Introducción
El trabajo que se presenta aborda aspectos referentes a la ética del profesor universitario, su preparación integral, y su relación con la formación de los estudiantes. El interés del tema viene dado por las aspiraciones de la Educación Superior en Cuba: aportar egresados con una preparación general que contribuyan al desarrollo económico, social y cultural del país. En este panorama, el estudiante se forma para servir a la sociedad y es la sociedad por tanto, la que marca las pautas de su educación y va delineando su accionar de socialización.
Visto entonces, desde el prisma de la formación integral se comprende que para lograr tan armónica y pertinente formación, es necesario entender el carácter complejo y multidimensional de un proceso que demanda la actuación protagónica del profesor universitario, desde el cumplimento de su rol de educador profesional.
En los epígrafes se desarrolló un estudio teórico, a partir del análisis bibliográfico donde se sistematizaron e integraron puntos de vistas de diferentes autores del campo de las ciencias pedagógicas, referentes de consulta obligada en el contexto universitario del mundo y de Cuba por sus análisis acerca del proceso de formación en las universidades.
Se pretende estimular el análisis crítico de un tema secular para la comunidad universitaria cubana. El objetivo es sistematizar la importancia de la ética del profesional de la Educación Superior en su contexto de actuación y su relación con la formación de los estudiantes.
Desarrollo
La ética del profesional de la educación
Se considera ética, el compromiso en el ejercicio de una profesión que trasciende las reglas escritas acerca del ejercicio, se evidencia en la excelencia y la integridad. Es evidente que contribuye a la formación correcta de los estudiantes y se manifiesta a través de valores, aptitudes, formación de mejores ciudadanos.
Los profesores para demostrar su ética tienen que tener en cuenta valores como: amor, respeto, amistad, justicia, compromiso social, tienen que desarrollar actos educativos buenos para trasmitir una enseñanza de excelencia, esa es la aspiración.
¿Por qué es necesaria la ÉTICA EN LOS DOCENTES en la universidad de hoy?
Es obvio, que asistimos a un cambio importante marcado por las transformaciones que suceden en la vida económica y sociocultural del país, generadora de influencias muy diversas que no se deben desestimar cuando se trata de concebir la labor educativa del profesor universitario. En tal sentido, se reconoce que los jóvenes que se forman se parecen mucho más a su tiempo y la labor educativa se debe orientar de manera que las vivencias, experiencias, inquietudes y cuestionamientos de los jóvenes se conviertan en contenido esencial de la práctica educativa.
Se trata entonces, de satisfacer el encargo social de una Universidad Socialmente Responsable, aportando buenos profesionales aptos para insertarse en el mundo laboral en la misma medida que se forman hombres sensibles, solidarios, entusiastas, con un profundo respeto por el otro y portadores de principios éticos. Tarea que requiere del concurso del profesor universitario para desarrollar una la labor educativa atemperada a las exigencias sociales y el modelo de profesional a que se aspira. El maestro es el único agente socializador que posee la calificación profesional necesaria para ejercer dicha función; segundo, es el único agente que recibe esa misión social, por la que se le exige y evalúa, tanto profesional como socialmente [1].
Como se puede advertir, la visión del rol del maestro como educador profesional, trasciende el ámbito de la institución escolar para convertirse en un tema de imponderable valor para la sociedad, por su implicación en la formación de profesionales, ciudadanos y personas educadas en aras del bien común, lo cual hace complejo su análisis en relación con las exigencias sociales al desempeño de los educadores.
Por tanto, revisar lo que significa ser maestro con el análisis de los componentes que conforman socialmente su rol, requiere evaluar la motivación por la profesión, la imagen del maestro como un profesional de alto significado social, la preparación profesional integral para el cumplimiento de sus funciones, la auto superación permanente sustentada en la idea de aprender a aprender, así como la expresión de cualidades de alto significado humano que se vivencien en los diversos contextos de actuación.
