Introducción
La reciente aprobación en Cuba de una política que institucionaliza el desarrollo local como modelo integral y prioritario en respaldo al proyecto de desarrollo económico y social cubano no es ajena al desafío teórico-metodológico de integrar el enfoque cultural, desde sus diferentes aristas, al proceso estratégico de toma de decisiones para alcanzar el desarrollo armónico de los municipios.
Antecedida por un diagnóstico que reveló, entre otras problemáticas, la necesidad de fortalecer las capacidades locales para el diseño y gestión de las estrategias de desarrollo municipal, así como la creación de proyectos locales (Díaz-Canel Bermúdez & Fernández González, 2020), la nueva política orienta a estos fines, el tratamiento específico a los diversos modos de vida expresados en las tradiciones, hábitos e identidad particulares, resultantes de las circunstancias económicas, ambientales y poblacionales que históricamente han conformado al municipio (Ministerio de Economía y Planificación, 2020).
Tal consideración, aunque responde a un criterio ampliamente defendido, la práctica no siempre aquilata la dimensión de su valor: la realidad y las particularidades culturales de un territorio juegan un papel esencial en las dinámicas de su comportamiento en función del desarrollo, ya que en el proceso "determinan lo que tiene sentido, significado y valor para el entorno y el modo de vida que allí se inscriben" (Polanco Noy & Caballero Rivacoba, 2020, p. 149).
La matriz cultural del territorio, en sus roles pautados por las diversas y complejas relaciones de la cultura en los procesos de desarrollo1, muestra entre ellos su función como recurso o medio para alcanzarlo (Abello et al., 2010). Su aprovechamiento, cuando es coherente con las capacidades y demandas culturalmente significativas del entorno local y asume el carácter cardinal más que instrumental de la acción, constituye una vía sostenible para lograr fines económicos y no económicos que pueden contribuir al crecimiento del bienestar espiritual y material de los habitantes, conforme a sus metas de desarrollo.
Por ello la cultura es también considerada parte de ese conjunto de recursos de naturaleza diversa que forman el potencial de desarrollo endógeno de un territorio2 y que en dependencia del grado de potencialidad que expresan, acorde a ciertas características que definen su posible utilización a nivel local, tributan o frenan la creación de capacidades locales para desplegar este proceso.
La génesis de los recursos culturales, atendiendo al carácter de los también nombrados recursos no convencionales (Max-Neef et al., 2010), se relaciona al territorio como espacio culturalmente construido y marco significante de las relaciones institucionales, económicas, socioculturales, medioambientales que históricamente actúan en este contexto. El producto tangible o intangible de esas propias interrelaciones, consolidado sobre esta base cultural, así como sus formas particulares de reproducción, son componentes que potencialmente pudieran constituir un recurso local del desarrollo.
Entre ellos destaca la identidad cultural (Escobar Nieves et al., 2017). Esta es reconocida como núcleo cultural que cohesiona, activa procesos de autorreconocimiento, autonomía, dinámica endógena y otorga eficacia colectiva a la consecución de objetivos comunes. Tales mecanismos favorecen por diversas vías la reestructuración y diversificación del tejido socio-económico local, la participación inclusiva de los diversos actores del desarrollo, la cooperación para la transformación a diversas escalas y el propio reforzamiento de la identidad territorial.
Los patrones de identidad cultural (IC), que distinguen la manera de ser y hacer de un territorio, se expresan en un repertorio cultural compartido que lo diferencia de otros enclaves locales a través de elementos singulares aunque de gran diversidad. Forman parte de ellos la idiosincrasia, las costumbres, las tradiciones y los rasgos de la cultura popular (Juliá Méndez, 2016), además de los conocimientos, los saberes, las habilidades, los usos, los bienes muebles e inmuebles y aquellos símbolos, valores y significados que los complementan y en su conjunto conforman este recurso endógeno del desarrollo.
La IC contiene potencialidades asociadas al logro de objetivos tan estratégicos para la gestión del desarrollo como: el fomento de capacidades locales para fortalecer el liderazgo, la institucionalidad y la gobernanza local, el nivel de especialización y competitividad territorial, la creación de ventajas absolutas o comparativas de productos específicos basados en políticas de innovación local, la creación de conceptos para estrategias de promoción de imagen territorial (Olazabal Arrabal et al., 2021), así como la conservación de ecosistemas territoriales, el emprendimiento rural y empresarial, el cooperativismo y la asociatividad.
