La libertad solo para los que apoyan al Gobierno, solo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. No a causa de ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la “libertad” se convierte en un privilegio especial (Luxemburgo, 2008 a, p. 400).
[…] el primer problema para conocer a Rosa Luxemburgo radica en que la visión marxista que llegó a nosotros es la de un marxismo que tuvo la misión de “taparnos” a Rosa; Rosa es un personaje que sufrió un “tapado” político. No fue desaparecida como fueron desaparecidas muchas figuras notables de los primeros años de la revolución bolchevique y del socialismo, de la construcción del socialismo en la URSS. No fue borrada pero sí “tapada”, tapada con dos frases: la primera, para reconocer que es una gran revolucionaria alemana de principios de siglo, junto con Carlos Liebknecht; y la segunda, para recordar que polemizó con Lenin desde posiciones erróneas. Así se tapó a Rosa, con los atributos emblemáticos para una revolucionaria errada pero heroica, y como el heroísmo tiene tan fuerte significado, la figura posee tanto relieve en el movimiento revolucionario, que no puede borrase o disminuirse. Pero incuestionablemente puede taparse, neutralizarse dentro de una lectura monolítica de la historia (Alonso, 2001, pp. 163-164).
INTRODUCCIÓN
¿Será ocioso volver una vez más sobre el legado libertario de Rosa Luxemburgo en la actualidad? ¿Persistirá, pasado el centenario de su muerte, la visión reduccionista que la sitúa como: «la gran revolucionaria que polemizó con Lenin y se ˋequivocóˊ1 en innumerables ocasiones […]»? (Vilá, 2020, p. 312). ¿Se logrará romper con los moldes en que la han encasillado, hasta convertirla en un ser irreal que se dibuja y desdibuja según los vaivenes del vulgo/marxismo de todos los tiempos, alejada (inexistente( de lo que suponen son «nuestros modos, gustos y creencias “marxistas”» […]? (Vilá, 2020, p. 312). ¿Continuarán ignorando sus análisis previsivos (anticipados) y sus propuestas alternativas para los destinos de la revolución y del socialismo?
Este ensayo se propone, en primera instancia, romper con altares, cetros y vagancia mental que han dominado los escenarios marxistas y no marxistas con relación a esta figura, al relegarla, al poner un pero antes o después2 que se le nombra, sin proponerse un estudio contextual y conectivo desde su época hasta la nuestra acerca de sus anticipadas valoraciones con respecto a los modos en que se conducían las revoluciones, transiciones socialistas y sus resultados hasta el día de hoy. Por lo que, desde estas páginas y a destiempo -en tiempos de lo posible […](, el verbo de Luxemburgo se hace vivo y expansivo en esta aspiración de llegar a los más, de invitarles a leerla, a pensarla; solo eso.
Segundo, se plantea argumentar, desde una memoria histórica activa y actuante, las razones que hicieron a Franz Mehrin, ya en 1907 -y a otros muchos pensadores dentro y fuera del marxismo(, reconocer en más de una ocasión que: «Rosa Luxemburgo es la mente más genial entre los herederos científicos de Marx».3 Lo cual coincide, años más tarde, con Peter Nettl, en su biografía Rosa Luxemburgo, cuando afirma: «Ella misma personificó la unidad de teoría y praxis, tan firmemente postulada por el propio Marx».4 O cuando Lenin, en octubre de 1920, por sobre las diferencias y las «equivocaciones» que tanto han trascendido en los rumbos «analíticos» hasta la actualidad, aquilataba que: «Figuras tan destacadas del proletariado revolucionario y del marxismo no falsificado como Rosa Luxemburgo apreciaron en el acto la importancia de esta experiencia práctica e hicieron un análisis crítico de ella en asambleas y en la prensa» (Lenin, 1977a, pp. 222-223). Confirmado a su vez por Trotsky, años más tarde, cuando explicaba: «Si para Stalin, Rosa Luxemburgo representa el centrismo, para Lenin ella es la representante del “marxismo sin falsificaciones”. Cualquiera que tenga un mínimo conocimiento de Lenin sabe qué significa este apelativo de su parte» (Trotsky, 2008, p. 460). «[…] ¡Sí, Rosa Luxemburgo se ha convertido en bandera de la revolución proletaria!» (Trotsky, 2008, p. 459).
Dos de las figuras con quien más polemizara en su tiempo fueron capaces de distinguirla dentro de todo el movimiento marxista de aquellos momentos. En ninguno de los dos casos la invisibilizaron o la taparon, realmente no podían. Por el contrario, asumieron el debate desde sus perspectivas individuales; y las razones que les asistían -con las que podemos o no estar de acuerdo( y que han sido las que han prevalecido en esas dicotomías absurdas de «heroica pero errada» en adhesión con Aurelio Alonso (2001).
No es este un ensayo que se proponga privilegiar a uno u otro pensador o revolucionario -hay que subrayar esto, por ser de las percepciones más usuales en los ambientes anticríticos(. Esta, es una propuesta analítica que levanta la polémica y la crítica (la multiplicidad de polémicas y críticas libres( como esencia y vida del marxismo. La crítica marxista no es un baile de salón bien ensayado entre los que están dentro y los que invariablemente quedan fuera de sus compases, ya que esta postura reprime toda posibilidad de corregir rumbos, de meditarlos desde la pluralidad y complejidad de los procesos históricos. En palabras más exactas, por vitales y experimentadas:
Temperamentos sensibles lamentarán, una vez más, que “los marxistas se combatan entre sí”, que se ataque a “autoridades” prestigiosas. Pero el marxismo no es una docena de personas que se conceden unas a otras el derecho a actuar de “expertos”, y ante los cuales la masa de los creyentes haya de morir con ciega confianza. El marxismo es una concepción revolucionaria que pugna constantemente por alcanzar nuevos conocimientos, que odia, sobre todas las cosas, el estancamiento de las fórmulas fijas, que conserva su fuerza viva y creadora, en el chocar espiritual de armas de la propia crítica y en los rayos y truenos históricos. (Luxemburgo, 1970, p. 516)
Este ejercicio de revitalización de la obra de Rosa Luxemburgo no se proyecta en abstracto; por el contrario, hunde raíces de comprensión a partir de investigaciones que su autora ha realizado -y realiza( sobre diferentes experiencias de construcción «socialistas», con particular énfasis en la cubana y en sus urgencias perspectivas. Existen claras diferencias cuando se aprehende la importancia del legado libertario de Luxemburgo, se escribe sobre ello y se piensa en las «lógicas» de la vida cotidiana de dichas experiencias -ya sea la soviética o la cubana, que esta autora ha conocido de primera mano(, y el modo como se perciben sus improntas desde fuera de esas vivencias, sin que ello demerite análisis y posturas muy valiosas; pero, a no dudar, hay marcadores existenciales de los quedan desprovistos esos estudios, los cuales no logran abrir espacios de anclajes en el conocimiento vital de esos procesos, en particular, la magnitud de las huellas que han dejado en cada individuo, en la sociedad toda en ese hacerse y rehacerse día a día5.
