INTRODUCCIÓN
Los incendios forestales continúan causando daños a la propiedad, los medios de vida y el medio ambiente en todo el mundo (Mistry et al., 2018). Los humanos y sus antepasados son la única especie que produce fuego, pero los incendios naturales, es decir, independientes de los humanos, tienen una historia geológica antigua en la Tierra. Los incendios naturales han influido en la evolución biológica y en los ciclos biogeoquímicos globales, haciendo que el fuego sea parte integral del funcionamiento de algunos biomas (Bowman et al., 2011).
Analizando los efectos de la exclusión del fuego en el ecosistema de sabana semiárido previamente gestionado con fuego, Starns et al., (2020) obtuvieron que la reintroducción del fuego en ese ecosistema en el intervalo medio de retorno del fuego estimado en seis años durante el verano, tuvo efectos positivos sustanciales sobre la biomasa herbácea. En marcado contraste, la re-exclusión del fuego durante 11 años se asoció con una fuerte disminución de la biomasa herbácea. Según los mismos autores, sus resultados respaldan los hallazgos de otros estudios de que la exclusión de incendios facilita la invasión leñosa en los ecosistemas de sabana.
El fuego es una importante herramienta de manejo de la tierra, pero descuidos o uso criminal del mismo pueden provocar impactos catastróficos. Los incendios forestales pueden ser la principal causa de degradación de los ecosistemas y pueden traer por resultado la pérdida de vidas humanas, devastación económica, disrupción social, y deterioro ambiental. Cada año los incendios destruyen millones de hectáreas de maderas valiosas, otros productos forestales y servicios ambientales que proveen los ecosistemas forestales. Sin embargo, en ecosistemas adaptados al fuego, este juega un rol positivo en la salud y vitalidad del ecosistema mientras que provoca daños en ecosistemas sensibles al fuego (Heikkilä et al., 2010).
Los incendios forestales o incendios de la cobertura vegetal (ICV) pueden ser considerados como perturbaciones ecológicas de efectos discretos o difusos, graves o destructivos, producidos por fuego de origen natural o antrópico, cuya dinámica responde fundamentalmente a la concurrencia simultánea de tres o más condiciones en un mismo sitio (tipo de vegetación, cantidad de combustible, oxígeno, condiciones meteorológicas, topografía, actividades humanas) los cuales se desarrollan sin control ni límites preestablecidos sobre terrenos con alguna clase de cobertura vegetal (nativa, cultivada o inducida), utilizando como fuente de combustible la vegetación viva o muerta y, por el riesgo que representa para los sistemas naturales o sociales, deben prevenirse y extinguirse. Los ICV no son un fenómeno nuevo en la historia de la Tierra ni sus impactos siempre son negativos. El problema surge cuando su recurrencia supera la capacidad de resiliencia de los ecosistemas y altera de manera irreversible procesos naturales que sirven de base para la producción de bienes y servicios ambientales. Podría afirmarse que hoy el fenómeno es la expresión de la degradación de los regímenes naturales del fuego en la mayor parte de los ecosistemas terrestres. Desafortunadamente, durante décadas prevaleció en el imaginario de los estados, los gobiernos y del público en general de los distintos países una visión basada en supuestos equivocados como los siguientes: a) considerar los incendios de la cobertura vegetal como un fenómeno de origen fundamentalmente natural y de impactos locales restringidos a la vegetación, b) sobredimensionar la capacidad de la naturaleza para restaurar los ecosistemas afectados (Armenteras et al., 2011).
La mayoría de los incendios son causados por actividades humanas. Además, con el desarrollo de la sociedad, el área de interfaz urbano-forestal está cada vez más poblada, y el incendio forestal está muy relacionado con el fuego urbano (Wang et al., 2010). Los incendios de vegetación son responsables de cambios socioeconómicos y ambientales significativos, tanto positivos como negativos. El aumento de la urbanización reduce la distancia entre las zonas urbanizadas y las zonas rurales, lo que hace que los seres vivos se adapten a la interfaz urbano-rural, caracterizada por grupos de edificios en contacto con espacios rurales (Ferreira et al., 2019).