La combinación de las habilidades propias de un oficio tradicional como el buceo, con las demandas de la industria moderna de la zona costera de Nuevitas en Cuba, la valorización de una variante local del idioma griego de Calabria o el conocimiento tácito del campesino chileno de la región de la Araucanía en torno a los efectos del veneno de la araña "viuda negra", entre otros interesantes ejemplos reportados en la literatura, confirman la creación de productos y servicios con alto nivel de especialización y competitividad regional, iniciativas de desarrollo territorial, así como proyectos socioculturales y de innovación con base en elementos de la IC.
No obstante, la existencia de un recurso endógeno local, su abundancia o nivel de potencialidad, no garantizan por sí sola la generación de cambios deseados en ella, sino que es su aprovechamiento integrado al horizonte de la planificación lo que constituye una condicionante o factor de desarrollo territorial (de Dios Martínez & Fernández, 2014). De modo que la contribución de la IC se expresará de forma más tangible y eficaz si su uso se orienta estratégicamente a la complementación de trasformaciones deseadas en el sistema territorial.
Para ello, como parte del potencial endógeno "que puede movilizar el municipio por diferentes vías y formas de gestión, activarlos y conectarlos con las prioridades locales en beneficio de la población de su territorio" (Ministerio de Economía y Planificación, 2021), debe ser integrada a la lógica descriptiva, analítica y propositiva de las Estrategias de Desarrollo Municipal (EDM) y finalmente articulada de manera específica y coherente a las políticas, objetivos estratégicos, programas y proyectos de desarrollo territorial.
Sin embargo, se reconoce que la promoción de la IC, vinculada al territorio para fortalecer el desarrollo local como estrategia sociopolítica de cambio y el diseño de estrategias a largo plazo, es considerada un nudo crítico, un tema que precisa aún mucha profundización (Gallicchio, 2010) y que expone brechas en las que inciden factores como la débil integración de la dimensión cultural y la inadecuada operacionalización en la práctica del concepto de cultura y desarrollo (Rodríguez Basso et al., 2020).
Esta tendencia limitante: i) Se extiende al diagnóstico de los recursos culturales en general y la IC en particular dentro del diseño de las EDM; ii) Se muestra en la práctica a través de un sesgo operacional; iii) Se caracteriza por la reducción u omisión de los elementos de IC local (en contraste con la amplia diversidad descrita de fuentes y componentes de este recurso) y su vinculación mayormente orientada al patrimonio local (soslayando otras dimensiones de análisis del recurso); iv) Produce una distorsión en la integración del recurso a la EDM; v) Limita su activación y movilización en el sistema local y el aprovechamiento de sus capacidades endógenas para la gestión del desarrollo.
El objetivo de este artículo, partiendo de la fundamentación teórica de componentes significativos de relativa independencia, derivados del análisis de la IC como recurso endógeno territorial, está encaminado a revelar indicadores de identidad cultural que, dentro de la lógica descriptiva de la EDM, contribuyan a fortalecer su diagnóstico y con ello el aprovechamiento integral de su potencial para la gestión del desarrollo. Su alcance está relacionado al primer momento del diagnóstico, es decir, la identificación del recurso, ya que subsanar el sesgo operacional referido en esta fase pudiera evitar que desencadene el resto de las limitaciones descritas.
Materiales y métodos
La problemática planteada en esta investigación partió del estudio triangulado entre fuentes bibliográficas, entrevista a expertos y el análisis de documentos. Este último, de forma exploratoria, abarcó en tres pasos el diseño de 29 Estrategias de Desarrollo Municipal del occidente, centro y oriente del país, desde el año 2011 hasta la actualidad.
Paso 1: Examen del diagnóstico sociocultural plasmado en las EDM, enfatizando desde su lógica descriptiva en el tratamiento a la IC como recurso local (identificación, descripción y la evaluación de su potencial)
Paso 2: Valoración del seguimiento analítico y prospectivo del recurso en la EDM: Si los elementos de IC reconocidos fueron integrados al proceso de planificación, si esta integración fue coherente en la lógica del proceso de gestión diseñado (políticas, líneas estratégicas, programas, objetivos, proyectos), si la articulación de la IC estuvo en correspondencia con los ámbitos y las capacidades reales del recurso o las subutilizó, así como las formas y ámbitos en que se planificó el uso del recurso
Paso 3: Conformación de matriz de resultados, análisis cualitativo y comparativo que junto a la triangulación de la información del resto de las fuentes permitió reconocer tendencias y plantear la problemática de investigación presentada
Para cumplir con el objetivo trazado, se empleó como método general el Dialéctico-Materialista en el que se interrelacionan los demás métodos teóricos de investigación con una función gnoseológica en la determinación de los indicadores de IC procedentes de la interpretación de los hallazgos teóricos derivados del análisis de la variable principal. Ello creó condiciones para explicar las cualidades esenciales de estas dimensiones, las relaciones fundamentales con la variable principal y comprender su funcionalidad para la identificación de la IC como recurso local en el marco del diagnóstico sociocultural del territorio, dentro de la lógica descriptiva de la EDM. Entre estos métodos fueron utilizados:
El método teórico de análisis-síntesis que fundamentalmente permitió estudiar la IC como un todo complejo en sus partes y cualidades, en sus múltiples relaciones, componentes, nexos y características generales acordes con la situación problema.