Al adentrar esos procesos, se encuentra que muchas de las debacles acaecidas y los problemas acumulados en estos fueron previstos en sus propios orígenes y argumentados científicamente a tiempo por Rosa,6 así como por una pléyade de marxistas y pensadores a lo largo de diferentes épocas, los cuales fueron borrados, olvidados o ignorados en los socialismos en el poder, cerrando espacios sustanciales a toda alternativa libre e incluyente. Contra esto (sentenciaba Rosa( «[…] la única antitoxina: el idealismo y la actividad social de las masas, la libertad política ilimitada. Es una ley objetiva todopoderosa a la que no puede escapar ningún partido […]; son impotentes las medidas draconianas de terror. Por el contrario, producen una corrupción aún mayor» (Luxemburgo, 2008a, p. 403).
Resulta definitorio recuperar el análisis de los transcursos sociales en la génesis misma, capaz de desfragmentar y que, al mismo tiempo, sea totalizador en un reconocimiento real de lo contextual, ya que eso define al marxismo y es de lo que más se ha adolecido en esos vaivenes de repeticiones esquemáticas hasta la saciedad, que conducían inexorablemente a juicios históricos falsos, por no analíticos ni críticos. Ante tales decursos en cuanto a métodos, debe volverse a Gramsci,7 y en el caso cubano a Fernando Martínez Heredia.8
Parece como si los diferentes presentes empoderados se hubiesen apropiado del pasado para configurar perspectivas y futuros, tanto en lo cognitivo como práctico hasta convertirlo en normas, hábitos y costumbres tan difíciles de eliminar. Dominar los pasados para modelarlos es esencial para las hegemonías de los presentes y futuros... Los cronísticos formatos piramidales que han ido gestando, capitalistas o socialistas, se alzan como ideología -desideologizante en tanto realidades existenciales(, que se conectan, a su vez, con una institucionalidad socialmente «aceptada» que le antecede y que las funda, donde no se pueden soslayar aquellas formas que se han constituido en hegemónicas ya en epistemología, en valores y en los modos de organizar las instituciones, las convivencias mismas. Estas cohabitan, al mismo tiempo, con una multiplicidad de símbolos, significados y significantes a escala de toda la sociedad que fuerzan contornos, los mantienen o se deslizan entre esos polos en una pluralidad de posturas que en sus sentidos perspectivos es incierta, por no emancipadoras, en particular en pensamiento y libre ejercicio del criterio. No resulta casual entonces que en este repensar la vida en este momento, en esta interrogación perpetua de ¿cómo hemos llegado hasta aquí?, rememoremos aquello de:
Una cosa es segura, incontestable, sin una prensa libre y sin trabas, sin libertad de reunión y asociación, la dominación de las amplias masas populares es imposible […]. Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución pública, se torna una mera apariencia de vida, en la que solo queda la burocracia como elemento activo. Gradualmente se adormece la vida pública, dirigen y gobiernan unas pocas docenas de dirigentes partidarios de energía inagotable y experiencia ilimitada. Entre ellos, en realidad dirigen solo una docena de cabezas pensantes, y de vez en cuando se invita a una elite de la clase obrera a reuniones donde deben aplaudir los discursos de los dirigentes, y aprobar por unanimidad las mociones propuestas (en el fondo, entonces, una camarilla( una dictadura, por cierto, no la dictadura del proletariado sino la de un grupo de políticos, es decir una dictadura en el sentido burgués. (Luxemburgo, 2008a, p. 399)
[…]. Sí, podemos ir aún más lejos; esas condiciones deben causar inevitablemente una brutalización de la vida pública: intentos de asesinato, caza de rehenes, etcétera (Discurso de Lenin sobre la disciplina y la corrupción.). El único camino al renacimiento pasa por la escuela de la misma vida pública, por la democracia y opinión pública más ilimitadas y amplias. (Luxemburgo, 2008a, p. 402)
A la posible pregunta de: por qué hemos seleccionado estos meridianos fragmentos de Luxemburgo -la pregunta sobraría en ambientes donde la vida pública no se ha adormecido y no resulta este el caso(. La respuesta es directa: porque cohabitan hoy con nuestras realidades, esas ausencias y/o deformaciones -se pudiera ser más categóricos( conforman el aire que respiramos, lo que vemos, lo que nos preocupa, lo que resulta de estudios científicos realizados en el país, a las que no se le han encontrado «soluciones», probablemente porque las que se necesitan no se avienen «a los modos, gustos y creencias marxistas» dominantes. Razones por las que históricamente se ha optado por perpetuar el tapado de Rosa -al decir de Aurelio Alonso (2001)( o su carácter exótico en nuestros predios -en palabras de Jorge Luis Acanda;9 en definitiva, su exclusión en cuanto a estudio, teorización y práctica viva, actuante por aprehendida.
Por eso este ensayo, estos extensos meditares con sus amplias notas, a las que no les asiste otra intención que la del conocimiento, la de puntualizar objetivamente qué dijo y qué no dijo Rosa Luxemburgo por ella misma, a viva voz; de qué se «retractó» -cuestión está a la que muchos aluden sin demostración alguna(; y de qué no, con toda la vehemencia que merita el levantamiento de su vida. Porque: «Quien realmente es rico y libre en su interior, puede darse de forma natural en cualquier momento y dejarse arrastrar por su pasión, sin ser infiel a sí mismo» (Luxemburgo, 2015a, p. 5). Siempre es bueno el decir (aunque una se equivoque( antes que el callar o desentenderse; sé que me entienden. Ese es el punto meridiano: ser siempre uno mismo -divisa esencial de Luxemburgo.