A nivel internacional, de acuerdo con Van Lierop et al., (2015), de 2003 a 2012 aproximadamente 67 millones de hectáreas (1,7 %) de las tierras forestales se quemaron anualmente, principalmente en las regiones tropicales de América del Sur y África. En América del Sur, un promedio de 72 millones de hectáreas de superficie de tierra se quemó cada año, de las cuales 35 millones de hectáreas eran tierras forestales.
En Ecuador, durante el año 2017, hasta el 15 de diciembre, los incendios forestales mayores o iguales a 2 ha ocasionaron la pérdida de 13 403,78 ha de cobertura vegetal en 968 eventos registrados. Las provincias que reportaron un mayor número de incendios fueron: Guayas con 138, Loja con 132, Santa Elena con 120, Manabí con 107 y Azuay con 98 eventos cada una. Las provincias que registraron la mayor afectación fueron: Pichincha con 2 250,60, Loja con 1 762,60, Azuay con 1 523,28, Imbabura con 1 294,04, Chimborazo con 1 087,15, y Santa Elena con 1 055,06 ha quemadas. En Manabí se reportaron 964,00 ha (SGR, 2017).
Para planificar las acciones de prevención se debe conocer primero el perfil o comportamiento histórico de los incendios forestales, lo cual permite saber dónde, cuándo y porqué ocurren los mismos (Soares et al., 2007). Según estos autores, el conocimiento de las estadísticas referentes a los incendios es fundamental en la planificación del control de los mismos. La falta de información sobre ellos puede llevar a dos extremos: gastos muy altos en protección, por encima del potencial de daños, o gastos muy pequeños, colocando en riesgo la supervivencia de los bosques.
En correspondencia con todo lo anterior, este trabajo cuyo alcance es descriptivo, tuvo el objetivo de analizar cuándo, dónde y porqué ocurrieron los incendios forestales en el cantón Santa Ana, provincia Manabí, Ecuador durante el periodo 2012-2018.
MATERIALES Y MÉTODOS
Caracterización del área de estudio
El cantón Santa Ana, con una superficie de 1 022 km2, está ubicado geográficamente en el centro este de la provincia de Manabí, a 1°12¼de latitud sur y 80°22¼ de longitud oeste. El cantón limita al norte con el cantón Portoviejo, al sur con los cantones 24 de Mayo y Olmedo, al este con el cantón Pichincha y con el cantón Balzar y al oeste con los cantones Jipijapa, 24 de Mayo y Portoviejo (Figura 1). La altitud media de Santa Ana es de 50 m s.n.m., siendo la máxima de 400 m s.n.m. De acuerdo con el censo del 2010, Santa Ana tenía una población de 47 385 habitantes. La variable de ocupación evidencia que la rama de mayor concentración en el cantón sigue siendo la agricultura (50,16 %), debido a la vocación tradicional, siguiéndole el comercio (8,74 %) generado por el intercambio de la producción interna (Municipio de Santa Ana, 2015).
Santa Ana está dominada por el clima de estepa local. Hay pocas precipitaciones durante todo el año. El clima se clasifica como BSh por el sistema Köppen-Geiger. La temperatura media anual es 25,4 °C y la precipitación media anual de 741 mm. La diferencia en la precipitación entre el mes más seco y el mes más lluvioso es de 183 mm. La variación en las temperaturas durante todo el año es 2,1 °C (Figura 2) (Climate-Data.org. 2020).
En el cantón Santa Ana se destina a zona ganadera 43 427,00 hectáreas equivalentes al 42,37 % del total cantonal; a zona agrícola 39 198,00 hectáreas equivalentes al 38,24 % y a zona agropecuaria 14 994,00 hectáreas equivalentes al 14,63 %. Las tres zonas totalizan un valor del 95,24 % del total cantonal, dividiéndose el valor restante entre la zona urbana, la zona de bosque natural degradado, la de cuerpos de agua y la de suelos erosionados (Municipio de Santa Ana, 2015).