En esta línea de pensamiento, se coincide con Freire [2] al señalar:
Es preciso que sepamos, que sin ciertas cualidades y virtudes como la amorosidad, respeto a los otros, tolerancia, humildad, gusto por la alegría, gusto por la vida, apertura a lo nuevo, disponibilidad al cambio, persistencia en la lucha, rechazo a los fatalismos, identificación con la esperanza, apertura a la justicia, no es posible una práctica pedagógica progresista, que no se hace solo con ciencia y técnica.
Desde otro referente fundamental que nutre estos análisis, se muestran las consideraciones de Humarán y Domínguez [3], al señalar que el profesor universitario de hoy:
"Debe ser consciente de su importancia en el proceso de enseñanza - aprendizaje, así como de las particularidades de su rol, como maestro, no sólo del saber hacer, sino también del saber ser, en pleno siglo XXI, para lo cual debe cumplir una tarea fundamental: educar ".
Un análisis acucioso de estos estudios, revela la necesidad de reconceptualizar el rol del profesor universitario, a partir de una visión holística de las funciones que le son atribuidas a su rol de educador profesional en el contexto de transformaciones que acontecen en la educación superior, privilegiado la atención a sus necesidades como profesional y persona, proyectos de vida profesionales, necesidades formativas y su preparación integral para trascender su desempeño en una disciplina particular y superarse en pos de una cultura integral.
Se considera que se necesita de un docente universitario de sólida formación científica dentro de su especialidad y suficiente capacidad pedagógica y aptitud de adaptarse a los cambios de la ciencia, la tecnología la sociedad y la cultura, con dedicación al trabajo universitario y respeto al alumno.
Desde esta perspectiva de análisis, pudiera parecer que el profesor universitario debe ser una especie de “persona ejemplar” con características muy singulares para educar integralmente a una diversidad de jóvenes provenientes de contextos diversos. En este sentido, se reconoce que la actuación docente está condicionada por las exigencias sociales y sus particularidades individuales. Sin embargo las vivencias que experimenta hacen complejo este proceso, matizado por las situaciones y experiencias que deben enfrentar como profesional y persona Remedios, Concepción y Rojas [4].
En las concepciones actuales se destaca la responsabilidad ética de los profesores en la preparación constante, la auto-superación, en su práctica educativa y en las relaciones que establece con estudiantes y colegas “Por consiguiente ser y querer ser educador implica valorar crítica y reflexivamente la práctica pedagógica como núcleo del aprendizaje a lo largo de toda la vida”. García y Addine [5]. Estos argumentos tienen la virtud de subrayar la necesidad de preparar al educador para enfrentar el reto de educar para la vida, como portador de una cultura personal y de la profesión que le permita realizar una labor educativa con una orientación humanista, carácter transformador y compromiso social, sustentado en su ejemplo como profesional revolucionario y ciudadano activo y comprometido con el proyecto social de país.
Es evidente, que el profesor universitario, es un profesional con una alta responsabilidad que es evaluada por la familia, la sociedad, los directivos y los estudiantes que expresan satisfacción o no con su proceso de formación, por lo que su preparación es una necesidad emergente para su desempeño profesional. No obstante, es una persona con necesidades intereses motivaciones y proyectos de vida que demandan realización personal y profesional.
A partir de estos análisis, Del Pino [6] presenta un análisis interesante de esta problemática con el planteamiento de diversas interrogantes que constituyen punto de partida para diversas reflexiones en torno al rol profesional del maestro: “¿qué educador y qué escuela se necesitan hoy? ¿Cómo perfeccionar la formación de los educadores en el contexto actual para llevarlos al nivel de las exigencias actuales y futuras de la sociedad cubana?”
En esta línea de pensamiento, el citado autor [6] enfatiza en la calidad del educador como principal herramienta educativa. “Su madurez, su salud, su autonomía, su creatividad, su aceptación de la diversidad, sus ansias de mejorar, son factores que explican su influencia en los estudiantes, mucho más que este o aquel proceder o el cumplimiento de unas u otras tareas”.