Por eso se emprendió este empeño de reorganizar lo más totalizadoramente posible lo estudiado y escrito en el transcurso de los años, a despecho de que caiga en el olvido o en la inexistencia. Apremia levantar el método marxista de Rosa, desarrollado en amplias e intensas polémicas; aquel que le permitió develar y prever los automaticismos e instrumentalismos que proliferaron como modelos de revolución y construcción socialista. Historia, mucha historia conocida/desconocida y conectiva hace falta para repensar todo esto.
[…] En ocasiones, sucede en los militantes de nuestro partido de las bases, poco conocidos, se ven severamente reprendidos y hasta expulsados del partido, por faltas de las que son culpables debido a su educación insuficiente. ¿Las violaciones más graves cometidos por sus compañeros eminentes, deben quedar impunes, porque estos camaradas saben sazonar muy bien una salsa "teórica"? Si es así, ¿no parece que en nuestro partido también, los grandes ladrones cuelgan a los más pequeños? (Luxemburgo, 1899, s. p.)
La filosofía alemana quizá sea imaginable sin “la torpeza metafísica”. Solo una cosa parece absolutamente inimaginable: que un marxismo oficial así “pensante”, avanzada espiritual del movimiento obrero, hubiera de llevar en la fase del imperialismo a un resultado tan lamentable como el fracaso de la democracia acaecido con la guerra mundial […] así el aparente “expertismo” teórico y la infalibilidad del marxismo oficial, que daba su bendición a la práctica, ha resultado ser simplemente un pomposo bastidor, detrás del cual se escondían una severidad dogmática intolerante y pretenciosa, la que solo sabía moverse por los carriles de la “vieja táctica probada”, es decir, […] cumplían cumplidamente los epígonos teóricos que se aferran a las fórmulas del maestro, al paso que niegan el espíritu vivo de su doctrina. (Luxemburgo, 1970, pp. 510-511)
Cuando se analiza toda la vida y obra de Luxemburgo inspirada en su «¡Fui, soy y seré!» (Luxemburgo, 2014a, p. 412) (palabras escritas a escasas horas de su asesinato(, y se piensa en esos vaivenes tranquilizantes y osificadores de los letrados que afirman sobre sus «equivocaciones y rectificaciones leninistas», lo único que se me ocurre recomendarles es que, quien quiera hablar sobre esas cuestiones «deberá ante todo tener esa historia ante sus ojos» (Luxemburgo, 2013, p. 320) y conectar los análisis de Rosa en los tiempos y contextos, porque la esencia de su comprensión marxista de la revolución y construcción socialista no varía, ya que «[…] no se desarrollan como le da la gana, en campo abierto y siguiendo un buen plan ideado por los ˋestrategasˊ» (Luxemburgo, 2014a, p. 410).
Si contrastamos lo que suscribe en su discurso en el Congreso de fundación del Partido Comunista Alemán (31 de diciembre de 1918-1 de enero de 1919), con sus valoraciones en la «Revolución Rusa» y «Esperanzas perdidas» 1903-1904, por poner tres momentos (se pudieran simultanear otros(, nos percataríamos de esas esencias que persisten y se fortalecen al nutrirse de nuevos contenidos que las complementan:
[…] donde bastaba con cambiar el poder oficial en el centro y sustituirlo por algunas pocas personas. Nosotros debemos actuar desde abajo, lo que revela muy bien el carácter de masivo de nuestra revolución cuyos objetivos contemplan los fundamentos, las raíces mismas de la estructura social, lo que corresponde al carácter de la revolución proletaria actual; debemos conquistar el poder político no por la cumbre sino desde abajo. […] es en la base, allí donde cada patrono se enfrenta a sus esclavos asalariados, es en la base, allí donde los órganos ejecutivos de la soberanía política de clase hacen frente a los objetos de esta soberanía, es en la base donde debemos arrancar a la clase gobernante, los instrumentos de su poder, paso a paso, para tomarlos en nuestras manos. […] Solo al ejercer el poder, las masas podrán aprender a ejercer el poder. No hay otro camino para inculcarle esta ciencia. (Luxemburgo, 1919, s. p.)
¡Sí, dictadura! Pero esta dictadura consiste en la manera de aplicar la democracia, no en su eliminación, en el ataque enérgico y resuelto a los derechos bien atrincherados y las relaciones económicas de la sociedad burguesa, sin lo cual no puede llevarse a cabo una transformación socialista. Pero esta dictadura debe ser el trabajo de la clase y no de una pequeña minoría dirigente que actúa en nombre de la clase; es decir, debe avanzar paso a paso partiendo de la participación activa de las masas; debe estar bajo su influencia directa, sujeta al control de la actividad pública; debe surgir de la educación política creciente de la masa popular. […] Debería y debe encarar inmediatamente medidas socialistas, de la manera más enérgica, inflexible y firme; en otras palabras, ejercer una dictadura, pero una dictadura de la clase, no de un partido o una camarilla. Dictadura de la clase significa, en el sentido más amplio del término, la participación más activa e ilimitada posible de la masa popular, la democracia sin límites. (Luxemburgo, 2008a, pp. 404-405)
Por eso, la oposición entre “los jefes y la mayoría que trota detrás” está abolida, la relación entre la masa y los jefes se ha invertido. El único papel de los pretendidos “dirigentes” de la socialdemocracia consiste en esclarecer a la masa sobre su misión histórica. […] Dicho de otra manera, su prestigio y su influencia aumentan solo en la medida que los jefes destruyan lo que hasta aquí fue la base de toda función directiva: la carencia de la masa; en la medida que se despojen a sí mismos de su calidad de jefes; en la medida que hagan de la masa la dirigente y de ellos mismos los órganos ejecutivos de la acción consciente de la masa. […] Al menos esa es y continuará siendo la tendencia dominante del movimiento socialista: la abolición de los “dirigentes” y de la “masa dirigida”. (Luxemburgo, 1971, pp. 2-3)
Su concepción en cuanto a relaciones partido y sociedad difiere de los dirigismos que han sido dominantes y han suplantado las energías reorganizadoras en las praxis revolucionarias y las llamadas «transiciones socialistas».