Obtención y análisis de datos
Para desarrollar esta investigación de alcance descriptivo, se utilizó un diseño de investigación no experimental de tipo longitudinal. Las estadísticas de incendios forestales en el cantón Santa Ana fueron facilitadas por el Cuerpo de Bomberos de dicha localidad. Todos los dados se refieren al período de enero de 2012 a septiembre de 2018, totalizando cinco años y nueve meses de observación. La base de datos se creó con ayuda del Microsoft Excel y la misma estuvo formada por campos tales como número del incendio, municipio, parroquia, cantón, comunidad o sitio, fecha, día de la semana, hora de detección, tipo de incendio, causa, tipo de negligencia, vegetación afectada, tipo de bosque (natural o plantación) y área quemada.
El análisis de cuándo, dónde y porqué ocurrieron los incendios forestales se desarrolló considerando la distribución de los mismos de acuerdo a variables tales como años, meses, días de la semana, localidades, cobertura vegetal afectada y causas, para las que se utilizó la clasificación de Ramos et al., (2000), que clasifica las causas en naturales (rayos y autocombustión), negligencias, intencionales, accidentes y desconocidas. La cobertura vegetal se dividió en: a) Guadua angustifolia Kunth, especie de bambú muy utilizada por los campesinos en la provincia de Manabí, b) Malezas, incluyendo aquí vegetación herbácea acompañada de cultivos agrícolas ya aprovechados y en ocasiones de pequeños arbustos, c) Bosques naturales degradados, constituidos por vegetación arbórea muy intervenida por las actividades del hombre, d) Tectona grandis Linn F., especie arbórea utilizada en plantaciones en la provincia de Manabí y otras regiones de Ecuador, cuya madera es altamente valorada por sus características tecnológicas y belleza, y e) Sin clasificar, donde se incluyó a los incendios en los que no se describió en las bitácoras, cuál fue la vegetación afectada.
El análisis estadístico se realizó con el programa SPSS Statistics for Windows (versión 22.0). Se trabajó con un nivel de significancia del 0,05 (P = 0,05). La normalidad de los datos se verificó con la prueba estadística de Shapiro-Wilks. La variable dependiente cantidad de incendios, no se distribuyó normalmente (P < 0,05) en todos los grupos definidos por la variable independiente o factores tales como meses del año, días de la semana y horas del día, por lo que la diferencia entre las medias se probó con la prueba no paramétrica de Kruskal-Wallis, verificándose la diferencia entre pares de medias con el empleo de la prueba post hoc de Dunn.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En el cantón Santa Ana del 2012 al 2018 ocurrieron 91 incendios forestales, con una media anual de 13 y una variación de ± 10,64 incendios. No se muestra una tendencia, siendo la cantidad de siniestros altamente variable de un año a otro (Tabla 1). Se destaca el año 2016 con el mayor porcentaje de eventos (38,46 %), asociado esto al terremoto ocurrido en abril de ese año lo cual tuvo un impacto importante en la economía local, por lo que más personas usaran el fuego meses después para limpiar terrenos con el fin de sembrar maíz y otros cultivos que les permitieran subsistir. La media anual de incendios forestales en correspondencia al territorio del cantón representa una densidad de 0,17 incendios por cada 1 000 ha. Este valor es superior a los reportados para la Región del Maule, Chile, en la que ocurrieron de 1 986 a 2 012 un promedio de 378 incendios al año para una densidad de 0,12 incendios por cada 1 000 hectáreas (Díaz-Hormazábal y González 2016). También durante los años 2005 a 2014 en cuatro ciudades de Londrina, Brasil, se registraron como promedio 143,5 incendios al año y una densidad de 0,48 incendios por 1 000 ha, sin embargo, en Pisa, Italia, en el mismo periodo ocurrieron como promedio 62,9 incendios al año con una densidad de 0,25 incendios por cada 1 000 ha (Santos et al., 2019). Ramos et al., (2013) de 2002 a 2011 obtuvieron valores medios anuales de 84,1 incendios en Monte Alegre, Brasil y de 75,7 incendios en Pinar del Río, Cuba, con densidades de 0,42 y 0,06 incendios por cada 1 000 ha, respectivamente.
Años | Incendios | |
(No.) | (%) | |
2012 | 2 | 2,20 |
2013 | 8 | 8,79 |
2014 | 12 | 13,19 |
2015 | 7 | 7,69 |
2016 | 35 | 38,46 |
2017 | 16 | 17,58 |
2018* | 11 | 12,09 |
Totales | 91 | 100,00 |
* Información solo hasta el mes de septiembre.