En este abordaje conceptual, emergen el conjunto de componentes de relativa independencia que fueron delimitados, es decir, el Conocimiento de los sistemas productivos locales, la Cultura Productiva Local, la Acción colectiva local y el Patrimonio cultural local, con cualidades propias de su naturaleza, pero en esencia inherentes a patrones culturales identitarios compartidos con el ámbito territorial y, por tanto, con una función referencial.
El método inducción-deducción como formas de inferencia lógica objetiva entre lo general conocido y lo particular desconocido, mediado por relaciones complejas, se utilizó fundamentalmente para reconocer la naturaleza, las cualidades, las manifestaciones y nexos del Conocimiento de los sistemas productivos locales, la Cultura Productiva Local, la Acción colectiva local y el Patrimonio cultural local como dimensiones de la IC como recurso local.
El uso de este método fue pertinente, además, para inferir, a partir de la correspondencia con el análisis de la variable principal en el marco de la gestión del desarrollo local, algunas bases metodológicas del diagnóstico que a nivel territorial propician su integración y gestión estratégica como recurso cultural local.
Resultados y discusión
Del estudio se derivó que la IC como recurso local se origina en la matriz cultural y tradicional histórica del territorio y sobre ella basa principalmente su capacidad de generar desarrollo (Max-Neef et al., 2010). Esta fuente de origen, insertada en el ámbito histórico-antropológico y de las estructuras sociales, genera, enriquece y diversifica a través de mecanismos sociosicológicos, prácticos y cognitivos, el acervo práctico y los conocimientos particulares que nutren el contenido simbólico de la IC.
La IC, además, es considerada un recurso diverso y específico que yace en el repertorio cultural de significados compartidos, conformado en espacios de actividad colectiva como los sistemas productivos locales, el sistema institucional, el sistema de asentamientos y el sistema de innovación ligado a los procesos productivos locales, en los que sedimenta la esencia afectiva, conductual, cognitiva, práctica, valorativa, comunicativa con la que los actores locales sustentan y comparten estos significados.
Por tanto, en el proceso de diagnóstico de la IC como recurso local no solo bastaría con identificar en base a algún tipo de clasificación o descripción, qué elemento lo constituye, sino además, considerando la concepción cultural del desarrollo, donde la identidad se enfoca como dimensión cultural en las que se proyectan en estrecha relación a nivel local los sujetos, las subjetividades y las prácticas culturales (Juliá Méndez, 2016), sería vital entonces interpretar quiénes, por qué, cómo se manifiesta este recurso cultural y bajo qué condiciones puede contribuir al desarrollo.
Estos datos permitirían triangular información de base en la evaluación de las características, potencialidades y capacidades de uso del recurso previamente identificado y con ello determinar políticas, líneas estratégicas, programas, proyectos o criterios de evaluación de resultados como vías y formas coherentes de activarlo con el resto de los recursos del sistema al proceso de gestión del desarrollo.
Ahora bien, reconocer los aspectos conformadores de IC local puede, en ocasiones, convertirse en un proceso complejo dado su carácter intangible, brecha posible de superar cuando en su diagnóstico se tienen en cuenta las relaciones existentes entre la naturaleza inmaterial del recurso y los elementos tangibles en el que se decodifican y comparten sus significados (procesos que le dan origen, grupos portadores, ecosistemas, prácticas, usos, saberes, creencias, instrumentos, símbolos, valores).
Relaciones que a su vez se expresan en áreas o componentes significativos de relativa independencia, como hallazgos vinculados a los espacios de actividad colectiva local antes mencionados, en los que se concretan con mayor precisión la formación de manifestaciones y referentes de IC.