La Liga Espartaquista no es un partido que busca el poder por encima o a través de las masas. […] Tal tarea implica una total transformación del Estado, una subversión general de todas las bases económicas y sociales del mundo actual. Esa transformación y esa subversión no pueden ser decretadas por una autoridad cualquiera, un comité o un parlamento. La iniciativa y su materialización solamente pueden partir y ser realizadas por las masas populares. […] La esencia de la sociedad socialista consiste en que la gran masa de los trabajadores deja de ser una masa dirigida, para convertirse en una masa que vive ya por sí misma la vida en toda su plenitud política y económica, y la encauza por autodeterminación. (Luxemburgo, 2014b, pp. 376 y 369)
Reflexionar sobre el legado libertario de Luxemburgo hoy en Cuba, se enhebra con resultados de investigaciones concretas realizadas en el país por científicos sociales de diversas áreas del saber,10 para dotar así de realidades los razonamientos que se explayan con la alternancia de los tiempos que se manejan; de manera tal que los fragmentos que matizan el cómo vivimos y por qué hemos llegado hasta aquí concurran al imán que nos es propio, en medio de segmentaciones tan abismales, donde la sociedad ni se entera de lo que se conoce ya científicamente sobre ella. Por eso se suscribe que el presente ensayo se concibe desde ese mar insondable que es la convivencia cubana actual, con todos sus símbolos, significados y hasta donde la mirada y la voluntad lo permitan. Libre, con todas las resonancias de la palabra, de los moldes, los modos, los gustos y las creencias dominantes de las que abruma tanto no despojarse, siempre y cuando esto resulte posible o imposible, máxime cuando todo lo aprehendido ha ocurrido «en medio de la tormenta […] y aquello que se aprende con ardor se arraiga profundamente» (Luxemburgo, 2015a, p. 7).
De qué manera se aparta una del fuego de la idea y descubre la mesura propicia entre pasión y razón -parafraseando al presbítero cubano Félix Varela(, cuando en un país que aspira a construir el socialismo desde hace más de sesenta años, Rosa sea una proscrita, y los que nos ocupamos de ella, o del levantamiento de otros pensadores excluidos históricamente unos problemáticos -en el mejor de los casos(. ¿Cómo no preocuparse por lo que se dice, en qué momentos, desde qué argumentos y cómo se trasmite sin que se asuste el propio decir? «Conmover es moralizar» (Martí, 1953 a, p. 667). ¿De qué manera recomponemos las honduras de esta mujer tan necesaria, tan desconocida en Cuba?
Cuando en Cartas a Elpidio, el presbítero Félix Varela, elucidaba sobre tales asuntos en su época, cuestionaba e inquiría «[…] ¿Qué quiere decir obediencia pasiva? ¿Obedecer sin pensar? ¿Y qué derecho tiene la política para manejar los pensamientos?» (Varela, 1960, p. 36). La persistencia de tales modelos mentales y conductuales originan inquietud y se experimenta a perpetuidad la sensación de intrusa, de no bienvenida, de «estar siempre en lo mismo», cuando se intenta explicar, ya a pensadores y procesos revolucionarios o socialistas de manera diferente a las aceptadas [«La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente» (Luxemburgo, 2008 a, p. 400)]; ya a la realidad de mi país, o las razones de las versiones de ella con que se supone «operamos» en la cotidianidad en esa edificación de imaginarios macrosociales «convenientes», junto a las «negaciones» fratricidas en que nos sume el des-saber.11 La constante de excluir, invisibilizar, encubrir y negar o acomodar ha estado presente en el pensamiento revolucionario y comunista de todos los tiempos, así como las batallas por revertir esos procesos.
Cuando se plasmaban estas ideas, se recordaba aquello que Luxemburgo en 1908 le decía a Eisner en sus infinitas y aleccionadoras polémicas:
Así que hay suficientes y serios puntos de vista desde los cuales se critica a la cuestión de la Escuela del Partido desde todos lados. Pero la crítica como la de Eisner no es apropiada. Eisner tiene un gran respeto por el conocimiento científico que me asusta. Me temo que, en relación con el conocimiento científico en general y el socialismo científico en particular, a Eisner le sucederá como le sucedió al pobre viejo Klopstock, de quien Lessing escribió las palabras eternas: ¿Quién no alaba a Klopstock? Pero, ¿alguien lo lee? No. Preferimos ser menos magnánimos. Y con más frecuencia leer [Risas]. (Luxemburgo, 1908, s/p)
¿Quién lee y qué se lee del marxismo en Cuba hoy? Son interrogantes que se dejan abiertas a la imaginación y experiencia personal, por sobre el imperativo de su masificación e institucionalización a todos los niveles de enseñanza, en su versión de marxismo-leninismo. En 2014 esta autora volvía a insistir en otro ensayo:
Hasta este momento el análisis se ha centrado en sus obras, esas que pueden encontrarse en cualquier librero amarillando hojas, o botadas e incineradas […] Asimismo, las metamorfosis sufridas hasta hoy por los acomodaticios vicios del manual -no desparecidos en las esencias estrechas que les pueblan( son de sorprendente textura, incluso llegan al ámbito tecnológico. La transición del manual al “libro de texto”, enmascara denominaciones en las que la diferencia a veces radica en que son elaborados por autores cubanos, pero que en su facsímile educativa generan una migración total del sentido de la realidad en los lectores, hasta para explicarse a sí mismos lo que son, lo que está sucediendo en los procesos que le circundan. (Vilá, 2014, pp. 13-14)
Eso ha pasado, pasa aquí y ahora, a de diez años de lo escrito. Qué contenidos conforman los planes de estudio, en particular con una enseñanza masificada a todos los niveles de educación, donde atomización, parametralización e improvisación marcan los rumbos de una visión hegemónica que identifica a todos los pensadores marxistas con una de sus tendencias, el marxismo-leninismo (Gómez & Vilá, 2019). De ahí que todo lo que este presupusiera excluible, como el caso de Luxemburgo, quedaba fuera o como una variante criticable por «revisionista de izquierda», como mucho se ha repetido -se repite( sin asideros válidos.