La ocurrencia de incendios a través de los meses del año durante el periodo analizado fueron variables, lo cual fue comprobado a través de la prueba estadística no paramétrica de Kruskal-Wallis (÷² = 28,105; P = 0,003) (Tabla 2). No obstante, pudo definirse que de julio a enero se registró el 94,50 % del total de incendios con un máximo en noviembre de 24 (26,37 %) lo cual está asociado a la época de mayor uso del fuego por los campesinos para limpiar el terreno con vistas a la siembra del maíz, la cual comienza con las precipitaciones que se inician en enero (Figura 2).
Durante el periodo que se analiza, de los 91 incendios reportados, en 81 de ellos (89,01 %) no se identificó la causa de su origen. Los restantes diez incendios se originaron cinco por negligencias e igual cantidad de forma intencional (Tabla 2). Según estos resultados el 80,00 % de los incendios originados tanto por negligencias como de forma intencional, se presentaron de septiembre a noviembre.
Las épocas de mayores cantidades de incendios durante el año pueden variar bastante entre las regiones, especialmente en países de grandes dimensiones territoriales, debido principalmente a las variaciones climáticas (Soares et al., 2007). La ocurrencia de incendios forestales está directamente relacionada a la cantidad y distribución de la precipitación pluviométrica (Tetto et al., 2012). Liu y Wimberly (2015) analizando los patrones espacio-temporales de ocurrencia, tamaño y severidad de incendios grandes (> 405 ha) en el oeste de los Estados Unidos desde 1984 hasta 2010, clasificaron a las precipitaciones anómalas 90 días antes del incendio como la variable climática más importante que influye en el porcentaje de severidad alta y su efecto fue mayor que la influencia de cualquier otra variable climática o humana.
En el área de estudio la mayoría de los incendios ocurrieron de julio a enero. Durante estos meses, con excepción de diciembre y enero, la precipitación media mensual se encuentra por debajo de los 10 mm (Figura 2). Esta situación afecta directamente la humedad del material combustible, existiendo una gran cantidad del mismo en estado muerto. A la vez, pues son los meses durante los cuales los campesinos limpian el terreno, principalmente con fuego, para iniciar en enero la siembra del maíz, principal cultivo agrícola de la región. Coincidiendo con este resultado, en Monte Alegre, Brasil, en los años de 2002 a 2011 la época de incendios se presentó de agosto a octubre, en cambio en Pinar del Río, Cuba, en el mismo periodo, la mayor cantidad de incendios ocurrió de marzo a mayo (Ramos et al., 2013) lo cual no coincide con lo encontrado en Santa Ana. No obstante, según los mismos autores, esa distribución está fuertemente relacionada con la distribución de la precipitación a lo largo del año. En el caso de Monte Alegre 45,42 % de los incendios ocurrieron durante el periodo de agosto a octubre, mientras que en Pinar del Río el 56,54 % de los incendios ocurrieron en el periodo de marzo a mayo.
En la región del Maule, Chile, de 1986 a 2012 la temporada de incendios inició a fines de invierno (agosto) culminando en otoño (mayo). La mayor parte de la ocurrencia de incendios (84,00 %) y superficie quemada (87,00 %), se presenta en los meses estivales de diciembre a marzo. El clima en la región está caracterizado por un período lluvioso invernal y una estación seca de cuatro a seis meses (entre octubre y marzo) (Díaz-Hormazábal y González 2016). Tanto en Londrina, Brasil, como en Pisa, Italia, de 2005 a 2014 la época de incendios se ubicó de julio a septiembre. En ambas regiones julio y agosto se encuentran al final de la época de menores precipitaciones, las cuales comienzan en septiembre (Santos et al., 2019).
En el Estado de Paraná de 2005 a 2010 la mayor cantidad de incendios ocurrió de junio a septiembre. En el período analizado, los meses que presentaron, en media, menor precipitación pluviométrica fue mayo, junio y agosto. Debe destacarse la estación meteorológica de Paranavaí, con baja precipitación de abril a agosto y, consecuentemente, mayor peligro de incendios forestales (Tetto et al., 2012).