El primer hallazgo derivó del reconocimiento del vínculo de interrelación e interdependencia entre la IC y los Sistemas Productivos Locales (SPL) en un proceso que condiciona para ambos su formación y características. Por una parte, se explica que los SPL juegan un papel determinante en los procesos formadores de identidad como marcadores de la dinámica de una economía local, por otra, que en los propios espacios de interacción, definidos además por el sistema sociocultural donde se concentra este tipo de actividades "la identidad cultural de los territorios está en la base del sistema productivo y condiciona su evolución en el tiempo" (Vázquez Barquero, 2017, p. 294).
En el primer caso, se reveló que la propia estructura organizativa y de coordinación de los SPL, las interrelaciones entre la diversidad de actividades con funciones específicas en cada fase del proceso de producción, la utilización y reproducción de técnicas afines a esas funciones, así como el tipo e intensidad de interacciones de los diversos actores que intervienen, forman rasgos distintivos que sedimentan históricamente en el acervo de prácticas, conocimientos, normas, habilidades y códigos comunicativos con sentido y significado propio de cada sistema.
Desde una mirada más profunda, en ello pudieran intervenir aspectos más funcionales de los SPL, descritos por Negrín et al. (2002), citado por Iglesias y Ramírez (2008), como las verticales u horizontales integraciones de su estructura organizativa con cierta especialización, la necesaria y continua interacción entre las actividades económicas, culturales, sociales y políticas y la complementación de funciones entre los distintos agentes locales, orientada a fortalecer la capacidad de conocer, aprender y actuar.
En ese contexto, el conocimiento tácito emerge mediado por esas necesidades comunes de conocimiento, aprendizaje y actuación para el desarrollo del sistema y mediando, a su vez, como una particularidad útil y un rasgo especialmente diferenciador dentro de los procesos de producción contenidos en la localidad3.
Dado su origen, este tipo de conocimiento es reconocido como una forma de saber práctico, fomentado por la socialización y la experiencia del proceso productivo que abarca aspectos organizativos, institucionales, instrumentales y naturales implícitos en la solución a problemas cotidianos específicos de ese sistema en ese contexto local.
Si bien es cierto que el mismo funciona como lenguaje o código de comunicación común, se describe que el conocimiento de los SPL: tiene un carácter tácito más que codificado, comparte un significado común entre los diversos actores; se transfiere de manera informal a través de las relaciones interpersonales de quienes lo comparten; facilita a nivel grupal la interpretación de ideas y referencias, la transmisión de información y el aprendizaje práctico, social y la interacción; se percibe hacia el núcleo grupal como un conocimiento natural; se distingue hacia afuera como un conocimiento particular y difícil de reproducir en otros grupos o entornos territoriales
De lo anterior, se infiere que en general si este es un conocimiento inherente y distintivo del saber tradicional propio del SPL, si contiene en sí la especificidad y diversidad procedente de las interrelaciones culturales del sistema según el tipo de actividad económica-productiva que prevalecen, si tiene sentido y significado compartido para sus portadores y dado su origen y cualidades, juega un papel diferenciador que lo vincula a la vocación productiva del territorio y favorece su identificación, entonces el Conocimiento de los Sistemas Productivos Locales puede constituir un elemento indicativo de IC al conferir una particular unidad al sistema local, en el que prevalecen rasgos culturales distintivos que la diferencian del resto.
Esta variedad de conocimientos que componen parte del acervo cultural de los SPL, como indicadores de rasgos de IC, debe constituir objeto de reconocimiento y descripción en el proceso de diagnóstico antecedido por el análisis de la vocación productiva del territorio, ya que en potencia constituyen un recurso polivalente para sostener el sistema o introducir innovaciones que fomenten la diferenciación y la consolidación de ventajas comparativas territoriales. En este particular, pudiera radicar la eficacia de su aprovechamiento a nivel local.
En marcada intersección con la formación de los SPL, un territorio manifiesta también patrones culturales definidos por actividades y prácticas productivas en ámbitos locales de menor escala, con actores de producción especializados, pero menos dependientes e interrelacionados en correspondencia con su actividad específica, así como productos, bienes y servicios típicos por su modelo de producción y consumo más tradicional, sostenible, artesanal, ecológico o utilitario, que amplían y diversifican los identificados dentro de la estructura económica del territorio o su vocación productiva.