El tapar a Luxemburgo, como herencia de la masificación del marxismo en Cuba, en su versión soviética de marxismo-leninismo stalinista con sus sucesivos retoques de cosméticos (que ha sido y es la dominante; no la única( matiza con toda su impronta los destinos de la pensadora en la Isla, no solo en materia de educación sino en general. Lo cual no implica que visones similares no aparezcan dentro de otras corrientes de pensamiento, incluso marxistas, en estos momentos como herencias actualizadas y/o renovadas de los escamoteos a que han sido sometida su obra y su vida, y el apremio con acabar con tales posturas reduccionistas que atentan contra lo mejor del legado revolucionario marxista. Con relación a estos procesos de desarme de la esencia del legado de Luxemburgo, y la posibilidad de aprehenderlo en la contemporaneidad, en esa multiplicidad de lecturas sutiles que lo manipulan, Bolívar Echeverría aseveraba:
Pero el mensaje contemporáneo. La discusión entre los nuevos revolucionarios sobre la figura real de Rosa y sobre la actualidad y utilidad de su obra debe primero despejar el camino que puede acercarlos a ellas. Despejarlo de un gran obstáculo, que se ha asentado y consolidado tanto, que no parece tal: la doble figura ficticia de una Rosa “luxemburguista” y, su contrapartida y complemento, una Rosa casi “leninista”. […] La de Rosa Luxemburgo es, pues, una teoría de la revolución comunista que ubica en el centro la espontaneidad revolucionaria de la clase proletaria y su realización mediante la interacción dialéctica entre masas y partidos. Es así una teoría que privilegia la espontaneidad sin ser “espontaneísta”: no porque sea también, en igual medida, “dirigista”, sino porque se halla en un plazo que supera el de la oposición entre “espontaneísmo” y “dirigismo”.
Una Rosa Luxemburgo de perfiles propios, no de los “Ieninistas”-“luxemburguistas” que le adjudicaron, se encuentra en la obra que ella dejó: en el ejemplo de su acción histórica, en los textos de sus discursos, sus propuestas en el partido, sus artículos polémicos o explicativos, sus libros científicos y su correspondencia. Pero llegar a ella requiere aproximarse (más allá del nivel de la preocupación intelectual o del campo de la política coyuntural( al terreno en el que ella vivía verdaderamente: el de la experiencia radical, en todos los ámbitos de la cotidianeidad, de la necesidad de la revolución comunista.12
Por otra parte, cabe preguntarse: ¿cómo se maneja la enseñanza de las figuras?, ¿qué extrañamientos origina el presentarlos casi como a seres de otro mundo o siempre heroicos, intocables en sus «debilidades», conflictuabilidades y errores? Se produce una suerte de encartonamiento o encorsetamiento rígido de las personas y un culto desmedido a sus ideas -claro las seleccionadas a priori(.
Para aproximarse a entender a Rosa Luxemburgo, resulta preciso romper con todas las normas y estrecheces mentales que aprisionan a la imaginación científica; para dar curso al modo en que vibraban sus motivos, a la fuerza y gentileza de sus impulsos, a la pasión, al fuego, a la idea, a la vida. (Vilá, 2020, p. 312)
Una vida que ella absorbía plena, aun y estando en prisión, y que se convirtió en divisa de una de sus despedidas: «Hasta la vida, hasta la próxima carta» (Luxemburgo, 2015d, p. 138). Su «hasta la vida» se multiplicaba en todo, y se proponía en afanosa marcha retenerla en su espíritu libre, por sobre los «barrotes humanos» en los que existía o los interminables encarcelamientos que sufrió. En otro de esos momentos íntimos recapacitaba:
Ahora estoy bien de nuevo, y prometo nunca, nunca más oír al diablo en mi interior. ¿Puede Ud. tomar a mal que yo de vez en cuando sea desdichada, dado que aquello que significa vida y felicidad para mí, siempre tengo que verlo y oírlo desde lejos? (Luxemburgo, 2015c, pp. 129-130)
Así era Rosa: la que insta a recuperarse como mujer en sus interacciones conflictuales, en toda su positividad y negatividad fecundante, en la ternura o el ofuscamiento (Luxemburgo, 1981a, pp. 204-205), en la melancolía u optimismo, porque desde su completud e incompletud siempre confirma: «Me siento en casa en todo el mundo, donde haya nubes, pájaros y lágrimas humanas» (Luxemburgo, 1981b, p. 208); e insiste a su vez, en múltiples ocasiones en sus misivas:
Entonces procura seguir siendo persona. Permanecer persona es lo más importante. Y ello significa ser firmes y claros y alegres, sí alegres a pesar de todos los pesares, ya que el lloriqueo es cosa de los débiles. Ser persona significa arrojarse toda la vida, si es necesario, “a la gran balanza del destino”, pero al mismo tiempo alegrarse por cada día claro y por cada nube hermosa. En fin, yo no sabría escribir recetas de cómo hay que ser persona, solo sé cómo se es, y tú siempre lo sabías, […]. El mundo es tan bello, a pesar de todo el gris, y aún sería más hermoso si no hubiera en él débiles ni cobardes. (Luxemburgo, 1981a, pp. 205-206)
Penetrar mediante el estudio en las honduras de esos intercambios, nos va dando a Rosa y no a la caricatura que nos han intentado presentar, por ejemplo, cuando en diciembre de 1917, desde la prisión de Wronke, le contaba a Sophie Liebknecht:
[…] Pero yo ahora estoy por supuesto enferma, de modo que todo me consterna sobremanera. ¿Sabe usted?, a veces tengo la sensación de que no soy una persona, sino cualquier pájaro u otro animal que ha adquirido forma humana; interiormente me siento en un trocito de jardín como este, o en el campo, entre abejorros y hierba, mucho más en mi ambiente que en un congreso del partido. A usted le puedo decir todo esto: no pensará así de entrada que se trata de traición al socialismo. Usted sabe que yo moriré no obstante en mi puesto: en una batalla callejera o en la cárcel. Pero mi yo más profundo pertenece más a mi carbonero que a mis “camaradas” […] (Luxemburgo, 1981c, p. 229)
La Rosa mujer-enamorada deja un epistolario amplio de sentimientos, sensaciones y complicidades que develan tantas aristas de una personalidad actual, por universal.13 De Rosa Luxemburgo no se escribe aquí como un «a propósito» más «sentimentaloide» por adentrarnos en su vida privada, porque de eso no se ocupan los «científicos serios», o «para hacer catarsis», expresión que se escucha tan a menudo cuando las personas explican en diferentes escenarios, de mayor o menor amplitud, lo que les preocupa a partir de sus vivencias y en las formas que lo sienten. Esa es una insinuación ya de los canales decisorios o del público en general -en sus individualidades concretas( que, por sí mismas, no solo demeritan el contenido de lo expresado, sino a quien la dice con sus gestos y complicidades isleñas simplistas y triviales; con lo cual la crisis existencial se hace más profunda en ese proceso «natural» de coactar al pensamiento y, al decir, cuando todo se ha agotado, cuando la vida se torna una mera apariencia, y en la que solo queda la burocracia como elemento activo (parafraseando a Rosa en la «Revolución Rusa».