Meses | Incendios | Negligencias | Intencionales | Desconocidas | |||||
(No.) | (media ± ds) | (%) | (No.) | (%) | (No.) | (%) | (No.) | (%) | |
Enero | 12 | 1,71 ± 4,11 d | 13,19 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 | 12 | 14,82 |
Febrero | 1 | 0,14 ± 0,37 b c | 1,10 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 | 1 | 1,23 |
Marzo | 2 | 0,29 ± 0,48 c d | 2,20 | 1 | 20,00 | 0 | 0,00 | 1 | 1,23 |
Abril | 0 | 0,00 ± 0,00 a | 0,00 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 |
Mayo | 0 | 0,00 ± 0,00 a b | 0,00 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 |
Junio | 2 | 0,29 ± 0,75 c | 2,20 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 | 2 | 2,47 |
Julio | 2 | 0,29 ± 0,48 d | 2,20 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 | 2 | 2,47 |
Agosto | 4 | 0,57 ± 1,13 d | 4,40 | 0 | 0,00 | 1 | 20,00 | 3 | 3,70 |
Septiembre | 10 | 1,43 ± 1,39 d | 10,99 | 1 | 20,00 | 1 | 20,00 | 8 | 9,88 |
Octubre | 12 | 1,71 ± 1,79 d | 13,19 | 1 | 20,00 | 1 | 20,00 | 10 | 12,35 |
Noviembre | 24 | 3,43 ± 3,45 d | 26,37 | 2 | 40,00 | 2 | 40,00 | 20 | 24,69 |
Diciembre | 22 | 3,14 ± 4,52 d | 24,18 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 | 22 | 27,16 |
Totales | 91 | 100,00 | 5 | 100,00 | 5 | 100,00 | 81 | 100,00 |
Nota: Valores con la misma letra son estadísticamente iguales (P < 0,05).
Con respecto a la ocurrencia de incendios y sus causas durante los días de la semana pudo comprobarse a través de la prueba estadística no paramétrica de Kruskal-Wallis, que no existió diferencia estadísticamente significativa entre la cantidad de incendios ocurridos cada uno de los días de la semana (÷² = 3,355; P = 0,763). No obstante, el día jueves se reportó la mayor cantidad de incendios (25,93 %). Los fines de semana no se reportaron incendios ni por negligencias ni de forma intencional, lo cual puede estar relacionado con el descanso o el desarrollo de otras actividades durante esos días. Los incendios debido a estas cusas se distribuyen de lunes a viernes, coincidiendo con los días laborables de la semana, aunque es probable que los incendios cuya causa se desconoce, hayan sido provocados también por negligencias o de forma intencional (Tabla 3).
En cuanto a la distribución de los incendios durante los días de la semana, no se encontraron diferencias estadísticas en Santa Ana durante el periodo analizado. Esto indica un riesgo similar de ocurrencia durante toda la semana, por lo que las medidas de prevención deben ser las mismas todos los días. Resultados similares reportaron Ramos et al., (2013), durante los años 2002 a 2011 en Monte Alegre, Brasil y en Pinar del Río, Cuba. Sin embargo, en la región del Maule, Chile, (1986-2012) la mayor área quemada en promedio ocurre durante los días de fin de semana (viernes a domingo), aunque el número de incendios disminuye durante ese periodo, respecto a los días de la semana (Díaz-Hormazábal y González 2016). También en la República Checa de 1992 a 2004 la mayor cantidad de área afectada por incendios forestales se originó durante los fines de semana (Kula y Jankovská 2013). Los factores ambientales con alta variabilidad en el tiempo a menudo se denominan factores "temporales" y se derivan principalmente del clima o índices relacionados con la sequía o la humedad de la vegetación, que influyen en la inflamabilidad. Sin embargo, algunas variables temporales están relacionadas con la presión de ignición de los humanos, como el día de la semana (Costafreda-Aumedes et al., 2017). En unos casos los incendios durante la semana están asociados a descuidados durante el uso del fuego para limpieza de terrenos con el objetivo de establecer cultivos agrícolas o a determinadas actividades de la silvicultura o el aprovechamiento forestal dentro de las áreas boscosas, mientras que en otros lugares la mayor cantidad de siniestros se agrupa durante los fines de semana, relacionado esto con actividades de esparcimiento o descanso en áreas boscosas.