Estos patrones de la Cultura Productiva Local contienen relaciones y aspectos culturales que marcan también dinámicas locales de producción de carácter territorial, innovador, mediado por conocimientos tácitos, pero no necesariamente demarcados por otras condicionantes propias del SPL4, sino más bien asociados a un actuar sistemático para controlar, de forma específica y circunstanciada, condiciones cotidianas de existencia y desarrollo, a través del trabajo colectivo o individual para la subsistencia, a partir de una actividad productiva, en una forma histórica y determinada (Moreira Vera et al., 2017).
Esta actividad de carácter práctico, específica y circunstanciada constituye un bien común, que confiere a la Cultura Productiva Local un valor representativo, más que excepcional5, aunque en diferentes grados y niveles, grupos, actividades específicas y espacios de intercambio, expresan atributos que la distinguen, explicados por Moreira et al. (2017):
Originalidad, tomando en cuenta que la búsqueda alternativa de vías de superación en circunstancias específicas conduce a formas de respuesta irrepetibles y resultados novedosos, derivadas de ese particular contexto
Autenticidad, como expresión directa, válida y justificada del acontecimiento cultural en concordancia con las exigencias, retos y demandas de un momento histórico y un contexto local específico
La Cultura Productiva Local genera también actividades, bienes y servicios, así como técnicas, usos e innovaciones que conjugan tradiciones del saber hacer, productos típicos y otras tipicidades locales, pero que preceden y superan la dimensión estrictamente económica, como reconoce la Carta Cultural Iberoamericana del año 2005. Estos, a su vez, portan valores y contenidos de carácter simbólico, síntesis de las relaciones entre los aspectos culturales, las diferenciales del producto y la identidad de su origen, según el principio de especificidad reflejado en el propio documento.
Según lo anterior, desde las condicionantes y características propias de las actividades prácticas de producción que representa la Cultura Productiva Local, también refleja patrones de IC asociados a los métodos y procedimientos tradicionales inherentes, el saber hacer, habilidades y destrezas en el manejo de materias primas del entorno y la creación productos y servicios de naturaleza diversa. En ella, se reconocen unidades de emprendimiento familiar o comunitario como portadoras y productoras de tales conocimientos, prácticas y resultados.
En este sentido, se ponen a consideración dos principales aspectos: i) La identificación de estas manifestaciones haría posible reconocer elementos con capacidad endógena como fuentes de valorización, innovación y creatividad coherentes con el entorno cultural local; ii) Las determinantes de autenticidad, aplicadas a los productos y servicios con especificidades culturales valorizados, pudieran apoyar la creación de indicadores de singularidad, trazabilidad y calidad6 (Flores, 2007) para establecer relaciones entre los productos y las bases identitarias que le dieron lugar.
En la planificación estratégica del desarrollo local, la identificación de especificidades culturales centradas en patrones de la Cultura Productiva Local puede potenciar la creación de proyectos de desarrollo sostenibles y contribuir a la creación de mecanismos e instrumentos jurídicos de protección y transmisión de saberes, el diseño de imagen de marca de productos y servicios locales con IC y la creación de indicadores y estándares de calidad y promoción como factor de competitividad local.
El tercer hallazgo guarda relación con el ámbito psicosocial que caracteriza a los procesos identitarios. Se asienta sobre bases compartidas de carácter fundamentalmente afectivo, valorativo y normativo como el sentido de autorreconocimiento, pertenencia y cohesión social, expresadas en el plano conductual a través de la acción colectiva local, funcionando a su vez como patrón de referencia e identidad.
Como rasgo cultural, la acción colectiva local es inducida por el sistema de valores, normas, asunciones y creencias colectivas que al mismo tiempo, dentro de un marco institucional, regulan las actividades y el comportamiento de los actores locales que participan del proceso de construcción social del territorio y su identidad cultural (Flores, 2007).
En los procesos de desarrollo endógeno, Ramírez (2007) considera que los acuerdos tácitos o implícitos, el establecimiento de reglas, normas y procedimientos para el cumplimiento de metas y objetivos económicos, sociales, ambientales o políticos constituyen expresión de la acción colectiva local que involucra a los actores locales en un conjunto de actividades, sobre la base de referentes culturales, identitarios y patrimoniales, que contribuyen a dinamizarlo.
En este sentido, la búsqueda de cooperación y complementariedad territorial para la acción colectiva local, también se asienta sobre implicaciones prácticas de principios como la responsabilidad individual y colectiva con lo social y el bien común, Flores (2007), aspectos que, junto al tipo e intensidad de interacción de los actores locales y el sentido de pertenencia e identidad, cuando se aprovechan pueden constituir factores funcionales de desarrollo.