Ante esos obstáculos de «comprensibilidad», siempre recuerdo a Luxemburgo y me digo: «No me dejo aplastar […]» (Luxemburgo, 2015e, pp. 143-144); o sus múltiples y acertados análisis acerca de las ilusiones y la realidad en las revoluciones socialistas:
Nosotros mismos, como siempre sucede durante las revoluciones, nos hemos curado de nuestras ilusiones. Existe un procedimiento revolucionario definitivo mediante el cual se libera al pueblo de las ilusiones pero, desgraciadamente, la cura exige sangrías. […] Todas estas cosas poseen una fuerza negativa, y lo que queda de ellas son los retazos y harapos de las ilusiones perdidas. Pero que de la primera fase de la revolución solo queden retazos y harapos es en verdad un gran aporte a la causa del proletariado porque nada hay más dañino que una ilusión, a la vez que nada sirve tanto a la causa revolucionaria como la verdad desnuda. (Luxemburgo, 1919, s. p.)
Ese contender perpetuo con argumentos ante oídos sordos y/o acostumbrados a unos únicos compases que les han «enseñado», por la «autoridad/es que se los ha enseñado», que casi se ha integrado al ADN, lo asumió Rosa a lo largo de su vida, y nunca se dejó reducir o humillar en momentos clave de su existencia y de su creación científica. Cuando se publicó su obra La Acumulación del Capital, en 1913,14 las críticas fueron considerablemente virulentas y baladíes,15 como acostumbran a comportarse los absolutos dominantes y las medianías segundonas -que no necesitan estudiar nada más( ante las interrogantes históricas que las dinámicas sociales imponen y de las que rehúyen por ineptitud o por conveniencia. En esas circunstancias concretas, de necesario desarrollo teórico-marxista, los «críticos» de Rosa se mantuvieron alejando la reflexión de lo esencial y negando toda validez al libro que ni habían leído, porque no podían comprenderlo, porque no lo necesitaban para sus sapiencias infinitas, conductas estás que se mantienen hasta hoy cual ciclos recurrentes ya en las revoluciones socialistas acontecidas. Sucintamente, lo que eludían en aquellos momentos eran las correlaciones primordiales que acarreaban a la lucha revolucionaria la fase imperialista, la guerra y el militarismo. En su Anticrítica de 1915, Luxemburgo describió lo que aconteció y dejó, además de ciencia, una pieza de narrativa literaria de increíble validez:
[…] la publicación de mi libro ha aparecido enlazada con episodios que hay que calificar, por lo menos, de desusados. La “crítica” de La Acumulación [del capital] publicada en el Vorwarts el 16 de febrero de 1913 es, por su tono y contenido, algo verdaderamente extraño, aun para lectores poco versados en la materia. Tanto más extraño cuanto que la obra criticada encierra un carácter puramente teórico, no polemiza contra ninguno de los marxistas vivos y se mantiene dentro de la más estricta objetividad. Pero si eso no fuese bastante, se inició una especie de acción judicial contra cuantos se atrevieron a emitir una opinión favorable acerca del libro, acción en la que el citado órgano central en la prensa -en la cual no habría, además, ni dos redactores que hubiesen leído mi libro( se distinguió por su fogoso celo. Y presenciábamos un acontecimiento sin precedentes y bastante cómico, además: le redacción en pleno de un periódico político, se puso en pie para emitir un fallo colectivo acerca de una obra puramente teórica y consagrada a un problema no poco complicado de ciencia abstracta, negando toda competencia en materia de economía política a hombres como Franz Mehring y K. Kautski, para considerar como “entendidos” solamente a aquellos que echaban por tierra el libro. Que yo recuerde, ninguna publicación de las del partido había disfrutado jamás de este trato desde que el partido existe, y no son maravillas, por cierto, todo lo que vienen publicando, desde hace algunos años, las editoriales socialdemócratas. Lo insólito de todo esto revela bien a las claras que mi obra ha tocado en lo vivo a ciertos sentimientos apasionados que no son precisamente la “ciencia pura”. (Luxemburgo, 1970, pp. 415-416)
Cuando Rosa recordaba, en 1917, el proceso de creación de La Acumulación del Capital, jamás evocaba los desplantes, los maltratos a su desempeño autoral y personal, todo lo que tuvo que recorrer en cuanto a empeños para hacerse entender y demostrar los intereses y ausencias «científicas» de sus detractores. Lo que quedaba en su memoria y en su espíritu era el placer de haberlo escrito, la sorpresa en el aprendizaje, la porfía en sentarse una y otra vez, para encontrar la palabra precisa ante los nuevos desafíos que la época imperialista le deparaba y para los cuales tenía que estar preparada.16 El entusiasmo febril y la felicidad en plenitud abanicaban esperanzas para sus ya encanecidos cabellos.17 En ese recorrer avatares insospechados de las obras creadas a lo largo de la vida de Luxemburgo, que no fue en una ocasión sino en innumerables, se encuentra que lo que queda en su espíritu, lo primero que aflora en sus recuerdos, es el vivificante proceso de creación; y, al mismo tiempo, la disolución casi por encanto -no olvido( de los tragos amargos que le hicieron pasar en un ordenamiento social enfermo y raído en sus díscolos aturdimientos ante la condición humana. Esa satisfacción la explayaba nítidamente en Carta a Hans Diefenbach desde la cárcel de Wronke, fechada el 12 de mayo de 1917:
[…] La época en la que escribí “La acumulación” es una de las más felices de mi vida. Vivía como embriagada, día y noche no veía ni escuchaba otra cosa que no fuera este problema que se iba desarrollando con tanta belleza ante mis ojos. No sé qué es lo que me producía mayor alegría: el proceso del pensamiento, cuando una cuestión enmarañada no dejaba de dar vueltas por la habitación, o la redacción, el momento de darle, pluma en mano, forma literaria […] ¿Sabe que en aquel entonces escribí los 30 pliegos de un tirón, en 4 meses (cosa inaudita( y que lo entregué a la imprenta sin siquiera repasar el manuscrito una sola vez? (Fundación Rosa Luxemburgo, 2009, p. 13)
La constante usurpación y colonización del espacio de la ciudadanía y del ejercicio libre del criterio propio, trátese de la izquierda o la derecha, si ambas denominaciones pueden esclarecer en algo conductas políticas similares en universos políticos cambiantes, siempre nos hace recordar aquello de lo que Martí se lamentaba con gran acierto: «[…] No gusto yo de los hombres hipócritamente humildes […]. Siempre es desgracia para la libertad que la libertad sea un partido» (Martí, 1953b, p. 882), o un concierto de ellos; asociado a la inconmensurabilidad del poder de que disfruta/n o se arroga/n la oportunidad de romper con esta cadena histórica de sujeciones pasa por la escuela de la misma vida pública, por la democracia y opinión pública más ilimitadas y amplias (en palabras de Luxemburgo(, y por la posibilidad de impedir los golpes de mordazas y derrocar a los amordazadores vengan de donde vengan, hasta de dentro de las filas emancipadoras y sus convicciones «libertarias»:
Un pueblo no se funda, general, como se manda un campamento; […] en la que nadie puede poner pensamiento ni obra sin cometer profanación, y la cual ha de dejarse, si se la quiere ayudar, servil y eternamente en sus manos. No. […] pretender sofocar el pensamiento, aun antes de verse como se verán Uds. mañana, al frente de un pueblo entusiasmado y agradecido, con todos los arreos de la victoria. La patria no es de nadie: y si es de alguien, será, y esto solo en espíritu, de quien la sirva con mayor desprendimiento e inteligencia. (Martí, 1953c, pp. 78-79)
Por tanto, para instituir el futuro desde un aquí y un hoy, es imprescindible evaluar el pasado y el presente con meridiana lucidez, para que las ficciones con que se vende el futuro no nublen las miradas, abduzcan el espíritu por siempre y conduzcan a un apaga fuegos perpetuos por la vida. La verdad, por difícil apresar que parezca, siempre sonríe o frunce el ceño desde cualquier rincón en que se aspire a ocultarla; y asume con singular agudeza su ropaje de fantasma torturador cuando se le encierra dentro de nuestras conciencias, el peor lugar donde puede enclaustrarse. Ante circunstancias e ideas similares a las que nos ocupan, en esas recurrencias cíclicas de problemas que tanto agobian y/o saturan, Rosa, en un intercambio epistolar con Sophie Liebknecht le respondía:
Sonjuschka, usted siente una gran amargura por mi larga prisión y se pregunta: ¿Cómo es posible que unas personas puedan decidir sobre otras? ¿Qué sentido tiene todo esto? Perdóneme, querida, pero al leerlo tuve que soltar una sonora carcajada […] toda la historia cultural de la Humanidad, la cual según los cálculos más modestos dura ya varias decenas de miles de años, se basa en la “decisión de unas personas sobre otras”, algo que tiene profundas raíces en las condiciones de vida materiales. Se pregunta ¿por qué? pero esta no es una cuestión válida para la totalidad de la vida y sus formas. (Luxemburgo, 1981d, pp.230-231)
El pensar estos cardinales asuntos, a partir de las alertas tempranas de Luxemburgo que se han ido examinando, tanto en la experiencia soviética, en el extinto bloque socialista, así como en la nuestra no resulta festinado, ya que un buen número investigaciones que se han ido publicando (publican( sobre nuestra realidad nacional e internacionalmente -se conozcan o ya ni importe conocerlas, según sea el caso(, enfatizan recurrentemente que en Cuba:
Se describe una sociedad poco participativa, aunque sus ciudadanos respondan a movilizaciones; esto describe participaciones verticales, de arriba hacia abajo. Estilos de comunicación autocráticos y poca posibilidad de innovación. Sensación de escaso poder en la toma de decisiones, incluso en dirigentes. Depósito de la posibilidad y responsabilidad transformativa en el Estado. Crisis de las organizaciones de masas por la poca representatividad de sus líderes y el desempeño de sus funciones para las que fueron creadas. Descreimiento en la política, no tanto por los jóvenes, que la sienten presentes en sus vidas cotidianas. Aun así, consideran que es irrelevante para la reproducción de la vida, o que, en todo caso, es restrictiva, sin potencial ni posibilidades de transformación. Presencias de varias culturas políticas.18
Por sí solos, estos estudios comparativos en los tiempos, que conectan polémicas históricas marxistas, y los estudios actuales sobre nuestra realidad, marcan pautas para invitar a volver sobre Rosa Luxemburgo, y la diversidad de marxistas y no marxistas que aún desconocemos, los cuales arguyeron acerca de las causales de estos problemas, y sin los que la continuidad analítica se pierde en ese explicarnos el hoy desde sus raíces históricas, en ese hacernos y rehacernos a perpetuidad, que no puede faltar.