Días | Incendios | Negligencias | Intencionales | Desconocidas | |||||
(No.) | (media ± ds) | (%) | (No.) | (%) | (No.) | (%) | (No.) | (%) | |
Domingo | 11 | 1,57 ± 1,27 | 12,09 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 | 11 | 13,58 |
Lunes | 14 | 2,00 ± 1,29 | 15,38 | 2 | 40,00 | 0 | 0,00 | 12 | 14,81 |
Martes | 11 | 1,57 ± 1,51 | 12,09 | 1 | 20,00 | 1 | 20,00 | 9 | 11,11 |
Miércoles | 9 | 1,29 ± 1,60 | 9,89 | 0 | 0,00 | 1 | 20,00 | 8 | 9,88 |
Jueves | 24 | 3,43 ± 4,11 | 26,37 | 1 | 20,00 | 2 | 40,00 | 21 | 25,93 |
Viernes | 13 | 1,86 ± 2,19 | 14,29 | 1 | 20,00 | 1 | 20,00 | 11 | 13,58 |
Sábado | 9 | 1,29 ± 1,97 | 9,89 | 0 | 0,00 | 0 | 0,00 | 9 | 11,11 |
Totales | 91 | 100,00 | 5 | 100,00 | 5 | 100,00 | 81 | 100,00 |
Durante las horas del día la mayor cantidad de incendios en el cantón Santa Ana los años de 2012 a 2018 se reportó desde las 14:00 y hasta las 16:00 horas, en las cuales ocurrió el 27,47 % del total. Durante la madrugada y las primeras horas de la mañana se reportó menos cantidad de incendios. La prueba estadística no paramétrica de Kruskal-Wallis probó la existencia de diferencia estadística significativa entre las medias de la cantidad de incendios ocurridos a las distintas horas (÷² = 36,042; P = 0,041) (Tabla 4).
En Santa Ana durante el periodo de estudio se obtuvo que la mayor cantidad de incendios se registró en horas de la tarde. Este comportamiento está asociado a la distribución diaria de la temperatura del aire y de la humedad relativa, variables que alcanzan sus valores más altos y más bajos, respectivamente, durante las primeras horas de la tarde, provocando que el material combustible pierda humedad. Resultados similares se obtuvieron para Monte Alegre, Brasil y Pinar del Río, Cuba en el periodo 2002 a 2011 (Ramos et al., 2013) y para la provincia de Pinar del Río, Cuba, de 1994 a 2013 (Carrasco et al., 2016). Lo mismo fue reportado para la República Checa de 1992 a 2004 (Kula y Jankovská 2013). La hora del día influye en el viento, la humedad relativa y la temperatura (Heikkilä et al., 2010). Lo anterior puede fundamentar medidas de prevención relacionadas con el uso del fuego en las áreas agrícolas y forestales. Se puede permitir la quema, pero en determinadas horas del día.
Horas | Incendios | Horas | Incendios | ||||
(No.) | (media ± ds) | (%) | (No.) | (media ± ds) | (%) | ||
01:00 | 0 | 0,00 ± 0,00 a | 0,00 | 13:00 | 5 | 0,71 ± 0,75 b | 5,49 |
02:00 | 1 | 0,14 ± 0,37 b | 1,10 | 14:00 | 10 | 1,43 ± 1,71 b | 10,99 |
03:00 | 1 | 0,14 ± 0,37 b | 1,10 | 15:00 | 4 | 0,57 ± 0,78 b | 4,40 |
04:00 | 1 | 0,14 ± 0,37 b | 1,10 | 16:00 | 11 | 1,57 ± 2,07 b | 12,08 |
05:00 | 2 | 0,29 ± 0,75 b | 2,20 | 17:00 | 4 | 0,57 ± 1,13 b | 4,40 |
06:00 | 0 | 0,00 ± 0,00 a b | 0,00 | 18:00 | 3 | 0,57 ± 0,53 b | 3,30 |
07:00 | 1 | 0,14 ± 0,37 b | 1,10 | 19:00 | 7 | 1,00 ± 1,29 b | 7,69 |
08:00 | 6 | 0,71 ± 1,25 b | 6,59 | 20:00 | 7 | 1,00 ± 1,00 b | 7,69 |
09:00 | 5 | 0,71 ± 1,25 b | 5,49 | 21:00 | 3 | 0,43 ± 0,78 b | 3,30 |
10:00 | 5 | 0,71 ± 1,25 b | 5,49 | 22:00 | 3 | 0,43 ± 1,13 b | 3,30 |
11:00 | 9 | 1,29 ± 1,49 b | 9,89 | 23:00 | 1 | 0,14 ± 0,37 b | 1,10 |
12:00 | 2 | 0,29 ± 0,48 b | 2,20 | 24:00 | 0 | 0,00 ± 0,00 b | 0,00 |
Totales | 91 | 100,00 |
Valores con la misma letra son estadísticamente iguales (P < 0,05).
