EDITORIAL

El reto de la formación de nuestros cirujanos torácicos

 

The challenge of the formation of our thoracic surgeons

 

 

En el mundo de hoy los nuevos conocimientos y progresos tecnológicos se suceden a velocidad asombrosa. El cirujano general, para mantener una competencia científica y técnica aceptable, debe dedicarse por entero a un campo específico de su especialidad, que en el caso de la cirugía torácica general, no cardiovascular, especialidad no aprobada en nuestro país, requiere de una amplia experiencia sustentada en un saber profundo y una destreza técnica.

Las vertientes clínica y quirúrgica de la patología respiratoria afloraron de forma simultánea en la lucha contra la tuberculosis. Forjada en la cirugía del pulmón, la cirugía torácica general, con concepciones individuales según países, ha extendido su hacer a la pared torácica, la pleura, el esófago, el diafragma, el árbol tráqueo bronquial y el mediastino, y llega a su máxima expresión con el trasplante, todo lo cual posibilita así estudiar y tratar anomalías congénitas, traumatismos, tumores y otras enfermedades diversas, en todos los grupos de edades.

Los conocimientos, habilidades y hábitos que se requieren para el dominio de los contenidos tan complejos de la cirugía torácica, que en nuestro país sólo se alcanzan años después de formado el cirujano general sin ningún tipo de control académico, demandan de una formación que fluctúa entre dos y cinco años por lo general, después de una especialización en cirugía general o de una formación troncal a partir de ella.

Un cálculo riguroso de la incidencia, prevalencia y requerimientos diagnósticos y terapéuticos, de las diferentes enfermedades torácicas permitiría definir las necesidades teóricas de camas de hospitalización, recursos tecnológicos, quirófanos y cirujanos, tras considerar el número de operaciones que debe hacer cada especialista para mantener el nivel de excelencia en su trabajo y a su vez, poder dar respuesta a un programa de formación académicamente controlado y con un sistema de evaluación y certificación final apropiado, a través de algunas de las formas organizativas de la educación de posgrado, aprobadas en nuestro país, que según idoneidad y pertinencia, debiera ser la especialización.

La formación de especialidades es un proceso difícil, donde puede no llegar a ser tan importante la cantidad como la calidad. La selección e idoneidad del profesorado, los recursos materiales formativos, la elección del centro o de los centros formadores, son algunos de los problemas inicialmente a plantearse.

 

Dr. Benito Andrés Saínz Menéndez