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Revista Cubana de Medicina

versão impressa ISSN 0034-7523versão On-line ISSN 1561-302X

Rev cubana med v.35 n.1 Ciudad de la Habana jan.-abr. 1996

 

Editorial

Factores psicológicos del asma bronquial

Lic. Geidy Rodríguez López y Dr. Juan Carlos Rodríguez Vázquez

Generalmente, casi todos los investigadores del asma bronquial aceptan la mediación de factores psicológicos en la aparición o empeoramiento de las crisis.

Cuáles son las variables psicológicas específicas y cómo se implican en el control, frecuencia y severidad de las crisis son aspectos insuficientemente estudiados y demostrados en la literatura, básicamente porque los mecanismos psicológicos son difíciles de medir, además, suelen ser específicos e individuales a partir de su sistema de vínculos, experiencias y memorias condicionadas.

Aunque existe un conocimiento bastante amplio de los diferentes cambios fisiopatológicos en el asma bronquial, su origen no está claro. Hoy se ha demostrado la mediación de diferentes grupos de factores desencadenantes además de las alergias, las infecciones, factores bioquímicos, así como factores psicosociales, como mecanismos de inicio de las crisis asmátias.

El primer intento de explicar el comportamiento de los factores psicológicos de esta enfermedad lo hicieron los seguidores de la Escuela Psicosomática Norteamericana que, partiendo del modelo psicoanalítico, comparan el ataque de asma con el ataque de llanto de un niño, que al verse frustrado o castigado, o que por miedo o terquedad llora en forma de acceso, hasta que se produce una real dificultad respiratoria. En ambos casos, el "ataque" constituye una descarga de tensiones acumuladas.

Weiss, considera que el ataque de asma equivale al llanto por la madre, a una no resuelta o excesiva dependencia de la figura materna y a la ansiedad de separación de ésta. También otro psicoanalista, Tallaferro, explica que los desórdenes respiratorios son expresión de conflictos durante la fase oral del desarrollo de la libido.

La teoría córtico-visceral, desarrollada a partir de las investigaciones de Pavlov y Bykov centra su explicación en un sistema de respuestas condicionadas, formadas a lo largo de la experiencia vital del individuo asmático, especialmente miedo, asociado a experiencias negativas o de amenaza vital en relación con la enfermedad.

Los fisiólogos han demostrado la mediación de reflejos vagales aumentados en el asma, provocados por factores psicológicos y han podido bloquear ataques de asma de esta naturaleza con atropina; ya sabemos que las fibras musculares de los bronquios reciben una doble inervación automática, impulsos vagales que producen contracción e impulsos simpáticos que producen relajación.

Asimismo se ha demostrado que la hiperactividad bronquial puede ser también provocada por estímulos psicológicos, traducidos en el sistema nervioso central, mediante una actividad parasimpática aumentada.

Faulkner, usando el broncoscopio, estudió el efecto sobre los bronquios de los distintos estados emocionales. Los estados de inseguridad y frustración producen espasmos y estrechamiento de la luz bronquial, en tanto que estados placenteros inducidos por sugestión, los dilatan.

MacFadden et al. (1969), demostraron que el 50 % de un grupo de pacientes desarrollaba una resistencia aumentada de las vías respiratorias cuando se les sugería que estaban inhalando un broncoconstrictor, mientras inhalaban solución salina.

Este ejemplo demuestra la unidad funcional del SN que coordina e integra la información y regulación neurovegetativa del SN autónomo y el central a través del hipotálamo, los mediadores hormonales y neurotrasmisores específicos que traducen los significados emocionales en pensamiento capaz de provocar respuestas fisiológicas y viceversa.

Actualmente comienza a utilizarse con mucha fuerza el término "medicina conductual o del comportamiento" que relaciona el funcionamiento orgánico y el fisiológico como una unidad de interinfluencia y relación mutua, incluye no sólo las enfermedades psicosomáticas, sino también aquéllas en que supuestamente los factores psicológicos no tienen un rol etiológico, vincula disciplinas como la inmunología y la endocrinología. El sistema inmunológico del organismo, su baluarte defensivo, puede ser afectado desde el punto de vista del comportamiento, conduciendo al aumento o disminución de la susceptibilidad a las enfermedades.