De los 91 incendios reportados en las bitácoras del Cuerpo de Bomberos del cantón Santa Ana, no se registró la Parroquia y la comunidad afectada en un total de 54 y 27 casos, respectivamente. En el caso de las Parroquias, los incendios reportados se distribuyeron en cuatro de ellas, correspondiendo a Ayacucho 20 incendios (54,05 %) y a Lodana, La Unión y Honorato Vásquez 13; 3 y 1 incendios, respectivamente.
Los incendios reportados se distribuyeron en 41 comunidades, ocurriendo en 27 de ellas (65,85 %) solo un incendio. En 10 comunidades (24,39 %) se reportaron dos incendios, en cambio, en las comunidades Tillal y Bonce se reportaron 3 y 4 incendios, respectivamente. En las comunidades El Paraíso y Níspero, fueron reportados 5 incendios en cada una de ellas. Con respecto a las causas de los incendios en cada parroquia, en las bitácoras solo se reportaron incendios por negligencias en Lodana y en Ayacucho, además de un incendio originado de forma intencional en Lodana.
En 55 incendios (60,44 %) no se especificó cuál fue la cobertura vegetal afectada por el fuego. En los casos en que esto se hizo, la mayor cantidad de eventos se reportó en malezas (Tabla 5). Esto es debido a la gran cantidad de agricultores que usan el fuego para limpiar el terreno, sucediendo que algunas veces el mismo se va de control y quema áreas que no estaban destinadas a quemarse. No coinciden con estos resultados los obtenidos por Ramos et al., (2013), para Monte Alegre, Brasil, y Pinar del Río, Cuba (2002-2011), localidades donde el mayor número de incendios fue registrado en plantaciones de Pinus sp. En la región del Maule, Chile de 1986 al 2012, los incendios se originaron principalmente en zonas de pastizal, siguiéndole en importancia en cuanto al origen de los incendios, matorrales y plantaciones de Pinus radiata D. Don. (Díaz-Hormazábal y González 2016).
Con la creciente preocupación por la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la escasez crónica de recursos financieros y humanos en las Unidades de Conservación (UC) de Brasil, es esencial conocer el perfil de los incendios forestales y la logística asociada con su lucha para planificar sus acciones de prevención y de combate. Para esto, la estrategia principal utilizada por Prevfogo (IBAMA) y actualmente por CGPro (ICMBio), ha sido el llenado y análisis del Registro de Ocurrencia de Incendios (ROI) por parte de las UC (Bontempo et al., 2011). En Santa Ana debe utilizarse un modelo que recoja las informaciones que permitan hacer análisis bien fundamentados y completos sobre los incendios forestales.