La formación integral de los estudiantes
La formación integral es un proceso continuo, permanente y participativo que pretende desarrollar armónica y de forma coherente todas las dimensiones del ser humano. Sirve para orientar procesos que intenten lograr la realización plena del hombre y la mujer, desde los que compete a cada uno de ellos.
La más alta aspiración de la Educación Superior Cubana es la formación integral de sus estudiantes, para ello se hace un análisis de cómo lograr la misma con la integración de los procesos de formación académica, laboral, investigativa y extensionista a partir de un enfoque ético e interdisciplinar conducido por un profesor con retos diferentes en correspondencia con la actualidad cubana y con el modelo del profesional de la educación.
Satisfacer el encargo social de la universidad, significa aportar graduados universitarios preparados para insertarse en la sociedad de manera activa y responsable. En tal sentido, la eficacia del proceso formativo en la educación superior se expresa en la satisfacción de la sociedad con el desempeño de sus graduados, lo que permite aseverar coincidiendo con Horruittiner [7]: “El paradigma está en brindar a la sociedad un profesional formado de manera íntegra, profesionalmente competente, con preparación científica para aceptar los retos de la sociedad moderna y con un amplio desarrollo humanístico para vivir en la sociedad”
Visto entonces, desde el prisma de la formación integral se comprende que para lograr tan armónica y pertinente formación, es necesario entender el carácter complejo y multidimensional de un proceso que demanda la actuación protagónica del profesor universitario, desde el cumplimento de su rol de educador profesional. Por ello, es preciso destacar que:
El docente debe garantizar que cada estudiante sea objeto y sujeto a la vez de las influencias educativas, con un carácter personológico y desarrollador, potenciándolos como sujetos de su formación y desarrollo, con una sólida preparación científica e ideológica, acordes con las exigencias y retos del desarrollo social.
Es destacable el rol y la responsabilidad del docente universitario ante el reto de educar en contextos diversos, donde priman una multiplicidad de influencias educativas y el docente enfrenta exigencias sociales, institucionales y familiares. Desde esta perspectiva de análisis, emerge la responsabilidad como elemento nuclear en el proceso de formación profesional que permite estar de acuerdo con Valleys [8] en que: “La universidad responsable se pregunta por el tipo de profesionales, ciudadanos y personas que forma y sobre la organización de la enseñanza para garantizar una formación socialmente responsable de sus estudiantes”.
El docente universitario en su rol de educador, con su ejemplo personal como modelo de profesional y revolucionario, con su labor educativa desde las funciones que desempeña puede contribuir al desarrollo exitoso de los estudiantes, todo ello requiere de un análisis crítico y reflexivo, desde la visión de la universidad cubana como un ente de confluencias formativas.
Relación entre la ética del profesional de la educación y la formación integral de los estudiantes
Es importante destacar que aunque se enfatiza en determinados componentes, desde perspectivas de análisis y contextos diferentes, se coincide en la necesidad de la “formación integral”, que incluye conocimientos habilidades y valores para el ejercicio de la profesión, cualidades de alto significado humano y una alta responsabilidad social con la sostenibilidad de los procesos económicos, sociales, culturales y ambientales.
De este modo, la ética y el rol del profesor universitario y su impacto en la educación de los futuros profesionales, posee características distintivas en relación con las transformaciones que acontecen en la sociedad cubana y particularmente en la institución universitaria, por lo que ahondar en esta problemática constituye una necesidad para perfeccionar esta importante labor.
Por ello, de cada análisis que se realiza en torno al tema son múltiples las interrogantes que se generan:
¿Cómo concibe el profesor universitario su labor educativa en la universidad cubana actual?
¿Está preparado para cumplir estas exigencias?
¿Cómo armonizar su preparación integral, su ética, y las cualidades que lo distingan como profesional y persona?