En general, las tendencias de acción colectiva local son estimuladas por necesidades y aspectos de interés local y proyectadas en forma de capacidades resolutivas para el ahorro, la productividad, la creatividad, la innovación, la resiliencia, la solidaridad, el emprendimiento, la cooperación, el uso de la tecnología, el cuidado del medioambiente, la preservación de la cultura, los símbolos, el patrimonio entre otros.
De esta forma, la actitud creativa, innovadora, resiliente, solidaria, emprendedora, cooperativa, proambiental o cualquier otra que sobresalga o no como cualidades con un significado cultural compartido, al tener también un sustrato cultural7 y ser respaldada por el conjunto de valores, capacidades, conocimientos, prácticas y habilidades vinculantes al capital individual o social, indicarían el hallazgo de elementos de IC como recurso local.
Identificar estos marcadores de IC durante el diagnóstico municipal, permitiría activarlos a través de diferentes vías o transformarlos en caso de ser necesario para generar o reforzar valores a nivel institucional, empresarial, de liderazgo o gobernanza como capacidad endógena local de atractividad, asociatividad, cooperación u otras dinámicas propias de la estructura organizativa institucional local. Como una manera planificada de fortalecer, desde la contribución de los recursos culturales, las bases productivas para el desarrollo territorial.
El cuarto y último hallazgo del estudio develó al Patrimonio Cultural Local como uno de los componentes más diversos y de más directa asociación con la IC como recurso local por su origen, características y función.
Reconocido como bien común material o inmaterial, el patrimonio se manifiesta en la cultura modelada de diversas formas a través del tiempo y el espacio como síntesis de la capacidad local de crear, transmitir, reflejar la realidad y coexistir con otros grupos sociales (Rivas, 2018). Por ello, comprende un marco que integra los monumentos, los bienes culturales, los objetos, las ideas, lo material, lo intangible, lo histórico-artístico y las formas de vidas características y relevantes culturalmente.
Su esencia como componente de IC derivó hacia aspectos que perfilan su carácter representativo y simbólico: la pertenencia a un determinado entorno territorial, la percepción de singularidad que transmiten sus diversas expresiones y manifestaciones al sentir de sus habitantes y el valor simbólico que lo acompaña como testimonio de una cultura presente o pasada.
Estos y otros atributos sustentan la capacidad del patrimonio cultural para revelar una determinada identidad, remitir a una realidad cultural colectiva, relevante y significativa para quienes la construyen y viven y conferir a los bienes constituidos en este marco espacial una función referencial. Ampliamente defendida en las fuentes consultadas, tal función expresa tres aspectos recurrentes que la fundamentan:
Su capacidad para conservar y transmitir conocimientos compartidos derivados de las relaciones naturaleza-sociedad, en un espacio-tiempo determinado y con características socio-histórico concretas que condensan las diferenciales de su origen
La implicación del territorio como agente activo en su configuración simbólica, donde el autorreconocimiento local del mismo, pauta referentes de IC de forma natural
Los procesos de naturalización de la cultura y territorialización del patrimonio cultural (patrimonialización), como dinámicas territoriales que permiten construir referencias identitarias durables
El origen referencial del patrimonio cultural con la IC se sintetiza en la valoración de Durán et al. (2018) citada en Durán et al. (2021, p. 284), al definirlo como " (…) una construcción social permanente, a partir de bienes naturales o culturales, urbanos o rurales, de significación para la comunidad portadora por sus valores excepcionales o representativos, que como tal aparecen incorporados en sus imaginarios sociales y forman parte de su identidad cultural (…)".
Teniendo en cuenta lo anterior, se consideró que si todo bien natural o cultural del territorio con algún nivel de significación, valor excepcional o representativo para la comunidad o grupo portador, integrado a su imaginario social, forman parte de su IC, entonces este repertorio patrimonial reconocido y naturalizado en el entorno local, constituye un indicativo de IC como recurso local.
Más allá de las figuras legales de identificación y protección del patrimonio cultural establecidas por el marco institucional, su reconocimiento a nivel local constituye una vía para ampliar la búsqueda de elementos identitarios que puedan ser aprovechados no solo a través de estrategias de valorización o rentabilidad económica, sino en proyectos que fortalezcan su continuidad y valor simbólico y espiritual, como objetivo también del desarrollo local.
