamentamos solo 137 fallecidos, lo que significa 12 fallecidos por millón de habitantes, 1.44 % de letalidad, y los pacientes recuperados suman 8 mil 484.
En la lucha contra la pandemia se han aglutinado resultados científicos desde diferentes ramas de la ciencia, con la creación de un grupo multidisciplinario que logra aportes relevantes, como la proyección de un modelo matemático que ha permitido evaluar el pronóstico aproximado de la evolución temporal de la epidemia y sus fases, la atención psicológica a personas alteradas por el confinamiento, o el análisis sociológico sobre el comportamiento humano.
Al protocolo establecido para enfrentar la COVID-19 se otorga especial importancia incluyendo tres componentes de la gestión sanitaria: el área epidemiológica, la organización de los servicios de salud, y la gestión desde la ciencia y la innovación. Para su realización se han desarrollado soluciones novedosas, por ejemplo, de cuatro laboratorios de Biología Molecular con que se contaba a inicios de la epidemia, se han incrementado progresivamente hasta alcanzar 13 en diferentes provincias, logrando examinar como promedio más de siete mil muestras procesadas diariamente.
De este modo, el desarrollo del conocimiento, y particularmente en la esfera de la salud, la consolidación de sus bases, y la potenciación de los científicos, ha conformado la plataforma que favorece el ejercicio del internacionalismo cubano en el mundo.
El presidente cubano Miguel Díaz-Canel expresó:
la COVID-19 ha venido a recordarnos cuán interconectados estamos en este mundo, circunstancia que favorece la extensión del contagio, pero que a la vez nos obliga a enfrentarlo de forma coordinada, apostando a la cooperación y a la solidaridad, dos prácticas que el vulgar pragmatismo neoliberal casi enterró. (Díaz-Canel, 2020).
En el complejo escenario del recrudecimiento del bloqueo y la extensión de la epidemia, el proyecto de justicia social del socialismo cubano se enfrenta a severos desafíos, con mayores carencias que afectan a la población, en particular de alimentos y también de medicinas, en severas condiciones de insatisfacción. Pero se ha logrado mantener la permanencia de los valores y la conjugación de las fortalezas acumuladas, también dijo Díaz-Canel:
No hay misterio en esa fuerza capacitada y talentosa, que trabaja por un mismo objetivo: es el socialismo. Un socialismo todavía imperfecto y cargado de lastres que debemos ir soltando por el camino, pero esencialmente humano y justo, como no lo ha sido ningún otro sistema en la historia. (Díaz-Canel, 2020)
CONCLUSIONES
En la actual coyuntura, con los efectos de la epidemia de la COVID-19, y bajo el recrudecimiento del bloqueo del gobierno de los Estados Unidos contra la isla, Cuba sostiene el sistema nacional de salud con atención primaria preventiva, indicadores semejantes a países industrializados, y producción de medicamentos de alto impacto; mantiene personal de salud con servicios médicos en 58 naciones, y ha otorgado ayuda de salud para enfrentar a la COVID-19, con brigadas en países de tres continentes.
He enfatizado el análisis de tres referentes, que, sin pretender abarcar todos los determinantes, favorecen una mirada más certera sobre el internacionalismo cubano. En la interacción de ellos se puede constatar una dinámica particular.
Se encuentra en las raíces de la formación de la identidad, en el carácter ético/político de la estrategia de lucha del país (tomando en cuenta su sistematicidad, la continuidad de sus valores, y el ejercicio y naturaleza de su liderazgo); y en el carácter de algunas de las transformaciones de la revolución en la sociedad cubana. Estos son factores clave que identifican la singularidad del proceso.
El mundo en estos momentos lucha por la aproximación progresiva al final de la epidemia, o al menos, a aprender a convivir con este virus convertido en endemia. Pero los pronósticos más integrales no son alentadores. De acuerdo al destacado escritor y periodista Ignacio Ramonet:
La humanidad está viviendo -con miedo, sufrimiento y perplejidad- una experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del «fin de la historia» es una falacia… Descubriendo que la historia es, en realidad, impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática. Sin precedentes. Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades siguen temblando sobre sus bases como frente a un cataclismo cósmico. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos… Un mundo se derrumba. Cuando todo termine la vida ya no será igual. (Ramonet, 2020, p.1)
Sin embargo, sería posible pensar en que la humanidad asimile este reto con una nueva perspectiva, aquella no centrada en el egoísmo de la sociedad mercantilista; en su lugar, la que se funda en los valores más genuinos de la solidaridad humana. El pensamiento racional de un mundo al borde de un desastre, también exige nuevos rumbos.
Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, afirmó recientemente:
La pandemia ha provocado una conmoción en las sociedades y economías y obliga a ser más creativos, aumentar el intercambio de experiencias, fortalecer el aprendizaje entre pares y aprovechar el multilateralismo en un tiempo en que la cooperación y la colaboración entre los actores es muy importante y en el que nadie se salva solo. (Bárcena, 2020, s.p.)
Cuba no es el único país que ejerce la cooperación y la solidaridad. Durante la epidemia varios países como China y Rusia, enviaron ayuda a los que más lo necesitaban, incluyendo a Cuba. Diferentes instancias internacionales, la Organización Mundial de la Salud, y otras, también colaboraron. Si estos ejemplos se difunden y se convierten en paradigmas para una parte de la población del mundo, es posible que un cambio se produzca, al menos como brújula de conductas y aspiraciones.
Esta pequeña isla trata de compartir no solo su ayuda médica, sino la experiencia de una sociedad socialista, que se propone garantizar seguridad, justicia y equidad para su pueblo. Se pretende así contribuir a valorar con mayor rigor la conducta altruista de la mayoría del pueblo cubano, basada en la asimilación de sus valores éticos, en la defensa de su soberanía, y en el apoyo a un proyecto emancipador que comparte el sueño de lograr un mundo mejor.