Estas y otras interrogantes son frecuentes en el contexto universitario, con una marcada expresión en los ámbitos familiar y social, lo cual requiere una mirada acuciosa a la preparación del profesor universitario para desarrollar la labor educativa y enfrentar la multiplicidad de exigencias que entraña su cumplimiento. Argumentos de Alum [9] que permiten afirmar: “el proceso de formación es el escenario por excelencia donde conviven estabilidad y cambio y sus modelos educativos tienen la función de ofrecer las pautas para la formación de estrategias en la solución de necesidades sociales.
Se deriva de este análisis, la necesidad de establecer un diálogo entre el modelo de profesional que se desea alcanzar y las necesidades y posibilidades del profesor universitario en el contexto actual de la Educación Superior. De este modo, se revela que el verdadero reto está en la formación integral de docentes para satisfacer sus proyectos de vida profesionales, las demandas del desarrollo educativo y social y las necesidades de los jóvenes que se forman.
Por ello, el perfeccionamiento constante de la labor educativa en pos de formar mejores profesionales debe conducir al análisis y reflexión permanente de estos argumentos, de modo que se potencie la autoeducación del profesor universitario en un proceso de aprendizaje permanente , donde el estudiante vivencia aquellas cualidades que se expresan en la actuación cotidiana de los maestros que se erigen como modelos de actuación para los jóvenes que se forman como profesionales, ciudadanos y personas.
De este modo, un análisis crítico de los referentes teóricos citados permiten identificar una serie de regularidades presentes en el tema objeto de estudio: el profesor como educador profesional con una alta responsabilidad social y educativa, el ejemplo personal como elemento nuclear en el ejercicio de la profesión, la calidad del educador como ser humano , la labor educativa en el ámbito de la responsabilidad social universitaria, la composición heterogénea del alumnado, así como la necesidad de atender la labor educativa, desde el reconocimiento de la unidad y diversidad de este proceso. Es evidente la responsabilidad que entraña la tarea de “educar” en contextos diversos y heterogéneos, donde se articulan de manera particular las necesidades de formación de los estudiantes y las necesidades de superación continua del profesor universitario.
De este modo, en el devenir por el que se transita es preciso analizar cómo se visualiza la labor educativa por el profesor universitario, las satisfacciones e insatisfacciones que experimenta en su actuación cotidiana, así como las expectativas en el camino de contribuir al perfeccionamiento de esta labor.
Los profesores universitarios aprecian la importancia de su labor educativa en el proceso de formación de profesionales, al reconocer que son múltiples y variadas las condiciones que convergen en el desarrollo de esta labor, donde confluyen satisfacciones e insatisfacciones que revelan la necesidad del perfeccionamiento de una labor, despojada de la rutina y las conductas estereotipadas y empobrecedoras de su significado social.
En virtud de lo expresado, valorar la oportunidad de educar requiere incorporar a la práctica cotidiana el caudal teórico y metodológico que aportan las investigaciones y experiencias pedagógicas que hoy se muestran en diversos escenarios educativos, asumidas de manera responsable y creativa en pos de potenciar el crecimiento de estudiantes y profesores como protagonistas del hecho educativo.
De este modo, se privilegia la profesionalidad pedagógica del profesor universitario, sustentada en la integración de los componentes ideológicos (conciencia de los deberes, valores y cualidades), con los conocimientos pedagógicos y científicos-culturales para su labor, que plantea Chacón [10].
Pensar entonces, en el rol del profesor universitario como protagonista del hecho educativo, empoderado de conocimientos habilidades y valores para educar en la universidad actual, implica reconocer que desde el punto de vista de García, Valley y Gayle [11] “la unidad tiene que transcurrir por una dialéctica que permita que ella se concrete en la diversidad, es decir, en los contextos específicos donde trascurre el proceso educativo”.
Por consiguiente, el profesor al concebir la labor educativa sustentada en la unidad y diversidad de este proceso y reconocer al estudiante como centro de las influencias educativas que se generan, deberá prestar atención al contenido del trabajo educativo y su relación con la formación de valores, particularmente los que se relacionan con la moral de la profesión, el encargo social del modelo de formación del profesional y las acciones educativas que se ejecutan en diversos escenarios del proceso de formación, así como el nexo afectivo como condición esencial en el desarrollo de esta labor, donde se privilegie el respeto a la individualidad, la comunicación asertiva y el aprecio a la diversidad.