Estudios realizados en la Universidad de Rochester, han demostrado que, en efecto, el sistema inmunológico puede ser condicionado con procedimientos clásicos de condicionamiento, como los utilizados por Pavlov.

Conocemos un camino directo entre la mente y la inmunidad a través de las conexiones anatómicas que comunican al cerebro directamente con órganos tales como el bazo y la glándula del timo.

También, las secreciones hormonales -inducidas por patrones emocionales y del pensamiento- proporcionan un segundo camino entre la mente y el cuerpo a través del flujo sanguíneo.

Actualmente se realizan investigaciones muy serias para dilucidar claramente estas relaciones mente-cuerpo en el Instituto de Medicina del Comportamiento, en Bervely Hill, California, así como en otras muchas instituciones dedicadas al estudio del estrés y su influencia sobre la salud.

Las crisis de asma pueden resultar de la influencia de estímulos de origen social o psicológico (sugestión, reactivación de condicionamientos pasados, pensamientos, etc.) sobre el sistema nervioso parasimpático, que aumenta la hiperreactividad bronquial y provoca una hiperventilación de origen psicológico, asociado a estados emocionales resultantes de la influencia de tales estímulos. La hiperventilación conduce al enfriamiento de las vías aéreas y a su sequedad, así como posiblemente a una mayor entrada de alergenos y elementos irritantes, presentes en el aire, todo lo cual es capaz de producir broncoconstricción en sujetos asmáticos susceptibles, ésta exacerbará a su vez la hiperventilación, entonces se añade un componente fisiológico y se establece así un círculo vicioso continuo y la crisis de asma.

Todos estos estudios e investigaciones intentan explicar la inserción de los factores psicológicos en la causa del asma bronquial y como tal hay que estudiarlos en cada caso pues actúan como desencadenantes de la crisis (rol etiológico), empeoran las crisis (rol en el curso y evolución de la enfermedad) o resultan de las vivencias negativas asociadas a la enfermedad (rol pronóstico). También condicionan a la persona enferma de asma, activan cada vez un sistema de miedos irracionales de base objetiva en experiencias traumáticas anteriores y dificultades reales enfrentadas con anterioridad, que van determinando los mecanismos de adaptación del individuo y lo deja paralizado y cada vez más vulnerable. Si estos síntomas inicialmente reactivos y funcionales se estabilizan, las posibilidades del éxito de la intervención psicológica se ven reducidas.

El estudio psicológico del asmático para diagnosticar el proceso de enfrentamiento a la enfermedad y poder reeducarlo en el mejor control y adaptación a la misma, cobra especial importancia en el estudio integral y multifactorial de la enfermedad.

Debe centrarse en caracterizar, de manera individual las particularidades siguientes:

  • Estados emocionales prevalentes y la posibilidad de su adecuada expresión.
  • Sistema de creencias y particularidades valorativas y cómo dirigen y regulan el comportamiento (pensamientos catastróficos).
  • Función autorregulativa y autovalorativa (autoconcepto: vulnerabilidad, atribuciones, autoeficacia).
  • Particularidades del proceso de enfrentamiento (recursos personales para elaborar capacidad de ajuste, prevalencia de las emociones en el afrontamiento).
  • Tolerancia a la frustración en cada paciente individualmente, elegir procedimientos de intervención psicológica en función de los resultados de este psicodiagnóstico y evaluar sus resultados sin olvidar que esta enfermedad de origen multifactorial debe ser tratada también con este enfoque sin sobrevalorar, ni desdeñar ningún aspecto, para poder ofrecer una mejor calidad de vida a nuestros pacientes, para enseñarlos a optimizar sus capacidades residuales y a no vivir atrapados por el miedo a la enfermedad o estigmatizados por ésta.

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