En este trabajo se encontró que en la gran mayoría de los incendios ocurridos (89,01 %) no se identificó la causa de su origen. No obstante, en los pocos casos en que esto se hizo, correspondió la mitad a negligencias y la otra mitad a intencionales, ambas relacionadas con la actividad del hombre. En la actualidad, los humanos tienen una influencia mucho mayor en el sistema de incendios del paisaje que en el pasado, debido al crecimiento explosivo de la población y los avances tecnológicos. Influyen en la extensión y composición del combustible disponible, se aplican (tanto intencionalmente como accidentalmente) y suprimen el fuego e impactan el clima global (Riley et al., 2019). La ocurrencia de incendios forestales se ve afectada por la disponibilidad de combustible, el clima y las fuentes de ignición. En China, la mayoría de los incendios forestales son causadas por ignición antropogénica, que está estrechamente relacionada con la distribución residencial y el modo de producción (Tian et al., 2013). También la mayoría de los incendios registrados en la región del Maule, Chile, de 1986 a 2012, fueron causados por el ser humano, ya sea de forma accidental (86,7 %) o de forma intencionada (10,3 %). Por causas desconocidas, el porcentaje alcanzó un 2,8 % y ocasionados de forma natural, tan sólo un 0,2 % (Díaz-Hormazábal y González 2016). En los años 2002 a 2011 en Monte Alegre, Brasil, la principal causa de ocurrencia fue "incendiarios" (71,66 % del total), mientras que, en Pinar del Río, Cuba, la causa más importante fue "rayos" (39,26 %) (Ramos et al., 2013). En la República Checa en el espectro de las causas de incendios forestales (1992-2004), los incendiarios mostraron una posición dominante seguida por los fumadores, manejo forestal y menores de 15 años. Las causas desconocidas presentaron un alto porcentaje (Kula y Jankovská 2013).
Para la clasificación de las causas algunos países adoptan el grupo indeterminado, pero esta práctica puede ser peligrosa, pues puede llevar al desinterés por el descubrimiento de la verdadera causa, colocándose la mayoría las ocurrencias como indeterminada y perjudicando con esto la calidad de las informaciones. Es muy importante que el responsable por el combate a los incendios, siempre se empeñe en descubrir y registrar la causa real o más probable del mismo (Soares et al., 2007).
Según Flannigan et al., (2012) si la actividad del fuego está determinada por los combustibles, las igniciones y el clima, esto influye en nuestra respuesta al impacto potencial del calentamiento climático en la actividad de incendios forestales. No podemos cambiar el clima y no podemos modificar la actividad del rayo de manera significativa. Nuestras opciones restantes son reducir las igniciones causados por el hombre y modificar los combustibles. Las igniciones causadas por el hombre pueden reducirse mediante programas educativos, restringiendo o excluyendo el uso del fuego y mediante la aplicación adecuada de las políticas existentes. No es posible tratar combustibles a escala global, pero se puede tratar combustibles a escala local cerca de áreas de alto valor. Ya existen varios programas que promueven el enfoque de reducción o modificación de combustible como una forma de ayudar a proteger a las comunidades y otros valores en riesgo.
CONCLUSIONES
Las estadísticas sobre incendios forestales en el cantón Santa Ana durante los años de 2012 a 2018, aunque son incompletas, permitieron establecer patrones temporales y espaciales de la ocurrencia de los mismos y su causalidad, lo cual constituye un aporte importante y relevante sobre cuándo, dónde y porqué ocurren estos siniestros en la localidad, fundamentación que deben tener en cuenta los decisores de las actividades de manejo integrado del fuego.
Se pudo definir que temporalmente la época de incendios se ubica de julio a enero y que la mayor cantidad de ellos se iniciaron durante las horas de la tarde, lo cual está asociado a la distribución anual de las precipitaciones y al comportamiento diario de la temperatura del aire y de la humedad relativa, condiciones que favorecen el aumento de la cantidad de combustibles disponibles y a su vez la eficiencia de las causas de incendios, todas de origen antrópico, para iniciar el fuego.
En el ámbito espacial quedó establecido que en el periodo analizado correspondió a la Parroquia Ayacucho más de la mitad de los incendios ocurridos y en cuanto a cobertura vegetal, en los casos en que esto se especificó en las bitácoras, fue en las malezas donde ocurrió la mayor cantidad de los mismos (26,37 %) lo cual está relacionado con el uso del fuego por los productores agrícolas para limpiar sus terrenos de una forma rápida y económica.
AGRADECIMIENTOS
A la Universidad Estatal del Sur de Manabí por financiar el proyecto de investigación intitulado "Incendios de vegetación en la provincia de Manabí, Ecuador (Primera Parte)" en el marco del cual se desarrolló la presente investigación. Al Cuerpo de Bomberos del cantón Santa Ana por facilitar los datos estadísticos.