Es evidente que educar en una universidad socialmente responsable se erige como tarea esencial del profesor universitario en la formación integral del estudiante , es vía para lograr en definitiva ciudadanos involucrados responsablemente con los desafíos de la contemporaneidad.
Desde esta perspectiva de análisis, se coincide con González [12] al declarar que:
"Este cambio exige una transformación en las concepciones del docente y del alumno, en las que la asimilación de lo nuevo permita ir formando un pensamiento que se mueva hacia la reflexión, despojándose del dogmatismo y el esquematismo de lo tradicional, cediendo el paso a las actuaciones creativas, no repetitivas".
Por ello Sánchez y Villa Leicea [13] plantean que “la universidad tiene, en su esencia, la misión de formar al universitario, en primer lugar, como persona, en segundo lugar, como profesional que desempeñará un trabajo para el que está siendo preparado y, en tercer lugar, como ciudadano”.
Resultan coherentes con estas ideas las consideraciones de Altavaz [14] al esbozar que “la educación tiene que concebirse como un elemento de carácter liberador, genuinamente dialéctico, lo que le permite al sujeto desarrollar su conciencia crítica, favorecer su creatividad, para convertirse en protagonista de su momento histórico”. Es evidente, según plantean Valdés y Villegas [15] "que son precisamente las universidades las instituciones llamadas tanto desde la apropiación de conocimientos como desde su aplicación práctica y contextual a potenciar la integración de los pilares «aprender a conocer» y «aprender a hacer".
En el devenir por el que se transita, una realidad resulta incuestionable la universidad actual privilegia la preparación del profesor para desarrollar una labor educativa dinámica, creativa, atemperada a las necesidades de los jóvenes que se forman y las posibilidades de la institución. En este sentido, la Educación Superior: “orienta su trabajo a reformular el sistema de superación de los profesores universitarios, jerarquizando la preparación y actualización permanente en los componentes político, ideológico, axiológico, económico y social del proceso revolucionario cubano” [16].
La sistematización realizada nos permite considerar que, la preparación del profesor universitario se asume como necesidad profesional, personal y social que integra tres elementos esenciales: la reconceptualización del rol de educador profesional del docente universitario, una nueva visión de la imagen social de la profesión y la cultura ética integral del profesor como sostén de su desempeño profesional.
Resumiendo, y en correspondencia con lo que se plantea en la Resolución 47/2022. “ La formación de profesionales de nivel superior es un proceso consciente y sobre bases científicas ,se desarrolla en las instituciones de educación superior para garantizar la preparación integral de los estudiantes de las carreras universitarias, que se concreta en una sólida formación científica técnica, humanista, y de altos valores ideológicos, políticos ,éticos y estéticos ,con el fin de lograr profesionales revolucionarios, cultos, competentes, independientes y creadores para que puedan desempeñarse exitosamente en los diversos sectores de la economía y de la sociedad en general” [17].
A partir de estos referentes, se fundamenta el rol del profesor universitario en lo general, en cualquier contexto universitario del país, como agentes de cambio a nivel institucional y social, con la misión de contribuir a la formación profesional, personal- social del estudiante universitario y su crecimiento como persona y profesional comprometido con las necesidades de la ciencia, la tecnología, la innovación y la sociedad.
Conclusiones
La sistematización expuesta demuestra que la preparación ética integral del profesor universitario para educar, deviene en tema de especial interés para la Educación Superior cubana, por su impacto en el proceso de formación de la personalidad del estudiante universitario. Por ello, lograr tales propósitos, requiere .de la formación permanente del profesorado para el cumplimiento de su rol de educador profesional, preparación que adquiere la cualidad esencial de ser “integral”, al trascender la disciplina particular que imparte, e integrar los componentes: ético- moral, cultural, político e ideológico, psicopedagógico y ambiental.