Para ello, se asumen dos aspectos claves en el diagnóstico de la IC desde la dimensión patrimonial:
En respuesta a la brecha operacional descrita al inicio de este artículo, esta propuesta tuvo en cuenta que los indicadores tienen siempre un referente teórico; son sinónimo de indicio, signo o evocación; representan atributos de un sistema definidos en términos de un procedimiento de medida u observación; tienen un ángulo descriptivo acorde con su función y deben reflejar adecuadamente la naturaleza, peculiaridades y nexos de los procesos relativos a la variable.
Acorde a la naturaleza de la IC como recurso local, estos indicadores responden a la identificación de formas simbólicas, acciones, objetos y expresiones de distintos tipos, en relación con el contexto histórico específico y socialmente estructurado, dentro de los cuales han sido producidos, transmitidos y también aprovechados.
Acorde con el nexo del proceso relativo la IC como recurso local, estos indicadores responden a una pregunta guía contextualizada en la etapa de diagnóstico de los recursos del potencial de desarrollo: ¿Cómo identificar a la IC como recurso local para integrarla a la Estrategia Municipal del Desarrollo?
Anteriormente se fundamentaron las bases del Conocimiento de los sistemas productivos locales, la Cultura Productiva Local, la Acción Colectiva Local y el Patrimonio Cultural Local, como dimensiones de análisis de la IC como recurso local, cuyo contenido de origen cognitivo, práctico, valorativo o patrimonial aporta criterios para respaldar el primer momento del diagnóstico dirigido a identificar qué recursos se tiene, con qué elementos de IC cuenta el municipio.
La incorporación de estos criterios permite abarcar e integrar mayor cantidad de aspectos de IC local a la base informativa de los recursos que luego transitarán a una fase de evaluación. En ella se podrán utilizar otros indicadores y métodos, validados en estudios actuales para el análisis situacional y estructural de los recursos del potencial de desarrollo en el sistema local.
En el análisis, los indicadores propuestos se seleccionaron a partir de la identificación de atributos que: i) Posean una relación directa con las categorías Conocimientos de los SPL, Cultura Productiva Local, Acción Colectiva Local y Patrimonio Cultural Local; ii) Sean mutuamente excluyentes; iii) Cumplan en el contexto de análisis una función descriptiva; iv) Su contenido permita objetivar la presencia de elementos de IC como recurso local; v) En general permitan identificar qué elementos forman parte de la IC de una localidad, qué rasgos la definen, cómo se expresan.
Con estos elementos se formaron los Criterios de Indicador de IC Como recurso local y los Criterios de Medida del Indicador de IC como recurso local (Cuadro 1), propuesta que fue debatida en un Grupo de Trabajo Focal, brindado los siguientes resultados.
Criterios del indicador de IC como recurso local | Criterios de medida del indicador de IC como recurso local | |
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01 | Conocimientos del SPL |
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02 | Prácticas y conocimientos tradicionales |
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03 | Productos y servicios típicos locales |
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04 | Innovaciones en base a prácticas y conocimientos locales tradicionales |
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05 | Unidades territoriales de emprendimiento local |
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06 | Interacción de los actores locales |
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07 | Sentido de pertenencia e identidad local |
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08 | Valores y principios compartidos |
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09 | Tendencia de acción colectiva |
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10 | Patrimonio cultural material mueble |
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11 | Patrimonio cultural material inmueble |
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12 | Patrimonio cultural material natural y paisajístico |
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13 | Patrimonio inmaterial: Tradiciones orales |
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14 | Patrimonio inmaterial: Prácticas sociales y artes del espectáculo |
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15 | Patrimonio inmaterial: Conocimientos y prácticas |
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16 | Patrimonio inmaterial: Técnicas de la artesanía tradicional |
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17 | Patrimonio inmaterial: Alimentación y cocinas |
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18 | Otros elementos patrimoniales de la localidad | Existencia de elementos propios de la simbología local (Escudos, banderas, elementos de la flora, la fauna u otros) |
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Fuente: Elaboración propia
La anterior propuesta señala un conjunto de observaciones para estos criterios de indicadores a tener en cuenta el proceso de identificación de la IC como recurso local.
En la dimensión Conocimientos de los Sistemas productivos Locales, se debe partir del análisis de la estructura económica del municipio para reconocer en su vocación productiva cuáles son los principales sectores económicos y su especialización interna. Ello permitirá identificar los SPL clave y preparar instrumentos de recolección de datos teniendo en cuenta las especificidades de cada sistema como se muestra en el cuadro 2. En ellos no debe faltar además un breve análisis histórico del surgimiento del sistema y su antigüedad.