Por lo que el método de Rosa Luxemburgo, marxista por antonomasia, ha ido aportando análisis críticos puestos en función de una memoria histórica activa que prevé, que enseña a prevenir para no repetir errores en este reorganizar la vida; la cual se puede vaciar de contenidos y, en consecuencia, de significados válidos de no ser consecuentes con los compromisos sociales e individuales reales, máxime por las innegables influencias que aún persisten en ese proceder que se dice nuevo o diferente al capitalismo, incluso en Cuba, y en el que aún, no afloras esas diferencias consustanciales que lo cualifican en su novedad alternativa.
Puntualicemos, la cualidad, la construcción social de lo que se dice diferente, de calidad nueva -socialista marxista como en este caso(, como comprensión de lo alternativo que va negando en su consumación a las añejas relaciones excluyentes capitalistas, sigue rondando el debate en el cómo estar siendo y haciéndolo hoy en el mundo y en Cuba; aspecto este, en el que tanto han insistido el pensamiento y la praxis marxista. Para precisar tal asunto, en medio de una burocratización y dogmatización extrema del partido socialdemócrata alemán, Rosa explicaba: «El secreto del cambio histórico mediante la utilización del poder político reside precisamente en la transformación de la simple modificación cuantitativa en una nueva cualidad o, más concretamente, en el pasaje de un período histórico de una forma dada de sociedad a otra» (Luxemburgo, 2008b, p. 84), que no repita desde nuevos mantos añejas formas de sujeción, de exclusión, como si no supiéramos que se tienen que hacer de otra manera o a la larga, en su esencia, siempre será lo mismo; se comprenda o no.
El mecanismo de interacciones sociales presentes en un tránsito que está siendo y haciéndose reemplazando al capitalismo, precisa de cambios activos acordes con las conexiones orgánicas innovadoras en ascenso de lo que se propone, desde un vadear inteligentemente todas las zancadillas que las fuerzas opuestas al proceso generan desde dentro y fuera; pero, a su vez, evitar desde lo que se debe pluralmente potenciar a saber: una dinámica reorganizadora propia para que la estática y la reproducción simple de la aspiración redentora no autocoloque sus propias zancadillas y caiga por su propio peso, o se mantenga declarando que es, lo que ni siquiera se aproxima a ser, desde las esencias que han de afianzarse a escala social e individual para evidenciar la condición de proyecto alternativo humano, constatable en el ser humano concreto. «[…] El único sol curativo y purificador es la revolución misma y su principio renovador, la vida espiritual, la actividad y la iniciativa de las masas que surgen con aquella y se conforman en la más amplia libertad política»,19 en una toma de decisiones realmente heterogénea en lo local/nacional, en el ejercicio bajo el control social -que proponía Rosa( de los liderazgos y administraciones por parte de la sociedad toda.
Las causales que hacen que persistan y se amplíen las desigualdades sociales en la experiencia cubana, se encuentran, entre otras razones, en que durante mucho tiempo fue negada su existencia -dónde cabe entonces la «más amplia libertad política» que ha de caracterizar al socialismo según el marxismo(. Estas se comenzaron a asumir y reiteradamente explicar, en la década de los noventa del siglo pasado, porque antes de eso -literalmente( no se podía hablar del asunto «por inexistente».20 Con lo cual se perdieron matices imprescindibles de ellas en la génesis y el desarrollo de las peculiaridades propias de la llamada construcción socialista cubana; vinculadas a no dudar, por las condiciones de que partía el país, pero con un consiguiente ahondamiento de estos problemas a partir de medidas asumidas por la dirección política de la revolución, y la ausencia de seguimiento científico y social de estas.21 Razones por las cuales persisten y se han ampliado, entre otras: la pobreza, la reestratificación social, las desigualdades -aunque los marxistas «[…] siempre hemos denunciado el duro contenido de desigualdad social y la falta de libertad que se esconde bajo la dulce cobertura de la igualdad y la libertad formales» (Luxemburgo, 2008a, p. 404).
En tal sentido, María del Carmen Zabala (2015), explicaba:
Como parte de los estudios de heterogenización social y la desigualdad social en Cuba […] destacan como brechas de equidad más relevantes que afectan a grupos específicos: las raciales, de género, territoriales (locales/comunitarias), las que afectan a la tercera edad, niños jóvenes. Asimismo, identifican como brechas existentes en áreas específicas: participación ciudadana en la toma de decisiones, acceso a la vivienda y hábitat confortable, limitaciones para el acceso a servicios públicos y amparos, empleo/ingresos y consumo cultural. […] A pesar de los avances experimentados en la equidad social, factores de disímil naturaleza reproducen, regeneran o hacen emerger desigualdades y brechas de equidad que suponen tanto deudas acumuladas, así como retos actuales y perspectivos para la sociedad cubana; así como los factores que producen y reproducen tales brechas de equidad, explicación que articula procesos, fenómenos y niveles disimiles; históricos y coyunturales, materiales, culturales, subjetivos y simbólicos, macrosociales y microsociales. (p. 7)
El esclarecimiento de lo diferenciante, desenajenante, como opción de creación gradual y múltiple, que niega el cordón umbilical de la ley del valor y los fetiches de sujeciones que armonizan su preeminencia, resultan de esencial valía en cuanto a estrategia y a deslinde científico-metodológico de lo que debe entenderse -aproximadamente y no vagamente- cuando se habla de construir una alternativa plural e inclusiva al capitalismo y se apellida socialista marxista.22 Porque los lobos hoy en nuestra realidad se hacen más voraces, ya que, lo queramos o no, la ley del valor impera burlando siniestra y cínicamente los grandes eslóganes históricos como la educación y la salud gratuita. Esencialmente a causa de que: «el socialismo no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura» (Luxemburgo, 1916, s. p.) de inter/retro/acciones totalizadoras contextuales en lo global/local y no de áreas o fragmentos de ellas a la hora de asumir «soluciones» cual brújulas sin imán y sin consistencia teórica ni de lo que se dice somos. Hace falta volver a Rosa Luxemburgo o no; probablemente apremie volver sobre todo el panteón de los marxistas, los no marxistas y el egregio del pensamiento cubano de todos los tiempos.