Tipo de SPL | Criterios de conocimientos |
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SPL Agrícola | Conocimientos sobre los cultivos y sus atenciones culturales según perfil agrícola: Rotación del cultivo, ciclos del cultivo, preparación del suelo, control de plagas, riego, fertilización, producción y uso de semillas, cosecha, almacenaje |
SPL Forestal | Conocimientos sobre las especies: superficies, tipo de cuidados, tecnologías por tipo de producción, manejo, reforestación |
SPL Pecuario | Conocimientos sobre el tipo de especies: atenciones, técnicas e instrumentos propios de manejo, tipo de alimentación, ciclo reproductivo y otros |
SPL Industrial | Conocimientos sobre la especialidad del perfil industrial: tipo de materias primas, técnicas e instrumentos, principales productos, formas de transportación, tecnología empleada |
SPL Minero | Conocimientos sobre: Características de la mina, tipo de mineral, formas de extracción, técnica y medios de explotación, mecanismos de recolección, almacenaje y transportación |
SPL Pesca, caza, recolección | Conocimientos sobre: Principales especies, técnicas de manejo y producción por especie, ciclo reproductivo, ciclo natural de captura, organización de la fuerza de trabajo, formas de conservación y almacenaje |
SPL Servicios | Tipo de conocimientos sobre las características y las demandas de la actividad principal del servicio |
Fuente: Adaptado de Silva (Silva Lira, 2003)
La triangulación de datos en esta dimensión debe buscar profundizar en las relaciones entre el nivel de especialización del SPL, los resultados productivos históricos y los patrones identitarios identificados a través de los instrumentos.
Otro elemento a tener en cuenta en el resto de las dimensiones es que el resultado de los métodos participativos, cuestionarios o la observación de campo deben triangularse con la técnica de Análisis de Documentos y Registros. Este enriquece y respalda en el proceso la identificación y características del recurso. El cuadro 3 muestra algunos de los utilizados para la dimensión Patrimonio Cultural local.
Documentos y registros |
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Inventario del patrimonio inmueble del municipio |
Inventario de reservas naturales del municipio (Citma, Centro para la Flora y la Fauna) |
Protocolos notariales del Archivo Histórico Municipal |
Archivos de Investigación para la Cultura y el Arte del municipio |
Foto-reportajes, entrevistas y trabajos periodísticos del municipio |
Historias de vida y obra de artistas, escritores, personalidades del municipio |
Documentales y otros registros audiovisuales enfocados en la vida socio-económica y cultural del municipio |
Registros de Eventos Científicos del municipio |
Registros fotográficos de eventos culturales del municipio |
Fuente: Elaboración propia
Por último, para organizar la información sobre el recurso y dar curso al proceso de evaluación y orientación estratégica del mismo, se sugiere hacer una Ficha de IC como recurso local con los siguientes datos:
Nombrar expresión y/o manifestación de identidad cultural local
Dimensión a la que pertenece/clasificación/Descripción y características generales
Evaluación cualitativa del potencial del recurso según capacidad de uso
Formas en que puede ser aprovechado
Integración a políticas de desarrollo
Integración a líneas estratégicas de desarrollo
Integración a proyectos de desarrollo y tipo de proyecto
Sector destino del recurso según tipo de proyecto/Actores/Nivel de Participación
Si bien es cierto que tanto en los debates teóricos como en el diseño de las estrategias de desarrollo local, no se ha otorgado en general a los aspectos socioculturales la importancia que les corresponde, también es cierto que mucho se ha tratado acerca de las brechas teóricas, metodológicas y prácticas del problema, ofreciendo infinitas oportunidades de disminuirlas o atenuarlas.
Las complejas articulaciones de la cultura en el ámbito territorial, unidas a la propia complejidad del concepto, inciden en que para la definición de indicadores de identidad cultural no hay instrumentos ni indicadores estadísticos que puedan abarcarla en su totalidad. Sin embargo, en esas propias articulaciones económicas, históricas y sociales se pueden encontrar enfoques que, lejos de aislarla dentro de una categoría, permiten abordarla, objetivarla y en ese propio campo de relaciones identificarla.
La propuesta que se pone a consideración centra las relaciones cultura- desarrollo, donde las prácticas económicas, las estrategias colectivas de supervivencia y la memoria popular dotan a la IC de mecanismos como recurso de adaptación para el desarrollo y brindan referentes para identificarla.
Con ello, se contribuye a fortalecer una zona del diagnóstico estratégico de la EDM y disminuir la brecha en la toma de decisiones municipal para integrar, movilizar y aprovechar la IC como recurso local en la gestión del desarrollo local.